Cuando perdí mi virginidad a los 12 con mi tío.
Mi tío, el amigo de mi madre me violo a los 12, me convirtió en su niña. .
No sé como empezar esto, es la primera vez que lo hago y aunque sienta algo de culpa no deja de sentirse tan rico el recordarlo.
Mi nombre es Ophelia pero nací con el nombre de Alejandro. Soy una chica trans de 22 años.
Hace más de 10 años, cuando tenía al rededor de 10 empecé a tener mucha curiosidad por el sexo, en especial por el cuerpo femenino. Mi madre trabajaba todo el día ya que no teníamos a mi padre (nos abandonó desde antes de que naciera). Ella es una mujer distante y fría, siempre ocupada en sus cosas y su trabajo, eso si, jamás llevó a un hombre a la casa pero cuando me metía a revisar en sus cosas veía lencería, o fotos de ella y otros hombres, no me excitaba en lo absoluto ver a mi madre follada por extraños sin embargo me excitaba ver a esos hombres desnudos.
Cuando cumplí 11 mi curiosidad e intensidad me dominaron por completo, a escondidas empecé a tomar bragas, medias, tacones y maquillaje de mi madre. Me vestía como una mujercita y modelaba frente al espejo. Siempre fui un niño afeminado, mi piel era pálida, delgado, facciones suaves, ojos grandes y pestañas largas, mis labios pequeños y mi pelo lacio.
Empecé a ver porno, me excitaba tanto ver a esas mujeres tan bellas siendo dominadas y violadas por hombres tan masculinos y grandes, quería ser tanto una de ellas que empecé a penetrarme lentamente cada ciertos días con un peine al que le ponía tantito lubricante escondido de mi madre. Investigando y viendo descubrí sobre las limpiezas anales para tener sexo limpio y siempre que me bañaba me hacía una para sentirme deseada y lista para ser follada, era solo una niña entonces y poco sabía en lo que me metía.
A todo esto, soy hija única, mi madre nunca se llevó bien con su familia pero teníamos un vecino, divorciado, 10 años mayor que mi madre, tendría unos 45 o 46 en ese entonces. El señor llamemosle David tenía hijas de mi edad con las que me llevaba bien y salíamos a jugar cada que visitaban a su padre.
Este hombre siempre ayudó mucho a mi madre, jamás la follo ya que nunca vi fotos de él ni nada por el estilo.
David no era tan alto, estatura media más bien, moreno, dos o tres tatuajes en los brazos, no recuerdo con exactitud, barba tupida y casquete corto, era un hombre muy masculino en todos los sentidos pero jamás pensé nada vulgar de él.
En mis días solito en casa a veces David iba a dejar dinero, despensa o paquetes ya que mi madre trabajaba todo el día, nunca entraba, dejaba todo en el patio y se regresaba a su casa, a veces incluso pasaba por mi a la escuela en su jetta blanco.
Ya habia pasado un año de mi rutina de mariquita, rara vez me metía cosas ya que me dolía mucho pero cierto día en particular recuerdo bien que me regresé solo a casa, estaba emocionado por ponerme mi ropita de niña, maquillarme y meterme algo grande mientras veía porno. Cuando llegué a casa no espere para hacerlo, me quite toda la ropa, me metí a bañar, me maquillé, me vestí y empecé a penetrarme, primero con mis deditos, luego con el peine. Me dolía un poco ya que solo lo metía poquito pero se sentía rico como apretaba mi colita.
Mi placer se detuvo abruptamente cuando David entró a la casa. Jamás lo había hecho, entré en pánico y mi primer instinto fue cerrar mi cuarto con llave. David empezó a gritar por mi, que debía bajar para entregarme algo para mi madre, le dije que lo dejara ahí pero insistió que era algo frágil que mejor lo tomará y lo pusiera en algún lugar seguro. Dejé de contestar, siguió gritando mi nombre hasta que se preocupó, oí que subía las escaleras y yo estaba aterrado, estaba demasiado pálido del miedo, no podía ni moverme o pensar algo para no hacer que me viera así, cuando menos espere ya estaba afuera de mi cuarto tocando la puerta e intentando abrirla, quizás pensó que algo me había pasado, al fin de cuentas era un niño solo en una casa. Le dije que no abriría, que dejara todo y me siguió pidiendo que abriera, que si estaba todo bien. Durante unos 10 minutos la cosa no se calmó, le dije que si me veía me iba a regañar, me dijo que nada sería tan malo para hacerlo, le pedí que no le dijera a mi mamá si abría la puerta. Me calmé un poco y decidí abrir la puerta, cuando me vió se quedó completamente sorprendido y yo empecé a llorar. No sabía que hacer, se sentó en mi cama y se puso las manos en la cara, no dijo nada, yo estaba buscando mi ropa para vestirme pero no la encontraba. Después de un rato me dijo que le tenía que decir a mi madre, yo volví a entrar en pánico y llorando le pedi qué no lo hiciera, que solo estaba curioso por las cosas.
Salió del cuarto mientras me decía que mi madre tenía que saberlo, vi que sacó su celular y fue cuando le dije que haría cualquier cosa para que no le dijera. Vaya error.
No me hizo caso las primeras veces, ni siquiera me podía voltear a ver hasta que le dije que se la chuparia si no le decía nada a mi madre. Tenía todo el maquillaje derramado por las lagrimas. Me volteó a ver y me dijo que eso estaba mal, que no podía pensar así siendo un niño. Lo abracé fuerte y lo llevé a mi cuarto, puso poca resistencia. Llorando me puse de rodillas, y le empecé a desabrochar el cinturón, no sabía lo que hacía, lo juro. No dejaba de llorar y solo quería que mi madre no me viera así. Él siguió sin poner tanta resistencia. Le quité el teléfono de las manos y lo puse a un lado. Empecé a besar su abdomen como las chicas lindas de los videos porno hasta bajar a sus bóxers, recuerdo que eran negros, olían limpios pero tenían ese olor de hombre que hace que te pierdas y no pienses bien las cosas. Saqué su pene. Me quedé completamente con la boca abierta. Él seguía diciendo que estaba mal pero no hacia nada para detenerme, me decía cosas como que solo era un niño, que no estaba bien. Yo no podía dejar de ver su pene, tan gordo, peludo, no era tan largo y no estaba todavía tan duro pero era el primero que veía que no fuera el mio y no podía dejar de impactarme.
Le di un par de besos, lo lamí por debajo y empecé a chuparlo. Mis lágrimas dejaron de caer, estaba tan concentrado en chuparlo y se sentía tan carnoso y caliente en mi boca, era exquisito sentir como poco a poco se iba poniendo duro y chocaba con mi paladar. El empezó a gemir, me dijo que parara, pero estaba esmerado en darle placer al que en ese momento se convirtió en mi primer hombre.
Estuve unos minutos chupando, hasta que se sentó en mi cama, me levantó, me dijo «mi amor, ven» y me empezó a besar tan apasionadamente. Un hombre más de 30 años mayor que yo, estaba debajo de mi con su pene de fuera, besándome y tocándome el culo tan suavemente. Empezó a besarme el cuello y el pecho y sentí como mi pene de niño tan pequeño se empezaba a mojar y parar debajo de esas bragas de encaje color negro. Me sentí como toda una putita, su putita, su amor. Movía mi colita mientras me la tocaba para exitarlo y que me siguiera tocando el cuerpo con sus manos duras y firmes.
Después de un rato me empezó a masturbar, lo hacia duro, me dolía, mi pene era pequeño y sus manos muy grandes y duras. Le pedí que parara y que se la seguiría chupando pero me dijo que no. Ahí fue cuando el terror comenzó.
Recuerdo que me volteó como si fuera cualquier muñequito de trapo, las cosas en este punto son borrosas en mi mente pero recuerdo que algo despertó en él, sentía su pene completamente duro, como una piedra. Me inmovilice del miedo. Le dije que no me estaba gustando y que se la podía seguir chapando, fui ahí cuando me dijo que me haría algo más rico, que me gustaría mucho, que todas las niñas lo hacían y que ahora que yo era su niña debía hacerlo también. Me empecé a retorcer un poco para intentar safarme sin que se diera cuenta pero cada vez me sostenía más fuerte. Me sostuvo de mi cinturita con una mano y con la otra de mi mano derecha por detrás de mi espalda. Mis piestos tocaban el piso, mi colita estaba parada y sobre el borde de la cama. Sentía sus pies detrás de los míos y escuchaba como se masturbaba y gemía diciéndome que si quería ser mujer debía sentir lo que siente una mujer. En ese momento me asusté mucho, comencé a llorar otra vez y le pedi que parara por favor que se la seguiría chupando y que lo haría bien, que porfavor me dejara. Me empezó a decir que le dijera papi y eso hice, le pedía «papi, porfavor déjame chupartela, no me hagas nada papi». Me sentí horrible, tan humillado, tan vulnerable pero no me podía mover, no podía pensar. Para este momento estaba intentando escapar con todas mis fuerzas pero era inútil, era mucho más fuerte y grande que yo.
Me bajó las bragas de un jalon hasta que sentí como se deslizaban hasta caer en mis piesitos, ahí comencé a gritar y llorar. Grité por ayuda, grité para que no lo hiciera, grité por todo y él decía que nadie iba a venir, que nadie me iba a escuchar, que tenía que hacerlo si no quería que le dijera a mi madre.
Mi colita estaba completamente cerrada. Sentí la punta de su verga recorrerme mi ano pequeño y tierno. Grité con todas mis fuerzas qué no lo hiciera, se enojó y con su otra mano me tomó de la nuca y me empujó la cara contra la cama, me gritó qué me callara y con todo el miedo del mundo le hice caso.
Primero metió un dedo, yo lloraba, luego metió dos, luego tres mientras los movía por dentro. Jamás olvidaré esa sensación. Sus dedos gordos y grandes recorriendome por dentro de mi colita, solo era un niño.
Cuando los sacó fue que lo sentí. Horrible. Insoportable dolor me corrió como corriente eléctrica por todo el cuerpo. Sentí como su pene caliente, carnoso y duro como piedra hacia esfuerzos para entrar. Le escupía a mi colita para hacer que resbalara hasta que entro la punta. Di el grito más agonico y ahogado qué he dado en mi vida mientras mi cabeza seguía pegada a la cama. La metió poquito, luego otro poco y de un golpe tan rápido la metió toda. Algo se rompió dentro de mi y todo mi cuerpo se hizo hacia adelante, grité tanto, apenas lo recuerdo, no podía ni siquiera gritar palabras del dolor, solo eran sollozos ahogados y horribles mientras el sacaba y metía una y otra vez, mientras me besaba la espalda y el cuello. Sacaba y metía, sacaba y metía, no sé cuanto duró. Fueron los minutos más dolorosos y agonicos de mi vida, en un punto ya sin energía dejé de gritar y de poner resistencia, era un peso muerto siendo penetrado por un hombre en mi cama. El dolor se convirtió en una forma extraña de placer y sentía como su pene recorría mi intestino. Sentía como si me amara y fuera a ser su niña toda la vida, eso quería ser. El dolor de ser violada mezclado con las cosas hermosas que me decía era perfecto para que cualquiera se enamorara.
Después de un rato le seguí el juego, me estaba empezando a gustar. Pero David cansado se rindió y se vino adentro de mi. No sabría como describirlo. Una mezcla de ardor, sentía su lechita caliente adentro de mi, se sintió como si ese momento fuera para siempre. Me intentó besar pero por instinto puse un poco de resistencia hasta que me deje besar. Cuando sacó su verga fue cuando yo me vine. El dolor había acabado y la sensación que te deja es riquísima. Se me estremeció toda la colita.
Antes de que pudiera levantarme bien ya que mis piernitas no dejaban de temblar me tomó de la cintura como su niña y me acostó con él. Mi hombre estaba exhausto y de cierta forma quería complacerlo más, lo empecé a besar y luego me acosté en su pecho. Cuando recuperó las suficientes fuerzas se puso rápido su pantalón, tomó su celular, sin mirarme me dijo que luego me veía, que me amaba y se fue. Así sin más. Me sentí usada y despojada. Me había violado, me había amado y después me había dejado.
Fui al baño, saqué semen con tantita sangre, me bañe, lloré otro poco y me preparé para hacer el resto del día como si nada hubiera pasado.
En la noche me di cuenta que sus boxers estaban en mi suelo. Me toqué toda la noche oliendolos y sintiendo el dolor de mi colita desgarrada y recién violada.
Mi primer hombre, mi primera vez, mi primer amor.
Esto solo fue el inicio de mi vida sexual a los 12, hubo más cosas con compañeritos de la escuela y más personas. Si gustan leer háganme saber
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!