CRONICAS IV
En estas fechas de celebración navideña regresando a mi antiguo barrio, es inevitable recordar mis mas tempranos inicios, las experiencias que me marcarian tan hondamente.
Cada día después de llegar del cole y comer, mi abue me dejaba hacer la siesta, luego al despertar me ponía a hacer las tareas; mi abue no me dejaba salir a jugar con el resto de chicos del barrio hasta que no terminara, casi siempre me dejaba ya al final de la tarde, cuando se ponía a ver la novela y faltaba poco para que vinieran papá y mamá regresando del trabajo.
Yo era quizás uno de los más pequeños del grupo, debía tener en aquel entonces unos 6 o 7 años, los otros, casi todos tendrían entre 14 y 17 o 18; casi siempre jugaban a la pelota, pero a mi nunca me gustó porque cuando lo intentaba siempre se reian y decian que era muy torpe. Yo siempre preferí jugar a “la lleva” cuando alguno se la queda y sale persiguiendo al resto, correteando y tratando de alcanzar a cualquiera para poder tocarlo y así pasarle el turno; también me gustaba “la peregrina”, dibujada con tiza en el suelo, lanzando cada uno su piedra y saltando sin tocar las líneas de los cuadros en el suelo; también jugábamos mucho al escondido y aprovechábamos para meternos en los callejones de las casas, detrás de las verjas o portones o incluso en las ramas de los árboles, pero yo no sabía subirme a los árboles, y casi siempre corría a esconderme detrás de algún portón o en algún callejón.
En una de esas, estando en el callejón de la casa de al lado con Jairo y Edgar, que eran más grandes que yo, veíamos como Mabel nos buscaba a todos; Mabel no siempre jugaba, porque había pocas chicas en el barrio y casi nunca jugaban junto con los chicos, casi siempre jugábamos solos, pero recuerdo que esa vez ella y Daisy jugaban, y a Mabel le tocó buscarnos. Edgar, Jairo y yo estábamos en el callejón y Edgar dijo que tenía muchas ganas de mear, se bajó el pantalón corto y se sacó la picha y se puso a mear en la pared sin taparse. Yo me quedé mirando mucho porque era la primera vez que yo veía el pipi de alguien a parte del mio, mi abue y mi mamá siempre me reñían si decía malas palabras y por eso siempre le llamaba pipi, el de él era más grande y tenia pelos, no recuerdo que dijeron pero si se que se reían de algo.
Algunos días después estando escondido con Jairo, el también dijo que tenía ganas de mear y también se sacó su pipi, tambien la tenia grande y con más pelos que Elias, yo me quedaba mirando fijamente sin darme cuenta y me preguntó si me gustaba, yo lo mire a la cara pero no respondí nada y volví a mirarle el pipi mientras se lo sacudía, y parecía como si fuera más grande que antes; se la guardo y yo seguí mirando si se acercaba alguien al lugar donde estábamos escondidos; Jairo se puso detrás de mí y se pego a mi espalda, podía sentir su cosa dura restregarse en mis pompis, yo no me quite, ni dije nada porque se sentia rico. Así nos quedamos todo el rato hasta que seguimos jugando.
Los días pasaban y de algún modo u otro casi todos los chicos ahora se me recostaban por detrás, recuerdo que una vez Elías y Waldir discutieron por cual de los dos le tocaba esconderse conmigo; yo sabía que era para poder refregarme por detrás y me sentía contento de que todos quisieran jugar conmigo. No se quién, pero a alguno se le ocurrió que mientras estuviéramos escondidos me bajara los pantaloncitos y así ellos me refregaban los pipis entres mis nachas, que como eran gorditas les apretaban cuando me las pasaban por el surco. Ahora casi siempre que salía a jugar ellos solo querían jugar al escondido y nunca me escondía solo.
Otro dia Jairo me dijo de jugar en su casa porque su mamá estaba fuera y podíamos jugar tranquilos; cuando fui estaban también sus hermanos, Luis y Miguel, me dijeron que jugáramos al papá y la mamá; a mi me tocaba ser la mamá, me quedaba en el cuarto, que sería la casa, y allí cocinaba y arreglaba la cama, luego entraba el papá, cuando entraba la mamá le servía la comida y luego el papá sacaba su pipi y la mamá le daba besitos. Cuando Jairo se saco su pipi estaba todo duro y grande, mas grande que el día que lo vi orinando. Cuando lo bese en el pipi olía fuerte y aparte la cara, el me dijo que así era el juego y me tocaba porque yo era la mamá y eso era lo que hacían las mamás con los papás cuando estaban solos en su cuarto, así que enfurruñé la nariz como para no respirar, pero abrí la boca y fui metiéndola lo más que podía; así estuvimos un ratito y de pronto me hecho en la boca una cosa amargosa y espesa, yo tosí y se me salía por todas partes, me quedo toda la cara llena de babas. Cuando Jairo terminó le tocó el turno de ser el papá a cada uno de sus hermanos. Esas fueron mis primeras clases de mamador de verga y tragador de leche, con 6 añitos sirviendo de boquita para los chicos del barrio, pero la cosa estaba lejos de acabar.
Yo sabía que no debía decirle a nadie lo que había hecho en casa de Jairo, pero parecía que todos los chicos de mi calle lo supieran, porque todos me decían cosas, o intentaban hacerme jugar. Otro dia el Rafa me vio regresando del cole y me dijo que fuera a su casa a jugar, cuando fui estaba con su hermano y su primo, me metieron enseguida en el cuarto y me dijeron que me tocaba ser la mamá, el primo de Rafa fue el primero en bajarse el pantalón, Rafa y su hermano se quedaron sentados mirando, luego le tocó a Rafa, pero le olia feo feo y yo no quise, entonces su hermano le dijo que fuera a la nevera y trajera un vaso de refresco porque así me sabría mejor, el fue y trajo el refresco, me dio de beber y luego volví a tratar de no respirar y chupar su pipi, (ahora ya sabía que solo nos niños le decimos “pipi” porque los grandes le dicen de otras formas), también era grande y con muchos pelos; después de un rato chupando ya no sabía ni olía mal, era como si se hubiera limpiado con mi salivita, yo ya había aprendido a chupar los huevos, pasar la lengua por debajo de la cabeza, a usar la lengua para apretarles la cabeza de la verga contra el cielo de la boca para sacarles más mielecita y era las primeras veces que me llegaba al fondo de la boca, como si quisieran pasar hasta dentro de mi garganta, pero me ahogaba y tosía y cuando me dejaban volver a respirar me salían una baba espesa y clarita desde el fondo de la boca. Todavía me costaba tragar bien cuando me echaban la leche espesa en la boca, casi siempre me ocasionaba un ataque de tos y se me salia mucho. El hermano de Rafa era el más grandote de todo el barrio, el casi nunca jugaba con los chicos porque ya casi era mayor, ahora pasado el tiempo creo que debía de ser mayor de los 20 años, trabajaba de mecánico automotriz, a mi me daba un poco de miedo jugar con él; cuando se saco su verga era la más más más grande que todos, muy oscura y gorda gorda, lo agarre y se sentía calentito y por mas que intentaba solo me cabía la cabeza, así que solo podía pasarle la lengua por encima mientras subía y bajaba las manos apretándosela; cuando soltó la leche me chorreó por toda la cara, el cuello, y la camiseta; me quito la camiseta y me limpio la cara y el cuello con ella y se la llevó al patio, la enjuago con agua, y me dijo que si me preguntaban algo dijera que me había mojado jugando con la manguera en el patio.
No recuerdo cual de todos fue el primero, pero poco tiempo pasó en que en el juego el papá ya ponía la semillita dentro de la mamá; las primeras veces me dolía mucho y me revolvía y no quería, entonces me decían que si no me dejaba le dirían a mi abue o a mi mamá, o peor, a mi papá, que siempre jugaba a la mamá con todos, a mi me daba mucho miedo porque sabía que me reñirían y me pegarían, porque los niños no juegan a la mamá y no se dejan poner las vergas en la boca y yo sabía que en realidad a mi me gustaba mucho jugar con ellos así y por eso los buscaba siempre; como no quería que me fueran a reprender me quedaba quietecito y me dejaba poner la semillita dentro; como a veces estaba muy seco y no corria bien iban a la cocina y buscaban aceite y me untaban aceite en el huequito, así se sentía muy rico, suavecito y después del dolorcito cuando entraba, se sentía muy bien cuando estaba dentro. Así fueron pasando prácticamente todos los chicos del barrio. El hermano de Rafa lo intentó pero incluso con aceite no pudo porque dolía mucho y no entraba; recuerdo que dijo que era muy peligroso si me rompía y si sangraba y en mi casa se daban cuenta que lo tenía roto habria mucho problema, así que él solo me dejaba pasarle la lengua mientras se la estrujaba con las manos.
El tiempo pasaba, casi tres años, y todos seguíamos en esas, me había convertido entre los 6 y los 9 años, sin ser consciente de ello, en el deslechador de todos los chicos del barrio; un día mi papá estaba molesto y le dijo a mamá que alguien le había dicho que tuviera cuidado porque decían que yo era la mariquita del barrio; desde entonces ya no me dejaban salir mucho a jugar.
Una tarde Edgar vino a casa cuando mis papas estaban en el trabajo, nos pusimos a jugar a “la lleva”, pero cuando estábamos en el callejón de la casa el me agarro y me dijo “quiero culo”; yo sin decir nada me di la vuelta y me baje los pantalones, lo hacía prácticamente con la misma espontaneidad y ganas como si me hubiera dicho que si quería un caramelo, a esas alturas yo estaba bien entrenado para recibir verga cuando un macho necesitaba descargar, y la verdad, recuerdo que me encantaba la sensación de la baba de sus vergas esparciéndose y abriéndome el hoyito, la sensación de como la cabeza me abría los plieguecitos del culo y me entraba (aún hoy en día esa sensación es una de las más placenteras para mi). Él se acomodo y me la fue metiendo despacito, se sentia rico cuando la cabecita de Edgar me entraba. Me fue metiendo despacito hasta el pegue y me fue dando rico, ya a esas alturas mi pequeño esfinter infantil había sido estimulado tantas veces que había desarrollado la sensibilidad física de cuando sientes el placer de una verga deslizándose rítmicamente en el borde de tu ano. Estábamos tan enganchados en ese vaiven que nos descuidamos y no prestábamos atención a nada que no fuera esa sensación tan placentera; de repente mi tío Francisco, que estaba en la casa, se asomó por la ventana que daba al callejón de la casa y le gritó fuerte a Edgar, él me la saco rápido, se subió el pantalón y salió corriendo por el portón; mi tío Francisco me regañaba y me gritaba, me cogió del brazo y me llevó a rastras hasta el baño mientras seguía insultándome, me puso de espaldas me bajó los pantalones, se agachó y me abrió las pompis pasando los dedos para inspeccionar, yo tenía todo el surco viscoso. Se levantó y me siguió insultando y riñendo y me.miraba con rabia; cuando llegó mi papá se lo contó todo. Mi papá tambien me riño y me pego con el cinto, esa noche lloré bastante. Poco después nos mudamos del barrio y solo iba a visitar a mi abue de vez en cuando.
Mucho tiempo ha pasado desde aquel entonces; regrese hace unas semanas para estar cerca de mi abue, que ya es bastante mayor, durante estas fechas y me resulta imposible recordar tantos y tantos recuerdos. Hace unos días me cruce con Rafa, que hizo carrera en la policía nacional, se caso y tiene tres hijos adolescentes, me saludo con mucho entusiasmo, me dijo que le alegraba verme despues de tanto tiempo y que si algún día me apetece me pase por su casa a tomar unas cervezas y hablar…lo que me resultó un poco extraño fue cuando me dijo eso de «y te presento a mis hijos, seguro que les caes bien porque necesitan alguien como tu»
Buen relato me gusto mucho amigo sigue contando saludos…:) 😉 🙂 😉