De pronto, yo era su juguete.
Ir a casa de Alexander, mi amiguito de la infancia, era muy divertido. Jugando se nos iba el tiempo, con sus juguetes y los míos, pero todo era diferente cuando su mama se iba a trabajar..
Lo que les voy a contar es real. Es primera vez que me decido a escribir sobre detalles de mi vida sexual. Pocas veces he comentado con alguien y han sido parejas o alguien muy allegado que sabe todo de mí.
Alexander era un chico de once años que vivía justo en la casa de al lado en un pueblo de campo cubano, donde nací. Cuando ocurrieron los hechos yo tenía un año menos, El me sacaba algunos centímetros de estatura, y era un chico fornido, de piel morena y yo era más o menos delgado, pero con unas nalgas enormes.
Alexander y yo éramos los mejores amigos, todo lo compartíamos. En ocasiones guardábamos nuestras cosas juntas, lo mismo en su casa que en la mía. En cierta ocasión teníamos armada una pequeña ciudad con los juguetes en la sala de su casa y su mamá entraba a trabajar a las tres de la tarde en una consulta médica del pueblo. Ella era enfermera y se iba hasta las once de la noche que concluía su horario de trabajo. La señora Neno se fue, no sin antes darnos una merienda y despedirse de los dos con mucho cariño. Al cerrar la puerta Alexander siguió en el suelo moviendo sus carritos, pero muy silencioso y sin reparar en mí, yo hablaba y jugaba prácticamente solo y lo miraba por momentos. Estuvo así por unos diez o quince minutos, tras los cuales me miró y me preguntó.
– Guille, a qué hora tu mama te dijo que te llama para bañarte?
– Como a las 6 de la tarde. ¿Eso para que lo quieres saber, Ale? Tú sabes que siempre es a las 6
-Ven a acá. -Alex se puso en pie y me haló por la mano hacia el cuarto de su mamá.
A esa habitación yo había entrado pocas veces, no era algo que a la señora Neno le gustara. Hice resistencia antes de pasar, pero él pudo más que yo. Ambos estábamos sin camisa y en short, recuerdo que le mío era blanco y corto.
– ¿Vamos a jugar a otra cosa Guille, no te aburre tanto rato a los carros?
-A mí no, a mí me gusta. – le dije, al tiempo que ya me asaltaba la curiosidad sobre que estaba inventando Alexander.
Me agarró por la espalda como si fuera un policía y me dijo: De aquí no vas a salir, eres mi prisionero. Yo empecé a reír, pero me puse nervioso pensando que si mi mamá me llamaba iba a tener problemas. Alex no me soltaba, sus brazos rodeaban mi cuerpo y su respiración me daba en la nuca. De pronto él es quien se echa a reír: Que miedoso eres, me dijo. y después agregó: Nada, vamos a jugar a otra cosa.
– A que?
-¿No le puedes decir a nadie, ok?
-No, no diré, ¿pero a que quieres jugar? – De repente imaginé alguna travesura que pudiera incomodar a los mayores. Mas la cosa no iba por ahí.
-Vamos a ver quién de los dos tiene la pinga más grande. (usaré la jerga cubana para nombrar el pene, pues así hablábamos entre los muchachos)
– Claro que tu ganas, Alexander, eres más grande que yo.
– No importa, vamos a medir a ver.
– Pero como hacemos eso? -Pregunté
-Bájate el short y yo me bajo el mío y comparamos.
Me quede pensativo unos segundos.
-Dale: -me dijo. y fue el primero quien se bajó su short mostrando su pene que reposaba relajado sobre sus huevos. El short le quedó a mitad de pierna y me dijo de nuevo: Ahora tu.
Por unos instantes me quedé observando su pene, no sabía en esos momentos por qué, pero me llamaba la atención y no podía apartar la mirada.
-Ya, ya voy- tragué en seco y continué. – Lo haré. Está bien.
Lentamente bajé un poco mi short a sabiendas que era una batalla perdida. Alex se mostraba su pene largo y un poco grueso, y el mío era más pequeño. Ambos nos mirábamos el pene, con atracción y curiosidad. Tras una pausa rompí el silencio.
-Ya ves, tu ganas.
-Si, pero vamos a medirnos.
-Como hacemos?
-Páratela y cuando la tengamos parada, la pegamos y vemos cual es más grande.
-Ah bueno.
Sin más discusión tomé mi pene y me lo moví un poco con los dedos y se fue poniendo erecto. Mi amiguito hizo lo mismo y cuando ambos estábamos a punto se me acerco y juntamos nuestros penes. Estábamos muy pegados uno frente al otro. Ambos penes uno al lado del otro, pero sin roces, el me aventajaba, pero el mío no se veía mal eh. y me dijo:
-Así no se ve bien, vamos a pegarlas.
Y sin más se pegó a mí y ambos penes se rozaron, el empezó a compararlas. La suya corría por encima de la mía, y la punta me llegaba al pubis sin vellos que yo tenía. La mía apenas llegaba poco antes de sus huevos. Con su mano trató de pegarlas más, y sentí un ligero escalofrío, una sensación que nunca en mi vida. El roce de su mano, y el de ambos penes apretujados me hicieron tragar en seco otra vez. Ambos mirábamos hacia abajo, nuestros rostros también muy juntos. Los shorts que estaban a media pierna terminaron de caer y nos quedamos desnudos.
Alexander seguía palpando nuestros penes y no dejaba que se separaran. Yo estaba preso de mis sensaciones que eran verdadero placer, un placer exquisito, natural, extraño para mi esa tarde, pero no quería que se acabara. El apretaba y soltaba con delicadeza, por cada apretón yo sentía que se me iba la respiración. Alex puso su otra mano en mi cintura, y yo, por instinto, o no se que fuerza, puse mi mano en su pecho, mi rostro ardía, sentía un calor extraño. Sentí la mano que estaba en mi cintura bajar hacia mis nalgas. Había un éxtasis mutuo, una atmosfera de descubrimientos y despertar de los deseos. De pronto escucho a Alexander:
-Dame un beso de amor.
– ¿Qué? – Me hice el que no entendí.
-Dame un beso, serás mi novia.
-Yo no soy una niña.
-No importa, eres mi novia.
-Ale, no seas loco.
El no habló más. Tomó mi cara entre sus manos y cubrió mi boca con sus labios gruesos. Los chupaba y yo no hice nada más que dejarme besar. Un beso que yo solo había visto en las películas, me absorbía, me chupaba los labios, me metía su lengua. Cuando me adapté, también hice lo mismo, y ya los besos, eran realmente besos. Uno tras otro, solo nos despegamos para respirar.
Abajo todo ardía, ambos penes se rozaban al azar, nos abrazamos así desnudos y estábamos calientes. Yo sentía su pene pegarse a mi pubis y el mío quedaba un poco entre sus muslos. Me empujó y me recostó a una pared. Alexander era otro, estaba en pura fiebre, me besaba, me apretaba las nalgas, se apartó un poco y me dijo.
-Quiero que veas una cosa.
-¿Qué cosa?
-Espera aquí.
Arrastró una banqueta y se subió para alcanzar la parte de arriba de un escaparate. De allí con un poco de esfuerzo sacó unos papeles y los puso sobre la cama. Más cerca pude darme cuenta de que era una revista. Era una revista ya vieja, medio estrujada. Nos pusimos de rodillas al lado de la cama y el pasaba las páginas como buscando algo. Al llegar a la mitad las imágenes me sorprendieron. Eran hombres teniendo sexo. Nos quedamos mirando con mucha curiosidad, y el me acariciaba la espalda, mientras yo, agarré su pene y empecé a apretarlo.
-Nadie puede saber, oíste. -me dijo.
-Esta bien. -Le respondí en un susurro.
-Vamos a echarnos una paja Guille.
-¿y eso que es?
-Sirve para que crezca la pinga, y se siente rico. Haces esto: -Alexander se empezó a masturbar delante de mí, seguíamos de rodillas.
Yo lo miraba y en poco tiempo hice lo mismo. Aprendí la lección en nada, y de verdad se sentía muy rico. Todo aquello era tan nuevo y extraordinario para mi que el tiempo se me iba. Nos acomodamos uno frente al otro cada uno con su pene en mano y en movimiento, nos besábamos, nos acariciábamos. El me pidió que me acostara en un espacio que había entre la cama y la pared, quedamos como escondidos de nadie, pero escondidos. Yo estaba bocarriba y el se me acostó encima.
-Novia. -me dijo
– ¿Qué?
-Dame otro beso de amor.
Yo empiné mis labios y me él devoraba otra vez con los suyos. Yo lo agarraba por su espalda, como había visto en algunas figuras, sentía los movimientos de cintura de Alex, y su pene entre mis mulos me daban cosquillas, así como su pelvis rozando el mío. Por momentos su pene llegaba al inicio de mis nalgas. Me hizo abrir las piernas y se puso de rodillas entre ellas. Y allí mirándome empezó a masturbarse. Me dijo: -Dale, tócate tú también.
Le obedecí y empecé a tocarme, ambos lo hacíamos con velocidad y fuerza. Yo deslizaba mi mano por mi pene y él se masturbaba, podía notar que le daba el mismo placer y las mismas sensaciones inexplicables que yo tenía. Alex gemía delante de mí, y yo tenia agitada la respiración.
-Guille cuando sientas una cosquilla que parece que te meas, no pares, sigue y sigue, que es más rico y así es como te crece.
-Esta bien Ale, como tu digas. -Todo lo hablábamos en susurro, como si alguien pudiera escucharnos.
-Viste que rico, no pares.
-Si, que rico es.
-¿Nunca lo habías hecho verdad?
-No.
-Esto que hacemos es una paja, lo puedes hacer solo en tu casa.
-¿Tu lo haces? -Pregunté algo que era obvio.
-Si, cuando mi mama no está, o en el baño.
-Que bien, Alex.
Y seguimos la paja. Mis sensaciones iban llegando a ese punto que Alexander me decía. Era una cosa que ya no podía soltar mi pene ni él. De pronto veo que se retuerce ante mí, gime y se agita mas todavía. “Seguro le está dando eso que él dice” pensé. Lo cual no demoró en llegar. Mi mano no paraba la paja, y sentí desde la pelvis unos deseos enormes de orinar, y traté de ir al baño, Alex no me dejó.
-Sigue, sigue. No pares, eso no es pis.
Seguí, y la sensación de pis me recorrió la barriga y me temblaron las piernas, me retorcía como antes mi amiguito, era un espasmo violento y generalizado.
-Sigue, sigue. -Me decía Alex que aún se masturbaba.
Yo seguía hasta que las sensaciones se fueron aliviando y mi pene me empezó a arder un poco. El se acostó a mi lado. Nos miramos y repitió:
-Nadie puede saber oíste.
-Si, yo se.
-Eres mi novia.
-Ale yo no soy hembra.
-Para mí lo eres.
-No.
-Si, y no lo puedes contar.
-No lo voy a contar.
-Cada vez que vengas a jugar haremos algo de la revista.
-¿Qué haremos?
-Todo lo que hay. ¿No viste?
-Si, pero. ¿Todo?
-Claro, los novios hacen todo lo que hay ahí.
-Pero yo no se.
-Nos fijamos y lo hacemos. ¿Viste que rica es la paja?
-Es riquísimo.
-A mi me enseñó mi primo. El me regaló la revista.
-¿Quién Rolandito?
-Si.
-Pero el es grande ya.
-Si, tiene tremenda pinga.
-¿Se la has visto?
-Si, el día que me enseñó la paja.
-¿El también lo hizo?
-Si, y soltó leche.
-¿Leche?
-Si.
-¿Qué leche?
-Mira.
Alexander volvió a hojear la revista y casi al final había una foto de un hombre derramando su semen entre las nalgas de otro.
-¿Ves?
-Si
-Esa es la leche. Dice mi primo que eso sale cuando uno ya es mas grande y que nos da esas cosquillas, la leche sale para afuera. De ahí salimos todos, de la leche de papá en el bollo de mamá.
Cuando dijo mamá me acordé del reloj. Pero igual la “campana” de la voz de mami la pude escuchar como cada tarde a estas horas. Eran las seis y yo ahí como si nada.
-Guilleeeeee. Ven a bañarte.
Ya saben, a correr.
Si les ha gustado, me dejan saber para continuar escribiendo mis aventuras con Alexander y todo lo que pasó en los días sucesivos. Gracias por leerme.
comos igue pro faovr
Claro sigue contando rico relato saludos …:) 😉 🙂 😉
Buena historia