De esos amores que casi matan. Part 3 "Mi primera vez"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Martin007.
Siempre me cuestiono sobre lo que pasó aquel día, era como si lo hubiese estado esperando, como si aquel día hubiese estado marcado en el calendario para comenzar a ser quien hoy soy y en pocas palabras y dejando de lado la terminología rebuscada y egocéntrica, ese día empezó mi vida sexual homosexual, con un completo extraño, con alguien que no conocía, aun después de las peticiones desesperadas de Arturo o mi increíble obsesión por aquel “Amigo” al cual odiaba y amaba en secreto, a pesar de eso me entregué a alguien que en mi vida había visto, a un prostituto.
En un sitio de internet de la ciudad muchas mujeres y hombres ofrecían sus servicios por si alguien estaba necesitado de compañía, fue algo gracioso el verme allí cual joven que va a comprar zapatos, el ver a todos los prospectos y analizarlos bien de pies a cabeza “Muy velludo, muy bajo, muy asiático, no tan alto, demasiado dotado, muy femenino, demasiadas perforaciones, muchos tatuajes, no suficiente tatuajes” ahora que lo recuerdo me causa mucha gracia.
Pero explorando aquellos sitios de internet lo encontré, en el anuncio decía “Cansado de lo mismo, ven a mis brazos y te haré sentir como nunca antes te has sentido” sonaba razonable y prometedor así que lo contacté, no confiaba mucho en sus fotografías ya que parecía demasiado ideal, demasiado perfecto para ser real, así que no me hice muchas ilusiones y no le di la dirección de mi casa, lo esperaría a unas cuantas casas de distancia y entonces comprobando que era quien decía ser, lo invitaría a pasar.
Quedamos de vernos a las seis de la tarde, sería el servicio completo, de toda la noche. Me miré al espejo mientras me preparaba y comencé a preguntarme si estaba haciendo lo correcto “¿Qué estás haciendo Cristóbal? ¿Es así como quieres que sea tu primera vez? ¿Con un extraño?” El espejo estaba empañado y yo desnudo, al pensar en lo que sea que haría me excité de inmediato y una erección apareció para confirmar mis preguntas “Pues al parecer tomaré eso como un sí.”
Lo esperé a unas cuantas casas de la mía, yo usaba mi suéter de rayas y el cabello alborotado como siempre, nervioso intenté practicar lo que iba a decir, estaba demasiado asustado, quería fingir que tenía experiencia en todo esto para no quedar como un idiota pero tenía en claro que antes de la acción debía confesarle que era mi primera vez, para que no fuese tan salvaje y no me lastimará.
Estaba distraído cuando de pronto me habló, alcé la mirada para verlo por completo, era alto, con la sonrisa más hermosa y perfecta que alguna vez he visto, esos dientes aperlados adornaba su rostro de una manera celestial, sus cejas pobladas, sus facciones masculinas, sus hombros anchos, brazos fuertes que me hicieron morderme los labios, sus pectorales notables e inmensos, su vientre plano y marcado, sus piernas torneadas y musculosas y su voz, su voz me hizo contraerme más de una vez y tartamudear mis disculpas a lo que me había preguntado.
— Tú eres… Ya sabes— Dije apenado, sonrojado y mirando a otra parte— Llámame Alberto, seré todo tuyo esta noche— Lo miré otra vez para comprobar que lo que había visto antes era real, era tan perfecto y guapo que me costaba creer que fuese algo tangible y vivo, aunque pude detectar cierta arrogancia en sus palabras por su belleza, lo cual me molestó bastante— Mucho gusto… Yo soy, Cristóbal— ¿Habría cometido un error al decirle mi verdadero nombre? Después de todo, nada me aseguraba que en verdad se llamaba Alberto— Bueno Cris, podemos ir a tu casa si lo prefieres, el tiempo corre yo que tú me daría prisa, solo me tendrás una noche— Ok, al parecer alguien tenía un ego muy grande— Claro, veo que vales cada peso— Dije para molestarlo.
Abrimos la puerta de mi departamento y en cuanto entró se echó sobre mí, besándome el cuello y tocándome los glúteos muy desesperado, yo estaba completamente extrañado y lo primero que hice fue apartarlo de mí con fuerza— ¿Qué pasa? ¿No es lo que querías?— Dijo Alberto un poco irritado, supongo que no estaba acostumbrado a que lo rechazaran de esa manera— Bueno sí pero… Creí que antes te gustaría tomar algo— Lo cierto es que estaba demasiado aterrado por lo que prefería conocernos primero un poco más antes de entregarme a él, la excusa del alcohol fue perfecta y fue gracias al regalo que semanas atrás me había hecho Arturo, fue una botella de Wiski lo que me había permitido un rato más con ese adonis.
Alberto aceptó un trago mientras se sentaba en la sala y actuaba extrañado, pero siendo un acompañante debía estar acostumbrado a eso, a dar compañía— Entonces… ¿Estudias, trabajas?— Alberto no podía sonar más confundido, sus preguntas hechas con tanto recelo que sonreí al verlo así, intimidado por mí— Soy estudiante de pedagogía ¿Y tú estudias?— Le pregunté con una sonrisa sentándome frente a él— Sí, estudio… Bueno, no importa, esto no se trata sobre mí— Alberto estaba a la defensiva, al parecer no le gustaba hablar de sí mismo.
— Supongo que alguna vez te han dicho que eres muy guapo, pero ese rostro debe ser algo más que solo músculos y dientes perfectos, tienes cara de arquitecto o de doctor— Dije sonriendo y mirando a otra parte— No pareces la clase de chico que paga por compañía, eres apenas un niño— Alberto me inspeccionó con su mirada y aquello me sonrojó de inmediato— No lo soy, te confieso algo, es la primera vez que lo hago, además no soy un niño, tengo veinte años— Traté de sonar lo mayormente posible pero fallé pues por el simple hecho de querer parecer mayor, terminé sonando infantil.
Alberto rio un poco mordiéndose los labios— Me gustan cuando son jóvenes, son menos complicados y gritan mucho— Cuando dijo eso me puse al límite en un instante, reí con nerviosismo y tratando de ocultar mi vergüenza— ¿Qué te gusta hacer?— Me preguntó Alberto cruzando su pierna y terminando su copa— ¿A mí? Pues… De todo, ya sabes— Mentí otra vez manteniendo la calma, creo que él se dio cuenta de mi nerviosismo y se levantó para sentarse junto a mí.
Yo como si fuese por instinto me quedé viéndolo a los ojos, había algo en ese castaño avellana que me gritaba que era más que solo eso, que era sensible y cariñoso, que estaba tan solo como yo lo estaba, traté de apartarme de él pero Alberto me lo impidió tomándome de mi brazo y acercándome más a él, tuve su boca cerca de la mía y sentí su respiración en mis labios mientras sus pectorales tocaban mi pecho y una especie de fuego me cubría todo mi ser.
— ¿Eres virgen verdad?— Me preguntó Alberto sin yo esperarlo— ¿Se nota tanto?— Pregunté avergonzado sentándome a un lado y apartándome de él— Pues digamos que de no serlo, ya te tendría en cuatro pidiendo piedad… Ya en serio niño, no suelo preguntar esto pero ¿Qué pretendes?— La sinceridad de Alberto me cayó como un balde de agua fría y me sentí más avergonzado y tonto que nunca— No lo sé, simplemente no lo sé, soy demasiado tonto y estúpido, solo mírame, meto a un extraño a mi casa sin pensar en las consecuencias, trato de que mi primera vez sea memorable pero termino con un prostituto… No te ofendas. Quizá sea mejor que te vayas, te pagaré lo acordado— Me puse de pie para buscar mi dinero pero entonces Alberto usando otro tono de voz me pregunto¬— ¿Es por un chico verdad?— Lo miré para confesarle que en efecto, así era y no pude evitar preguntarle cómo lo adivinó— Veo este tipo de cosas todo el tiempo, pero descuida, no tienes de qué avergonzarte, al contrario, el que quieras que tu primera vez sea especia se me hace muy dulce y tierno— Vi a mi acompañante ahí en la sala y noté que estaba erecto al imaginarme indefenso y cariñoso.
— ¿Cómo fue tu primera vez?— Pregunté sonriendo— ¡No voy a contarte eso!— Dijo Alberto de inmediato sacado de onda por mi pregunta— Anda… Por favor— Dije cual niño pequeño tratando de convencerlo, luego de insistir tanto comenzó a contarme todo— Yo tenía 16 años, fue en una fiesta, éramos compañeros de escuela y habíamos bebido mucho, nos encerramos en el baño y entonces me la chupó y luego me lo cogí en el lavamanos, tan tan— La historia de Alberto sonaba tan hueca y fría, traté de no sonar decepcionado pero fue imposible— ¿Es todo?— Pregunté con curiosidad— No todos queremos un cuento de hadas para nuestras vidas— Dijo él rascándose la cabeza— Yo no quiero un cuento de hadas, solo quiero que… Valga la pena.
Irónicamente un tema nos llevó a otro hasta que terminamos hablando toda la tarde sobre nuestras vidas, le pregunté cómo era su vida, qué cosas había visto, sus miedos, sus sueños, sus inseguridades, su rutina en el gimnasio o si en verdad era gay o solo lo hacía por dinero. Si no íbamos a tener sexo pues al menos le iba a pagar para que fuese una buena compañía aquella noche.
— ¿Entonces no lo han hecho? ¡No mames, matate!— Dijo Alberto entre risas cuando terminé de contarle el asunto de mi primo Arturo— No te burles, es que no le tengo mucha confianza, siento que me voy a arrepentir después— La botella de wiski estaba casi por terminarse y Alberto y yo ya casi nos conocíamos como se conocen los amigos ocasionales— A ver dime ¿Cuántas veces lo has hecho?— Pregunté intrigado— Unas treinta y cinco o treinta y seis veces, la verdad dejé de contar después de la veinteava vez. Todos quieren que les dé duro y salvaje pero a veces me aburren y termino fingiendo todo, así es, los hombres también fingimos, aunque no hago nada raro ni extraño.
De lo alegre pasamos a lo triste, le hable a Alberto sobre Ramiro, sobre las veces en que creía estar enamorado pero que nunca lo dije, me sinceré con él como si fuese mi mejor amigo o una especie de confidente y fue cuando él me contó algunas cosas que nunca estuve seguro si en verdad debía confiarme.
— Mi mamá era prostituta, ella solía salir con señores todas las noches y me dejaba con una de sus hermanas la cual me trataba muy mal, me encerraba en mi cuarto sin comer mientras ella se drogaba y golpeaba a mis primos, cuando crecí me fui de allí y me refugié con mi abuela, ahora vivo con ella mientras estudio y hago esto para pagar mi carrera, no es algo que me enorgullezca y tengo miedo de terminar mal pero esto es lo que más me deja y con lo que puedo ayudarnos.
Alberto se apartó de mí un momento, quizá era el alcohol o los secretos, pero había llegado al centro de su alma, lo miré un momento mientras tocaba su rostro y le decía que estaba bien, que no tenía por qué sentirse avergonzado, yo no lo iba a juzgar, al contrario, en mí podría encontrar un amigo con quien sincerarse y ser más que esa montaña de músculos con sonrisa perfecta. De pronto lo cubrí con mis brazos para que supiera que todo estaba bien, él se aferró a mí conteniendo sus lágrimas y estrujándome, me di cuenta que no era un tipo guapo y sensual en busca de una ventura, era solo un alma lastimada y triste en busca de un amigo.
Nos quedamos así un momento, pero luego de unos momentos reímos un poco a causa de todo lo que había pasado las últimas horas, éramos completos extraños que se habían contado sus vidas sin importar la reacción del otro, aquel sensual joven no era más que un mortal mal, con sentimientos, dolores, alegrías y cargas.
Yo miraba hacía otra dirección sonriendo por lo irónico de aquel momento cuando de pronto sentí sus manos en mi rostro y me acercó con fuera a su boca para besarme con fuerza. Me sorprendí al sentir sus labios peleando con los míos, me aparté un momento para mirarlo otra vez a los ojos y decirle— No tienes que hacer esto si no quieres— Pero él solo respondió— Es que quiero hacerlo, acaso no vez que quiero ser el primero en tu vida— Me rendí ante sus besos en la sala de mi apartamento, pasamos algunos minutos saboreando nuestros labios mientras la situación iba más allá de lo planeado.
Pronto me tomó con fuerza de los glúteos y me cargó para que cruzara mis piernas en su pelvis y así llevarme hasta la pared donde me aprisionó contra esta para no dejarme huir, me besó una y otra vez mientras en mi cuello respiraba mi perfume y suspiraba. Le quité su playera y con mis manos toqué aquellos músculos morenos y definidos, era una completa visión que me hacía contraerme y jadear al tenerlo entre mis brazos.
Con sus dientes y boca besaba y lamía mi torso desnudo y con sus inmensas manos recorría mis piernas, se había deshecho de mi ropa en menos de lo que yo había esperado y él desnudo y con su herramienta inmensa al aire me hizo temer por lo que iba a pasar.
Le pedí que nos fuéramos a mi habitación donde en la oscuridad y sin ningún tipo de pudor podríamos hacer todo, le pedí que fuera cuidadoso porque era mi primera vez y que me tuviera paciencia.
— No me lastimes… Por favor— Le supliqué cuando juntó nuestros cuerpos y buscó mis glúteos para comenzar con nuestro ritual— Jamás voy a lastimarte, te lo prometo— Me dijo besándome en la frente y retomando su lugar.
Me dilató con su lengua y me hizo apretar la cama mientras ahogaba mis suspiros y gemidos en la almohada, la manera en que se deleitaba con mi orificio me hacía cosquillas que me recorrían el cuerpo como una sensación de electricidad y hormigueo que se sentían muy bien.
Cuando se puso el condón y comenzó a empujar me sentía a morir, era demasiado grande y me lastimaba mucho, él me dijo que aguantara mientras me besaba la espalda y me mordía mi oreja y mis hombros, ponía su mano sobre la mía diciéndome que yo era perfecto, que era más de lo que alguien había sido alguna vez, que nunca quería irse de mi lado y que me quería, un extraño me quería y aquello me conmovió más que muchas cosas que he vivido o escuchado en toda mi vida.
— ¡Me duele, por favor no sigas!— Pero no hizo caso, la metió completa y aplastando mi punto G, me hizo gemir como un maniaco mientras aquello se sentía tan delicioso, caliente y doloroso. Él ponía su mano en mis glúteos empujándome más y tratando de domarme, jalándome el cabello y gimiendo también.
Jamás pensé llegar a sentir aquello, era tan magistral, tan exquisito que pensé porqué me había esperado tanto. Su barra entraba y salía con locura y mi pelvis era tomada por sus manos mientras me jadeaba en los oídos y su sudor caía en mi espalda.
En un momento me apartó de él y se puso encima, entrando de inmediato y de golpe, aquello me hizo ver estrellas y gritar de placer, él tomó mis manos y mientras me besaba y acariciaba me penetraba, me lamía los pezones y me dejaba acariciar su espalda para sentir su fuerza sobre mí, su vigor y su pasión inagotable, pronto me di cuenta que aquello era especial, que no quería alejarme nunca de aquel extraño, que era tal y como siempre quise que fuera, con alguien que me viera como alguien especial, alguien que me conociera y que me cuidara, que se entregara a mí con todo y que me hiciera sentir un éxtasis tan sublime como para nunca buscar a nadie más.
— ¡Creo que me voy a venir Alberto!— Le grité aguantando mis jadeos y jalándole el cabello, él solo me envistió con más fuerza y pude sentir como su condón se calentaba dentro de mí y como con el último suspiro y jadeo caía rendido sobre mi pecho para recuperar sus fuerzas mientras chorros de semen eran detenido por aquel objeto de látex y nuestros labios se juntaban una vez más.
Por la noche, después de haberlo hecho dos veces, me cubrió con sus brazos en la tranquilidad y oscuridad de mi habitación, puse mi cabeza en su pecho y lo contemplé allí, era como una visión, el sueño de cualquier persona, la fantasía reprimida de muchos y el sueño erótico de otros, pero para mí era Alberto, un alma y corazón tan hermosos y delicados que merecía el mayor de los cuidados.
A la mañana siguiente desperté en sus brazos, era sábado y no debía ir a la universidad, por un segundo me costó creer que habíamos hecho todo eso, nuestra noche se prolongó durante más tiempo de lo que pensábamos y terminamos cansados y extasiados. Me vestí admirándolo desnudo en mi casa y por un momento me lamenté al pensar que quizá todo lo de la noche había sido una farsa, una pantomima para obtener su dinero y que en realidad nada había sido como yo lo pensé.
— Aquí tienes— Dije algo serio y triste mientras le daba los billetes a Alberto, traté de aclararme la garganta para no sonar herido— ¿Qué es eso?— Preguntó él un poco perdido— Lo acordado, una noche a cambio de esta cantidad— En un momento Alberto tomó los billetes mientas los contaba con una sonrisa en su rostro pero, luego de unos instantes los lanzó al sofá mientras me tomaba por la cintura y me besaba— Qué no te das cuenta que he pasado la noche más maravillosa de mi vida, nunca tendré con qué pagarte Cris, no será la última vez que nos veamos, te lo prometo… Te quiero— Dijo después de despedirse y marcharse atravesando la puerta y desapareciendo, me costó creer todo aquello, parecía una película o una novela romántica, pero sí, había pasado y fue cuando me senté en el suelo sonriendo de la emoción y de la felicidad para asimilar lo sucedido y suspirar diciendo su nombre.
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