Desvirgué a mi hija trans de 9 años
El inicio de mi vida incestuosa con mi hija de 9 años en el comienzo de su transición hormonal..
Me llamo Leonel y soy uruguayo, a los 19 años yo era adicto a ir al gimnasio e iba continuamente, todos los días por horas, era lo que más me relajaba el cerebro. Por esta razón -modestia aparte- empecé a desarrollar un cuerpo estupendo, tal vez mi cara era normal pero mi torso marcado, mis pectorales bien definidos y depilados eran del agrado de muchas chicas y de chicos también, lo sé porque recibía varios mensajes de hombres halagándome por internet, los cuales agradecía pero no estaba interesado. La cosa empezó a cambiar un poco cuando conocí a quien se convertiría en la mamá de mi único hijo, Victoria, ella siempre fue de ideas conservadoras pero que se dejó llevar por mi cuerpo.
Después de un tiempo de relación, Victoria y yo empezamos a coger sin condón, resultado esperado: se quedó embarazada. En aquellos tiempos me puse a trabajar en lo que fuese para mantener a mi hijo pero Victoria se creyó que yo me casaría con ella, pero eso nunca pasó. Pasaron los meses y nació Martín un 31 de julio, ya que Victoria era muy blanca, de orígenes eslavos, Martincito era bastante blanco, hermoso, con unos ojazos verdes y una carita hermosa que le alegra la vida a cualquier persona.
Pasaron nueve años y yo ya tenía 28 años, Victoria nunca me dejó compartir ningún momento con mi hijo, yo luchaba para que me lo deje ver pero ella no quería, sus negativas eran continuas, me contacté con abogados pero la respuesta era siempre: la madre tiene prioridad, no hay mucho que hacer, hasta que un día Victoria viene a mi casa y me dice:
-Hola, Leonel. Yo no quiero estar acá, así que te lo digo rápido necesito que te quedes con Martín, te doy la tenencia.
En ese momento me sorprendí, no sabía qué hacer, había trabajado y me había esforzado tanto para que ella diese el brazo a torcer que al fin vino de golpe la alegría. Pero no pude dejar de estar asombrado y le pregunté por qué, qué había pasado para este milagro.
-Leonel, tu hijo es un maricón. Está todo el día vistiéndose de nena, me roba el labial, se pinta la boca, se dibuja como si fuese mujer hace ya un tiempo y yo no sé qué hacer, mi madre ya no lo puede ni mirar a los ojos. No lo queremos en la casa.
Ese tipo de rechazo me dolió a mí, lo único que esperaba es que no le haya dicho esas palabras al nene porque lo iba a herir bastante. A mí no me importaba en nada que fuese gay, acepté y Martincito vino a vivir conmigo a casa.
Yo estaba enamorado de mi hijo, lo veía tan grande, hermoso, con unos ojazos, blanquito y un cuerpo lindo, un culito redondo, los pantalones le quedaban perfectos, se le notaba lo amanerado en su forma de caminar, de hablar pero no me importaba, él estaba feliz conmigo y yo con él.
Pasaron unos días y recibí una citación del colegio, me informaron que Martín se refería a él en femenino, hablé con la psicóloga del colegio y se me dijo que el niño estaba presentando características propias de ser trans. No estaba a la espera de todo esto, me quedé en shock, pensé que mi hijo era simplemente gay y ya estaba, pero no. La escuela se puso a disposición en ayudarme a aceptar la transición de mi ahora hija.
Ese mismo mediodía, Martín llegó del colegio y decidí no contarle nada pero introducir un pequeño cambo
-Hola, hijita.
La sonrisa de Martincito fue inmediata, corrió a abrazarme y a decirme:
-Hola papi, te amo mucho, mucho.
-Yo también te amo, bebé. Sos la luz de mi ojos, sos única y la nena más linda del mundo.
En ese momento recibí el abrazo más tierno y dulce de la vida. Y sentí un pequeño cosquilleo en mi verga, fue rico pero no le di importancia. Pasó el tiempo y Martín empezó a llamarse Martina y comenzó su camino a la transición.
Pasaron seis meses aproximadamente y una noche Martina, mi hija, decidió venir a mi dormitorio, era noche de sábado, hace mucho que yo no tenía sexo y vivía a pura paja, un desperdicio teniendo tanto cuerpo definido pero estaba más ocupado apoyando a mi hija y concentrado en mi trabajo que otra cosa.
Martinita me dio un abrazo y un beso, como hacen las hijas con sus padres, y me dijo:
-Papi, te amo más que a nada en el mundo.
-Yo también, bebé.
-¿Puedo dormir con vos esta noche?
En mi cabeza pensé: Nooo, qué molestia pero después me dije: Victoria me robó todos estos momentos con mi bebé, podemos recuperarlos así que accedí a que durmiese conmigo.
Nos acostamos y Martina me da un abrazo y me dice
-Papi, ¿vos tenés novia?
-No mi amor, sólo te tengo a ti.
-¿Yo soy tu novia?
En ese momento me reí y dije:
-Claro bebé. Y nos dimos un besito en el cachete pero Martinita me dio un piquito en la boca, me dejó bastante desconcentrado pero decidí no darle importancia.
En medio de esa noche me despierto con la mano de Martina en mi verga, me asusté porque no sabía qué estaba pasando pero era una manito hermosa, una caricia perfecta, suave, rica, su manito apenas cerraba en mi verga toda dura que empezaba a lubricarse con el preseminal.
Estaba un poco asustado pero me controlé y me acerque al oído de mi hija y le dije con una sonrisa:
-¿Qué estás haciendo Martina?
-Lo que hacen los novios papi, yo te amo mucho.
Pensé esto debe ser producto de tantas hormonas femeninas que el pequeño cuerpito de Martina estaba recibiendo, no era correcto seguir pero estaba tan rico y yo tan solo que dejé que continuara y llegaría únicamente hasta donde ella quisiera.
-Tocá a tu papi, mi amor, mi hijta, sos toda mía. – Le dije mientras tomaba su manita, en eso prendí la luz y vi a mi nena tocandome la verga y en ese momento tuve miedo de venirme en sus manos, iba a ser demasiado.
-¡Qué lindo pito tenés, papi! – Me dijo mi nena mientras me estaba pajeando un poquito ya.
-Hijita, no le digas pito, pito tenés vos, tu pitito femenino, a la de papi decile “verga” o “pija”
Realmente quería oír esas palabras sucias saliendo de la boca de mi nena de 9 añitos.
-¡Qué hermosa pija tenés, papi! ¡Te amo mucho!
-Te amo más hija, te amo con locura, mi bebita preciosa.
En ese momento tenía todas mis piernas entumecidas, toda la sangre de mi cuerpo parecía estar agolpada en mi verga, la tenía durísima pero tenía miedo de acabar en las manos de mi nena así que decidí darle un beso de lengua. Fue un besote enorme, su lenguita buscaba la mía, apreté la colita de mi hija con mis manos mientras nos uníamos en un apasionado beso de pasión compartida, lleno de amor incestuoso y sumamente prohíbido.
Nos terminamos de besar y le dije a Martina:
-Hijita, ¿sabés lo que hacen las mujeres como vos con sus novios?
-¿Qué papi?
-Sacá la lenguita bebé y abrí la boca
Puse mis dedos entre sus pelos de la cabeza y llevé la boquita de mi hija a mi verga y le dije que lamiera. El primer lenguetazo que recibía en mucho tiempo y era de mi nena, de mi hija que nació varón y ahora se estaba convirtiendo en toda una hembra. Cada lenguetazo me llevaba al cielo, la excitación que me hacía sentir mi nena era maravillosa.
-¿Te gusta mi amor? Así hacen las mujeres con sus novios, ¿te gusta ser mujer?
-Sí papi, es ácido pero es rico. – Susurró Martinita sin todavía entender mucho.
En ese momento agarré la cabeza de mi hija y dirigí su cara hacia mis huevos y le dije:
-Huele perrita, huele nenita. ¿Te gusta? Este es el verdadero olor a macho, a hombre, a los hombres nos encantan las mujercitas como vos. Huele, de acá saliste vos, hermosa.
Mi hijita no respondía pero olfateaba mis bolas, sacaba su lengüita así que decidí poner a mamar a mi hijita.
-Bebé, escuchame, vas a poner tus labios cubriendo tus dientes, vas a abrir tu boquita y vas a succionar la verga de papi, escuchame no vayas a dejar tus dientes fuera.
-¡Sí papi, dale, dame! – Dijo Martina llena de placer.
Lo único que se oía en nuestra habitación era a Martina siendo ahogada por mi pija, mamaba con inexperiencia pero de a poco lo hacía mejor, no dejó en ningún momento que sus dientes tocasen mi pija. Aparté un poquito mi pene de su boquita para terminar de desvestirnos, mi nena tenía un cuerpo espectacular, hermosa y perfecta, blanca, angelical. Se notaban los cambios en su cuerpo principalmente en sus pechitos. Ella me sacó mi camiseta y me dijo:
-¡Aaaay, papi! ¡Qué hermoso que sos! – Lo dijo mientras pasaba su manita por mi cuerpo definido y sudado por tanto excitación.
Martinita volvió a mamarla mientras yo tocaba su pezoncito derecho. Lamía mi verga mientras yo veía su pitito femenino, pequeñito y flácido mientras mi nena disfrutaba de su primera pija, que era la mía, la de su propio padre.
No quería perder esta oportunidad única, quería cogerme a mi hija por el culo, quería hacer de esa cavidad anal una vagina como la que ella soñaba tener.
-Hijita, vení – Le dije mientras controlaba el no acabar.
-Sí papi, ¿no te gusta como lo hago?
-Sí, bebé pero no es eso, quiero ser el primer hombre en tu vida. – Le dije mientras apreté su culito.
-Ya lo sos papi. – Me respondió
-Ponete en cuatro patas como un perrito, hijita.
Accedió a ponerse en cuatro, yo fui guiando cómo debía poner su culo hacia mí, le dije:
-Abre tu culito con tus manos, Martina, que papi quiere ver.
Martinita abrió sus blancas nalguitas dejando al descubierto un ano hermoso, rosado, bien cerrado e inocente. No pasó ni un segundo que metí mi cara entera para lamer ese hoyito que de a poco se empezó a dilatar, ese gustito a inocencia, suave, rico y limpio. Martinita se retorcía de placer y pasión.
-Ay, papi, me encanta, te amo papi, qué rico, te amo mucho papi, te amo, te amo…
Eran las palabras que salían de la boquita de mi nena, mi hija, mi orgullo, mi hijita hermosa de nueve añitos que había nacido en un cuerpo equivocado y estaba disfrutando de su primer beso negro con su padre.
-Bebé, ¿estás preparada para lo mejor? – Dije cuando mi pija me suplicaba enterrarla en ese culo.
-Sí papi, quiero todo… – Me respondió la niña.
Rápidamente tomé sus piernitas y di vuelta su cuerpito, Martinita tenía su diminuto y blanco pito parado, puse sus piernitas en mis hombros, acomodé mi verga en ese culo previamente dilatado y empecé a meterla.
Era como tocar el cielo con las manos, el culito de mi hija trans tragaba mi verga de a poco, sentía a pelo y por su cavidad anal como mi pija era engullida por ese hoyo lleno de hormonas femeninas, era como cogerse la concha de una putita, se metía sola…
Empecé con movimientos suaves mientras Martina me decía
-Ayyy, papi me duele, no, basta, me duele mucho, me duele mucho.
Sus quejidos ya me estaban incomodando y únicamente pensaba con la verga en ese instante
-Callate de una vez, puta! – Le grité en su cara a mi hijita mientrás le propiné un cachetazo, a los niños hay que darles un correctivo de vez en cuando.
Martina cerró su boca y resistió hasta que empezó a gemir de placer con cada envestida mia, gemía como una loca, como una perra en celo, era un animal, increíble que fuese su primera vez.
La nena estaba totalmente imobilizada por mi cuerpo, solo podía decirme:
-Te amo, papi, te amo mucho – Que apenas lo podía llegar a entender, Martina estaba embriagada de placer, su ano estaba sintiendo a un hombre por primera vez tocándole con la verga su punto g.
-Te amo princesa, solo yo soy tu macho. – Era lo poco que podía responder hasta que empecé a gritar.
-Ahhh, ahh bebé, ahí viene! RECIBÍ A TU PAPÁ, HIJA, AAAAAHHHGGGG. QUÉ RICO – Dije mientras todas mis zonas erógenas se erizaron al rellenar de semen el recto de mi hijita de nueve años.
En ese momento creí que me desmayaría después de tanta pasión contenida, mi bebita me había complacido en todo y yo a ella, le hice conocer lo que era un hombre como a ella le gustan.
-Te amo papi, te amo mucho. – Decía Martinita mientras yo besaba toda su carita y cuello.
-Te amo más que a nada bebé, gracias por hacerme tan feliz hijita.
Saqué mi pija toda flacita de las nalguitas de mi nena, que ya no era más una nena, era una mujer total y plena que ya conoció macho por primera vez.
Obviamente no salió todo limpio, más allá del enchastre de semen que hicimos, había un hilo de sangre y restos de caca de mi hijita. Rapidamente quitamos todo y nos fuimos a duchar, Martinita me enjabonó el cuerpo y yo el de ella, me dejó tocar todo menos su “vergüencita” como ella llama a su pito.
Después de la ducha volvimos a dormir los dos desnudos en la cama, abrazados Martinita confesó que siempre estuvo enamorada de mí, por eso decidí preguntarle:
-Martu, ¿querés ser mi novia?
-¿En serio papi? – Dijo con los ojos llenos de amor y ternura.
-¡Claro mi amor!
-Obvio papi, ya te había dicho que quería serlo, quiero casarme con vos.
Me volví a reí en ese momento fue muy tierno y nos dimos un beso para sellar nuestra nueva relación aparte de la de padre e hija. Obviamente Martinita sabe que tiene prohíbido decir absolutamente nada a nadie pero de puertas para adentro somos una pareja de novio, ella con nueve y yo con 28. Desde aquel entonces cogemos todos los días y ya por suerte no se caga. Martinita me idolatra, me ama y yo a ella, estoy muy feliz de tener una familia incestuosa y transexual, lo mejor que me sucedió.
Que rico que la hiciste tú mujer. Disfruta ese culito lo más que puedas .
Muy lindo. Justo como la relación que tengo con mi hijo. También es trans
Que ricura tener una nobia asi y especial si es una nina trans
Que lindo sería deflorar a un pequeño trans. Hermoso relato, merece una segunda parte. Por cierto, por qué le tienen tanta aversión a la mierda en estos relatos? Yo no tengo problema con eso, me parece lo más natural