DEGENERE ROAD – Capítulo 1: Iván meando.
Padre hetero con hijos recién abandonado por su mujer.
Iván estaba sudando ahí tirado en el suelo del salón, al lado del sofá, sujetando torpemente la botella de
cerveza que se acababa de terminar. Era la «yo no sé cuantas» de la noche y no sabía cómo había llegado a casa. La luz de las farolas entraba por la ventana del salón junto con ese aire caliente del verano que no refresca a un borracho.
Su mujer le había dejado, cansada de tantos cuernos, se había buscado a otro y, aunque ahora tenía vía libre para estar con quien le diera la puta gana, sus hijos seguían en casa. Nunca quiso tenerlos, le obligaron a casarse cuando siendo todavía menor de edad dejó embarazada a su novia, y ahora, esos dos jóvenes eran un lastre. Pronto les echaría de casa. Miraba con desprecio la puerta abierta del cuarto de sus hijos mientras recordaba la conversación que les había oído antes de que su madre se fuera:
Abraham: Para mi eres más que un hermano, no puedo evitarlo, siento algo fuerte.
Adrián: A mí también me pasa hermanito, te quiero, te abrazo y siento escalofríos. Me gustas. Como deberían gustarme las chicas.
Abraham: Se que no está bien, pero quiero entregarme a ti.
Adrián: Yo también, ardo en deseos, pero debemos tener cuidado.
Abraham: Me gustaría que fuese algo especial, nunca hemos estado con nadie, será nuestra primera vez.
Adrián: En nuestro cumpleaños.
Iván podía admitir que sus hijos fueran maricones, le daba igual, no quería nietos, y hasta que quisieran darse por culo, se la sudaba, pero ¿¡que fueran románticos!? ¿¡Que estuvieran enamorados!? No, eso le daba asco. Sus dos réplicas idénticas, con su misma cara pero suavizada por ese aire de dulzura que les rodeaba, ese pequeño bigote que se dejaban cuidadosamente arreglado como de otra época, la ropa que usaban cuando no llevaban el mono de trabajo, con colores fuertes, rojos, naranjas y hasta rosas, y estampados, ajustada a sus delgados pero marcados cuerpos dibujados por el pelo que en alguna ocasión habían llegado a depilarse. No podían ser más maricones, y sin embargo no habían tenido cojones ni siquiera a reconocérselo a su padre. «Joder, qué puto asco» pensaba mientras intentaba levantarse.
Tenía que mear, urgentemente, parecía que se le encogía la polla de tanto como apretaba para no mearse encima. A duras penas se puso en pie y cuando pasó por delante del cuarto de sus hijos les vio ahí, abrazados, sudando pero dormidos, como una pareja de asquerosos novios esperando el puto día de la boda para consumar sus deseos. Le entraron ganas de liarse a ostias. En lugar de eso entró en la habitación y se sacó la polla, no iba a ir al baño, iba a mear ahí mismo, en el cuarto. Torpemente apuntó al suelo, justo a los pies de la cama, pero el chorro, por fin libre, cayó sobre el colchón y las sábanas. Iván no paró, apuntó de nuevo al suelo, a la pared, a los juguetes de cuando eran pequeños conservados dulcemente como recuerdos, a los monos de trabajo que ahora usan a diario en el taller, … aquello donde caía el chorro de meados quedaba empapado, todo le daba igual, incluso que se despertasen, pero no
lo hicieron, siguieron durmiendo plácidamente. Dejó de agarrarse la chorra que aun soltaba meados y salió de la habitación dejando un reguero mientras parte caía a sus pantalones. Al llegar a su cuarto se tiró rendido sobre la cama. Su delgado pero duro cuerpo describía las marcas de una dura vida trabajando en lo que salía, y gastando lo ganado en una familia que le molestaba, nunca había pisado un gimnasio, pero nunca había sido capaz de engordar,
demasiado alcohol y tabaco, se estaba quedando calvo pero cada vez tenía más pelo en el cuerpo, se veía viejo, pero su polla seguía poniéndose bien tiesa. Nunca dejó de buscar jovencitas que le saciaran, chicas de moral distraída, o directamente putas, que finalmente se alejaban cansadas de su inexistente romanticismo. Hasta que llegó Vanesa, la más hermosa, la más fuerte, y por primera vez pensó que podía tenerlo todo. Pensando en ella, sobándose la polla le atrapó el sueño.
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ESCRÍBEME
Así estaría todo el día con mi padre y sus amigos, meando por toda la casa, dejando salir la meada mientras comemos, hablamos o vemos la tele. Sabes que eres mi preferido 😉
COmo sigue?
Buen relato… como sigue?