Después de tres años de no verlo.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Iba en tercero de secundaria cuando lo conocí; en aquellos tiempos yo era una persona más bien solitaria, de lunes a viernes iba desde mi casa a la escuela y de regreso en completa soledad haciendo uso del subterráneo (metro), durante el viaje me dedicaba a escuchar música a través de mis audífonos y a observar los rostros de la gente que pasaba, fue así como me di cuenta de que un chico de mediana estatura, cabello negro, delgado y con una mirada un poco perdida recorría diariamente el mismo trayecto que yo, así que sacando fuerzas de no se dónde, en un día de tantos, me decidí a hablarle:
-Hola.
-Hola, ¿te conozco?
-No, pero he notado que tu y yo tomamos el mismo camino, así que me pareció bien hablarte, tú sabes, para tener un compañero de viaje.
-Sí, te he visto un par de veces aquí y en el colegio. Me llamo Édgar, ¿y tú?
-Miguel, mucho gusto, ¿y de qué grado eres?
-De segundo, ¿y tú?
-De tercero
Continuamos nuestra conversación por otra media hora hasta que nuestro camino se separó en la última estación del metro, aunque él era un año menor que yo, teníamos muchas similitudes: escuchábamos música del mismo tipo, ambos nadábamos y disfrutábamos del mismo tipo de literatura. Así como el primer día, seguimos con nuestras charlas entablando una bella amistad y engendrando en mí un enorme sentimiento de amor que no me atreví a demostrar en ese momento por miedo al rechazo, todo esto quedó limitado cuando lamentablemente terminó el ciclo escolar y, como era de esperarse, tuve que marcharme del colegio para continuar con mi educación. Seguimos comunicándonos por Facebook, contándonos lo que hacíamos, cómo nos sentíamos, lo que leíamos y en general todo lo que pasaba en nuestras vidas. Yo seguía queriéndolo no sólo como amigo, pero no me atreví a proponer un reencuentro sino hasta tres años después, cuando estaba a punto de entrar a la universidad y no quería hacerlo sin decirle lo que sentía.
Quedamos para jugar Basketball, deporte que ambos practicábamos sin ser muy buenos. Cuando nos vimos por primera vez, no pudimos ocultar nuestra alegría, nos saludamos con un fraternal abrazo y observamos todo lo que habíamos cambiado durante esos tres años. Él era ahora más alto que yo, pero seguía siendo el mismo niño que recordaba, alegre conmigo y dispuesto a competir en todo lo que le propusiese. Llevaba un short que le ajustaba muy bien y que dejaba notar ligeramente el paquete que llevaba en la entrepierna, también una playera sin mangas que evidenciaba que nunca había sido devoto del deporte, pero que tampoco se abstenía de practicarlo. Jugamos más de tres horas hasta que quedamos agotados, entonces él me propuso ir a su casa para descansar un poco a lo que yo acepté de inmediato.
Llegamos a su casa y para mi sorpresa no había nadie, su padre trabajaba hasta tarde y su madre había salido a ver a una de sus urracas amigas, entonces me preguntó si no prefería darme un baño, pues me esperaba un trayecto medianamente largo y estaba empapado en sudor. Yo accedí a lo que él respondió proporcionándome una toalla y una playera limpia.
Me desnudé y cuando entré en la regadera no pude evitar pensar en lo que podría pasar. Yo estaba completamente desnudo en su casa y el no se encontraba mas que a unos cuantos metros, eso me llevó a empezar con una lenta y jabonosa masturbación que quedó interrumpida cuando escuché el sonar de la puerta.
-Oye, ¿puedo pasar?, es que ya no aguanto las ganas de orinar- me dijo
-Claro- Le respondí con un discreto tartamudear -es tu baño-
Entonces el abrió la puerta con una lentitud no propia de quién tiene que entrar al baño y se dirigió al escusado frente al cual dejó l descubierto su pene que no presumía ni de muy grande nu de muy pequeño. Eso provocó que el mío se pusiera más duro que la piedra a lo que respondí intentando girar un poco para que no lo notara.
-¿Por qué te giras? – me dijo- ¿quieres presumirme tus nalgas?
-Yo me sonrojé terriblemente y me quedé callado, cuando estuve un poco más calmado giré el cuello y le respondí burlonamente
-¿Envidia?
El sólo se rió y precedió a decirme -¿Eso es un reto?- yo no respondí, hecho que debió alentarlo más a continuar compitiendo, pues tomó la toalla con toda mi ropa y salió corriendo sin cerrar la puerta.
Yo no supe qué hacer, así que esperé a que mi erección se esfumara y salí discretamente de puntillas e intentando cubrir mis genitales con las manos. Noté que la puerta de su cuarto estaba abierta y procedí a dirigirme a tal lugar.
Entré con discreción sólo para quedar asombrado con lo que veía, ahí estaba él con los pantalones abajo frente al espejo mientras giraba el cuello para apreciar mejor su propio trasero redondo
-¿Y qué opinas? -dijo – ¿ganas tu o yo?-
-Yo, obviamente, pero devuélveme mi ropa- le respondí sin agresividad e intentando ocultar la nueva erección que estaba teniendo y que podría romper diamantes
-¡Ah, sí! Pues apuesto a que la tengo más larga que tú- dijo dándose la vuelta y mostrándome de manera plena su hermoso pene que medía casi lo mismo que el mío, unos 17 centímetros de celestial carne que empezaba a desea con desenfreno
-Déjame en paz- le dije con voz tambaleante, pero el me miró fijamente a los ojos dejándome hipnotizado
-Nunca te dejaré en paz- Respondió
Fue entonces cuando dejamos pasar lo que parecieron horas mirándonos fijamente y culminamos la acción con un profundo beso que era mi primero y que me llevó al cielo y me trajo de regreso.
-Te amo- le dije mientras le quitaba la playera y lo tumbaba en su cama.
Seguimos besándonos con una pasión increíble, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro suavemente, sentí como siempre lo había imaginado su espalda como valle y terminé en su bello trasero que deseaba tanto. Separé mi boca de la suya y fui bajando poco a poco desde su cuello hasta llegar a su ombligo, entonces dirigido por aquella discreta línea de pelo llegué hasta su miembro que repasé con mi lengua hasta llegar a la cabeza que me introduje como si de una aleta se tratara, entonces fui lamiendo con pasión mientras el gemía gozoso, me metí aquel pedazo delicioso por completo en la boca y comencé a meterlo y sacarlo mientras él reposaba sobre su espalda gimiendo aún. Así estuve un par de minutos hasta que, alertado por el aumento en la intensidad de sus gemidos, me preparé para recibir todo su delicioso semen en la boca y procedí a continuar besándolo sin haber tragado. Nos besamos con su miel endulzando nuestras bocas uno o dos minutos hasta que él se separo un poco y me dijo
-Soy tuyo-
Entonces me levantó de encima suyo y se tiró a la cama abriéndome paso a su ano que tanto había deseado. Sin pensarlo me aventuré sobre él y jugueteé un rato con mi pene sobre sus nalgas hasta que lo acomodé y lo deslicé lentamente dentro de su altar de Sodoma, el gemía de dolor pero me pedía que continuara, yo estaba extasiado por la sensación de la presión de las paredes de sus intestinos en mi miembro, entonces empecé a meter y sacar lentamente y aumentando la velocidad a la par a la que sus gritos de placer lo hacían, mis gemidos se combinaron con los suyos cuando la celestial sensación del orgasmo se apoderó de mi glande y me hizo explotar dentro de él dejándolo lleno del amor que le profesaba. Dejé mi pene dentro suyo hasta que aminoró un poco su tamaño y él lo saco para volver a mis labios
-Siempre quise esto, mi Miguelito, siempre lo quise- me dijo con los ojos cerrados y miméticamente imitó mis actos y bajó hasta mi pubis para proporcionarme uno de los mayores placeres que había recibido jamás. Mi pene seguía un poco dolorido por el orgasmo anterior, pero eso no hacía más que aumentar el placer que me provocaban su succión y sus besos que culminaron por exprimirme nuevamente dentro suyo a lo que el procedió dándome un beso que se ensalzaba ahora con mi néctar y que terminó sólo cuando nuestras bocas no podían más. Finalmente nos acostamos en la cama uno frente al otro tomados de la mano y con nuestros penes encogidos.
-Yo también te amo- me dijo y me besó u a vez más
Se paró entonces y sacó de su ropero mi ropa. Su cama había quedado empapada por lo que la toalla ya no me servía, entonces la votó por ahí y tomó mis bóxer
-Esto me lo quedo yo, hasta que nos volvamos a ver-
-Pero necesito unos- le dije tomando los suyos y haciéndolos desfilar frente a mi cara
Nos vimos directamente a los ojos nuevamente, nos dimos un último beso que duró otros 10 minutos y procedimos a vestirnos cada uno con la ropa interior del otro. Terminamos sin pronunciar otra palabra hasta que le dije que me iba, el me acompañó a la puerta y antes de cerrarla conmigo afuera tocó suavemente y por poco tiempo mis genitales
-Espero volver a gozarte- dijo antes de cerrar y así lo hará, pero eso lo contaré en la próxima ocasión.
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