De como me la metieron
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Guocher.
Unos compañeros del trabajo que eran homosexuales hablaban con mucha naturalidad de sus experiencias y aprendí que en ciertos locales y en algún baño público había tíos que buscaban sexo. Un día de compras en un conocido centro comercial acudí al servicio a echar una meada. Mientras orinaba tranquilamente un tipo se puso en el urinario de al lado y empezó a mirar con la intención de ver mi polla. Ahí recordé las cosas que contaban mis compañeros por lo que me dispuse a tener mi primer encuentro homosexual en un lugar público. Ante la insistencia del tipo opté por mostrarle mi polla, que inmediatamente se me puso como un hierro, se la enseñe en todo su esplendor y me bajé bien el prepucio para que el tipo apreciara bien el brillo que había adquirido mi capullo.
El tío alargó su mano, me agarró la polla y empezó a pajearme nerviosamente mientras vigilábamos que nadie nos viera. Entró un señor que no parecía estar interesado en la paja pero al verlo mi pajeador me la soltó y nos pusimos a simular que estábamos meando.
En poco tiempo fui aprendiendo como desenvolverme en sitios donde se practicaba el cruising, al principio me limitaba a los tocamientos y las pajas, algunos tíos me la chuparon pero yo no estaba por la labor de chupar pollas de desconocidos con higiene dudosa.
Descubrí que en un parque cercano a mi casa había una zona donde la gente iba en busca de sexo. Empecé a frecuentar ese lugar y he de decir que tuve varias experiencias bastante buenas. Me hicieron muchas pajas y mamadas y yo también pajee a muchos tíos en sus coches o entre los arbustos del parque. Siempre que me pedían que yo se la chupara me negaba rotundamente.
Una noche un tipo que andaba por allí entre los arboles me hizo un gesto para que me acercara. Así lo hice. Al llegar a su altura vi una de las mejores pollas que he visto en mi vida. Grande, gruesa, recta… , preciosa. Con gran entusiasmo se la fui tocando con delicadeza recorriendo con mis dedos aquel palo duro y suave. El tipo estaba disfrutando con mis tocamientos cuando de pronto me pidió que se la chupara.
Como siempre, me negué a hacerlo. Continué haciendo la paja pero el tío no paraba de insistir e incluso se estaba poniendo un poco violento. Ese esplendoroso pene me estaba gustando muchísimo y como el tío insistía tanto en que se la chupara que me dispuse a hacerlo. No había chupado ningún pene desde que a los trece años le hice alguna mamadilla a mi vecino y a su primo pero esta, pensé, era la ocasión de volver a hacerlo.
Acerqué mi boca a ese precioso torpedo que tenía ante mi. El olor que desprendía no era desagradable, recorrí con mi lengua toda la superficie del glande, lamí y saboree el liquidillo que brotaba por su rajita, besé con mis labios toda la punta de ese maravilloso pollón. Así poco a poco continué con pequeñas mamadas hasta que el tío empezó a hacer movimientos cada vez más fuertes follando mi boca como jamás nadie había hecho. Cuando me la metía hasta la garganta aún sobraban muchos centímetros. La violencia del pavo en sus acometidas me provocaban arcadas y me ahogaban, me agarraba de la cabeza y me obligaba a tragar polla a lo bestia. En ese momento estaba disfrutando bastante con todo eso aunque tanta violencia ya me estaba asustando un poco y estaba deseando que se corriera de una puta vez.
Lejos de correrse como yo quería el tipo empezó a decir que me la iba a meter y a correrse en mi culo. Yo ya estaba muy cansado y bastante mareado. El tipo me tenía totalmente a su disposición y hacía conmigo lo que le venía en gana. Lo mismo me daba un pollazo en la boca que me tocaba el culo intentando meterme un dedo en el ano que me llamaba puta cerda o decía que me iba a reventar.
El pavo me estaba violando en toda regla. De malas maneras me quitó los pantalones, me puso boca abajo, se tumbó encima de mi, intentó lubricar mi ano con unos cuantos salivazos y me metió los dedos. Era más fuerte que yo y me tenía prácticamente inmovilizado a su entera disposición. Con los dedos me estaba haciendo mucho daño pero no podía ni gritar y solo acertaba a pedirle que por favor no fuera tan brusco, que me hiciera lo que quisiera pero que no me hiciera más daño. Ni caso. El tío disfrutaba como un loco teniéndome ahí como un muñeco para su perversa diversión.
Cuando le pareció bien me puso a cuatro patas para intentar metérmela en el culo. Yo ya tenía mi ano muy dolorido y lleno de sus babas. Me daba unos tremendos pollazos pero no acertaba con el agujero, se calmó un rato para ayudarse con los dedos en localizar mi ano. Por fin encontró la manera de tener la punta de su polla a la puerta de mi dolorido ano e intentó la penetración de forma más suave. Era evidente que el grosor de esa polla iba a dificultar enormemente la penetración de mi virginal y estrecho ano. Por mi parte yo ya había renunciado a oponer resistencia y aunque me dolía mucho me presté a colaborar para intentar sacar algún provecho positivo de aquello que me estaba pasando. Como ya no podía sentir más dolor no me importó que el tío me colocara de diversas maneras intentando meterme la polla hasta que yo mismo tome la iniciativa.
Le dije que se tumbara boca arriba y yo lo cabalgué sentándome sobre su polla. Abrí mis piernas y levante un poco el culo para que mi agujero quedara al alcance de la cabeza de la enorme polla de mi violador. Hice algunas maniobras hasta que la punta de la polla quedó minimamente atrapada en mi esfinter. Así muy poco a poco y con los movimientos precisos fuimos consiguiendo que el glande fuera entrando en mi culo. El dolor se fue transformando en placer a medida que ese pedazo de carne dura se iba introduciendo cada vez más profundo. Al cabo de unos minutos estaba ahí botando sobre el tío con su polla dentro. La mía, que había olvidado durante el proceso anal, se me volvió a empalmar y mientras me daban bien por el culo me corrí echando toda mi leche sobre el pecho del tío que me estaba follando.
Mi corrida sobreexcitó al tío de tal manera que en un rápido movimiento sacó su polla de mi culo, me quitó de encima suyo, me puso a cuatro patas y me la volvió a meter dando varias enculadas hasta que se corrió dentro de mi.
Sin decir una palabra el tío desapareció y yo me quedé ahí en el suelo tirado con una rara sensación entre el dolor, el placer, la humillación y la satisfacción.
Guocher
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