Desvirgando al heterosexual del barrio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por alej97.
Se llama Alberto.
Tiene 24 años.
Ama los deportes.
Es blanco leche, lo cual me volvía más loco, cabello negro normal, es simpático, tiene buen carisma, es de esos que es amigo de todos, el que siempre cae bien.
Tiene novia.
Es delgado, y sé que no va al gimnasio, pero tiene un cuerpo rico, pero natural.
Lo cual a mí me gusta más, más que esos cuerpos plásticos alejados de los verdaderos placeres de la vida.
Yo, pues menos blanco que él, 20 años.
A mí siempre me gustaba ver a mis amigos jugar algún deporte pero sobre todo a Alberto.
Él de destacaba más.
Siempre gritaba cuando metían gol, se quitaba la camisa, le daba nalgadas fuertes a sus compañeros o se las apretaba o eran sus compañeros hacia él.
Sudaba.
Se reía.
Se agarraba el guebo siempre.
A mí me excitaba demasiado.
Como mis otros amigos, Luis, Raul y Manuel no les gustaba mucho o no eran tan buenos en futbol, yo no les prestaba mucha atención, aunque con todos había fantaseado sexualmente, como buen marico venezolano.
La cosa sucedió un día que ni Luis, ni Raul ni Manuel habían ido a casa de Alberto a practicar, y eso que Alberto les había dicho que fueran para que jugaran juntos, y como Alberto tenía como que era un torneo un Lunes, pues era domingo y al final, ¿pueden adivinar quién fue el único que fue a casa del sujeto? Sí, yo: el que menos sabia de futbol.
O sea, a mí me gusta y puedo jugarlo, pero obvio no se me da como a un hetero como Alberto, jamás.
Llegué a su casa y me dijo que los demás no venían.
Al final, me dijo que lo ayudara, y con su carita de ángel, no me pude negar.
— ¿Tú estás claro que a mí no se me dan los deportes, y menos el futbol?
— Yo sé gafo, pero mira, vamos a hacer una vaina.
Tú solo intenta tener la pelota.
O sea, intenta no dejar que yo te la quite.
— Dale pues, sí va.
Entonces él se quito su franela y dejo su pecho descubierto, en el cual notaba una hilera de vellos que se perdían ustedes ya saben dónde, lo cual me timbraba, porque uno siempre tiene como deseos carnales.
Alberto sabía que yo era marico y que había hecho y que hacía mis travesuras y eso, pero era un hetero tan pana, que no le paraba bolas a eso, me trataba igual.
Eso me encantaba demasiado, puesto que no es fácil encontrar amigos así.
Yo obvio no me quité la camisa, sino que me detuve en seco a mirarlo cuando él se quitaba la suya.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tengo? —Me preguntaba viéndose de un lado a otro, supuse que se dio cuenta que lo vi indiscretamente.
— No, nada gafo.
—Ah no, no vas a empezar tú jajaja —decía él, porque yo siempre me le insinuaba y le decía que si me daba una noche, no se arrepentiría, a manera de broma pero a la vez en serio, por si caía o por si no.
—¡¡Qué es, loco!! Jajaja
Comenzamos a jugar, y al principio me quitaba muy rápido la pelota, pero después me puse más serio y concentrado y no dejaba que me la quitara tan fácil.
—Ajáaaa, le estás echando bolas, así es.
—decía jadeando por la corredera.
—Cállate, pajúo, ¿A qué no me la quitas? —le retaba yo.
Amaba esta situación porque su cuerpo estaba tan cerca del mío que sentía su sudor, su aliento, y hasta le sentí el guebo en el short corto que tenía puesto.
Más loco me volví y los deseos carnales de maricos se me salieron de control.
—Marico, deja de estarme recostando el guebo jajaja no respondo.
—Deja tú mariquera, chamo.
Jajaja ¿qué me vas a hacer si te lo sigo recostando?
Con esa pregunta, era súper obvio que algo pasaría.
—Te lo mamo y después te echo una cogida jajaja.
—decía yo mientras él seguía tratando de quitarme el balón.
—Te acepto la mamada pero la cogida no jajaja.
Cuando dijo eso, por un momento estuve a punto de detenerme, pero seguí y mientras intentaba quitarme la pelota, lo echaba para atrás con mi mano y a su vez, le agarraba el guebo, apretándoselo, pero él intentaba resistirse de momentos, luego se dejaba hacer más, lo cual me volvía loquito.
Era obvio que a estas alturas ya yo tenía el guebo paradísimo, pero él no tanto, era comprensible.
—Ya mano, me cansé.
+hiperventilaba mientras hablaba.
—Dale.
Si va.
—Vamos a subir.
Entramos a su casa y en el segundo piso estaba su cuarto, entramos y se quitó el short y le pude ver las nalguitas lampiñas y blancas mientras entraba al baño.
Salió poniéndose un paño blanco y pude medio verle el guebo, aunque no por completo.
— ¿Tienes cigarros ahí?
—Sip.
—Regálame uno.
—Toma.
Le di uno, lo puse en sus labios y se lo prendí.
Mientras esto sucedía lo veía a los ojos y por unos segundos él me correspondió la mirada, pero él era demasiado hétero, no me correspondería como yo quería.
No dije nada, pero él sí.
— ¿Tú crees que si yo de verdad fuese marico no te hubiera cogido ya? —preguntó con seriedad en el rostro.
—Sí.
— fue lo único que pude responder, pero fue un “Sí” un tanto nostálgico, porque él sabía que en el pasado me habían hecho cosas malas y que no había tenido novio nunca.
Luego se acercó y me abrazó por un segundo mientras me alborotaba el cabello.
—Hasta que creo que te hubiera pedido el empate y todo marico, tú eres burda e calidá.
—obvio.
Entró a bañarse y me quedé ahí en el cuarto, en la cama echado, un tanto sentimental, y él lo había notado, al rato, como diez minutos después, escucho que me llama.
— ¿Qué pasa? —pregunté.
—Ven acá.
— ¿Qué pasó?
—Que vengas vale.
Cuando entré, estaba sentado en la poceta, tapándose la cara con el paño, y con el guebo semierecto agarrado con la otra mano.
No dije nada.
—Dale, mámamelo, pero ni hables, marico.
Yo no sabía qué decir, fue tan raro e improvisto que solo obedecí.
Me puse frente a él, me arrodillé y con una mano comencé a tocarle el guebo mientras que con la otra le acariciaba una pierna y el pecho.
Lo tenía semi erecto, era grueso y largo, era grande realmente, no sé cuántos centímetros, pero era como de esos guebos de personas acuerpadas, y aunque este chamo no era acuerpado de gimnasio, tenia lo suyo.
Y con el guebo así, mejor.
Mientras se lo masturbaba, oía un gemido casi inaudible que salía de su boca; era obvio que le estaba gustando.
Seguí masturbándolo, dejando para el final la mamada que le iba a echar.
Cuando ya lo tenía totalmente erecto, fue que caí en cuenta que tenía realmente el guebo de un caballo jajaja.
Comencé a lamerle las bolas, cosa que le encantó para luego subir por todo el tronco hasta que llegué al glande y me lo metí a la boca lo más que pude, de arriba abajo, así estuve unos minutos, y él al rato, me agarró del pelo y comenzaba a marcar el ritmo, todo esto sin verle a la cara porque todavía la tenía tapada.
Después de un rato, se quitó el paño de la cara y su cara había cambiado, pensé que me vería con ganas de reírse o con incredulidad pero no, al contrario, me veía con ganas de tirar, con ganas de que quería sexo.
Pero me levanté y me quité la franela y el short que tenía puesto, y cuando me iba a agachar a seguir mamándoselo me detuvo en seco y me hizo quedarme de pie.
Yo no dije nada, porque ni me dio tiempo de nada.
De la nada, así de pronto me agarró el guebo y se lo llevó a la boca, y yo quedé tieso, sin decir palabra alguna porque cuando iba a hablar ya se lo había metido a la boca y me había generado un gemido brutal.
Obviamente yo lo tenía ya parado desde hace uff.
Como él no hablaba, ¿para qué lo iba a hacer yo? Dejé que se siguiera destacando en lo suyo, y se veía que ya lo había hecho antes, porque ninguno es tan experto de la nada.
Primero le pasaba la lengua por los lados, de uno al otro, luego me chupada la cabeza unos segundos, volviéndome loco, para después metérselo a la boca casi todo, obvio él lo tenía más grande que yo pero yo no me quedaba atrás y cuando el morbo me invadió más, comencé a tratarlo como mariconcete, como mujercita, como perrita, al fin y al cabo, eso era lo que denotaba ser.
Y se lo hice saber.
—¡Cómo se ve que te gusta, perrita!
—Sí, sí —decía succionándome el guebo como si fuera chupeta.
Lo agarré del pelo con mi mano derecha y con la izquierda lo agarré de la mandíbula, y así comencé a cogérmelo por la boca, cosa que lo hacía sentir y ver más perra cuando sacaba la lengua y así se lo metía hasta hacerlo ahogarse.
Después con las dos manos le agarraba el pelo para finalmente con una mano agarrarlo del cuello y con la otra taparle la nariz.
Así hice que se ahogara varias veces y segregaba bastante saliva.
Eso a mí me volvía loco.
De repente se paró y me llevó de la mano hasta la cama donde estaba antes.
Ahí me lanzó y me siguió mamando el guebo un rato más.
—Ahora quiero que me lo metas —dijo.
—¿Así mismo?
No emití más palabra y me puse detrás de él y me eché saliva en la cabeza del guebo y se lo puse en la entrada de su culo.
A esas alturas la presión en nuestras sangre había crecido demasiado porque ninguno de los dos podía reconocer al otro, estoy seguro de ello.
Al menos yo, solo me estaba dejando llevar por la calentura porque soy marico y porque nos encanta el sexo y más si es un machito como estos, ustedes entenderán que estas oportunidades no ocurren dos veces en la vida, así que bueno.
Él, por su parte era una persona distinta, no me daba tiempo de procesar todo lo que estaba viendo ahora de él.
Por un momento hasta pudo darme algo de risa, ahora, me excitaba.
Así que a disfrutar se ha dicho, me dije a mí mismo.
—Te va doler un poco pero aguanta.
—No importa, dale.
Dale.
Cuando hablaba me generaba más morbo de lo normal.
Comencé metiéndole la cabeza y me costó un poco, pero pude, y noté algo de incomodidad en su rostro así que me dispuse a acariciarle el cuerpo mientras se lo iba metiendo.
Le tocaba las piernas, le besaba la espalda, le chupaba el cuello y en el oído le hablaba bajito preguntándole si le gustaba y mordiéndolo un poco.
Eso hacía que se relajara un poco y se abriera más.
—Así, uuuuuufff —dijo respirando hondo cuando se lo terminé de meter, después de unos minutos.
— ¿Te gusta así? — le preguntaba yo acariciándole el pelo.
—Sí, se siente como cosquillas, metelo y sacalo a ve.
—decía.
¡Cómo no obedecerlo!
— ¿Así? —preguntaba yo mientras se lo sacaba y metía poco a poco.
Eso le encantaba porque cuando se lo metía de nuevo hacía caras de placer.
Eso me encantaba a mí.
Cambiamos de posición y me dijo que sentía frio en el culo cuando se lo sacaba todo, que se sentía vacío, yo ni le paraba bolas, quería era seguir cogiéndomelo.
Le dije que se sentara encima de mí y así lo hizo.
¡Qué vaina más rica aquella! Sentir cómo entraba mi guebo en su culo lentamente y cómo volvía a salir uff era una vaina brutal.
Y verle la cara de perrita en celo era lo mejor.
Me aproveché de eso.
—¿Te gusta como te lo meto, mi amor?
—Ay ay sí, así me gusta, dame dame dame, anda.
—Menéate tú solito, anda, métetelo todo tú solo.
Así lo hizo y mientras lo hacía, sus ojos se ponían en blanco.
No aguanté y encendí un cigarro mientras él seguía en lo suyo, cuando inhalaba y él se ensartaba era una sensación genial, inigualable.
Al rato, cambiamos de posición nuevamente.
Esta vez le puse sus piernas en mis hombros, de esa manera, yo tenía la ventaja, él se encontraba indefenso así.
Cuando se lo metí, dio un brinco, dijo que le dolía un poco, que en esa posición lo sentía más adentro, que se lo sacara un momento.
—¿Qué te lo saque? Jajajaja— decía yo.
—Sí, ya va.
—No, ya va nada, tú querías guebo y ahora no te vas a estar quejando.
—Calmao, ya va.
No lo dejé seguir hablando y comencé a bombearlo así y al principio quería zafarse, pero como les dije, yo tenía la ventaja, tenía la delantera y él no.
Al cabo de uno minuto de forcejeo, como que comenzó a gustarle la pose porque me pidió más y pues le di más jajaja.
Quería seguir cogiéndolo pero realmente ya no podía.
Tenía un culo muy rico y en cuestión de segundos me haría acabar.
Se lo hice saber.
—Adentro, échame la leche adentro.
El comentario me dejó aún más shockiado pero si así lo quería, así lo tendría.
Comencé a hacerle la paja, a masturbarlo mientras se lo metía.
Eso le encantaba, tanto así que se agarraba con las dos manos de la espalda de la cama, del copete mientras yo se lo metía y a su vez lo masturbaba.
Para mí también era la gloria tenerlo así, y en segundos, acabó él primero, dando gritos de perra y luego yo.
Acabé dentro de él.
—¿Te gustó? —le pregunté en el momento incomodo donde todos se arrepienten de lo sucedido.
Solo asintió sin emitir palabra alguna.
Supuse que estaría pensando en que se arrepentía y todas esas cosas que a veces uno piensa y se lo hice saber para que no se sintiera mal, y solo asentía sin decir nada, solo que se bañaría porque iba a salir.
Yo me vestí y me fui así.
En el camino iba pensando en la locura que acababa de pasar, al rato entré a mi cuenta en instagram que es @alfrestrada y busqué el perfil de Alberto, comencé a ver sus fotos y en la mayoría salía riendo, con sus amigos, en varias estaba yo, aunque en mi perfil no tuviera ninguna con él, ni con el resto de mis amigo, lo cual era extraño jajaja.
Raúl, Manuel, Luis eran otros con los cuales también tenía historia ya, pero esos son otros cuentos, otros relatos, que los dejaré abajo.
Si les gustó lo que viví con mi amigo Alberto déjenlo en comentarios.
Y escriban a instagram, aunque lo tengo privado, si escriben diciéndome que leyeron el relato les envío foto o screenshots de alguna conver.
Saludos.
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