CULITOS CASI VÍRGENES
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
De rodillas al borde de la vieja cama donde debía dormir su madre con su padrastro, Julio el menor de los hijos de mi vecina se retorcía de gusto al sentir mi lengua lamiéndole toda la zanja del culo.
Delante, parado frente a él su hermano Iván ofreciéndole su parado de pene de no más de 10 ó 12 centímetros.
Los tres desnudos, Julito como le llamaba su mamá, aquel flaquito nene de apenas 10 años de edad, al parecer no hallaba explicación al gusto que sentía su cuerpo de estar siendo cogido por un hombre adulto como yo que bien podría ser su padre.
Con Iván hacía tiempo que tenía sexo, al menos eso había dejado entrever Rosa, mi vecina en aquella conversación con su más cercana amiga y la que pude escuchar por mera casualidad.
Usted hubiera visto – contaba Rosa.
Iván estaba detrás de él, lo tenía afianzado del culo y fue precisamente cuando yo entre que se la dejó ir toda.
No me vieron, Julito nomas apretó lo dientes y hasta blanqueo los ojos.
Se quedaron un rato así pegaditos y después lo empezó a culear.
La verdad no supe que hacer – relataba como si aquello que hubiera visto en el fondo le causará algún morbo.
No me diga que le gustó ver a sus chamacos cogiéndo – pregunto Doña Luisa mirando a su amiga fijamente a los ojos.
La verdad no sé.
No le voy a negar que verle la verga a Iván me mojo la concha.
Es que lo culeaba tan rico, lo hacía pujar cada vez que se la metía.
Julito gemía como putita cada vez que lo enculaba Iván.
Creo que hace tiempo que se lo folla, primero lo cogió de perro.
Después se lo subió arriba para que lo montará.
Fue entonces cuando acabaron.
Julito no dejaba de decir que la quería adentro, quería que se la metiera toda.
Fue una gran acabada de leche que se le salió a Iván entre las nalgas de Julio.
Ambas mujeres guardaron silencio para luego ser Doña Luisa quien de nuevo hablo.
¿Y usted que hizo? ¿Se masturbo?
Tenia la panocha mojada – dijo Rosa un tanto apenada.
Por un instante quise ir a comerme esa leche que le salía a mi Iván.
Quise chupársela, sentir sus huevitos en mi boca, saborear ese pene que se me antojaba sabroso.
¿Es vergudo? – pregunto aquella cincuentona un tanto curiosa interrumpiendo la fantasía de su amiga.
No, la tiene chiquita , pero le aseguro que es una verga que si usted la viera no la desaprovecharía – dijo mi vecina provocando que Doña Luisa sonriera.
A mi me gustan de todos tamaños – se confesó aquella mujer que quizás iba a decir algo más, pero que noto mi presencia justo a la puerta de su casa.
Se miraron entre sí, quizá preguntándose cuanto tiempo tenía de estarlas escuchando.
Hola – dijo Doña Luisa como si quisiera romper el hielo.
Nos conocíamos de años, mayor que yo, tanto que la trataba como mamá Luisa.
Mi confidente de más de alguna cana al aire, tanto que como ahora me prestaba su casa para que me cogiera Rosa.
Bueno tortolos – dijo.
Voy a salir a comprar al supermercado, les encargo el changarro.
Su mirada picara parecía decirme que Rosa estaba caliente por lo que acaba de confiarle su amiga.
Cerrare por fuera, cuando salgan utilicen la llave.
De todas maneras llevo una copia, luego paso por su casa a recoger esta – dijo señalando la que dejaba sobre la mesa de centro de su sala.
Dicho esto salió dejando ver esas nalgas moviéndose armoniosamente de un lado a otro.
¿Y usted que ve? – dijo Rosa golpeándome suavemente la pierna.
Usted tiene que ver sólo mi culito, porque esa verga es sólo para mi ¿Verdad amor?.
Me beso, no me dejo hablar, luego se sentó sobre mi con sus piernas abiertas como si quisiera dejarme sentir su chocho ardiente sobre la polla.
Yo sentado en el sofá, ella arriba estregándome su sexo.
Una vez más cogíamos a escondidas, sofocábamos nuestras calentura de los 30 y más.
Rosa estaba casada con alguien mucho mayor que ella, yo recién separado de mi mujer.
Éramos una pareja que destillaba pasión, pasión que ya demostraba mamándome la verga.
Su mano se había apoderado de mi polla, su lengua una y otra vez bajaba por todo mi palo.
Sus ojos no dejaban de mirarme como si con ello quisiera saber cuanto me gustaba lo que me hacía.
Me encanta su vergota amor – mascullo entre dientes.
En respuesta mi mano sobre su cabeza le ayudó a meterse lo más que pudo, provocándole tos a causa de recibir el glande en su garganta.
Malo – dijo.
Me va ahogar.
Esta muy gruesa – agregó haciéndome recordar las muchas veces que ya habíamos cogido.
Le gustaba montarme, cabalgar con fuerza mientras jadeaba gozosa al tener 18 centímetros adentro.
Rosa era de esas hembras sin inhibiciones, que disfrutaban el sexo al máximo, lo mismo se tragaba una buena polla por delante que por detrás.
Disfrutaba que le diera por el culo, cuerpo no tenia diría mi mamá, pero esa flaca era tragona por ambos agujeros, menudos orgasmos habíamos tenido mientras le daba por detrás mientras ella se masturbaba por delante.
Julito al parecer había heredado su gusto porque le perforaran el culo, mi lengua lamiéndole la entrada lo tenía casi fuera de si.
Gimiendo, pujando, exhalando aire como si aquello fuera algo que no hubiera sentido jamás, Iván su hermano dándole polla por la boca.
También se le notaba excitado, tanto que al igual que Julito gemía aunque con menos intensidad, eran quejiditos de placer.
Los dos habían cerrado sus ojos como si con ello quisieran concentrarse tan sólo en el placer, en vivir este momento que quizá jamás pudieran olvidar.
Supe que había llegado la hora, el ano de Julito estaba preparado, mi verga también.
Balanceándose como badajo de campana, verla así por un segundo me hizo preguntarme si aquel chiquillo seria capaz de aguantármela.
Recordé las palabras de Rosa: “Iván estaba detrás de él, lo tenia afianzado del culo y de una vez se la dejo ir toda”.
Una mirada al pito de Iván me basto para saber que no había comparación, seguro era que Julito terminará con su culo partido en dos.
Pero no había vuelta atrás, el me deseaba.
Lo había percibido desde el momento cuando me la mamo, porque como todo principio Julio y su hermano habían iniciado este juego en el preciso momento cuando llegue a su casa y los encontré haciendo sus cositas.
Al igual que su madre los sorprendí en el momento mismo cuando jugaban al sexo.
Desnudos, Julito mamándole la polla a Iván.
Yo mismo me descubrí y me volví su confidente, es más me ofrecí a ser parte de su juego.
No les di tiempo a pensarlo y en un santiamén ahí me tenían con la verga al aire, gruesa, llena de venas.
Pude adivinar el deseo de ambos a que me quedara, a que fuera parte de sus secretos sexuales.
Sentado en una silla me masturbe mientras ellos seguían en lo suyo.
Iván amamantando a su hermano, aunque ahora los dos tenían un distractor, 18 centímetros de verga que crecían ante sus ojos, mi mano subiendo y bajando, mis huevos colgando, desnudo de la cintura para abajo.
Quizá la tentación fue demasiado, los ojos de Julito eran deseo, su carita infantil morbo.
Iván también sonreía de manera lujuriosa, tanto que a mi invitación a que se acercaran ahí estaban los dos, en cuclillas, palpando mi verga.
Examinándola curiosos.
Mi invitación que me la chuparan no cayó en saco roto.
Golosos los dos, Julio la tomo del tronco y fue el primero en colocar su boca sobre el glande y lo saboreo gustoso.
Iván también metió su manita agarrándola por el medio para luego también acercar su boca y con sus labios abiertos recorrer mi palo hasta llegar a la mano de su hermano.
La lujuria de tener dos chiquillos de 10 y 12 sólo para mi era algo incomparable, que importaba que fueran hijos de la mujer que hace unos meses se había convertido en mi amante.
Una última lamida en el culito de Julio, mi verga en la mano derecha sosteniéndola para luego ir a colocársela en la entrada.
Iván cogiéndolo por la boca, un escupitajo cayendo en la zanja de aquel bebe.
Todo estaba listo, Julio lo sabía y arqueo su columna hacía abajo para dejar sus nalgas un tanto más levantadas para recibirme de una buena vez.
Sin soltar mi polla le empuje la cabeza hasta que desapareció por completo, su estrechez me advirtió que debía ser cuidadoso.
Me detuve hasta saber que había asimilado parte de mi pene adentro, Iván ahora tenia abierto los ojos como si no quisiera perderse el momento de cuando su hermano se tragara una verga que superaba por dos la suya propia.
Ver a aquel flaco frente a mi por un instante me hizo recordar a Rosa, ella también se retorcía cuando le daba por el culo.
Ella al igual que su hijo no parecían ser del tipo que aguantarán mi polla dentro, ella y Julito eran frágiles de cuerpo, tanto que mi pene asemejaba un brazo adentrándose en sus cuevas calientes.
Porque madre e hijo sabían igual, culito apretado pero con ese calor por dentro que invitaban a no detenerse una vez les había entrado la cabeza.
Un empujón más y ahí estaba con media verga dentro, un sonoro quejido otra vez me obligó a detenerme.
De nuevo estábamos quietos, aunque Iván ahora lo culeaba más fuerte, adivine que estaba por correrse.
Mi tercera estocada fue más fuerte y así fue el quejido de Julio, pude sentir como sus paredes del culo tuvieron que hacer un esfuerzo extra para dar paso al intruso que llegaba.
Sabia que era cuestión de tiempo, sin embargo está esta vez no me detuve y moví mis caderas hacia atrás hasta que casi se la saque por completo, luego empuje despacio pero con la firme intención de ahora llegar hasta sus entrañas, no el intenso mmmmm de Julito me detuvo.
Ahí la tenía toda, hasta fondo.
Su piel eriza me dijo que había sentido lo inimaginable.
Si no tuviera que mamar el pito de su hermano de seguro hubiera enterrado la cabeza entre las cobijas de aquella cama donde por las noches debía coger su madre con su padrastro.
Esta vez sí nos detuvimos.
Iván quizá entendió que su hermano ahora no podía tener mas su pene en la boca, así que se lo saco y el mismo se empezó a masturbar.
Se paseaba rápido, su mano subía una y otra vez sobre aquellos 10 ó 12 centímetros, su rostro descompuesto, la boca semi abierta, el aire parecía habérsele escaseado, gimiendo, mascullando una y otra vez que se venía, que se corría.
Quien pudiera ver la escena, talvez tuviera que limpiarse los ojos incrédulo.
Ver a dos niños de 10 y 12, uno totalmente empalado por una verga de más 18 dentro, el otro masturbándose como degenerado frente a su boca era algo para no creer.
Uno a uno fueron saliendo aquella ráfaga de semen del pito de Iván.
Se vació sobre el rostro de Julito quien reaccionó lujurioso tratando de recibir cuanto podía, su culo se había relajado tanto que creí oportuno hacerle saber que ahí estaba yo, el plato principal.
Mis dos manos se apoderaron de sus caderas y se la saque tanto como pude para luego dejarse ir toda, despacio pero firme, sintiendo como otra vez aquellas paredes calientes me daban una vez la bienvenida.
Julito otra vez pujo como si aquello lo hiciera sentir lleno, esta vez no me detuve.
Por el contrario, me animo a seguir dándole.
De nuevo se la saqué y para adentro, luego otra vez y otra vez.
Cada estocada me hacía sentir que este era el culito mas apretado que había probado y si no era el mas apretado si el más rico.
Julio debía estar pensando algo similar porque sus gemidos eran de gozo, al parecer sentirme en su interior era lo mejor que le hubiera pasado en su putita vida.
Iván nos miraba, se había ido al fondo de la cama.
Su verga semi flácida todavía en sus manos, quizá quería volverla a la vida y de nuevo incorporarse a juego del que había salido por una eyaculación precoz.
Ven – le dije.
Acércate, vamos a darle a tu hermano el mejor sexo del mundo vale.
El brillo de sus ojos me dijo que había hecho lo correcto, sonriendo se acercó.
Métete debajo – le indique.
Julio estaba de rodillas en la cama, Iván pudo meterse entre medio de su cuerpo hasta que su cabeza fue a quedar a la altura de los huevos de su hermano.
Chúpale la verga a Julito – le dije.
Yo detrás dándole duró a Julio, ellos prácticamente en un 69 aunque Julio no tenia alma para otra cosa que no fuera para gemir a cada sembrada de mis 18 centímetros.
Iván si, mamando el pequeño de pene de su hermano, chico, muy chico quizá unos 9 centímetros pero parado como chile jalapeño.
Por un momento y viendo la pequeña espalda de aquel niño que follaba no pude más que imaginarme que mi polla quizá lo tuviera con los ojos blancos tal como había dicho su mamá cuando lo encontró cogiendo con Iván.
En mi mente otra vez vino el recuerdo de las palabras de Rosa “Julito nomas apretó los dientes y blanqueo los ojos”.
Sonreí.
Pues ahora te voy a sacar hasta los ojos – pensé.
Y como si fuera un reto personal lo culie tan fuerte como pude, incluso y para mejor posición subí un pie a la cama y me quedé con uno sobre el piso.
Podía sentir que le metía hasta los huevos, Iván debía estar viendo el show de su vida desde donde estaba.
Desde abajo tendría la mejor vista de como el culito de su hermano se tragaba un buen pedazo de verga y venas, algo que de seguro le hacía sentir placer porque bramaba como perra en celo.
La sensación de acabar no se hizo esperar, pude sentir escalofríos corriendo por toda mi espalda, mi corazón debía esta rompiendo el récord de latidos por minutos, la verga se me había hinchado demás, la tenía dura como palo aunque esto parecía no afectarle a Julio, su culo se había acomodado a ella.
Aquel niño de tan sólo 9 próximo a tener 10 y que apenas media 135 ó 140 parecía tener el culito hecho para recibir carne grande y gruesa en el futuro.
Lo culie con toda fuerza y fue cuando se ocurrió pedirle a Iván que me jalara los huevos hacia atrás.
Obediente tomo mis bolas en su bolsa y los jaló con fuerza aunque sin lastimarme.
Podía sentir como mi pene quedó totalmente fuera de su funda, ahora Julito debía estarse comiéndose unos 23 centímetros y grueso como un plátano bien dado.
Mi acabada fue de bestia, empuje todo mi palo a su interior hasta sentir que le pasaba de su ombligo.
Hale a Julio contra mi, fuerte, quise echarle todo mi semen en sus tripas quizá en su estómago.
Iván había soltado mis huevos y saliendo de abajo de su hermano otra vez se pajeaba pues ya se le había parado el pito de nuevo.
Yo terminé primero, entre bufidos y resoplidos.
Julito había doblado el cuerpo hacía adelante, exhausto, su culo me apretaba ricamente.
En clímax aún no pude más que preguntarme el porque de aquello que no significaba más que experiencia.
Debía ser porque Iván y él hacia algún tiempo que cogían tal como pensaba su madre.
El polvo había sido para el recuerdo.
Desnudos los 3 en aquella cama, Iván y Julito a mi lado.
Mi verga morcilona, semi flácida.
Los 2 niños parecían tener curiosidad del porque aquel pedazo de carne era capaz de dar tanto placer.
Fue Julio quien habló primero:
– Me duele el culo
– Te tragaste una buena verga – dijo su hermano entre divertido burlón.
– Tu te has comido vergas grandes también – dijo Julito.
– Pero no como esta – respondido su hermano poniendo su manita sobre mi polla.
– ¿Cómo? – interrumpí ¿Con quién más han estado ustedes?
Callaron.
– Vamos.
Sin miedo – dije.
Cuéntenme
– Con Don Raúl – dijo Iván.
– ¿Don Raúl? ¿Tú papá?
– Y Con Benjamín – dijo Julito.
– ¿Benjamín, tú Hermano?
Asistieron los dos.
– ¡Ah caray¡ – exclame.
Esto era algo que jamás podría haber imaginado.
Don Raúl era el padrastro de estos chicos y Benjamín era el hijo, hermanastro de Iván y Julio.
Benjamín no vivía con ellos, vivía con su madre de quien se había divorciado su padre hace ya muchos años.
Don Raúl era una persona mayor, quizá unos 55, su hijo tendría 35, mayor incluso que Rosa y yo.
Menudo secretito el que había sacado a la luz mi encuentro casual con aquellos vecinitos casi vírgenes.
Digo, por lo apretado que tenía el culito.
– Ya va a venir Dayana – dijo Iván levantándose dejándome ver ese pene chico que poco antes había acabado en dos ocasiones.
Lo dicho por Iván nos hizo ponernos la ropa a todos.
En mi mente no acaba de digerir aquello que me habían confesado los chicos.
¿Lo sabría Rosa? – pensé.
¿Sería parte de ese secreto ella acaso?
Con esa duda salí de aquella casa tras comprobar que nadie pudiera verme.
Yo vivía enfrente, en aquella casa a manera de finca donde me había mudado por la enfermedad de mi madre.
Recién me había retirado del Ejército donde trabaje por 14 años, separado de mi esposa hace algunos meses.
Al principio aquella finca me pareció un lugar donde me ganaría el aburrimiento, pero las oportunidades de tener sexo compensaban.
Doña Luisa y su casa eran mis cómplices, ella misma se me antojaba.
Ahora mismo mis vecinos se habían convertido en otra opción para matar mis calenturas.
Seguiré contando….
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