Deseos de Sangre II (Re-publicado)
Nando cree haber superado el encuentro sexual en el baño con su hijo, aún cuando le ha costado sacarlo de su cabeza. Pero cuando encuentra a Ale haciéndose una paja en el sofá, no puede evitar pensar si aceptar o no una descabellada oferta de su hijo, una oferta que lo cambiaría todo….
relato completamente de mi autoría, lo público nuevamente por perder la cuenta anterior.
LEER LA PRIMERA PARTE PARA ENTENDER
NANDO
Llegué a mi cuarto con una erección tremenda luego de haberme duchado con mi hijo, y haber sido protagonista de un episodio con él en la ducha.
Sin dudarlo dos veces, pasé seguro a mi puerta y me deshice de la toalla que cargaba en la cintura, sentía mi corazón a mil y mis palpitaciones en mi pene que creo que estaba a reventar, lo tome con mi mano y comencé a pajearme como si mi vida dependiera de ello. Sentía muy en el fondo que esto estaba mal, pero simplemente al ver a mi muchacho tan buen dotado no sé porque pasó por mi cabeza que sería una buena idea. E incluso terminé dándome cuenta que Ale tenía una erección impresionante que fácilmente llegaba a mis medidas.
¿Pero que estaba pasando conmigo?
Cómo pude di pasos rápidos hasta llegar al espejo de mi cuarto, dónde el yo del otro lado me regaló una visión perfecta de como me pajeaba mientras algún gemido se me escapaba de mi boca, el recuerdo del cuerpo fibrado un tanto velludo de Alejandro se posaba en mi cabeza con un sentimiento se culpabilidad que era opacado por el morbo insensato e incorrecto que sentía en mi interior. Y más cuando en mi mente se visualizaba la polla erecta de mi hijo que extrañamente había despertado cuando le enjabonaba.
—Ohhhh —gemí, mientras me apretaba con fuerza mi miembro en la paja y extrañamente pasaba mi otra mano por mi pecho, quedándose en uno de mis pezones que comenzaba a pellizcar.
Poco a poco la imagen en mi cabeza fue cambiando, dejando a la cara de Alejandro, un jóven Fernando físicamente que era mi hijo y al que amaba con locura, que había salido de estos cojones que ahora me encargaba de vaciar. Esos ojos verdes mirándome fijamente mientras me mostraba su erecto pene y con ese cuerpo bien formado parecido al mío.
—Vamos, correte papá —me imaginé que me decía.
De repente termine ahogando un gemido mientas mi hinchado miembro disparo cerca de seis trallazos de semen caliente hacia el espejo, retorcí mi pezón con fuerza cuando el último disparo de leche salió de la punta de la rosada cabeza de mi polla dejando sólo gotas que emanaban de ella.
Ahí inhale aire, tratando de recuperar la respiración. Fue entonces cuando me di cuenta de que un Nando me miraba con ojos de culpabilidad y desaprobación, mirándome desde el reflejo del espejo que ahora era manchado por mi semen caliente, tras un pajazo que había provocado un episodio de toqueteo con mi propio muchacho.
¿Que carajo acababa de pasar conmigo? Yo no era gay, ni nada por el estilo, siempre me había gustado una buena vagina y un buen par de tetas. Y ahora había tenido mi primera fantasía con un hombre, y ese hombre era para colmo mi propio hijo.
Estaba demente. Esto claramente estaba mal.
Tomé con rapidez la toalla que había quedado en el piso y me dispuse a limpiar la corrida que había quedado en el espejo, y mientras lo hacía, sentía una culpabilidad que me miraba por encima de mis ojos en mi reflejo.
******
Ale y yo no habíamos hablado más de lo ocurrido en el baño, y no habíamos tenido intenciones de hacerlo, esa tarde él salió con sus amigos y yo me fui a la reunión de mi trabajo. Ambos llegamos casi al mismo tiempo a casa, y cuando pensaba que el ambiente iba a volverse incómodo, me di cuenta de que fue todo lo contrario, esa noche pedimos pizza y charlamos del resto de nuestra tarde y de cosas recurrentes mientras veíamos la televisión. E incluso lo deje dormido en el sofá y me dispuse a internarme en mi habitación para descansar.
Sin embargo, en las profundidades de mi mente había algo que no me dejaba dormir, y era todavía ese reparo de conciencia de saber que lo que había hecho estaba mal. Allí me encontraba yo, con nada más que un boxer en mi cama, dándole vueltas a la cabeza mientras me di cuenta que escuchaba los pasos de Ale caminando por el pasillo, dirigiéndose a su habitación, y para ello tenía que pasar frente a la mía, y yo mantenía la puerta abierta para intentar neutralizar un poco el calor del verano que ya terminaba. Entonces preferí hacerme rápidamente el dormido.
Escuché sus pasos hasta que quedaron neutralizados de repente, allí fue que abrí un poco los ojos disimuladamente y pude ver a Ale, que ya se había quitado su camiseta y la llevaba sobre los hombros, mirándome, y dejando a la vista su torso un tanto velludo y bien formado para su edad, el borde de sus boxer se notaba por encima del borde de su pantalón. Yo preferí quedarme así, aparentemente dormido, pero muy despierto.
Sin más, Alejandro se dispuso a seguir su camino, los pasos volvieron a aparecer hasta que fueron opacados por el sonido de la puerta cerrándose. Ahí abrí los ojos y miré el techo con cierto rechazo a lo que estaba pasado, y también a la tienda de campaña de tenía ahora debajo de mi boxer.
—Esto no está bien —me dije en un susurro—. Ale es mi hijo. Y no me gustan los hombres.
Fue entonces cuando decidí voltearme, ignorando mi erección, y quedándome dormido.
******
Pasaron unas cuantas semanas, y habíamos retomado nuestra vida normal de padre e hijo sin ninguna conversación de lo que pasó ese día. Por un momento me sentí feliz de que nuestra buena relación no se fuera roto a partir de ese momento de idiotez, y había logrado mantener mi mente lejos de cualquier fantasía que pudiese tener con Ale. Continuamos entrenando juntos y seguimos teniendo la misma confianza de siempre.
Sin embargo, me equivoqué al pensar que ya no tendría experiencias con mi hijo, a pesar de que una parte de mi, en lo mas profundo, quería repetir lo del baño.
Era la última semana de vacaciones de Ale cuando llegué a casa del trabajo más temprano de lo habitual, había sido una excelente semana para la compañía y nos habían dado la tarde y el día de mañana libre, sólo que decidí terminar unos asuntos en la oficina con los dueños de la empresa antes de salir. Sin embargo salí temprano. Ese día había dejado el auto en el taller para que afinarán unos detalles del motor y había tomado el bus a casa, estaba pensando en que Alejandro y yo fuéramos a comer unas hamburguesas para terminar de pasar la noche y que mañana podríamos ir al cine juntos a ver alguna película.
Ya había bajado del bus cuando empecé a pensar que si me entregaban el carro mañana podíamos ir el fin de semana a alguna piscina a nadar. Era los últimos días de verano y debíamos hacer algo en vez pasarlos en casa.
Llego ante la puerta de la casa y meto la llave para abrirla, cuando lo hago me interno y la cierro, estaba a punto de decirle a Ale que había llegado cuado de repente pude escuchar unos gemidos femeninos provenientes de la sala, los cuales fueron enmudecidos de repente. Me acerco con rapidez a la sala y lo primero que veo es la televisión encendida, con una chica siendo empalada por un chico y a mi hijo sentado en el sofá, desnudo de cintura para abajo, solo con la camisa puesta y tapándose su erección evidente con ella.
—Mierda, papá, pensé que llegabas más tarde —es lo que me dice Ale.
—Me dieron la tarde y el día de mañana libre —es lo que alcanzo a decir—. Vamos Ale, ¿Que haces haciéndote un pajote en el sofá?
Alejandro agacha el rostro de la vergüenza. Sigue ocultándose la polla que por lo visto había vuelto a su estado en reposo. Yo camino un poco hacia él sin quitar la mirada del televisor, dandome cuenta de cómo la imagen había también congelado la expresión de los protagonistas mientras tenían una sesión de sexo sin control.
Allí mi hijo se ríe y me mira, yo lo miro enarcando una ceja y un tanto descuidado por la situación.
—¿Cómo que que hago? Pues haciéndome una paja, desestresandome como cualquier persona haría.
—Y no está mal que lo hagas hijo, ¿pero en el sofá y en la sala? —le reprocho.
—Vamos papá, no me digas que tú no te has hecho pajas cuando estás solo en casa, que en cualquier momento pega una buena paja —se ríe y vuelve a reír.
Trago saliva, y siento como algo se remueve en mi pantalón, la escena del baño y luego la fantasía de mi imaginación volvió a mi mente, la polla erecta de mi hijo y su mirada sobre la mía se apareció en mi cabeza luego de haber intentado tanto dejarla fuera.
Lo miro con seriedad, mientras él sigue riéndose, a lo mejor por lo embarazoso que era la situación, pero no sé porque de repente me empecé a reír y ambos comenzamos a lanzar carcajadas al aire.
—Bueno Ale, pero yo no me ando haciendo pajas por toda la casa, de repente en el cuarto, cuando me baño…
—En el comedor, sofá, cocina, oficina…
—Tampoco así —le digo, riéndome con él—. Y bueno no te culpo, debí avisar que iba a llegar más temprano.
—Si papá, me has agarrado con las manos en la polla bien desprevenido. —me dice.
Iba a decir algo más. Pero en eso puedo observar que tenía un tira de paquetes de condones a su lado. Arrugo el entrecejo al verlos, y él dirige su mirada hacia ellos.
—¿Qué es eso Ale?
—¿Cómo que qué es? —me pregunta, luego se ríe—. Pues condones.
—Si ya lo sé, idiota —le digo, riéndome igual—. ¿Pero qué hacías con ellos si sólo te estabas pajeando?
—Pues, es que siempre que follo me toca usarlo, sabes por el tema este de prevenir cualquier cosa, y nunca termino de acostumbrarme —me dice—. Así que leí en internet que si te pajas con uno de esos pues es más fácil acostumbrarte.
De repente la imagen de mi hijo follando hizo que mi polla que había quedado morcillona siguiera despertando. Pero rápidamente decidí disipar ese pensamiento.
—Ah vale —es lo que alcanzo de decir—. Es bueno que por lo menos estés al tanto que es mejor usar protección que cualquier incidente.
Intenté adoptar ese perfil de padre preocupado por la sexualidad de su hijo. No porque no lo fuera, en mi casa nunca habíamos tenido tabú con el sexo, sino que quería aparentar que no tenía una erección recién establecida en mis pantalones.
—Bueno, también estaba intentando aprender mejor como colocarme el condón. Sabes que puede romperse o pasar un incidente si no nos lo colocamos bien.
—Pero Ale, tú a estas alturas debes saber correctamente como colocarse un condón —le digo a mi hijo, el hace una mueca.
—Puede que tal vez sepa, pero nunca está demás seguir aprendiendo para mejorar la técnica.
No tuve nada que decir al respecto. Y es que tenía razón, sentía como mi corazón empezaba a latir con fuerza y como mi calentura comenzaba a hacer que me incomodara la camisa y la corbata. Estaba a punto de decirle que subiría a mi habitación cuando me preguntó algo que me dejó frío. O tal vez me puso más caliente.
—Papá tú tienes más experiencia con los condones. ¿Por qué no me enseñas?
—¿Qué? —le digo—. Ale, no creo que es correcto que te enseñe cómo ponerte un condón.
—¿Quién dice que no? —me dice mi hijo, arrugando el ceño—. Velo desde este punto de vista, un padre que se está preocupando por la adecuada vida sexual de su hijo. Además estas son cosas que quedan entre tú y yo.
Dudé por un momento, sabía que esto no estaba bien, y que debía bajo cualquier circunstancia seguir evitando cualquier tipo de acercamiento como este. Pero algo dentro de mi pedía a gritos que aceptara, que sólo era un momento y que nada impediría llegar hasta donde yo quisiera. Ese es el problema, que tal vez no era el mejor en el autocontrol.
Sin embargo, la cara de mi hijo, esos ojos verdes que me mostraban su polla en mi mente, pedían a gritos que se hiciera realidad ese momento.
—Está bien Ale, pero sólo está vez y queda entre tú y yo.
Alejandro asintió y me hizo espacio en el sillón para que yo me sentará, con rapidez me deshice del nudo de mi corbata y me la quité, dejándola a un lado.
—Bien, lo primero que debes hacer es tomar la bolsa del condón y asegurarte…
—¿No es mejor que tú lo hagas y yo te voy imitando?
—¿Quieres que me despelote y me ponga un condón frente a ti?
—Sólo digo, es mejor a qué me termines diciendo y ya.
Dudé por un segundo, sin hablar nada. Pero sentía como el bulto que se formó anteriormente palpitaba y apretaba en mi pantalón. Creo que ese comentario era todo lo que necesitaba para que me dejara llevar con lo que estaba haciendo. Tal vez tendría remordimientos más tarde, pero decidí por los momentos no prestarle atención a mis pensamientos.
Mientras Alejandro se había quitado la camiseta y se encontraba pajeandose su ahora morcillon miembro, cuya rosada cabeza ya sobresalía considerablemente. Yo me desabroché el cinturón y luego el pantalón, bajandolo junto con el boxer, quedando mi polla erecta completamente al aire.
Alejandro se quedó mirándola perplejo, mi polla media cerca de los 19.5 cm y era bastante gruesa, además de que una mata de pelo negro recién recortado se arremolinaba en su base, pensé que iba a preguntar porque tenía la polla ya erecta, pero no hizo nada. Pronto me encontré con el pene de mi hijo a todo dar, y es que comparándolo con el mío se parecían en tamaño, sólo le faltaba un poco de grosor para ser una réplica exacta. Pero mi hijo tenía un buen número de miembro.
—¿Cuánto te mide hijo? —le pregunto, mirándole las bolas grandes que tenía y su recortado vello púbico casi a nada.
—19 —contesta Ale, concentrando en pasarme la bolsa del condón, podía ver una chispa de lujuria en sus ojos. Tal vez eran ideas mías—. ¿Y a ti?
—19.5 —le digo, riéndome por el medio centímetro que me gastaba más que él.
Ale me mira con cara de pocos amigos, y hace un ademán con la mano para que comience con mi explicación. Ya yo estaba a mil por el momento.
—A ver, debes asegurarte de la fecha de caducidad y que el condón esté debidamente cerrado, aunque eso ya lo sabe —le digo, cuando pone los ojos en blanco, rompo el empaque del condón y lo abro, saco el condón y lo tomo por la punta—. Debes asegurarte que el condón esté de esta forma, y apretar la punta para que no se llene de aire, así.
El hace lo mismo con su condón y se lo coloca de una vez en la punta del pene, yo hago lo mismo y en eso comienzo a descender el condón hasta que lo llevo hasta mi base, me costó un poco pero al final lo logré. Ale pareció entenderlo e hizo lo mismo, logrando llevar con facilidad el condón hasta la mata de vello que tenía en la base de la polla.
—Vale, ya a partir de aquí, cuando te aseguras que está bien puesto, lo único que tienes que hacer…
—Es meter —me dice, con una sonrisa de medio lado que me hizo tragar saliva—. Creo que quedó bien puesto.
Hubo un momento de examinación de ambas pollas de forma mutua, Ale y yo primero miramos nuestras pollas y luego pasamos a mirar la del otro. En ese momento la gran tensión sexual que había era increíble, el silencio del lugar era extrañamente agradable en la intimidad de lo que estábamos haciendo.
—Bueno, creo que ha quedado claro —alcanzo a decir.
—Si, pero falta el principal motivo de todo esto —dice mi hijo.
Ahí es donde Alejandro toma su polla y comienza a pajearse con el condón puesto. Yo me quedo estupefacto, observando claramente la forma en la que sus dedos recorrían el látex que rodeaba eficazmente su miembro viril, el cual no sé porque me parecía hermoso a la vista.
—Mmmm —gimió Ale, sacándome de mis pensamientos—. Anda papá, no te de pena, deberías de probar pajearte con un condón.
Tragué saliva, y lo miré a los ojos. Ahí estaba nuevamente mi hijo, mirándome con esos ojos verdes, mientras se pajeaba con rapidez a un muy buen ritmo. Ahí creo que perdí el poco autocontrol que me quedaba.
Sin pensarlo, coloqué mi mano en mi pene protegido por el látex y comencé ese sube y baja casi al mismo ritmo que Ale, ahora el silencio que había en el lugar era invadido por nuestros gemidos y también por el sonido del látex con nuestras manos. Era tan excitante lo que estábamos viviendo que no necesitábamos que siguiera corriendo el vídeo que estaba en la Televisión, la imagen congelada de la cogida entre ese pareja formaba parte de lo que menos nos importaba en ese momento.
No sé como, pero de un momento a otro me encontré con la camisa entera desabotonada, dejando a la vista mi torso desnudo, es allí que siento como mi hijo me coloca un brazo sobre mis hombros y me acerca a él, nuestras piernas de repente chocaron y pude sentir lo muy caliente que estábamos a flor de piel.
—Esto queda entre tú y yo papá —me dice Ale al oído, en un susurro que me calienta más, luego emite un gemido.
Duramos así un buen rato, dónde los gemidos de ambos eran nuestra mejor compañía, hasta que, desde mis adentros pude sentir que estaba a punto de echar una corrida bestial.
—¡Me corro! —gimió Alejandro, colocando su cabeza rescatada a la mía.
—¡Yo también, hijo!
Ale y yo nos corrimos casi al mismo tiempo, depositando una espesa leche caliente dentro del condón cada uno. Cerca de 5 chorros de semen quedaron dentro del preservativo, mientras que conté como 6 que cayeron dentro del de Ale.
Nos quedamos en absoluto silencio, Ale y yo, jadeando como dos bestias cansadas que sabían que había hecho algo indebido, pero que extrañamente les había gustado. O por lo menos de mi parte fue así, y por la visto de Alejandro también.
Fue entonces que allí, Ale puso una de sus manos sobre mi pecho sudado, estábamos los dos empapados de sudor, entonces me dispuse a sacarme el condón de mi polla que ya empezaba a descender. Y le indiqué como debía anudarlo al terminar.
Ale asintió e hizo lo mismo con el suyo, Y allí estuvimos los dos, mirando el condón lleno de leche del otro, sudados por completo. Con un olor a sexo que embargaba la sala. Fue entonces que pase mi brazo por los hombros de mi hijo y nos quedamos abrazados en un calor fraternal que nos seguía dominando a los dos, Ale apoyó su cabeza en la mía, nuestras frentes sudadas se tocaron. Y allí nos quedamos, pegados el uno al otro, mientras los jadeos y la respiración de cada uno era sentida por ambos, pude sentir como el olor a macho sudado se mezclaba en el lugar, y con la vista en nuestras pollas descendientes y goteando, no me imaginaba lo que iba a pasar después.
Y lo mejor estaba por venir.
Continuará…
espero los siguientes relatos me quede super calentito