DESFILANDO LENCERÍA PARA JORGE Y ALGO MAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había terminado el verano y tenía que regresar a la escuela, eso implicaba dejar la casa de campo para volver a la Ciudad. Esas vacaciones fueron muy intensas y significaron el camino sin retorno de mi sexualidad. Perdí mi virginidad de manera muy bizarra, con tres hombres a la vez, sentí en un instante la brutalidad instintiva que genera el deseo. Podría pensarse que fui ultrajado, que tres adultos torpes y depravados, abusaron de un adolescente de 15 años; pero no, yo lo quería, lo ansiaba, lo busqué deliberadamente y fue lo que esperaba.
Gocé, gemí, grité hasta lloré de placer. Luego febrero me brindó la oportunidad de sentirme pleno con un hombre, me entregué a Mario totalmente, fui suyo por un mes, pude besarlo, acariciarlo, sentirlo dentro de mí, beber su simiente, fui su gata, perra, puta, zorra, hembra, fui todo lo que él quiso que fuera. Pero había llegado el final, por lo menos ya no iba a poder disfrutarlo con la frecuencia con que nos encontramos en ese mes.
Los cuarenta kilómetros que separan el campo de mi familia con la Ciudad, la escuela y mis actividades extraescolares de danza y teatro, eran valla suficiente para que mis visitas a la chacra, fueran a lo sumo una vez al mes. Además mis idas debían coincidir con que Mario se encontrase en el lugar, ya que solo iba a poder viajar los fines de semana y él estaría la mayoría de las veces de franco, luego, se confirmarían mis tribulaciones, solo pudimos encontrarnos en tres oportunidades.
Pensaba que en la Ciudad me iba a aburrir, que desearía en todo momento estar con Mario, pues como todo joven inexperto, cree que su primer amor es para siempre. Con estas cavilaciones, transcurrió mi primer mes, pero no tuve tiempo de aburrirme, el inicio del cuarto año escolar fue algo novedoso, pues cambiaba de CBU a ciclo de especialización, había más materias que estudiar, eran otros los profesores y también algunos nuevos compañeros.
En septiembre, cumplió diecinueve años mi hermana Marisa, como siempre, mi madre organizó una gran fiesta, concurrieron muchos de nuestros parientes, entre ellos mi tía Natalia, la única que aun no se había casado. Hacía quince años que estaba de novia con Jorge, un solterón empedernido, noviazgo que prolongaría unos doce años más. Y cuando digo “novia” es con todas la letras, Tía Natalia vivía en su casa y Jorge en la de él.
El tenía cuarenta y cinco años, era alto, delgado, atlético, muy agradable, ameno, con mucho mundo y terriblemente seductor. Se dedicaba al comercio mayorista de lencería y medias femeninas de marca, con una amplia zona de alcance en toda la región, con muy buenos ingresos, por ende, gozaba de un holgado pasar económico. Su actividad la desarrollaba en un gran depósito y lo secundaban dos empleadas, una entraba a la mañana, hasta las 14 horas y luego por la tarde lo hacía la otra hasta las 20. Tenía tres muchachos viajantes que recorrían la zona, levantando los pedidos. Yo había estado varias veces en ese lugar, estaba todo muy ordenado y limpio, me fascinaba caminar entre la ropa y en especial estar en el salón donde se guardaban los muestrarios de las prendas, moría por probarlas.
Volviendo a la fiesta de Marisa, mi tía Natalia comenta que Adriana (la empleada de la tarde) estaba a punto de dar a luz, por lo que había pedido licencia de tres meses. En el transcurso de esa conversación, Jorge acota que estaba preocupado pues tenía que buscar una reemplazante y que tenía que ser de mucha confianza. Era muy obsesivo con su actividad y le gustaba que todo se hiciera como él lo dispone.
En un momento de la reunión, Jorge se me acerca y comienza a preguntarme sobre la escuela y mis actividades extraescolares, luego de darle algunos detalles el respecto me pregunta si no quería ocupar transitoriamente el puesto de Adriana; mi primera reacción fue recordarle de todas mis ocupaciones de la tarde, pero él me respondió que no habría problemas, que podía retirarme antes para ir a las clases de danza, teatro y educación física. Le dije que debía consultar a mi madre, respondiéndome que si me gustaba la idea de trabajar con él tres meses, se encargaría de hablar con ella. Le respondí que sí, me miró fijamente y poniendo su mano sobre mi hombro me dijo que era una buena decisión, para seguidamente deslizarla sobre mi cuello y acariciarme levemente la mejilla. Acto seguido se dirigió hasta donde estaba mi madre y le comentó su propuesta, a lo que ella respondió que si yo estaba de acuerdo que no tenía problemas.
Esa noche cuando terminó la fiesta, mi madre me volvió a preguntar si estaba seguro de querer trabajar con Jorge, reiterándole mi respuesta afirmativa.
Una semana después ingresaba a su comercio, rápidamente tuve que aprender las tareas de Adriana quien se quedó unos días para enseñarme, para luego dejarme a cargo. Como se trataba de un negocio de distribución mayorista, todo el trabajo se realizaba a puertas cerradas, pues los clientes hacían sus pedidos telefónicamente y si alguien quería ingresar era atendido primero por un portero con cámara y luego si era necesario se lo hacía pasar. Adriana antes de irse, me comentó que Jorge por la tarde pasaría a primera hora para darme instrucciones y más tarde a verificar que todo se haya hecho correctamente, por lo que me adelantó que iba a estar solo la mayor parte del tiempo. En los hechos eso casi nunca ocurrió, desde el primer día en que quedé al frente, él estuvo casi todas las tardes, controlaba lo que hacía y me ayudaba permanentemente.
En esto de ayudarme advertí que cada vez se ubicaba más cerca de mí, así mientras me explicaba algo ponía sus manos sobre mis hombros, luego las deslizabas fugazmente sobre mi espalda, aumentando la frecuencia de estos gestos, que poco a poco se iban convirtiendo en caricias mas prolongadas, a las que yo me entregaba mansamente. Me agradaba sentir sus manos sobre mis hombros y cuando me acariciaba la espalda, una corriente de calor inundaba mi cuerpo.
Lo que más me gustaba del trabajo era acomodar los muestrarios, controlar sus códigos y precios y luego colocarlos en la caja que retiraban los viajantes para exhibirles a los clientes. Manipular los conjuntos, bodys, camisones, baby doll, etc., sentir el satín, la seda, los encajes, me provocaban un enorme placer; Jorge seguramente advirtió esa circunstancia y me dejaba hacerlo, aunque demorase mucho más tiempo que el necesario para esa tarea. Un día llegó una nueva colección y se puso a controlarla junto a mí, en un momento, toma un baby doll de color rojo y lo presenta sobre mi torso, pidiéndome que me lo pruebe, que quería ver como quedaba puesto. Realmente no esperaba que me propusiera algo así y dudé un instante, pero sin decir palabra me saqué la remera que llevaba y me coloqué la prenda, dejándome el pantalón puesto. Me miró y haciéndome girar elogió como me quedaba y me pidió que me vistiera con los otros modelos, a lo que accedí, uno a uno, los fui probando, a medida que me sacaba y probaba otra prenda, me sentía pleno y mis gestos se volvieron más afeminados. Jorge por su parte, me elogiaba, hacía comentarios sobre la ropa, me la acomodaba, me llevaba frente al espejo y preguntaba que me parecía. Cuando me saqué el último vestido, Jorge adoptó una pose profesional, me dijo que la colección era estupenda y que seguramente iba a ser un éxito en las ventas.
Tres días después del modelaje, estando en el depósito, suena el teléfono, era Jorge, me dijo que tomara un taxi y fuera hasta su casa, que allí me iba a explicar. Salí inmediatamente, subí a un taxi, cuando llegué a su domicilio, el estaba esperándome, al abrir la puerta vi que tenía puesta una bata blanca, con solapas azules, sonaba música suave de fondo, la voz sensual de Diana KRALL envolvía al ambiente.
Ya en el interior de la vivienda, me comentó que había traído otra partida de lencería, que la tenía allí y volteó su vista hacia la mesa del comedor, allí pude observar que estaban los conjuntos. Me invitó a probarlos, agregando que esta vez lo hiciera con las tangas y colaless de cada juego, accedí encantado y en pocos minutos estaba mostrándole mi cola adornada con una tanga con encajes que hacía juego con un camisón corto. Jorge se dirigió a un rincón y de una caja, sacó unas sandalias con tacos aguja para que me las pusiera, diciéndome que quería ver como quedaba con la cola levantada.
Me preguntó si sabía maquillarme, contesté afirmativamente (siempre que podía usaba los cosméticos de mamá y Marisa), me señaló el baño, allí me encontré con un hermoso toilette y sobre su mesada todo lo necesario para maquillarme, pintura, rimmel, delineador, rouge, etc., desde ese lugar le grité que tuviera paciencia, respondiéndome “el tiempo que necesites hermosa” y esas palabras fueron música para mis oídos. Ya sabía cómo terminaría la tarde y el solo pensarlo me excitaba. Terminé de pintarme y salí, él estaba sentado en unos de los sillones del living, su mirada era libidinosa con una pisca de asombro, comenzó a decirme galanterías, “hermosa!!” “Bella!!” “Guau!!”, yo me sonrojaba pero estaba fascinado.
Era la primera vez que caminaba frente a un hombre, en camisón con encajes, tanga y tacos. Todo aumentaba mi excitación, el calor invadía mi cuerpo, ya solo deseaba a Jorge, quería sentirlo. Al exhibir el tercer modelo me pidió que me acercara hasta donde estaba sentado, al aproximarme comenzó a acariciarme la cola, lo hacía muy suavemente, deslizaba su mano sobre mis glúteos y luego bajaba por las piernas, me tomó de las manos y lentamente me hizo sentar a horcajadas sobre él, comenzó a besarme el cuello, sus manos apretaron mis nalgas rodeándome con sus brazos, empezó a morderme el lóbulo de la oreja, apoyó su pelvis contra la mía y sentí que estaba erecto, comencé a frotarme contra él, tomó mi rostro, me miró y besó apasionadamente, sus labios apretaban los míos, su lengua buscó mi lengua y se enredaron en nuestros jugos, desabroché los dos primeros botones de su camisa y besé su pecho, seguí desabrochando , deslizándome hacia abajo y con mi lengua llegué a su ombligo, el acariciaba mi cabeza y la apretaba contra su cuerpo, apoyé mis rodillas en el suelo, desprendí su cinturón, quité el broche del pantalón y bajé la cremallera, comencé a dar mordisquitos al pene que pujaba por salir de su bóxer, lo bajé, comencé a lamer lentamente la verga, descendí al escroto, puse los testículos dentro de mi boca, con la lengua los frotaba, eran grandes, Jorge daba fuertes suspiros, me decía “hermosa”, “divina”, “puta”, volví a su pene lo introduje en mi boca succionándolo fuertemente, haciendo un ruido seco y vacío cuando salía; Jorge me dijo que parara, que se iba a acabar, me hizo incorporar, me levantó en sus brazos y fuimos al dormitorio.
Caí en la cama, él se acostó a mi lado, lo besé y monté sobre él, tomé su pene, estaba duro como una roca, apunté mi cola hacia su miembro y lentamente la bajé, sentía como penetraba su verga en mi ano, comencé a hacer movimientos cortos ascendentes y descendentes, cada vez que descendía me lo introducía más, hasta tenerlo todo adentro, aumenté la intensidad de mis movimientos, me deslizaba hasta casi salir y bajaba cada vez con más fuerza, él por su parte movía su pelvis hacia arriba, hasta que llegamos a un ritmo frenético.
De pronto me tomó con sus dos mano y girándome, apoyó mi cuerpo sobre la cama, quedé boca abajo, desde atrás me tomó de la cintura y me obligó a ponerme en cuatro, me penetraba suavemente, entraba un poco y salía, cada vez más profundo, cuando estuvo todo adentro, comenzó a moverse cadenciosamente, una de sus manos apoyada en mi espalda la altura de la cintura y con la otra me tomaba del pelo, los movimientos fueron en aumento, pronto se convirtieron en topetazos, me gritaba “puta”, “sentí mi pija puta”, “te gusta la verga puta”, yo también gritaba, gemía de placer, le decía que era su perra, su puta, que hiciera lo que quiera conmigo, que me cogiera. En un momento venció mi resistencia y colapsé sobre el colchón, él siguió penetrándome, la fricción de mi pene contra la cama me hizo acabar, fue un orgasmo maravilloso y me derramé sobre las sábanas. Pronto lo escuché gritar a Jorge, sus manos me apretaban, daba gritos cortos y potentes, sentí el calor de su semen en mi interior, sus estertores se fueron apagando, hasta que qué su humanidad se desplomó sobre mí. Se quedó varios minutos encima mío, jadeaba y daba suspiros, era como que se hubiera quedado sin habla, yo estaba pleno, feliz y satisfecho.
Jorge se apartó a un costado, apoyé mi cabeza en su vientre, dormitamos un momento, luego comencé a limpiar su pene con mi lengua, advertí que volvía a poner erecto, lo seguí libando, me acomodé y lo chupé de mil maneras, hasta que el premio llegó, Jorge comenzó a gritar, me tomó de los pelos y sostenía mi cabeza en su pija, su semen invadió mi boca y él me ordenaba, trágalo puta, trágalo!!, por supuesto que fui muy obediente y tomé toda su simiente.
Mis encuentros con Jorge se prolongarán durante tres años, con muchas anécdotas las que contaré en las próximas publicaciones. Besos. Hori.
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