Desde joven siempre quise ser marinero, y cuando lo logré también me convertí en maricón.
Él siempre quiso ser marinero, pero las circunstancias lo llevaron a ser el maricón del barco, cosa a la que le rápidamente le agarró el gusto..
Desde joven siempre quise ser marinero, y cuando lo logré también me convertí en maricón.
Desde joven siempre quise ser marinero, es decir, trabajar en un barco, mercante, conocer mundo, en fin, vivir la vida.
Así que apenas cumplí mi mayoría de edad, saqué mi pasaporte y busqué trabajo como lo que fuera en un barco mercante, por suerte rápidamente conseguí trabajo, en un carguero.
Durante mis primeros viajes, nunca sentí nada raro, pero la mayoría de mis compañeros se la pasaban quejándose del poco tiempo que estábamos en los puertos, ya que no tenían ocasión de buscar mujeres, mientras que yo, eso como que nunca me hizo falta, ya que ni tan siquiera había tenido una novia.
Pero durante uno de los viajes trasatlánticos permanecimos par de semanas en altamar, y apenas descargamos, el capitán ordenó nuevamente partir, yo me encontraba encantado, pero mis compañeros prácticamente maldecían a cada rato, se peleaban por cualquier tontería.
Hasta que una tarde, mientras me daba un baño después de terminar mi guardia, entró uno de mis compañeros de camarote, un negro, como de dos metros de alto, bastante musculoso y fornido, como de unos treinta y tantos años, y al igual que yo también se dedicó a bañarse.
En esos momentos sentí algo raro, ya que él no dejaba de ver mis nalgas, y yo no podía apartar mi vista de su enorme verga, al tiempo que en cierta forma o manera la comparaba con mi pequeña y delgada verga.
En esos momentos comenzó a buscarme conversación diciéndome lo mal que se sentía, por no poder haberse acostado con una mujer, desde hacía ya par de semanas.
De repente, me preguntó si no me hacía falta una mujer, yo nerviosamente le respondí que sí, pero lo cierto es que su sola presencia me asustaba, ya que, en comparación con él, yo apenas y mido un metro sesenta, soy delgadito, blanco de cabellera castaña clara y abundante, además, aunque no soy lampiño, no soy velludo.
En esos momentos él se enjabonaba una y otra vez su gruesa y larga verga, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, lo que me puso nervioso, por lo que al mismo tiempo de manera inconsciente seguí enjabonando mis nalgas.
Yo estaba impresionado por el tamaño de su instrumento, y aunque hasta esos momentos jamás me había fijado en las vergas de otros hombres, no podía quitar mi vista de su cosa, y en cierto grado envidiando su tamaño y grosor.
Al darme cuenta de que sin querer me había quedado viendo su verga, decidí darle la espalda, para no seguir viendo su verga, y quizás, pienso yo que él lo tomó como una insinuación.
El negro se me acercó, y sin hacer más comentarios, me abrazó por la espalda, mientras que yo me quedé como petrificado, sin saber a ciencia exacta que hacer.
Al sentir su caliente miembro en contacto con mis nalgas, inútilmente de inmediato traté de zafarme de su fuerte abrazó, hasta traté de gritar, pero una de sus grandes manos, tapó mi boca.
Él separó mis piernas bajo la ducha, y como si yo fuera un muñequito de papel, me pegó contra una de las paredes de la ducha, de inmediato comencé a sentir como aquella enorme y gruesa verga completamente enjabonada, se abría paso entre mis nalgas.
Yo me quedé paralizado, no podía decir nada, ni tan siquiera pude gritar o quejarme, a pesar del fuerte dolor que sentía en mí culo.
No podía creer que esto me estuviera sucediendo a mí, me sentía indignado, vejado, deshonrado, por lo que comencé a llorar, no tanto por el dolor físico, sino por lo que me estaba sucediendo, y lo impotente que yo era de evitar que eso me estuviera pasando.
Pero poco a poco a medida que él continuaba introduciendo y sacando su verga de mi culo, todo fue cambiando, un raro placer desconocido para mí hasta esos momentos, fui sintiendo dentro de mí.
Hasta que casi de manera involuntaria comencé a mover mis nalgas, restregándolas con fuerza contra el cuerpo del negro, buscando un mayor placer.
Lo cierto es, que me dejé hacer todo lo que él quiso hacerme, ya que de la misma manera que comenzó a penetrarme, sacó su enorme verga de entre mis nalgas, y colocando sus gruesas manos sobre mis hombros.
Él hizo que me agachase quedando con su verga frente a mi boca, la que, tras ligeramente acercarla a mis labios, yo me la comencé a tragar completamente, sin ofrecerle resistencia.
Después de un corto rato, nuevamente me volvió a penetrar, pero en lugar de someterme por la espalda, me acostó boca arriba sobre el piso de la ducha, y levantando mis piernas y separándolas, vi claramente como su enorme verga volvía a penetrar mi culo, una y otra vez, hasta que finalmente se vino dentro de mí completamente.
Yo me quedé tirado en el piso de la ducha, acurrucado contra una de las paredes, muerto de vergüenza, de miedo y de un raro sentimiento que hacía desear que continuase clavándome toda su enorme verga.
Él tomó su toalla y me dijo, en tono amenazante. “No le digas a nadie o te rompo el cuello, y déjate de mariconeras que, si te ven los demás así, también van a querer comerte el culo.”
Desde esa tarde, me convertí prácticamente, en su esclavo sexual, ya que durante el resto de la travesía me continuó dando verga, cada vez que se le presentaba la ocasión.
Al principio le decía que no me hiciera eso, pero al poco tiempo después, era yo quien lo buscaba y me le insinuaba constantemente.
Tanto él como yo fuimos extremadamente discretos con nuestro secreto, él porque no le gustaba compartir nada y mucho menos a su mujer, como él me decía cuando estábamos a solas.
Mientras que yo por no convertirme en el centro de las burlas, del resto de mis compañeros, aparte del miedo a lo que me podía suceder, si el capitán se enteraba.
Al regresar a nuestro puerto, cuando nos tocó zarpar nuevamente, el negro no se presentó, según otro de los marineros, la noche anterior el negro se había emborrachado y peleado, como con cinco, a los que mandó al hospital, mientras que a él lo enviaron a la cárcel.
Yo en medio de todo me sentí algo triste, ya que eso de que me diera por el culo, y me pusiera a mamar me estaba haciendo falta, a pesar de que prácticamente me había sodomizado a la fuerza, por lo menos la primera vez.
Pero continuaba temeroso de que, si mis compañeros se enterasen, se burlasen de mí, o que me pasara algo peor, por lo que decidí, no caer en tentaciones, me bañaba solo, y evitaba a toda costa, ver los miembros de mis compañeros, no fuera que se dieran cuenta de lo mucho que me llamaban la atención las vergas.
Esa travesía fue un poco más larga que las anteriores, ya que la carga la debimos transportar hasta la china.
Al igual que la vez anterior, el viaje de ida fue tranquilo, pero de regreso casi inmediatamente, mis compañeros comenzaron a dar muestra, de lo mucho que les afecta el no tener una mujer.
Por mi parte me concentraba en mis labores, hasta que como a la tercera noche cuando veníamos de regreso, mis otros dos compañeros de camarote se pusieron a jugar cartas, y apenas yo regresé recién bañado, con mi toalla alrededor de mi cintura, me invitaron a jugar.
Desde luego sin que el capitán lo supiera, para colmo también estaban bebiendo, aunque de manera discreta, y apenas acepté entrar al juego me invitaron un trago.
Les diré la verdad, ni soy jugador, ni bebedor, por lo que al poco rato ya había perdido lo poco que tenía de dinero, y me encontraba algo mareado, por no decir que ligera y alegremente borracho.
Cuando me di cuenta de que ya no tenía con que jugar me levanté de la mesa, y justo en ese instante, la toalla que estaba usando alrededor de mi cintura se me cayó accidentalmente al piso, dejando ante los ojos de mis dos compañeros, mis blancas y paradas nalgas.
Ellos no dijeron nada, de inmediato, pero al ver que yo pensaba retirarme, me ofrecieron que continuase jugando, y que luego arreglábamos cuentas, yo no vi nada malo en ello.
Seguí perdiendo, hasta que uno de ellos me preguntó cómo pensaba pagar en ese mismo instante, si no tenía un centavo encima.
Yo no supe que responderles, cuando él mismo me propuso que los dejase a los dos agarrarme las nalgas, al mismo tiempo que yo les hacía una paja.
Lo cierto es que eso me causó gracia, y hasta les dije en tono de broma. “Ustedes dos lo que quieren es comerme el culo.” Ellos también se pusieron a reír, al tiempo que me ofrecieron otro trago, y apenas lo comencé a beber, sentí que me habían agarrado una de mis nalgas.
A pesar del secreto deseo de volver a ser sodomizado otra vez, el miedo a lo que me pudiera suceder, hizo que me dirigiera a mí litera.
Pero entre ellos dos, me agarraron, yo no dije nada, mientras que uno de ellos se colocó tras de mí, separó mis piernas, y frente al otro marinero, me clavó salvajemente su verga dentro de mi culo.
Yo trate inútilmente de oponerme, pero de momento ya estaba disfrutando de lo que me estaban haciendo, cuando sentí una mano sobre mi nuca, obligándome a inclinarme más, tampoco ofrecí resistencia y a los pocos segundos me encontraba tragando la verga del otro.
Esa noche mis dos compañeros de camarote, hicieron conmigo lo que les dio gusto y gana, mientras que yo movía mis nalgas desesperadamente disfrutando de lo que me estaban haciendo ellos dos.
Por un largo rato sentí como esa verga entraba y salía de entre mis nalgas, una y otra vez, mientras que al que le estaba mamando, ocasionalmente retiraba su gruesa verga de mi boca, y después de un corto rato, me volvía a poner a mamar.
Cuando el que me daba por el culo finalmente se vino, al que se la estaba mamando me dijo que me lavase, que él también deseaba clavarme su verga, y como para esos momentos, yo estaba deseoso de que continuasen dándome por el culo, fui me lavé y al regresar, me puse en cuatro y él otro me introdujo toda su inmensa verga hasta lo más profundo de mis intestinos.
Mientras que el primero como que se animó nuevamente y me puso a mamar, hasta que se vino dentro de mi boca obligándome a que me tragase todo su semen.
Después de esa noche, durante el resto de la travesía de regreso a nuestro puerto, a la más leve insinuación, corría a nuestro camarote, y esperaba a uno o al otro, y en ocasiones a los dos para que hicieran de mi lo que les diera la gana.
Pero a diferencia del negro, a uno de ello se le soltó la lengua, y a los pocos días, comencé a notar que el resto de la tripulación me veía de manera rara.
Poco a poco, fui sintiendo la presión e insinuaciones de los otros marinos, hasta que finalmente les fui aflojando mis nalgas al resto de toda la tripulación, excepto al capitán.
Incluso el día que llegamos a nuestro muelle, el radiotelegrafista de abordo se las ingenió para encontrarse conmigo en una de las vacías bodegas del barco, mientras que su mujer e hijos esperaban a que bajase a tierra.
A partir de esos momentos, me convertí prácticamente en la puta de todos, no conformes con darme por el culo o ponerme a mamar, en la mayoría de las siguientes ocasiones en que nos embarcamos juntos, como a todos les gustaba que yo me pusiera prendas femeninas, por complacerlos a ellos y a mí mismo con mucho gusto los complazco.
Todavía el capitán ignora lo que sucede bajo cubierta con mi persona, pero aparte de eso cada vez que regreso a nuestro puerto, en más de una ocasión, aunque salgo vestido de hombre del barco, ya fuera me visto de mujer, y me pongo a buscar un buen macho con quien pasar parte de la noche.
bufff, como me has dejado, además que me has traído muchos recuerdos, yo también quise ser marinero, quería viajar y conocer paises y en el barco era un congelador, también estando en las duchas un compañero, este no era negro, era bajito como yo, 1,65, pero que pedazo de polla tenía el cabrón, era larga como ella sola, al ver como me quedaba mirándolo, se dio cuenta de que me gustaba su polla y al final sin esperarlo, me metió la polla por el culo y me folló bien follado. Desde ese día fui su putita.
Que rico, cómo quisiera que me cogieran