DESVIRGADO EN PERÚ
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Magnus009.
Soy de Madrid, en España, y cuando tenía 12 años mi papá nos llevó de vacaciones a Perú. Volamos a Lima y de allí, al día siguiente, a Cuzco. Mi papá había contratado un taxi para que, al día siguiente, nos llevara a conocer todos los pueblos del Valle Sagrado. Cuando nos levantamos, mi papá y mi mamá estaban bien, pero yo me encontraba bastante mareado por causa del mal de altura. Mi papá propuso que me quedara en el hotel, pero mi mamá —las mamás siempre son miedosas con sus niños— dijo que era muy pequeño para quedarme solo en el hotel, e insistió en que les acompañara.
—Que se quede en el taxi mientras nosotros vemos las ruinas incas —propuso.
A mi papá le pareció bien la idea, y les acompañé. No me encontraba con ganas ni fuerzas para enfrentarme a ellos.
Fue en el primer pueblo que paramos, cuando me quedé a solas con el taxista, que me fijé en él. Era un hombre alto, de unos 50 años, corpulento, con un gran bigote, piel morena y ojos achinados. Todo él transpiraba una sensualidad que me atrapó. Me sentí terriblemente atraído hacia él, y no podía quitarle los ojos de encima. Nunca me había planteado si me gustaban los chicos o las chicas, pero me senté a su lado en le asiento delantero del coche y temblé al ver sus manos rudas. Estaba muy nervioso, pero él me sonrió y me sentí mejor.
—¿Cómo te encuentras? —me preguntó con voz cariñosa.
—Un poco mareado —respondí.
—Ven aquí.
Me atrajo hacia él hasta apoyar la cabeza sobre sus piernas mientras me acariciaba el pelo.
—¿Estas mejor? —preguntó.
—Sí.
Había llegado a mi nariz un intenso olor que entonces no supe identificar, pero que viniendo de él me agradó. No habían pasado ni dos minutos cuando sentí cómo su entrepierna se endurecía. Entonces supe que estaba excitado, y yo me excité también. Le acaricié el pene por encima del pantalón, y él me preguntó:
—¿Te gusta?
—Sí.
Entonces maniobró para sacarlo y ponerlo, completamente duro, frente a mí.
—Chúpalo —me dijo.
Y yo le obedecí. Estuve chupando durante varios minutos y descubrí que me encantaba tener un pene en la boca. De pronto me apartó bruscamente y guardó su pene cerrando la bragueta, porque había visto que venían mis papás.
—¿Cómo estás, cariño? —me preguntó mi mamá.
—Mejor —respondí—, porque el señor taxista me ha cuidado muy bien.
—¡Ah, qué amable! —exclamó mi mamá muy contenta.
En las siguientes ruinas volví a quedarme en el coche, y esta vez estuve chupando hasta que me llenó la boca de leche calentita.
Al día siguiente mis papás querían ir a Machu Picchu, pero el problema era yo. Viendo lo amable que era el taxista conmigo, mi mamá le preguntó de pronto:
—¿Sería usted tan amable de quedarse todo el día con él? Le pagaremos lo que nos pida.
—Lo haré encantado, señora —dijo el taxista.
A la mañana siguiente pasó a recogerme a las cinco de la mañana para que mis papás pudieran hacer su excursión, y Juan, que así se llamaba el taxista, me llevó a una cabaña solitaria que había cerca del río Urubamba, nos quedamos los dos completamente desnudos y me dejó que tocara y chupara su pene todo lo que quise. A él le gustaba besarme en la boca, y no paraba de decirme:
—Niño, qué feliz sería contigo.
El fue el primer hombre que me folló el culo, y aunque me hizo un poco de daño al principio, después gocé como nunca había imaginado que se pudiera gozar.
Por la noche me devolvió al hotel, y al día siguiente partimos hacia Puno.
Nunca olvidaré al hombre que me desvirgó en Perú, y desde entonces tengo fijación con los hombres maduros peruanos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!