Desde chiquito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
A veces me cuestiono qué soy.
Por qué tendremos esa manía de ponerle etiquetas a la sexualidad? Tenés que ser gay, heterosexual, bisexual, pasivo, activo, sumiso, moderno (qué carajo quiere decir que sos moderno?).
Y yo que soy?, muy bien no lo sé, creo que lo que mejor me quedaría es "concha-less".
A mis 11 inocentes añitos (bue, inocente es un decir, ya desde mucho antes buscaba pija), mi tío Luis me desvirgó el culito, con mucha dulzura, con mucho cuidado, y quedó maravillado que ya desde la primera cogida me pude comer sus 20 gruesos centímetros hasta las bolas.
Su pija era más larga que anchas mis nalgas.
Ahora tengo 19 y mi tío Luis me sigue regalando su leche.
Pero no sólo él, tío Juan, su hermano, también me lo rompe.
Familia de pijudos la mía, Luis y Juan calzan 20 y tío Andrés me dicen que tiene 25 cm, pero nunca se la vi, porque Andrés "no la va con eso de los putos, y menos con los pendejos".
Pijudos, por parte de madre, pero yo salí a mi viejo, que bien medidos tiene 14 cm.
Qué cómo lo se?, porque se la medí, cómo va a ser?
Cuando cumplí 17, estaba con Luisito en su cama matrimonial mientras su mujer trabajaba, con el culito bien abierto y goteando su semen que bajaba tibiecito por mis nalgas y, mientras me abrazaba, nuestras caras a distancia de beso, comenzamos a recordar la primera vez y lo portentoso de mi culito chiquitito y virgen para comerse entera su herramienta, sin llorar, sin sangrar y hasta empujando con la cadera para que entrara más.
-Tenés a quien salir-, me dijo.
Lo miré extrañado.
– Ya sos grande y vas a entender.
Tu viejo se la come desde pendejo como vos.
Mi viejo! Nooo! Somos 5 hermanos, yo el mayor y el único varón.
Siempre tuve a mi viejo por un super macho.
Mi primera curiosidad sexual, cuando aún no tenía 6 años, era levantarme en puntas de pies e ir a escuchar a la pieza de mis viejos, sentir los gemidos de mi vieja, las palabrotas de mi viejo, ver a través de la puerta entreabierta a mi vieja en 4 gritando "rompeme el culo mi amor, más, más, así" mientras mi viejo atrás la bombeaba a lo loco.
Después regresaba a mi cama, me metía los deditos hasta el fondo en el culito y trataba de gemir como mi vieja.
No recuerdo que sintiera algo, pero me fascinaba hacerlo.
Será por eso que me gusta tanto la pija? De ver gozar a mi vieja?, qué se yo! La verdad es que no me imaginaba que mi viejo fuera un pija lover.
La noticia me sacudió, pero traté de mostrar que lo tomaba con la mayor naturalidad.
Tío Luis, viéndome tan tranquilo, me contó todo.
Luis y mi viejo eran compañeros de secundaria.
Al principio no se daban bola.
Una tarde, cuando aún cursaban el primer año, estaban meando lado a lado en los mingitorios del cole, y Luis se percató que mi viejo de reojo se la miraba.
Como no había nadie más en el baño, Luis en broma le dijo "te gusta?, tocala si querés".
Para su asombro, mi viejo se la tocó.
A los 5 minutos Luis le estaba rompiendo el culo a mi viejo en seco en uno de los retretes, tapándole la boca con la mano para que no los descubrieran por los gemidos.
Después de esa culiada, Luis y mi viejo se hicieron grandes amigos.
Muchas veces mi viejo se quedaba a dormir en casa de Luis.
En el cuarto dormía también Juan.
Andrés, más grande, ya vivía con su novia.
Esas noches mi viejo era la putita de los dos hermanos.
Lo ponían en 4 sobre la camita de 1 plaza de Juan y mientras uno le partía el culo, el otro le llenaba la boca de pija.
A veces tío Juan pedía pija y entonces mientras Luis, patitas al hombro se comía el culito del hermano, mi viejo le chupaba la pija y le bebía la abundante leche que la culiada le sacaba.
No podían dormir juntos ni desnudos para que los padres no los descubrieran, así que cuando ya los tres extenuados decidían dormir, se ponían los obligatorios pijamas y cada uno se iba a su cama.
De tanto ir a casa de Luis, mi viejo, puto con los machos pero machazo con las hembras, se terminó enganchando con la hermana, mi vieja, así que, ironías de la vida, si mi viejo no hubiera sido tan puto, yo nunca habría nacido.
Y después dicen que coger por el culo, no embaraza!, jeje.
Una noche, luego de dos intensas horas de culiadas y tres polvos, se habían quedado los tres dormidos como piedras.
Pero Luis, entre sueños, comenzó a sentir una bella sensación que le venía de abajo, cuando abrió los ojos vio a mi viejo chupándole la pija despacito, vestido sólo con una tanguita y un corpiño robados a la hermana, mi vieja, que ya era su novia.
Mientras Luis dormía le había bajado el elástico del pijama y se había metido la pija dormida en la boca.
Suavecito se la había hecho parar y el primer respingo de su pija dura lo había hecho despertar.
Luis lo dejó un ratito más y luego lo interrumpió para desnudarse.
Se ubicó debajo de él y corriéndole el hilo de la tanga, comenzó a chuparle el culito, mientras mi viejo retomaba su mamada.
Con seis polvos en el culito mi viejo seguía más que dilatado, así que ni necesitó saliva.
Se incorporó y se fue sentando sobre la pija de Luis, no hubo furor, la verga le fue entrando despacito y el mete y saca fue lento y sentido.
Mientras subía y bajaba rítmicamente, mi viejo, con los ojos cerrados, se franelaba las tetitas, el bajo vientre, los costados y la verga que ya le estaba mojando la parte delantera de la tanga, todo el cuerpo le vibraba de calentura y placer.
Luis lo tomaba de la cadera y cada vez que mi viejo bajaba, ayudaba a la penetración empujando hacia arriba, lo que le arrancaba a mi viejo un gemido.
Media hora tardó Luis en venirse, en ese tiempo recibió dos lechadas de mi viejo en el pecho, abundantísimo, rico y suave semen de adolescente que, sin dejar de coger, los dos compartieron y saborearon hasta la última gota.
Se quedaron dormidos y abrazados en la cama, Luis en bolas, mi viejo con la tanga de la novia.
De pedo escucharon los gritos de la madre de Luis mientras discutía con mi vieja que no se quería levantar y de raje mi viejo se fue a su cama y se tapó hasta el cuello, justo cuando la vieja de Luis entraba al cuarto.
Por suerte la mujer no llegó a ver los pijamas y los slips que habían quedado sobre el acolchado de su cama.
Pobre abuela, se quejó del olor a pata y los mandó a bañar.
Pata! olor a culo roto era! Juan, de sueño pesado, ni se enteró.
La historia de mi viejo me dejó asombrado, no sabía qué pensar, mis sentimientos eran encontrados.
Apenas llegué a casa fui a buscarlo.
Estaba en la pieza del fondo encolando una silla.
Apenas lo ví, lo abracé con fuerza.
Me miró extrañado y con ojos inquisidores.
-Pa, ya lo sé.
– le dije mirándolo directo, con mi cara a 10 cm de la suya.
– Yo lo supe siempre.
– Qué?, el tío te contó?
– Uy Mati, mucho antes.
Una vez te descubrí mientras nos espiabas y después que terminé con tu vieja, con la excusa de hacer pis, fui a tu cuarto y te vi gimiendo con los dedos metidos en el culincito.
Desde ese momento, siempre, después de coger, esperaba un rato y te iba a ver.
Vos ni te diste cuenta, pero una noche te quedaste dormido con un cepillo de dientes metido en el culo y yo te lo saqué.
Qué podía decirte?, si yo era tan puto como vos, si cuando tenía tu edad un amigo un poco más grande ya me cogía!
-Y entonces?
– Lo conversamos con Luis y Juan, decidimos cuidarte mucho y vigilarte hasta que fueras un poco más grande, no queríamos que sufrieras, ahora hay mucho hijo de puta dando vuelta.
Y cuando fuera el momento Luis te iba a iniciar, pensábamos que era mejor contenerte entre nosotros a que corrieras riesgos con desconocidos, o conocidos pero mala entraña.
Mi primera reacción fue sentir un poco de enojo, me habían manipulado?, me habían castrado? Después pensé en la dulzura y el cariño de Luis y de Juan, de esa primera vez tan delicada, de cómo poco a poco me fueron enseñando el mundo del sexo, de cómo respondieron siempre a mis ardores, de cómo todas las veces (no demasiadas por cierto) que los quise coger se pusieron en 4 para darme el culito sin chistar, a pesar que yo era un pendejito y ellos dos tipos grandes, de cómo me aconsejaron cuando decidí meterme con un pibe de la secundaria 5 años más grande que yo, cómo me metieron en la cabeza que sin condón jamás, de cómo sanaron mi culito y mi corazón lastimados cuando ese pibe, luego de 3 o 4 cogidas hermosas que me hicieron creer en el amor, mostró la hilacha y me entregó a sus amigos que me violaron en serie.
Entonces de qué me enojaba?
-Claro, los muy hijos de puta se comían mi culito!, me gozaban! Y mi viejo era cómplice!-, mi enojo volvía.
Y qué?, quién come a quien?, si mi culo siempre fue una boca hambrienta deseosa de comer pija! Entonces no es que ellos me comieran, yo también me los comía a ellos.
Era mutuo, como debe ser toda relación sana.
Me serené y renové la fuerza de mi abrazo.
-Mami lo sabe?
-Tranquilo, sólo tus tíos y yo.
Ya sabés lo despistada que es mami.
Ahora seguro entendés por qué en la familia seguimos tanto lo de "los nenes con los nenes y las nenas con las nenas", no? Tu vieja, tus tías, tus hermanas, no tienen la menor idea.
-Y vos seguis cogiendo con los tíos? – Mi viejo agachó la cabeza.
-Si-, contestó lacónicamente.
-Y con alguien más?
-No.
Por más que buscaba argumentos a favor, no me terminaba de cerrar la idea que mi viejo fuera puto y me seguía molestando que entre él y mis tíos hubieran organizado mi vida sexual.
Además, y eso me estaba destrozando, me sentía lleno de culpa por no ser "normal" y por no poder seguir sosteniendo la imagen "normal" de un padre "normal".
Para colmo, ahora que sabíamos que todos éramos del gremio, tarde o temprano se debía dar, los duos o trios separados se tenían que convertir en cuartetos.
Yo y mi viejo en bolas cogiendo?, era muy fuerte.
Pero, mi viejo querría romperme también el culo? Y yo a él? En ese momento mi cabeza estaba llena de humo, mejor no pensar en eso.
Esa noche no podía dormir, me masturbé para relajarme, no alcanzó.
Me incorporé, pasé como cuando era chico por la puerta de la pieza de mis padres y volví a escuchar los gemidos de mi madre, mi viejo le estaba dando por la concha como si nada hubiera pasado, como le daba todas las noches sin descansar ni una.
Volví a mi cuarto, busqué el consolador que tenía bien escondido, chupé el plástico con más furor que cuando se la chupaba a Luis y me lo metí en el culo hasta el fondo, brutalmente, quería herirme, sentir dolor, castigarme por sentir placer por ese agujero oscuro, demoníaco, prohibido, me culié por 10 minutos y por más que lo quiera negar, gocé y acabé mas leche que la que me había sacado la paja.
Sobre la sábana quedaron manchas de sangre; a pesar de lo usado de mi esfínter, fui tan bestia que me lo lastimé.
Cuando fui a lavar el aparatito al baño, aún mi vieja gemía y mi viejo le decía "tomá putita, cométela toda por ese orto puto que tenés".
Al fin me pude dormir, pero tuve sueños recurrentes, que volvían una y otra vez.
Soñé con pijas, con machos desconocidos de pijas enormes, mi viejo se las chupaba y luego me rompían el culo mientras mi viejo miraba sonriendo.
Soñé también con mi viejo sonriendo maléficame y meneando su culo abierto y chorreante de leche delante mío diciendome "cogeme chiquitín, cogeme, que esperás?"; cada vez que soñaba con eso me despertaba llorando.
A las 10 de la mañana me fui a la casa de Juan, que ya por entonces se había separado y vivía solo.
Él estaba lavando las cosas de su desayuno.
Lo abracé.
Me miró a los ojos y me preguntó "ya lo sabés?"
-Si, pero me quiero olvidar de eso, no quiero pensar más en eso.
Me desnudé en segundos ante la mirada atónita de Juan, lo tomé de la mano y lo llevé a la cama
-Cogeme Juan, cogeme, así por un rato no pienso en nada.
Me puse en 4 al borde de la cama y yo mismo me metí lubricante con los dedos en el culito que aún estaba un poco dolorido.
-Dale, metémela.
Juan en silencio, mandó al piso los pantalones y el slip y comenzó a pajearse.
Le costaba.
Me di vuelta y se la empecé a chupar con todo.
Juan sólo me acariciaba la cabeza en silencio.
Cuando estuvo dura, me volví a poner en cuatro.
Sentí la punta del glande de Juan en mi esfinter, sentí el primer empujón, con los nervios yo estaba re-cerrado, así que me dolió bastante, el dolor me daba más sensibilidad así que sentía cómo el enorme cono del glande de Juan me iba abriendo, cómo mi esfinter iba cediendo a esa punta que conificaba mi entrada entre dolores y ardor.
No me alcanzaba.
-Pará, sacala.
Juan obedeció.
Me di vuelta y le puse las piernas sobre los hombros.
-Dale!
Miré su pija, miré su glande enorme y oscuro, su tronco recto y grueso.
Miré su cara de preocupación.
Me apoyó el glande y me lo clavó.
Ahora fue más fácil, dio su pimer empujón y unos 5 cm de su palo entraron en mi, lo suficiente para que ya su glande estuviera bien dentro de mi dilatado recto de puto.
Juan se detuvo para dejar que se relaje mi esfínter.
Me incliné hacia adelante, tomé su palo con mi mano, que no alcanzaba para rodearlo, y me lo empujé para dentro como si en lugar de pija fuera un enorme consolador, mi tio cedió y unos 15 cm de verga gruesa, venosa y caliente llenaro mi culo.
Llevé mi mano a mi esfinter, ya no existía.
De debajo de mis bolas nacía un tronco grueso que me llevaba al cuerpo de Juan, no me estaba penetrando, éramos una sola carne como dice el Génesis, mi cuerpo y el de Juan uno solo, por ese tronco que tenía sus raices dentro de mi cuerpo y se ramificaba en el suyo, en bolas, piernas, cabeza, corazón, por ese tronco por el que en poco rato iba a circular la savia de la vida, llamada por mis ramas secas y sedientas, ese elixir que me iba a inundar y que iba a sellar esa unión increíble que teníamos.
Esto era demoníaco y malo? No, imposible.
Lloraba, moqueaba.
Sin sacarme la pija me di vuelta y de a poco fuimos maniobrando para quedar boca abajo en la cama, con Juan cubriendo todo mi cuerpo con el suyo.
Dejó de bombearme, me abrazó, me rodeó completamente, la tibieza de su cuerpo llegaba a mis piernas, florecía en mi culito entibiando también mi panza y mi pija muerta, subía por mi espalda y por mis costados.
Sus brazos en mi pecho me calentaban el corazón, sus mejillas las mías.
Juan, por ese raro sortilegio de la cópula, me devolvía al útero, a un útero de macho dentro del cual nada podía lastimarme.
De a poco me fui calmando, dejé de moquear.
Me perdoné, perdoné mi putez, perdoné el deseo irrefrenable que nacía de mi culito, perdoné a mi viejo, a mis tíos, me acepté y los acepté.
Levanté mi cabeza y mis ojos se cruzaron con la amorosa mirada de Juan.
Con los ojos aún mojados y medio comiéndome los mocos, le sonreí.
-Querés acabar?
-Querés que te acabe?
-No, sacámela.
Cerré los ojos y fui saliendo del útero mientras centímetro a centímetro sentía cómo la enorme pija de Juan iba saliendo de mi culito.
Cuando su glande estuvo fuera y ya su cuerpo no me cubría, sentí un poco de miedo, me sentí solo, volví a ser un puto frente al mundo.
Pero ya mi mente había recuperado la cordura y volví a pensar que yo era una persona con suerte, un puto con suerte.
Que los hombres de mi familia fueran como yo es algo que a muy pocos putos les sucede.
Me senté al borde de la cama, Juan a mi lado.
-Gracias por cogerme tío.
-Te sentís bien, Mati?
-Ahora sí
Nos quedamos callados.
Entre hombres el silencio cuenta.
Lo abracé con todas mis fuerzas.
Y en ese abrazo hice las paces con el mundo, con mi viejo, con Juan, con Luis, pero sobre todo conmigo mismo.
-Dale, andá a lavarte la cara y limpiarte los mocos!
El agua fría en la cara terminó de componerme.
Cuando volví al dormitorio ya Juan estaba poniéndose el slip.
-No, pará, tengo que terminar algo.
Juan me mirá extrañado.
Me arrodillé delante de él, con mi mano izquierda tomé sus bolas y por arriba del slip comencé a chuparle la pija.
-Hijo e tigre tenías que ser!
Dejé de mamarlo, levanté mi cabeza y le dije
-Hijo e tigre?, hijo e puto soy! Y pa colmo salí a mi viejo! Le bajé el slip de un tirón y me mandé media pija a la garganta.
Chupé como loco, mamé, lamí, besé.
Comencé a urgar el ortito de Juan con mis dedos y de su glande el preseminal comenzó a manar abundantemente.
Hundí y removí, Juan se quejaba.
Metí y saqué, Juan gemía.
No sé como hice pero por primera vez pude tragar casi toda su verga y entre lengua, labios, dedos y sobre todo pasión, le saqué a Juan entre gritos unos chorros de leche dignos del semental que era.
Nunca una carga de semen me pareció tan deliciosa.
Los dos quedamos extenuados y nos fuimos a recostar.
Nos quedamos dormidos.
El hambre nos despertó a eso de la 1.
En bolas comimos unas porciones de pizza recalentadas con unos vasos de gaseosa.
-Esta noche los cuatro?
Juan me miró sonriendo divertido.
– Si Mati, los cuatro.
Hermanos, cuñado y sobrino inauguraron esa noche los "sábados de truco en familia" en casa de Juan.
Mi vieja y mi tía felices de lo bien que se llevaban los hombres de la familia, aprovechaban para mirar juntas alguna buena película en mi casa o en casa de tio Luis.
Esa primera noche mis hermanas y primas habían organizado un pijama party en lo de Luis, así que mi vieja se quedaba a dormir en lo de la cuñada para ayudarla con las pendex.
Yo no quería salir de casa con mi viejo, me sentía incómodo sabiendo que ibamos a estar desnudos frente a frente y tenía miedo de caminar los dos solos las pocas cuadras hasta la casa de Juan, de qué íbamos a hablar? Me puse a pensar que salvo las espiadas a su cama, nunca lo había visto en bolas, nunca mi viejo se mostró desnudo frente a mi, nunca compartimos una ducha ni ninguna de esas familiaridades que padre e hijo varón a veces comparten.
Y él tampoco a mi desde antes de la pubertad, hasta los 7 u 8 años, lo normal, cambiarme el shorcito mojado, enseñarme a lavar la pijita, esas cosas naturales, sin el más mínimo contenido sexual, a pesar que él sabía más que bien que yo era un retoño de puto.
Tampoco, lógico, me había dado la famosa charla "de hombre a hombre" cuando llegué a mi pubertad, qué me iba a dar?, si ya hacía dos años que Luis me rompía el culo y él lo sabía! Yendo a lo físico, mi viejo estaba muy bien, delgado, alto, siempre bien bronceado, a pesar de sus casi 40 seguía teniendo su pancita plana, no por el gym, al que nunca fue, sino porque hacía mucho trabajo físico y se cuidaba un montón con la comida.
Claro, tenía que estar sensual para sus cuñas el muy puto! Su culo y su pija?, nunca les había prestado atención.
En un rato los conocería.
Me demoré en mi cuarto, -vos andá, yo llego en un rato- Como siempre me lavé muy bien el culito y como siempre me perfumé las nalgas y los bordes del esfinter con mi CK One, puta!, cómo arde!, me puse mi mejor boxer; el resto, lo normal de un pendex normal, yo soy puto en la cama solamente.
– Chau ma, chau tía, me voy a lo de tío Juan
– Cuidate en el camino Matías, la calle está peligrosa.
Te llevás un abrigo?
-Si ma, no seas pesada!
Caminé muy despacio las cuadras hasta la casa de Juan, Respiré hondo y toqué el timbre.
Me abrió Luis y como siempre me tomó de la cintura y me dio un piquito.
Sin duda vio mi cara de espanto, me dio una palmadita en la cola e intentó tranquilizarme.
-Vamos!, manso nene, está todo bien.
En la mesa redonda de la cocina estaban las cartas y los porotos, Juan sentado frente a la puerta y a su lado mi viejo, con su camisa a cuadros y el abundante vello del pecho asomándole por arriba del botón desabrochado.
-Sentate.
Tiramos reyes o hacés equipo con tu viejo?
-Con mi viejo.
Serio hasta entonces, mi viejo hizo algo parecido a una sonrisa.
-Perfecto, el que gana elige, ok?
-Elige qué?, pregunté inocentemente.
-Elige con quien coge.
Me puse rojo como un tomate.
Mostrarme puto ante mi viejo, o tal vez no eso sino compartir mi sexualidad con él me ponía re-nervioso.
Sería así cuando en tiempos idos los padres llevaban a sus hijos a debutar a los prostíbulos? Vendría luego esa camaradería sexual entre padre e hijo varón? Entre putos sería igual que entre heteros? Y lo que me daba más miedo, mi viejo me calentaría?, a él se le pararía la pija conmigo?
Comenzó la partida.
Los cuatro éramos buenos y nos sacábamos chispas en el truco, claro, ahora hacer la seña del dos me daba un poco de vergüenza.
Envidos ganamos, envidos perdimos, retrucos ganamos, retrucos perdimos, pero una falta con 33 de Luis al final nos cagó, perdimos.
Luis me eligió a mi, Juan a mi viejo.
Respiré hondo, llegó la hora de la verdad.
Juan tenía una king, así que en su cama había lugar para los cuatro.
Luis me llevó a los pies de la cama, nervioso comencé a desvestirme, sin ni una pizca de la sensualidad de putita que usaba cuando estábamos solos, sólo me sacaba la ropa.
Juan llevó a mi viejo a un costado de la cama, lo abrazó y comenzó a besarlo, mi viejo le rodeó el cuello con sus brazos.
Las manos de Juan fueron a las nalgas de mi viejo y lo levantó del piso, mi viejo en el acto levantó las piernas y le rodeó la cintura.
Juan se reclinó y acostó suavemente a mi viejo en la cama y allí quedaron, comiéndose a besos, Juan entre las piernas abiertas de mi viejo.
De pronto vi que Luis con los brazos cruzados me miraba sonriendo.
Levantó sus cejas como para preguntarme, Y?, cuando cogemos? Terminé de desvestirme rápido, me arrodillé, le saqué la verga por la bragueta y comencé a chupársela.
Como me sucede siempre, a los dos minutos estaba en el paraíso y completamente olvidado del mundo, disfrutanto el calor y el delicioso sabor de esa verga en mi boca.
Luis se fue desvistiendo y luego me ordenó que me pusiera en 4 sobre los pies de la cama.
Yo estaba cerrado por los nervios, pero Luis, jugueteando con su cabeza en mi esfinter me fue haciendo mojar de calentura, yo mismo le di el primer empujón para que su verga se clavara en mi.
El resto entró como por un tubo y, tomándome de las caderas, Luis arrancó un mete y saca delicioso.
Comencé a gemir de placer.
Luego de un rato me pareció que mi gemido tenía eco.
Abrí los ojos y miré para el lado de Juan, mi viejo estaba ensartado con las patitas al hombro y gemía igual que yo!, nuestros quejidos eran idénticos, miré su pija por primera vez, dura y agitándose con las embestidas de Juan, era igual a la mia, del mismo largo, del mismo grosor, del mismo color.
Sus huevos no: eran inmensos, en cambio los míos eran pequeñitos, casi infantiles, como justificando que yo pocas veces sentía ganas de vaciarlos dentro de algún culito.
Me distraje, me olvidé del placer que me estaba dando Luis, sólo me interesaba ver coger a mi viejo.
Bajé mis brazos para descansarlos, apoyé mi cara sobre mis manos y, mientras Luisito bombeaba y bombeaba mi culito, me dediqué a mirar cómo le rompían el culo a mi viejo, escuchaba el golpeteo del pubis de Juan en sus nalgas, veía cómo por momentos mi viejo lo tomaba de las nalgas y lo empujaba contra él mientras meneaba su culo como para meterse dentro los huevos de Juan, veía la cara de felicidad, de placer, de lujuria de mi viejo, escuchaba sus palabrotas, casi las mismas que mi vieja le decía a él.
De pronto mi viejo inclinó la cabeza y nuestras miradas se cruzaron, me sonrió.
Le dijo algo a Juan que no pude escuchar, pero en seguido Juan lo levantó y ensartado en su pija lo trajo a mi lado, lo giró y quedamos los dos, mi viejo y yo, lado a lado en 4, al borde de la cama, nuestros brazos flexionados, nuestras caras sobre las manos, mirándonos a centímetros uno del otro y detrás nuestro Luis y Juan clavándonos sus desmesuradas pijas.
– Te amo, hijo.
– Te amo, pa!
Juan y Luis aceleraron.
Ya no hubo lugar para más palabras, mi viejo empezó a gemir, yo también, en coro, como si fuéramos uno solo, gemíamos, nos mirábamos y sonreíamos.
Podía haber camaredería mayor? No!, ni entre heteros.
Mi viejo comenzó a menear el culo, Juan comenzó a gemir.
-Cambiamos?, dijo Luis.
Inmediatamente los hermanos cambiaron de culo y yo comencé a tragarme la pija de Juan, mientras mi viejo con sus meneos le arrancaba gemidos a Luis.
Intenté hacer lo mismo, pero se ve que no lo hacía bien, porque ni Juan ni Luis gemían con mis meneos, pero cuando se la enterraban a mi viejo, se ponían locos, sería más estrecho? Con la cabeza le hice señas inquisidoras.
-después te explico-, me dijo.
Nos dieron vuelta, nos hicieron galoparlos, cambiaron de monta cuanto quisieron, pero al fin, luego de media hora de destrozarnos el culito, los hermanos acabaron.
Mi viejo y yo, no.
Luis y Juan se fueron a bañar, adrede para dejarnos solos.
Mi viejo se sentó contra el respaldo de la cama, las piernas abiertas, el culo mojado.
Yo, chorreando semen de mi abiertísimo culito, me senté entre sus piernas y lo abracé.
Mi pija seguía dura, la de él también.
– Gracias-, me dijo
– Por qué?
– Por aceptarme.
Lo abracé con mas fuerza.
– Y bueno, pa, si para un hijo normal, hablar de sexo con su padre normal, le hace bien, para un hijo puto, qué cosa puede ser mejor que tener un padre puto?
-A ver como lo tenés?, date la vueltita!
Me incorporé y chorreando aun leche por mis piernas, sonriendo como la más puta de las putas, desfilé desnudo delante de mi viejo, haciéndole poses, mostrándole mi pija que era un calco de la suya y acariciándome esas nalgas duras y paraditas que me enorgullecen.
– Y vos viejo, cómo estás?
Se incorporó y chorreando aun leche por sus piernas, sonriendo pícaramente me mostró sus glúteos firmes, su esfínter enrojecido y abierto y su pija dura que era un calco de la mía.
La verdad, a pesar de sus años estaba casi tan bueno como yo.
Me querrá coger?, pensé pero no se lo dije.
Si me lo pide, qué le respondo?, me dejo?
Y yo?, tenía ganas de cogérmelo?, la verdad yo pensaba que no.
Porque soy sólo pasivo?, noooo, no soy una máquina de coger pero me gusta ponerla, Luis y Juan lo saben bien.
Me senté a su lado y me puse a jugar con mi pija, él estaba haciendo lo mismo, parecíamos dos pendejos después de hacerse una paja, me sentí compinche de mi viejo como nunca.
Me cruzó el brazo sobre el hombro.
Estaba tan feliz que me dieron ganas de besarlo, pero mi putez me jugó una mala pasada: lo besé en la boca.
Mi viejo se puso serio, me tomó la cara entres sus manos, arrimó sus labios a los míos, los abrió suavemente y casi rozó los míos, pero luego de unos instantes de silencio y de temblor intenso de todo mi cuerpo, levantó su cabeza y me besó en la frente.
Suspiró profundamente.
-Mirá chango, ya no hay más secretos entre nosotros, los dos sabemos lo que somos y los que nos gusta.
Pero en mi corazón, vos sos, fuiste y serás mi hijo amado y, qué querés que te diga!, por más que estás mejor que un bombón de licor, por más reputos que seamos los dos, no quisiera que nos penetremos.
Compartir la cama con vos y con los tíos me encantó pero, no se, cogerte me haría sentir un hijo de puta.
Soy un poco guardia vieja, perdoname.
Me dejó pensando.
Estaba muy confuso, yo lo deseaba?, parecía por momentos que mi cuerpo pensaba por su cuenta, pero no, no era mi cuerpo, sería tal vez que siempre el amor puro busca fundirse en cuerpo con el objeto amado?
Me incorporé y me fui a la cocina, sintiendo sus ojos inquisidores clavados en mi espalda, inconscientemente yo deseaba que fuera en mis nalgas, las cosquillas en mi esfinter me lo estaban gritando.
Yo sabía que le debía una respuesta, que él la estaba esperando.
Pero no se la di.
Esa noche ya no nos cogieron más, pero puede disfrutar viendo cómo mi viejo le hacía el culito a Juan, y con Luis hicimos un 69 delicioso que me sacó hasta la última gota de leche.
Volvimos a casa en silencio, caminando despacio lado a lado.
La casa estaba oscura, nos despedimos en la cocina con un abrazo, mi viejo me miró fijo, traté de sostenerle la mirada pero no pude.
Cada uno se fue a su cuarto.
Me desnudé, busqué un boxer limpio porque el que llevaba estaba muy manchado de semen y juguitos de mi culo y me metí entre las sábanas.
Ya había pasado, ya había afrontado la verdad sobre mis inicios y sobre mi viejo, y era mejor de lo que yo pensaba.
Que mi viejo fuera puto estaba buenísimo.
Ahora se venía una nueva etapa en la relación con mi viejo, y en mi vida.
La relación con mi viejo hacía rato que no era buena, la normalísima y complicada relación entre un adolescente de 17 años y su padre, aumentada por mi sentimiento de culpa cuando me comparaba con él, terrible macho, y yo escondido marica que encima se acostaba con parientes.
El ídolo había mostrado sus pies de barro, ya no sentía culpa por ser como era: si al fin y al cabo yo era como él y estaba repitiendo su historia! Claro, ahora venía otro quilombito para mi cabecita, yo, ya no podia negármelo, deseaba que él me penetrara pero él me había expresado sus límites morales.
Qué podía hacer? Necesitaba sentirlo dentro mío, sentir el calor de su cuerpo, fundirme con él, expresarle mi amor y sentir el suyo con mi cuerpo.
No era como cualquier otra vez de calentura, cuando me moría por arrancarle el slip a Luis y que me clavara su verga, era un deseo distinto, que me acongojaba el pecho, me hacía sentir solo, pequeño, desvalido.
Sí, el esfinter me latía, pero eso era un reflejo del deseo de mi corazón.
No pude más, me levanté y fui a su cuarto.
Mi viejo estaba durmiendo, roncando suavemente, de costado como siempre, con un slip negro amplio, nada que ver con el apretadito slip rojo que había llevado a lo de Juan.
Su verga, pequeña y dormida, no se le marcaba en absoluto.
Me acosté a su lado despacio para no despertarlo, me puse de costado también y apoyé mi culito sobre su pija.
Él, sin despertarse pasó su brazo sobre mi cuerpo y dejó su mano apoyada sobre mi pechito izquierdo.
Me besó un par de veces el cuello.
En su sopor creería que era mi vieja? Comencé a acomodarme un poco tratando de sentir su pija en mi rajita, me bajé el boxer sólo por detrás y así pude sentirla un poco.
Era lindo estar así, me sentía protegido, como si su brazo fuera un escudo que me aislaba de la maldad.
La tibieza de su cuerpo me fue serenando y al rato me quedé dormido.
La luz ya se colaba por la ventana cuando mi viejo me despertó con una suave palmada en el hombro.
-Andate a tu cuarto antes que venga tu vieja, dale!
Me levanté.
Mi boxer estaba subido.
Miré a mi viejo, su slip abultaba y estaba mojado por delante.
Sin decirle nada me fui a mi habitación.
Mi boxer estaba mojado por detrás, me toqué el culo, seco.
Wow!, mi viejo me deseaba, semejante cantidad de preseminal no podía ser accidental.
A partir de esa noche, no perdí una sola oportunidad de acostarme junto a mi viejo, cuando se alineaban los planetas, porque mi viejo se iba a dormir la siesta y mi vieja salía por cualquier cosa de casa, yo esperaba que se durmiera y me iba a meter a su cama, me bajaba el boxer y apoyaba mi culo en su verga.
Fui ganando audacia, comencé a apoyarme con más fuerza y menear suavecito la colita, y hasta una vez me animé a bajarle el slip y apoyar su pija dormida en mis nalgas.
Mi viejo nunca me rechazó, pero tampoco hizo nada, sólo me despertaba y me decía: che ya llegó tu vieja, salí.
A veces mi calzón estaba subido, a veces no, pero el preseminal no faltó nunca, en el boxer o en mis nalgas.
Llegó así el día de mi cumple 18, mi viejo hizo un asado y vineron todos, tio Luis, tio Juan, tio Andrés, primos, novias, novios de primos
y hermanas.
Hubo mucho vino, abundante lemonchello y generosa cantidad de espumante.
Todos, hombres y mujeres bebimos un poco de más.
Mi vieja, que tiene resistencia cero al alcohol, con un vaso de vino y dos copitas de lemonchello ya estaba que se caía de sueño.
Apenas se fueron todos, se metió en la cama y en un minuto estaba profundamente dormida.
Mi viejo y mis hermanas se quedaron ordenando la casa.
Yo me fui a acostar más que feliz y en seguida me quedé dormido.
De pronto me despertó la mano de mi viejo en mi hombro, abrí los ojos y lo vi parado junto a mi cama, con su índice sobre los labios para indicarme que haga silencio.
Mis ojos de puto en seguida bajaron a su ombligo.
Estaba con el slip rojo ajustado.
Me indicó que le hiciera lugar en la cama.
-Feliz cumple hijo-, me dijo y me zampó el más maravilloso beso en los labios que recibí en mi vida.
Tuve que contener las lágrimas, pero esta vez de felicidad, lo abracé con todas mis fuerzas, me quité el boxer y le quité el slip, nuestras pijas erectas se besaron, nuestros pubis compartieron sus tibiezas, pero yo tenía una urgencia, esa pija, esa pija que me había dado la vida, debía estar en mi boca, quería besarla, acariciarla, rendirle tributo, me bajé y con desesperación, con ese deseo contenido por meses, comencé a chuparle la pija, estaba loco, desatado, parecía que en esa mamada se iba mi vida.
Mi viejo me acariciaba la cabeza en silencio.
En medio del furor de pronto comencé a sentir esa suave caricia que la lengua de m viejo le estaba dando a mi colita, gemí, con la pija de mi viejo en la boca, gemí, llorando de felicidad gemí y mamé, mi culito se mojó, mi lengua saboreó el preseminal abundantísimo de mi viejo, mi cuerpo temblaba, necesitaba su pija ya.
Mi viejo no me hizo esperar, me puso boca abajo, subí mi cadera y me separé las nalgas para mostrarle mi esfinter mojado y palpitante como nunca.
La sentí, siiiii!, la sentí dentro mío, deslizándose suave hasta el fondo de mi recto, caliente, amorosa, única y deseada, me desmayé casi de placer, su cuerpo tibio apretado al mio, su pene preñandome, haciendo hijo en hijo, sus brazos devolvíendome al útero donde él me había creado y donde nada malo podía pasarme.
Lloré y sentí el llanto de mi viejo, nuestras lágrimas se mezclaron antes, mucho antes que su semen se mezclara con los jugos que el placer arrancaba de mi vaginal recto, nos besamos, nos mordimos, nos dijimos las cosas más dulces que padre e hijo pueden decirse.
Mi boca acalló sus gemidos cuando su semen me preñó y mi colchón cada noche me recuerda la tremenda eyaculación que me provocó sentir la tibieza de su leche dentro de mi.
Esa noche fue un quiebre en mi vida, soy una persona diferente, sin culpas, feliz de su destino y de la familia que le tocó en suerte.
Nadie sabe de lo nuestro, ni siquiera Lucas y Juan, que cada "sábado de truco en familia" nos siguen partiendo al medio a los dos sobre la misma cama.
Cada vez que podemos, buscamos a más no poder generar la ocasión, repetimos la magia de esa noche secreta entre los dos.
Mi vieja no tiene de qué quejarse, cada noche su marido la hace feliz por todos sus orificios, como cuando eran novios, la relación de su marido con su hijo adolescente no puede ser mejor y la familia está más unida que nunca.
Que así sea.
P.D. – ya ni siquiera son concha-less, pero esa es otra historia.
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