De esos amores que casi matan. Part 1 "La universidad"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Martin007.
Cuando ingresé a la universidad a los diecinueve años me sentía como un pez fuera del agua, por desgracia era mi segunda carrera ya que había desperdiciado un año estudiando algo que no me gustaba y que gracias a dios tuve el valor de dejar justo a tiempo.
Mis amorosos padres decidieron darme una última oportunidad y me enviaron a una universidad un poco lejos de casa con la condición de que si volvía a fallar, me las arreglaría solo, era el martirio de tener que estudiar durante cuatro años algo que en verdad no era lo mío pero al menos podría vivir solo como mucho tiempo lo quise. Fue así como ingresé en la licenciatura en Pedagogía, no puedo decir que es algo que me apasione, pero me servirá para después hacer lo que en verdad quiero hacer.
En fin, puedo recordar mis nervios al llegar a la universidad, tuve que tomar un camión infestado de niños de secundaria y trabajadores nocturnos que volvían a casa, cosa que no me ayudó mucho a mejorar mi humor ese día pero que era necesario ya que mi nuevo hogar estaba un poco lejos de mi institución educativa.
Yo después de mucho tiempo sería el chico nuevo pues había llegado algunos días después del inicio de clases por culpa de mi inseguridad a estudiar algo. Practiqué un pequeño monologo para presentarme y algunas bromas para que todos rieran y al menos ganarme el lugar de payaso de la clase, sí, tenía todo planeado.
Crucé la puerta lentamente para encontrarme con la mirada de todos, ellos me vieron de pies a cabeza, ojos castaños, cabello del mismo color, cejas y pestañas pobladas, piel morena clara y cuerpo normal, lo cierto es que no había mucho que mirar porque lo común se me salía hasta por las orejas como decíamos en México.
Busqué un lugar para huir de la mirada de todos y me senté hasta el frente sin hablar con nadie, sin embargo no me costó mucho trabajo hacer amigos pues puedo decir que soy bueno socializando y son ellos quienes me buscan primero.
— Holis niño nuevo ¿Cómo te llamas?— Me preguntó alguien quien después se convirtió en mi mejor amiga— Cristóbal pero todos me dicen Cris.
Los vi a todos, eran más mujeres que hombres, veinticuatro alumnos en total, pero para esa hora faltaban algunos, todos fueron desfilando frente a mí y me veían confundidos pues yo era el nuevo, algunos sonreían otro solo daban los buenos días.
Al fondo se sentaban quienes fueron mis amigos en esa época, Martin, Jessica y Ryan, tiempo después ellos me confesaron que me odiaron los primeros días ya que sobresalí en todas las materias al tener conocimientos en filosofía y técnicas de aprendizaje.
Entonces, mientras le sonreía a todos y me daba cuenta que sobrevivir no sería tan difícil, sucedió, la puerta se abrió de par en par dejándolo entrar, su nombre era Ramiro, cabello lacio y en punta con ojos castaños, de piel morena clara y con musculosos brazos que presumía como si estuviesen asegurados por un millón de dólares, jamás pensé que fuese a tener un compañero tan guapo, el engreído desfilaba hasta su lugar como si estuviera el pasarela y mostraba esos dientes blancos que brillaban con las luces del aula.
Algunas compañeras se alegraron en cuanto lo vieron llegar, me di cuenta que todos le sonreían menos Ryan quien se cruzaba de brazos y suspiraba con desdén pues competían en cuestiones de cuerpo físico, viendo quién tenía los músculos más grandes.
Ramiro me vio despectivamente como si hubiese estado invadiendo su espacio o como si fuese una clase de intruso, como si no le hubiese pedido permiso para entrar, yo lo ignoré y aparté la mirada de él para que supiera que no me intimidaba, sin embargo era todo lo contrario, me conquistó en el momento en que sonrió a causa de mi indiferencia y es que él era la aventura que yo siempre quise tener.
Para ese entonces ya sabía que era Bisexual, siempre lo supe, gracias a que desde los ocho tuve “Juegos” Con uno de mis primos y con quien me besé por primera vez y gracia a que él me dejaba tocar su cuerpo, sin embargo nunca llegamos a nada, porque yo quería que mi primera vez fuera especial.
Mi gran amor fue mi mejor amiga en la secundaria de quien nunca pude tener el gusto de robar un beso, pero también tenía claro que me atraían algunos hombres, algunos de los cuales creo que me enamoré pero nunca me atreví a confesárselo, hombres que me atraía, sobre todo los mayores que yo.
Antes de la última clase ya me llevaba con más de la mitad del salón y pude sentir la mirada de Ramiro como si estuviese espiándome durante todas las clases, el chico simplemente me atraía pero no lo quería reconocer.
— Hola Cris— Dijo Jessica presentándose— Mi nombre es Jessica, él es Martin y el gigolo de allá es Ryan— Es un placer— Respondí al saludo sonriendo a todos— Ya nos dimos cuenta que eres bueno en eso de la filosofía y que además te gusta leer mucho— Dijo Martin con cierto todo burlón— Algo hay de eso— Contesté riendo por su intención de hacerme sentir incomodo— ¿Chicos ya consiguieron quien les pase la tarea?— Ryan llegó a interrumpir el monologo de presentación, el tipo ni siquiera me vio, solo se limitó a interrogar a sus amigos— Muchas gracias pendejo, en eso estábamos, ya lo echaste a perder— Entonces eso era, no querían conocerme, solo querían que les pasara la tarea, levanté una ceja al conocer sus verdaderas intenciones y Jessica y Martin sonrieron con nerviosismos al verme serio— Yo la tengo pero… Nada en esta vida es gratis— Dije sonriendo con malicia.
— Vaya vaya entonces no eres el niño matado que aparentas— Jessica sonrió como solo sonríe una hiena antes de ver a su presa— Y ustedes no son los alumnos responsables que aparentan— Martin se sintió ofendido y Ryan solo se dio la vuelta y se fue.
— No se preocupen, estoy seguro que ya podrán devolverme el favor pero aquí está, si quieren pásensela a su amigo aunque al parecer no le caigo muy bien— No, es que él es así, muchas gracias por tu aportación, algo me dice que seremos muy buenos amigos— Jessica me dio su mano en señal de trato y yo la bese como lo hacen los caballeros— Estoy seguro de que así será— Jessica se sonrojó y Martin me arremedó mientras se iba, wow jamás pensé salir vivo de esa.
Me fui al baño para lavarme las manos pues Jessica usaba esas cremas humectantes con brillos y yo odiaba eso, pero cuando entré al baño allí estaba Ramiro cambiándose, vi su torso descubierto mientras entraba— ¡Hola qué tal, buenos días!— Lo asusté, se puso nervioso y fue lo único que alcanzó a responder, yo solo sonreí al verlo sin que se diera cuenta y lavándome las manos con toda la calma del mundo le dije— ¿Sabes cuál es la primera clase?— Ramiro se vistió cubriéndose esos pectorales con una línea de vello que cruzaba su vientre y se perdía en su ingle, me deleité viéndolo pero conservando la calma.
— Es, psicopedagogía— Respondió él ya serio y al parecer molesto— Gracias— Después de eso me fui a clase ignorándolo el resto del día.
Mi primera semana allí y ya me llevaba con todos, al ser responsable y entender todo a la primera pronto me hice de un grupo de chicos que siempre querían tener una buena nota en algún trabajo, para ese entonces nunca me había tocado hacer tarea o estar en un equipo con Ramiro, sin embargo un día todo cambió.
— Chicos quiero que formen equipos de tres para hacer la siguiente dinámica, todos tienen que contar cosas sobre ustedes mismos y sobre sus intereses, entonces los compartiremos, de esta manera vamos a estimular la convivencia en grupo— La profesora era demasiado empalagosa y hasta burda— Usted dice “Estimular” Otra vez y me doy de baja en la universidad— Mi equipo rio después de mi chiste y cuando llegó el momento de presumirnos, una compañera nos presentó a todos.
— Bueno él es Cristóbal, le gusta que le digan Cris, le gusta leer, la música Jazz, el karate y toca el piano— Mi profesora hizo un gesto de sorpresa que me costó interpretar, hasta que dijo “Otro pianista karateca” Yo no entendía el porqué de sus palabras hasta que respondió “Ramiro también practica ese arte marcial y también toca el piano”
El mundo se me vino encima, jamás de los jamases pensé que podría tener algo en común con Ramiro, irónicamente después de saber eso comencé a odiarlo en secreto, el tipo era guapo, fuerte, carismático, gracioso, talentoso y a todos les caía bien, era imposible no sentir envidia de alguien así.
De pronto después de esa clase Ramiro se me acercó sonriendo como si fuésemos amigos de toda la vida, cosa que odié todavía más, lo que más odiaba es que cuando suspiraba la línea que dividía sus pectorales se enmarcaba más y eso me derretía.
— Así que pianista Karateca— Dijo Ramiro riendo y viéndome con una sonrisa— Sí… ¿Qué cinta eres?— Le pregunté sin sonar intrigado— Roja a unos meses de mi examen para negra— Respondió con modestia y sin sonar egocéntrico, rayos sí que comenzaba a odiarlo— ¿Y tú?— Ahora Ramiro era diferente, no supe qué cambió en él aquel día o qué pensó de mí cuando me conoció pero por más que me molestase admitirlo, me encantaba el chico y me moría por al menos tomar su mano y besarlo.
— Soy cinta roja también aunque hace mucho que no entreno— Confesé sin vergüenza— Bueno Cris yo no creí que…— Ramiro puso su mano en mi hombro riendo y en ese instante las piernas me temblaron, pero por desgracia alguien llegó a echarlo todo a perder— Ramiro qué pasó ayer, me quedé esperándote para ir al GYM— Ryan había llegado con su onda musculosa (Me encanta decir eso) A interrumpirnos, su intención era acaparar a Ramiro y eso me molestó bastante. Me fui dejando al par de amigos platicando e hice como si no me hubiese importado.
Llegué a casa aquella tarde muy cansado, vivía en un departamento que mis padres rentaban para mí y allí tenía todo lo que necesitaba, cuando llegué después de las tres me di cuenta de que alguien me estaba esperando en la puerta, era mi primo Arturo, con quien me divertía.
— ¿Arturo? ¿Qué haces aquí?— Me sorprendió bastante encontrarlo allí— Pues vine a visitar a mi primo favorito y a darte unos encargos que te mandan mis tios— Arturo tenía veinticuatro años en ese entonces, blanco, cabello negro, cuerpo atlético y labios gruesos. Lo invité a pasar sin darme cuenta lo excitado que estaba después de los acontecimientos de ese día así que una vez adentro tomé a Arturo de su camisa y me deshice de ella.
— Con calma Cris que no me voy a ir a ningún lado— Necesitaba a alguien con quién desahogar mi éxtasis y me vino de maravilla la visita de mi primo. Lo besé como antes me daba vergüenza besarlo, introduciendo mi lengua en su boca para que él me tomara con fuerza de los glúteos y me cargara restregando su paquete mi trasero.
Le toqué todo su cuerpo mientras lo lanzaba a mi cama, con mis dientes di pequeñas mordidas en todo su pecho y torso pensado que se lo hacía a Ramiro, todo era por Ramiro, mis besos en el cuello de Arturo, la manera en que soplaba en su pene para darle calor y que se pusiera tan duro como una roca.
Arturo me besó en los labios mordiéndome y echándose encima de mí— Aquí no están mis tíos y puedo cogerte como siempre lo has querido— Dijo mientras introducía su mano en mi ropa interior y estimulaba mi orificio— ¡No! Espera, no quiero que hagamos eso… No estoy listo, mejor déjame intentar algo nuevo.
Vi la cara de desilusión de mi primo y pude ver los ojos de Ramiro, lo jalé a mí con desesperación para que en su pecho se escuchara el latido de mí corazón. Desabroché el pantalón de Arturo y vi su imponente erección, era tan robusto y fuerte que el tamaño que sus hombros me excitaba, su abdomen plano y aparentemente marcado eran recorridos por mis manos mientras en sus pezones disfrutaba el hacerlo estremecerse.
Le saqué su pene y de la nada lo introduje en mi boca sin saber por qué, jamás le había dado sexo oral y creo que lo estaba haciendo bien porque me jalaba del cabello y emitía sonidos que solo me ponían al límite y me hacían sentir cosquillas en el tronco de mi pene.
De su herramienta salía un líquido salado y agridulce que no me molestaba para nada, por momentos con mis dientes masajeaba las venas de su tronco de forma suave y lo lamía como una paleta, qué rayos me estaba pasando, solo tenía el corazón acelerarse y querer escuchar la voz de Ramiro.
Arturo me pidió que me apartara y masturbándose terminó de tal manera que chorros de semen saltaron de prisa y cayeron sobre su vientre y pecho mientras jadeaba, aquello me tenía tan excitado y caliente que lo devoré, con mordidas, besos, lamidas, quería desahogar en mi pobre primo todo lo que Ramiro causaba en mí.
En un momento Arturo se puso de pie y me tomó fuerte de la cintura para restregar su pene sobre mi bóxer, me daba un toque eléctrico cuando lo pasaba por mi ano y decía “Siéntelo Cris, es todo tuyo, déjame metértela” Pude haberle dicho que sí pero mis deseos por guardarme para algo más que sexo con mi primo se impusieron, de pronto al no tener respuesta de mi parte, Arturo interpretó mi silencio como un sí y comenzó a empujar causándome dolor.
— No, espera, no quiero hacerlo todavía— Arturo no hizo caso a mis suplicas y lo introdujo un poco más sujetándome con fuerza— Te dije que no quiero ¡Detente, me duele!— Pero no hizo caso, me sujetó fuerte de la cintura y trató de pegarme más a él, quería hacerlo por la fuerza y yo en verdad no estaba listo.
Forcejamos un poco pues sin llegar a la violencia, Arturo estaba casi seguro que terminaría aceptando— Espera Ramiro, no lo hagas aún— Dios, le había cambiado el nombre, creí que eso solo pasaba en las películas— ¿Quién chingados es Ramiro?— Arturo estaba furioso y no sé por qué en un segundo llegué a pensar que iba a golpearme, pero no, solo tomó su ropa y se fue muy molesto dejándome allí cubierto por parte de su semen y a punto de explotar de la excitación, se fue sin decirme nada y me dejó allí en la cama con los sentimiento que el idiota de Ramiro causaba en mí.
Me puse de pie y vi que mi piel estaba roja y la temperatura al límite, sin embargo solo recuerdo que comencé a llorar mientras me sentaba en el suelo y trataba de mantener la calma.
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