Cuidado con las duchas.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Siempre fui una persona muy tímida.
Siempre me costó hablarle a las personas y adaptarme a un grupo, peor aún si de alguien que me atrae se trata.
Cerca de los trece años me di cuenta de que era gay.
Pero aún hoy día, casi 7 años después, me cuesta aceptarlo.
Y ni siquiera mencionemos la posibilidad de declararme públicamente.
¿Qué dirían mis padres? ¿Qué dirían mis amigos? Ser gay en un país de índole católica, en el seno de una familia fanática, no es algo sencillo.
Prefiero quedarme oculto y evitarme miles de problemas.
Sin embargo, todas estas preocupaciones se me olvidan cuando pienso en lo que pasó aquella noche con Gustavo, en el roce de su piel, en su talento para mover la lengua, en su enorme verga.
Pero me estoy adelantando mucho, creo que lo mejor sería empezar por el principio, ¿no?
A Gustavo lo conocí en mi primer semestre en la universidad, fue mi compañero en clase de humanidades.
Aparentaba ser el típico metalero gigante que a todo el mundo asusta.
Medía aproximadamente 1.90, tenía un físico increíble, puesto que por esas épocas entrenaba Muay Thai, su cabello crespo caía con estilo al alto de su cintura y era común verlo con su característico chaleco con parches de bandas de Thrash o con su chaqueta de cuero, spikes, cadenas, botas, etcétera.
Pero en el fondo se le notaba que era un gran tipo, aunque yo nunca le caí bien.
Yo lo notaba por su expresión facial cuando por error cruzábamos miradas.
Y, aunque me costaba admitirlo, eso me dolía; ya que el tipo era el protagonista de mis fantasías nocturnas.
Pero de ahí no pasó.
Casi no le hablaba, y si lo hacía era solo para hablar de cosas de la clase.
El semestre terminó y yo supe muy poco de él.
Lo poco que sabía era que entrenaba de noche, cerca de las instalaciones deportivas de la universidad, y que al terminar su entrenamiento, se duchaba en los camerinos antes de tomar su autobús.
Me di cuenta de todo esto durante mi segundo semestre; yo llevaba la actividad deportiva en el horario nocturno.
Por lo que de vez en cuando lo veía en su rutina.
Una noche, luego de salir de mi clase, me quedé en los camerinos un rato para cargar mi celular.
De todas formas, mi autobús salía hasta dentro de 50 minutos, así que me senté en una banca larga que estaba justo en frente de las duchas y conecté mi dispositivo.
De todas formas, tiempo me sobraba.
Cabe destacar que a esas alturas del año y a esa hora casi nadie entra a los camerinos.
Yo estaba completamente distraído con mi celular y vi de reojo que alguien había entrado, pero no le presté atención por que esta persona se sentó en otra banca, la cual yo no podía ver por que uno de los pilares del edificio me tapaba.
Eso fue hasta que esta persona se dispuso a entrar a la ducha que yo tenía en frente.
Al verlo me llevé la sorpresa de mi vida: era Gustavo y no solo eso, si no que estaba desnudo.
Posiblemente pensó que no había nadie, puesto que él también se sorprendió mucho al verme.
Yo me quedé completamente idiotizado viendo su perfecto cuerpo; aquellos hombros, aquellos brazos, sus pectorales, su marcado abdomen y sobre todo: aquella hermosa verga, que aún flácida se veía con un muy buen tamaño.
Pero cuando levanté la mirada y lo vi a sus preciosos ojos me di cuenta del disgusto en su rostro.
Él se acercó y me dijo en un tono muy molesto: -¿Qué? ¿Te gusta lo que ves, maricón? -Yo me asusté mucho, así que tomé mis cosas e intenté salir de ahí; ¡pensé que me iba a matar! Pero cuando iba de camino me tomó por el pelo, me jaló bruscamente y luego me agarró el cuello, empujándome contra la pared.
-¿A dónde te crees que vas? ¿Creíste que te ibas a librar de esta así tan fácil? – Y aunque tengo que admitir que la situación me excitaba bastante, el miedo a ese increíble macho era mayor.
Me tomó del pelo y me jaló la cabeza hacia atrás pero para mi sorpresa, en vez de propinarme un puñetazo, lo que me propinó fue un beso; un beso que me hizo ver estrellas.
Ahí conocí el talento en su lengua para besar.
-¡No te quedes ahí con esa cara de imbécil! -Me dijo mientras me empujaba hacia la ducha.
-Ahora te va a tocar ducharte conmigo.
-Yo caí hincado y en ese momento me tomó por la camisa de tirantes que yo usaba para mi clase de deportes y como si fuera un papel la rompió, dejando mi torso al desnudo.
Me volvió a empujar, yo caí con mis codos quedando en cuatro patas.
Primero me quitó los tenis y las medias, luego agarró el elástico de mis pantaloncillos y mi bóxer y me los hizo arrancados, dejándome completamente desnudo y acostado en el piso de los camerinos.
Me jaló del pelo, dándome una señal para que comenzara a levantarme.
Y cuando estaba de rodillas, sin piedad, introdujo 2 dedos en mi culo.
Yo me terminé de levantar entre gemidos de dolor, y aún con sus dedos adentro mío me llevó a una de las duchas, cerró la puerta y abrió la llave.
Podía sentir el agua congelada cayendo sobre mi, mientras ese macho estaba a mis espaldas.
-Ahora si vas a ver lo que es bueno.
Desde el primer día que te vi supe que eras puto, y ahora me toca hacerte mío.
-Luego de decirme eso tomó mi cadera con una mano, y con la otra mi pelo.
Y en un movimiento me empujó la cabeza contra una de las paredes de la ducha, mientras me jalaba de la cadera, dejando mi culo expuesto y a su disposición.
Y ahí estaba yo, contra la pared de una ducha siendo dominado por un macho que me ponía a mil.
Sin misericordia alguna, puso la punta de su verga en la entrada de mi ano y me la metió.
Mis gritos de dolor se mezclaban con el ruido del agua cayendo en el suelo.
-Tienes un culo apretadito, y es todo mío para que yo lo rompa.
A partir de ahora eres mi puta.
¿Entendiste? -Yo asentí entre gemidos y Gustavo empezó su mete-saca: me daba durísimo y a mí me dolía mucho, al punto de que estuve a punto de desmayarme, pero en el momento en el que me jaló del pelo y volteó mi cabeza para besarme, el dolor comenzó a disiparse y el placer me inundó.
Ahora mis gemidos no eran de dolor, si no de placer por que estaba siendo cogido de aquella forma tan brutal.
El sonido de mis nalgas chocando con su pelvis en cada embestida no ayudaba en nada, yo estaba cada vez más excitado.
El roce de su piel y su enorme verga, mezclados con todas las cosas que me decía mientras me hacía suyo hicieron que yo llegara al máximo éxtasis, y cuando pasó su mano al frente para masturbarme, me vine de una forma en la que nunca lo había hecho.
-¿Y a ti quién te dio permiso para venirte? ¡Aún no hemos terminado! -Al parecer se había enfadado por mi orgasmo, ¿pero cómo no venirme con semejante cogida? De nada sirvió que se lo dijera, por que cerró la llave, abrió la puerta y a empujones me sacó de la ducha.
Me hincó en el suelo, y acostó mi torso boca abajo sobre la banca en la que yo estaba sentado cuando él entró.
Lamió un poco mi culo y luego me volvió a meter la verga.
Sus embestidas eran aún más fuertes que las de la ducha.
Yo me sentía como en el cielo, y solo gemía y sonreía con una cara de morbo mientras sentía esa verga entrar y salir de mi recto.
Como si fuera poco, de un pronto a otro sentí una nalgada.
A mi me excitó tanto que solté un gemido inmenso de placer, a lo que Gustavo respondió: -Te gusta, ¿verdad, zorra? ¿Te gusta que te trate como a toda una puta? -¡Sí! Me encanta.
Dame más duro y nalgueame más, papi.
Yo ya ni siquiera estaba consciente de lo que decía.
Luego de eso Gustavo me dio tantas nalgadas que sentí mi culo completamente caliente.
Más excitado no podía estar, estaba totalmente realizado; el macho que yo deseaba me estaba rompiendo el culo.
Sus embestidas aumentaron la intensidad hasta que uno de sus gemidos inundó la habitación, y fue bajando lentamente la velocidad hasta quedarse quieto y sacar la verga de mi culo.
Sentí el semen chorrear por mis muslos, yo estaba temblando casi desmayado.
Gustavo me jaló de nuevo por el pelo y me dijo: -Limpiame la pija, zorra sucia.
-Yo me metí su pene en la boca y le empecé a chupar el glande, pasandole la lengua en círculos mientras lo veía a los ojos con una sonrisa de puta y de placer.
Luego me levantó y me dio un beso tremendo.
Habiendo terminado todo, solo me senté en la banca; desnudo, completamente perdido en el espacio-tiempo, viendo como mi macho se vestía y recordando cada embestida.
Me fijé en mi celular y me di cuenta de que ya habían pasado los 50 minutos; mi último autobús ya había salido y no tenía como regresar.
Se lo dije a Gustavo y éste sencillamente me dijo: En mi apartamento siempre va a haber lugar para una puta como tú, pero todo tiene un precio.
Esa es una historia para después, lo que importa es que gracias a ese encuentro he logrado superar mi timidez, aceptarme un poco más a mí mismo y disfrutar al máximo la gran puta que llevo adentro.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!