Curé las crisis de mi hermano autista
Hola colegas pervers, después de casi cuatro años encontré tiempo para volver a escribir, ya saben dónde encontrar toda mi “biblioteca” (dando clic a mi nombre de usuario). Recuerden que mis relatos son ficticios, pero escribo en primera persona para hacerlo emocionante. .
Mi nombre es Franco, tengo 18 años, soy de tez blanca, esbelto, un poco marcado porque practico futbol americano en la escuela, y muy caliente, aunque un tanto reservado, quizá porque mi calentura estaba reservada para otra cosa.
Mi familia la componen, mi mamá que es enfermera, mi papá que es abogado, y el protagonista de esta aventura, mi hermano Leonel de ocho años, un niño muy especial. A los tres años fue diagnosticado con autismo, el espectro neurológico donde los niños se retraen, digamos a su propio mundo, donde sus emociones y reacciones son muy impredecibles; como yo era un puberto (tenía trece cuando lo diagnosticaron) y mi madre enfermera, nunca me involucraron en los tratamientos médicos de mi hermano, por lo que siempre desconocí como manejarlo en sus crisis, solo me pidieron “quererlo mucho” y vaya que lo hice.
Cuando cumplió 8 y yo 18, ya estaba muy desapegado de él, naturalmente tenía otros intereses, y él, aunque ya era más independiente, aun no se quedaba solo, siempre protegido por mis papás. Para ese momento, era muy flaquito, pero con una cara hermosa y un culito bien formado.
Mis papás siempre habían procurado no dejarlo solo, y a mi jamás me lo habían encargado, en situaciones extraordinarias, se lo llevaban o contrataban a alguien; sin embargo, una noche de fin de semana, mi mamá fue llamada de emergencia a su trabajo y mi papa tuvo que ir a un seminario fuera de la ciudad; como el tratamiento de Leonel ya estaba muy avanzado y yo ya era mayor de edad, decidieron encargármelo por la premura de la situación.
Para satisfacer mi calentura solía matarme a jaladas, coger con alguna chava o chavo, no tenía clara mi definición, solo sabía que no me llenaba fácilmente; no obstante, nunca había tenido algún sentimiento o deseo por ningún morrito y menos por mi hermano. Esa noche pretendía cansarlo jugando para que durmiera toda la noche y yo ver alguna porno, pero no contaba con que en la privada donde vivíamos había unos vecinos muy fiesteros y escandalosos; esa noche celebraron el cumpleaños de algún familiar en el área común de la privada, pero exageraron con la música, contratando una de esas ruidosas bandas de viento, muy populares en México, ya saben con trombones y trompetas a todo lo que da.
Cuando la banda llegó, Leonel dormía y yo me estaba bañando (claro mientras me tocaba), el sonido fue muy sorpresivo y hasta me espanté; entonces escuché los gritos de mi hermano, típico de un niño con autismo ante los estruendos sorpresivos. Solo tomé una toalla y salí rapidísimo (con todo y erección), pues sus crisis, aunque ya espaciadas, solían terminar en Leonel golpeándose. Mientras que yo solo era mudo testigo de ellas, porque nunca me enseñaron a contenerlas.
-Leonel: (gritando) ¡Aaahh, mami, papi, aahh!
-Franco: Lio, Lio (así le digo), tranquilo, tranquilo
Lo único que sabia de las contenciones de sus crisis, es que mi mamá lo abrazaba, lo llevaba al cuarto más tranquilo de la casa, el de lavado, y acariciaba una salchicha de plástico para relajarse, claro con sus medicinas, que yo no sabia administrar. Así que solo hice lo primero, lo llevé al cuarto de lavado y le di su salchicha, pero no se tranquilizaba, por lo que me alteré, no sabia que hacer. Aun en toalla, pero ya sin erección (por ahora), lo senté en mis piernas y lo abrasaba, mientras sobaba sus hombros para ver si así se relajaba, pero la música no cesaba, ni lo haría, e incluso hasta ahí se escuchaba muy fuerte.
Me espanté cuando dejó de gritar y se empezó a hiperventilar, lo abrasé colocándolo de frente a mí, para que viera mi cara, quedando sentado sobre mis piernas, muy cerca de mi verga aun flácida. No había mala intención, no había nada todavía. Hasta que noté que comenzó a relajarse cuando empezó a presionar mi cintura como si fuera su juguete relajante, obvio lo dejé continuar, por fin se había callado, pero después pasa a apretar mi pectoral y luego mi pezón, ahí surgió todo.
No sé por qué, pero cuando empezó a apretar mi pezón, este reaccionó endureciéndose, me gustaba la sensación y él ya estaba tranquilo por fin, con todo y la música que no cesaba. Mi cabeza empezó a llenarse de ideas morbosas y pecaminosas, no podía permitírmelo, pero ahí estaba, disfrutando que mi hermano de ocho me presionara los pezones.
-Franco (con la voz entre cortada): ¿Ya estás tranquilo hermanito? Ya pasó todo, estoy contigo y todo está bien
-Leonel: Franco tiene chichis como mamá (se inclina y chupa el pezón)
-Franco: ¡Ah!
Cuando chupó mi pezón mi pito reaccionó de inmediato, una de mis zonas erógenas favoritas estaba siendo bien tratada. Como solo tenía la toalla y Lio estaba sobre mí, el engrosamiento desplazó la verga por el espacio entre la toalla y las nalguitas de Lio, abriéndose y quedándose justo en la raya (claro del pantalón) de mi hermanito.
-Franco: ¿Ya estás calmado hermanito?
-Leonel: Si, me gusta tu chichi
-Franco: Sigue chupándola, eso te relaja, pero tiene que ser nuestro secreto ¿de acuerdo? Porqué mami y papi se pueden enojar ¿ok?
Leonel: Yo te quiero Franco (toma los dos pezones)
Franco: (lo toma de sus mejillas) Y yo a ti, te amo muchísimo (lo besa de piquito)
En ese momento, no sé porque, pero me encantó, Leonel abrió su boca y la puso sobre la mía torpemente, decidí tomarle su iniciativa y abrí mi boca; comenzó a juguetear con mi lengua mientras reía ligeramente y yo también. Su juego de lenguas solo engrosó más mi venudo miembro, que parecía explotar sobre la raja de su pantalón, sentía un morbo y excitación que nunca en la vida había tenido.
Lo llevé al siguiente nivel, transformando el juego de lenguas en un apasionado beso, devorándome sus labios suaves y su lengua tibia. Lo tomé de la cintura y comencé ligeros movimientos para arrimar mi verga sobre su culito; él correspondió moviéndose, en sentido contrario a los míos, no cesé los besos desde luego, Leo estaba entregándose a la situación, una muy satisfactoria para ambos, él acabó su crisis por primera vez sin mamá y medicinas, y yo descubrí por fin el limite saciador de mi calentura, morbosear a mi hermanito autista.
Esta era una situación perfecta, solos, el niño complaciente, yo caliente, tenía que concluir esto.
-Franco (sacando su verga de la toalla): Lio ¿te acuerdas de tu salchicha de juguete? Bueno, tengo algo mejor para que lo aprietes y te relajes aún más, (mostrando su verga), que te parece si aprietas mi pipi suave y luego duro, y lo mueves de arriba abajo, eso te calmara más
-Leonel (sonriente y curioso): Si, porque tu eres muy bueno, y guapo, y me quieres cuidar.
-Franco (emocionado por sus palabras): Wow mi amorcito, tu me gustas mucho, porque eres muy bueno, vamos a hacernos felices juntos ¿sí?
Comenzó a tocar mi verga como se lo indiqué, la presionó suave de la cabeza con una mano, duro del tronco con la otra, y torpemente, pero con delicia magistral, a subir y bajar las manitas, al tiempo que repetía los primeros movimientos cada cierto tiempo. En pocas palabras una chaqueta ley, haciendo triple ejercicio sobre mi pito endurecido, ya saben jalar, sobar y apretar. Me mataba tanto morbo, apretaba mis labios y volteaba la mirada al techo, y me decía cínicamente a mí mismo “encontré la cura a las crisis autistas”.
Paré las jaladas, porqué quería aprovecharlo todo, y di el siguiente paso.
-Franco: Lio ¿te acuerdas de los bonice (paletas largas de hielo muy populares) que mamá te compra en la escuela y que te relajan mucho?
-Leonel: Sí
-Franco: Bueno, que te parece si haces lo mismo con mi pipi, porque pues ahorita no tenemos bonice a la mano jeje.
-Leonel: Si, al cabo que está limpio
-Franco (super excitado, el niño había comenzado a mamar): ¡Aahh, si! Mi amor, si sigue así, que delicia.
También de manera magistral, el niño repetía los movimientos de cuando chupaba la paleta de hielo, primero moviendo la lengua de arriba abajo, luego succionando la puntita, luego dando pequeñas succiones al tronco y finalmente tratando de engullirla con la boca entera (piénselo, amigos pervers, quien diseño esa paleta merece nuestro aplauso). Claro, lo hacia sin constancia en los movimientos, pero esa rebeldía de no seguir un orden me volvía loco, el niño disfrutaba la verga como la paleta, esperando que el sabor surgiera por cualquier lado. Yo no podía creerlo, era la mejor mamada que me habían dado, solo podía sobar su cabeza, enredar mis dedos en sus cabellos y acariciar sus mejillas, era fabuloso haciéndolo.
-Franco: ¡Oh si, mi amor, si, así, sigue, eres una perrita rica, sigue!
-Leonel: Guau, guau, jaja (lame mis peludas bolas, mientras finge ser un perro)
-Franco: Ven, te has portado muy bien, y es tu turno de gozar, al fin que la música ya se acabó
Fuimos a mi cuarto, lo desnudé, y me sonreía con una cara de complicidad que solo me excitaba más. Le hice ver, que el merecía gozar igual, y le chupé su pitito y devoraba sus bolitas, mientras él solo reía. Comencé a mover mis delgados y largos dedos alrededor de su culito, humedecido por el sudor, un sudor fresco y sin mal olor. Lo volteé y masajeé sus nalguitas, comencé a devorarme su culito, metiendo mi lengua y succionado ese aro rosita que parecía globo.
Sus infantiles risas se convirtieron en ligeros, pero muy definidos gemidos de placer, si, logré que un autista de ocho descubriera el placer sexual.
-Leonel (con la voz entre cortada): siento cosquillitas muy bonitas, Franco, sigue ¡Ah, agg!
-Franco: Eso mi amor, tú también debes gozar, mi nene hermoso.
Ya estaba dilatado, pero lo que seguía era algo, que me hacia dudar; penetrarlo así, con su espectro autista, era más riesgoso, era un golpe que no sabia si resistiría, pero la calentura me dominaba ¿Qué hacer?
-Franco: Mi amor, mi amor ¿tu sabes que te amo, y que nunca te haría daño? Para que seamos muy felices los dos tenemos que resistir mucho dolor, y debemos ser valientes ¿confías en mí, lo que haré es porque te amo?
-Leonel: Si, yo voy a ser valiente (me da un beso o jugueteó con mi lengua, no sé jaja)
Lo puse de frente a mí, con sus piernas a la altura de mis hombros. Dirigí mi verga hacía su culito, lo comencé a puntear y restregársela paseándola entre sus nalguitas, metí la cabecita y tembló a punto de soltar un grito, me apresuré a besarlo y decirle que no pasaba nada.
Sostuve el beso mientras introducía mi verga en su anito, contenía su espanto y gritos, y él se relajaba, su culito respondía bien, pues, aunque con lógica se cerraba (riquísimo), cada centímetro cedía después de un rato, tarde cinco minutos en terminar de meterla completa, pero lo logré.
Ya con ella adentro, él quería llorar, y yo lo acariciaba comenzando el vaivén, con movimientos lentos al inicio, sintiendo como su culito me apretaba, tratando de liberarse, al tiempo que jalaba mi verga a sus entrañas, entrañas calientitas que podía sentir con cada fibra nerviosa de mi verga. Por alguna razón, el quiso participar y se movía en círculos, tal vez para acomodar al intruso de sus tripitas o tal vez para complacer a su amante.
Era más que cualquier fantasía, cogía con mi hermanito autista con una locura y una excitación que ninguna pareja podría superar, solo dejaba de besarlo para contemplar mi verga entrar y salir de ese culito; cuando aceleré el movimiento se asustó, así que decidí levantarlo abrazarlo y contener cualquier grito o gemido presionándolo con mi pecho.
Franco: ¡Si, si, si, así amor, que rico estas mi vida, ay cabroncito siente mi verga en tu cuerpo, yo te voy a curar tus crisis putito!
Leonel: ¡Ah, ah, ah, sí, te quiero Franco, ah ah, ah!
Aproveché el sonido de un mariachi en la fiesta contigua para gritar cuando dejé salir mis mecos en el culito de mi hermano, dejando toda la verga al fondo, mientras mi hermanito gritaba y se orinaba sobre mí. Caímos rendidos sobre la cama, fundidos en un beso, mientras Leonel decía “Ya no tengo miedo”.
Que buen hermano, me interesaría estudiar más a profundidad la sexualidad de personas del espectro autista 😊