DE NOCHE VIENES TIO, A MI CAMA…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esta situación tal vez les resulte a algunos, inconcebible o aberrante, se, por lo que he leído en esta página y en otras, que no soy el único; pero para mí fue un momento tan sublime que a pesar de haber pasado ya casi 8 años de esto, aún lo conservo en la mente, detalle a detalle, como si hubiera sucedido ayer.
Yo acababa de cumplir los 30 años y por cuestiones de trabajo le había pedido hospedaje temporal al tío Carlos (llamémosle así) que vivía en una provincia, no muy cercana a la mía; esto, sólo en lo que me conseguía una linda casa y mandaba a traer a mi familia. Me dio mucho gusto verlo después de varios años, ambos estábamos eufóricos por el encuentro, ¡qué diferencia de aquel joven casi flaco que jugaba conmigo!, ya había embarnecido, ahora de complexión gruesa se veía sensacional!.
El tío Carlos es el menor de los hermanos de mi padre, en aquella época tendría poco mas de 40 años, una esposa menor que él y un hijo de 5, ya que no llevaban mucho tiempo de casados. Desde el primer día me hicieron sentir que estaba en familia. Me habían asignado mi propio espacio, este era un pequeño cuarto que estaba en la parte de atrás de la casa, pasando una pequeña terraza, supongo tal vez pensado para bodega, pero que el tío Carlos había adaptado a la perfección para mi estancia: tenía una cama frente a la puerta, una lámpara, una pequeña cómoda y una mesa con su silla a modo de escritorio, austero pero con un toque cálido, hogareño; esta habitación me permitía tener cierta independencia del resto de la casa. He de decir que mi relación con mi tío siempre fue muy especial ya que de pequeño convivía mucho con él, lo recuerdo siempre jugando conmigo e incluso recuerdo pequeños escarceos sexuales que tenía con él, me gustaba sentir su entrepierna cuando me sentaba en sus piernas y situaciones similares, no recuerdo alguna reacción de su parte, parecía no darse cuenta de mis manoseos; siempre le admiré por su belleza física y su carácter alegre y cordial.
Pero vayamos a los hechos. Llevaba ya varios días en la casa y el calor llegaba a ser sofocante. Una noche, después de la cena, cuando me disponía a dormir después de un día complicado en mi trabajo, el tío llegó hasta mi habitación, yo tenía puesto sólo mis bóxers; entró, sorprendido, me miró discretamente de arriba abajo y nos sentamos en la cama, me dijo que a la noche siguiente celebraríamos el cumpleaños de su esposa y que por supuesto yo estaba invitado; vestía un ligera camiseta y unos amplios bóxers, dejando ver unas gruesas piernas cubiertas de vello, tenía un pecho hermoso, también cubierto de vello casi lacio que se acomodaba en curva hacia el centro; admirar todo eso me puso un poco nervioso; fumamos un cigarrillo y charlamos recordando viejos tiempos, yo trataba de disimular mi nerviosismo, pero el bulto que dejaba entrever sus bóxers me tenía casi al infarto, él debió darse cuenta ya que de repente pasaba su mano por su entrepierna como acomodándose la verga o bajaba su mirada hacia mi pecho desnudo o mis bóxers. Cuando se marchó, me sentí aliviado, temí por un momento que los nervios y la excitación me vencieran. Esa noche me dormí excitado, elucubrando mil fantasías en mi mente.
A la noche siguiente, desde temprano empezaron los ajetreos con mi tía en la cocina y el tío Carlos no paraba de dar vueltas con las compras; yo ayudaba con la limpieza y el montaje de las mesas y las sillas en el jardín delantero; era una calurosa noche de agosto; horas después ya estaban unos 15 invitados sentados en una larga mesa, con la bulla y la música clásica de ese tipo de reuniones. La noche transcurría agradable y muy amena; yo siempre he sido un tanto introvertido así que, mientras las charlas se cruzaban de extremo a extremo de la mesa, y al calor de algunos tragos, discretamente admiraba a mi tío: Camisa inmaculadamente blanca, que hacía resaltar su tez morena clara, su espeso cabello negro, su barba y bigote perfectamente delineados y unos brazos cubiertos de fino vello negro; pantalón ocre claro y un cinturón café que marcaba su cintura; una que otra sonrisa discreta, me hizo suponer que se había dado cuenta de mis miradas; después de eso, en un par de ocasiones que nos encontramos en la cocina, me pareció que me rozaba con su cuerpo con toda intención.
Ya un poco mareado y nervioso, descartando todos esos pensamientos y temiendo que el alcohol me delatara, busqué un momento para retirarme discretamente a mi dormitorio. Fui a mi habitación por una toalla, entré a la casa a ducharme y cuando iba a cruzar la terraza, para regresar a mi dormitorio con la toalla en la cintura, me topé con mi tío que salía de la cocina. –Ya voy a descansar tío, gracias por todo, estuvo sensacional!- le dije; él, abrazándome efusivamente y con un beso casi en la oreja, me dijo: -Descansa nene, me da mucho gusto que estés aquí, en serio… Y ni se te ocurra levantarte temprano mañana! Ja ja ja- dijo dándome una pequeña nalgada. –No te preocupes y cuida a mi tía, que ya esta un poco “alegre” ja ja ja- Respondí. Sentí extraño, de niño era muy cariñoso y no era raro que me besara pero ya de adultos la situación cambió, sobre todo por que él se había ido a vivir a otra provincia, lejos de nosotros cuando yo apenas salía de la adolescencia y sus visitas ya no eran tan frecuentes. Con esa sensación y aún mareado, entré a mi habitación, me desnudé y me acosté en la cama, el aire del ventilador apagaba las risas y voces de la reunión, que se dejaba oír a lo lejos; la habitación estaba fresca y en penumbras, sólo un leve reflejo de la luna entraba por los cristales de la puerta. Con esa imagen y abrazando la almohada, me dormí.
Un leve ruido me hizo entornar lo ojos, en esa semiinconsciencia, una silueta recortaba la claridad de la luna, el silencio era casi total… la silueta se acercó, un sentido de alerta me hizo tratar de incorporarme, pero una caricia en el hombro me relajó de nuevo; en la penumbra y a centímetros de mi rostro, el rostro mi tío Carlos se asomó como una aparición, era extraño pero no me asusté, tal vez en ese limbo del sueño en que estaba esperaba con ansias que llegara. Un olor a enjuague bucal y alcohol me hizo despertar del todo, su boca lentamente tocó mi hombro, me volteé y pude contemplarle mejor, estaba sentado a mi lado, bello, mientras una de sus manos la apoyaba a mi costado, traía puesto sólo una toalla en la cintura y olía a jabón. Le acaricié el brazo y el hombro, estaba fresco y tenía la piel suave, tomé su rostro y le acerqué mi boca, él respondió con un toque de labios. No hablaba, solo me miraba. Posó su mano en mi pecho y jugó con mis vellos, me recorrió los hombros con los dedos y bajó su caricia a mi vientre hasta tocar la rigidez de mi erección, lentamente recorrió mi cadera hasta tocar mis nalgas; sus manos eran suaves y me tocaban apenas con los dedos, como si temiera despertarme; yo me volví a acomodar en la cama dándole la espalda y abrazando mi almohada. Sentí sus dedos en mi espalda y su aliento en mi nuca, un estremecimiento me hizo encovar la espalda y rozar con su barba; sentí entonces todo su peso en mi espada, la humedad de sus labios recorrer mis orejas, sus manos explorar mi cuerpo cada vez mas agitado y una enorme y cálida erección presionando mis nalgas. Sus besos fueron bajando, lenta y suavemente hasta sentir la espereza de su barba entre mis nalgas, las mordía suave, las besaba, pasaba su húmeda lengua entre ellas, todo lenta y suavemente… sin prisas, saboreando cada segundo. Sabía cómo y donde tocar, sabía excitar a un hombre, eso me quedó claro. De pronto, su lengua serpenteante encontró mi agujero, lo lamió, metió su lengua entre espasmos de mi cuerpo, estaba a punto del clímax.
Me volteé y enseguida me cubrió con su cuerpo, con su aliento… me besó entregándome su lengua, sintiendo su peso desnudo en mi cuerpo, su erección entre mis piernas. –Qué bello estás, siempre fuiste muy bello!- Susurró. –Si supieras cuantas veces he fantaseado este momento!!- balbuceé entre besos. Siguió diciendo otras frases mientras me recorría el cuello con sus labios. Yo le acariciaba las espalda y las nalgas, pasaba mis dedos coqueteando con su ano, él me mordía suave el cuello hasta llegar a las tetillas, las besó, las acarició con su lengua húmeda y siguió bajando, se detuvo un momento en mi ombligo, jugó con él, entre contracciones de excitación… y siguió bajando, tomó con cierta delicadeza mi pene, lo recorrió con los dedos, acarició mis testículos; la calidez de sus labios rodearon mi glande… qué delicia! Abrí las piernas para acomodarme mejor, esto provocó que toda mi erección se hundiera entre sus barbas; un dedo inquieto presionó mi ano buscando nido.. ahhh! Si esto es un sueño no quiero despertar!, pensé. Yo le acariciaba el cabello y los hombros mientras él me engullía todo.
Luego se acomodó a horcajadas sobre mí pero con su cara hacia mis piernas, las levantó hasta acomodarlas bajo sus axilas y descubrir mi agujero, sus nalgas me quedaban en mi cara, dos grandes testículos se contraían delante de un gran miembro grueso, aquello que de pequeño imaginaba ahora lo tenia a centímetros de mi boca y era sensacional; jugué con su agujero coronado de vellos, metí mi lengua, suave con delicadeza, mientras tomaba con mis manos aquel tronco que se asomaba hermoso entre la penumbra de sus piernas. Otra vez la presión de un dedo en mi ano, tal vez dos, luego su lengua, saborea, juega, penetra y humedece; siento que mi ano se dilata ante los tres dedos que ya tengo adentro. Todo ese éxtasis logra desconcentrarme de mi labor, me pierdo, gimo entre espasmos… me tiene en la cresta de la ola… Se acomoda frente a mi, siento de nuevo todo su peso desnudo sobre mi y su aliento en mi boca, me besa los hombros e intenta ir a mi espalda, entiendo la caricia y me volteo, me besa los hombros mientras me baña la espalda con frases cariñosas. Una presión aún mayor, algo realmente grande intenta entrar en mi ano, por instinto contraigo el trasero, pero cómo resistirse ante tales caricias!; siento dilatarse al máximo mis pliegues y sigue entrando, lentamente se abre paso entre mis entrañas mientras me cubre con todo su cuerpo, le agarro la cintura sintiendo el vaivén de sus caderas; de un último movimiento logra meterse por completo, mis puños ahora aprietan la almohada entre dolor y placer, entonces sus manos cubren mis manos y se meten entre mis dedos en líbida solidaridad.
Sus ritmos van acelerando lento; en cada embestida un gemido se escapa, aquello parece excitarle más, sus manos separan mis nalgas, como queriéndose meterse todo él en mi. Desliza sus manos buscando mi pene, esto hace que levante el trasero y se meta aún más arrancándome un gemido, sus movimientos ahora son rápidos y agitados, siento el ano entumecido, húmedo, su respiración se hace mas profunda sobre mi espalda y sus embestidas casi violentas… y entonces una sensación explosiva empieza en mi espalda, me recorre la cintura y las entrañas y se concentra en mis testículos hasta salir por mi pene; lleno de semen sus dedos, en cada espasmo, gruesas gotas viscosas me recorren el estómago; mis propias contracciones le hacen acelerar su ritmo y unos segundos después, las palpitaciones dentro de mí me hacen suponer que se esta viniendo, tensa su cuerpo y lo relaja en cada espasmo, uno tras otro… finalmente se detiene exhausto, agitado, descansa su cabeza en mi espalda mientras siento su corazón casi salirse de su pecho, su respiración poco a poco va tomando su ritmo y su pene va tomando sus dimensiones relajadas… nadie se mueve, nadie habla, sólo el aire del ventilador se deja escuchar levemente en ese momento, el cuarto parecía tranquilo, como la calma después de una tempestad, el tenue reflejo de la puerta era ya de la mañana que empezaba a despertar. –Ya va a amanecer nene, no quiero, pero me tengo que ir.- me susurró al oído. Me dio un tímido beso en la boca y se preparó: le vi enrollarse la toalla en la cintura y salir sigilosamente de mi recámara.
Sentía todavía su olor a jabón en mi cuerpo, me sentía aturdido, confundido pero extrañamente feliz, no sabía como debía sentirme o cómo sería de ahora en adelante. No lo sabía, pero de lo que estaba seguro era que ese momento que viví lo tatuaría en mi mente como uno de los momentos más sublimes de mi vida.
No quise ni quiero sentirme culpable por esto y perdón si alquien piensa lo contrario.
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