“De tal palo, tal astilla” (Parte 1)
Aníbal caminaba por el pasillo de su casa sólo en calzoncillos slips y sandalias….
Eran pasadas las cinco de la tarde y Aníbal caminaba por el pasillo de su casa sólo en calzoncillos slips y sandalias, cargando entre un brazo y pelvis su canasta de ropa sucia. Él es un hombre maduro ya, de 47 años, pero aún se encuentra en la cúspide de su virilidad. Es muy alto, casi 1.90, y algo fornido, con un cuerpo que aún muestra señas de que en su juventud tenía muy desarrollada y marcada la musculatura. Es bastante velludo y es de esos que preferimos no rebajarnos los pelos y llevar toda la pilosidad corporal al natural. Es de piel trigueña y, a pesar de no ser tan mayor, tiene algunas canas grises en las sienes y en la barbilla de su tupida y por demás negra barba.
– ¡Arnold, hijo! –Gritó delante de la puerta de la habitación de su primogénito– ¡¿Tienes ropa sucia para lavar?!
En eso la puerta se abrió y debajo del marco apareció su único hijo Arnold; ya todo un hombre de 21 años y se podría decir que la viva imagen de él en su juventud, menos unos cuantos detalles. El joven es un poco más bajo que su padre y como es de los que rigurosamente va al gimnasio tiene el cuerpo bien musculoso y definido, y ahora lo lucía con una corta y ajustada calzoneta gris y una floja camiseta sin mangas, de esas de tirantes, que dejaba ver sus pectorales torneados, esculpidos hombros e impresionantes bíceps. Arnold es de tez trigueña, pero un par de tonos más claro, y es igualmente velludo como su progenitor por herencia genética, pero él sí opta por rebajarse los pelos del torso y lleva su barba bien arreglada en un perfecto candado.
– Voy a meter la mía en la lavadora… –Continuó el padre viendo a su hijo pasar a su lado– ¿Vas a salir?
– Sí, sólo por un rato. Y por la ropa, creo que hay un par de cosas. –Y señaló hacia atrás con el pulgar, dejándole claro al papá que sería él quien la tendría que recoger por sí mismo– Gracias, papá. Nos vemos luego.
Aníbal entró al cuarto de su hijo y vio el tiradero regado por todos lados; ropa sucia apilada sobre la cama sin hacer, calcetas y ropa sudada del gimnasio en el piso, otro poco sobre la silla y hasta un bóxer usado colgando del monitor del ordenador. Además, toda la habitación tenía ese característico e intenso aroma a hombre, a fuerte humor de transpiración masculina e incluso a esperma, de lo que tendrían que ser incontables pajas diarias. El hombre de familia no hizo más que suspirar derrotado, pues siendo padre soltero por viudez, desde ya muchos años, se había resignado a tener que estar arreglando el chiquero de su hijo; así que simplemente se puso a recoger todas esas prendas sudadas y olorosas para agregarlas a su canasta. Cuando llegó a la cama encontró más bóxeres del chico, de los ajustados, y para la sorpresa de nadie estos tenían claros restos de semen seco. Difícil no notar la gran cantidad de manchas blanquecinas que endurecían la tela de todos ellos. Y justo debajo del ultimo, Aníbal halló un juguete sexual de su viril vástago, un “Fleshlight”, ese masturbador masculino con forma de larga linterna de plástico negro, que donde debería estar el foco tiene una abertura simulando una vagina de silicón rosado pálido. El padre no se alarmó o extrañó; ya sabía perfectamente lo que hacía su hijo a puerta cerrada. Lo que sí ocurrió fue que su curiosidad despertó, puesto que él nunca había usado uno de estos dispositivos sexuales.
Lo cierto es que el hombre no pudo resistirse, ya que seguramente no tendría otra oportunidad como esa; por lo que dejó la canasta llena de ropa sucia, se quitó su calzoncillo slip y lo agregó a la pila, quedando completamente desnudo. Luego probó meter dos dedos en la fisura del fleshlight y sintió el suave interior, algo que de inmediato hizo que su miembro masculino también despertara y comenzara a crecer en medio de sus velludos muslos. En pocos segundos su formidable falo ya estaba en pleno, tan grande y grueso que por un momento pensó que no podría introducirlo en el masturbador de silicón de su hijo. Empezó despacio, metiendo sólo la voluminosa punta de su verga, sintiendo el delicioso roce del silicón en el frenillo de su glande. Aníbal soltó un suspiro de placer, pues aquel juguete sexual simulaba muy bien el interior de una estrecha vagina; pero justo eso podía ser un problema, ya que el juguete parecía no tener las dimensiones adecuadas para la impresionante hombría que se erguía dura en su peluda entrepierna. Entonces se le ocurrió que necesitaría lubricante, y como no quiso ir a buscar el suyo a su cuarto, dio unos pasos para alcanzar la mesita de noche de su hijo. Al abrir la gaveta encontró un paquete de cigarrillos, una larga tira de condones extra-gruesos y talla ‘XL’, cosa que le llenó de cierto orgullo paterno, y también halló justo lo que buscaba, un bote grande de lubricante.
Ya con el bote medio vacío de lubricante, el hombre se sentó en el borde de la cama junto a la mesita e inició el vertido del viscoso y fresco líquido por toda su maciza masculinidad; la cual es de unos sorprendentes 26cm y también es muy gorda, venosa y por la base suben gran parte de sus rizados y tupidos pelos púbicos negros. Aníbal ahora usaba ambas manos para regar la cuantiosa cantidad de lubricante por su fornido falo, desde el glande, por todo el leñoso tronco, hasta el ancho pegue; escurriéndosele hasta los enormes huevos igualmente peludos, y dejando una mojada mancha en la colcha. El siguiente paso fue volver a introducir su miembro viril en el dispositivo para la recogida de semen que utiliza su joven primogénito.
– Va a estar algo ajustado, pero haré que funcione igual. –Dijo en voz alta, al mismo tiempo que logró meter toda su hinchada cabeza fálica en el juguete sexual– ¡Uff~! ¡Sí que se siente bien esto…!
Después, poco a poco empezó a deslizar el fleshlight hacia abajo, a la vez que empujaba su vergota dentro del mismo; hasta que su glande pegó con el tope interior y se dio cuenta de que ya no le cabía más de su carnosa virilidad. Aníbal notó que por lo menos quedaba unos 10cm de su falo por fuera, algo que lo frustró un poco, pero no podía hacer nada al respecto; así que simplemente comenzó a usar el juguete de su hijo para hacerse una merecida y buena paja vespertina. El hombre sujetaba su vergón por la base usando la mano izquierda, mientras con la derecha se bombeaba con el masturbador despacio y suave, sintiendo el esponjoso interior y como todo el lubricante envolvía por dentro su verga, tan rico que si no tenía cuidado se ordeñaría muy pronto.
Entonces se hizo hacía atrás, recostándose en la cama de su vástago, y colocó su brazo izquierdo tras la nuca, dejando al descubierto los olorosos pelos de esa axila; acción que liberó su fuerte hedor a macho, cargado con su exuberante testosterona, la cual para colmo se mezclaba con los aromas masculinos de su hijo y la propia testosterona de éste impregnada en todo el ambiente del cuarto; haciendo que la calentura del padre aumentara todavía más. Él con su mano derecha seguía empleando el fleshlight, sólo que ahora rápido y fuerte, haciendo que el bombeo de aquel ordeño viril lo hiciera transpirar por todos sus pelos corporales, así como jadear a cuál bestia embramada. En un punto casi se corre, que se detuvo de golpe y liberó su vergota del juguetito.
– ¡Uff~! Eso estuvo cerca. –Dijo para sí mismo y en lo que miraba como su miembro se veía más inflado que de costumbre, con el glande bien colorado y sintiendo como toda la verga le palpitaba y se sacudía involuntariamente, como si ésta se quejara por la interrupción, soltando en protesta un espeso hilo seminal hasta sus huevotes. De ahí él se levantó y colocó el masturbador de plástico sobre la cama, y acto seguido se subió y acostó boca abajo, metiendo nuevamente su fornido falo en la vagina de silicona, imaginando que era de verdad y él estaba montado sobre alguna de sus conquistas y la cogía duro, con embestidas bélicas. El hombre de familia ahora resoplaba y sudaba sobre la colcha de su hijo, simulando que follaba de tal forma que la cama se movía con cada envión de su pelvis, levantando su culo peludo de macho para agarrar impulso y luego dejarse ir con todo.
– ¡Oh…joder! Se siente delicioso. –Decía en voz alta entre resoplidos– Se siente como el coñito de una jovencita.
Aquel receptáculo de plástico tenía que soportar el abate viril de ese macho maduro, que sí Aníbal no hubiera estado jadeando tanto, habría escuchado como el objeto tronaba con cada empujón de su descomunal y fuerte falo. Él seguía en ese sube y baja de caderas, que sus enormes huevos peludos se bamboleaban, haciendo que internamente iniciaran la producción de más esperma de la que ya traían acumulada. Las gotas de sudor de su frente, sobacos y pecho peludo dejaban marcas en aquella colcha revuelta, y en ese momento el hombre sintió que necesitaba mejor agarre; por lo que se incorporó y llevó el fleshlight al borde de la cama, justo con la abertura vaginal rosa en la orilla y de pie él volvió con sus violentos movimientos de meter y sacar, pegando su glande en el tope interno, causándole cierto dolor; pero uno muy placentero, que él seguía sin parar. De hecho, cada vez era más salvaje, que la estructura del juguete empezaba a ceder. Y con una letal estocada, Aníbal vio como por la tapa trasera se hicieron unas grietas y el cilindro de plástico negro se quebró, dejando al descubierto su glande, y cuando él empujó toda su verga, ésta se deslizó entera dentro del objeto, que sus pelos púbicos pegaron contra la abertura de silicón y el resto de su inmenso miembro sobresalió por el otro extremo roto.
– ¡Oh…diablos! ¡Agh…no puedo aguantar más! –Y con un par más de sus embistes pélvicos, el hombre comenzó a correrse, soltando finalmente chorro tras poderoso chorro de su esperma en toda la cama de Arnold.
En eso removió el juguete roto que cubría solo parte de su vergón y, haciéndolo a un lado, tomó con ambas manos la maciza masculinidad que se erguía de su entrepierna y le dio un par más de jaloneadas rápidas y frenéticas, provocando que su corrida se prolongara todavía más y arrojara también muchísimo más semen espeso y blanco por toda la colcha y sábanas de su hijo.
– ¡Joder! Sí que los traía llenos… –Se dijo en voz alta, al tiempo que veía como había dejado todo empapado y embarrado de su cuantiosa descarga seminal, y el pobre juguetito sexual yacía en la cama en dos pedazos, mientras su vergota erecta apenas empezaba a dar indicios de querer regresar a su estado flácido.
– ¡¿Papá qué estás haciendo?! –Oyó Aníbal la voz de su hijo a sus espaldas– ¿Te estabas pajeando en mi cuar― ¿Es ese mi flesh― ¡Mira como dejaste mi cama! ¡Qué asco, papá!
– ¡Arnold, hijo! Volviste ya, eh…yo sólo… –Y el padre se giró para encarar apenado a su hijo, así como estaba, desnudo, con todos los pelos sudados y la verga semierecta colgando escandalosamente entre sus muslos.
– ¡Papá! ¡Tápate, quieres! –Le reprochó Arnold al ver la inmensa virilidad de su progenitor. Pero por más que éste trató de cubrir sus partes, al ser de semejantes dimensiones, ni aun con las dos manos logró disimular su dotación.
– Perdona, hijo. Déjame explicar lo que pasó…
– No hace falta. Es bastante evidente. –Y el joven caminó a su cama para ver más de cerca el sorprendente desastre de semen que había dejado su padre y en eso vio el juguete partido en dos– ¡¿Cómo rayos lo rompiste?!
– Descuida, hijo. Te compraré uno nuevo… –Respondió dejándose de cubrir y en lo que levantaba la colcha y sábanas manchadas para agregarlas a la pila de la canasta de ropa sucia– La verdad no sé lo que me pasó, hallé tu juguetito y sólo quise probarlo y pues era algo ajustado―
Pero el muchacho lo detuvo levantando la mano en señal de que mejor no siguiera, con una mirada de reproche y decepción; casi que Aníbal sintió que en ese momento se habían intercambiado los roles y él ahora era el adolescente calenturiento sin control y no el papá.
Está demás decir que luego de ese incidente la incomodidad entre ellos dos continuó, aún horas después. Aníbal ya había sacado toda la carga de ropa de la secadora y había cambiado las sábanas de la cama de su hijo. Es más, de cena hasta había ordenado la pizza favorita de Arnold; pero ni comieron juntos, pues este último había optado por comer en el sofá de la sala mientras juagaba con uno de sus videojuegos. Entonces el hombre se puso una camisa crema manga corta, junto con la calzoneta azul oscuro que ya llevaba, y tomó las llaves de su camioneta.
– Arnold, hijo. Voy a salir a hacer unos mandados. –Le informó de pie junto al sillón, ya listo para irse.
– Está bien, papá. –Respondió el hijo sin voltear a mirarlo.
Pero en el instante en que Arnold escuchó la camioneta de su padre arrancar, quitó el videojuego y se puso a navegar en el enorme televisor plasma, hasta que llegó a su página de pornografía favorita. Lo cierto es que el joven desde que encontró desnudo a su progenitor pajeándose en su habitación, había quedado bastante caliente sin entender por qué; aunque sí admitía que le había resultado algo morboso. Así que el chico se bajó la calzoneta gris a la altura de las rodillas y liberando su erección de 23cm se puso a pajearse con ambas manos; puesto que su padre le había destrozado su masturbador de plástico con la tremenda verga que se carga.
. . .
Había oscurecido del todo cuando Aníbal regresó a la casa. Se bajó de su camioneta cargando la bolsa con las cosas que había salido a comprar y se dirigió a la puerta trasera, que conecta al garaje y suele estar siempre sin seguro. En el momento que entró se percató de que todo estaba a oscuras.
– ¿Por qué están todas las luces apagadas? –Se preguntó– ¿Será que Arnold salió otra vez…?
Dejó las cosas que traía sobre el mostrador de la cocina y en lo que pasó por la sala, vio el resplandor azul que produce el televisor encendido y con un paso más escuchó los gemidos sexuales de una mujer. Parado en el umbral de la puerta que da a la sala, miró de espaldas a su hijo sentado en el sofá, evidentemente viendo una película porno, y por los movimientos de sus hombros, claramente se estaba pajeando con ella. El hombre se acercó sigiloso para poder espiarlo mejor, viendo en la ancha pantalla del plasma la escena de una mujer en cuclillas mamando una enorme verga, mientras con su otra mano masturbaba una segunda de igual tamaño y le daba sentones a una tercera, que le pertenecía al actor que estaba acostado boca arriba debajo de ella. Aníbal ahora estaba justo detrás de su hijo, pudiendo ver como éste se hallaba completamente desnudo y se jalaba su miembro masculino con la derecha, a la vez que con la izquierda se estrujaba sus bolas perfectamente depiladas.
– ¡Ah…sí! ¡Denme más! ¡Quiero otra más dentro de mí! –Suplicaba la actriz de grandes senos por encima de los jadeos y obscenidades que le propinaban los tres machos sementales a su alrededor.
– ¡Eso es zorra! ¡Pide más vergotas porque eres una puta! –Escuchó decir a Arnold, en lo que éste se pajeaba fuerte y sin descanso, resoplando de lujuria y viendo como ahora un segundo macho penetraba vaginalmente a la mujer, al mismo tiempo que el acostado continuaba ultrajándole el anito femenino.
Aníbal se sonrió, pues pudo confirmar que su hijo era igual a él de caliente y morboso al momento de masturbarse y disfrutar del buen porno, del mismo que a él le gusta. Además, se llenó de orgullo paternal al ver que su vástago también había heredado de sus genes una muy buena herramienta sexual. Gracias a la azulada luz de la pantalla, el padre pudo mirar que su hijo igualmente cargaba un vergón que superaba fácil el promedio; ya que ahora su primogénito se la estaba agarrando con ambas manos y aún le sobraba. Y vio también como el chico, por más que se depilaba los huevos y la base del falo, mantenía un puñado de pelos púbicos negros bien arreglados y recortados.
– Está buena la paja, ¿eh hijo? –Habló el hombre casi en el oído de su muchacho, revelando que estaba detrás.
– ¡¡AHH JODER!! –Gritó el asustado Arnold, casi que brincando del sofá y cayendo sentado en uno de los extremos del mismo, al descubrir que su padre lo había encontrado así– ¡Papá! ¡Casi me matas del susto!
– Parece que no soy el único pajero empedernido de esta casa. –Dijo Aníbal en tono burlón, a la vez que se sentaba tranquilamente en el extremo opuesto del de su hijo.
La siguiente reacción del joven fue tratar de taparse, pero su virilidad ni con la sorpresa se había inmutado, y seguía bien firme y por eso era muy difícil, sino imposible, de esconder con las manos.
– Papá, eh…yo sólo…puedo explicar―
– Vamos, relájate hijo, es normal. No tienes nada que explicar. –Lo interrumpió su padre, enteramente relajado y feliz de que los roles se habían reestablecido– Veo que tienes los mismos gustos en pornografía que tu viejo.
Los actores sementales de la película estaban ultrajando violentamente a la mujer, con esa doble penetración anal y vaginal, mientras el tercereo le follaba la garganta, que la mujer se ahogaba y casi lloraba por aquella violencia sexual. Entonces el hombre bajó su calzoneta oscura y su gigantesca hombría dura saltó libre, arrojando al aire un espeso y viscoso líquido seminal. Ahora Arnold pudo ver bien de cerca, y en todo su esplendor, el miembro masculino de su progenitor; quedando boquiabierto al ver aquello tan grande, grueso, cabezón y peludo. Él siempre supo que era dotado, desde adolescente, puesto que todas sus novias se lo dijeron y hasta sus amigos lo envidiaban por esa razón; pero comparado con su papá era otra cosa. Digamos que la diferencia de longitud no es tanta, pero el grosor del falo de su padre y todas esas venas brotadas, lo hacían ver más impresionante. El joven luego de quedar atónito quiso levantarse e irse, pues le resultaba muy incómoda esa situación con su propio padre, el estar los dos así, erectos, y él para colmo del todo desnudo y sudado de llevar largo rato en una de sus pajas de “Edging”.
– Creo que me puedo hacer una segunda paja el día de hoy. –Continuó como si nada el hombre de familia, en lo que se desabotonaba la camisa crema, dejando al descubierto su panza y pechote peludos ya algo transpirados.
Y la película también continuaba su curso. La actriz tenía la boca libre y jadeaba como una desquiciada, gimiendo y suplicándole a sus machos sementales que le dieran más fuerte, y ahora ella tenía dos colosales vergas ensanchándole el ano y la restante siempre fornicándole la vagina hasta el útero.
– ¿No se siente bien, hijo? ¿Esto de estar así en confianza tú y yo, con una buena paja ‘padre e hijo’? –Preguntó Aníbal mientras jalaba su descomunal y macizo miembro, aún más enorme que los de la porno, corriendo el oscuro y carnoso prepucio, descubriendo bien su glande más claro, del cual ahora colgaba otro exagerado hilo seminal.
Arnold tragó en seco, forzando su mirada en la pantalla; ya que segundos antes no había podido evitar espiar la inmensa virilidad de su progenitor. No entendía porque, pero le causaba mucha curiosidad y morbo.
– Eh…papá…en verdad no creo que―
– Vamos hijo, estamos entre machos. No veo porque debas tener vergüenza conmigo, soy tu papá después de todo. –Interrumpió el hombre al ver como su hijo seguía batallando al tratar de tapar su prominente erección– No tengas pena, hijo. Si desde acá veo como la tienes bien parada y al tope de dura.
Así que, sin más remedio, el joven derrotado aceptó que no podría escapar de aquella situación y se acomodó en el sillón, tomó con una mano su verga y se puso nuevamente a jalársela; mientras a su lado su papá hacía lo mismo.
– Así me gusta, hijo. –Dijo el padre al ver como el chico finalmente se soltaba y le seguía el ejemplo.
Su primogénito no respondió. La verdad es que todavía no se relajaba del todo. Aún se sentía algo incómodo de tener a su papá semidesnudo tan de cerca, que sus rodillas y codos se rozaban de tanto en tanto, y ya él hasta podía oler el hedor a transpiración de su padre; el cual es hasta más fuerte que el suyo. Y en la pantalla los dotados actores no paraban de abusar de la mujer, la que gritaba y gemía cada vez más y más, al punto al que al joven tanto le prende y lo pone al máximo; que ya su cuerpo se definía más con la tensión de sus músculos e igualmente sudaba la viva testosterona, mezclando la suya con la de su varonil papá. Los dos son diestros para masturbarse y sin darse cuenta casi que sus jaladas fálicas estaban sincronizadas; la diferencia yacía en que Aníbal usaba la izquierda para frotarse los pelos de su pecho y acababa pellizcándose el pezón derecho, y en cambio Arnold usaba su izquierda para estrujarse las bolas adoloridas por llevar más de una hora al borde sin correrse. En eso el hombre de familia de reojo se percató como su hijo involuntariamente quitaba la vista de la película y la posaba ocasionalmente sobre su recio y vasto falo.
– ¿Quieres que las comparemos, campeón? –Y sujetándola por la base, justo en el pegue peludo púbico, la empezó a sacudir, que aquel mazo viril de carne y venas se bamboleaba pesadamente, salpicando de sus líquidos seminales los muslos de su hijo e incluso hasta en el abdomen de lavadero.
– ¡Ugh~! Claro que no, papá. ¡¿Cómo se te ocurre?! –Respondió el chico, casi en tono de indignación por la inconcebible propuesta de su papá.
– Tranquilo, sólo bromeo. Nada más estamos jugando entre hombres. –Dijo y acto seguido abrazó por sobre los hombros a su muchacho, acercándolo más a él, pegando sus cuerpos masculinos– Igual, déjame decirte hijo que tú la traes de muy buen tamaño. Eres todo un campeón bien vergón y me llenas de orgullo por eso.
Arnold tragó en una boca cada vez más seca y así de cerca como estaba, era más fácil ver todos los detalles y dimensiones de la portentosa hombría que 21 años atrás le había dado la vida y su propia dotación fálica.
– Bueno…no tanto como la tuya, papá. La tuya…parece que la traes de puro musculo. Se te ve enorme.
Aníbal se rio y para lucirse más ante el joven vástago, volvió a sacudir su voluminoso mazo por la base, demostrando que no sólo la suya era grande, gruesa y venosa, sino que también pesada y llena de pura potencia semental.
– Dale unos años y se te pondrá igual a la mía.
– Ojalá, pero no creo. –Le contestó su primogénito, a la vez que sus jaloneadas se intensificaban viendo a pocos centímetros lo tremendamente dotado que es su padre, ignorando ya del todo a la actriz pornográfica.
Los dos se masturbaban al mismo ritmo e igual intensidad, como si lo hubieran practicado antes, pero simplemente eran de esos rasgos que compartían como machos del mismo linaje. En eso Aníbal se volteó y observó como el chico pajeaba su vergota larga, bien derechita y un par de todos más claros que la de él, y como se le veía tan estilizada y jugosa por la cantidad de secreciones seminales que le escurrían. Entonces el hombre se dejó llevar por un impulso y con su mano derecha alcanzó la virilidad de su musculoso hijo y se la agarró sin aviso.
– Hijo, tienes una verga muy bonita. Con razón has tenido tantas novias. Se volverán locas por este lindo trozo.
– ¡Papá! ¡¿Qué haces?! –Protestó Arnold, viendo asombrado como la ruda mano de su papá ahora le corría el prepucio hacia abajo, descubriéndole el colorado glande, y luego se lo volvía a cubrir, haciendo que en el proceso arrojara más líquido viril viscoso, empapando más el ya manchado sofá– ¡Papá, basta! ¡Deja ya!
Y el joven algo molesto apartó la mano de su padre. Éste último se sonrió y retornó a pajear la suya enorme.
– Vamos, hijo. Tranquilo, sabes que sólo estoy jugando.
– Cada quien, con la suya, ¿ok? –Y Arnold también volvió a jalar la propia como antes, pues seguía muy erecto a pesar de todo– Así podemos acabar con esto de una vez.
– Está bien, campeón. ¿Nos echémonos unas carreras…?
Ahora ambos estaban más concentrados que nunca en esa masturbación acompañada, en esa nueva confianza y camaradería entre machos. Tanto el padre como el hijo miraban fijos la porno en el televisor, veían como la actriz por turnos se atoraba con los fuertes falos de esos tres sementales, rogándoles para que éstos le dieran su esperma.
– ¡Mmmgh~! ¡Ah…sí! ¡Denme leche! ¡Mmmgh~! ¡Quiero comerme toda su leche, por favor! ¡Mmmgh~!
Tanto Aníbal como su hijo Arnold transpiraban copiosamente; ya sea por el esfuerzo de sus jaladas rápidas, como por el calor del roce de sus masculinos cuerpos, como por el morbo de toda la situación. Aunque ya no se espiaban, podían sentirse tan juntos e incluso oler la testosterona del otro, y el sólo hecho de saber que ambos estaban pajeándose uno al lado del otro, les provocaba más excitación. El joven, quien llevaba ya casi dos horas de intensa paja, no pudo aguantar más y fue el primero en acabar.
– Aaahhh… ¡No puedo más, papá! ¡Me vengo… ¡¡OOOHHH!!
– ¡Eso, campeón! –Alentó el padre a su hijo al darse cuenta de que estaba por correrse– ¡Muéstrame como te vienes!
Los disparos eyaculatorios del chico fueron increíbles, que el mismo Aníbal se quedó perplejo al ver como su primogénito lanzaba múltiples chorros de semen blanco hacia el techo, con tanta potencia que los mismos volaron por el aire y se perdieron en la oscuridad, mientras que una segunda tanda de disparos le cayeron a su muchacho en la cara, la barbita, los esculpidos pectorales y entre los cuadritos de su marcado abdomen.
– ¡Wow~! Menuda corrida te has dado, hijo. –Dijo el papá sintiendo como sus enormes y pesados huevos se elevaban en señal de que ellos también estaban a punto de eyacular.
Sí que ese día había sido muy inusual para el hombre de familia; primero la masturbada con el juguete sexual de su vástago y ahora se hacía una paja con él, con su único hijo, y el hecho de verlo arrojar esa exagerada e impresionante corrida, le había dado orgullo paternal por tercera vez esa tarde y un morbo tal que podía sentir como cada chorro de su semen subía por todo su colosal miembro masculino, hasta llegar a su hinchado glande y salir por el ojete con una fuerza de manguera. El macho padre apuntó hacia el frente, que su igualmente cuantiosa descarga seminal llegó hasta el mismísimo televisor, embarrando la cara de la actriz en la pantalla, y bufando y con más jaloneadas frenéticas logró lanzar aún más chorros de esperma, a pesar de que esa era su segunda eyaculación de ese día.
Ninguno habló, los dos recobraban el aliento después de ese intenso orgasmo. Ambos habían quedado bien sudados y apestando a aroma de macho, resoplando todavía con las vergotas erectas en mano. En ese momento el joven empezó a experimentar un cierto cargo de conciencia y justo en lo que estaba por hablar, sintió como algo le golpeaba levemente la cara y se la tapaba. Al quitarse rápidamente lo que le había cubierto el rostro, se fijó que se trataba de la camisa transpirada que había traído puesta su papá todo ese rato.
– Toma, hijo. Úsala, tienes toda la cara y el cuerpo embarrados.
– Eh…gracias, papá. Oye, papá…por lo que acabamos de hacer. Creo que no debimos de hacer esto…
Comenzó diciendo Arnold sin voltear a ver a su padre, y en el instante que se giró para encarar a su progenitor; halló que éste estaba de pie frente a él, todo desnudo y con su entrepierna incómodamente demasiado cerca, que no pudo evitar posar la mirada y ver nuevamente el enorme vergón de su padre colgando semierecto entre sus piernas peludas, goteando el resto de su semen paterno al piso.
– Sí, lo entiendo hijo. –Intervino Aníbal, igual recobrando un poco la cordura luego de haberse corrido– Sé que no es una actividad ‘padre e hijo’ muy usual…je, je… Creo que me dejé llevar por la porno y todo lo demás.
Esa respuesta fue la que el chico quería escuchar de su padre; pero igual le molestaba un poco la soltura con la que éste manejaba el tema, así como el hecho de estar desnudos juntos y no incomodarse. Lo cierto es que Arnold se había criado conviviendo con su papá siempre en calzoncillos slip, lo que no dejaba nada a la imaginación; pero eso era una cosa algo aceptable, pero ya la desnudez completa y tan relajada frente a él lo perturbaba un poco.
– ¿Yo lo que quisiera saber papá es porque para ti todo esto es tan casual?
– Porque somos hombres y es normal que hagamos cosas como estas cuando estamos calientes. ¿Igual fue divertido o no? –Y se colocó la calzoneta, mientras hacía malabares para poder guardar dentro su pedazote de carne semiduro– Hijo, no te rompas la cabeza por esto y mejor termina de limpiar el reguero que tienes encima.
Con eso Aníbal se dirigió a la cocina, encendiendo la luz en el camino. Cuando la sala se iluminó, el muchacho quedó sorprendido de ver toda la eyaculación de su progenitor esparcida por todo el piso y la mesa de café entre el plasma y el sofá. Eran múltiples disparos de espesa esperma blanquecina, tanta, que incluso los restos regados en la mesa ya escurrían al suelo en grumosos colgajos.
– ¡Papá! ¡Mira todo el reguero que dejaste tú! –Exclamó el chico al mismo tiempo que usaba la camisa de su padre para limpiarse el rostro y torso– ¡Todo está embarrado! ¡Ugh~! ¡Qué asco!
– Vamos, hijo. No deberías tener asco por tus hermanitos de leche…ja, ja, ja… –Contestó en tono de broma, en lo que se regresaba y paraba junto a su hijo en el sofá– Además no deberías quejarte. Sólo mira el tiradero tuyo.
Y el hombre señaló con el dedo el respaldar del sillón y como detrás del mueble había quedado el rastro de esperma de su vástago, en varias hileras blancas una a la par de la otra, con algunas llegando casi a la puerta.
– Oh…lo siento. –Fue lo único que pudo responder Arnold algo apenado, pues él como su papá había hecho lo mismo; quedando claro que ambos se parecían hasta en la exagerada cantidad que podían eyacular.
– Descuida. Deja yo limpio todo acá y tú vete a duchar o quedarás todo pegajoso.
. . .
Arnold se duchaba como su padre le había sugerido. El agua caliente ayudaba a relajar cada músculo de su definido y varonil cuerpo, mientras lo enjabonaba rodeado de mucho vapor y sin poder dejar de pensar en lo que acaba de hacer con su progenitor. Las escenas de la película porno se mezclaban en su mente con la vívida imagen del peludo, enrome y fuerte falo de su papá; que el suyo propio ya estaba nuevamente erguido, con el prepucio corrido del todo, dejando de fuera su enrojecido y aún sensible glande. Sin poder resistirse, el viril joven ya estaba haciéndose una segunda paja, estrujando todo su larga y dura verga, ayudándose con la espuma del jabón y estimulándose más con la deliciosa agua tibia. Al mismo tiempo que se masturbaba otra vez, excitado con ese nuevo morbo, empezó a considerar que quizás no era tan mala idea tener ese tipo de confianza y camaradería entre machos con su padre. La verdad es que el chico no podía negar el morbo que le causaba la idea, no entendía por qué le pasaba; pero mientras su jaloneadas continuaban, se había decidido a hacerle caso a su papá y no quebrase la cabeza si eso era malo o bueno, sólo lo dejaría fluir; así como ahora la segunda corrida le fluía de su miembro masculino y salía por el ojete de su glande para terminar chocando contra la pared y regándose por toda la ducha.
Después de terminar de bañarse y secarse, se enrolló la toalla en la cintura y se fue a su cuarto. Al entrar en la habitación notó que había una bolsa sobre la cama. Cuando se acercó para revisar el contenido, vio que se trataba de un nuevo Fleshlight, junto con un gran bote de lubricante y más condones extra-gruesos, de los que él usa. Tomó el masturbador, que era algo más largo que el anterior y se veía más resistente y moderno, hasta tenía grabado el modelo ‘STLN-XXL’. En eso Arnold vio la nota que traía adjunta, así que la leyó en voz alta:
«Hijo, quiero disculparme otra vez por lo de esta tarde y el haber roto tu juguete. Lo he remplazado por uno más acorde con tu talla (y la mía, pues espero puedas prestármelo de vez en cuando). ―Te quiere, papá.»
Luego de leer eso con una sonrisa, el joven macho ya tenía la vergota erecta a tope otra vez, que se quitó la toalla y ahí mismo estrenó su nuevo juguete sexual, comprado para él por su propio padre.
Continuará en una segunda parte…



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