De chuparsela en los baños a ser su puta en su casa.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alex15100.
Primero que nada creo que debo presentarme.
Me llamaré a mi mismo Daniel mientras que al sujeto que conocí en los baños lo llamaré Christian.
Actualmente tengo 19 años y esto pasó poco después de cumplir mis 16 años.
Este relato puede ser verdad para algunos, ficción para otros, y una mezcla de ambos para otros pocos.
Al final, ustedes deciden en que creer.
Soy un chico que mide 1.
75, de complexión delgada.
Tengo ojos color miel y mi cabello es castaño oscuro.
Tengo piel aperlada.
No estoy realmente marcado debido a que no hago ejercicio pero siempre he sido un chico delgado.
Mi miembro mide unos 15cm y no mentiré diciendo que tengo unas perfectas nalgas pero realmente no me quejo de lo que tengo.
Todo comenzó un sábado en el que por calentura decidí ir a un centro comercial que no queda muy lejos de mi casa.
No era la primera vez que asistía a ese lugar.
Es un punto ya conocido de cruising aunque actualmente ya está demasiado quemado como para poder hacer algo.
Ese día estuve sentado en unas bancas frente al cine como si estuviera esperando a alguien.
Al no ver mucho movimiento me adentré en los baños en los cuales solo estaba un señor con su hijo.
Para no verme muy obvio entré a un cubículo y me senté para hacer un poco de tiempo.
No pasó mucho cuando ellos salieron y entró alguien a los urinales.
Después de un rato noté que no se marchaba por lo que supe que seguramente buscaba algo.
Subí mis pantalones y salí del baño para ver que se trataba de un sujeto alto y ancho.
No estaba gordo pero si se veía muy ancho, espero darme a entender con eso.
Tenía 33 años, después me enteré, pero lo que más me llamó la atención era que se estaba masturbando y tenía una verga deliciosa.
Un poco larga, ancha y estaba circuncidado.
Como el notó que yo lo estaba viendo ni corto ni perezoso se giró y yo me acerqué para comenzar a masturbarlo pero él quería más.
—Chúpamela— Me susurró y yo ni me lo pensé dos veces para agacharme.
Al estar en un baño público no podía darme el lujo de jugar con su verga por lo que de inmediato la introduje en mi boca y comencé a chuparla.
Los nervios y el morbo me invadían por completo.
El hecho de saber que alguien podía atraparnos me asustaba y excitaba al mismo tiempo.
Estuve chupándosela poco menos de un minuto hasta que se escuchó ruido en el pasillo.
El se la guardó y yo me dirigí a lavarme las manos y fingir demencia.
A los pocos segundos entró otro sujeto al cual no le presté atención ya que parecía ir directo a hacer sus necesidades.
Christian, quien aun no me decía su nombre, se acercó a mí y de la manera más descarada me apretó una nalgada para después fingir peinarse.
—Vivo aquí cercas ¿Jalas o qué? — Me preguntó sin importarle si el otro sujeto nos escuchaba.
Debo admitir que dudé por un momento.
No era virgen realmente pero de alguna manera siempre me ponía nervioso cuando de coger se trataba aunque en el acto se me olvidara.
—Sobres— Respondí no muy convencido pero me fui tras de él.
Salimos del centro comercial y me guió hasta su auto al cual subí y me encaminé a su casa.
El corto camino a su casa me fue manoseando mis muslos mientras yo le apretaba la verga por el pantalón y también nos presentamos.
Me dijo su nombre y su edad.
Le dije el mío y mi edad y le pregunté si no había problema y él dijo que no.
Que le gustaban “tiernitos”.
Al llegar a su casa me ofreció algo de tomar pero yo negué con la cabeza pues me encontraba nervioso.
No fue hasta ese momento que realmente le presté atención.
Mediría poco más de 1.80 pienso yo, obviamente nunca lo medí.
Tenía un cuerpo ancho pero sin estar gordo.
Era como si hiciera ejercicio a pesar de que no estaba marcado.
A mi lado realmente se veía intimidante.
Tenía el cabello oscuro y sus ojos eran color cafés oscuros.
Su piel era morena pero tampoco tan oscura.
Muy guapo a mí gusto la verdad.
—Wey te voy a ser sincero soy bien pinche salvaje y puerco— Si, él tenía esa forma de hablar.
—Me van las nalgadas, las cachetadas y chingos de mamadas más.
Me gusta que sean bien perritas en la cama.
Si quieres entrarle te aguantas y te llevo a tu casa.
Si no ya mámamela, te los tragas y ya—
Debo decir que creo que jamás olvidaré como me sentí en ese momento.
A esa edad, bueno actualmente también, me la vivía viendo porno.
Y claro que había visto aquellos videos donde se los cogían bien rudo y me había masturbado viendo eso.
Pero hay una raya entre verlo y hacerlo.
Tenía muchos nervios y me quedé callado por unos segundos.
Pero la verdad no me lo pensé mucho.
Y no por qué estuviera seguro.
Pero la calentura me podía más que cualquier otra cosa.
Me había subido al carro de un desconocido que bien podía ser un secuestrador así que sentía que iba a poder aguantar todo eso.
Grave error.
En este punto quisiera decir algo.
A pesar de que lo que va a pasar parecería en algunas partes violación, nunca lo sentí así.
Incluso con el tiempo llegué a disfrutar con eso pero esa es otra historia.
—Sobres, está bien— Acepté.
Aprendí que Christian era un hombre que le gustaba tener el control cuando me tomó de los cabellos y me los jaló hasta guiarme a su habitación.
Entre muecas y quejidos me tiró a la cama y comenzó a jalar mis pantalones para quitármelos.
A pesar de que lo ayudé siempre sentí como él parecía necesitar tener el control de todo.
En tan solo unos segundos ya estaba completamente desnudo y a su meced.
—Pero que puta saliste— Me insultó para después jalonearme y dejarme hincado en el piso.
—Ahora quiero que te la tragues toda—
Evidentemente yo estaba a sus órdenes.
Desabroché su bermuda y se la bajé junto con su bóxer para poder ver esa verga tan rica que tiene.
Ahora sin la presión de la prisa pude pasar mi lengua por sus huevos como tanto me gusta hacer.
Lambí desde la base hasta su glande, el cual por cierto es muy sensible y de por fin de nuevo me la metí en la boca.
Solo metía a metía y la volvía a sacar.
Christian se limitaba a gemir y a darme unas palmaditas en el cachete.
Tan encantado estaba yo sintiendo como su pedazo de carne se metía en mi boca que me tomó por sorpresa cuando me empujó la cabeza y me dio una embestida para metérmela toda en la boca.
Como reaccionar natural del cuerpo tuve una arcada y mi instinto fue sacarla pero no me dejó.
Me empujó como si deseara poder meterse aun más en mi boca mientras mi rostro se tornaba rojo y comenzaban a salirme lágrimas.
Las arcadas seguían presentes y sentía que iba a vomitar.
Entonces sentí la primera cachetada, una dura y sin temor a lastimarme pues lo hizo.
Entonces fue cuando me dejó libre y comencé a toser y a escupir en el piso.
—Hay que entrenar mucho más esa garganta— El dijo algo parecido.
Entonces nuevo me tiró de los cabellos y me puso a mamar.
Pero ahora era él quien movía su cadera follando mi boca y garganta mientras él jadeaba con fuerza.
Me pegó dos cachetadas más y en ese punto ya no sabía si mi rostro estaba rojo por las cachetadas o por por cómo me la metía hasta la garganta.
Cuando por fin me soltó de nuevo comencé a toser y a respirar profundo.
No estaba nada acostumbrado a ese trato y fue cuando me tiró a la cama.
Pero no fue para pedirme que me pusiera en cuatro, él lo hizo.
Entre jaloneos y demás me acomodó en cuatro y a su merced.
—Mira putita, ahorita nada más por qué es la primera vez que jalas.
A la otra no voy a ser tan buena gente y que diosito te cuide— Me amenazó y yo solo respondí con un tembloroso “Si”.
Entonces fue cuando sentí su lengua en mi entrada.
En mis pocas experiencias previas solo como dos veces, si no mal recuerdo, me habían hecho eso.
Y es que el sentir su húmeda lengua comenzando a pasar por mi entrada era algo que me encantaba.
Me estremecía y por alguna razón comenzaba a mover mis pies desesperadamente.
El cómo metía un poco de su lengua en mi interior me hacía jadear y comenzar a desesperarme por qué fuera algo más duro lo que me metiera.
Cuando se separó de mi entrada me pegó un par de nalgadas en cada glúteo lo cual me hizo soltar un par de quejidos por lo rudo que era conmigo y por el ardor.
Me continuaba insultando diciendo cosas como “Putita” “Maldita zorra” o “Te voy a partir el culo” mientras él se ponía el condón y se acomodaba detrás de mí.
Pasó una mano por mi abdomen y con la otra sujetó su verga para colocarla en mi entrada.
No fue suave.
Ejerció toda la fuerza que podía y a pesar de que batalló un poco pues se resbalaba al final logró meter su glande y un poco más de golpe.
Aquello me hizo soltar un grito pues realmente me había dolido, demasiado.
Me dolía más que mi primera vez y él no perdió el tiempo.
Ahora con ambas manos jalaba de mi cuerpo y empujaba hasta que sentí sus huevos en mis nalgas.
Aquello fue una de las cosas más dolorosas que he sentido.
Y comenzó a moverse de una manera que no esperaba.
Era demasiado rudo con mi culo no tan experto y él parecía disfrutar de mis gritos, de mis quejidos, de mis gestos de dolor y de la manera en que le pedía que parara pero él no lo hacía.
No mentiré diciendo que el dolor mágicamente se fue y todo se volvió placer, no, no lo hizo.
Incluso días después continué teniendo algo de ardor y dolor, principalmente al defecar.
Sentía como entraba y salía su verga de mi interior y como de repente empujaba como si quisiera llegarme hasta el estomago antes de volver con sus salvajes embestidas que generaban un morboso sonido por su verga entrando y saliendo, y por sus huevos golpeando mis nalgas.
—Pero que estás bien rica perra— Me insultó de nuevo y me dio un manotazo en la espalda obligándome a recostar mi cuerpo dejando mi culo al aire.
Entonces él me la sacó para acomodarse a mi lado.
Puso un pie en la cama y el otro en mi cara para volver a metérmela ahora con facilidad y de golpe sacándome otro grito.
Yo mentalmente solo pedía que me la sacara pero la verdad es que una parte de mi disfrutó.
La manera en que me la continuaba metiendo ya me hacía hasta llorar.
Estuve un rato más que bien pudo ser un minuto, pero lo sentí como una hora cuando me la sacó.
De un nuevo tirón de cabellos me hizo alzarme y se quitó el condón.
—Abre la boca, y quiero que te tragues todo lo que te dé—
Obedientemente y con mi rostro ardiendo ya no sabía si de tanto gritar, de dolor, o por las cachetadas terminé abriendo la boca.
El comenzó a masturbarse y acompañado de unos morbosos gemidos por su parte comenzó a tirar leche tanto en mi cara como en mi boca.
Tragué lo más rápido que pude sintiendo una arcada por el sabor pero no me dejó limpiarme.
En su lugar tomó uno de esos desodorantes Ovao.
Los que son como chiquitos, gordos y paren tubitos.
Y me lo metió a la boca hasta que solo se vio la tapa.
Con su celular me tomó una foto y me sacó el desodorante.
—Solo es para el recuerdo, te prometo que nadie más la verá— Y le creí.
Me pasó una camisa suya para limpiar mi rostro y agradecí que no me obligara comerme aquello también.
Después de aquello pareció ser otra persona, una más “humana” por así decirlo.
Me platico que le gustaban ese tipo de juegos, que le había gustado mucho hacerlo conmigo.
Y me puso algo de lidocaína para que el dolor pasara.
Incluso me regaló lo que había quedado del tubito el cual no era mucho realmente.
También me hizo lavarme la boca con pasta dental para poder besarme.
Estuvo otro rato manoseándome y besándome hasta que ya fue hora de irme.
Aun sentía dolor, pero por la crema no era tanto.
Aun así no sabía si era yo quien estaba sugestionado o no pero sentía que cojeaba.
A pesar de que él me dijo que no.
El me llevó a mi casa y en el camino decidió preguntarme más sobre mi vida y cosas así.
Le pasé mis datos y quedó de llamarme después.
A pesar de todo lo que me hizo, él despertó en mi aquél lado que no sabía que tanto disfrutaba.
El entregarme por completo a la sumisión de un hombre.
Por qué volví con él, muchas veces.
Donde me mostró todo lo que él era capaz de hacer, y yo de aguantar.
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