Despertar temprano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Nacemos homosexuales?. A que edad despertamos a la sexualidad y a la práctica sexual? Un ignorante, como yo, podría lógicamente pensar que es en nuestra pubertad, cuando comenzamos a diferenciarnos sexualmente a través del desarrollo de nuestros genitales y de la aparición del deseo, y el nacimiento, tal vez precario al principio, de nuestra líbido. Por los relatos de “primeras veces” que aparecen en los sitios gay, todo hace pensar que nuestra homosexualidad se materializa en hechos entre los 15 y los 18 años.Si esto es así, entonces qué pasó conmigo?
Francamente la edad a la que comencé a tener juegos sexuales con un amiguito del barrio, al cual llamaré ficticiamente Juan se diluye entre los recuerdos de la primera infancia. Buscábamos algún lugar apartado de su casa o de la mia, nos bajábamos los pantalones y los calzoncillitos, uno abria sus nalgas y el otro apoyaba su pitulín entre las nalgas y comenzaba un mete y saca por un ratito, sin penetración ya que aún nuestros penes no estaban preparados, luego de lo cual cambiábamos roles y el cogedor pasaba a cogido y viceversa. No recuerdo quién trajo ese juego, no se quien empezó, pero para ponerle una edad, creo que lo hacíamos desde antes de cumplir los 6 años. Esto me quedó fijado por algo que una vez nos sucedió y me quedó grabado para siempre en la memoria. Una tarde de invierno antes de comenzar la escuela primaria, estábamos como siempre con los culitos al aire y cogiendo, yo contra la pared y Juan detrás, en una especie de cuarto despensa que había en la casa de mis padres, alejado de la casa principal. Dado el frio que hacía, mi madre me ponía dos pantalones, uno de lana bastante ajustado y arriba otro. Cuando estábamos en pleno mete y saca, mi madre apareció por el patio, la vimos, nos aterramos y comenzamos a subirnos los pantalones, Juan lo consiguió, pero yo, con tanta cosa, no pude y cuando mi madre abrió la puerta, nos encontró a mí con todo al aire y a Juan atrás, vestido y con cara de “yo no fui”. Recuerdo los gritos de mi madre y su risa nerviosa. No recuerdo si nos aplicaron algún castigo, pero en realidad lo que sucedió luego es que “de eso no se habla” y Juan y yo seguimos, con más cuidado, jugando ese juego de adultos.
Fuimos creciendo, y cogiendo. Generalmente solos, pero a veces también con algún otro chico del barrio que Juan traía, cogiendo entonces de a uno por vez rotando entre los tres, o haciendo trencitos, pero sin penetrarnos, sin agregar mamadas y mucho menos, besos, cosa que nos daba asco. A veces, charlando con Juan luego de una sesión de juegos, en penumbras mi amigo me decía, “ vos y yo somos putos, porque nos dejamos coger, pero no importa porque nadie lo sabe, es entre nosotros” a lo que yo inocentemente, lleno de lugares comunes, y negándome a la despreciable calificación de “puto” le respondía “ no, no somos putos, porque yo me dejo solamente para poder cogerte a vos y vos lo mismo, entonces no somos putos, sólo nos dejamos para poder coger”, tonto e inocente, no? Cabe aclaran que en esa época (década del 60) no se conocía la palabra Gay y además en mi país, aún hoy dia “puto” es simplemente sinónimo de gay y no de “prostituto”. En ese entonces, en mi mente y en el común de la gente, ser gay, homosexual, puto, era despreciable aunque no te prostituyeras, pero curiosamente cogerse a un puto, si bien se ocultaba y solo se contaba a los amigos mas fieles, era cosa de hombres, de “machos” que le hacían el favor a un despreciable puto o que, a falta de minas, usaban un puto para “sacarse la leche".
Cuando andábamos por los 11, una vez mi padre tuvo vacaciones durante mi período escolar y entonces, dado que yo era un nene “muy responsable”, decidieron tomarse una semana de vacaciones con mi madre, dejándome solo en casa, encomendándome a una familia vecina para que almorzara y cenara con ellos. Por supuesto que Juan se ofreció para venir a dormir a casa, "para que no durmiera solo", cosa que mis padres aceptaron encantados y yo mucho más.
Se imaginan que la cama de mis padres se convirtió entonces en el lecho de amor de dos nenes que no sabían lo que hacían pero lo hacían. Una de esas noches, serían como las 10, y hacía bastante calor, estábamos con Juan tirados sobre una manta en el fresco piso del comedor de la casa de mis padres, vestidos simplemente con nuestros calzoncillos, cuando Juan trajo a cuento lo siguiente: “Lucas, nosotros no cogemos de verdad, para coger hay que meterla adentro del agujero”, a lo que yo, mucho más miedoso y menos arriesgado retruqué que no, porque eso iba a doler mucho y que no quería y que nos iba a salir sangre y qué íbamos a hacer entonces y mil excusas más. Pero Juan sabía insitir, y también sabía arriesgar, así que en un par de minutos ya estaba Juan totalmente desnudo boca abajo en el piso sosteniendose con cada mano una de sus nalgas separadas para que su esfinter quedara a mi disposición. Me mojé un poco la punta de la pija con saliva y humedecí también la entrada de su agujerito, me fui reclinando hacia él hasta ubicar mi glande en su puertita y allí dí mi primer empujón. Su grito fue inmediato, y mi susto también, Te la saco?, le dije con vos temblorosa, No!, seguila metiendo!, casi ordenó Juan con la voz del que está apretando los dientes para aguantar el dolor. Fui empujando de a poco, para mi tampoco era facil vencer ese recio esfinter que me apretaba el pijín con fuerza.
Cada nueva empujada le arrancaba a Juan un quejido y un "seguí, seguí". Al fin mis pocos centímetros de pija de esa época quedaron todos dentro del culo de Juan y los dos descansamos aliviados, todo mi cuerpo sobre su espalda, nuestras caras juntas. Juan entre dientes decía "mmmm, como me arde, pero ya se está pasando". Al rato ya su culito se acostumbró a su nuevo compañero y le dejó de doler. Como Juan llevaba siempre la batuta fue el que díjo, dale, empezá. Y allí comencé el primer vaivén de mi vida, el primer mete saca real dentro del culito de Juan. La pregunta de rigor, "que sentís?", "mmm, un calorcito rico que entra y sale", "te gusta?", "siiii, seguí"
Luego de un rato, se la saqué despacito, haciendo fuerza aun por la presión de su duro esfinter. No recuerdo qué hablamos ni qué hicimos, pero no podía demorarse mucho el momento de la contrapartida. Así que en un rato, me puse boca abajo, mi mano izquierda abrió mi nalga izquierda y mi mano derecha mi nalga derecha. Juan apoyó sus rodillas entre mis piernas, apoyó sus manos a los costados de mi cabeza y fue bajando su pelvis. Sentí el contacto tibio de su glande y cerré los ojos.
Entonces sentí como si una cuña de fuego entrara en mi culito, mi grito fue inmediato, pero Juan no se apartó de su objetivo, me dió otro empujón y la brasa candente me quemó más adentro, casi a punto de llorar le pedí que no mas, que me la sacara, que no aguantaba. Y Juan refunfuñando un poco me sacó su pija del culito. Allí quedamos, yo de costado quejándome del ardor y el dolor que me quedó en el ortito y él sentado a mi lado acariciando su frustrado pitulin. En seguida el dolor fue aliviando y desapareciendo y entonces Juan volvió a la carga, que debíamos terminar, que aguantara un poco que después no dolía mas, que si quería saber lo que era coger de verdad lo teníamos que hacer, y bueno, mi desde siempre débil carne accedió y allí quede de nuevo con el culito hacia arriba y dispuesto a sufrir el martirio.
Esta vez Juan me ensalivó repetidas veces la entrada y se ensalivó también abundantemente la pija. Esta vez ya mi grito viró a sólo quejido, que se repitió con cada nuevo empujón hasta que toda la pija de Juan estuvo adentro mio. Juan se apoyó sobre mi espalda y se quedó quieto. Mi esfinter entonces se fue distendiendo, el dolor desapareció y el ardor fue reemplazado por una suave tibieza. Le di luz verde entonces a Juan y comenzó su mete y saca. No recuerdo muy bien qué sentí entonces, estaba demasiado nervioso para sentir algo, sólo recuerdo el rítmico entrar y salir de la carne de Juan en mi, en medio del silencio de esa noche mágica sobre el piso frío del comedor. El mundo en silencio y Juan y yo descubriendo nuestros cuerpos, descubriendo cómo unirnos, asomándonos a la ventana de nuestra vida sexual futura, reafirmando nuestro temprano despertar gay, nuestra, no se, tal vez innata homosexualidad.
No recuerdo muy bien cómo siguió esa noche, sólo una frase de Juan: "ahora si, ya somos putos de verdad"
La vida siguió transcurriendo como siempre, escuela, tareas, futbol, charlas de esquina. Pero cada vez que a escondidas nos encontrabamos con Juan para coger, el rito dolorosa pero deleitosamente aprendido esa noche ya fue parte de cada uno de nuestros encuentros. La masturbación me dio mi primer orgasmo, pero el segundo me lo dio el culito de Juan, mi primera leche está en su culo, su primera leche está en el mío. El despertar de la líbido, el pasar del simple sexo casi animal al juego erótico, a las caricias, el aprender juntos a mamar una pija o conocer el sabor de la esperma fue dándose con el tiempo, de a poco, siempre sumando algo nuevo, naturalmente. Nuestras pijas crecieron y se hicieron grandes y duras pijas adolescentes y nuestros culos se acostumbraron a cada nueva estirada de la deseada herramienta. Luego la vida llevó a cada uno por su camino y cada uno construyó su propio destino, pero esa sexualidad vivida desde tan niño me marcó, nos marcó, para siempre.
Lucas
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