Cuando conocí a su madre – Episodio 6: Santino siente lo que su madre.
Una sonrisa enorme le llenó el rostro y se le iluminó la mirada. Me dio un abrazo sincero y con mucha fuerza. No pensaba dejarlo. Era un clon de su madre, pequeño y complaciente. .
Fui a la sur por trabajo. Todo fue bien, pero para tomar el vuelo de regreso hubo tormenta de nieve mal tiempo y muchos inconvenientes. No pude volver el domingo por la noche. Ni siquiera sabían cuando iba poder volver.
Ese domingo, por la tarde desde el hotel hablé un rato con la madre de Santino. Ella estaba contenta porque ya volvía ese mismo domingo y que Santino iba estar la primera semana de vacaciones con su padre. Así nosotros podíamos estar solos sin que nadie nos pueda interrumpir. Al escuchar esta propuesta mi verga se empezó a poner dura de solo pensarlo. Nos despedimos deseándonos muchas caricias y besos. Creo que un poco de romanticismo sexual no hace mal. Además, pobre, se lo había ganado a pulso de muchos sacrificios. No estaba mal decirle cosas lindas y sucias.
El problema fue cuando se acercaba la hora del vuelo. Por la televisión anunciaron un frente de tormenta, nieve y granizo para el lugar donde estaba. Me acerqué al aeropuerto, pero no se pudo volar. Todos los vuelos se habían suspendido hasta que el clima mejorase. Nos pidieron contacto. Teléfono del alojamiento y teléfono propio para comunicarnos cuando se podría viajar. Después de un día eso nos mandaron de regreso a nuestros alojamientos.
Llamé a la madre de Santino, le comuniqué lo ocurrido. Como era lógico se puso triste. Decía que me extrañaba y que ya había hecho planes para cuando estemos los dos solos. La consolé diciendole que no sabía cuantos días iban a ser, pero que podían uno o dos días. Eso la tranquilizó y me conversó, como para variar que no estaba muy feliz con dejar a Santino con el padre. El tipo era una mala persona que le hizo la vida imposible a los dos. Solo por darle algo de dinero para el alimento del pequeño. Hablamos de abogados, temas varios. Finalmente caímos en lo caliente que andaba a raíz de que no nos veíamos hace unos días.
— ¡Es tu culpa!
— ¿Cómo?
— Ando muy caliente. Tengo la conchita mojada todo el tiempo. Quiero sentir tu pija gruesa entrando en mí. Y es tu culpa.
— No entiendo. Pero me gusta q estés así.
— Si, por que antes de conocerte yo andaba muy tranquila, cuidaba a mi hijo y trabajaba. Un ejemplo de mamá.
Reí para mis adentros. Decidí seguirle el juego.
— Ah, si. Claro. Quien habrá sido la que se tragó mi verga a penas la vio.
— ¡Ay! Es que la vi tan hermosa. Gruesa y dura. No lo pude evitar.
— Te gustó asfixiarte con ella.
— Me encantó. — Ella gimió. — Me encanta atorarme con tu verga. Sentir cuando se hunde en mi garganta. Me encanta cuando me dan arcadas y tu solo piensas en hundirla más.
— Es tu boquita, mi amor. Tu garganta se siente muy apretada. Siento los roces de tu garganta en la cabecita misma de mi verga.
Ella volvió a gemir. Con más fuerza. Por un momento se quedó en silencio. Era obvio que se estaba masturbando.
— Me gusta además que seas tan dócil y tan abierta.
— ¿Abierta?
— Si mi amor. Abierta de mente. Y Abierta de piernas, obvio. Jajá
— Ay, ay, ay…
— ¿Estás bien? — Mi pregunta era irónica, claramente se escuchaban los gemidos de masturbación a través del teléfono.
— Si, siiii, si estoy bien.
Entonces continué.
— Me gustó la primera vez que te pude tener entre mis brazos. La primera vez que te vi esas tetitas hermosas. Te subiste arriba de mi pija. ¿La sentiste dura en tu conchita?
— Si, siii, muy dura, aghh..
Sin duda se estaba masturbando.
— Me gustó que bajaras por mi pecho, besando. Cuando bajaste los calzones y te metiste la verga en esa boquita hermosa.
— mmmmm
Eso fue todo lo que se escuchó desde el otro lado del teléfono.
— Pero lo que más me gustó fue cuando te hundí la verga hasta los huevos en tu garganta.
Lo dije lentamente, haciendo sonar mis palabras para que ella recordara ese momento.
— Ahhhh
Ahora si hubo silencio, por un momento pensé que se había cortado la llamada. Pero no pasó un minuto y la volví a escuchar.
— ¿mi amor?
Su vocecita se escuchó agitada, pero más calmada. Había terminado sin duda.
— Si bonita, dime ¿Estás bien?
— Me encantó, nunca nadie me había calentado tanto.
— Gracias por los halagos. Me hubiera gustado estar ahí. Y sentarte arriba de mi verga dura mientras te chupaba las tetitas. Y te manoseaba ese culito hermoso q tienes.
— Ay, me calientas mucho. Me he metido casi 4 dedos en la concha. Nunca antes me había tocado con tantas ganas.
— Y ahora yo quedé con las ganas. jajaja
Bueno cuando vuelvas tendrás un premio especial
Yo pensé que se refería a Santino, pero desde luego se refería a ella dándome alguna sesión especial.
— Viene Santino
— ¿Cómo?
— Despertó Santino y vino a mi lado.
— Que feliz debe estar de tener a su mamá toda para él. Reí.
— No creas. Temprano me preguntó por ti. Creo q te extraña.
— Es un niño muy bueno.
— Si, un niño que nunca tuvo a su padre presente. Sos lo más cercano a un padre que tiene en mucho tiempo.
— Que lindas palabras decis mi amor.
Ella sintiendo la incomodidad se apresuró a decir:
— Bueno te dejo descansar.
— Me despedí.
Era verdad. Santino me veía como su padre. Pero sabía q no era su padre. El con su padre nunca había hecho las cosas q hacía conmigo. ¿o si?
Les recuerdo que estábamos en un hotel arrendado por la aerolínea, así que a medianoche llamaron para avisarnos que en un poco antes de amanecer partiría el avión, el clima había mejorado considerablemente y tenía aprobado 100% el vuelo.
El vuelo fue normal, con algunas turbulencias, pero nada fuera de lo normal.
Era lunes 7am cuando llegué a casa. En una hora ella se iba a trabajar. Asi que lo que encontré fue a mi amor arreglándose y llamando a gritos a Santino para llevarla con ella. Porque solo no iba quedar en la casa. Ahí llegué yo. Me vio entrar por la puerta y quedó con la boca abierta sin poder hablar.
— ¿Cuándo llegaste?
— ¡Me hubieras avisado!
— El clima mejoró y el avión pudo salir. Era muy temprano no quería cansarte ya que vas a trabajar más tarde.
— Claro, entiendo.
Me abrazaba sin animarse a besarme delante de su hijo.
— ¿A dónde iban?
— Al trabajo, pensaba tener a Santino a mi lado durante el día.
— Pero pobre, se va a aburrir, porque no lo dejas acá que mire tv. Yo me puedo quedar a mirarlo que no le pase nada malo.
— ¿harías eso? Te estoy arruinando tus vacaciones usándote de niñera. Estoy todo el día ocupada.
— Bueno mi amor, pero lo haría por vos. Y claro por el pequeño Santino. Se ve que él necesita “jugar” dije esa palabra y lo quedé mirando, dándole claramente otra intención que solo él entendió.
No se dijo más. Al rato nos quedamos solos Santino y yo. Le pedí a Santino que fuera a su habitación. Voy a bañarme, le dije.
Me bañé y fui en toalla a la habitación de Santino. Él estaba ahí, boca abajo, leyendo una revista. Vestía un pequeño pantalón corto y una camisetita ligera. Estaba descalzo. Me acerqué sin hacer ruido. Era admirable como un pequeño puede calentar tanto, tenía la verga dura como una piedra. Me deslicé por encima de él, quedé con mi boca en su cuello y mi pelvis más abajo de su culito.
— Hola bonito. ¿Cómo has estado?
Él hasta ese momento, aunque me había sentido, me había escuchado, hizo como si nada pasara. Me dejó ponerme encima de él. Era muy sumiso. Cuanto me recordaba a la madre. Solo emitió un suspiro al sentirme arriba de él.
Le di un mordisco en el cuello infantil. Se estremeció. Su olorcito a niño me volvía loco. Bajé oliendo su cuerpo, levanté su camiseta. Olí su espalda desnuda. Santino solo hundía su cabeza en la cama. Metí mi mano por debajo de su vientre suave. Desabotoné su pantaloncito corto y lo deslicé por sus piernitas suaves.
Era de día, 10 de la mañana, el sol se colaba por entre los pliegues de las cortinas. Alumbraban el interior de la habitación de Santino y me mostraban el pequeño culito del infante. Un culito igual, idéntico, aunque mucho más chico que el culito de la madre. Tenía el calzoncito, se lo hundí en las nalgas como si fuera una tanga, sus nalgas aparecieron y ahora el suspiro se me escapó a mi.
Santino sin querer o impulsado por las imágenes de su madre, empujó la cola hacia arriba, curvando la espalda y elevando aún más sus nalgas. Aproveché para colocarle sus dos almohadas bajo el vientre y que no hiciera tanto esfuerzo, dejando la cola levantada en todo momento.
La imagen era muy excitante. Yo, adulto con pelo en pecho y bajo vientre envuelto únicamente en toalla, con la verga dura como una piedra; parado detrás de un infante de 7 años, que por cuestiones de la vida y de la calentura estaba boca abajo, con la camiseta levantada, los pantaloncitos por la rodilla y el culito levantado por dos almohadones bajo el vientre. Si yo hubiera sido mala persona, ante la pasividad del niño le hubiera puesto la verga en la entrada del agujero, lubricada únicamente con saliva y se la hubiera enterrado hasta las bolas, hasta ver mis pendejos apretados contra sus nalgas. Pero no soy malo y también había empezado a sentir amor por ese niño que se me entregaba tan dócil. Así que me puse a trabajar en su culito.
Desnudé mi cuerpo, subí por su cuerpo hasta su cuello otra vez, mi cuerpo y sobre todo mi verga rozaban el pequeño cuerpo de Santino. Le besé el cuello, le besé las mejillas y le di un beso tierno en los labios. Él nunca se resistió, abrió la boquita para recibir mi beso y luego hundió la carita en la cama cuando mordí su nuca y bajé besando su espalda. Le besé y lamí cada para de su espalda hasta llegar a su cola. Con mucho amor y delicadeza bajé sus pantaloncitos y también su calzoncito. Ahí tenía el culito de mi Santino, libre de cualquier obstáculo. No tenía ni un solo pelito, como un niño de su edad. Subí por sus piernas, besándolas. Él se movía, acusaba cosquillas que nunca había sentido antes. Subí por una pierna, bajé y subí por la otra pierna. En el centro su pequeño ano marrón se abría y se cerraba coqueto, llamador. Chupé sus bolitas infantiles. El profirió un pequeño alarido de placer. Santino estaba ardiendo de calentura. Le froté las bolitas desde atrás, el retorcía el culito.
— Ay papi! Ay papi!
— ¿Te gusta bebé?
— ¿Así siente mami?
Sin duda quería imitar a su madre en placer.
— Ella siente así mi amor. Igual que tú, pero ella aun siente más. ¿Quieres seguir?
— ¿Más? La palabra se hizo larga, hundió la cara en la cama, levantó la cola mostrando ese agujerito que se abría solo por el placer. Me daba así el visto bueno para atacar sus nalgas. Darle placer. Hacerlo feliz.
Agarré sus nalgas con ambas manos, abrí y miré el agujerito. Era chico, demasiado chico para que entre mi verga. Tendría q hacer un gran trabajo de dilatación. Lo bueno era que él me lo permitía.
Bajé por sus piernas lamiendo y besando su piel, me arrastré hasta los deditos de sus pies. Cuando mi lengua llegó a la planta de sus pies un shock eléctrico recorrió su cuerpecito. De su boca salió un largo gemido que imagino, fue lo más cercano a un orgasmo, aun a su corta edad. Desande mi camino, subí por sus piernitas que temblaban de placer, de emoción. De saber que el momento había llegado. Seguro Santino, que estaba con los ojos cerrados, imaginaba a su mamá en la misma posición, dispuesta y entregada a la verga. Él sabía q hoy, se se iba alojar en sus intestinos toda mi verga. Su agujerito, por ahora solo lengüeteado y acariciado, iba estirarse para dejar pasar todo el grosor de mi entre pierna.
Hundí mi cara otra vez entre sus nalgas, lengüeteé con vehemencia ese agujerito suave. Mi lengua perforó suavemente los pliegues del ano. Sus piernitas temblaban.
Me levanté, había llegado el momento. No iba ser desalmado, no iba penetrarlo así nada más. Saqué una crema de xilocaina para dolores puntuales.
Era increíble, fui y vine a mi bolso y Santino no se había movido ni un poquito de donde lo dejé. Seguía en 4, mostrando el agujero del culo y con los ojos cerrados. Me puse delante de él. Le acaricié los labios con la cabeza mi verga. Automáticamente abrió la boca y se metió todo el glande. Yo me estiré y le puse crema en su agujerito, lo masajeé bien, le hundí la crema bien adentro para que no le doliera en ninguna parte. Estuve masajeando su recto por varios minutos, un largo tiempo. Santino nunca dejó de chuparme la verga. Ya estaba listo. Para saciar mi morbo, lo tomé de la cabeza y empujé la verga hasta el fondo de su garganta. Tosió y se ahogó. Medio q sacó la cara. PEro yo me agaché y le dije
— Tu mamá se la come entera.
Santino me miró con ojos de borreguito, abrió la boca. Puse mi verga en sus labios, el jugueteó con su lengua. Lo tomé de la cabeza con las dos manos y empujé mi verga en su boca. Sus labios se estiraron para soportar el grosor de mi verga, sus ojos se abrieron y se pusieron brillosos cuando toqué la campanita del fondo. Tosió, se movió, hizo unas cuantas arcadas, pero no sacó la verga de su boca.
— Respira por la nariz, mi amor. — le dije
El empezó a respirar por la nariz, eso hizo q se calme y con la calma pude empujar un poco más. Aun le faltaba mucha verga por tragar, pero era un gran avance que pueda controlar su respiración.
Saqué mi verga bañada en una catarata de baba.
— Viste que pude, dijo con una sonrisa, la cara roja y los ojitos brillosos.
— si mi amor, ahora tu culito va a comer toda la verga, como lo hace tu mamá.
— ¡Si!
Su grito fue de felicidad. Ahí nada más quebró la espalda y abrió aún más el culito. Su pequeño ano boqueó ligeramente. Me puse atrás y lo sujeté desde la cintura. Apoyé el lomo de mi verga gruesa entre los cachetes de sus nalgas.
Es demasiado gruesa para ese culito, pensé. Lo voy a desfondar y va a llorar. Pero no hay nada que hacer, si no soy yo, otro será. El niño está ansioso por recibir verga.
Ubiqué mi glande en su entrada marrón. Empujé. Mi verga estaba re dura y se deslizaba para los costados sin entrar. Santino parecía desesperarse con la situación.
He de detenerme un momento acá, tenía a Santino completamente entregado, dispuesto con el culo para arriba y el ano semi abierto, pero aun así era mucha la diferencia de tamaños. Si bien tengo una verga de unos no despreciables 18cms la verdadera cualidad es que es muy gruesa en su base, los últimos 5cms de mi verga son realmente gruesos. A la madre de Santino le encantaba esto, porque cuando la estaba llenando de semen, le hundía la verga hasta la base y ella siente q la estiro completamente. Y es verdad, su ano queda muy abierto después. Volvamos entonces a Santino. Tuve miedo de desgarrarlo, de hacerle daño. De mis pensamientos me sacó su vocecita.
— Papi, métemela. Métemela que siento muchas cosquillas.
Miré para abajo y su culito se abría y se cerraba. Boqueaba de ansiedad sin duda. Todas mis dudas se disiparon en ese momento. Y Más aún cuando agregó.
— Quiero sentir tu pipí adentro como lo siente mamá.
— Se le dice Verga, Santino. Verga.
Al decir esto lo tomé de la cintura, le apunté la cabeza al agujero y penetré hasta que la cabeza desapareció en su recto. Santino sintió la intromisión de la verga en su infantil ano, elevó su cuerpo y dobló su espalda hacia arriba. Nunca cerró las piernas ni se resistió, simplemente se acomodó para recibirla. Pasé mis brazos por debajo de sus axilas, le besé el cuello y las orejas al tiempo q hundía sin piedad mi verga en su recto. Desde luego su esfínter no soportó la invasión de la última parte de mi verga. Santino pegó un grito.
— Ay! ¡Me duele!, ¡Me duele! ¡Se está rompiendo!
Me detuve de los besos en su cuello y sus orejas. Le tomé la carita con mi mano derecha y le dije mirándolo a los ojos.
— Tu mamá la aguantó toda adentro.
Sus ojos se resignaron. Así como estaba le dio un beso en la boca. El extendió sus bracitos para sostenerse de mi cuello y en ese instante terminé de ensartarle la verga hasta la raíz.
El sacrificio del infante había concluido. A partir de ahora todo sería placer para él.
Bajé mis manos acariciando su pequeño cuerpo. El seguía sujeto a mi cuello con sus bracitos y yo seguía besando sus labios y y su cuello alternadamente. Pero mis manos, mis manos habían descendido por su cadera, había pasado por delante.
Su pequeña verguita estaba durísima, para que se hagan una idea parecía una pequeña pila AAA, de lo dura y chiquita que era. Puse toda mi mano sobre entrepierna. Mi mano cubría todo su pene e incluso mi dedo medio se hundía para atrás, casi rozando mi verga q entraba y salía de su recto.
Decidí bajar el ritmo, tenía varias horas por delante, quería penetrar a este infante, a mi niño, todo el tiempo posible.
Me sujeté de sus caderas y moderé el ritmo, lo empujaba y lo atraía. El no se había soltado de mi cuello. Imagino que le encantaba esa posición su pequeña prostata era masajeada por la cabeza de mi verga en esa posición. Los suspiros de Santino cada vez eran más fuertes. Seguí por algunos minutos. Santino no aguantó mucho más, empezó a temblar. El sin que le dijera nada empezó a empujar su trasero contra mi pelvis queriendo profundizar la penetración.
— ¡Me hago caca papi! ¡Me hago caca papi!
Se le sentía la voz un poco llorosa, con mucha vergüenza. Decidí entonces finalizar la cogida. Le pasé la lengua por todo el cuello, le besé las orejas, le besé la boca con mucha pasión. Tomé su cintura con ambas manos y empecé a bombear ese ano. Le dije muy suave al oído.
— hazte caca mi amor. No tengas miedo.
— ¡No! No, no, no… Tengo miedo. Tengo cosquillas por todo el cuerpo—. Contestó
— Hazte caca bebé. No tengas miedo.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
— Te lleno de leche. Vas a recibir mi leche como tu mamá.
En ese momento apresuré la penetración, Sentía claramente como un corrientazo me iba de la nuca a la cola por la columna, típico síntoma de una gran venida.
Apresuré, metí y saqué completamente la verga del interior del niño. Finalmente empujé con fuerza contra sus nalgas.
Santino dio un alarido y no se desvaneció. Pero los ojos se le pusieron en blanco y empezó a temblar. Yo di una última estocada muy profunda. Sentí como pasé un anillo con mi glande, después me enteraría que es la curvita del intestino. Tenía el recto de mi bebé lleno de verga. Ahí, en ese lugar dejé mi leche. Bien adentro. Lo estaba preñando. Estuve metido en él por un largo rato hasta que la verga se desinfló completamente, le daba mimitos y besos en los cachetes. El con los ojitos entrecerrados solo sonreía y por ratos se estremecía como si pasara un aire frio. Parecía que se quedaba como dormido, en un ensueño.
Le saqué la verga de su ano. Santino seguía semi dormido. No hizo ningún ademán cuando lo llevé en brazos, lo dejé en su camita de niño. Lo vi tan delicado, tan dulce que me acosté junto a él, y lo abracé.
Él se sintió protegido, querido. Se dio vuelta y se acurrucó en mi pecho. Se durmió un rato, yo también. Habrán pasado un par de horas que ambos recuperamos energía. Desperté y el siguió durmiendo. Con mucho cuidado de no despertar a mi pequeño amante fui a la habitación de su madre. Por suerte solo había olor a sexo ni líquidos ni nada q denotara lo que habíamos hecho hace solo un par de horas en ese lugar. Arreglé la cama y ventilé la habitación. Sin duda nadie adivinaría que algo había pasado ahí. Preparé un rico desayuno de café con leche y huevos revueltos. El olor sin duda despertó a Santino que en unos minutos estuvo en la cocina comedor.
Apareció, estaba hermosamente despeinado. Solo vestía una camiseta de dibujitos y nada más, su culito y verguita a duras penas eran cubiertos.
— Hola bonito.
— Hola.
Santino miraba tímido. Tenía cierta vergüenza por lo que había pasado. No sabía cómo iba reaccionar. Pero le dije:
— Ven, dame un abrazo.
Cuando estuvo a mi lado, lo abracé y le di un beso en el cuello. Aproveché lo cerca q estaba de su oído para decirle.
— No te preocupes de lo que pasó. Será nuestro secreto por siempre.
Una sonrisa enorme le llenó el rostro y se le iluminó la mirada. Me dio un abrazo sincero y con mucha fuerza.
— Te quiero papi. Nunca nos dejes.
No pensaba dejarlo. Tenía una mujer trabajadora y buena. Muy tierna y sumisa en la cama. Que más podía pedir. Ahora también tenía un clon de ella, pero de siete años que se aguantaba mi verga como un campeón
—No te voy a dejar nunca. Tú y tu mamá me hacen muy feliz.
Lo abracé.
Por ahora había terminado, tenía q bañarlo y llevar el día como un padre normal, eso al menos pensaba yo…
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