De machos (en la bodega)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Para una mejor comprensión del relato, chequen el primero: de machos (en el campo):
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-23504.html
Me trepe con él en la camioneta, incistio y pues no me pude negar.
Me llevo a mi casa. En el camino casi no hablamos (a veces hasta yo me espanto de lo callado que suelo ser). Solo intercambiábamos una que otra mirada; él suspiraba muy profundamente (como si se hubiera quitado un gran peso de encima) sé que no fingía, era algo natural. Antes de entrar al pueblo lo tome fuertemente de una mano, de esa manera, aunque no hablara le estaba dando a saber que, lo que estaba comenzando entre él y yo era algo serio.
Ahora la angustia (de mí parte) era como íbamos a llevar una relación si ambos éramos de closet. Pero no quise tomar el tema, tarde que temprano lo iba a tener que hacer, pero no en ese momento no quería arruinar el momento.
Me metí a bañar; cuando me pase jabón por la verga recordé el suave calor de su boca, evoque el tacto de su mano mientras él me acariciaba. Es raro y hasta cursi, pero un momento sentí mucha ternura hacia él, lo vi (la tremenda ironía) inocente.
Por un momento quise pajearme recordando la mamada que me propicio… no lo hice, fue como si de ahora en adelante me reservara para él, no quería tocarme. Lo que quería, era que sus manos me tocaran de nuevo.
Ese día deje de ser virgen, si así lo quieren ver… Aunque todavía faltaba lo mejor.
Aunque estaba muy distraído pensando en él y no en lo que me había hecho, supongo que mis papas notaron la cara de felicidad que traía e inclusive mi hermano. “¿Qué te paso?” era la pregunta en el momento a la que contestaba en un seco: “nada”. “¿Qué te dijeron?” era otra pregunta que me hacían a la cual respondía igual.
Nunca había tenido una novia enserio, solo en la secundaria; solo lo había hecho para tratar de “componerme” pues en aquel entonces no concebía el que me gustaran los hombres. Por lo tanto hasta la fecha ni mis papas ni nadie me conocía a ninguna novia, no sé si por su cabeza se les llego a cruzar el que soy gay…
Como a eso de la media noche me desperté de un maravilloso sueño, mi celular estaba sonando. Vi que era el mismo número de donde me mandaban mensajes, conteste con voz apagada.
– ¿Estabas dormido? – era él. – Pero que pregunta hago. Quería darte las buenas noches, quería que tu voz fuera la última en escuchar.
– … – Empecé a reírme por lo cursi que estaba sonando. – Ay que cursi eres. ¿A estas horas estas despierto?…
La plática se fue para rato. Ya estando despierto me atreví a preguntarle:
– ¿C-cómo… cómo le vamos a hacer?
– … ¿Hacer qué? – Empezó una angustia y mi estómago se sintió extraño.
– Javier… – Así se llama quien más de una vez me robo el aliento. – sobre la relación…
Llegamos a un acuerdo, muy estúpido por cierto. Ambos acordarnos tratarnos en público como siempre, guardaríamos las apariencias; si salíamos del closet lo ariamos juntos. Las muestras de cariño las guardaríamos celosamente. Comprendan, fue algo tonto, pero saben de antemano que en el núcleo social en el que vivimos, ser diferente, en este caso homosexual, no tiene cavidad.
Al día siguiente no fui a trabajar. Era el ‘descanso’. Me sentía desesperado quería ver de nuevo Javier… jamás pensamos en eso, en que únicamente nos veríamos cuando nos tocara (si al caso) laborar juntos.
Como a eso de las 4 me llamo el “patrón” (que por cierto no se nota mucho la diferencia de edades entre este y Javier). “Vienes para que te pague lo de la semana. Voy a estar en la bodega.”
Llegue esperanzado en ver aunque fuera por un breve momento a Javier. La bodega se encontraba cerrada, llame a la puerta, supuse que tal vez estaría dentro si no era él, tenía que haber algún peón. Pero nadie salió… espere sentado a la banqueta pues supuse que en cualquier momento llegaría para darme mi paga (o “ralla” como aca se le conoce). Su casa está algo retirada de la bodega; total que espere por media hora así que le mande un mensaje, en seguida me llamo: “Carajo, vas a creer que no me acordaba… espérate ahí ahorita voy para pagarte.”
Pero quien llego fue Javier. Cuando lo vi llegar sentí, no sé… no sabría explicarlo. Abrió la puerta y me hiso una seña para que entrara. Cuando entre apenas cerró la puerta me atrapo en sus brazos y empezó a besarme (muy cachondamente a mi parecer)…
– … espera. – dije retirándome un poco de él, necesitaba recobrar el aliento. – Puede llegar mi patrón.
– No, no va a venir. Tenemos un rato para estar solos.
Nunca lo había visto con la barba semí poblada. Se veía bien, se veía sexi.
– ¿De nuevo con sudadera? Quítatela. – Me la quite. En ese momento me sentía incómodo; me había acostumbrado a verlo con ropa de trabajo y en ese momento estaba arreglado, sentía que no era él. Además de que por el perfume que traía sobre sí… pues de alguna manera su mayor atractivo para mí era “el perfume que emanaba de su cuerpo” que ahora con esa ‘agua de tocador’ se estaba cubriendo por completo (por así decirlo). – Ten, te mando tu paga.
– ¿Por qué no vino? – pregunte distraídamente. En ese momento no lo quería ver a los ojos, me sentí molesto, por verlo arreglado…
– Se enfermó una de mis sobrinas, la más grande y la llevaron… ¿Qué tienes? – dijo mientras me tomaba del mentón y me obligaba a verlo a los ojos. – Te veo molesto.
– Pendejo que soy…
– No Alan, no. Así no. – Se me molesto en ese momento. – Si vamos a ser algo, no hay que ocultarnos nada.
– ¡Tú perfume! – dije mientras me cubría la nariz. ¡Jo! Ay que ver, sufro de sinusitis y… trabajo en el campo. – ¡Apestas! – Lejos de tomarlo a mal se rió. – Me acostumbre a tu olor… – cuando dije lo último trague saliva, evoque el recuerdo de su olor natural.
– Ay… – Se abalanzó sobre mi cuerpo, perdí el equilibrio y quedo encima de mí. – mi princesa se molestó…
– ¡Estas pendejo! – Me encabrono el que me dijera “mi princesa”. – Soy hombre – le aclare por si lo había olvidado. – si quieres una vieja ve y búscala haya afuera…
Ay que ver lo complejo que somos los humanos. Ay quienes se viven una relación en las “nubes”, es malo, porque la caída duele y mucho. En ese entonces yo me estaba trepando a una, el verlo perfumado me molesto pero no lo suficiente para bajarme de la nube, pero ¡Oh! El que me dijera “princesa” me obligo a bajarme de la nube. Fue bueno, porque entonces plante los pies sobre la tierra y en ese momento empecé a verle defectos y virtudes. De ese modo pase de un breve enamoramiento a quererlo.
– … perdón, tienes razón. Espero que esto no…
– No, digo, si te gusto como hombre, entonces no hay problema.
Me subió la camisa y comenzó a besar mi vientre. Me desabrocho el pantalón y busco mi miembro, el cual no estaba erecto; se lo metió a la boca con todo y testículos… SE LOS TRAGO. Ni siquiera replique, estaba tratando de procesar tantas sensaciones, por un lado su barba me causaba cosquillas en las ingles, sentía como jugaba con su lengua y testículos, su nariz clavada en el vello púbico. Se retiró dejando esa zona toda llena de baba en cuanto mi pene se comenzó a erectar; se limpió con el antebrazo la baba que le escurría, me jalo del mentón para besarme (esta vez solo “chupo” los labios, no metió lengua).
– … Cabrón, tienes unos labios que ¡Uf! – dijo. – pero no sabes usarlos. Eres muy frio para besar.
De nuevo se bajó y comenzó a propiciarme una mamada. Lo que me dijo, de alguna forma me bajo la libido y la verga que apenas comenzaba a adquirir tamaño y grosor lo perdió de golpe. Lo sintió y me dirigió una mirada interrogadora.
– Nunca había besado. – Dije. – Tú eres el primero.
De verdad, no miento; a mis casi diecinueve años, era la primera vez que besaba (¡Qué loco! ¿No?). Sonrió ahogando una risa y frunciendo el ceño. Era claro que no me creía.
– ¡Nooo!
– Nunca había tenido novia… bueno sí, pero nunca la bese. Ni en el cachete siquiera.
– Bueno pues, – Me subió el bóxer y se incorporó a mi lado. Nos sentamos en unas pacas de avena. – yo si tuve novias… y a uno que otro wey que me cogi.
De nuevo me subí el pantalón y me puse la sudadera. Con una de sus manos empezó a acariciarme el rostro, parecía que me hacia una exfoliación por lo rasposo de sus manos; de verdad, el tipo las tenía muy rasposas pero me agradaba sentir su tacto, fue una de las cosas que me prendían, sobre todo cuando posaba sus manos sobre mi pecho. Me tomo del mentón y acerco sus labios a los mios, solo los poso por encima.
– Entonces… – dijo muy quedamente. – hay mucho que enseñarte.
– Espérate. – Replique pero no me hiso caso, comenzó a darme suaves mordiscos en el cuello.
– En momentos como este – decía con la voz entre cortada. – has que me vuelva loco por ti.
No sé porque, la verdad, el ser “normal” para mí era el no ser como la sociedad quiere que seas. Casi no tenía amigos. Con Javier comenzaba un nuevo mundo para mí por ende sentía algo de miedo y en más de una ocasión me paso por la cabeza que él solo quería aprovecharse de mí. Por eso me costó mucho trabajo cambiar mi frialdad para él; las palabras para mí eran secas y vacías, con migo nunca ha ido el portarme cursi con mis respectivos novios mucho menos el decirles “te amo” “te quiero”… De alguna forma, aunque referente a lo sexual, Javier fue quien me inicio, y en muchas ocasiones fui yo quien lo llevo a mundos diferentes, solo así le podía demostrar cuán importante era él en mi vida. Si me lo preguntaran, siento que esa relación fue bastante “inocente” en el sentido de que ambos éramos ignorantes.
Se, o así lo he querido creer, que yo para él fui lo más estable que pudo tener. Por sus boca me entere que solo buscaba chavos para coger (algo casual) y en cuanto a sus novias lo único que conocía de ellas eran sus labios (ambos, los de arriba y de abajo) pechos y vagina. Jamás se interesó en conocerlas a profundidad.
En algún momento cuando nos encontrábamos a solas comencé a portarme diferente con él. Le abrí mi mundo; nos comenzamos a portar más como pareja, ahora el dialogo era indispensable. Conocí al verdadero Javier, al Javier lleno de miedos y sueños. De mi parte, en público lo comencé a tratar más para, sobre todo, no encontraran raro y sospechoso cuando me vieran platicar con él. Se acostumbraron, no aparentábamos ser buenos amigos, solo que como compañeros de trabajo hablábamos más.
Llevábamos algo así como dos meses ya. Para ese entonces ya sabía besar mejor, sí él fue quien me enseño; las mamadas de su parte se hicieron a un lado, disfrutaba más el faje, más sin embargo en una que otra ocasión su ansiedad era tal que no se desprendía de mi entrepierna hasta no haberme corrido. Cuando me pedía hacerme un oral (hacia la voz chiqueada a propósito, pues sabía que eso no iba conmigo) yo le pedía que hiciéramos un 69, pero me lo negaba. A dos meses y yo no conocía su verga.
– ¿Por qué no quieres? – pregunte mientras acariciaba su entrepierna. – … te quiero probar.
– No. – dijo retirando mi mano de su entrepierna. – Aun no. – Se acercó a mi oído. Cuando me hablaba al oído lo hacía como entre chasquidos. – Me estoy reservando para otra cosa.
Cuando decía eso ya me imaginaba para qué.
– … ¿La puedo tocar?
– ¡No hombre! – dijo en una exclamación. – Si ni yo me toco, menos te voy a dejar hacerlo a ti.
– ¿No te pajeas? – dije en tono burlón.
– No, estoy en abstinencia. Me estoy reservando para esa ocasión que espero llegue pronto.
Su hermano también tiene un par de tierras en el cerro (a ese hombre, jamás se le ha visto descansar, todo el tiempo trabajando.) por lo que me pidió que subiera a “chaponear” así lo hice, me dijo que estaría solo “¿No te da miedo, verdad?” obviamente dije que no; entre sus indicaciones estaba la de regresar a las doce del día, sin importar si ya había acabado o no.
Termine poco antes del mediodía, estaba por regresarme cuando (sí) me tope a Javier. Que debido al “ejercicio” que obligatoriamente se hace al subir hasta esa zona, emanaba su dulce aroma que me enloquecía.
– Vente. – Dijo tomándome de un brazo, yo ni replique.
Me guio hasta una pequeña “choza” en donde guardan algunas pacas debido a que también tienen una que otra vaca en el cerro. Apenas entramos, me sujeto de las nalgas y empezó a besarme. Traía la barba poblada, por lo que la experiencia se estaba llenando de sensaciones ya conocidas. Me ayudo a quitarme la sudadera y la camisa; suavemente empezó trazar un camino a través de mi cuello llegando a mi pecho se guio hasta uno de mis pezones y se prendió de el, lo hacía de una manera que ¡Uf! La verga ya la tenía a mil.
Se despojó de su camisa. En ese lugar encerrado el aroma de su sudor se volvió más intenso; empecé a besarlo por el cuello, baje hasta su pecho (él a comparación mía, tiene los pectorales más marcados) y me guie al igual que él hasta un pezón mientras clavaba mi nariz cerca de su axila (suena algo guarro ¿no?). Metió su mano a través de mi pantalón hasta alcanzar y sobar la verga. “Hoy cogemos” pensé. La extrajo, comenzó a bajar y subir el prepucio, me estaba masturbando. Se bajo y quedo de rodillas frente a mí; mordió suavemente el prepucio, yo solo ahogaba los gemidos…
En seguida se metió toda mi verga en su cálida boca… se la metió por completo; enseguida comenzó con frenéticos movimientos. En la posición en la que me encontraba estaba un poco más cómodo, así que acariciaba su pelo y lóbulos. comencé a sentir ese "ardor" típico de cuando se aproxima la eyaculación. Respire más profundamente para tratar de contenerla, trate de relajar los músculos del pene, la sensación que obtuve fue extraordinaria: pude suprimir por unos momentos la eyaculación, sentia que la verga se ensanchaba cada vez más hasta que no pude; mi visión se nublo, se me escaparon algunas lágrimas mientra explotaba en una maravilloso desahogue. Lo mire, su barba estaba llena de hilos blancos de semen. Me reí no pude evitarlo; él fingió un enfado y me beso así lleno de semen.
– ¿Te puedo probar?
-No, hoy no, aquí no.
Se limpio el rostro y enseguida bajamos, guardando cierta distancia por si nos encontrábamos a su hermano.
—Bueno, espero y les guste. Seguiré con los siguientes relatos en donde les contare lo maravilloso que pase junto a ese hombre.—
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