Destello en el cielo (Versión Extendida)
Un padre y su hijo acampan bajo el cielo estrellado, cuando de pronto….
Su papá le pidió que subiera la ventanilla de la puerta que tenía a su lado derecho; siendo eso lo primero que le decía después de una hora de viaje en absoluto silencio. Emerson hizo caso algo reacio, pues eso implicaba que estaría encerrado con el penetrante y apestoso hedor que emanaba de los sobacos sudados de su padre. Éste entonces encendió el aire acondicionado del auto, mientras se quejaba del insoportable calor de esa tarde de verano; misma que no duró mucho, ya que el sol pronto se ocultó tras las altas montañas y con eso llegó la fresca noche, en lo que su viaje por la carretera continuaba y los alejaba de la ciudad.
El chico se recordó a si mismo porque había aceptado hacer esto. La idea de pasar a solas con su papá todo ese fin de semana acampando en el bosque, no era su idea de diversión, todo lo contrario, aquello sería una tortura; pero su madre le había prometido que, si él hacía esto, le compraría los boletos para asistir el próximo viernes al concierto de su banda de rock favorita, lo que había estado esperando por meses. Curiosamente, el padre tampoco estaba muy feliz con este viaje; pero su esposa se lo había insistido muchísimo, diciéndole repetidamente que era importante que él se reconectara con su hijo, que tenía que establecer una buena y estrecha relación “padre e hijo” durante estos años, en los que su primogénito estaba en la adolescencia.
Lo cierto es que no podría haber un par más diferente a esos dos, pues a pesar de que compartían sangre y genes, no se parecían en absolutamente nada. Emerson, de 17 años, es un muchacho de tez blanca, realmente pálido y más por el contraste de sus ojos negros y cabello lacio azabache, sin mencionar todo ese oscuro maquillaje gótico que usa en párpados y labios. Él es de complexión delgada; pero a la vez es definido, en especial por su abdomen bien esculpido; y es de poco vello, y lo poco que posee en sus axilas e ingle se lo depila por completo. En cambio, su padre Fausto, es un hombre maduro de 49 años, de piel bronceada por trabajar bajo el sol y con un cuerpo robusto; con los pectorales y brazos recios, indicando que de joven era muy fornido; aunque ahora con los años había sacado bastante panza. Pero la mayor diferencia con su vástago es que él es de ojos y cabello castaños, con una espesa barba del mismo color y que todo su cuerpo es mucho muy velludo, tanto que lo apodan ‘El Oso’. Al verlos nadie creería que son padre e hijo.
Y sumado a sus diferencias físicas estaban sus gustos y personalidades, completos polos opuestos, sólo que esto ocurrió a partir de los 12 años de Emerson, cuando éste empezó a desarrollar; puesto que antes era un niño muy apegado a su papá, al que no se le quería despegar nunca. Pero en esos pocos años se fueron alejando, tanto que ahora parecían dos perfectos extraños; viajando ahora en el auto en absoluto silencio. El padre trató de romper la monotonía con uno que otro comentario burdo, a los que el chico respondía de forma cortante y sin ningún interés, echando de menos sus audífonos y walkman; pero como parte del trato no podía traerlos consigo. Fausto por su parte continuaba traspirando mucho; tanto por la incomodidad que tenía, como por lo nervioso que lo hacía sentirse su alienado hijo adolescente. Él todavía no podía creer como ese joven de cabello largo (con un mechón verde fosforescente), uñas pintadas de negro, de anillos y pulseras, tatuajes y con el rostro lleno de piercings; era su pequeño retoño, el que antes de niño se bañaba con él y se quedaba dormidito sobre su pelo en pecho.
Emerson también se sentía incómodo con toda esa situación; temiendo el momento en que llegaran a su destino y les tocara acampar; solos, en medio de la nada y lejos de la civilización, eso seguro sería peor. Además, el muchacho también se sentía sofocado, tanto porque el aire acondicionado no funcionaba bien, como por el hecho de que aún podía percibir el hedor a macho de su papá, lo que ya lo tenía mareado; sin mencionar que en la cabina de la camioneta ‘Chevrolet Silverado-1976’ que manejaba su padre, él hasta se sentía comprimido contra la puerta, apretujado por su enorme y corpulento progenitor.
– ¿Y…qué tal… ¿Ya tienes novia? —Se aventuró a preguntar Fausto, tratando de obtener respuestas más largas que un simple ‘sí’ o un escueto ‘no’.
– Sí, ya tengo novia. —Le contestó el chico, con un tono que parecía le quisiera morder la yugular– ¡¿Por qué?! ¡¿Acaso no puedo?!
– Cla…claro que puedes, hijo…
Resultaba cómico como ese hombrón de aspecto rudo y varonil, estuviera sudando a chorros por tratar de entablar una conversación normal con su único hijo, quien a su par se veía insignificante en proporción. Entonces el maduro papá desabrochó un par de botones de su camisa manga corta a cuadros, tratando de que más aire ingresara bajo la prenda y refrescara así su torso peludo, y continuó indagando por ese peligroso terreno.
– Y dime… ¿Ya te la has follado…?
Con eso lo que consiguió fue que Emerson se volteara a verlo a la cara, con una expresión de desdén, al mismo tiempo que éste se acomodaba en el asiento y trataba de despegarse del macizo cuerpo del hombre que tenía a la par; sólo que eso era imposible en esa claustrofóbica cabina. El muchacho se lo pensó unos segundos antes de responder. No estaba seguro si quería confesarle a su padre que sí ya había tenido sexo con su novia, varias veces e inclusive con otras chicas; lo que implicaría hablar más de ello, o si no respondía nada, que su papá insistiera más con el tema.
Cuando de repente algo lo distrajo. De reojo le pareció ver a lo lejos un inusual destello en el cielo nocturno. Se giró para poder ver mejor por su ventanilla, pero la extraña luz ya no estaba.
– Vamos hijo, no tienes porqué sentir vergüenza de hablar estas cosas conmigo. —Continuó Fausto al notar que Emerson miraba absorto afuera del auto– Yo a tu edad era tremendo con las chicas; a decir verdad, una nunca me era suficiente.
– Ya lo creo. Eras todo un semental. —Contestó de forma sarcástica– ¿Falta mucho para llegar?
– De hecho, ya hemos llegado.
Ciertamente ya habían arribado al lugar que por años visitaban para vacacionar. Era una amplia área boscosa en la que se permitía acampar libremente y realizar diferentes tipos de actividades recreativas. Emerson recordaba como de pequeño le encantaba pasar días enteros ahí con su padre; pescando en el hermoso lago cercano, donde su papá le enseñó a nadar, dando largas caminatas por la naturaleza y contemplando por las noches el cielo cubierto de estrellas.
Bajaron todas las cosas que traían en la paila de la camioneta y caminaron a través del bosque hasta que llegaron al claro que habitualmente utilizaban para montar el campamento. En silencio y de manera casi automática cada uno hizo la tarea que siempre ejecutaba; Fausto se puso a ensamblar la tienda de campaña que compartirían, en lo que su hijo encendía la fogata.
Luego, una vez que terminaron de instalarse, se dedicaron a preparar la cena; ya que a ambos les rugía el estómago. Así que mientras las salchichas se cocinaban junto al fuego, Fausto abrió la pequeña hielera que había traído consigo, tomó una de las cervezas y, para sorpresa de Emerson, él también recibió una.
– Ya es hora de que te tomes una cerveza con tu viejo padre. —Dijo el urso hombre, al tiempo que alzaba su lata en señal de brindis.
– Salud… —Respondió el delgado muchacho, chocando su cerveza con la de su papá.
– ¡Salud, hijo! —Y casi de un solo trago se bebió todo el contenido de la botella, chorreándose de cerveza la tupida barba e incluso parte de los espesos pelos de su pecho.
Entonces Fausto tomó otra de la hielera y la bebió hasta la mitad. Realmente había estado necesitando esto para relajarse y poder sobrellevar lo que restaba de ese primer día de campamento con su hijo adolescente. El chico también se terminó rápido su primera cerveza y pronto fue por la segunda. Con esto ambos se soltaron un poco y, entre más tragos y mordidas a las salchichas asadas, lograron tener una conversación más normal y sin duda la más larga y tranquila en años; remembrando lo bien que la pasaban juntos unos cuantos años atrás.
Ya con la hielera vacía y los estómagos llenos, aquel par ya estaba más a gusto con la situación; tanto que a pesar de que la noche era algo fresca, el calor del fuego y el efecto del alcohol hizo que Fausto volviera a sudar mucho; por lo que optó por quitarse la camisa cuadriculada y dejar al desnudo su voluminoso torso, todo cubierto por esos rizados vellos castaños, teniendo también en hombros y la ancha espalda. En verdad que sí parecía un fornido y panzón oso pardo.
Al ver aquello, Emerson emuló a su padre y se removió la camiseta negra, dejándole ver a su papá su cuerpo pálido y marcado; pero lo que más le sorprendió al maduro hombre fue descubrir que su hijo llevaba los pezones perforados y en cada uno tenía dos bolitas metálicas.
– ¿Y esos para qué son? —Preguntó Fausto señalando los piercings de las tetillas de su vástago.
– No sé… Me gusta cómo se ven… —Y el chico con su mano derecha comenzó a jugar con el elemento metálico de su pezón izquierdo– Y se siente rico cuando me los chupan.
– Entonces si te has cogido ya a tu novia, ¿eh?
– Sí, papá. Pero la verdad me pasa como te sucedía a ti… Una no me es suficiente. —Confesó el muchacho de aspecto gótico; ahora con las mejillas coloradas, notándose más por el contraste con sus párpados y labios pintados de negro.
– ¡Bien! ¡Ese es mi hijo! —Exclamó el ligeramente embriagado Fausto.
Emerson sólo se rio junto a su papá, como si todo se tratara únicamente de una broma; aunque en el fondo estaba feliz de pensar que su padre se sentía orgulloso de él, sin importar que fuera por algo como eso, y de que al fin tuvieran algo en común. En eso el joven se puso en pie y dijo que iría al baño. Se alejó unos pocos pasos y dando la espalda sacó por la abertura de la cremallera su miembro, con el cual se dispuso a orinar. Con lo que el chico no contaba era que su padre se puso a su lado e hizo lo mismo que él, bajó su bragueta y liberando también su carne viril, empezó a soltar su poderoso chorro amarillo a la par de su hijo.
Aquello incomodó un poco al adolescente, que se preguntaba porque habiendo tanto espacio en el bosque, su papá estaba meando pegado a él; tanto que con un leve giro de cabeza podía espiar lo que su progenitor tenía entre los dedos. Emerson no pudo evitar bajar la mirada y contemplar el miembro masculino de su papá; del cual había olvidado lo tremendo que era, pues aún flácido es de gran tamaño, muy grueso y venoso, sin mencionar que es demasiado peludo.
Y cuando la descarga de orina de Fausto cesó, éste se la sacudió un par de veces, causando que aquella carne se bamboleara de tal manera que se veía todavía más impresionante ante los ojos oscuros de su hijo. Pero de súbito aquellos ojos ya no pudieron ver más nada, habían quedado enceguecidos por un repentino resplandor que bañó todo su cuerpo y el de su padre.
Algo enorme estaba flotando sobre ellos. Algo desconocido que, en vez de cubrirlos con lo que tendría que ser su vasta sombra, producía un intenso fulgor sobre sus cabezas, como si se tratara de un gigantesco reflector de luz en forma circular. En cuestión de segundos el desconcierto se convirtió en pánico. Emerson trató de voltear a ver el rostro de su papá, pero a pesar de estar a escasos centímetros su vista aún no se ajustaba lo suficiente al resplandor y sólo divisaba una leve silueta. Le pareció que su padre estaba tratando de decirle algo, pero un ensordecedor zumbido no le permitía escuchar; aunque lo peor era que le estaba causando una aguda migraña.
Y en lo que el muchacho volvió a parpadear, el deslumbrante brillo y el intenso sonido como de vibraciones desaparecieron; de hecho, todo el bosque desapareció. Ni él ni Fausto estaban en el claro donde habían instalado el campamento; ahora estaban en un lugar sumamente extraño, lóbrego, donde el ambiente se sentía pesado, como si el aire fuera más denso y caliente de lo normal. Al momento que Emerson logró enfocar mejor, pudo ver como su padre por suerte continuaba frente a él, sólo que éste estaba completamente desnudo. Y cuando el chico bajó la mirada, se dio cuenta de que toda su ropa también se había esfumado.
– ¡¿Papá, qué está pasando?! —Logró decir a pesar de lo seca que sentía la boca y garganta.
– Hijo, espera… ¡no te muevas!
Pero fue muy tarde. El muchacho ya había tratado de dar un paso para acercarse más a su padre, consiguiendo únicamente perder el equilibrio y dar una pirueta completa en el aire; puesto que los dos estaban flotando en medio de esa rara recámara, sin aparente gravedad.
– Trata de mantener la calma. —Habló el rudo hombre con todo resuelto, al mismo tiempo en que intentaba desplazarse despacio por el aire para alcanzar a su asustado y mareado hijo.
Al fin lo consiguió. Fausto tenía ahora contra su peludo pecho a su primogénito, ambos con los cuerpos desnudos, levitando abrazados en esa cámara esférica; misma que parecía no tener puertas ni ventanas, pero aun así iluminada tenuemente, y en donde el techo y el piso eran idénticos, por lo que era imposible saber que era arriba y que abajo. Entonces ambos empezaron a ver a su alrededor, tratando de encontrar algo que les fuera conocido y le diera lógica a toda esa desconocida y confusa situación. Todas las paredes estaban hechas de un extraño material gris oscuro, con apariencia metálica; pero lo más insólito es que a la vez parecían ser orgánicas, como si tuvieran vida propia y respiraran.
– Papá, tengo miedo…
– Lo sé, hijo. —Y el urso hombre estrechó más a su vástago contra su piel y pelos– Yo también, pero al menos estamos juntos. De alguna forma todo saldrá bien…
Y de pronto un inusual sonido se produjo, reverberando en toda la recámara, y luego ocho de lo que parecían ser tentáculos, de ese mismo material metálico-orgánico, surgieron de varias direcciones y apresaron a los indefensos de Fausto y Emerson; sujetándolos por las muñecas y tobillos, separándolos y dejándolos con los brazos y piernas bien extendidos.
Ninguno de los dos podía moverse ni mucho menos liberarse, realmente estaban a merced de quien fuera que los había raptado o, mejor dicho, abducido. Fausto una vez más trató de reconfortar a su joven hijo; en lo que un quinto tentáculo apareció frente a cada uno de ellos. Estos eran diferentes; pues de las puntas se abrieron cuatro nuevos flagelos, mucho más delgados y que terminaban en unas pequeñas protuberancias, como las baquetas de una batería.
Ahora estas extensiones como dedos comenzaron a explorar el cuerpo del prisionero que tenían enfrente. Fausto sintió el toqueteo frío y algo viscoso de esos finos tentáculos; primero por sus macizos bíceps y luego por sus firmes pectorales, como si estuvieran siguiendo las líneas de su musculatura. Dos de ellos examinaron los exuberantes vellos de sus axilas, mientras que los otros dos curioseaban por los pelos de su pecho; pero pronto empezaron a descender por su torso, pasando por sus tupidos pelos púbicos, hasta que los cuatro flagelos se instalaran en sus genitales. Tenía un tentaculillo enroscado en cada uno de sus voluminosos y peludos testículos, a la vez que el par restante se deslizaba ondulante por su protuberante miembro masculino flácido.
– ¡¿Papá qué está pasando ahora?! —Exclamó Emerson, al mismo tiempo que las extensiones que exploraban su propio cuerpo, ahora se concentraban también en su lampiña entrepierna.
– No lo sé, hijo. —Contestó el desconcertado hombre, viendo como aquellos apéndices estaban empezando a masturbar su verga– Creo que somos parte de algún tipo de experimento…
En eso los tentáculos más grandes que sujetaban al chico se movieron, cambiando de posición al adolescente que mantenían apresado; recostándolo en el aire como si éste estuviera tendido en un camastro invisible, y los que tenía en los tobillos suspendieron más sus piernas, abriéndolas todo lo posible; dejando así completamente expuesto su pálido trasero y rosado ano depilado.
Esto asustó aún más a Emerson, quien pedía inútilmente la ayuda de su papá; pero éste otro no podía hacer nada más que ver y repetirle que tratara de guardar la calma. Ahora los cuatro tentaculillos iniciaron su indagación en el vulnerable culo del muchacho. Primero entró uno por el cerrado esfínter, haciendo que Emerson soltara un leve quejido de sorpresa y molestia. Después entró otro sin retraso, abriendo más el ano del captivo, y seguido ingresaron los dos restantes. Y una vez estuvieron los cuatro dentro de su virginal recto, estos flagelos comenzaron a ensancharle las estrechas cavidades anales.
– ¡Aaahhh! ¡Están muy adentro! ¡Agh! ¡Me están abriendo todo, papá! ¡¡AAAGHH!!
Fausto empleó todas sus fuerzas para tratar de liberarse; consiguiendo únicamente que sus músculos y venas se brotaran, y que todo su cuerpo traspirara todavía más de lo que ya estaba; pero no logró moverse ni un tan sólo centímetro. Justo al tiempo en que sus propios tentaculillos continuaban toqueteando y frotando toda su hombría; la cual por todos aquellos estímulos no pudo evitar empezar a erguirse y engrosarse palmo a palmo, hasta que finalmente alcanzó toda su impresionante envergadura.
– ¡Hijo, trata de resistir! ¡Ooohhh…! —Dijo el hombre ya portando una grandiosa erección; por la cual aquellos ligosos y delgados tentáculos se enroscaban, subiendo y bajando su venoso y peludo prepucio– ¡Joder! ¡No sé qué quieren estas cosas de nosotros…Ooohhh!
Mientras tanto, del quinto tentáculo que estaba examinando el interior del culo del chico, emergió del centro una prolongación fálica, como si se tratara de un enorme y rugoso dildo; mismo que se alargaba sin medida y lo que sería su gran glande se dirigía al completamente abierto esfínter de Emerson. Sin ninguna dificultad o resistencia, aquel nuevo apéndice empezó a introducirse en el recto del muchacho; haciendo que éste sólo pudiera soltar un desgarrador grito, siendo incapaz de evitar que aquel tentáculo fálico lo desvirgara, y en cuestión de segundos éste comenzara a entrar y salir de forma rítmica, imitando una copulación anal.
Por su parte, el maduro padre miraba incrédulo como aquellos tentáculos alienígenas abusaban y sodomizaban a su vástago; sin poder evitar el estar excitado por los incansables tentaculillos estrujando sus colosales bolas y las frenéticas masturbaciones a su recio rabo; aunque quizás un poco de lo que veía era también causa de esa intensa calentura que se regaba por todo su cuerpo.
– ¡¡AGH!! ¡Papá, ayúdame…! ¡¡AGH!! ¡Por favor…! —Suplicaba el joven captivo, mientras sus cuatro tentaculillos lo abrían más y la gruesa prolongación fálica lo penetraba sin descanso, como si fuera impulsada por una bomba hidráulica para perforarle las entrañas.
Pero en eso Fausto notó algo. La verga de su hijo se estaba irguiendo, tornándose más grande y dura con cada bombeo del dildo extraterrestre. Justo en lo que un nuevo tentáculo apareció a la altura de la cabeza de Emerson. Éste también se abrió de la punta, sacando del centro otro largo falo alienígena, cubierto por más líquido viscoso que el primero. Entonces éste se retorció y ondulando se hizo paso por el denso y cálido aire del ambiente, y se introdujo en la boca del muchacho, pasando por su campanilla hasta alojarse en la garganta. Ahora el chico pálido, lampiño y lleno de piercings estaba siendo follado por dos tentáculos fálicos por ambos extremos, uno haciéndose cabida por su intestino y el otro escurriendo más allá de su faringe.
El oso paternal no podía creer lo que sus ojos veían. Frente a él estaba su hijo totalmente desnudo, con su delgado y marcado cuerpo suspendido por cuatro raros tentáculos (que no se sabía si eran mecánicos o estaban vivos) y un par más de éstos le estaban cogiendo su joven culo y boca; todo esto a la vez en que su propia verga estaba siendo incitada por esos finos y escurridizos tentaculillos. Y en ese preciso instante, un nuevo flagelo surgió frente a él. Fausto se percató de que éste era muy distinto a todos los otros, puesto que en su extremo terminaba en un cilindro trasparente, con el diámetro justo para albergar su rabo.
El robusto y barbudo hombre observó cómo el sexto tentáculo de su lado se aproximaba a su entrepierna; encapsulando su morcillozo miembro dentro del contenedor tubular trasparente, abarcándole todo el rabo hasta que la abertura pegó contra su peludo pubis castaño. Y casi de inmediato se generó un vació de succión; haciendo que la verga de Fausto no sólo se pusiera más grande y gruesa, sino que también aquello incrementó la excitación que ya él experimentaba.
Los dos tentaculillos que habían estado frotando su carne viril, retrayendo su prepucio carnoso y recubriendo su hinchado glande con cada jaloneo, se habían apartado para dejar que el cilindro succionara el instrumento reproductor del hombre y ahora se dirigían ondulando a explorar el peludo perineo de Fausto. Y al momento en que encontraron su ano velludo de macho, lo invadieron al unísono; mientras que el otro par de delegados flagelos continuaban sin descanso su estrujamiento al escroto de ese semental, como si trataran de estimular y aumentar su producción de esperma.
– ¡Oh…maldición! ¡¿Y ahora que están haciéndome?! —Habló el hombrón, sintiendo como su miembro masculino estaba siendo ordeñado como nunca antes y su culo estaba siendo profanado de una manera que lo hacía sentir más placer.
En cambio, Emerson no podía hablar. Tenía la boca llena hasta la garganta por ese viscoso tentáculo, que apenas y lograba respirar, balbuceando entre gemidos; al mismo tiempo que el otro rugoso falo extraterrestre le bombeaba el culo con un vigor y velocidad que sus entrañas virginales apenas y podían soportarlo. Y sin poder resistirse más, el chico comenzó a eyacular de manera involuntaria; alcanzando el orgasmo únicamente por la acción de aquellos apéndices fálicos que lo habían estado penetrando frenéticamente todo ese largo rato.
Fausto logró presenciar la corrida de su hijo. Claramente vio como del colorado glande de su primogénito salían poderosos chorros de semen, uno tras del otro, los cuales se regaban por el aire; pero cuando el impulso inicial de la eyaculación acababa, éstos quedaban flotando lentamente por toda la recámara, cambiando de forma a medida se desplazaban sin gravedad, disipándose luego en pequeñas y cremosas gotitas blancas.
Observar eso, sumado a las intensas e increíbles succiones que el tentáculo del tubo trasparente le estaba dando a su verga, sin mencionar que los tentaculillos que habían entrado por su esfínter ya habían alcanzado su próstata; hicieron que Fausto se corriera también. Con un profundo alarido, el rudo macho empezó a soltar toda su carga seminal; la cual era absorbida por el flagelo alienígena a medida que cada disparo de semen salía a presión de su glande, colectando así hasta la última gota de esa cuantiosa y asombrosa eyaculación por parte de ese macho.
Entonces él sintió como los tentaculillos salían de su trasero; así como el otro par soltaba al fin sus ordeñadas bolas y el flagelo tubular también liberaba su verga, junto con los otros cuatro que lo habían mantenido apresado. Lo mismo pasó con Emerson, éste fue liberado por el par de prolongaciones fálicas de sus dos orificios e igualmente por el resto de los tentáculos.
Como pudo Fausto se impulsó para alcanzar a su hijo y abrazarlo con sus musculosos brazos, estrechándolo una vez más contra su peludo pecho; ambos totalmente traspirados y con los miembros aún en erección, que cada uno podía sentir el del otro contra su pelvis.
– ¡¿Hijo, te encuentras bien?! —Preguntó el maduro macho, llevando sus dos ásperas manos al terso rostro de su vástago, sosteniéndolo entre ellas para poder verlo directo a los ojos.
– Eh…sí… Creo que sí, papá. Al menos no siento que me hayan hecho daño.
Su padre le sonrió aliviado, a lo que el muchacho respondió de la misma forma; pero de pronto una sensación extraña lo invadió e impulsó a hacer algo que jamás creyó hacer. Emerson se abalanzó contra su papá y lo besó en la boca. Fausto por supuesto se sorprendió mucho, aunque esto duro escasos segundos y casi de inmediato le devolvió el beso a su hijo con la misma pasión.
Y en lo que ese padre e hijo se abrazaban y besaban, el ensordecedor zumbido volvió; por lo que ambos tuvieron que soltarse para taparse los oídos, pues sentían que las cabezas les explotarían. Acto seguido la cámara alienígena se iluminó, envolviéndolos a ambos con ese intenso fulgor y, cuando el resplandor se disipó del todo, los dos se encontraron de regreso en el campamento en medio del claro; a salvo, desnudos y sudados.
Les tomó un par de minutos adaptarse nuevamente a la gravedad y al fresco aire del bosque nocturno. Ninguno de los dos dijo nada y al momento en que se recobraron por completo, se voltearon a ver y ambos notaron que traían unas persistentes y dolorosas erecciones. Así que Emerson se hincó delante del urso macho y tomando con sus dos manos el pesado rabo de su papá, se lo llevó a la boca y empezó a mamárselo. Fausto sólo resoplaba de gusto, viendo como su hijo le lamía y chupaba con lujuria su verga progenitora, engulléndosela un poco más cada vez que la succionaba; mientras con sus dos manos le masturbaba la base venosa y peluda.
Pero por más que la mamada de su hijo se sentía espectacular (y eso que era la primera que el chico hacía y la primera que el padre recibía de otro hombre), éste deseaba más; ya que todo el tiempo que había estado flotando en la rara cámara extraterrestre, había estado con unas imperiosas ganas de meterla. Así que Fausto detuvo a su primogénito y lo hizo ponerse en cuatro sobre la hierba; entonces él se puso de rodillas detrás del joven gótico y se dispuso a metérsela sin miramientos, cogiéndolo al instante con su enorme verga y deleitándose del culo dilatado de su hijo con cada embestida que le propinaba; arremetiéndolo con un vigor y deseo que nunca antes pensó sentir por su propio vástago.
Por su parte, Emerson le suplicaba entre gemidos a su semental padre que se la metiera más fuerte y rápido; ya con la cara enrojecida y llena de lujuria por su propio y peludo papá.
– ¡Ah…sí! ¡Así, papi…sí! ¡Dame más duro! ¡Aaahhh…! —Gritaba el adolescente confundido, pues nunca había sentido deseos por otro hombre; pero ahora eso ya no le importaba, él quería que su macho padre le partiera el culo con energía desmedida.
– ¡Ooohhh…sí! ¡Te voy a llenar todo el culo de leche, hijo!
– ¡Sí…papi, por favor hazlo! ¡Préñame el culito como a todas esas chicas que follabas!
Emerson sabía muy bien que decir para provocar todavía más a su papá; puesto que a éste el escuchar esas cosas morbosas de la boca de su hijo, hacían que su peludo y macizo rabo de oso se hinchara más dentro del trasero estrecho de su única descendencia.
El lascivo muchacho había conseguido lo que quería. Su padre le estaba bombeando las entrañas con más rigor, incluso que el extraño falo alienígena unos momentos atrás. Emerson podía sentir todo el impresionante miembro masculino que le había dado la vida hace 17 años, entrar y salir de su ano y recto con una virilidad que él deseaba haber heredado de su papá.
Y en lo que ese chico gemía sin parar; aferrándose de la hierba con una mano, mientras con la otra se pajeaba con la misma intensidad con que su padre lo cogía; Fausto resoplaba como una auténtica fiera del bosque, con todos los abundantes vellos de su cuerpo adheridos a su piel bronceada, pues estaba empapado de su apestoso hedor a semental y todo mientras su vergota gozaba de las entrañas de su hijo; las cuales se sentían mejor que el coño de la madre de éste.
Pero Fausto aún no quería correrse; por lo que cambió de posición, se recostó boca arriba y le indicó a su descendiente varón que lo montara. El entusiasmado adolescente no lo pensó dos veces y como si todo eso le resultara de lo más natural (él estar cogiendo con otro hombre, con su padre), se sentó sobre esa venosa y erguida verga que tendría que medir más de 20cm.
Emerson pronto se puso a dar brincos sobre la peluda pelvis de su papá, clavándose hasta lo más profundo de su ser el robusto rabo de su progenitor. En cambio, el otro aún no podía creer como ese joven que lo cabalgaba mejor que una mujer; era su pequeño retoño, el que antes de niño se bañaba con él y se quedaba dormidito sobre su pelo en pecho, jugando con sus vellos; mismos que ahora usaba para aferrarse mientras subía y bajaba por toda su erecta virilidad.
Entonces aquello fue demasiado para ese urso macho; que Fausto terminó liberando su segunda emisión de esperma, sólo que en esta ocasión su descarga seminal acabó fecundando los intestinos de su querido hijo. Y éste pudo sentir a su padre correrse dentro de él; como con cada sentón suyo, un nuevo chorro de semen salía del enorme glande de su papá y entraba en sus ardientes entrañas, ahora húmedas y pegajosas. Y con eso Emerson también llegó a su límite de excitación y, en lo que su verga rebotaba con cada uno de sus brincos sobre el rabo de Fausto, comenzó a soltar disparos tras disparos de su leche viril; la cual cayó a borbotones sobre la barba, pecho y panza peluda del macho que le estaba llenando todo el interior.
– ¡Oh…joder, hijo! Mira cómo me has dejado lleno de tu lechita.
– Lo siento, papi. —Y sin desmontar la verga que se mantenía rígida e hinchada dentro de él, el muchacho se gachó para alcanzar el robusto torso de su progenitor y de lleno se puso a juntar con lengua y labios los restos de su esperma, lamiendo y chupando los sudados pelos en el proceso. Y cuando juntó todo, Emerson se dirigió a la boca de su padre y la besó nuevamente, soltando dentro de la misma parte de su semen, para así compartirlo y comerlo juntos.
Nada de eso tenía sentido. ¿Cómo esos dos hombres heterosexuales habían terminado así? Y más ellos, que compartiendo sangre y genes. Y sin tener explicación alguna, Fausto le sacó la verga a su hijo y, girando sobre la hierba en medio de ese claro boscoso, el rudo y fornido hombre quedó acostado sobre su muchacho; abrazándolo y viéndolo directo a los ojos. En eso él volvió a besar con pasión a su primogénito, entrelazando sus lenguas y tragando la saliva del otro.
Luego el macho barbón chupó uno de las orejas de Emerson y de ahí descendió besándole el cuello, hasta llegar a ese marcado pechito; mismo que lamió, saboreando la traspiración de su hijo; y en el momento que encontró el primer pezón, Fausto se dispuso a succionarlo con un vigor que hizo que Emerson gimiera a todo pulmón. En aquel bosque se escuchaba el viento entre las hojas y ramas de los árboles, junto al sonido que hacia la boca de ese hombre en lo que le mamaba la tetilla a su vástago y jugaba con su piercing, volviendo loco al adolescente.
– Papá… ¡Quiero meterte la verga! —Pues su miembro ya estaba otra vez duro y escurriendo.
– ¿Quieres romperle el culo a tu padre? —Le preguntó soltando su tetilla ahora toda colorada.
– ¡Sí! ¡Déjame, por favor papi…!
Aquel urso sólo le sonrió y se acostó nuevamente boca arriba a la par de su hijo, después levantó sus macizas y peludas piernas, abriéndolas lo más que pudo, y dejó expuesto su esfínter de macho virgen para que su hijo, ahora todo un machito de 17 años de edad, lo usara a su antojo.
A Emerson tampoco le fue difícil penetrar a su padre, ya que los tentaculillos extraterrestres ya habían hecho camino y le habían demostrado al macho de pelo en pecho, que su próstata también era una excelente fuente de placer. Así que el chico se arrodilló frente al velludo y enorme trasero abierto de su papá, embocó su glande en aquel oscuro ano y con un par de impresionantes estocadas, el chico de aspecto gótico y lleno de piercings, ya estaba follando a su padre.
– ¡Ah…papá! ¡Tienes el culo tan apretado y caliente! Se siente delicioso…Ooohhh…
– ¡Eso es, hijo! Ábrele bien el culo a papá…Aaahhh… ¡Rómpeme bien el culo, duro! ¡Eso, así!
El pálido cuerpo del muchacho se tensaba con cada embestida que daba, que sus músculos se definían más; mientras sostenía en sus hombros las pesadas piernas de su progenitor, al mismo tiempo que a éste le partía el trasero con toda la virilidad heredada. Fausto por su parte jadeaba de gusto y su vergota, otra vez firme y venosa, se sacudía con cada bombeo.
En cuestión de segundos ese par estaba completamente compenetrado como nunca creyeron posible. Emerson podía experimentar el increíble placer de desvirgar a otro hombre, a su propio papá; en lo que éste, su macho progenitor, se deleitaba de cómo la rica y recia verga de su hijo le ordeñaba la próstata. Al punto que no pudo evitarlo y Fausto se corrió una tercera vez, pero en esta ocasión bañándose todo el torso con su aun abundante semen; al mismo tiempo que su primogénito también eyaculaba y le embarazaba todo el colon.
Definitivamente después de esa extraña experiencia de abducción, Fausto y Emerson lograron entablar una muy buena y estrecha relación “padre e hijo”. Y así, ese par de machos de familia, quedaron cogiendo por horas en medio de ese claro boscoso y sobre ellos, un destello en el cielo se alejó volando, perdiéndose entre las vastas estrellas del firmamento.
—El Fin.
Me sorprendió que hayas echo una versión extendida, en lo personal, a mi si me gusto el relato original, y ahora con las descripciones que agregaste mucho mas. Muy bueno, solo me atrevo a sugerir mas visitas de estos alienígenas, seria bueno saber que otras andanzas hacen por la tierra. Muy buena la extensión del relato.
Gracias, pero por la baja aceptación no habrá más nada con aliens.
Salu2!!
Uffffff me encanto esta version extendida! Excelente!
Gracias 😉