Cuentos de navidad: La Ventana… Insinuación inocente
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ElMarques.
UNO
Después de llegar del colegio, dejaba el morral en el suelo y de una encendía la pc. Mi madre que trabajaba todo el día, hasta llegar a la noche; me dejaba el almuerzo hecho, pero ni siquiera había llegado a la cocina siquiera por vaso de agua.
Me envicie rápido en el juego, cuando mi padrastro me la había buscado, y desde entonces, estando solo jugaba sin parar.
Era una residencia, por el barrio concordia; en un anexo estábamos alquilados. Pero lo que me extraño desde un principio fue la estructura del lugar. Era un lugar, lleno de escaleras, al aire libre, y un laberinto de pasillos. Tampoco era una residencia llena de multitud; pocos vecinos se veían. Había una señora que vivía en la parte de abajo, como una casa completa para ella y un señor; que en un principio creía era su esposo, por la manera de tratarlo, pero la verdad era su padre… un señor muy viejito.
A esta señora le tenía miedo, la consideraba una bruja; si una vez la encontré fumando un tabaco con los ojos cerrado, como meditando. Regresaba del colegio, y cuando iba subiendo por las escaleras del patio, vi por la puerta de atrás; tenía la puerta, ventanas en la parte de arriba, por ahí le he visto, sentada en una hamaca y fumando el tabaco.
Recuerdo que una tarde, aun con el sol calentando bastante, estaba en la sala, ahí jugando. Cuando llegue del colegio, vi que en el mueble estaban varias cajas; en ellas estaban luces navideñas y en las otras partes del árbol de navidad. Me entro una alegría, había salido un momento de mi fantasía y comencé añorar.
Cuando la tarde hubo refrescado, salí al balcón de la sala. Estuve un rato viendo a la calle, en la casa del frente, se hablaba según que eran jibaros y, en ese momento está un hombre parado frente a la casa; de aspecto malandro y de piel blanca, con lente de pasta y gorra negra. De la casa del frente sale un chamo; tenía el cabello rapado y aunque vestía como hombre, su personalidad era un tanto afeminado…
Estaba en ese momento, que todo me provocaba una paja, y aquello, de imaginar… posiblemente, el malandro se cogería al chamo, cuando entro a la casa, o solo iba a comprar piedra. Pensé en lo primero, y mi entrepierna estaba dura. Cuando ya entraron a la casa los dos chamos, me fui del balcón y he corrido al baño.
En el anexo habían dos baños, uno en la parte de la entrada, y otro en la habitación de mi madre. Prefería entrar al de mi mamá, me gustaba ese baño; ahí adentro me baje el pantalón del colegio, libre mi erección y me jale intenso.
Cuando había acabado, en el baño había una ventana hacia al lado del lavamanos. Era ancha y por ella se podía ver, hacia fuera; donde está el patio pequeño, con una habitación de frente a la parte trasera de la casa de la señora de abajo.
Desde mi ventaba podía ver hacia abajo, y en la habitación que estaba al fondo, de una esquina también se veía una ventana, siendo esa parte el baño. Cuando me he asomado, si no es porque ya he acabado, la verga se mu hubiese prensado de nuevo.
Un chico estaba en la misma condición que yo hace un rato. Se estaba haciendo la paja; solo le veía el pecho y la cara, pero por el movimiento que hacía, me daba cuenta que estaba en eso. Era un chamo de unos 18 o 19 años, con el pecho cuadrado, pero aun delgado, tenía un leve bigote oscuro y unos de sus ojos, era un poco gacho. El chamo era simpático, le había visto antes, cuando a veces me lo encontraba a la entrada de la residencia.
Carlos era su nombre, y ver a Carlos como se la jalaba me estaba calentando. Los gesto de su cara, me hacían desear ver como era su guebo parado; y en eso voltea y me ve mirándolo…
El bigote se unía con los pelos de la barbilla, eran claros, como el color de su piel, un moreno claro, con el cabello un poco largo. Carlos me miro a los ojos y en ningún momento ha dejado de mover su brazo. Me giño el ojo y la sonrisa que ha mostrado me ha enamorado; con una sonrisa pícara, me veía y la expresión de su rostro me decía que estaba punto de corrérsela, y abriendo la boca, debió estar eyaculando y chocando el semen a la pared…
Termine bastante caliente, pero no me hice la paja. Quería seguir viendo, pero cuando fui y me asomé por la ventana, ya no estaba.
Al llegar la noche, ya estaba con una arepa hecha en el tostiarepa. Estaba oscuro y en la calles pasaban los carros alumbrando y entrado la luz por el balcón. Cuando ya sabía, que mi madre estaba por llegar, dejaba de jugar. Evitando un regaño, me quedaba en la sala, veía tele y tenía los cuadernos en el suelo; realizando las tareas.
Pero ya era tarde, y mi madre que trabajaba en otro estado vendiendo ropa en un local; sabía que ya en noviembre ella podía llegar muy tarde, por las altas ventas. Pero esa noche fue diferente, al recibir la llamada, era ella diciéndome que no podía llegar a casa, no había encontrado pasaje, pero mi padrastro que estaba trabajando aquí en la ciudad, me dijo mi madre que ya él estaba por llegar.
Cuando el llego no le di importancia. Alberto es un hombre amable, siempre ha estado al marguen, pero aun así hemos tenido buena vibra. Esa noche llego cansado pero el mismo se hizo la cena, y luego al rato se ha bañado. Como siempre al salir del baño, Alberto salía con la toalla cruzada a la cintura, otras veces le había visto el bulto que se le marcaba, pero con Carlos en la cabeza, tal vez eso me pico un tanto la entrepierna.
Tuvimos un rato viendo televisión y hasta me dejo jugar con la computadora. Alberto estaba acotado en el suelo, con una almohada en la cabeza, viendo televisión. Después de jugar, me senté en el mueble de ratán, viendo televisión. Podía ver como estaba Alberto acostado de largo en el suelo, con su toalla cruzada y el bulto marcándose como una montaña.
La erección que tenía, era agradable dentro de mi short; deseaba tanto ir hasta bajo y sobar siquiera un poco a Alberto.
Fue una sorpresa, que Alberto me dijera su quería dormir con él. Hasta ese momento, nunca me había pasado por la mente, de ver con otros ojos a mi padrastro. Pero cuando iba con mi almohada, hasta la habitación de él, los pensamientos eran totalmente impuros.
Temblaba y me preguntaba si Alberto se ha puesto el short, o se ha quedado con la toalla puesta. Pensé que de ser así, estaba totalmente desnudo, y ahora estoy durmiendo a su lado, en su habitación.
La puerta del baño había quedado un poco abierta, de la ventana, la luz de la luna se filtraba y un poco llegaba el reflejo a la habitación. Ya había pasado una cuatros horas de habernos acostados, y solo el ronroneo se oía de Alberto.
No podía conciliar el sueño, de solo imaginar que podía estar en solo toalla, el calor me quemaba y me hacía titiritar como si fiebre fuera. Con la imaginación intensa, mi mano cobro fuerza y quiso tantear el terreno…
¿Qué estaba haciendo? ¡No sabía! Por debajo del cobertor metí la mano; fui entrando y toque parte de su cintura. Alberto seguía roncando y la toalla era la tenía puesta. Desnudo debía estar, y siguiendo con el tanteo, cerré los ojos e imaginé aquello; llegue al bulto prominente, y estaba un tanto grueso, y la toalla está un poco floja. Al tocar su miembro, sentí un punzado en mi cuerpo, mi culo pálpito y mi verga se prenso; seguía tocando, por todo el trozo abultado, estaba grueso pero no parado, me gusto sentirlo en mis dedos de esa forma y ya excitado, quería ir más allá de lo que había llegado.
Con la toalla floja, solo hice fue, meter la mano por debajo de ella. Al tocar los pelos, el corazón se me detuvo y pensé en lo que estaba haciendo, pero el morbo era grande y quería seguir tocando. Entre directo al guebo, lo tome con mis dedos y lo arrope con mi palma. Estaba caliente y eso me gustaba, le pele el prepucio y el glande le he tocado. Cuando siento que él se mueve, tan rápido como pude, saque la mano y me he puesto de lado, rogando que no se me allá despertado…
No sé en qué momento me había quedado dormido, pero cuando ya era de madrugada había despertado, creyendo que aún era de noche. Cuando Alberto se había movido, se puso de lado a la orilla de él, y mas no se había volteado; hasta ahora en la madrugada que boca arriba estaba.
De nuevo puse a mi mano a trabajar, llegue a la entrepierna tan rápido, que la sentirlo, esto no me esperaba. El fierro lo tenía duro y caliente, palpito en mi mano y en el glande asomo un poco de líquido chorreando, le presione de nuevo, y de nuevo volvió a palpitar en mi mano, le baje en forma de hacerle la paja, y el de nuevo se movió como despertando. De nuevo tan rápido me puesto de lado.
Alberto se estiro, y hasta gimió un bostezo, monto una pierna sobre mí, y me ha abrazado. Al ratico he sentido su miembro recostado, presionó un poco y así se ha quedado. Buscaba la manera que su guebo, en mi culo quedara, afincar más la apoyada, pero cuando sentía que el estaba roncando, imagine ya dormía de nuevo.
Aún la mañana estaba oscura, el frio que hacia me tenía arropado desde los pies. Cuando Alberto se fue a levantar, lo hizo por el lado que dormía yo; se montó encima de mí, y dos veces hizo presión, su bulto sobre mi culo. Me sentí como si hubiese sido una gallina pisada por el gallo. Pero también pensé que el debió darse cuenta que lo había tocado…
DOS
Había pasado un tiempo… veníamos por la autovía, al volante iba Alberto manejando, de copiloto estaba yo. Íbamos de camino a casa, tenía la cabeza apoyada al vidrio viendo venir los caros, con el ánimo apagado sin pensar en nada malo.
Mamá se ha quedado, no venía con nosotros. Cuando hemos salido a las cinco de la tarde, aun el centro estaba abarrotado de gente, ella sabía que no podía aun cerrar el local de ropa, aun podía vender hasta más tarde; por ello se iba quedar donde la abuela, y por mi parte aun me queda una semana de clase, una semana para salir de vacaciones navideñas.
Iba con el sentimiento acompasado en el auto. Cuando hemos salido de la autovía, Alberto hizo parada en puesto de perros calientes, me dijo que hoy eso era lo que cenaríamos y no dijera nada a mi madre. Sonreí y fui cómplice al bajar del auto e ir al perrero.
Cuando estuvimos en casa, él fue a la sala, se quitó los zapatos y se puso a ver televisión, sentado en el sofá. Estuve en mi habitación y cuando he salido a buscar un vaso de agua, Alberto se ha quedado dormido y está roncando. De regreso, cuando volvía a mi habitación, me quedo viendo su figura; estaba sin la camisa y con el jeans un poco abierto de la bragueta. Tuve el morbo de imaginar, que podía llegar a gatas, y tocar su entrepierna.
No estaba tan intenso esa noche, imagine un poco de sexo, pero no lo suficiente para hacerme una paja. Apague la luz y cerré la puerta y mirando a la puerta me quede dormido…
Cuando he despertado, aún era de madrugada. De frente estaba la ventana, a través de la cortina se veía el azul de la noche, y la oscuridad por mí alrededor era espesa. Cuando me puse de lado, sentí las piernas, y de inmediato abrí los ojos, para saber quién era. En ese mismo instante, supuse que era Alberto, pero debía de estar seguro, y si, era el, que estaba dormido en mi cama.
Estaba temblando, imaginar todo el morbo que sentía por él, despertó la furia de mi deseo. Estaba tan cerca de mí, de lado acostado, y de cuchara a su cuerpo. No fue mucho lo que me he movido hacia atrás, y respigue mi culo y lo frote en la entrepierna de él. Si yo dormía con un short de tela suave y fina, Alberto solo tenía el bóxer puesto; el paquete que trae en la entrepierna estaba aguado, pero bultoso, esponjoso y caliente a la vez.
Me he repegado tanto su cuerpo, que el respirar de Alberto, me roza por la nuca, como una pluma tibia y suave. Mi piel se eriza, y mi nervio se intensifica, hasta hacerme desvanecer. Pero aquella madrugada, mi yo interno estaba desinhibido, sin tomar en cuenta de las consecuencia, como si todo fuese un sueño, una quimera, una realidad poco cierta de la cual pueda escapar.
Creció y se abulto en mis nalgas, el suspiro se hizo pausado, espeso y muy caliente. El mío estaba igual y mi piel en fiebre estaba prendida. Apoye mi culo, como estirando la necesidad de acabar con todo; para bien o para mal, pero dar ese paso y saber que mi yo interno no está equivocado.
Ha brincado duro en mi culo, siendo el salto retenido por la tela del bóxer, sin darle chance de querer palpitar más. Como no me he movido él tampoco lo ha hecho, por eso he apoyado mi culo de nuevo en su entrepierna, y en todo el medio de mi raja se apoyó y la palpito como el corazón mío que palpitaba.
Ha sido mucho, y mi yo interno ha quedado apabullado. Sometido por el deseo, el mismo que me ha llevado a esto, me deja solo con el temor del hecho, pensado que debo hacer y terminado con mi rostro cubierto y engañando que no estoy despierto.
Aunque estuvo sobre mí, brincando en mis nalgas. Alberto no dejo de refregar su bulto erecto en mi culo, se cansó de hacerlo y dejo de apoyar su cuerpo.
Me odie en ese momento, tanto que he hecho y ahora me da miedo. Ahora pensaba mejor las consecuencias del acto. Y creo que él debe estar molesto, lo he calentado y lo sabe.
Por un momento no era nada lo que pasaba, el aire paso, de ser tenso a tranquilo, los nervios de mi cuerpo se disipo con la calentura que había quedado, y de seguir en la misma posición; boca abajo y de lado, me estaba sintiendo ya desesperado. Pero Alberto se movió. Recostó su pecho en mi espalda, y cuando creía que se dejaría de mover, sobre todo mi cuerpo se ha montado, y como un gallo me está pisando…
El paquete se había aguado y en mi culo se ha parado. Salió del bóxer, y en mi cadera su glande se ha pegado. He sentido la humedad pegajosa y el olor se impregno en el aire, haciendo que mi cuerpo se prendiera en una fiebre a cuarenta. Alberto buco la pretina de mi short con sus dedos, no antes sin sobar mis costillas y mi cadera. Bajo el short hasta quedarme a los tobillos, del resto lo he empujado yo, y ahora no se si fingir que duermo o que hago ahí boca abajo.
Él se mueve sobre mi culo. Apoyando la cabeza hinchada, en todo la raja de mi entrada anal. El gemido de su respirar, se hizo intenso y agudo, subió hasta mi cuello y chillaba cerca de mi oreja, mientras su erección me puyaba la entrada; Alberto gimiendo y sin parar de mover la cadera, ha acabado.
Me lleno toda la entrada del culo, de leche espesa, la espalda me la dejo llena de sudor. Se hinco tanto en mí, que el chillido de su boca, ha quedado en mi tímpano grabado…
Al bajarse de mi cuerpo, se acercó a mi oído – ¡no se lo digas a tu mami! – ha susurrado.
Quede solo en mi habitación esa madrugada, que asomaba la claridad de la mañana. Estaba boca abajo, desnudo y lleno de semen, prendido en un morbo que hacia quemar mi piel. Mi mente estaba lúgubre, con el vahído sexual que me embargaba, me quede ahí sin hacer nada, sin moverme sin levantarme y sin siquiera limpiarme.
Habiendo quedado solo en casa, cuando estuve de pie y ya arreglado para ir al liceo, me detuve en la puerta del anexo. Ahí estaba de pie y con la imaginación caliente. Cuando me he bañando, no quise descargarla en una paja, mi yo interno me tenía dominado y a la vez… ¿embobado?
No quise ir al liceo. De la puerta me he devuelto, deje el bolso en el suelo y estoy sentado en una silla de mimbre, con el pensamiento, tan distante de la realidad, que si alguien me veía, tal vez pensaría que algo me estaba atormentando.
Era mi libido. Era eso, el morbo, el sexo, que me bañaba los pensamientos…
Carlos está tocando a la puerta. Al subir la mirada le veo por la ventana de la puerta. He despertado bruscamente y sobresaltado estoy sonriendo mientras le veo a los ojos. Carlos sonríe y su ojo gacho esta mas gacho que de costumbre, pero ese ojo; quizás sea lo que más me gusta de él, le da un aire de chico bueno y malo a la vez.
Por verme con el uniforme, me espeta mu jocoso, que no he querido ir al liceo y por eso me ha asustado. También agrega, que él lo hacía muy a menudo. Era unas de las ventajas de ser hijo único, y que tu madre trabaje, término por decir.
Me acerque a la puerta, el me pide hojas blancas, que si tenía le diera unas cuantas. Me pregunta también, porque he faltado al liceo. Lo primero que pensé, fue que; estaba viciado por el juego “Prince of Persia” su ojos brillaron a igual que su sonrisa, me dijo que el también lo jugaba y por ahí nos enganchamos a hablar…
Por un momento deje de pensar en sexo y todo lo que paso en la madrugada. Carlos estaba al lado mío. Yo viéndole jugar en la pc, estando ahí solo nosotros dos, viendo a la pantalla y el tecleando fuerte mientras jugaba.
Carlos traía un gorra, y como no la traía bien puesta a la cabeza, se le estaba cayendo hasta que rodo por su espalda. Me mira a los ojos, sonríe y hace una mueca en los labios, como si me dijera lo tanto que se divierte.
Viendo ambos al monitor, Carlos dice; – la otra vez te hacías la jalabas, cuando te he visto, también me la quise hacer –. Mirando a mi rostro enrojecido, giña el ojo y termina por decir – yo también me la hacía bastante, cuando tenía tu edad –. No sabía que decir, pero eso me dejo con pena y con la cabecita del pene, a punto de brincar.
Él debía ser un muchacho pajizo el olor de su bermuda, era el de bolas sudadas, también su ropa interior tenía ese olor a precum seco, y creo que ya se había pajeado.
Cuando Carlos se quedó viendo fijo a mis ojos, en ellos mire ese destello, de un hambriento de sexo. Sabía que estaba, que los pensamientos debían ser totalmente impuros. En ellos pude ver el morboso que era, y la oportunidad que tenía, se la daría ese día.
Al desabrochar el botón, la bermuda de color marrón, cayó a sus pies. Tenía puesto un bóxer blanco y de líneas verdes. La erección era evidente, palpable y de lado. Apuntado el glande al horizonte y quedando prensada en la tela algodón. Las manos de Carlos, que por el brazo tenia vellos gruesos, el sobo la erección desde las bolas hasta la cabeza. Todo lo veía de frente, pasando la película tan lento e intenso.
Al estar tan cerca, estaba de rodilla. Poseído y no era de mi yo interior, si no por el aroma que emanaba su piel, su sudor y sus bolas. Debió notarlo, Carlos afinco mi cabeza a la entrepierna, y aspire todo, sin temor y sin pena; lo estaba deseando tanto, desde esta madrugada, donde todo me ha cambiado. Quería y no dejaría pasar la situación. Carlos me estaba tocando, bajo hasta mis nalgas, y por encima del pantalón, me hurgaba y tanteaba mi culo y mis nalgas.
Apretando todo mi cuerpo contra él, con mis manos busque sacar la bestia que guardaba dentro del bóxer. Al librarla, pego el glande lubricado en mi nariz. Como instinto lo he lamido, y el, tomando con su dedos, dirigió la punta de su verga a mis labios; pincelo y dentro de mi boca la metió…
Me la comía, como el manjar más sabroso que he probado. Me la estaba metiendo tan adentro que arcadas me provocaba, pero eso no me detenía. Tenía las ganas de saber, que era una verga, gruesa dentro de mis cachetes. Carlos se empinaba, sacudía la cabeza y la echaba hacia atrás, mientras de su boca, hilos de quejidos dejaba salir.
Con ambas manos, estaba sosteniendo las bolas, peludas y pesadas. Carlos me saco su miembro viril de mi boca, y la subió al ombligo, dejando que yo lamiera también sus pelotas. Comiéndola una a una, no me desagradaban los pelos que sentía en la lengua, pero era el olor, lo que más me encantaba.
Al estar en el sofá, con el culo en pompa. Carlos se arrodilló y abría mis nalgas, dejando mi raja pela. Tanteo con el dedo, ensalivo mi entrada e intento dejar irlo hasta dentro. Pero he apretado, tenía miedo del dolor que puedo sentir.
Aunque Carlos lo siguió intentando, meter el dedo en mi culo. Se cansó y de nuevo me puso a mamarle la verga. Me la devore toda completa, chupando los huevos y luego lamiendo el troco para terminar en el glande, con chupetazo. Él se contuvo y las piernas le flaquearon. Con la verga en su mano, se pajeaba y muy cerca de sus bolas mi nariz estaba. Me pego en la cara, con herramienta, y ya no era el chico de hace un rato. La expresión de Carlos era total, de puro sadismo, disfrutando lo que hacía con mis rostro y como violentaba mi boca.
Me sujeto y la dejo muy adentro. Mis labios fueron acariciados por el pubis. Apoyo con toda su fuerza, y ahogándome… el semen que salía disparado, me lo tragaba como el néctar más preciado que pueda beber. Como si nunca más lo hubiese a beber, aun cuando ya su glande rojo estaba en mis labios, viéndole a los ojos, le lamia hasta dejarle limpio…
En la tarde, aun nadie llegaba a casa. Estaba caliente y muy ocioso. Me arrepentía de no dejar que Carlos me penetrara, y debía hacer algo, para no tener miedo la próxima vez que tuviera esa oportunidad…
Al anochecer, estaba solo. Un objeto fálico, me metía por el culo. En mis dedos, la vaselina se diluía y el aroma se esparcía. Hasta ese momento, cuando Alberto estuvo en la puerta de mi habitación ¿Cómo no pude evitarlo…?
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