De Machos (en su casa)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por BrahanVelD.
La he cagado y recagado con los primeros relatos, los he estado publicando de manera anónima, he aquí los links:
De machos (en el campo) http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-23504.html
De machos (en la bodega) http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-23643.html
El trabajo había cesado “Ya no hay ‘jale’. Pero yo te aviso cuando haiga algo.” Fue lo que me dijo el patrón. Esas palabras significaron muchas cosas ¿Qué iba a hacer en lo económico? ¿Cómo iba a hacerle con Javier? Se iba a notar extraño el que de pronto nos vieran juntos.
– ¡Te extraño mucho! – dijo con voz angustiada al teléfono. Solo así nos estábamos comunicando. – Cabrón me siento desesperado quiero verte…
– … – No sabía que decir. – También te extraño… No hablemos de eso, porque me voy a empezar a sentir mal.
– ¿Se “achicopala” el cabrón? – “Cabrón” era de alguna forma su firma, no concebía que fuera él sino acompañaba sus frases con ‘esa decoración’. De mi parte, yo encontraba extraño insultarlo, solo en ocasiones me dirigía a él como “cabrón” y solo cuando me hacía enojar no lo bajaba de “pendejo”.
– ¿Y qué me cuentas?…
– Pues nada nuevo… ¿Tú qué has hecho?
Me invadió una emoción. No pude seguir estudiando, sobre todo porque la economía no me lo permitió, hasta el momento solo tenía la prepa concluida; en esa semana había tramitado la ficha para el examen de ingreso a la universidad y me moría de ansias por contárselo.
– ¿Qué crees? – pregunte sin ocultar mi emoción. – Saque ficha para la universidad…
– …
– ¿Javier?
– …
– ¿Bueno? – No escuchaba nada del otro lado.
– ¿Por qué? – Me replico molesto. ¡El muy cabrón se molestó!
– ¿Por qué, qué?
– ¿Para qué la sacaste? – No entendía su enojo; quise contestar a su pregunta pero no me dejo. – Ay sí, el licenciado Alan…
Lo último me lo dijo en tono burlón. Y colgué sin decir más, en seguida volvió a llamar pero no conteste y como supuse que iba a continuar hasta que le contestara apague el celular.
¿Por qué se molestó? Para nada esperaba, yo, esa reacción de su parte; creí, tontamente, que se emocionaría por mí, que compartiría mi alegría (o que al menos fingiría hacerlo).
No pude dormir hasta las tantas de la madrugada. “¿Por qué se molestó?” me preguntaba tratando de encontrar una respuesta lógica.
En la siguiente semana no nos comunicamos. Di por terminado lo que habíamos pretendido que era una relación; sí me sentía triste, porque todo se había ido al carajo por una cosa insignificante. Supuse que era lo mejor. Me metí de lleno en el estudio, “desempolve” libros y cuadernos viejos; no quería quedarme rezagado, era una meta personal (que hoy en día aun no la he concluido).
Muy temprano fue a buscarme el patrón “¿Si quieres ir?” siempre era una pregunta obligatoria, jamás he entendido porque me preguntaba si estaba de acuerdo en hacer lo que me encargaba.
– No te hable porque no tengo ya… – Saco se celular (un modelo muy básico) y comenzó a revisar. – ¿Cuál era tu número?
Se lo di de nuevo, supuse que fue Javier quién me borro de la lista de contactos (idiota).
Llegamos a una de las parcelas. En la camioneta traíamos unos cuantos bultos de fertilizante. Solamente íbamos él y yo. Empezamos con el trabajo y como a la media hora llego Javier a “ayudarnos”. A su hermano le extraño que llegara a “ayudarnos” pues Javier jamás le ayuda en el campo si no hay paga de promedio.
Cuando ya casi terminábamos su hermano me mando hasta la otra orilla de la parcela; tenía unas matas de calabaza y quería que removiera la tierra y quitara la hierba. Fui, agradecía estar sin ver a Javier y escuchar sus estúpidos comentarios. Me puse los audífonos y comencé la labor encomendada.
Me sujeto muy fuerte por detrás y me alzo en el aire, fácil era para él, yo a su lado era solo un “alfeñique”. Forcejee ¿Qué se creía?…
– Suéltame. – Dije con la voz baja, no quería que nos escuchara su hermano. – ¡Qué me sueltes pendejo!
– No…
– Nos va a ver tu hermano.
– Cesar – Así se llama su hermano, mi patrón.- está dormido, no nos escucha.
– ¡Que me sueltes!
Me abrazo más fuertemente y clavo su rostro en mi cuello el cual comenzó a mordisquear.
– Si no te calmas te hago un chupetón…
Me calme, como carajos iba a llegar a casa con un chupetón. César lo iba a notar.
– ¿Por qué no me has hablado? – pregunto sin soltarme. – Eres malo…
– ¿Malo? – Estaba que me cargaba la chigada. – Malo, hijo de tu re…
– Ey. Cuidado con lo que dices.
– Fuiste tú quien se molestó. ¿Me puedes soltar?
– No.
– ¿Qué te pasa?… No te entiendo, te molestaste por ¿Sacar ficha para la universidad?
– Tengo miedo. – Dijo clavando de nuevo su rostro en mi cuello.
– ¿De qué?
– Me vas a cambiar. Vas a ver chavos de tu edad, ya no te voy a gustar ya no vas a querer estar conmigo.
– ¿Qué? – Celoso el cabrón; esa fue la primer muestra de lo celoso que resulto ser. – Sí, tienes razón – Me vio con los ojos muy abiertos. – te voy a dejar de querer pero por tus pendejadas.
– De verdad Alan, yo te quiero, no sé qué hacer sin ti.
– … Te voy a cambiar por unas manos delicadas, porque nadie tiene las manos de hombre como tu; te voy a cambiar por alguien que huela a desodorante de farmacia, porque – Clave mi rostro en su pecho y respire profundamente. – nadie tiene aroma que se compare al tuyo.
Y esa fue la reconciliación más ñoña que pudo haber habido. Por otro lado, lo siguiente que me hiso, estuvo rico.
Me beso, extrañaba ya sus labios. Sin pensarlo se bajó a mi entrepierna.
– ¡No! – Lo detuve. – puede venir tu hermano.
– Va a ser rápido. César esta dormido.
Bajo la bragueta y extrajo mi miembro que al instante empezó a adquirir tamaño. Con su mano comenzó a acariciarme los testículos; me empujo para que me sentara en el suelo; volteo a verme con una mirada de picardía y asentí, estaba ansioso de sentir su boca, con la punta de la lengua toco el glande por debajo (esa zona donde es muy sensible) mientras con su otra mano bajaba y subía el prepucio; las venas del pene estaban que palpitaban a su tacto. Con los labios atrapo la cabeza de la verga e hiso lo que la primera vez: comenzó a succionar; después subía y bajaba, primero lo hiso lento y suave que poco apoco comenzó a acelerar el ritmo. De mi parte yo solo ahogaba los gemidos, me recosté y deje que hiciera lo que quisiera, solo cerré los ojos para una mayor experimentación con su boca. Sentía como su lengua y labios recorrían todo el tronco. No tarde en correrme. Se estiro a besarme y compartirme mi propio semen, la sensación fue muy desagradable, pero lo acepte.
Se levantó, seguía chupándose los labios.
– Ya me voy. César puede despertarse y sospechar.
Asentí.
Comenzó a demostrarme (o así lo quise yo ver) interés en la meta que me había propuesto. Ya no me molestaba tanto, pues según él, me estaba dando tiempo para que estudiara. E inclusive cuando me veía me hacía preguntas sobre lo que podría venir en el examen. Sentí su apoyo, fue algo bueno.
– ¿Cuándo presentas el examen?
– La semana que viene.
– ¿Estas nervioso?
– Mucho…
– De mi parte no hay problema si nos dejamos de hablar, por esta semana.
– ¿De verdad? – Platicar con Javier nos podía tomar horas.
– Sí. Sobre todo para que no sientas que te hiso falta estudiar para el examen.
Así que en esa semana no hable con él. El día en que fui a presentar el examen de admisión no pude evitar voltear a ver a demás chicos; algunos bastante guapos, pero ninguno llegaba a ser la mitad de lo que era Javier. Al terminar el examen (y con un fuerte dolor de migraña) se nos indicó que hasta dentro de un mes sabríamos los resultados.
Javier me había dicho que le hablara al salir del examen para saber que tal. Se me olvido, ni siquiera me paso por la cabeza.
Muy temprano me hablo, cuando vi su número de pronto me acorde que no le había hablado para nada.
– ¿Ey que paso, por qué no me has hablado?
– Yo… – ¿Qué le iba a decir? – No tenía saldo… – Atine a decir, la escusa más tonta.
– ¡Aja! – No me creyó. – Me andas poniendo el cuerno ¿Verdad puto?
– Sí. Esta ahorita aquí a mi lado, te quiere conocer para hacer un trio.
– ¡Uy que rico! – Se rio cuando dijo eso. – ¿Podemos vernos?
– Tu hermano no me ha hablado. – La cague con lo que conteste.
– …
– ¿En dónde?
No queríamos vernos en público… nos importaba más el qué dirán. Iba a ser un encuentro “casual” (no sexual); tome mi bicicleta, tome el rumbo que él me dijo. Me había dicho que no me detuviera en cuanto lo viera que siguiera. No me especifico exactamente en donde, tome ese camino “¿Por qué me pediría que por aquí?” pensé, pues es un camino de paso obligado para quienes van o vienen de trabajar. No captaba que era mejor el que nos vieran en público y no como que anduviéramos a escondidas.
El camino es bastante largo, como un kilómetro de pura terracería. Pronto vi frente a mí a un individuo andando en bicicleta, cuando lo alcance volteo a verme frunciendo una sonrisa. Nos desviamos del camino y nos sentamos a descansar debajo de un frondoso sauce. Nos quedamos en silencio. Solamente intercambiábamos miradas; de mi parte estaba ideando una excusa, quería excusarme del porque no le había llamado, todo lo que se me ocurría resultaba tonto.
– ¿Te puedes quitar la sudadera? – dijo por fin. – ¿Qué, qué es lo que te gusta de mí?
– Ya sabes – conteste casi inmediatamente. – : tus manos, tu aroma…
– No, eso no. – ¿Cómo qué eso no? ¿Entonces qué quería escuchar? – Hazme saber que vale la pena el estar contigo.
– … – ¡Mierda! – pues… eres diferente…
– Se especificó.
– … – ¡Mierda y remierda! Apenas y lo conocía. – Te voy a decir algo, no te vayas a molestar por favor. – Quería detenerme con mis palabras, pero no podía. – Casi no te conozco… creo que se más de tu hermano que de ti; cuando me hablas es solo para desahogarte sobre los problemas que te cargas con César y tus papas. Sé que va a sonar tonto pero no sé qué es lo que quieres, que es lo que te gusta…
– …
– Tu forma de hablar; tus chistes mensos para según tú, hacerme hablar; la forma en como me ves cuando nos encontramos en la calle; que, que me tratas con respeto… ¿Dime algo?
– … – Su silencio comenzaba a incomodarme. – Diferente… – se dijo a sí mismo. – Eres frio y aun así me encantas – Di gracias porque me dijera eso, la situación ya comenzaba a incomodarme. -; ¿Sabes? Me paso por la cabeza que solo notabas de mí lo sexual, que solo te gustaban las mamadas que te doy; pero es cierto ahora que lo pienso, tu mirada cuando me ves en la calle; como cuando no me bajas de pendejo; que a pesar de mis pendejadas aun sigues conmigo… que fui muy tonto al molestarme porque sacaste ficha para la universidad… Alan, eres lo mejor que me ha pasado…
Sonreí tímidamente.
– ¡Pinche chiquillo! – Exclamo haciendo énfasis en ‘chiquillo’. – Cuando te vi por primera vez robaste mi atención; tu seriedad, que no eres llevado con los demás peones… me encanta como ahogas los gemidos cuando te la mamo.
Traía una mochila, saco un sándwich y me lo lanzo.
– ¿Los hiso tu mamá? – pregunte.
– ¡Qué! No, los hice yo. Un día te voy a invitar a comer.
– ¿Con tus papas?
– No… en mi casa.
Hasta ese entonces yo creía que él aún vivía con sus papas. No, no era así pues tenía casa propia.
– ¿De verdad, te gusta cómo huelo?
– Sí. No sé, es algo raro. – Encontré oportuno “abrirme” y dejar que conociera un poco más de mí. – Hay, hay ciertos aromas que pues… los he asociado con lo sexual y cuando me llegan al olfato pues…
– Se te para.
– Sí. Además de que, también con la música; ciertas canciones y ritmos me prenden…
– ¡Ja! Míralo quien lo viera.
En ese momento comenzamos a contarnos sobre los gustos. De todo, me di cuenta que le gusta ver anime pornográfico (¿?) y que encuentra jodidamente aburrido el leer (contrario a mí) además de que en lo relativo al internet no sabe nada. Me dio a saber cuándo fue cuando se dio cuenta que le gustan los hombres y a qué edad fue su primer experiencia homosexual. Él sabía que yo me estaba iniciando sexualmente con él.
Me pare, voltee a los lados para asegurarme de que nadie se acercara; me posicione frente a él, se sonrojo porque regularmente era él quien hacia este tipo de acercamientos. Le di un beso, solo toque los labios (sin baba pues) me acerque a su oído y con la voz más natural y tratando de que no se notara mí nerviosismo hable quedamente:
– Quiero – Hice una pausa y me pregunte si realmente se lo quería pedir. -; Javier, quiero… coger contigo.
– ¿Qué?
No creía que se lo estuviera pidiendo.
Se quedó callado durante largo rato. Pero me gusto eso de él, que no me dijera a la primera que sí, que lo pensara.
– ¿Eres virgen verdad? – Hice una mueca, pues no del todo lo era. – Me refiero a… ¿Estás seguro?… Por qué si soy el primero, siempre seré el primero. Piénsalo con más calma Alan, no quiero coger por coger.
Me sentí avergonzado con sus palabras y no pude evitar el sonrojarme.
– No, no te sientas apenado… – Me comenzó a hablar con una seriedad que consideraba propia. – Me alaga el que pienses en mí como primera opción. – De hecho era la única. – Como te dije, piénsalo, piénsalo muy bien.
Cambiamos de tema; yo me sentía avergonzado como nunca. Me moleste, no pensé que me hablara de esa forma, sabía perfectamente que el enojo mío era injustificado y que debía de agradecer que me hiciera ver las cosas desde otra perspectiva; que se portara como hombre y no como alguien que solo busca la cogida a lo fácil.
Después de esa platica cuando nos encontrábamos solos no había mamada de por medio, ni faje, nada de nada. Solo platicábamos, pero en mi cabeza se plantó una idea, la idea de que su manera de ser ahora, se debía a que me mostré como “fácil”; mis pensamientos se invadían ideas negativas, que tal vez él ahora no quería tener nada que ver conmigo. Quería abrazarlo, pero pensaba que se lo tomaría a mal. Trataba de poner atención en lo que me decía, pero yo pensaba “me está analizando; de seguro va a terminar conmigo” y con ese pensamiento sin darme cuenta las lágrimas se me escurrieron frente a él.
– ¿Alan? – Me limpie las lágrimas “Que idiota” pensé. – ¿Por qué lloras? ¿Qué tienes? ¿No… no quedaste en la universidad?
La vil universidad, cuando vi el resultado lo sentí tan vacío y carente de significado; me pesaba más lo que pudiera pensar Javier de mí.
– ¡A que wey estoy! Ni te fijes.
– Es que nunca te había visto así. ¿Qué tienes? Te he visto distraído, como que no me pones atención y apenas y hablas.
– Me siento mal, por lo que te pedí en aquella ocasión…
– ¿Cómo crees?… Ay Alan, en lo que te fijas.
Se acercó y me abrazo. Fue un abrazo diferente, lo sentí tan lleno de ternura. Sentí el latir de su corazón, escuche sus suaves respiros. Esa fue la única ocasión en que lo pude sentir así, hoy en día ese recuerdo me pesa y mucho.
– Yo te quiero, pero piénsalo. Me muero de ganas por estar contigo, pero no quiero que sea una cogida así nada más.
– Yo quiero estar contigo. – Me debe de haber visto muy rogón.
– ¡Ay cabrón! ¿De verdad? – Asentí. – No quiero que te sientas forzado, aquí no – estábamos en la bodega de su hermano. – yo te diré cuándo y si puedes también. – Asentí a sus palabras. – Ya, no me gusta verte así.
Sí me calme y después de eso esperaba con ansias su llamada; llegue a creer que me pediría que cogiéramos entre los maizales… Pero pasaron los días y pues nada, el tema ya no lo volví a tocar, sentía hasta pena de mí.
Un día me llamo, se notaba nervioso.
– ¿Alan? – fue precavido y pregunto primero.
– Sí.
– ¿Qué estás haciendo?
– Nada.
– ¿Puedo verte?
Le dije que sí y me dijo en donde vernos, en lugares públicos, siempre era así.
Ya juntos empezó a hablarme de cosas del trabajo: que los precios de la semilla y que si su hermano ya ni siquiera le hablaba para que lo ayudara y que si yo me cansaba en las labores… en fin cosas fuera de lugar. Se quedó callado y se sonrojo como nunca.
– ¿Aún sigue en pie lo de…?
– ¿Contigo? Siempre.
– ¿Quieres… puedes hoy?
Ahora no sabía que contestar. Me quería retractar; de pronto ya no quería.
– … Sí. – Apenas y se escuchó mi voz.
– Vamos a mi casa. Traigo la camioneta.
Me trepe al frente con él. Muy callado, ambos muy callados. Saque mi celular y en un acto nervioso revisaba una y otra vez los mensajes. Hiso una parada y bajo de la camioneta; me recargue y respire profundamente en cuanto él se bajó. No duro mucho enseguida se subió traía una bolsa negra.
– ¿Quieres? – Destapo una bolsa de frituras; le acepte.
Hecho a andar la camioneta; se notaba que él al igual que yo estaba bastante nervioso. Abrió la bolsa y saco un chocolate, solo lo destapo y le dio una mordida e hiso lo mismo con demás dulces que traía: solo los destapaba y no se los comía. Saco un paquete de chicles y se los llevo una tras de otro a la boca. Yo lo veía y me quería reír.
Hiso una segunda parada: la definitiva; bajo de la camioneta y vi que apresurado abrió el “zaguán” (La cochera valla). Levante la vista, conocía ya esta casa pero obviamente no tenía idea de que aquí habitaba él. Una fachada simple, con pintura blanca y unas cuantas plantas. Volvió a la camioneta para meterla.
Mi estómago estaba hecho un nudo; mi respiración se aceleró, “relájate” me pedí.
Bajamos de la camioneta. Volteaba a ver a todos lados, me parecía un mundo extraño, no quería estar ahí.
– Aquí vivo carajo – frunció los labios. – esta es mi casa.
Abrió una puerta que da a una sala… o lo que parecía ser una sala. Una habitación demasiado grande para mi gusto, con apenas dos sillones y un mueble con una tele. Guíe mi vista (como niño chiquito) a todos lados, a dondequiera que volteaba no había más que soledad. De verdad, la casa se veía muy sola. Al menos no estaba sucia.
– ¿Quieres ver una película? – pregunto mientras encendía la tele y buscaba unos dvd’s – ¿Has visto esta? ¿Quieres algo? Traeré un refresco ¿O quieres una cerveza?
Todo me lo preguntaba sin mirarme, estaba igual o más nervioso que yo. Puso una película, creo bélica. Ni atención le puse, solo era una mera distracción ante lo que estábamos a punto de hacer. Cuando acabo la película, me levante y quise (una vez más) salirme e irme a mi casa, me estaba arrepintiendo de haberle pedido que tuviéramos sexo… ¡Ya no quería estar ahí!
– S-si no quieres, no importa. Te entiendo. – Dijo con voz temerosa.
– … N-no, no es eso. – Me arrepentí de no haberle tomado la palabra. – Estoy temeroso… tengo miedo.
– No aremos nada que no quieras.
De nuevo me senté a su lado. ¿Y ahora? ¿Qué seguía? ¿Faje?… Mi estómago seguía hecho un nudo; ¿Cómo fue su primera vez? ¿Así a la de nada se lanzaron a la cama a coger?… Esto era diferente, no era como la mamada ocasional que me daba, de hecho ni siquiera sabía si él era pasivo, activo o inter ¿Qué hacer?
Respiro profundamente; yo tenía mi mano apoyada sobre mi mentón, con la vista fija sobre la pantalla azul de la tele. Estiro su brazo hasta mi hombro empezó a trazar suaves círculos en mi piel desnuda, a su tacto mi cuerpo reacciono, la piel se me puso chinita. Acerco su cabeza y la recargo en mi hombro…
– ¿Qué ves? – pregunto.
– Nada. – Dije muy pesadamente.
Acomode mi brazo por detrás de su espalda y apoye mi cuerpo en su costado. ¿Besarlo? ¿Cómo se hacía eso? Lo olvide; mi corazón estaba a mil, ni excitado me encontraba.
Javier comenzó a jugar, soplaba en mi nuca mientras hacía dibujos con sus dedos en mi piel. Yo ni me inmutaba, de nuevo me sentía inexperto ¡Era inexperto!… se detuvo, ya que no respondía ante sus estímulos. Tome su mano y entrelace mis dedos con los suyos. Juntos nos pusimos en pie y lo abrace como nunca, no quería dejar de sentir su cuerpo cerca del mío. Duramos un par de minutos así, en silencio abrazándonos; “bueno, si he de ‘perder’ que sea con este, sería lo mejor.” Pensé, y con mi rostro clavado en su cuello empecé a darle suaves mordiscos, me hubiera encantado morder su mentón, pero ese día traía la barba poblada. Pose ambas manos en su rostro y empecé a besarlo; sus labios se sintieron dulces, el ‘tacto’ con su lengua era agradable; los movimientos en los labios eran suaves y pausados; sentía lo cálido de su respiración…
– Me quiero bañar. – Dijo, su voz sonó ajena al evento. – Quiero estar limpio.
Deje de abrazarlo, corrió a su cuarto, en un par de segundos salió cubierto con una toalla iba a entrar al baño cuando lo detuve.
– ¿Puedo bañarme contigo?
– Sí, sí. – Estas frases parecían fuera de lugar, pero así nos estábamos portando.
Lo seguí a su cuarto. Una cama, ventanas con cortinas blancas y cerradas, pintura color hueso (no sé cómo, pero mi mente registraba todos esos detalles) una pequeña cajonera, algunas camisas de vestir colgadas en unos ganchos, un par de botas de trabajo en una esquina (sucias) junto a un par de tenis y zapatos…
Saco una toalla (morada) y me la dio; se me quedo mirando yo estaba sentado en la cama desabrochándome los zapatos y me detuve ante su mirada.
– ¡Oh! ¡Ah! ¿Te da pena? Espero afuera.
A esas alturas sentía pena del solo pensar que me vería desnudo ¿Qué, íbamos a coger con ropa interior?…
Me desnude, por un momento pensé que tal vez no le gustaría mi cuerpo, por la cabeza solo me pasan ideas para excusar el salir corriendo de ahí.
Entramos juntos al baño, lo miraba fijamente al rostro, no quería ver su entrepierna. Abrió la llave de agua; el agua se sintió muy relajante al escurrir por mi cuerpo. Con una barra de jabón muy tímidamente empecé a enjabonar su pecho, él hiso lo mismo. Me dio la espalda baje la vista, tenía un par de nalgas firmes y unas piernas que ¡Uf! Estaba muy piernudo. Sus piernas cubiertas de un vello dorado; me enjabone de nuevo la mano y la pase a través de sus nalgas, se sobre exalto cuando sintió mi mano en esa zona y después dejo escapar una risa; al fin estábamos rompiendo el ‘hielo’; se quedó de espaldas, empecé a acariciar su ano, tomo mi mano y la retiro, se dio media vuelta, me sujeto por la cadera (básicamente de las nalgas) y con la lengua empezó a recorrer de mi pecho hacia la pelvis hasta tomar mi pene (que no estaba erecto, supongo que por los nervios). Con su boca comenzó a jalarme el vello púbico, sentí su mano posarse por debajo de los testículos, la cual empezó a bajar y subir hasta tocar directamente el ano, de ahí comenzó a subir más la mano a través de las nalgas. Seguido se enjabono ambas manos y empezó a pasarlas por mis piernas (que a lado de las de él, las mías eran apenas dos hilachos). Se levantó y de costado a mi empezó a acariciarme los testículos, sentía su pene rosando mi cuerpo (aun no me atrevía a vérselo). Él ya estaba excitado, yo aún no. Se pasó tras de mí y esta vez empezó a acariciarme las nalgas. Fruncí los glúteos en el momento en que sentí “algo raro”; gire el cráneo para ver mejor y así cerciorarme de que era “eso” que me estaba propiciando la sensación más extraña y exquisita: era la lengua de Javier, tenía su rostro clavado en esa zona, me estaba dando un beso negro. Estire mi mano y comencé a pasarla por su cabello; gracias al beso negro mi polla se empezó a erectar, ahora si estaba excitado.
Apoye ambas manos por sobre las llaves de la regadera; me sentía a desfallecer, solo sentía lo cálido de su lengua subir una y otra vez.
– J-Javier ¡YA! – gemí su nombre.
– Te gusto ¿Verdad? – dijo mientras me abrazaba por detrás, ahora sentía su miembro en medio de mis nalgas.
Cerró las llaves del agua. Alcanzo una toalla y la pasó por mi cuerpo, tomo la otra toalla él se la iba a pasar a través de su cuerpo, pero se la quite, le tenía que devolver el gesto.
Salimos del baño y nos dirigimos a su cuarto, me alzo y caímos sobre la cama besándonos.
– Espera. – salió del cuarto y en seguida volvió con… no me lo van a creer, volvió con un tarro de vaselina (¿pues que era lo que íbamos a hacer?)
Cuando vi el frasco, me acorde de la película de “Scary mobie”.
Ya que aún no nos despojábamos de las toallas, la que él traía puesta se levantaba debido a la erección. Se acostó a mi lado, pose mi mano en su verga y comencé a sobarla por encima de la toalla. Se giró quedando encima de mí, pero sin apoyar todo su peso en el mío. Me vio a los ojos y sonrió con picardía, empezó a bajarse trazando un camino con suaves mordiscos hasta alcanzar la pelvis, me retiro la toalla y levanto mis piernas; de nuevo clavo su rostro para “chupar” esa zona. Ante esa sensación yo solo apretaba entre mis dedos la sobrecama; después empezó chuparme los testículos.
– ¡Ya, ya, ya! – Lo detuve, porque si seguía me correría antes de. – Déjame probarte.
Javier se quitó la toalla, mis ojos se posaron sobre su miembro. Lo veía raro, porque no es lo mismo a ver una verga en una película xxx o en una revista a verla a vivo y todo color. Las venas se le veían muy marcadas, un escroto oscuro por debajo del glande que asomaba, el tono de la piel contrastaba con lo oscuro de su verga y testículos. Javier tenía las piernas blancas, pero su pecho y espalda estaban “tostados” debido al sol. Su miembro palpitaba por encima de esos risos que coronaban la pelvis. No era muy grande pero tampoco muy chico, normal diría yo, tal vez de unos quince o diez y seis centímetros. Pero en cambio sí se notaba gruesa.
Acerque mi rostro y como era mi primera vez, recordé lo que él me hacía cuando me la mamaba. Atrape entre mis labios el glande y con una mano empecé a acariciar sus huevos, se sentían grandes. Con la lengua masajee por debajo del glande (ya saben, esa zona sensible). Empecé poco a poco a tragármelo, sentí arcadas cuando el falo toco mi garganta; al instante me lo saque y tosí, solo veía hilos de baba que escurrían del pene.
– ¡Tranquilo! – Dijo mientras él me limpiaba la baba que escurría sobre mi mentón. – No te lo quieras acabar de un solo golpe. – Me reí. – Hazlo tranquilo te puede… – Gimió cuando comencé a hacer lo que él siempre me hacía: succionar. – D-doler el mentón… ¡Ahhh! ¡Alan qué boca!
Levante la vista; la expresión en su rostro, nunca la olvidare: la boca y ojos entre abiertos. El muy cabrón lo estaba gozando y era gracias a mí. Me baje a chupar sus testículos, básicamente lo imitaba yo no sabía cómo reaccionar ante estas situaciones. Me metí uno en la boca, estire mi mano y empecé a masajear y pellizcar uno de sus pezones. De nuevo me volví a la verga, me la tragaba hasta donde me alcanzara. Con la lengua la presione contra mi paladar, sentía el latir de sus venas, me invadió el sabor ocre del líquido pre seminal.
– ¡Oh Alan! – Exclamo en un susurro apenas audible.
Aun en esa posición, extendió sus brazos, me tomo por la cadera y en un movimiento extraño me giro, por lo que mi verga quedaba al nivel de su rostro. Pensé que me la iba a mamar, pero se las arregló para estirar su cuello (somos de la misma estatura) y posar su lengua sin dificultades sobre el ano.
Javier gemía como loco yo en cambio ahogaba los gemidos, trataba de que hubiera el menor ruido posible y ha este le valía, ok, era su forma de decirme que lo estaba disfrutando.
– E-espera. – En la posición que me encontraba era ya sumamente incómodo. – Mejor acostados.
Suavemente me bajo. Me ayudo a incorporarme, me beso y derribo sobre la cama; sin dejar de besarme empezó a sobarme los huevos, pero empezó a bajar más su mano; sentí su dedo índice en el ano, que poco a poco empezó a abrirse paso hasta entrar por completo. Yo ante la sensación fruncía los músculos de esa zona; comenzó a trazar círculos en la zona de la próstata… ¡Uy! La sensación, era infinita a cualquier otra.
– ¿Estás listo?
– …Sí.
– Si te duele me dices ¿Sí?
Sentí lo frio de la vaselina en esa zona, metió un poco. Vi que con una mano llena de vaselina froto su pene. Me levanto ambas piernas y sin dejar de mirarme me sonrió con algo de picardía. Acerco la punta del pene, lo sentí húmedo… Una vez más mi estómago se sintió hecho un nudo…
Expandí los ojos cuando lo sentí entrar; pero no grite, apreté entre mis dedos la colcha.
– Respira… – Dijo mientras con una mano acariciaba mi vientre. – Relájate, la primera vez duele.
Me quede en silencio, sentía que si abría la boca, saldría un grito. Levante un poco la cabeza y vi que apenas y había entrado la cabeza… ¡Qué puto dolor sentía! De verdad, sabia o tenia indicios de que la primera vez duele, pero no me imaginaba que tanto.
Me relaje un poco; me tomo de la cadera y la levanto un poco para así tener un mejor control. Cuando de nuevo levante la cabeza vi que ya había “entrado” por completo en mí, detrás de mis testículos solo asomaba su vello púbico; lo peor ya había pasado.
Separo un poco mis piernas, como en la pose de la “gran ‘V’”, pero solo hiso para tener un mayor “campo” se agacho, quedamos pecho con pecho… en realidad era la pose del misionero. Me dio un beso en la mejilla y enseguida otro en la frente.
– ¿Ya no te duele? – pregunto casi en un susurro.
– No, pero siento extraño.
– Si sientes que te lastimo me lo haces saber.
Ladee la cabeza.
Posee mis manos sobre su espalda, encontré la línea de la columna vertebral y empecé a acariciarlo en esa zona. Y encontré un punto sensible en él, a mi tacto tenía “pilo erección”. Bese su cuello, cerca de la “manzanilla”, quería recorrerlo con mi lengua, pero debido a que traía una barba poblada pues no se podía. Así que fui directamente a sus labios, muy tímidamente como la primera vez que lo bese empecé a probarlo, me correspondió como era de esperar y sin dejar de jugar con nuestras bocas empezó con un suave y lento movimiento de caderas; sentí como su verga salía (no por completo) y entraba de una manera muy suave. Metió uno de sus brazos por debajo de mi espalda y en un movimiento me levanto, mis piernas lo envolvieron quedando yo por encima de las suyas… En aquel entonces no tenía ni pinche idea de los nombres de las poses, pero después me entere que esa pose se conoce como “el cangrejo”; para no perder el equilibrio envolví su cuello entre mis brazos y Javier me tomo de la cadera y con dificultades, porque respiraba muy profundamente, trataba de levantarme. Entendí lo que tenía que hacer, y fui yo quien comenzó a brincar por lo que él de nuevo poso sus manos sobre mi espalda. Yo sin dejar de moverme empecé a lamer su lóbulo para después mordérselo suavemente. Obviamente comencé a agotarme y él lo noto.
– N-no – empezó a hablar entre gemidos. – , no te detengas…
Con esas palabras ahora también él se movía; cuando mis nalgas iban hacia arriba su pelvis iba a su encuentro. En esa posición duramos un par de minutos, tal vez tres o dos.
– Trata de girarte. – Me pidió. – Pero sin zafarte.
Para que me pudiera girar como me lo pidió, Javier se recostó y cuando ya le había dado la espalda yo supuse que íbamos a quedar en esa posición, empecé a moverme pero me detuve cuando sentí que su cuerpo se levantaba. Quedamos en “dé a perrito”; llevo una de sus manos hasta mi pecho y empezó a pellizcarme suavemente el pezón, enseguida comenzaron los movimientos frenéticos de su cadera, solo escuchaba el golpeteo entre los glúteos y su pelvis; sentía como su pene entraba y salía y como sus testículos chocaban una y otra vez con los míos. Era de notar la experiencia de Javier, pues mientras con una mano acariciaba mi pecho con la otra me daba suaves caricias en la verga; como pude empecé a besar la mano que tenía cerca de mi pecho, la acerco hasta mis labios y atrape en mi boca dos de sus dedos. Empecé a mover mi cadera, al actuar yo, provoque que su verga rosara el punto “p” así que ya se imaginaran lo que me estaba provocando; no pude sostenerme por mucho y mis brazos cedieron; los expandí a lo largo para estar un poco más cómodo e inclusive separa un poco más las piernas para que Javier, si podía, entrara más ¡Sí, todavía más! ¡Quería más!
Javier bajo hasta mi nivel y paso uno de sus brazos por mi cuello… ¡Carajo! Me invadió el olor más dulce; con una de mis manos jale de su cabello y comencé a besarlo, los labios de ambos estaban ya resecos. Apenas y podíamos besarnos, respirar por la nariz no nos era suficiente así que necesitábamos de la boca también.
Quise volver a la pose del misionero, así que suavemente comencé a pasar con dificultad mis piernas; Javier noto lo que trataba de hacer y me ayudo un poco, no se detuvo, su idea ahora era otra: paso sus dos brazos por detrás de mi espalda y me levanto, sentí como poco a poco se acercaba a la orilla de la cama hasta poder levantarse. Me sujete de su cuello y atrape con mis piernas parte de su cadera. Mire su rostro, tenía unas mejillas rosadas y frente perlada por el sudor todo gracias a la actividad física que estábamos teniendo, su pecho estaba enrojecido y se le escurrían gotas de sudor. Supongo que yo también mostraba la misma condición, pero la de mi Javier valía para una postal.
Empezó a detenerse y a respirar más profundo. Sentí su verga más gruesa, estaba por eyacular, atrape sus labios entre los míos y empecé con movimientos frenéticos; me abrazo más fuertemente, sentí que su verga engrosaba aún más, cerró los ojos, se le escaparon un par de lágrimas en el momento en que sentí que eyaculo, uno, dos, tres fueron tres “chisguetes”.
Caímos en la cama, yo aún encima de él. Se rio entre dientes…
– ¿Ya te corriste?
– No, ahorita me masturbo.
Me quite de encima de él. Sentí la sensación más extraña, me dolía el recto. También sabía que en las primeras veces suele haber sangre, mire la verga de Javier que brillaba a causa de la vaselina, pero no vi ningún “hilo” de sangre”. Con cuidado palpe cerca del ano, me espante cuando sentí un líquido escurrir me mire la mano, pero solo era el semen. Javier me cuido y no me rompió (literal) el culo.
– ¿Qué tienes? – pregunto, supongo que noto mi preocupación. – ¿Es sangre?
– No, mira.
Mire mi verga, un poco flácida y con hilos de líquido pre seminal. Estaba por comenzar con la paja, cuando se abalanzó sobre mí dejándome debajo de su cuerpo.
– Deja que yo lo haga.
Lo deje, pensé que me iba a pajear o a mamármela en el mejor de los casos. Tomo vaselina y me embarro en el falo, tomo otro poco y vi que se iba a untar un poco él.
– ¡No! Espérate… si quieres, solo me masturbo.
– ¡No Cabrón! – Le retire la vaselina de la mano. – A mí también me gusta que me den verga y quiero que te corras dentro ¿Sí?
– ¿Todavía aguantas?
– … – Se rio y yo me reí con lo que me dijo: – Para rato.
Fui yo quien le unto de vaselina el culo; se sentó en mi verga. Obviamente por mi complexión yo no podía intentar hacer lo que él, levantarlo o tomarlo para cambiar de pose, conmigo solo fue esa pose. Él encima de mí, comenzó a brincar; sentía que el escroto se estiraba a más no poder, empecé con dificultad a mover mi cadera, el golpe de mi pelvis con sus nalgas se sentía tan bien. Su verga aun erecta golpeaba mi vientre, esa sensación me excito aún más. Estiro una de sus manos y entrelazo sus dedos con los míos.
– ¡Quiero que me la des cabrón! – Dijo con voz agitada. – ¡Córrete dentro!
No tarde mucho, no porque sea precoz, sino porque pues yo ya traía el semen en “la puerta”… Sentí mi cuerpo abandonar, sentí una fuerte descarga eléctrica, cerré los ojos y lágrimas asomaron. Sentí que eyaculaba a mares.
– Wey… – dijo riéndose. – ¿Pues qué tienes? Sentí un buen de leche…
Dejo caer su cuerpo encima del mío. Empecé a besar por su clavícula y a limpiar un poco de su sudor de su parte recibí, suaves mordidas en los hombros. Nos giramos, ahora quedaba yo, por encima de él. Estábamos cansados, nos sentíamos cansados. Sentía su pecho subir y bajar con cada respiro que él daba, mientras yo respiraba de su dulce aroma.
– Oye… no usamos condón. – Comente preocupado.
– No. – Me beso en la frente. – No te preocupes, estoy sano. Contigo es la primera vez que no lo uso. De verdad no tienes de que preocuparte, no tengo sida ni ninguna de esas madres. Nunca te aria daño de esa forma.
De alguna forma me tranquilizo, aun así, tiempo después me hice los estudios correspondientes. Obviamente salí limpio.
Sin darme cuenta me quede durmiendo. Desperté por un pequeño y breve instante, me sentí “norteado” no sabía dónde estaba, sentí su respiración en mi nuca, él estaba dormido, el verlo a mi lado, sentirlo de esa forma a mi lado me hiso querer que ese momento fuera eterno. Note que estábamos cubiertos por una cobija, con una de sus manos me mantenía abrazado. Mire a través de la ventana, vi que aún era temprano así que no me preocupe. En ese momento me sentí tremendamente feliz. Volví a dormirme.
Desperté exaltado, lo primero que hice fue mirar por las ventanas, ya estaba oscuro ¿Cuánto tiempo llevaba con Javier?…, me levante Javier me sintió y se enderezo, mientras yo me vestía me pregunto:
– ¿Qué? – Como qué él tampoco entraba en razón de cuánto tiempo habíamos pasado juntos. – Espera…
Mire el celular, tenía varias llamadas perdidas de mi casa y los mensajes no se digan; mis papas no tenían ni la menor idea de donde me encontraba no era de extrañar su preocupación. Javier me lanzo un desodorante mientras también él se vestía; lo olí, no despedía ningún perfume. Él ya se había vestido por completo, solo estaba descalzo, tomo mi camisa se acercó a mí y me ayudo a ponérmela, sentí una sensación extraña el que me estuviera ayudando a cambiarme.
Me acompaño a la puerta.
– Espera, te llevo.
– No, así está bien…
– ¿De verdad? Llegas más a tiempo…
– No, de verdad.
Antes de que abriera la puerta que da a la calle, lo abrace y le plante un beso, de nuevo me alzo y me sujete de su cadera con mis piernas (en el futuro los abrazos siempre fueron así); no quería que terminara. Me soltó, fruncimos (ambos) una sonrisa. ¡Oh sus ojos! Deslumbraban alegría.
En el transcurso del camino pensaba en una excusa… que no me salió del todo bien, pero mis papas no me insistieron tanto, solo me regañaron acerca de que tenía que avisar cuando anduviera fuera y esas cosas.
La relación con Javier, fue buena no lo puedo negar. Ya me citaba en su casa y no necesariamente para coger, abecés solo para platicar o ver una película. En otras la situación era un tanto extraña pues me pedía que le diera un masaje en la espalda (“molido” por el trabajo) y casi siempre juraba que en seguida cogeríamos, pero no era así, él solo quería un masaje. Aprendí a enamorarme de sus gestos, pues eran los que me decían todo, sabia cuando realmente disfrutaba o cuando estaba tratando de disfrutar. Había situaciones de risa, bien se podrá decir que fue él quien me enseño a usar la verga, cuando estaba detrás de Javier al principio siempre me decía: “Así no te muevas” o “Mueve solo la cadera” y también “¿Cabrón qué no sabes usar la verga?”… Pero algo fue muy cierto entre todo lo que me dijo: “No busques solo el placer tuyo, siempre busca complacer a la persona con quien te encuentres”. Tratamos de cumplir ciertas fantasías suyas y propias, pero concluimos en que era mejor improvisar.
Fuimos… me atrevo a decir que una verdadera pareja; estuvimos en las penas y amarguras del otro. Yo debido a que no tenía amigos encontraba un refugio con Javier. En ocasiones le platicaba lo que me acomplejaba y él trataba de aconsejarme. Otras veces yo preguntaba “¿Qué tienes?” y ya saben él me contestaba “Nada” esbozando una sonrisa pero sus ojos me lo decían todo, en esos momentos solo lo abrazaba y sentía como su cuerpo se estremecía seguido de fuertes y profundos suspiros. Con él aprendí, Javier me enseño cuanto pudo y en otras ocasiones juntos descubrimos.
A poco más de un año terminamos, diferencias… más que diferencias celos. De pronto él se convirtió en la victima y yo en su victimario, no entendía su forma de ser, todo el tiempo me culpaba, todo el tiempo me hacía sentir culpable. Básicamente cuando nos veíamos era solo para pelear, “¿Por qué no me hablaste?” o “De seguro andas con alguien más”. Esas últimas semanas fueron el infierno mismo, parecía que toda la culpa era mía, nunca lograba hacer que cambiara de parecer o que ya siquiera me escuchara. Estalle y le dije lo mejor que le podía haber dicho: “Sabes que, ya no te aguanto, todo el tiempo parece que hablo solo, es mejor que hasta aquí, esto va de peor en peor.” Y así fue como termino, no me replico, creo que hasta él considero que era lo mejor.
Y a seis meses del fin de esa relación, me entere de algo; yo estaba con su hermano César ayudándolo en una de sus parcelas.
– ¿Oye… – pregunte un tanto casual. – y qué paso con Javier?
– Hummm – desde que terminamos no lo volví a ver. – Se casó. – Creí que me lo decía en broma y me reí. – No, es enserio. Se fue para estados unidos y allá se encontró una chava…
Con esas palabras sentí que se me encogía el corazón; volví a mi labor, quería distraerme y que no notara mi reacción ante sus palabras. Ya de regreso, en el camino de pronto él rompe el silencio:
– ¿Tuviste algo que ver con Javier?
– ¡Qué!
– No, discúlpame, no me lo tomes a mal… pero es que en muchas ocasiones vi a ambos juntos. Creí que eran casualidades… pero una vez en el cerro… Además que algunas veces te mire salir de su casa.- ¡Remierda, su hermano lo supo! – Conozco a Javier y siempre he sabido que le gustan los hombres, no sé porque se casó con esa mujer. – Yo solo guardaba silencio. – Mira, yo no soy quien para juzgar; Javier, si es que tuvo que ver algo contigo, en ese tiempo se veía feliz además de que dejo el vicio de un lado…
Ni estoy muy seguro si fue eso lo que me dijo, lo último ya ni lo escuche. Ese día en la noche, no podía dormir, pensaba en él, en Javier. De pronto sentí un enorme nudo en la garganta y empecé a llorar, no sabía que era lo que sentía, no sabía si aún amor, celos, envidia o coraje. Me tranquilice y pensé que era lo mejor y desee que cualquiera que hubiera sido la razón por la que se casó, que en ello se encontrara el amor; empecé a recordar algunos momentos que pase junto a él, le desee lo mejor y que amara y cuidara a su esposa y que esta le correspondiera de igual manera.
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