Diario de un niño (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
De niño a muy temprana edad comencé a experimentar junto con mis amiguitos los temas de la sexualidad, siendo yo muy inocente a mis 9 años al no entender algunas palabras que decían los chicos más grandes, mi amigo Jesús al que todos llamábamos “Quechu” siempre mostro gran interés por explicarme qué significaban y en qué consistían aquellos términos. Quechu era un niño moreno, bajito de grandes ojos marrones oscuros, muy alegre e inquieto. Los dos nos conocíamos hace mucho tiempo al ser nuestros padres amigos y vivir cerca en aquel gran campo del cual era dueño al jefe de mi padre.
El primer día de clases cuando llegue al colegio a primer año ya que por la distancia y el tiempo que tomaba esta no había podido ir nunca al jardín infantil ni nada, le levanto temprano en la mañana muy emocionado, pero luego al estar en la puerta de esa enorme sala llena de niños a los que nunca había visto en mi vida me entro el miedo y sin ninguna vergüenza les confieso que revente en llanto y me aferre a la pierna de mi madre pero esta me dice
-Mira allí está sentado Quechu- al cual mire y me saludaba alegremente invitándome a sentarme a su lado, a si hice y dentro de lo que siguió de la semana fui conociendo a mis otros compañeritos pero más me relacionaba con mi gran amigo Quechu con el cual forjamos un gran lazo que nos unía.
Estando ya más en confianza, un día escuche a uno niños hablar y llamarse entre si pajeros lo cual no entendí, inocentemente me dirigí donde mi gran amigo para consultarle mi duda.
-Oye Quechu, ¿qué es un pajero?, no lo entiendo.
Mi amigo muy entendido en esos temas al ser un niño un poco agrandado, con gran gracia me lo explica entre risas.
-Los pajeros son los chicos que se corren la paja.
Yo un poco ofendido y avergonzado por sus risas solo atine a decirle que ya entendía, pero en realidad me había dejado igual, si es que no peor, ahí quedo el tema al ser interrumpido por los toques de la campana que indicaban la entrada a la siguiente clase.
A eso de las cuatro de la tarde las clases ya finalizaban y todos nos disponíamos a regresar a casa, vivíamos bastante lejos del colegio y digo vivíamos porque dos de mis hermanos mayores asistían al mismo colegio que yo, en cuanto a Quechu, él vivía a un kilómetro más allá de mi casa, el trayecto lo caminábamos todo en grupo, pero esa tarde Quechu me dijo que dejáramos que se nos adelanten, lo cual consulte con mi hermanos mayores que no tuvieron ningún problema, así mi amigo y yo reducimos la marcha hasta dejar que los demás se perdieran adelante. De pronto mi pequeño amigo me dijo que lo siguiera y nos salimos del camino adentrándonos en una especia de monte pequeño pero con muchísimo follaje quedando completamente ocultos de toda mirada.
-¿Qué hacemos? Le pregunte intrigado e inmediatamente note como sus ojos oscuros se llenaban de un brillo de picardía y me dijo.
-oye, no entendiste lo que te explique hace rato cierto. A lo que yo asentí con la cabeza.
-¿quieres que te muestre para que entiendas mejor? Yo acepte gustoso pero grande fue mi sorpresa al ver que mi amigo ante mi respuesta no atino a mas que bajarse sus pantalones y ropa interior hasta las rodillas y ver que su pequeño pene estaba completamente erecto.
¿qué haces? Le pregunte asombrado.
-me voy a pajear para que veas. Y se sentó sobre su mochila e inmediatamente comenzó a masajear su pene rítmicamente.
-dale, hazlo tú también. Yo al principio lo dude, pero al ver la cara de placer que este ponía y verlo ya con los pantalones abajo deje la vergüenza de lado y me senté en frente de él. Comencé un movimiento con dificultad puesto que mi pene no estaba completamente erecto.
-lo estás haciendo mal, deja que yo te ayude. Y dejo su pene para hacerlo en el mío, al sentir sus manos en mi pene sentí como si una extraña pero deliciosa corriente pasara por todo mi cuerpo lo que provoco que mi pene se parara completamente. El placer que me producía esta nueva sensación me hiso serrar los ojos y solo entregarme ante este los masajes de mi amigo, creyendo yo que no podía existir en esos momentos nada mejor en el mundo repentinamente sentí una humedad en la punta de mi pene y algo suave que pasaba sobre él y lo absorbía, mis espaldas se fueron al selo donde mi amiguito me hacía retorcerme de placer, mi respiración se agitaba, pequeños sonidos como tímidos gemidos salían de mi boca, Quechu se detuvo de pronto cortando el placer que sentía en esos momentos.
-¿quieres probar algo aún más rico? Dijo.
-¿Qué es? Pregunte creyendo que eso era lo máximo y no podía existir nada mejor.
-¿quieres o no? Insistió.
-sí, claro.
-si esto te gusto, lo que vamos a hacer ahora te gustara aún más.
-¿Qué haremos?
Quechu se puso de rodillas dándome la espalda, dejando un redondo y apretadito culito a mi vista en el que se distinguía aquel pequeño y rosadito ano el cual unto con un dedo cargado de saliva y me dijo.
-Ahora quiero que me la metas. A esta altura me sentía ya tan sorprendido de sus calces y a la vez entusiasmado que solo atine a incorporarme ponerme detrás de él, poco a poco fui introduciendo mi pene en su ano, lo cual no costo mucho porque debido a nuestra corta edad, nuestros penes no tenían gran tamaño. Cuando ya lo tuve todo dentro instintivamente comencé a hacer un mete y saca comprobando lo que anteriormente mi amigo me había dicho, y es que me recorrió una sensación indescriptible, sentir mi pene en su interior, húmedo y apretado, su ardor, me pegue a él, a su espalda sintiendo casi como si nos convirtiéramos en uno solo, respirando al unísono, hasta que luego de unos 7 minutos sentí como si todo mi cuerpo se acalambrar, como si desfallecerá sobre él al dar una última gran estocada.
Quechu luego se incorporó subiéndose sus pantalones y yo le seguí tratando de no olvidar ni una de las sensaciones que mi amigo me había hecho sentir.
-¿te gusto? Me pregunto mientras nos dirigíamos devuelta al camino.
-Si mucho. Le respondí con voz de agradecimiento.
-a mí también me gusto hacerlo contigo. Me dijo mirándome y regalándome una sonrisa de su hermosa cara en la cual mis ojos ya no veían solamente a un amigo.
Antes de apurar el paso echando carreras mi amigo que se veía algo pensativo me dijo.
-oye Maik, ¿a la próxima me dejas a mi metértela? Yo solo lo mire con ternura y un nuevo amor diciendo…
-claro que si.
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