De novato a casi experto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al fin la universidad me ha dado un chance para escribir la continuación de mi primer relato.
Es sorprendente como las cosas pasan tan sorpresivamente.
Quiero dejarles saber que leí sus comentarios, y agradezco por leer. Si, soy engreído, pero son cuestiones de personalidad, todos somos distintos. Así como de seguro algunos son tímidos, otros valientes, otros demasiado confiados, pues a mí me tocó ese último, da igual, porque si fuese igual que tú, la cosa sería bastante aburrida.
Vuelvo a describirme, soy un chico COMÚN, tengo 18 años de edad. Cabello negro, ojos negros, algo marcado, nada exagerado, piel blanca, la barba está de moda así que ahora me la dejo. Soy Venezolano.
“A” y yo cuadramos para que yo fuera a su casa un jueves. Dijo que llegara poco después del mediodía y que le avisara, pues el vigilante no me iba a dejar pasar. Yo a veces soy algo olvidadizo, y aunque no olvidé que ese día tenía que ir a su casa, si olvidé otros pequeños detalles, como depilarme y llevar condón.
Lo olvidaba, paso a describir a “A”, él es un poco más bajito que yo, piel blanca, cabello castaño, es delgado y con cara de inocentón, no está para nada musculado, y es algo callado y lo que me pone loco de él, es que es muy inteligente, es brillante en todo. Él tiene 17, por cierto.
Yo ese día salía a eso de la una y algo de mi universidad, así que me fugué para poder llegar a tiempo. Le llamé cuando estuve abajo y él le aviso al vigilante para que me dejara pasar. Subí por el ascensor, y toqué el timbre, rápidamente él abrió. Llevaba el uniforme de educación física de su colegio, que consistía en una franela blanca con un logo extraño, y un mono rojo con una franja blanca. Él estaba en medias y su cabello le caía en la frente. Le di un apretón de manos y pasé. Según él, teníamos toda la tarde, pues sus papás trabajaban y su hermano mayor estudia fuera de la ciudad.
Le pedí un vaso con agua, mientras esperaba el momento en el que él me diera luz verde para saltarle encima.
Como aquella vez, era yo quien hablaba y hablaba, él simplemente escuchaba y se reía de vez en cuando. Yo en mi mente sólo pensaba en el momento de penetrarlo, estaba demasiado caliente, no sé por que me ponía tan burro.
Tal vez fui algo impaciente pero estaba seguro que si me ponía a esperar por él, no me lo follaría nunca, es decir, se supone que yo era el perro en celo.
-¿Comenzamos?
Le pregunté de lo más tranquilo porque tampoco quería que viera que estaba algo desesperado. Aunque no me pueden culpar, verlo en su uniforme del colegio me hacía perder la razón. Como tipo fantasía de hetero con colegiala a lo give me baby one more time.
Él no me contestó, pero se puso de pie.
-Epa pero yo no traje condón, ¿Tú tienes?
-No, porque pensé que tú ibas a traer, ¿Cómo hacemos?
-Yo estoy sano, lo juro. – él se rió.
-Pero, ¿Y si te ensucio?
-Me lavo pues.
-¿Y con condón no entra más fácil?
-Depende.
-Bueno, ven pues.
Caminamos por un corto pasillo. Cuando él abrió la puerta de su habitación, yo me quité la franela de una, ni lo pensé. Que “A” fuese virgen era lo que me ponía loquito.
Cerró la puerta y le puso seguro, cosa que me pareció innecesaria pues éramos los únicos en el apartamento.
Una vez que él me miró, yo lo enredé en mis brazos y lo besé, así como si nada, le metía la lengua, y él se dejaba. Le apretaba el culo con maldad, y le restregaba mi pene sin disimulo alguno.
Cuando lo solté, él mismo me apretó el guevo, le pasaba la mano por encima del pantalón, como si me masturbara por encima de la tela. Decir que yo estaba a reventar era un eufemismo. Me moría de la excitación.
Yo tenía la franela colgada al hombro, y todo el cuerpo, en especial la el abdomen, me sudaba, pero no tenía ánimos de pasarme la ropa por ahí, quería era seguir viendo a “A”
Me bajé el pantalón sólo un poco con todo y bóxer, sólo alcanzó a salir el tronco, las bolas se quedaron guardadas, pero era porque el pantalón era muy ajustado y me costaba quitármelo. No era que sentía pena, pero en ese momento lamenté no haberme depilado, porque así como el mismo “A” me dijo que con la barba me veía sexy, no estaba seguro si con vello púbico también me aceptaría.
Cuando lo vi agacharse y meterse la cabeza de un solo mordisco, yo descarté la idea de que podría molestarle el vello, además sólo llevaba como cinco días sin depilarme, tampoco era demasiado.
“A” cabeceaba mientras cada vez se iba metiendo un poquito más. Yo esta vez puse las manos atrás de mi cuerpo, dándole la libertad de mamármelo a la velocidad y ritmo que él quisiera. No fue que no me lastimó, pero podía decir con seguridad que “A” se iba a convertir en un buen mamador, y no porque yo le iba a dar carne para que practicara, que en realidad si, pero lo que en verdad me tenía sorprendido era la devoción con la que él me lo estaba chupando. Quizá es que me creo demasiado, pero podría jurar que “A” disfrutaba más chupándomelo, que yo dejándomelo chupar. Era como si lo disfrutara más que yo, y no porque él gimiera, o se lo tragara todo, cosa que él no hacía, pero parecía gustarle, gustarle de verdad. “A” no me mamaba el guevo con morbo y lujuria, lo hacía con respeto, con tranquilidad pero sin dejar de ser en extremo placentero para mí.
Él me agarró el tronco y lo paro hacía arriba, bajó un poco más mis bóxers y le paso la lengua a mis bolas. Yo la verdad estaba transpirado y no me había duchado desde la mañanita pero eso a él no le importaba, pues clavó todo su rostro ahí, sentí el aire de su respiración mientras “A” me olfateaba. Yo me apretaba los labios, por alguna razón esta vez no quería que él me escuchara gemir tan rápido, aunque me lo estaba poniendo muy difícil.
Con mi mano lo despegué y me agarré el guevo yo mismo, se lo iba a meter con todo y bolas pero sabía que él no estaba listo. ¿Quién no ha delineado los labios de su chupador con su herramienta? Bueno, hasta ese momento yo no lo había hecho, pero había planeado hacerlo, y lo hice. Que situación más estúpida, no era como si la cabeza rosada le fuese a pintar los labios. Cuando terminé de hacerlo después de unas seis veces, él se volvió a reír, como si lo que acabara de hacer fuese un chiste. “A” se puso de pie y se sentó en la cama, yo hice lo mismo y me quité lo zapatos, no llevaba medias así que el contacto con el piso frío me hizo medio temblar un poco, para variar, pues estaba sudando como un bestia.
-¿Entonces? – le pregunté a modo de “¿Estás listo para que te lo meta?”
Otra vez él no me contestó, pero se acercó a mí, y yo como el propio guevon, medio cerré los ojos y abrí la boca pensando que nos íbamos a besar, pero no, él en realidad fue a parar a mi pecho, le pasaba la lengua, lo mordisqueaba, me medio dolía pero ¡Mierda! Como me gustaba. No era que me causara repulsión que “A” hiciera eso, pero venga, yo estaba muy mojado, y él prácticamente se tomaba las gotitas de sudor que tenía en el cuerpo, lejos de darme asco, me calentaba demasiado, me prendía, a pesar que de seguro estaba más salado que el mar.
“A” dejó de lamer y chupar y empezó a bajar besándome el abdomen, lo besaba con la misma delicadeza con la que sus labios recibían mis toscas comidas de boca. No sé si su intención era volver a chupármelo pero yo no lo dejé. Ahora fui yo quien le besaba el cuello, le mordía la piel pero yo si lo hacía con más agresividad, pues estaba demasiado arrecho. Le chupé el cuello a propósito, le hice una marca que de seguro no se borraría en varios días, pero bueno, esa era la intención.
-Quítate el mono. – le dije y él me obedeció poniéndose de pie.
Yo no le había visto desnudo a él aún, pero no iba a mentir, estaba loquito por verlo sin nada encima.
“A” ya no parecía tener pena o miedo. Se bajó el mono y apenas pude notar su erección por debajo de su bóxer azul oscuro. Se quitó la franela, al hacerlo su pelo quedó un poco revuelto, y fue ahí, fue justo ahí que me di cuenta de que “A” me gustaba, que me gustaba en serio, claro que el morbo tenía mucho que ver en esta situación, porque siempre me la he querido dar de vago y eso, pero yo quería metérsela más que nada porque me gustaba, también por la excitación y eso, pero “A” me podía, pero claro, él no lo sabía, y yo tampoco se lo iba a decir.
Nunca he sido de hablar mucho mientras tengo sexo, a diferencia de cómo soy de hablador normalmente, así que le hice una seña para que se acostara en la cama. Mi pene apuntaba al techo, ligeramente curvado hacia la izquierda. Él me veía a los ojos, no sabía que se le estaba pasando por la cabeza pero sea lo que fuese, era muy claro que íbamos a darle hasta el final.
Le bajé el bóxer y lo vi medio encogerse, no sabría decir si fue que le dio vergüenza que lo viera desnudo. Yo lo miré de arriba abajo, tratando de parecer un león hambriento, pues su carito de conejo indefenso me partía de verdad. Él era perfecto, pero no de esa manera cursi y maricona, sino perfectamente follable.
Nunca he quitado un virgo, por lo que sabía que tenía que estimularlo, pero recordé que él mismo me había dicho que temía ensuciarme, así que meterle los dedos no era una opción, y díganme como quieran, pero el beso negro no me atrae ni un poco.
La verdad no era que quería esperar demasiado para estar dentro de él pero tampoco podía dejársela ir de una.
-Abre bien las piernas.
¡Mierda! Mi voz nunca había sonado tan ronca.
Las manos me temblaban pero era porque yo quería enterrársela hasta el estomago.
Yo me le posicioné encima, erguido con mis brazos a ambos lado de su cabeza, mientras él estaba con las piernas bien abiertas. “A” se sujetó de mis brazos, las venas me saltaban de la presión. Empecé a simular una penetración, le había metido el guevo entre las nalgas, no en el agujero, y comencé a subir y a bajar con la esperanza de botar bastante líquido preseminal lo suficiente para lubricar. Es que así sea nada más la cabeza, yo no me iba a ir sin habérsela metido.
Me le acerqué al oído y le pregunté.
-¿Te gusta?
Pero “A” no me respondió. Yo igual seguí así, no supe por cuanto tiempo. Ya la cabeza me dolía de lo duro que estaba, necesitaba descargar así sea a punta de paja.
-Te lo voy a meter, ¿Va?
-Dale. – dijo él en su susurro que apenas y escuché.
Me bajé los pantalones a medio muslo entrada.
Estaba limpio y no sólo eso, olía a limpio. Tenía el culo completamente depilado, seguro lo había hecho hace poco porque estaba medio rojizo, como irritado. Nunca en mi puta vida un culo me había provocado tanto, tampoco es que he pasado por decenas, pero ese en especial me llamaba a gritos.
Yo iba a ser el primero, yo iba a desvirgarlo y él iba a dejarse.
No puedo pasar por alto su pene, que a decir verdad, estaba casi igual de tamaño con el mío, sólo que el de “A” estaba recto y no era tan grueso.
Soy algo impaciente así que acerqué el glande a su entrada e hice presión y, ¿Qué creen que pasó? Pues un coño de la madre, intenté sin mentira ninguna como unas diez veces, pero que va, esa vaina estaba más cerrada que una caja fuerte.
-Epa, pero déjame pasar pues. – le dije en tono de broma. Para romper el silencio extremo que teníamos.
-¿No entra?
-No. ¿Estás asustado?
-Un poquito.
-¿Pero quieres seguir?
-Si.
Entonces me llevé dos dedos a la boca y los mojé, los acerqué a su entrada y entraron sin problemas hasta la segunda falange, cosa que me dejó extrañado pues mis dedos son grandes. Yo se los saqué y se los volví a meter, lo vi apretar los ojos. Seguí mientras subía la velocidad. Lo hice como por dos minutos pero cuando uno está en eso, lo ve como por dos horas. Se los saqué completamente y estaban limpios, y no sé por que pero lo olí, y el aroma no me desagrado, al contrario, me puso peor.
-Estate bien quieto, que ahora si voy. – anuncié.
“A” como de costumbre, no respondió.
Las venas de mi pene nunca habían estado tan verdes y abultadas, las bolas me dolían y el glande también.
Me posicioné de nuevo, empujé duro y entonces sucedió. Sólo escuché un quejido de su parte, lo cual me confirmó que había entrado.
¡A la mierda! Que sensación, que puta sensación. Bendito sea Dios por haberme hecho olvidar el condón.
Sé que se burlaran de mí, pero cuando intenté metérselo un poquito más, acabé, yo que tanto presumía de mi aguante, acabé rapidísimo, el placer me retorcía el cuerpo, era mucho el gusto que sentía, quizá hacerlo sin nada puesto y con un culo virgen fue mucho para este ENGREIDO.
Como sólo le había metido la cabeza, el semen se salía, y no es que era un río pero era una cantidad realmente considerable, teniendo en cuenta que nada más el día anterior me había hecho una paja en el honor de “A”.
Me quedé quieto dentro de él, “A” también estaba sin moverse. Ambos respirando fuerte.
Miré su rostro y estaba bien rojo, bastante menos sudado que yo pero si bien acalorado.
Sentí vergüenza cuando se lo saque. Jamás había terminado tan rápido, es decir, prácticamente ni se lo metí, porque la cabeza no contaba en realidad, era todo o nada.
Me senté en la cama, con los pantalones a media pierna, un hilillo de semen se me escurría de la cabeza del pene, la cual estaba rojísima. Me incliné apoyando mi barbilla en una mano. Por dentro estaba como ¡Maldita sea! ¿Y ahora?
No quería dejarlo con las ganas, pero tenía que esperar un poco para volver a estar duro.
Cualquiera que nos vieras pensaría que lo había matado sin querer, pues “A” estaba tirado bien abierto en la cama, complemente desnudo, y yo sentado a su lado, con el cabello alborotado, sudado y descalzo, y con cara de arrepentido seguro.
-¿Te dolió? – le pregunté finalmente.
-No mucho.
-¿Quieres seguir?
-No sé, ¿y tú?
-Si me la mamas otro rato quizá te responda.
Bien… continuará, la verdad es que si pongo la otra parte, el relato quedaría muy largo y sería tedioso leerlo.
En fin… gracias por leer, y si quieres saber del otro relato pues sólo busca uno llamado “Mamada de novato”
Vuelvo luego.
Follen, pero no como yo, sino con condón. Saludos desde algo llamado Venezuela.
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