DAMIAN, MI COWBOY DE FUEGO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mis padres y hermanos se molestaban conmigo cada temporada de vacaciones. Me ponía de mal humor ir a pasar mis vacaciones en un ambiente lleno de vacas, olor a estiércol, mosquitos y lo que menos soportaba….el interminable canto nocturno de los grillos. El pueblo donde viven mis abuelos esta a 5 horas de la ciudad donde vivo y para ir al rancho de su propiedad hay que viajar una hora mas de ese pueblo y para colmo, por un camino de terracería. Mientras mis hermanos se desesperaban por viajar a ese lugar, para mi era una pesadilla. Siempre quería quedarme solo en casa, pues fantaseaba con hacer fiestas donde pudiera conocer a alguien con quien dar rienda suelta a mis instintos sexuales. Asi como lo veía en las películas.
Tengo 23 años y soy el mayor de 3 hermanos y desde temprana edad reconocí que era gay. Nunca he hablado del tema con mis papás, pero me imagino que lo sospechan pues nunca me han conocido una novia, a diferencia de mi hermano de 17 que ya lleva como 4. La mas chica es mujer y tiene 11. En las fiestas de secundaria o de la preparatoria me fijaba mas en los chicos que en las chicas, sobre todo en los que tienen un buen trasero, pues lo que mas me excita de un hombre es un trasero bien formado. Aunque no soy un gay declarado ni tengo rasgos afeminados, supongo que mis papas y demás familiares deducen que algo "anda mal" y mas deben de deducir, ya que desde hace 5 años me metí a estudiar ballet, una actividad artística que para la sociedad en que vivimos solo es para mujeres o afeminados. Asi transcurría mi vida, entre la escuela, las clases de ballet y mis horas en mi recámara viendo videos porno gay o mirándome largos ratos al espejo enfundado en mis mallas de ballet, contemplando mi delgado y estilizado cuerpo y sobre todo mis nalgas redondas y bien formadas que resaltan sobre las mallas ajustadas, fantaseando que un tremendo semental como los que salen en los videos porno o en los anuncios de ropa interior masculina, me masajea las nalgas, me baja las mallas y me hace suyo.
Nora es mi amiga desde la secundaria y es la única persona a la que cuento mis confidencias. Ella sabe de mi orientación y sabía de la desesperación de que a mis 23 años aún no había tenido sexo. Me había propuesto en varias ocasiones que entrara a un chat gay donde pudiera ligarme a alguien o que fuera a un antro gay donde pudiera conocer a alguien con quien vivir una experiencia. Pero las dos cosas me daban miedo: la primera que no sabes que tipo de personas te puedas encontrar en los chats y la segunda que ir a un antro gay no falta quien pudiera conocerte además de que siempre había deseado que la primera vez que me cogieran fuera con alguien especial y con alguien a quien yo eligiera por mi gusto y no solo por la sensación y el placer de tener sexo. Nora, sabedora de mis "ansiedades" , me regaló en mi último cumpleaños un consolador de hule "para que digas adiós a la virginidad" decía la tarjetita. Tomaba ese pene y lo mamaba imaginando que era de verdad y me lo frotaba en el ano. Confieso que en muchas ocasiones estuve a punto de metérmelo, pero me contuve teniendo la firme voluntad de que quien desvirginara mi culo fuera un pene de carne y hueso y no un hule comprimido en forma de falo.
Asi llegaron las vacaciones de verano del año pasado. Para evitar fricciones con mis padres no opuse resistencia de ir al rancho, lo único bueno era que iba a ver a mis abuelos, pero por lo demás me retorcía del aburrimiento. Llegamos al rancho un domingo por la mañana y por la tarde mi abuelo quiso agasajarnos con una comida que consistió en una rica carne asada a las brasas. Estuvimos conviviendo hasta bien entrada la noche y después nos fuimos a dormir, en mi caso, a tratar de dormir, el canto de los grillos y los ruidos nocturnos de animales no me dejaban conciliar sueño. Por fin amaneció y después de desayunar mi abuelo nos preguntó si queríamos montar a caballo. Rápidamente mis hermanos dijeron que si y yo solo asenté con la cabeza con desinterés, pero cuidando de no mostrar mi apatía para no desairar a mi abuelo que quería llenarnos de atenciones.
– Hortensia, dile a Damián que traiga 3 caballos: el pedro, el cafre y el horquillas¡ Le ordenó mi abuelo a una de sus empleadas.
– Vaya nombrecitos¡ le dije al abuelo.
– jajajaja, son las más dóciles- contesto. No todos los caballos se pueden montar por cualquier persona. Cuando los animales desconocen sus jinetes se pueden portar agresivos y broncos. Pero esos 3 son muy mansos.
Y apareció Damián. Montado en un caballo traía jalando los otros tres. Mi abuelo le dio la orden de que nos llevara por toda la orilla del arroyo y que paseáramos por los pastizales. Mientras Damián ajustaba las monturas de los caballos mi papá le pregunto a mi abuelo por Jacinto, su capataz.
– A Jacinto se lo llevó su hija porque desde hace tiempo se sentía mal y se anda curando una enfermedad del hígado, de tanto chupe el sinvergüenza. Damián es hijo de Ernesto ¿lo recuerdas?. Ahora el es mi nuevo capataz. El abuelo nos presentó a todos con Damián quien nos saludó a cada uno con cierta timidez. Mi abuelo encargó a Damián que nos cuidara y asi comenzó aquel paseo, mientras mis hermanos iban fascinados contemplando los paisajes yo iba fascinado contemplando a Damián: un hombre alto, fornido, enfundado en pantalón y chamarra de mezclilla y su sombrero. Contemplaba su rostro de perfil, un rostro varonil de barba incipiente: todo un prototipo masculino en versión vaquera. Y aquella noche no fueron los grillos ni los ruidos nocturnos lo que me quitó el sueño, fueron las fantasías y deseos eróticos con Damián, me masturbaba imaginando que me cogía entre los pastizales o bajo los frondosos árboles a la orilla del arroyo.
Los siguientes días los empleé en ganarme la confianza y la amistad de Damián. Como hombre de campo es tímido, pero es de esos que cuando los tratas se desenvuelven un poco y sacan su verdadero ser. Es un hombre agradable, con muy buen sentido del humor y en veces hasta bromista. Me iba con el cuando sus actividades se lo permitían, pues por ejemplo acompañarlo a arrear ganado, donde se necesita correr en los caballos sería impertinente de mi parte, pero aprovechaba todo lo que podía para estar cerca de el. Le preguntaba un mundo de cosas simulando interés en las cosas del rancho, pero yo lo hacía solo para platicar con el ¿pues de que otra cosa puede platicar un chico de ciudad con un vaquero? Asi, al paso de los días, mi amistad con Damián fue creciendo y mi deseo por el , también. Me encantaba escuchar su voz de mando cuando ordenaba a los otros trabajadores las actividades que tenían que hacer, pero más me encantaba su porte, su hombría campirana y ……su trasero.
Mi abuelo, mis papás y mis hermanos regresaron al pueblo, pues mis papás y mis hermanos iban a ir a otro pueblo cercano a visitar a unos parientes de mi mamá. Yo no quise ir, pretextando que quería aprender a montar bien para participar en el desfile ganadero de mi ciudad, donde participa todo el que quiere desfilando a caballo por la principales calles, y que se celebra cada año a principios de abril- y que Damián me estaba enseñando. Aunque a mis papás les causó gracia ese incipiente gusto en mi de participar en ese desfile, aceptaron y se marcharon quedando de volver dentro de una semana por mi para regresarnos a la ciudad. Nunca imaginé que yo regresaría a mi ciudad dejando mi "virginidad" en ese rancho, poseído por un auténtico macho vaquero y logrando mi objetivo de que mi primera vez fuera con alguien especial y con quien yo eligiera que me hiciera suyo. Nora se iba a desmayar cuando le contara mi aventura.
4 días después que mi familia se fue del rancho, Damián me llevó a conocer un lugar que llamaban "agua dulce", una especie de manantial que se forma bajo unas grandes rocas como a 2km del rancho y que se llega cabalgando por el arroyo. Damián me platicó que en ese lugar su papá le enseño a nadar y que antes de trabajar en el rancho iba muy seguido y que de niño, era el lugar favorito para irse a comer naranjas cuando se iba de pinta escolar con sus amigos. Nos bajamos de los caballos y nos sentamos bajo unos grandes árboles donde platicamos por mucho rato. En esa plática puede conocer mas de la vida de Damián gracias a mis preguntas e indagaciones: que tenía 39 años, que solo estudió hasta la preparatoria, que nunca se había casado, que solo había tenido dos novias, que le encantaba su vida de soltero porque no tenía los compromisos de mantener a una mujer o hijos. Cuando le pregunté porque no se había casado me respondió con una sonrisa franca: "esa pregunta me la hacen mínimo 3 veces por semana y te respondo lo que le respondo a todo mundo: porque la finalidad de vida del hombre o la mujer no es venir a este mundo a casarse o tener hijos, elegir quedarse soltero también es una opción de vida" – Orale, pensé , que pensamiento tan profundo y tan cierto. de repente me dijo –Basta de comadreos, ¡A nadar¡
– Oye, yo no se nadar.
– Pues aprende¡¡
Damián se quitó la ropa y quedó en calzoncillos. Una trusa blanca ajustada dejaba ver su rico trasero y un cuerpo formado a puro trabajo rudo. Se subió a una de las rocas y se dejó caer al agua. Me quedé parado a la orilla con una especie de pasmo al ver a Damián semidesnudo. Sentía que en lugar de sangre, una especie de fuego recorría todo mi cuerpo.
– ¡Andale, súbete a la piedra y tírate¡ Me gritó. ¡no pasa nada, piérdele el miedo al agua¡
Me subí a la roca y cerré mis ojos para no ver la altura de casi 5 mts de donde me iba a aventar. Por fin lo hice y caí con tanta fuerza que manoteaba para salir a la superficie. Con muchos esfuerzos lo logré. Aunque la profundidad no era mucha, por el esfuerzo y el agua que tragué salí a la superficie del agua tosiendo como viejito con enfisema. Damián se reía burlándose de mi. –Mira, nadar es muy fácil– me dijo mientras se deslizaba braceando de un lado a otro. Yo trataba de imitar sus movimientos pero no podía; me hundía al no coordinar los movimientos de las piernas y los brazos. Y entonces se acercó a mi, me tomó de la cintura y me decía –bracea al mismo tiempo que mueves las piernas, yo te detengo– Cuando nadaba abrazado a el ( o trataba de nadar, mas bien dicho) no podía evitar mirarlo. Me quedaba viendo su torso, su cara y era imposible no mirar su entrepierna, que cuando se ponía de pie para darse vuelta, el agua transparente dejaba ver ese bello bulto bajo la trusa blanca. Lógicamente Damián empezó a darse cuenta (o muy seguramente ya lo había notado en días anteriores) que sentía deseo por el, pero aquel día semidesnudos bajo el agua era mas que evidente. Percibí que aquello lo halagaba, pues el sabía perfectamente que su físico le parecería encantador y sensual a cualquier mujer…o a cualquier hombre como yo. Al seguir nadando sus tocamientos eran mas atrevidos al rozar mis nalgas o mis piernas y como le daba a entender que aquello no me molestaba sino que me agradaba, lo fue haciendo con más confianza.
Salimos a la orilla y yo sentía una excitación que no podía con ella. Y Damián se quitó frente a mi los calzoncillos remojados para exprimirlos y mientras exprimía sus calzoncillos me quedé contemplando un hermoso pene flácido que colgaba de una pelvis peluda y remojada. Aún sacudiendo sus calzoncillos me preguntó si yo me iba a poner los pantalones sobre mis bóxer remojados. No le contesté nada y armado de valor, mirándolo de pies a cabeza y con un impulso que no me importaron las consecuencias de lo que iba a pronunciar, le dije ¡¡ESTAS BIEN BUENO DAMIAN¡¡. Se quedó mirándome fijamente y sobándose su pene me preguntó con una media sonrisa –"¿quieres que te coja ?
Agaché mi cabeza y empecé a chuparle su pene aún flácido que fue creciendo dentro de mi boca. Pronto su verga se puso dura , y aunque no era muy grande como me la imaginaba de acuerdo a su cuerpo, tenía el tamaño suficiente para hacer bramar de placer, ya sea a una mujer, o a un muchacho de ciudad que quería recibir su primer cogida. Mamaba con delicadeza su cabeza, le pasaba la lengua por todo el cuerpo del pene llegando a sus bolas que me metía una a una a la boca. ¡¡Que enorme diferencia hacer felaciones a un pene de hule que a una verga de carne y hueso, que aparte de tener un sabor a "humano" puede dar el placer de saborear un delicioso jugo preseminal que se mezcla con la saliva¡¡ . Sentía un placer desenfrenado lamiendo, besando, mamando el pene de un hombre que me cautivó desde que lo ví por primera vez, que quería que aquel momento no terminara. Pero Damián empezó a respirar agitadamente y sin necesidad de pajear su pene con la mano, lo sacó de mi boca y sus chorros de semen se estrellaron en mi cara y en mi cuello y unos chorrillos calientes se deslizaron sobre mi pecho. Me lavé la cara en el arroyo y regresé a el, lo abracé y comencé a besar su cuello y acariciar su espalda. El agarraba mis nalgas mientras les daba pequeñas palmadas mientras me decía que las tenía bien ricas. –Tienes un cuerpecito bien formado, ¿vas al gimnasio?"– me dijo. -No, practico balet– –¿Qué eso no es para viejas?" —-"jajajja, no también es para hombres ¿a poco no has visto en la tele?" . No respondió a mi pregunta y siguió tocándome, me pasaba su grueso dedo acariciando mi rajadura, me mordisqueaba las orejas y no dejaba de frotar su pene con el mio. Al rato su pito empezó a crecer de nuevo y se lo empecé a mamar de nuevo. Supuso que yo ya quería que me penetrara y de repente me dice: –"Aquí no. Hay veces que viene gente por acá, o hay veces que pasan vaqueros buscando reses. Vámonos y te espero en mi casa después de las 10:00 cuando ya todos se acuesten"
Nos vestimos y regresamos al rancho. Por el camino me dió las "instrucciones": que estuviera pendiente a la ventana de la sala de su casa que iba a estar a oscuras. Que cuando ya no hubiera "peligro" iba a prender un encendedor y que en ese momento iba a poder irme. Me comentó que había veces que compañeros de trabajo del rancho iban a su casa a ver temas del trabajo del día siguiente y en veces se quedaban a jugar dominó hasta tarde. La luz del encendedor iba a ser la señal. La casa donde vivía Damián estaba aproximadamente a 50 mts de la casa principal del rancho. Era una casa chica con una pequeña sala comedor, cocina y una recamara con baño que mi abuelo construyó hace años para que ahí viviera el capataz del rancho. Después de que la pareja de ancianos que vivían y cuidaban la "casa grande" se durmieron empezó un tiempo de espera interminable. No quitaba la vista de la ventana de la casa de Damián esperando "la señal". Por fin el encendedor dio señal de vida y casi corriendo me fui a la "cita". Damián, en calzoncillos y recién bañado, me esperaba ansioso. En cuanto cerré la puerta sus manos fueron directo a mis nalgas.
Dejé que saciara sus instintos al manosearme el culo y restregar su verga contra mis muslos. Me llevó a la cama y se quitó sus calzoncillos echándose de espaldas y frotándose su pene, invitándome sin palabras a que le diera su mamada. Nuevamente tenía ese bello tronco dentro de mi boca, bajaba mi lengua hasta su ano rodeado de pelos que mi lengua fueron remojando poco a poco y adornado por dos hermosas nalgas que lamía y mordisqueaba como un animal en celo. Después de esas faenas me puse a cuatro patas abriendo mi culo con una mano invitándolo a comérselo. Mi culito ansioso sintió por primera vez una lengua que lo lubricaba y haciendo que mi piel se enchinara al sentir en mis nalgas los picoteos de su sexy barba incipiente. Me lamía y mordisqueaba mi hoyito mientras me apretaba las nalgas con sus calludas manos y les daba pequeños golpes, haciéndome sentir que era suyo por completo. Luego me acosté boca arriba tratando de llevar su cabeza a mi pene pero el lo rechazó limitándose a besar mi vientre y mis tetillas. No quise obligarlo a hacer algo que a el no le agradara, me bastaba con ser de el. Y llegó mi momento: me puso una almohada abajo de mi cintura a modo de que mi culo estuviera en una posición cómoda para ser penetrado. Cuando acercó su pene hacia mi culo, lo abracé diciéndole que era mi primera vez. Me dió un beso en la mejilla diciéndome que lo iba a meter despacito. Escupí varias veces sobre mis dedos mojando lo mas que pude mi hoyo y después de varios intentos la cabeza de la verga de Damián estaba dentro de mi. Me abracé fuertemente de su cuello mientras su tranca iba entrando lentamente en mi culito virgen, que por fin, después de tanto tiempo, había esperado comerse el falo de una macho. Apreté fuertemente la espalda y las nalgas de Damián mientras mi culo devoraba ese pene venudo que entraba y salía arrancándome gemidos de dolor y de placer.
Damián extendió mis brazos entrelazando los dedos de sus manos con las mias mientras no dejaba de meter y sacar su verga dejando caer el peso de su cuerpo sobre el mio y penetrándome hasta hacer que sus bolas tocaran mi culo. Entre gemidos le dije que se diera vuelta. Quería montarlo y cogerlo haciendo mis propios movimientos. Sin sacarme la verga del culo me puso sobre el y apoyando mis manos en su fuerte torax, me empecé a deslizar sobre su tranca, moviéndome de arriba hacia abajo y haciendo movimientos circulares que causaron todo tipo de sensaciones placenteras a mi culo. Cualquiera que me hubiera visto cogerme a Damián esa noche hubiera deducido que yo era un experto en el arte de cogerme a un hombre, pero aunque era la primera vez que lo hacía, los muchos videos porno que había visto me aleccionaron al respeto, pues en mis fantasías y masturbadas me imaginaba que me ponían en todo tipo de posiciones. Cuando Damián empezó a gemir y a respirar agitadamente anunciando que su eyaculación estaba próxima , le grité entre gemidos que se viniera dentro de mi. Aquello fue una sensación indescriptible: una bella verga dentro de mi y una explosión de semen caliente en mis adentros no la puedo describir con palabras.
Asi fue mi primera noche con un hombre ¡y que hombre¡ y asi fue mi primera vez. Esa noche estuve con Damián hasta cerca de las 3: 00 AM. Cuando me dijo que ya era hora de irme, que mañana me esperaba de nuevo porque tenía que descansar por su trabajo del día siguiente, me repitió varias veces que debíamos de tener cuidado de que alguien nos viera o sospechara. Su prudencia fue tanta, que a esa hora de la madrugada, salió afuera a fumarse un cigarro y viendo hacia las casas de los otros trabajadores y para todos lados cuidando que no hubiera nadie, y aunque no era normal que hubiera alguien a las 3 de la mañana en los terrenos de un rancho, su miedo a que alguien pudiera descubrir que se había cogido al nieto de su patrón lo ponía nervioso. Cuando me dijo que podía irme y lo hiciera rápido le di de sorpresa un fugaz beso en la boca (pues había tratado varias veces de besarlo durante la noche pero lo rechazó) y como todo un poseído y satisfecho con su hombre le dije "Fue muy rico Damián, eres encantador. Eres mi COWBOY DE FUEGO".
Esas noches inolvidables se repitieron 3 veces hasta que mis padres llegaron al rancho para regresar a nuestra ciudad. Lo primero que hice al llegar fue hablarle a Nora para decirle que tenía algo que contarle, tan maravilloso que no me lo iba a creer. Ahora espero con ansias mis próximas vacaciones. Ustedes deduzcan si seguirá mi misma antipatía por viajar al rancho de mi abuelo y al canto nocturno de los grillos.
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