De quién menos sospechó
Un relato de vivencias.
Cómo comenzar una historia, mi historia, obvio debe de ser por el principio.
Nací siendo un niño no deseado. Mi abuela se dió cuenta que mi madre se había embarazado y la obligó a tenerme. Mi madre la odio por eso y por no poder atrapar al hombre casado con mi nacimiento. No tuve una figura paterna lo cual al parecer me afectó. Cuando cumplí 9 años mi madre cambio para mal conmigo me regañaba por todo. Si me salía de la casa sin su permiso y al volver no estaba mi abuela para cuidarme, me daba de golpes con lo primero que tenía. Para cuando cumplí 12 me gritaba que yo no era su hijo, que ella no tenía un hijo maricón y es que para ese tiempo yo desarrolle ciertos ademanes femeninos. Mi cuerpo tampoco ayudó mucho. La transición de niño a adolecente hacia que todos voltearan a verme sobre todo los hombres mayores. Mis nalgas fueron redondas y se notaban con todo lo que me ponía. Mis largas piernas lampiñas eran más bien la de una señorita. Mis labios fue lo que más atraía. Decían que con esos labios daría más que buenos besos.
Mi madre me vigilaba constantemente. Cuidaba con quién me veía. Al verme hablar con los hombres despertaba en ella envidia. Ella fue bonita pero cuando me embarazo perdió mucha de esa belleza y ya los hombres no la buscaban como antes. Ella me lo decía cuando mi abuela no estaba en casa y siempre me preguntaba si yo era el amante de algún hombre del pueblo. Tal vez esperaba a que yo le dijera que si para ella ir rápido y amenazarlo para sacarle dinero.
No me bajaba de pequeño putito. Tal vez yo nunca cobré pero ella era igual de puta que yo. Se lo aprendí. En las noches cuando la abuela se dormía con sus pastillas, ella salía y se subía a autos distintos, de hombres que venían por ella. Regresaba ya de madrugada borracha y con la dignidad por los suelos.
Aunque me vigilaba para ver quién era el hombre que me usaba nunca pudo encontrar nada. De quién menos sospecho, de quién menos sospecharon ese fue mi hombre, mi macho, mi amor.
Ni mi maestro Ezequiel en la primaria o don Julián el señor de la tienda. Nah, mucho menos los jóvenes caporales que se bañanban desnudos en el río y usaban a algún otro niño o niña del pueblo para satisfacer ciertos deseos carnales. Ninguno de ellos fue.
Éramos muy cuidadosos para nuestros encuentros. Ya sea de noche o a plena luz del día. Cuando nos veíamos siempre había fuego de por medio. Yo un niño y él un hombre adulto hecho y derecho, con familia y una reputación que cuidar.
Sus manos grandes y velludas se adueñaban de mis nalgas, su lengua gruesa se apropiaba de todos mis orificios y sin pedir permiso se introducía en ellos. Mientras mi pequeña boca hacia hasta lo imposible por tragar su grueso falo de adulto. Vomitaba o me ahogaba pero siempre se iba satisfecho con mis trabajos orales. Su cuerpo velludo era la cama perfecta para dormir al medio día después de una intensa sesión de sexo en el campo o en rio. Sus piernas gruesas y velludas sostenían una cadera fuerte que proyectaba su mástil hasta adentro de mis entrañas. Mis gritos eran ahogados con sus fuertes palmas o sus gruesos dedos dentro de mi boca. Me usaba.
Un niño era nada más que un juguete para satisfacerlo. Un hoyo donde depositar su hirviente leche. Sus manos gigantes me tomaban por la cintura con solo un poco de saliva que había depositado en su falo me penetra rudo, casi animal. Pero eso a mí me gusta. Me gusta satisfacer sus más bajos deseos, lo que su esposa no le da, conmigo lo encuentra, conmigo lo hace realidad.
Sus dedos se mueven majestuosamente abriendo mi culo más y más. Al principio eso era muy doloroso, con el tiempo fue delicioso. Golpea mis nalgas hasta dejarlas marcadas y las muerde pues solo así queda la marca de su propiedad. Lo bueno que yo me baño solo desde los 7 años.
Otras veces me hace cabalgar lo me llena de halagos, diciéndome que soy su mejor puta, su única puta. Un cuerpo diminuto sobre un cuerpo enorme, masculino y hambriento de sexo. Su posición favorita para terminar siempre era yo en 4 patas para luego tomarme de las manos y con fuertes envestidas me llena por completo. No le importa si grito o lloró o grito cuál puta loca. Él solo embiste una y otra vez hasta deslecharse dentro de mi y a veces eso duraba bastante tiempo. Mis rodillas desarrollaron callo.
De quién menos sospecho ese hombre era mi tío. Su hermano mayor
comos igue
Ese tío sacara ventaja del buen putito, compartiendolo?
Te felicito, tus relatos son muy buenos, espero que puedas actualizar luego, saludos