De viaje con un amigo 2
Alberto pasó por mi muy puntal a las 6am el jueves, me dijo que Ciudad del Carmen no me iba a gustar mucho pero que su papá estaría encantado de recibirnos..
No sé si fue el nervio del viaje, pero la noche anterior me costó muchísimo poder conciliar el sueño. Eran las 3am cuando pude por fin dormir y tenía que despertar a las 5:30am porque Alberto llegaba por mi.
Sonó mi alarma, me metí a bañar rápidamente, mi verga estaba más despierta que yo así que decidí darle un poco de amor y masturbarme rápido antes que llegue Alberto. Debo decir que mi pene no es mi mejor atributo. Me mide entre 13-14cm y tiene una curvatura hacia arriba que me gusta mucho. Soy pasivo, por lo tanto, no me preocupa el tamaño que tengo.
Ya un poco más relajado salí de la ducha y me vestí rápidamente, revisé nuevamente que todo estuviera en orden en mi maleta, verifiqué que mi computadora estuviera cargada y me senté en la sala de mi casa esperar la llegada de Alberto.
Eran las 5.58am cuando sonó mi teléfono, era él avisándome de su llegada. Salí, subimos las cosas en su auto y cerré mi casa con mucho cuidado. Envidiaba a Alberto en ese momento, él se veía mucho más fresco y descansado que yo. Me ofreció un café que había comprado en una tienda de 24hrs mientras emprendíamos el camino hacia la aventura.
Tardé unos minutos en prender mi cerebro para platicar con él, ya estábamos en carretera cuando empezamos a platicar.
Me comentó que nuestra primera parada sería en Ciudad del Carmen, ahí nos recibiría su papá y él nos entregaría la documentación que se debía entregar a sus tíos en Campeche, Motul y Cancún.
Sólo de escuchar el recorrido me sentía cansado. Pero el día empezaba apenas y nos faltaba mucho por recorrer.
La mañana y el camino se pasaron muy rápido ya que Alberto es muy platicador, al igual que yo. Sin darnos cuenta estábamos a media hora aproximadamente de llegar, por lo que sacó su celular y le llamó su papá para avisarle.
El señor le preguntó que si ya habíamos desayunado, sino él nos preparaba algo para desayunar. Alberto le dijo que no y que moríamos de hambre.
Apenas colgó la llamada vi cómo cambió la cara de Alberto a una seriedad total, yo me asusté mucho al ver su expresión.
- ¿Qué pasa? – Pregunté preocupado.
- Hay algo que no te había comentado. – contestó con cara de preocupación y pasándose la mano por la cara y el cuello.
- Mi familia es algo especial, estás en tu total derecho a poner tus límites en cuanto las actitudes que tengan, especialmente con mi papá. – Continuó.
No entendía que sucedía, pero le dije que no tenía de qué preocuparse. Él sólo me sonrió nervioso, lo cuál hizo que me ponga más nervioso todavía.
Al fin llegamos a casa de su papá, él vivía en una casa pequeña pero con un terreno muy grande a las afueras de la ciudad.
Apenas escuchó el auto, Salió a recibirnos. Quedé impactado al verlo. Era un hombre muy guapo, más guapo que Alberto, de piel más morena, más delgado y se veía muy joven para su edad, unos 50 yo calculo.
Tenía una bata de baño blanca que estaba flojamente atada con las cintas que trae, no tenía nada de ropa debajo de la bata, definitivamente no era el recibimiento que esperaba pero me gustaba.
Se acercó a nosotros con los brazos abiertos, lo cual ocasionó que su pene se vea a través de la abertura de la bata, no alcancé a ver muy bien pero se veía de buen tamaño. No quería que la primera impresión que tuviera de mi fuera de un pervertido que no quita la vista de la entrepierna de las personas.
Nos ayudó a meter las cosas a la casa y nos sirvió el desayuno que había preparado.
Después del desayuno nos invitó a pasar a la sala a platicar. Él se sentó frente a mi en el sillón de dos personas mientras Alberto y yo estábamos en los sofás individuales.
- Muchas gracias por el desayuno, tiene una casa muy bonita señor. – Fue lo primero que pude decir apenas me senté.
- No tienes nada que agradecer Ricardo, y no me digas señor. Todos me dicen Burro, me puedes decir así también – me dijo guiñándome el ojo. Alberto estaba perdido en su teléfono, no notó el gesto de su papá.
- Mu… muchas gracias señor Burro. – Tartamudeé y no pude evitar ponerme rojo, era evidente que me había apenado su gesto, el Burro sólo se rio.
Alberto se puso de pie y fue al baño. Apenas se dio la vuelta, el Burro abrió sus piernas y empezó a abrir la bata mientras me hacía plática. Yo contestaba en automático sus preguntas, ni sé qué tanto me estaba diciendo, sólo sabía que me estaba poniendo cada vez más nervioso.
A través de la abertura de la bata podía ver cómo se balanceaba su verga, se veía muy grande y no estaba despierta todavía. Yo sólo estaba sudando y respondiendo sus preguntas. El burro no aguantó más y se descubrió completamente.
Quedé impactado por lo que vi. Su verga dormida era más grande que la mía en erección, se balanceaba hipnóticamente entre sus piernas. Era el pedazo de carne más delicioso que hubiera visto nunca.
El Burro sólo reía al ver mi cara. Su pene empezó a despertar, parecía que no iba a terminar de crecer nunca. Tenía a menos de un metro de mi un hermoso ejemplar de verga negra, sentía que se me hacía agua la boca de sólo verla.
No podía quitarle los ojos de encima, el Burro me veía directamente y sonreía maliciosamente.
El sonido de la puerta del baño nos hizo salir del trance, parecía que habían pasado horas, pero habían sido sólo minutos.
Alberto llegó y se sentó como si nada. Al verme tan rojo y sudado me dijo que me podía quitar la playera o cambiarme si tenía mucho calor.
No podía esconder lo nervioso que estaba, sólo le dije que estaba bien y me fui rápidamente al baño a intentar refrescarme.
Cuando salí ellos dos estaban riendo como grandes amigos que se ve que son.
- ¡Oye Ricky! ¿Te puedo decir Ricky, verdad? – Me gritó el Burro desde la sala.
- Sí… sí… claro señor Burro. – Tartamudeé, de nuevo.
- ¿Ya es hora, no? – Dijo, mirando a su muñeca como si tuviera un reloj.
Yo sólo lo miré extrañado pues no entendía a qué se refería.
- Ya es hora de la primera cerveza, trae 3, están en el refri. – Me dijo señalando al refrigerador de la casa.
- Muchas gracias, pero yo no tomo alcohol. – Le dije. El Burro sólo alzó su ceja y me dijo que podía agarrar refresco o agua si quería pero que ellos dos sí querían cerveza.
Cogí dos cervezas y un vaso con agua y se los acerqué a la mesa de la sala. Al darle la suya al burro, rozó su mano con la mía, lo cual causó que me ruboricé de nuevo.
Regresé a sentarme y estuvimos platicando un rato.
Alberto nos contó el plan que tenía:
El viernes iría al centro de la ciudad a recoger unos documentos con los abogados. Nos quedaríamos ahí hasta el domingo que partiríamos para Motul, Yucatán para ver a su tío, ahí nos quedaríamos a dormir hasta el martes que saldríamos para Cancún, ahí veríamos a sus otros dos tíos y tendríamos que regresar el miércoles temprano con rumbo a Ciudad del Carmen pues tendrían que estar todos juntos para realizar una firma de papeles.
Me dijo que podía subir al cuarto de su papá para bañarme y acostarme un rato en lo que ellos preparaban el almuerzo.
Elegí mi ropa y subí junto con Alberto quien me mostró el baño, que se encontraba dentro del cuarto de su papá. Me dijo que si necesitaba algo, sólo le gritara.
Me di un baño rápido con agua helada para bajarme la calentura que me había provocado el Burro, me vestí y salí al cuarto. Ahí estaba el Burro sentado en la cama.
- Siéntete en casa, cualquier cosa que necesites, sólo dime. – Dicho esto, me guiñó el ojo y Salió.
La calentura se apoderaba de mi cuerpo otra vez pero tenía que controlarme, estaba en casa ajena y no quería ningún problema con Alberto, apenas empezábamos el viaje.
Me quedé dormido, tengo un sueño muy pesado pero escuché que Alberto y el Burro entraron al cuarto, estaban hablando bajo y no entendí que decían, sólo les escuchaba murmurar entre sueños.
Uno de los dos se metió a bañar, luego supe que era Alberto, ya que el Burro llegó después a bañarse también.
Cuando el Burro salió yo estaba todavía medio dormido, tenía todavía los ojos cerrados pero sentí que se sentó en la cama junto a mi, empezó a acariciar mi cuerpo sobre la ropa.
- Espero que seas un buen huésped. – Me susurró al oído.
- Ya vi que eres de sueño pesado, eso me gusta.
Bajó su mano hacia mis nalgas, levantó el elástico de mi pants y metió su mano, no dejaba de acariciarlas. Yo trataba de contener mi respiración para que no pensara que ya estaba despierto.
Se paró de la cama y puso sus piernas cada una a un lado de las mías y se montó sobre mi, puso sus dos manos en mis nalgas y empezó a amasarlas suavemente.
- Te voy a disfrutar mucho. – Decía para sí mismo.
De un solo tirón me bajó el pants y mi ropa interior dejando al aire mis blancas nalgas, sólo escuche un soplido de su parte, como cuando ves tu comida favorita ante tus ojos.
Ya nada nos separaba, sus manos no se alejaban de mis nalgas, no había centímetro sin ser explorado. Las amasaba, las separaba, las juntaba, las apretaba, puedo asegurar que ya estaban rojas de tanta manipulación.
Llegó el momento, separó mis nalgas y dejo caer saliva en mi orificio. Empezó a pasar lentamente su pulgar y e intentaba meterlo. Se chupo un dedo y empezó a meterlo lentamente. Ya no lo pude evitar y mi respiración se agitaba, mi corazón estaba al mil.
- ¿Sigues durmiendo, Ricky? – Preguntó, no quería que supiera que estaba consciente.
- Estás soñando con un macho, ¿verdad? Desde que te vi supe que te encanta la verga.
Se alejó un poco y se inclinó, sacó su dedo y en su lugar estaba su lengua explorando mi cavidad anal. Me sentía en el paraíso y no podía gritar a gusto. Su lengua entraba en mi y me llevaba a la gloria. Empezó a alternar entre su lengua y su dedo, de pronto eran dos dedos y mi respiración ya no daba para más.
- ¡Papá! ¿Te falta mucho? – Gritó Alberto desde abajó.
Ambos salimos de nuestro trance sexual.
- ¡Ya estoy bajando! – Gritó el Burro mientras me subía mi pants.
- ¡Despierta a Ricardo, por favor! – Le contestó Alberto.
El Burro se desmontó de mi, hice todo lo posible por controlar mi respiración. Empezó a hablarme y seguí haciéndome el dormido. Cansado de que no le responda, Salió del cuarto y bajó.
No podía creer lo que había pasado, no quería verle la cara al Burro, no podía verle la cara al Burro, no por un buen rato.
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