Cuando conocí a su madre – Episodio 5: Santino
Santino entra en pijama a la habitación. Sólo vestía pantaloncito ligero y una camiseta holgada. Tenía un osito marrón en la mano. .
Recomendable leer los episodios anteriores para seguir el hilo de la historia.
https://sexosintabues30.com/author/perama666/
Episodio 5 – Santino
Las cosas que sucedieron ese día son increíbles Ud. lector verá que Santino era mucho más que un niño de 7 años de sugerentes formas femeninas. Santino había heredado la calentura de su madre.
Santino entró a la habitación. Sólo vestía el pijama: un pantaloncito ligero y una camiseta holgada. Tenía un osito marrón en la mano. Me miró desde la puerta.
— Hola Santino — le dije — regalándole la mejor de mis sonrisas
— ¡Hola! Mi mamá se fue. Me ha dicho que tú me ibas a cuidar.
— ¡Así es! ¿Qué quieres que hagamos?
Se llevó el dedo índice a la boca. Me miró un segundo. Y encogió los hombros. Eso sí, se acercó a la cama y se subió.
— ¿Qué piensas de mi Santino?
— No se. Ud. Es muy grande y automáticamente miró mi entre pierna.
Iba llevar la conversación al plano sexual pero no tan rápido, primero debía ganarme la confianza física de Santino. Si bien habíamos sido cómplices visualmente. Eso era una cosa, otra muy distinta era que permita que lo toque o él me toque a mí.
Santino se sentó a los pies de la cama, en cuclillas y me miraba.
— ¿Te gusta que esté acá?
Él no respondió. Sólo movió la cabecita de forma afirmativa.
— ¿Te gusta que tu mamá esté conmigo?
Su cabecita se movió más rápido aun, y una pequeña sonrisa se vio en su rostro.
Era tan lindo que te ganas de darle muchos abrazos y besos. Santino subió gateando a la cabecera de la cama y se apoyó en mi pecho.
— ¿Tú quieres a mi mamá?
Santino realmente, a pesar de su corta edad, se preocupaba por su mamá.
— ¡Claro Santino! Como no voy a querer a tu mamá. Si es una mujer “muy” especial. Remarqué lo de muy especial, sin que obvio, su ingenuidad se diera cuenta.
— Es que yo escuché que le decía a una amiga por teléfono que nadie quería una mujer con hijo, que se iba quedar vieja y solterona, solo cuidando un hijo.
Algo en mi se enterneció por el comentario del pequeño. Sin duda se sentía culpable que su mamá no tuviera novio. Pero rápidamente pensé que ese detalle lo podía usar a mi favor.
Lo miré, era tan lindo. Facciones perfectas. Carita blanca y pura. Unos labios rosados y carnosos.
Santino era la versión infantil de su mamá y su mamá era muy hermosa.
— Santino me estoy llevando muy bien con tu mamá. En todo y mucho más en la cama. Tu nos has visto. ¿No?
Santino me miró un poco asustado. Su carita se puso muy roja. Y se movió algo sobre su lugar. Le tomé de la cabeza, lo acaricié y lo acerqué a mi cara. Le dije:
— No te preocupes. A mí no me molesta. De hecho, me gusta. Yo creo que si encuentro algo más acá en tu casa me quedaría para siempre. Y tú serías mi hijito querido y tu mamá no se quedaría vieja y solterona.
— ¿Te quedarías acá para siempre? El niño había captado mis palabras y había dado en el clavo. Ese era el motivo de mis palabras.
— Desde luego que me quedaría acá para siempre y tu tendrías un papi con el que jugar por siempre. Y tu mamá, tu mamá sería muy feliz.
Hubo un silencio incomodo entre los dos. Nos miramos. El se tiró a mi pecho y me abrazó.
— No nos dejes. — Dijo. Una lagrimas se escaparon de sus ojos. Mi corazón se enterneció por un momento lo abrazé sinceramente. Era solo un niño que se sentía una carga para la felicidad de su madre. Le abracé la espalda. Lo pegué a mi pecho. Hundí mi rostro en su cuello infantil. Aspiré su aroma de niño recién levantado. Y me perdí. Nunca antes en toda mi vida había sentido excitación por alguien como él, pero la situación, los eventos de las noches previas. La hermosura del niño fueron mi perdición. Lo abracé y moví mi mano por su espalda, resbalé a consciencia mi mano por debajo de su camiseta. Su piel caliente me recibió suave y tranquila. Él se pegó mucho más a mi, casi que subía a caballito sobre mi ser. Bajé mi otra mano por la espalda y llegué al elástico del pantalon pijama. Me detuve. Si seguía iba dar el paso que no pude dar las noches anteriores. Si seguía caía en la tentación para siempre, Si seguía ese niño me recordaría toda su vida como su hacedor, de la vida que tuviera yo sería su hacedor. ¿Pensé en las consecuencias? No pensé. Avancé y metí mi mano por debajo del elástico. Su piel era aun más suave que la piel de su espalda, más relleno. Me daban unas ganas inmensas de darle chirlos. Pero no hice eso, no iba asustarlo. Tendría tiempo para acomodarlo a mis gustos. Lo que hice fue abrir mi mano y cubrir todo lo que podía de sus dos nalgas, dejando mi dedo medio en el centro de su agujerito. El se acercó más a mi. Yo absorbí como poseso su aroma infantil de su cabello, sin poderme contener le empecé a dar besos y pasar la lengua por su delicado cuello blanco. Sin embargo, recapacité, retiré mi mano de su traserito, lo alejé un poco, sin asustarlo. Le froté la mejilla, sus cachetes estaban rosados, muy rosados. Encendidos fuego.
— ¿Qué hice? Preguntó Santino, muy inocente.
— No, pequeño. No hiciste nada. — Lo miraba con ganas de comerle la boca carnosa de labios rojos, pero me contuve.
— Entonces que pasó. ¿por qué ya no seguimos? A mi me estaba gustando.
— Lo que pasa bebé es que tu es muy celosa. A ella le gusta que la toque así y que solo le haga cositas a ella. Si ella se entera o si alguien se entera que estamos haciendo lo mismo ella se va enojar y se va quedar soltera y amarga otra vez.
El pequeño al escuchar esto último bajó la carita y una lágrima cayó por su mejilla.
— No nos dejes. Dijo entre suspiros. Yo no diré nada.
— Esta bien pequeño hermoso. — Confió en ti, pero alguien nos puede ver.
— ¡Pero acá en la casa no hay nadie!
— Tienes razón. Pero prometes que nunca dirás nada a nadie. ¿Ni siquiera a un amiguito o amiguita? Lo tenía casi, él solo iba por el camino de los juegos secretos entre yo, su papi y él.
— ¡NO! No le diré a nadie, pero no nos dejes y hazme cariño. Por favor. Nadie me quiere a mí. Nunca nadie me hace cariños ni nada. Me siento solo y triste.
Dijo esto sinceramente porque se derrumbó en un mar de lágrimas y gimoteos que partían el alma. Me estaba enamorando de ese pequeño. Quizás más que de la madre. Tendría que ser el protector y macho del pequeño y su madre.
Mientras pensaba el pequeño Santino se había derrumbado en un mar de lágrimas, seguía con la cabeza baja. Yo le levanté la carita desde el mentón. Acerqué mi rostro y le dije, muy suave y pausado. Con la mayor ternura que tengo.
— Me gusta lo que estaba haciendo con vos.
El me miró desconcertado. Quizás no era lo que esperaba escuchar.
— Me gusta, creo que por eso seguiré siempre con tu mamá. Por ti, por lo que hacemos.
— ¿Sí? Dijo en una voz a penas audible.
— Si. Pero tengo dudas, muchas dudas. Estoy pensando que mejor termino con tu mamá y me alejo para siempre. Aunque me muera por seguir acá en la cama contigo y por la noche con tu mamá.
— ¿Por qué? No, no. No te vayas. ¿Que hice mal? Y otra vez el llanto del pequeño.
— Tengo miedo que tu cuentes algo y todo termine mal. Creo que ahora es el momento de irme para siempre. Hablaré con tu mamá cuando ella vuelva.
Me levanté y empecé a buscar mi ropa. En su ímpetu por impedir que me fuera Santino se levantó y se tiró encima mío abrazándose de mi cuello.
— ¡No diré nada! ¡No diré nada! Por favor no te vayas. ¡NUNCA DIRÉ NADA A NADIE!
Era lo que quería escuchar. El saltó y se afianzó de mi cuello. Enterró su carita en mi cuello. Y se aferró como un pequeño koala a mi persona.
— Santino. Bájate. — Le dije. Pero él no se movió
— No nos dejes—. Y seguía llorando
Ya lo tenía. Estaba entregado y tenía su promesa que nunca diría nada. Lo sujeté con una mano de la espalda y con la otra del culito respingón. Lo alejé un poco de mí, lo suficiente para mirarlo a los ojos. Y le dije.
— Si me prometes que nunca vas a decir nada a nadie de lo que hagamos entre los dos. Yo me quedo para siempre con tu mamá. Y contigo.
— ¡LO PROMETO!
— ¿Seguro?
— Si. Lo prometo. ¡Papi! Y se tiró encima mio a darme un abrazo.
Esa promesa y esa expresión le habían salido de muy adentro. El pequeño estaba entusiasmado con la idea que su madre no se quede sola y por supuesto, de poder seguir conmigo. De alguna manera el sentía fascinación por mí, q no su corta edad y experiencia no podían explicar.
Tenía a Santino colgado otra vez de mi cuello. Su cuerpito estaba sobre mi pecho podía sentir su pequeño pene sobre mi estómago, lo tenía medio dormido. Lo normal.
Aún tenía la sábana cubriéndome el cuerpo de la cintura para abajo, no estaba desnudo, estaba en calzones, entonces, me senté y con cuidado, me saqué los calzones, quedé desnudo y cubierto con la sábana, me senté y apoyé en el respaldo de la cama. Luego, despacio y con cuidado, tomé el cuerpo del pequeño Santino y lo subí a horcajadas completamente. Él había apoyado tiernamente la cabeza sobre mí. Suspiraba y se dejaba hacer.
Empecé a recorrer su espalda, metí mi mano por debajo de su camiseta. Santino se movió un poquito, pero no dijo nada. Había dejado de llorar. Con la otra mano volví al trabajo anterior, la metí por debajo del elástico del pantaloncito de pijama
La verga para esos momentos se me puso dura. Muy dura. Él aún estaba sentado más arriba, no podía sentir el animal que tenía más abajo, sin embargo, cuando mi mano entró debajo de su pijama y tocó su culito blanco y carnoso. Un pequeño suspiro salió de su boquita entre abierta. Se pegó más a mi cuerpo si era posible y su pequeña verguita empezó a ponerse dura. Con mi mano recorrí sus nalgas, piqué un poco su culito. El dio un respingo junto con un suspiro apagado. Saqué mi mano de su espalda y la bajé a su culito. Mis dos manos amasaban su pequeño trasero mientras besaba su cuello. Su verguita esta muy dura. Bajé mis labios por su pecho. Él hizo espacio para q mi boca le chupe el cuello y baje por el pecho. Subí por su cuelo y lo besé. Fue un beso tierno. Me detuve, nos miramos.
— ¿Te gusta? Pregunté
El movió la cabeza afirmativamente y sonreía.
Saqué entonces mis manos de su trasero y agarrándolo de la cintura lo senté arriba de mi verga dura. Quería que lo sienta en medio de sus cachetes. Lo acomodé un rato. Finalmente quedó con mi pija en medio de sus nalgas, como un asiento de bicicleta, pero de carne. Le agarré nuevamente las nalgas y le besé el cuello. Subí por su cuello blanco y delicado muy lentamente. Él tiraba la cabeza para atrás, sin duda le gustaba sentir mis labios en su piel. Subí por su rostro aniñado y le comí la boca. Ahora no fue un beso tierno. Fue un beso caliente. Le comí la boca. Le metí la lengua. Al principio se asustó un poco, pero luego movió la lengua queriendo seguir mi ritmo. Hacía esto y se frotaba de adelante hacia atrás sobre mi verga. Quebraba su cintura y se entallaba más fuerte sobre la verga dura. Dejé de besarlo. Retiré su camiseta por encima de su cabeza y vi sus pequeños pezones de niño, unos pezones que estaban duros y erectos. Chupé sus pezones con fuerza.
— ¡ay! Gimió. Pero no se retiró. Entregó aún más su pecho plano para que lo chupara. Yo lo sostenía con una mano en la espalda y la otra en su culito buscando el agujero tan codiciado.
El pequeño movía rítmicamente el culo sobre mi pija, no lo cabalgaba, no se frotaba. Hacía una danza de bailarina de vientre sobre mi verga. Dejé sus dos pezones llenos de baba y lo levanté. Él no entendía. Pero entendió cuando le tiré del pantalón de pijama. Era la última prenda que le quedaba para estar desnudo completamente. Su cuerpo quedó desnudo, de pié. Sobre mí que estaba sentado apoyado en el respaldar de la cama. Era un ángel desnudo sobre mí, un demonio consumado.
El bebé de mamá se había entregado solo dispuesto a recorrer el camino del dolor y del placer. No lo conocía ni sospechaba lo que iba pasar con su agujerito, con su pequeño cuerpo, sin embargo, estaba ahí. Valiente e inconsciente. Pero bello. Santino miraba mi cara de tonto embobado y se sonrió. Tomó su pequeño pene erecto y lo masajeó con cuidado. Yo agarré sus dos nalgas con mis manos y acerqué su pene a mi boca. Iba ser el primer pene que chupara en mi vida, pero por lo hermoso y pequeño que era, no me generaba ningún rechazo, al contrario, me calentaba aún más. Chupé pitito, chupé bolitas, chupé ingle. El pequeño suspiraba y me agarraba de los pelos sosteniéndose con claros espasmos de placer. Mis dedos no habían estado ociosos, tenía uno de mis dedos medios metido en su ano hasta la primera falange. Lo metía y lo sacaba lentamente en una dilatación que iba en aumento. El pequeño se tensó de pies a cabeza y me tiró de los pelos con fuerza a la vez q me empujaba contra su entrepierna. Era un orgasmo, sin duda, sin leche y sin líquido, pero un orgasmo. El primero de su vida. Lo sostuve de las nalgas y con su verguita en la boca mientras él se recuperaba de su orgasmo.
— ¡Casi me muero! Dijo. Entre asustado y feliz.
— Eso fue un orgasmo. Como los míos cuando estoy con tu mamá. Ahora los tuviste sin leche, pero conforme vayas creciendo te va ir saliendo más leche.
— Su ánimo se tranquilizó. Y volvió a sentarse arriba mío. Sin querer o queriendo apoyó su trasero sobre mi verga dura que aún estaba cubierta por la sábana. Él aun no conocía de cerca su próximo juguete preferido.
— Ven, ponte acá. — Le dije. Y lo acomodé en primera fila para que viera a mi verga cuando le saque la sabana. Él apoyó su cabeza sobre mi abdomen. No quitaba la mirada del bulto que se formaba bajo las sábanas. Retiré la sábana y por fin pudo ver de cerca mi verga. No dijo nada. Pero estiró su mano y lo acarició como quien acaricia un gatito. Mi mano se estiró hasta su traserito que empecé otra vez a manosearlo. Quería q sintiera gustito por tener una mano tocando su trasero. Ensalivé mi dedo medio y lo metí, lento. Primero una falange, saqué, puse más saliva y así. Hasta que finalmente tuve casi todo mi dedo medio dentro de su agujero. EL no había estado ocioso. Se había acercado primero y lo había olido, luego le pasó con su lengüita, seguro quería probar q no fuera desagradable. Ahora, bien aprendido de las artes del mamar, de su madre, engullía la cabeza y jugaba con su lengua. Con una mano descubría el prepucio y con la lengua saboreaba toda la cabeza. Siempre con los ojitos cerrados y con la boca llena. Igual que su madre.
El pequeño no podía tragarse toda mi verga. Iba hasta la mitad y se asfixiaba. Era terco y volvía a insistir. Pronto tenía un charco de baba sobre mi mata de pendejos. Era todo baba de su boquita ultrajada. En la habitación solo se escuchaban los gemidos ahogados de boca llena de verga. En un momento se retiró la verga de la boca. Pensé q se había lastimado, pensé q iba tomar aire.
— ¡No puedo papi!
— ¿Qué cosa bebé?
— Tragártela toda como lo hace mamá. ¡Me asfixio y me atoro!
Santino sin decirme nada había intentado tragarse mi verga. Gruesa y peluda, le era imposible para su tierna boquita. Su carita roja y el mar de babas que me había dejado sobre la mata de vello pubiano eran el reflejo de ese esfuerzo. Con una mano sostenía su frente afiebrada por la calentura de la pija que se estaba comiendo. Su cabecita seguro imaginaba que el era su madre y sobretodo que me tenía q complacer para que no abandonar a su madre. Por eso el esfuerzo.
— Me la chupas tan lindo que me quedaré para siempre con uds.
Santino no dijo nada, sonrió como un niño que le han hecho un cumplido y volvió a meterse la verga en la boca. Su boquita se estiraba, sus ojitos casi lloraban por el esfuerzo. Yo lo dejaba. Con mi otra mano lo sostenía del culito. Mi dedo medio estaba alojado en lo profundo de su recto. Sentía como apretaba cuando hundía la cabeza de la pija al máximo de lo que podía con su delicada garganta. Metía y sacaba mi dedo dilantando ese agujerito que pronto sería mio.
Miré la hora. Su madre vendría en poco tiempo. Sin darnos cuenta habían pasado las horas. Era casi medio día. Levanté su carita nuevamente. Estaba lleno de babas y con los ojos rojos. Una preciosidad de nene. Nunca saqué mi dedo de su culito, quiero aclarar.
— Ahora voy a dejar mi leche, la misma leche q toma tu mamá. ¿Vas a ser bueno y te la vas a tomar toda?
— SI! ¡Yo quiero lo mismo q mi mamá!
— ¿Quieres probar la leche que tanto le gusta a tu mamá?
— ¡Si! Yo veo que mi mamá disfruta mucho. Debe ser muy rica.
— Es muy rica, pero no debes perder ni una gota.
— No. ¿Como hago eso? ¿Sale mucho?
— Sale bastante como para alimentarte. La tienes que tragar toda y saborearla. Su sabor te va gustar.
— ¿Podré tragarme todo?
— Eso depende de vos bebé. Pero si se escapa un poquito luego lo puedes comer de donde cae ¿No?
— ¡SI! Así no pierdo nada como mi mamá. ¿y estarás contento?
— Como no voy a estar contento. Tu eres lo q necesitaba para quedarme siempre con tu mamá.
Cuando le dije esto volvió a meterse la cabeza de la verga en la boquita y absorbía con fuerza. Yo tomé su cabecita y le empujé la verga más adentro. Él entendió, dejó su boquita floja para dejarse coger la garganta.
Mi otra mano tenía un dedo metido hasta la base en su culito. Entraba y salía. Santino había quebrado su cintura para sentir más la penetración. Estaba sintiendo placer por el recto y eso era muy bueno.
Lo tomé de su culito, levanté mi mano con el dedo metido en su trasero y lo puse sobre mi pecho.
Asi, subido arriba mio en un disparejo 69 pude ver su anito que estaba rojo y un poco abierto. El mientras tanto seguía chupando la cabeza de mi verga. Realmente le gustaba.
Acaricié con mis dos manos su pequeño y hermoso trasero. Lo acaricié y abrí. Y sin avisarle le pasé la lengua por sus esfínteres abiertos. El suspiro que dio Santino se escuchó en la casa, por unos segundos dejó de chupar para concentrarse en el placer de su ano.
Mi lengua se movía frenéticamente en su agujerito, mi cara de hundía en los cachetes de sus nalgas, mis manos abrían los delicados cachetes de sus nalgas, mi barba frotaba su piel. Todo, todo eso lo llevaba al pequeño a un frenesí sin fin de placer anal. Su ano se dilató, si hubiera querido podría haberlo penetrado en ese momento, mi lengua se hundió profundo en su agujerito. El pequeño casi se sentaba arriba de mi cara. Era el placer de los dioses un culito suave y virginal dispuesto a ser usado y saboreado.
Santino volvió a chuparme la verga, quizás apremiado por sus placeres anales, lo hizo con muchas más ganas y más fuerza. Yo puse mis manos en su cintura y me afiancé a su orificio con mi lengua. Yo chupaba más su agujero y el chupaba más mi verga. Ambos estábamos concentrados en darle placer al otro. Yo no podía aguantar más, luchaba por no terminar. Aunque la lengua y labios del pequeño era increíblemente suaves y calientes.
La verguita de Santino se puso dura contra mi pecho, muy dura. Le di unos lengüetazos más y su cuerpito se estremeció. Me apretó con sus cachetes, su cuerpecito se estremeció y dio un largo suspiro. Había terminado, sin duda. Un orgasmo seco por su edad, pero muy placentero.
Santino seguía chupando mi verga y yo casi no aguantaba las ganas de llenarle la boca de leche. Sentí como mis bolas se contraían, sentí el cosquilleo en la punta de la verga, clara preeminencia de una gran acabada. Tomé entonces su cabeza con mis dos manos y sujetando con fuerza empujé mi verga lo más profundo q pude en su garganta, y, sin importar que era un niño de 7 años le acabé bien adentro de su garganta. Los primeros chorros de leche estallaron contra la garganta del pequeño Santino que abrió los ojos grandes al sentir la fuerza de la acabada de su papi. Tragó desprevenido el primer chorro, el segundo chorro lo intentó tragar, pero el tercero lo desbordó y se escapó por la comisura de sus labios. La leche resbaló por mi verga y el pequeño Santino no dejaba de chupar mi pija. Lo dejé, disfrutaba él y yo de las mamadas q me daba. Le retiré la verga de la boca y le señalé donde había restos de semen y le dije que limpie todo. Así bajó su cabeza y sacando su lengüita me limpió toda la verga y la base de la verga que había restos de la leche que no había podido tragar.
No se lo pedí, pero metió una a una mis bolas a su boca, me chupo la ingle. Yo le metí mi dedo en su ano dilatado y relajado, entró muy suave. Metí entonces dos dedos entrecruzados. Su anito se estiró y el gimió de placer. Mi verga se volvía a poner dura. Iba penetrar ese culito respingón y goloso por primera vez….
El teléfono de la casa sonó. Una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces. Y contesté. El sonido como un timbre, lo inesperado del sonido dieron un susto en todo mi cuerpo. Mi verga se encogió. Tomé a Santino con el mejor de los cuidados y lo saqué de encima mío. Santino hizo puchero, pero entendió que sonaba el telefono de la casa. Santino me siguió. Yo aun de pie tomé el telefono apurado y contesté.
— ¿Hola?
— ¡Hola Amor! No te asustes soy yo. Llamaba para decirte que salí temprano del trabajo que si quieres te puedes ir. Yo llego en una hora más o menos.
— Ah! Si. No hay problema. Yo estaba durmiendo y Santino también duerme. Pasé recién por su habitación y lo vi durmiendo.
— ¡Ay! Remolones. Una trabajando y ellos durmiendo.
Era ella, la mamá de Santino. Por suerte llamó y no apareció sin avisar. Si no hubiera encontrado a su hijo ensartado hasta las bolas y boqueando de placer.
— ¿Quieres que despierte a Santino?
— Si. Dale, sería bueno. Así me espera despierto.
Le hice una seña a santino q no dijera nada.
— ¡Santino! ¡Santino! Grite — Parece q no escucha o está muy dormido.
Le hice una seña a Santino que se acerque y le puse la punta de la pija en la boca. El no dudó, abrió la boquita y empezó a chupar como becerrito.
— Creo q Santino aun no se despertó.
— ¡Si! Es muy remolón los días sábados. Sobretodo si no tiene pileta ni ir de visita a su papá.
Cuando escuché la palabra “papá” agarré la cabeza de Santino y presioné con fuerza contra mi verga. Unos centimetros más se hundieron en su garganta.
— Ah. Su papá claro. ¿Y tu lo vez a él?
— ¿Al padre de santino?
— No. Para nada. Nos llevamos mál. Trató de hacerme la vida imposible y de llevarse a Santino. No quiero saber nada con ese tipo. Lo llevo obligada unos días por las vacaciones de invierno.
Respiré con alivio. No había competencia por ese lado.
— Bueno, tampoco te pongas mal. Solo pregunté. Por suerte Santino está contigo.
— Si. Porque Santino le dijo al juez que quería estar conmigo. Que su padre le gritaba y lo trataba mal. Por eso es tan reacio con los hombres adultos. Por suerte contigo se lleva muy bien.
Santino se estaba llevando muy bien con la cabeza de mi verga que la chupaba y lamía como si fuera una golosina.
— Santino es un agradable niño. Ojalá algún día me acepte como algo parecido a un padre.
Del otro lado del teléfono escuché un suspiro de emoción mientras mi mano ayudaba a subir y bajar la cabeza de Santino por la longitud de mi verga.
— Estoy muy emocionada. — dijo — Voy a terminar para ir por Uds.
— ¿Cuánto tardarás? No olvides que tengo q ir a unas reuniones.
— Si. No te preocupes. Tengo q cumplir horario y luego viajar en bus. Yo creo q tengo hora y media aún.
— Bueno. No tardes más hablando. Que yo tengo que viajar este finde.
— Te Quiero.
— Yo también te quiero. Los quiero a los dos.
Ella colgó. Yo colgué. Tomé entonces la cabeza de Santino de ambos lados y lo subí hasta mi cara. Le di un beso que lo sorprendí. Primero se asustó un poco por lo inesperado, después se acostumbró y después cooperó. Movía la lengua como yo, se dejaba enseñar. Y aprendía muy rápido.
— Tu mamá no demora. ¿Seguimos rápido?
El sin decir nada bajó y se metió la verga a la boca. Siguió chupo y chupo. Yo penetraba su boquita infantil abusando de ella. Estirando sus labios. Mancillando su inocencia.
— Aun asi tardamos. No fuimos rápidos ni nada. Yo miraba el reloj y la puerta. Tuve que apurar la leche para el pequeño. Llegué al éxtasis y presioné su cara contra mi pelvis hundiendo mi verga aún más. Sus cachetes se inflaron con la leche. Tragó lo que pudo. El resto se resbaló por la comisura de los labios. Cuando terminé él sonreía. Sin duda era feliz.
— ¿De verdad quieres ser mi papi?
Preguntaba y me limpiaba la leche que se había resbalado por el tronco de la verga. ¿Ese niño me estaba manipulando sexualmente?
Yo, viejo zorro, le respondí.
— Eso no depende de mí. Yo pondré de mi parte. Pero la otra parte depende de ti. Tu debes saber que hacer. Y le guiñé el ojo.
Él sonrió con una sonrisa muy grande. Que iluminó su rostro.
— Se está haciendo chiquita.
— Si, porque ya no demora tu mamá y no puede enterarse de nada. ¿Está bien?
— Si. Está bien
— Porque si no puede ser q me vaya y no volvamos a vernos y nunca seré tu papi.
El escuchó la amenaza, se levantó y me abrazó. Medio que lloraba.
— No nos dejes. Prometo no decir nunca nada. A nadie.
— Está bien. Ahora anda a bañarte.
El pequeño corrió desnudo por el departamento, se metió en el baño y al rato se escuchó la ducha.
Yo tranquilo fui a la habitación de la madre. Levanté el pijama de Santino. La llevé a su habitación y la dejé ahí. Fui e hice la cama. Teniendo cuidado de no dejar rastros de lo que había pasado ahí.
Quince minutos después llegó la madre de Santino. Me encontró en bermudas en el living mirando tele.
— ¿Qué pasó?
— ¿De qué?
— ¿Qué haces acá así?
— Ah. Santino se metió a bañar hace un rato largo. Así que no quise molestarlo y me senté a mirar tele.
— Ay. Este chico—. Caminó hasta la puerta del baño que la encontró cerrada por dentro. —¡Santino! ¡Apura con la ducha!
Minutos después aparecía Santino envuelto en una enorme toalla.
Yo le dije a la madre.
— ¿Mientras lo cambias me baño?
— Si dale. Es mejor, así no perdemos tiempo.
Me bañé. Hubiera preferido bañarme con esa mujer. Penetrarla. Pero el pequeño había secado mis pelotas. No quería que la madre sospechara de la ausencia de “su” leche.
Cuando estuve listo salí del baño. Salí listo. Tuve la precaución de cambiarme dentro del baño.
Afuera estaba Santino vestido e informal. Y su madre. Preciosa como siempre.
— ¡Que linda que estás!
Ella sonrió, miró ligeramente a su hijo, y se sonrojó.
— ¿Vamos?
— Si. Vamos
— Fin episodio —
Más Relatos
https://sexosintabues30.com/author/perama666/
Esa manipulación perversa calienta👍