DESCUBRIENDO EL CRUISING A LOS 12
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Loco_por_Papa.
Ahora tengo 21 años, pero esto pasó un verano cuando tenía 12. Entonces vivía en Alicante, España, en una urbanización junto a la playa, cerca del aeropuerto. Yo ya había empezado a hacerme pajas, pero nunca me había planteado si me gustaban los hombres o las mujeres. Una tarde escuché decir a mi padre, hablando con los mayores, que en un cañar cercano a nuestra casa, al otro lado de las dunas, pasaban cosas “raras”. Yo sabía que cuando hablaban en clave era porque se trataba de cosas de sexo, así que dejé lo que estaba haciendo y dije que me iba a pasear por la playa. Al llegar al lugar que había indicado mi padre, subí las dunas y vi, un cañar con algunas sendas que lo cruzaban. Había por allí diez o doce hombres y yo me escondí detrás de unos arbustos para ver qué pasaba. No habían pasado ni cinco minutos cuando, a unos diez metros de donde yo estaba escondido, vi a un hombre de unos 50 años que se sacaba la polla y empezaba a hacerse una paja.
Enseguida se acercó otro hombre, de una edad similar, y también se sacó la polla. Empezaron a meneársela el uno al otro y entonces me fije en el tamaño de sus pollas. Los hombres seguían pajeándose y comenzaron a besarse en la boca, de pronto me di cuenta de que yo la tenía completamente dura. Nunca me había excitado tanto. Al cabo de diez minutos se corrieron los dos y se fueron. Yo también me fui a casa, me encerré en el cuarto de baño, y me hice la mejor paja de mi vida recordando lo que había visto. Empecé a acudir a diario a aquel sitio y pronto comprobé que la mejor hora para hacerlo era al atardecer, a esa hora solía haber muchos hombres, la mayoría de entre 40 y 60 años, que se hacían pajas unos a otros, se besaban, se hacían mamadas y a veces follaban, aunque también los había jovencitos de 18 o 20. Los jóvenes eran los más buscados, los más mayores los ponían a que les chuparan la polla y algunos, cuando estaban bien calientes, se daban la vuelta para que los follaran. Todo aquello me ponía a mil, y los veía disfrutar tanto que yo empecé a desear chupar también polla y que me follaran, pero me daba miedo y mucha vergüenza. Una tarde, ya era casi de noche, un hombre corpulento, como 50 años, me sorprendió.
?¿Qué haces, chaval? ?me preguntó.
?Mirando ?dije yo.
Entonces él se dio cuenta de que yo tenía mi pequeña polla en la mano y que estaba completamente dura.
?¿Te gusta lo que ves? ?volvió a preguntar.
?Sí.
Noté cómo el bulto le crecía rápidamente debajo del pantalón y entonces abrió la bragueta y sacó su polla dura. Era una polla enorme, y la tenía a un metro de mí.
?Chúpamela ?dijo.
No me hice de rogar. Me acerqué a él y, de rodillas, se la chupé un buen rato. Me encantó hacerlo y a mi todavía se me puso más dura. Al cabo de diez minutos de estar mamando como un loco, se apartó de mí para correrse sobre la arena. Cuando terminó, hizo que me pusiera de pie, acabó de bajarme el bañador, y me hizo la primera mamada de mi vida. Creí morirme de gusto y antes de dos minutos me había corrido en su boca. El hombre escupió mi leche y después se puso de pie, me agarró por el culo para pegarse a mí, y me metió un dedo en el culo mientras me daba un beso en la boca que recordaré siempre. Fue mi primer beso, me metió la lengua hasta el fondo de la garganta y noté el sabor ácido de mi propia leche. Yo estaba tan caliente que me habría dejado hacer lo que hubiera querido, si hubiera querido follarme, le habría abierto el culo para que lo hiciera, pero en lugar de eso se guardó la polla y se largó. Yo también me fui para casa. Recuerdo que iba lleno de vergüenza y de deseo. Esa noche no podía dormir y me hice una paja recordando todas las sensaciones que había vivido. Al día siguiente volví, claro, dispuesto a disfrutar a tope, pero esa es otra historia.
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