Cuando nos garchamos al amigo de mi hermano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estábamos en lo que sin duda era una de las noches más calurosas del 2015, un amigo y yo, en el patio trasero de mi casa, en mi ciudad natal.
Era la segunda vez que yo volvía de una lejana ciudad del norte donde estaba (y estoy actualmente) estudiando, disfrutando de unas ansiadas vacaciones y alejándome de la ajetreada ciudad por un tiempo.
En fin, que nos encontrbamos en el patio, matando el tiempo y los mosquitos con un amigo, sentados cerca de un fogón, en unas banquetas de madera.
En esa época tenia una adiccion con una banda llamada Harold Melvin & The Blue Notes, y eso escuchabamos mi amigo y yo mientras tomábamos Fernet con Coca.
El amigo que estaba conmigo se llama Ema, y para quienes les interesan los datos personales, Ema en ese momento tenía 20, yo tenía 22, y ambos somos parecidos físicamente, yo soy alto y delgado, mi físico no es muy marcado pero me defiendo, tengo ojos grises, piel muy rosada y pelo castaño oscuro.
Ema es más bajo que yo, tiene ojos azules y su tono de piel es más bien de un ligero bronceado, en ese momento tenía barba y su pelo rubio oscuro estaba rapado y acariciar su cabeza era un verdadero placer.
Pues bien, Ema y yo somos amigos desde muy temprana edad, y desde que tengo memoria somos bastante juguetones, pero es algo que ambos tenemos bien asumido.
Ema tiene una leve pancita que siempre me puso a mil, es completamente lampiño, excepto por sus gemelos donde tiene unos pocos vellos y esa línea de pelitos que queda por debajo del ombligo que también me encantan, y sin mencionar la tremenda verga que calza, nunca la medimos pero aproximadamente serán unos 23×4 cm siendo pesimistas, solo porque es un poco más grande que la mía y yo se que mi pija mide 20cm.
De cualquier manera les puedo pasar unas fotos por mail como para que no hagan trabajar tanto la imaginación.
Al final del relato dejo mi mail.
Como les decía, conozco a Ema desde que era un pequeño niño pervertido, y desde que recuerdo nos tocamos mutuamente.
Comenzó como un juego, y así debería ser siempre, escondidos en una casita fabricada por nosotros en su patio, ocultos detrás de una pila de ladrillos, o armando campamentos con sábanas, colchones y sillas en mi living; allí nos resguardábamos y nos ocultábamos de todos, y entonces comenzaba lo bueno.
Con cierto nerviosismo se oía esa tan ansiada pregunta: ¿Si yo te la muestro vos me la mostrás? Escuchar su respuesta hacía que de pronto mi corazón comenzara a bombear torrentes de sangre hacia todos los puntos de mi cuerpo, y eso me daba calor, y sentía también cómo mi pecho latía, mientras lo veía a él, con su torso desnudo y unas finas gotitas de sudor recorriéndolo, y con toda nuestra inocencia y excitación mezcladas.
Nos pasamos sin duda alguna, toda nuestra vida teniendo sexo sin compromiso, haciéndonos uno al otro lo que más nos gustaba porque ya nos conocíamos prácticamente a fondo.
Sin embargo, Ema y yo nunca fuimos buenos amigos, no teníamos charlas sentimentales ni salíamos de joda juntos, ni tampoco sentía a su familia como mía, ni él tampoco lo sentía en viceversa.
Pero de todas maneras siempre existió en nosotros ese apetito voraz mutuo que nos mantuvo a lo largo de los años empernados en una cama, sudando éxtasis, llegando a orgasmos increíbles y durmiendo abrazados, entre diversos líquidos provenientes de nuestro cuerpo, que resultaran frutos de una ardua pasión y un amor alocado y poco convencional.
Si bien siempre tuvimos una fuerte atracción sexual el uno por el otro, llega un punto en que conocer cada rincón del cuerpo de otra persona se torna aburrido y ya no causa tanto deseo ni esa inocente curiosidad de descubrimiento de lo prohibido.
De modo que fuimos inventando nuevas posiciones, implementando ciertos fetiches como masturbarnos con las piernas, cojer sobre el césped del patio, fumar mientras teníamos relaciones, o en última instancia, lo que más nos resultaba: Invitar a alguien más.
En fin, Ema y yo jugábamos al básquet en un club en el cual había canchas para ese deporte, pero además para fútbol, tenis y atletismo dentro de un mismo complejo.
Pero el “problema” eran los vestidores y las duchas, esos los compartíamos todos, los jugadores de todos los deportes y de todas las categorías.
Yo amaba y amo jugar al básquet, y en ese tiempo teníamos que compartir el vestuario con los chicos de fútbol que eran un poco más chicos que nosotros.
Entre ellos se encontraban los amigos de mi hermanito, que jugaban todos al fútbol y se cambiaban con nosotros en ese vestuario.
Esos pendejos me ponían de la pija, me costaba mantener la verga dormida ante tales especímenes proyectos de hombre, que comenzaban a desarrollar masa muscular y otros atributos con cierta provocativa mala intención.
Y yo me deleitaba, aunque sanamente, al ver sus torsos desnudos y sus hermosas piernas.
Por supuesto, siempre tuve cierta fantasía sexual con los amigos de mi hermanito, que de paso estaban casi todos muy buenos y en plena edad de confusión y de “cualquier hueco es trinchera en tiempos de guerra".
Esa noche el humo del cigarrillo de Ema y del Partagas que yo estaba fumando se entremezclaban en el aire, como danzando al ritmo de la música que me erizaba los vellos de la nuca, y la noche además de calurosa estaba en una plena paz y armonía, donde solo el Jazz podía sonar de fondo sin quebrantar el delicado ambiente.
Ema estaba sin remera, lo cual ya me ponía, y yo tenía una musculosa gris oscuro que me quedaba un poco grande.
De cualquier manera íbamos a terminar cogiendo pero algo pasaba por mi mente y estoy seguro que por la de Ema también: ¿Qué inventamos ésta vez?
Yo miraba con cierta determinación la pileta que está en mi patio y que seguramente también nos iba a aliviar el calor cuando de repente escucho el portero dentro de la casa, así que pensando que no cualquiera puede aparecer a esas horas fui hasta la parte delantera a ver de quién se trataba.
Abrí la puerta principal y me encontré con Mariano, uno de los amigos de mi hermano, el cual me consultó justamente por el paradero del mismo, pero mi hermano estaba de vacaciones en Córdoba con mis viejos por unas semanas, así que le dije esto mismo y Mariano se dispuso a retirarse.
Todo pasó por delante de mi tan claro y tan irresistible que simplemente, casi sin pensarlo, le pregunté de manera directa: ¿No querés pasar a tomar algo?
Mariano estaba más grande que la última vez que lo había visto y lucía sus 18 años de la mejor manera posible.
Al igual que el resto del grupo de amigos de mi hermano, me volvía extremadamente loco, era algo bajito, pero tenía un físico impresionante, muy marcado, unos abdominales perfectos, sus pectorales modelados, una carita de nene bueno y unos ojos verdes bien pálidos que combinaban con su dorado pelo que llevaba rapado a los costados y alborotado en la parte superior.
La espera de su respuesta, de alguna manera, con Barney Wilen por allí de fondo, y con el alcohol que corría por mis vasos sanguíneos se combinaron y creo que volví a sentir aquel nerviosismo y aceleramiento de pulsaciones cuando preguntaba hace tantos años ¿Si yo te la muestro vos me la mostrás?
Sonreí con cierta malicia cuando aparecimos los dos en el patio y le guiñé un ojo a Ema con lo cual le dije y me entendió absolutamente todo.
Nosotros estábamos algo mareados por todo el alcohol que habíamos tomado, pero sin embargo seguimos bebiendo y haciéndolo beber a Mariano, con la intención de aflojarlo un poco para después saltarle a la carótida con los dientes.
No recuerdo bien como sucedió desde ahí, pero si recuerdo que estábamos cerca de la pileta y empujamos a Marianito a propósito para que cayese al agua.
Esto trajo como consecuencia lo que esperábamos, que se saque de una vez esa maldita remera.
Nosotros nos metimos también y nadamos con él un rato, tirándole indirectas y preguntándole cosas íntimas, tocándolo sutil y discretamente para ver si se calentaba.
Luego trajimos un Whisky bastante fuerte que tenía mi viejo con la intención de jugar a algo, yo soy amante del whisky de modo que siempre tomo, pero sabía que los otros dos no, así que era sin duda mi as bajo la manga.
Cuando estábamos los tres bastante ebrios comencé a hacer apuestas a Ema y a Mariano que implicaban que siempre ganara yo, con la ayuda de Ema.
Entre estas apuestas le dije a Mariano que le apostaba dos medidas de Whisky a que le daba un beso en la boca a mi amigo, él apostó y por supuesto perdió.
No vi su expresión facial cuando le rompí la boca a Ema justamente porque le estaba rompiendo la boca a Ema, pero si escuché que balbuceó algo de “pedazos de putos”.
Lo miramos nuevamente, esperando que se tomara sus dos medidas pero eso no sucedió, a lo que le reclamamos que había perdido así que debía tomarlas, pero el pendejo movió la ficha más rápido que nosotros y apostó a que no me animaba a chuparle la verga a Ema.
Le sonreí como quien le sonríe a los hechos obvios de la vida, a las cosas fáciles, a lo que nos hace creernos un poco más superiores.
Mariano nos veía y se agarraba la pija por encima del pantalón intentando masturbarse, porque me imagino que nunca había visto una cosa tan grande en su vida, ni a mí chupando algo tan grande.
Me fui poniendo de pie mientras me bebía el último vaso de Whisky y comencé a acercarme hacia este pendejo caliente como una sartén, me senté a un lado de él y le pregunté si no quería hacer algo con nosotros esa noche.
Mariano me miró con ciertos ojos inocentes y encendidos, diciéndome que sí con su mirada, pero no se animaba a contestar.
Tenía unos jeans cortos, y calzaba esas clásicas zapatillas Converse de color gris azulado, su remera blanca con estampados de guitarras estaba colgada en las barandas de la pileta, pero tenía un bulto bastante interesante cerca de su bragueta y un abdomen que me pedía a gritos que lo mordiera.
Le dijimos que se anime y que no le íbamos a decir a nadie, y con esa premisa lo convencimos de ir a mi habitación donde tengo una cama de dos plazas y media que compré para ocasiones como justamente esa.
Le quitamos el pantalón despacio y lo dejamos que nos toque un rato porque estaba más excitado que nosotros dos juntos, Ema estaba en bóxers y yo igual, solo que con la musculosa.
Yo abrazaba a Mariano y recorría con mi mano todo su torso desnudo, tratando de guardar cierto recelo por su corta edad y su —supuesta— inexperiencia.
Me volví loco tocando su abdomen, acariciando esos músculos tensos, su ombligo, sus pectorales, etc.
Ema se estaba haciendo la paja delante de Mariano, y éste no podía dejar de ver su tremenda verga.
Recorrí con mi lengua por sus pectorales bien marcados hasta llegar a su pezón, tierno, rosado y con una cierta erección, comencé a dibujarlo con mi lengua, humedeciendo su pecho, sintiendo el delicado calor que emanaba de su cuerpo adolescente bien trabajado.
Ema hacía lo propio con mi pija, me la besaba y mordía por encima del bóxer, yo estaba sin remera y eso de cierta manera me excitaba más, seguí bajando por el cuerpo de Marian besando sus abdominales perfectos, su ombligo, sus costados, todo ej fin.
Y lentamente también me fui desnudando mientras Ema se acercaba a Marian y le apoyaba su enorme poronga en la cara, y se la resfregaba por sus labios y sus mejillas repletas seguramente de un vello facial muy delicado.
Yo me acercaba más y más a la verga de este nenito y con mis dientes le bajé (arranqué) el boxer sin dudarlo y dejé a la vista su pija que resultó ser bastante grande también, de unos 16 o 17 cm.
Me abalancé sobre él, mordiendo la cabeza de su verga como si fuera una cereza, se la comí de un bocado, temblando de ansiedad y ardiente de deseo bajé por todo su tronco y me la comí entera, hasta sentir sus vellos púbicos con mis labios.
Se la besé toda, y se la llené por completo de saliva, lamiéndole las bolas como él se las lamía a Ema, yo me deleitaba con los gemidos de placer de esos dos pijudos que me calentaban tanto.
Aunque lo que más me calentaba todavía no había llegado, comencé a bajar por sus muslos hasta sus perfectos gemelos de futbolista, y lentamente los besaba y lamía, los presionaba con fuerza y los mordía con fervor, todavía sin poderme creer lo que me estaba comiendo.
Continué besando sus piernas hasta que tomé a estas y las separé para regresar a su soñada pija de adolescente, y bajando paulatinamente por sus genitales llegué hasta su orto lampiño y virgen, y lo mojé salvajemente, acariciándolo con la punta de mi lengua y haciéndolo retorcerse de placer mientras seguía concentrado en la verga de Ema.
Levante sus dos piernas y miré a Ema, el cual se colocó posteriormente detrás de mí, entonces agarré ka pija de Mariano y la mía con una mano y nos masturbé al mismo tiempo con lo que considero que es lo más placentero que se puede hacer con un hombre.
Luego bajé hasta su culo y empecé a frotar mi glande por todo su alrededor, mientras él se masturbaba y Ema me tocaba los pezones.
Empecé a cojérmelo con cierta delicadeza mientras Ema hacía lo mismo conmigo y me la ponía a mí también.
Nos embestíamos como tres bestias, como si fuera la primera y última vez que cogíamos en toda nuestra vida, Ema conocía mi punto débil y me mordía la base del cuello por detrás (el músculo trapecio) y me hacía derretir de placer.
Luego le dije a Mariano que se diera la vuelta y seguí cogiendolo por detrás mientras lo abrazaba y masturbaba su verga de adolescente, y mientras Ema seguía embistiéndome por detrás con su monstruoso pene.
Mariano gritaba por lo que se conoce popularmente como “el placer y dolor de que te rompan el orto”, y yo solo tenía en mente no acabar tan rápido porque me la estaba pasando fenomenal.
En todo este descontrol comencé a escuchar que Mariano gritaba bastante y se movía hacia atrás y adelante, haciendo que mi poronga le entrara más profundo y que mi mano lo masturbara más fuerte, y el solo gemía y sudaba, los tres sudábamos y nuestros cuerpos se sentían pegajosos y húmedos.
Mariano se movía cada vez más rápido y yo iba cada vez más profundo en su culo, literalmente haciendo chocar mi abdomen contra sus nalgas y mis bolas contra su culo, seguí tocándo su hermoso cuerpo con una mano y lo masturbaba con la otra hasta que sentí una sensación cálida y húmeda en mi mano, se había venido en leche.
Se recostó boca arriba y yo con mi mano llena de su semen empecé a masturbarme copiosamente, usándolo como un lubricante tibio y natural, eso me pone muy al palo.
Sorprendentemente el pendejo se empezó a pajear salvajemente unos segundos después y ya estaba al palo de nuevo, me dijo que me sentara en su verga y yo lo hice encantado, inmediatamente cambié de posición y me empecé a meter su verga caliente en mi orto, y entró casi sin problemas porque yo estaba dilatadísimo por la tremenda pija de Ema.
Este último se paró frente a mi y comenzó a embestirme la boca, yo lo pajeaba y le comía su tremenda pija que tan bien me conocía.
Mariano me seguía dando por el culo y yo me movía lo más posible para hacerlo gritar de placer, mientras sentía sus bolas suaves y llenas de leche apoyadas contra mis nalgas, tenía su verga completamente metida.
Los dos se arrodillaron en la cama y me pidieron que les chupe la pija hasta hacerlos acabar, y eso hice, junté a ambas cabezonas y los masturbé, los lamí y me las tragué al mismo tiempo hasta que se llenaron mutuamente de leche.
Luego se recostaron, Ema comenzó a besarlo y yo me masturbaba frente a ellos dos, con su semen amalgamado en la palma de mi mano y haciendo las veces de lubricante, por lo que acabé en segundos una gran cantidad, y no podía dejar de emitir chorros discontinuos y de llenar a estos dos tremendos hombres de la expresión de amor más genuina y obscena que existe.
Simplemente me desplomé sobre estos dos rubios mortales y mientras los besaba y los abrazaba pensé, en ese momento, en lo sencilla que puede resultar la búsqueda de la felicidad.
A veces.
Un saludo, gracias por leer.
Alejo~
MAIL: alejoomnu@gmail.
com
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