Después de la boda: El viaje de regreso
El camión avanzaba lento, pero atrás Sebastián ya se la metía a Santiago, con los pantalones abajo y el culo bien abierto. No podían esperar. Gemidos ahogados, vergas duras, y leche caliente derramándose antes de llegar a casa. El pecado viajaba con ellos..
La playa ya era un recuerdo borroso. La arena pegada en la piel, los tragos mal medidos, los besos a escondidas durante la boda… Todo había quedado atrás. El novio de Sebastián se fue antes, con un beso frío y un “cuídate” que sabía a nada.
Sebastián y Santiago se quedaron un día más. Según ellos, para “descansar”. Pero en realidad, se morían por coger sin tener que disimular.
Eligieron un camión nocturno. Asientos reclinables, aire frío, luces tenues. Casi no había nadie. Dos parejitas dormidas, una señora mayor roncando adelante, y el chofer, que iba más concentrado en la carretera que en lo que pasaba atrás.
Sebastián no dudó y se fue directo a los últimos asientos, donde nadie los veía. El lugar perfecto para lo que planeaba.
Santiago iba con una sudadera ligera y un pants flojo, sin calzones. Ya desde que se sentó, Sebastián sabía que esa noche no iba a dormir.
Una hora después, el silencio era total. La señora adelante cabeceaba, los demás no se movían. Sólo el motor y la oscuridad del camino.
—¿Estás bien? —le preguntó Santiago, volteando con voz bajita.
—Estoy pensando en metértela aquí mismo —respondió Sebastián, directo, con la voz ronca.
Santiago lo miró, retándolo con una sonrisa leve.
—¿Y qué esperas?
Sebastián no dijo nada. Solo metió la mano bajo la sudadera, subiéndola hasta los pezones. Lo tocó suave, lento, sintiendo cómo el cuerpo de Santiago se ponía tenso. Luego bajó por su abdomen, se metió por la cintura del pants, y lo encontró ahí: duro, caliente, ya esperándolo.
—No traes nada… cabrón…
—¿Y qué? ¿Vas a aprovechar?
Sebastián se agachó como si buscara algo en el suelo, pero en realidad sacó la verga por el costado del pantalón y se la metió a la boca. Santiago tragó aire y se mordió la manga para no soltar ningún sonido. Sebastián lo chupaba con calma, disfrutando cada centímetro, cada reacción.
Después de unos minutos, se levantó y le susurró:
—Párate.
—¿Qué vas a hacer?
—Te voy a coger aquí mismo.
Santiago obedeció. Se puso de pie frente al asiento, con el pantalón bajado hasta las rodillas. Sebastián lo agarró de la cintura, se escupió la mano y se mojó la verga. Le separó las nalgas y le metió la punta, lento, saboreando el momento.
Santiago se sostuvo del respaldo, mordiéndose el labio, hasta que Sebastián se lo metió completo, de un empujón.
—Ahh… no mames… —jadeó bajito.
—Shhh… —le dijo Sebastián al oído—. Quiero que sientas todo, putito.
Y empezó a cogérselo. Al principio lento, profundo. Luego más rápido. Las caderas chocaban con un golpeteo sordo, húmedo. El asiento se movía apenas. Santiago no podía dejar de temblar. Se tocaba la verga mientras lo cogían desde atrás, los ojos cerrados, la boca apretada contra el vidrio frío.
—Te gusta, ¿verdad? —le murmuró Sebastián.
—Sí… no pares… métemela toda…
Lo cogió así por varios minutos, sin descanso. Sebastián le agarraba el cabello y se lo jalaba, haciéndolo gemir más fuerte. Hasta que Santiago acabó sin tocarse, todo su cuerpo sacudido por el orgasmo. Su semen chorreó por su pierna, caliente, espeso.
Sebastián no se detuvo. Siguió metiéndosela con fuerza hasta que se vino dentro, apretándole la cintura con las dos manos. Se quedó un momento ahí, dentro de él, respirando agitado.
Después, lo ayudó a sentarse de nuevo. Santiago jadeaba, con las piernas flojas, el pantalón a medio subir. Se acomodó en el asiento, pero no pasó ni un minuto antes de girarse y meterse entre sus piernas.
—Todavía quiero más… —le dijo, mirándolo desde abajo.
Sebastián solo lo miró, sabiendo lo que venía.
Santiago le bajó el cierre, sacó la verga ya semi dura y empezó a mamársela otra vez. Despacio al principio, solo con la lengua. Luego metiéndosela más y más. Sebastián se recostó, dejándolo hacer. Le acariciaba el cabello, suspirando.
Poco a poco, la verga volvió a endurecerse.
Santiago se sentó sobre él, sin pedir permiso. Se acomodó, la apuntó con la mano, y la fue metiendo poco a poco, sentado encima. Los dos gemían bajito. Santiago se movía lento, disfrutando cada centímetro dentro de él.
—Así… así… —le decía Sebastián, agarrándolo de la cintura.
Y Santiago comenzó a montarlo. Despacio, profundo. Luego más rápido. El asiento rechinaba leve. Él se aferraba a los hombros de Sebastián mientras subía y bajaba, la verga rebotando contra su vientre, mojado de sudor.
—No pares… métemela toda…
Sebastián lo agarró del culo y empezó a empujarlo hacia abajo, haciéndolo gritar entre dientes.
—Me vengo otra vez —avisó Sebastián.
—Hazlo… córrete dentro otra vez…
Y Sebastián se vino, profundo, caliente, llenándolo mientras Santiago se dejaba caer por completo encima de él, jadeando.
Ambos se quedaron así, abrazados, pegados piel con piel en el asiento del fondo, sudados, temblando.
—Cuando lleguemos —susurró Santiago—, me vas a coger otra vez. Pero ahora en tu cama.
Sebastián lo besó en el cuello y le apretó una nalga con fuerza.
—Y esta vez no te dejaré ir .
Como sigue?
Que delicia de relato, me encanta esta historia. Aunque las partes se me hacen un poco cortas.
Excelente relato. como sigue?
Dios… esta historia me hace disfrutas como nunca de mis pajas.