Día tras día (el show debe continuar)
Episodio veinte. El Rusito tiene que ayudar a un niño desconocido de 13 años , a quien su padre quiere forzar a debutar sexualmente.
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Dedicado a todos aquellos que leyeron esta saga.
Del episodio anterior: Marcos, un niño de 13 años a quien no le atraen las mujeres, es obligado por su padre a debutar sexualmente con una prostituta: la mamá del Rusito. Pero la mujer se olvida de la cita y el Rusito, al ver el temor de Marcos, decide ayudarlo. La están pasando bien juntos cuando el padre del chico dice que quiere subir.
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La amenaza del papá de Marcos nos arrancó del momento mágico en el que nos encontrábamos y nos sumergió en la desesperación.
Ahora, nerviosos y desnudos, buscábamos una salida.
-¿Qué le digo?- se angustió Marcos.
-Nada. Voy a llamar a mamá. ¿Cómo se llama tu viejo?
-Ramón. Le dicen Moncho.
Mamá no estaba en línea. Le envié un mensaje, contándole el lío en el que estábamos.
Marcos me sacudió el brazo: -El viejo me acaba de enviar un audio: “Quiero subir y sacarte fotos cogiendo a Cielo. Esto tiene que quedar registrado”.
-Mierda.
-¿Te das cuenta, Rusito?- se lamentó Marcos- ¡Eso es lo único que le interesa! Mostrarles a sus amigotes que su hijo no es un marica.
-Algunos padres están mal de la cabeza – dije, pasándole un brazo sobre los hombros y estrechándolo junto a mí.
-¿Cómo es el tuyo?
Recordé a Ruud Jansen y sus perversiones sexuales.
-Es un monstruo. Para mí no existe más.
Mi celular empezó a vibrar.
-¿Está ahí el tipo con su hijo? –preguntó mamá con voz pastosa.
-¡Sí! Estoy tratando de disimular que te olvidaste de su cita. El chico está conmigo, el hombre no. ¿Qué pasa con él?
-Paga bien pero está loco. Es alcohólico, muy violento. Siempre está calzado.
-¿Calzado?
-Armado. Es peligroso.
-Si venís sin que él te vea, podemos zafar. Pero esto se complica. Quiere entrar y sacarle fotos a su hijo cogiendo con vos.
-Qué cagada. Con todos los clientes que tengo hoy.
-Por favor, mamá, sacanos de este quilombo.
-Si él me ve en la puerta del edificio se va a dar cuenta del engaño.
-Avisame cuando estés cerca. Nosotros lo mandamos a buscar whisky, vodka, cervezas… lo que sea. Y te dejamos la entrada despejada.
-Sos inteligente, enannnn…- Oí a mamá bostezar largamente y me desesperé.
-¡Mamá, no te duermas, por favor! ¡Vení ya mismo! ¿Mamá? ¿Mamá?
No recibí respuesta. El celular de Marcos volvía a sonar.
-Atendelo y calmalo- le dije.
-¿Hola, papá? Sí, todo bien… ¡Claro que se me paró! ¿Qué? Me hizo… me hizo…
Me miró pidiendo ayuda. Le soplé: “Un pete”.
-Me hizo un pete. Estuvo genial. Claro que eyaculé. ¿Sí se lo tragó? Sí, sí… se lo tragó todo. ¿Qué te envíe una selfie? Ah… déjame ver…
-¿Te pide una selfie?
-Sí, algo para enviarle a sus amigos. ¿Qué hacemos, Rusito?
-Tengo una idea.
Haríamos un montaje. Yo me pondría boca abajo. Él debía ponerse de tal modo que la imagen mostrara como fondo mi trasero. Le pedí que se sacara la selfie sonriendo como si estuviera a punto de comerse su postre favorito.
Sí, la lengua afuera estaba bien. Que señalara mi orificio, dando la impresión de que lo estaba por penetrar.
Empezó a tomarse selfies. Al cuarto intento, salió lo que buscábamos: Marcos sonreía lascivamente junto a un trasero muy joven. Todo lo que se veía de mí era suave y rosado. Envió la foto.
-Lindo culito… pero no se ve mucho- fue la respuesta.
Mamá llamó. Ya estaba a dos cuadras, venía en taxi.
Le pedí el celular a Marcos y le escribí otro mensaje a su papá: “Viejo, traé unas botellas que Cielo quiere celebrar con nosotros”. Agregué la dirección de un local a cinco cuadras de casa donde conseguiría bebidas.
Le mostré el mensaje a Marcos. Cambió algunas palabras (sacó Viejo y escribió Papá) y lo enviamos.
Su viejo respondió con emojis: una carita feliz que sacaba la lengua, una jarra con cerveza y un pulgar en alto.
El ascensor ya subía. La puerta se abrió y por fin, entró mi mamá. Al vernos desnudos, sobre la cama, se le escapó una carcajada.
-¡Parecen dos angelitos!
Estaba ebria.
-¿Y ahora?- me preguntó Marcos, abrazándome. Estaba aterrado.
-Vas a tener que hacerlo con ella.
-¿Con tu mamá?
Mamá lo interrumpió, mientras se desnudaba: -Vamos, nene, ¿sabés la cantidad de pendejos a los que les enseñé a coger?
Marcos se estrechó a mí: -No quiero hacerlo, Rusito. Quiero estar con vos.
-Tenés que ser valiente, amigo –lo animé- Mamá te va a ayudar. Y tu viejo dejará de presionarte.
El portero eléctrico anunció la llegada del papá de Marcos con su cargamento de alcohol. Yo me escabullí a mi habitación. Oí abrirse la puerta, oí las risas exageradas y las frases habituales.
¿Cuántas veces, desde mis once años, había escuchado toda esa representación, la melodía triste que cada noche escuchan las prostitutas?
El sonido del portero eléctrico, el regateo del precio, los besos ruidosos, una botella que se abría, el plástico del preservativo rasgándose, los gemidos primero suaves, después exagerados, la conversación tranquila después del orgasmo, la despedida… y otra vez, vuelta a empezar: el portero eléctrico, el regateo, los besos…
Así era su vida. Día tras día.
Pensé en Santi, a quien su papá lo había llevado de gira por Inglaterra. ¿Estaría pensando en mí? ¿O ya estaría enamorado de otra persona, de una chica tal vez? Recordé su cara de bueno, sus rulos oscuros, su cuerpo musculoso., su voz cálida.
La puerta de mi habitación se abrió de pronto y Marcos entró como si lo hubiesen arrojado dentro. Parecía enfermo, por señas me dijo que necesitaba ir urgentemente al baño. Le mostré donde estaba. Vomitó. Después, hizo unos buches para sacarse el mal sabor.
-¿Estás bien?
-¡No! Fue horrible.
Nos acostamos en la cama y se abrazó a mí como una criatura. Sollozaba.
-Papá está ahora haciéndolo con tu mamá… Le pagó por dos horas más… Debe ser terrible para vos.
-No te preocupes, Marcos, ya estoy acostumbrado. Es la historia de mi vida.
El pobre chico tenía la carne de gallina. Sentí deseos de cubrirlo de besos, como si pudieran protegerlo de este mundo salvaje. Me dejé llevar y a fuerza de mimos y caricias, se fue serenando.
-Dijiste que la primera experiencia con otra persona tendría que ser agradable.
-Sí, Marcos, lamento que no haya sido así.
El chico estaba pensativo. Puso sus brazos debajo de su cabeza y cerró los ojos. Apoyé suavemente mi cabeza en su pecho.
-¿Te conté que tengo fantasías?- susurró.
-Me dijiste, sí.
-Ahora tengo una…
-¿Te gustaría estar viajando a Marte…?
– No, me gustaría estar haciéndolo con vos.
-¿Querés cogerme?
-¡No, al revés! Me haría sentir bien. Claro que si no querés…
Me había sorprendido.
Siguió hablando: -Podría borrar lo malo de esta noche con algo que no podría olvidar. Nunca tuve sexo con un chico.
Aunque yo disfrutaba más el rol pasivo, ya había tenido una experiencia muy satisfactoria con el pequeño Mike. Además, Marcos era un chico muy atractivo y me necesitaba.
Y me gustaba que me necesitaran. Me gustaba demasiado.
Busqué en mi armario mi equipo de trabajo: todavía me quedaba gel íntimo.
Marcos se entregó a mi iniciativa. Mi lengua persiguió a la suya y la atrapó en un abrazo sensual y caliente. Nos besamos hasta que se nos acabó el aliento.
Mientras él se recuperaba, mi lengua rodeó sus pezones, recorrió su torso, se entretuvo en su ombligo y siguió viaje por su pubis sedoso hasta encontrar su pene, ya en erección.
A diferencia de los gemidos bestiales que venían del cuarto de al lado, donde el papá de Marcos estaría embistiendo como un jabalí a mi mamá, en mi habitación, Marcos apenas suspiraba.
Pero esos inocentes quejidos eran reales, sinceros, afectuosos.
Preparé a Marcos para la penetración. Con mis dedos exploré su rosado orificio. Estaba limpio y como todo su cuerpo, olía a jabón y al perfume de mi mamá. Mi lengua le dio un anticipo del placer que le iba a entregar. Éramos de la misma altura y complexión: dos chicos guapos de trece años.
Levanté su cola para que me fuera más fácil penetrarlo profundamente y unté su agujerito para que no sintiera dolor.
Acaricié sus caderas. Vi como Marcos apoyaba la carita sobre las sábanas y con los ojos cerrados, sonreía.
Seguramente pensaba en sus fantasías más excitantes. ¿Tal vez se imaginaba que quien lo cogía era un hombre musculoso y peludo, algún superhéroe, algún actor de cine, algún famoso? ¿O estaría soñando que yo, un niño rubio al que apenas conocía… era el que lo iba a penetrar?
Como fuera, hice realidad su fantasía.
Y fue delicioso para los dos. Después de disfrutar nuestros orgasmos, nos abrazamos en silencio. Todo había salido bien.
En la otra habitación, el papá de Marcos gritaba “¡Perra, puta, zorra!”, mientras mi mamá gemía de placer (yo la había escuchado ensayar esos aullidos en sus ratos libres).
Todo eso era tan falso.
-¿Por qué hacen esas cosas?
-Instinto animal, dinero… somos bestias consumistas.
-¿Somos? Vos no sos así, Rusito.
Sentía sus dulces caricias en mis hombros. Y mientras mis manos mimaban ese cuerpo inocente, yo pensaba en mi historia.
Había hecho sexo por dinero, muchas veces…. También me habían violado… Y alguna vez, lo había hecho por amor…
El problema no era el sexo. Era el cómo, era el por qué, era el con quién.
Mientras acariciaba a mi amigo, que ya se había dormido, sentía en la habitación de al lado la mezquina discusión por el precio. Y luego vendrían los besos ruidosos, los grititos fingidos, los gemidos exagerados…
Día tras día. El show debía continuar.
Tal vez era hora de hacerle caso al médico. Tendría que hablar con esa psicóloga. Tendría que aprender cosas nuevas.
Y, definitivamente, tendría que buscar otros caminos.
Fin de “La suerte de una buena carta”
¡Muchas gracias a todos los que han acompañado al Rusito hasta aquí!
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«La suerte de una buena carta» es una serie de 20 episodios:
(1) La suerte de una buena carta – (2) Los juegos que la gente juega – (3) Todo tiene su precio – (4) La dorada obsesión – (5) Ojos de serpiente – (6) Ya no quiero volver a casa – (7) El as de espadas – (8) Nada que perder – (9) Un sueño dentro de otro sueño – (10) Yo robot – (11) Eclipse total – (12) El silencio y yo.– (13) Lucifer – (14) Pirámide – (15) Todo lo que sube tiene que bajar – (16) No puedes llevarlo contigo – (17) Te quemarás los dedos – (18) Te acuestas con perros – (19) Ojo en el cielo – (20) Día tras día (el show debe continuar).
- Todos los episodios llevan el título de alguna canción del grupo de rock progresivo «The Alan Parsons Project»
Gracias, gracias, gracias por estos veinte maravillosos episodios.
¡Muchas gracias por leer y comentar!
Al fin puede leer este capitulo. Cierra muchas cosas sin ser cursi, eso me gusta. También me gusta que el Rusito se replanteé su vida como sexo servidor y quiera recibir ayuda psicológica.
20 excelentes relatos y toda una aventura llena de emociones. Me ha encantado leer la historia del Rusito. Espero que planees escribir más historias con él como protagonista o con nuevos personajes.
Una vez más gracias por los relatos.
Saludos, amigo.
¡Muchas gracias, GoodBoy! Ha sido un lujo tenerte como fiel lector. ¡Gracias por leer y comentar!
¡Muchas gracias, Adria, por haber acompañado al Rusito en esta etapa del viaje!
WOOO!!! me acabo de leer tus 20 capitulos, me llenaron de mucha calentura, algo de ternura, senti un poc de rabia en el momente de ese Renzo de todo lo que te hiso, me senti muy mal 🙁 pero la verda difrute mucho tu historia, aparte de que tiene una muy muy buena redaccion, tiene suspenso, calentura de por demas ajajajaa, amor, sentiemiento, risas!, y otra cosa, no te conosco, pero me caiste super bien!, te apode «el ruso el pillo» la verdad que a tu corta edad, la vida te enseño la malicia, y la supiste aprobechar, pero tu tantas experiencias a tu corta edad me sorprende muchismo, espero que te valla muy muy bien! cuidate mucho si? saludos un abrazo virtual!!!!
¡Muchas gracias por la paciencia y por tus comentarios tan alentadores!
¡Abrazo!
Me ley todos en medio día no los libros del colegio leo pero esto fue wow lastima que acabo pero igual muchas gracias hermoso todo
¡Muchas gracias por leer y comentar!