Diario Sexual 3.- Nuevas oportunidades
poco a poco mis encuentros con Freddy se hacían más esporádicos, los cuales siempre sucedían solamente cuando el sentía la necesidad de descargarse en mí. Pero en ningún momento me plantee la posibilidad de lo que tenía con Freddy, mi Freddy, podría hacerlo con cualquiera..
Ese día en particular lo sentí raro, más de lo que lo había hecho últimamente. Llegué de la escuela con la sorpresa de que freddy estaba en mi sala, sentado en el sofá con los pies estirados, sus brazos a los costados y la mirada al techo, traía lentes de sol puestos — ¿Freddy? — estaba verdaderamente sorprendido, no supe como entro, nunca se lo pregunté.
—¿Por qué tardaste tanto en llegar? — pregunto sin dejar de ver al techo — llevo un buen rato esperándote — volteo hacia mí, de alguna forma supe que no debía hacerlo enojar, había un olor particular en la sala, me acerqué a él, lentamente. Vestía, como de costumbre, uno de sus uniformes de futbol. Estiró su cuerpo haciendo que la erección dentro de su ropa fuera más que evidente, estrujó su carne sobre su ropa invitándome a acercarme — ¿te vas a quedar ahí parado, cabroncito? — sonaba autoritario.
Caminé rápido hasta el, al momento que se levantó dejando caer su ropa de la cintura hacia abajo, había recuperado algo de la espesura de pelos que adornaban su verga; derecha como una lanza, punzaba pareciendo tener vida propia, brillaba y expulsaba tanto líquido seminal que escurría en un hilo desde la punta.
Con urgencia me pegue a su verga atrapando su néctar con mí lengua. Saboreé sus líquidos en cuanto hicieron contacto con mi paladar y abracé entre mis labios su amoratada cabeza, sentí entre mis manos (que abrazaban sus piernas) que le costaba mantenerse en pie.
Se sujeto de mi cabello con ambas manos, con fuerza, suficiente para sacarme su verga de la boca, que tanto estaba disfrutando — ay Freddy, ¡me duele! — chillé, mis manos rodearon sus puños agarrándome grandes mechones de cabello
—cállate, chamaco, ¡cállate y abre la boca! — sonaba agitado, no me percaté en qué momento se quitó su playera, pero ya estaba completamente desnudo frente a mí. Su agarre no se suavizó por más que trate de abrir sus puños — ¿no vas a abrir la boca? — se agacho quedando bastante cerca de mi cara, por el olor que me llego, deduje que, estaba borracho, no sé a qué nivel, pero su aliento olía a cerveza
— me duele mucho freddy, ¡suéltame, Freddy por favor! — un par de lágrimas habían rodado de mis ojos, trague fuerte y ahogue un gemido de dolor.
Luego de un suspiro, soltó mi cabello. Creí que se había calmado cuando me soltó una cachetada. Fuerte. Entonces comencé a llorar con ganas.
De no haber sido por su otra mano sosteniéndome con firmeza, habría caído al suelo — ¿ahora vas a abrir la boca? — pregunto con la boca apretada. Con la mejilla ardiéndome y la mandíbula temblorosa, obedecí.
Mis lagrimas rodaban de mis ojos, mi cuerpo había perdido fuerza. Abrí mi mandíbula lo más que pude, para que freddy me usara como quisiera, pero no dejaba de llorar; aun con su verga metida hasta la garganta se escuchaba mi llanto ahogado. — ¡puta madre! Te dije que te callaras — lo escuchaba decir mientras movía mi cabeza con mucha fuerza obligándome a tragar su verga rápido y profundo, sus huevos colgados chocaban contra mi barbilla empapados de mi saliva.
poco a poco mis manos dejaron de temblar. Tener su verga invadiendo mi boca con ímpetu hizo que me olvidara del ardor de mi mejilla, del temblor de mis manos y su fuerte agarre en mi cabeza. Mis manos se alzaron sobre sus piernas, mi corazón latía fuerte, aprete sus piernas con cautela, y subí hasta sus nalgas duras, lo atraje hacia mí, para que su verga entrara lo más dentro posible. Sentía su cabeza rebosante de líquido seminal chocando hasta lo más profundo de mí.
Mi pecho estaba mojado, estaba salivando en gran cantidad que escurría hasta mi playera. Sus gemidos ahogados y su respiración agitada me obligaban a aguantar su salvaje movimiento de caderas.
Esta vez, un gemido fuerte se quiso ocultar en su boca cerrada. Pero mi cabello siendo jalado con más fuerza me indicó que estaba a punto. Sus embestidas cesaron y, como siempre lo hacía, procuraba depositar su néctar hasta el fondo de mi garganta. Y así lo hizo.
su verga comenzó a brincar rápidamente dentro de mí, lo sentía en mis labios, en mi lengua y en mi garganta haciéndome tragar entera toda su eyaculación. Esta vez la sentí menos abundante, más amarga, más liquida. Pero la trague con ganas, porque era mi recompensa.
Ni siquiera espero a recomponerse, su verga comenzaba a perder firmeza cuando estaba colocando su short, uso sus boxers para secar su cuerpo sudado y un poco para limpiar su verga, una vez listo, lo lanzo a mi lado — ten, para que recuerdes a tu hombre — Para este momento yo ya había dejado de llorar, mi cabeza dolía un poco — sí que eres una puta— me miraba con superioridad, se había quitado sus lentes, y entonces vi sus ojos rojos y levemente ojerosos. Sus palabras hacían que me sintiera de alguna forma avergonzado por lo que hacía, pero eso sucedía siempre que había terminado todo. Aun así, cuando tenía su verga delante mío no había espacio para ese sentimiento, solo había deseo de hacerlo acabar dentro de mí.
Se acerco a mí, agarrándome de la barbilla — No aguanto las ganas de reventarte el culo — me advirtió. Dicho esto, me palmeo la mejilla y se fue.
Esta vez no hubo tiempo siquiera de hablar, me dejo ahí en el suelo, con mi ropa empapada, y ese aroma característico a verga, mezclado cerveza y ese aroma extraño que sentí al llegar a casa. Incluso había terminado con mucha rapidez. Aun podía sentir su verga golpeando mi garganta. Tenía ganas de más. Pero tuve que conformarme con eso. Al menos de momento.
Esa misma tarde estaba ansioso. Muy rara vez salía de casa cuando estaba solo; de igual modo no creo que mi a madre eso le quitara el sueño. Pero me decidí por visitar a mi amigo Rony, que vivía a unas cuantas calles de mi casa, con suerte me distraería jugando. Para mi suerte, me encontré con la noticia de que no había nadie en casa; así que, resignado, caminé de regreso a casa.
Fue entonces donde, queriendo acortar camino por un pequeño baldío abandonado, me tope de frente a un hombre de pie, orinando. En ese momento su verga se convirtió en mi centro de atención; aun viéndola flácida colgando con pesadez y un chorro de orina saliendo de la punta me pareció que era más grande que la verga de Freddy. — ¡hey! — Sali de mi trance — ¿qué miras, niño? — no sé cuánto tiempo estuve mirándolo, tenía el ceño fruncido, por alguna razón tuve miedo de el.
Se quedo parado, yo no me había dado cuenta que hacía rato había dejado de orinar, sus manos en la cintura me indicaron que no tenía intención de guardar su verga, incluso la sacudió con descaro. Su mirada estaba fija en mí provocó que mi cuerpo entero se pusiera caliente.
Mis pensamientos comenzaron a volar cuando vi que su verga ya no estaba completamente flácida. inmediatamente se me antojo probarla, sentir la piel caliente de su verga contra mi lengua y su leche inundar mi boca, quería escucharlo gritar cuando descargara su semen en mí.
Sentí como si algo en mi se hubiera liberado. La cabeza de su verga comenzaba a asomarse de la pielecita que lo cubría, rosadita y bastante gorda, más que el resto de su verga. En ese momento su trozo de carne maciza sirvió como llave a una puerta que no sabía que existía. Y mi boca era la cerradura. Finalmente sentí que mis ojos fueron abiertos a nuevas oportunidades.
¡Dios!
No sé cómo no lo pensé antes, freddy era solo una verga, miles de hombres había allá afuera con ganas de una boquita en donde botar leche que cargaban en sus huevos. Pero ¿cómo iba yo a pedir eso a alguien? No era como pedir un vaso de agua.
Y, aun así, ese hombre me estaba ofreciendo justo lo que necesitaba. Comenzó a caminar hacia mi después de echar un vistazo hacia la calle, asegurándose de que nadie lo viera. Su verga se meneaba de un lado a otro más erguida, ahora completamente liberada de su cuerito brillaba de lo hinchada que estaba.
Estábamos a escasos centímetros, su verga de puta gruesa y rosada apuntaba a mí, brincoteando de gusto. Sin pedir permiso la tomé en mi mano siendo incapaz de rodearla por completo. Mi cara ardía de emoción. Era grande y gorda. Estaba fascinado de tenerla en mis manos, tan caliente como la verga de Freddy e igual de firme, con una curvatura leve hacia un costado remada con una cabeza acampanada de un rosa intenso y brillante. Era como una deliciosa paleta, incitándome a descubrir su sabor por lo que no me hice esperar.
Me engullí su hermoso glande entre mis labios — ah mira, que cabrón me saliste — gimió de gusto, tuve que abrir más mi boca para poder introducirlo la hombría de aquel desconocido. Él era bastante alto y yo bastante bajo; en ese momento apenas tuve que inclinarme un poco para tener su verga a mi alcance.
Tome su verga con ambas manos, como un micrófono, y aun así una parte de su tronco quedo libre, lo cual me sorprendió por que la verga de freddy con ambas manos la cubría casi por completo. En el caso de esta nueva verga, aun usando ambas manos, su cabeza quedaba libre y poco más. Me pregunte si sería capaz de tragarla por completo.
Centré mi atención en ese glande, chupándolo como un caramelo, uno que no había probado, y me estaba encantando. Estaba emocionado, sentía su carne caliente en mis manos y en mis labios, su cabeza que antes había tenido restos de pipi con su sabor característico ahora brotaba líquido seminal, más viscoso, un poco salado, pero delicioso. Estaba fascinado. succionaba con ganas mientras apretaba su tronco bastante duro, rodeado de venas saltadas.
Sus enormes manos comenzaron a acariciar mi mandíbula, mis mejillas, mis orejas; lo hacía con suavidad, sus gemidos sonaban fuertes por su gruesa voz. Me sostenía de ambas orejas, suave, pero firme y comenzó a empujar sus caderas hacia mí, obligándome a esforzarme en dar cabida a su verga en mi boca. Hice todo lo que estaba en mi: abrí grande mi mandíbula y aplané mi lengua para darle espacio, pero su glande era demasiado gordo para mí. Meneaba mi lengua alrededor de su verga lo mejor que podía.
Nos miramos a los ojos, su amplia sonrisa derrochaba morbo; yo estaba feliz de tener, al fin, una verga en mi boca. Lo miraba desde abajo mientras el movía sus caderas empujando si cuerpo lentamente contra mi cara; acaricio mi cabello y mis cachetes. Me sentí bastante a gusto con este hombre del que ni siquiera conocia su nombre, pero su sonrisa parecía amable. Su barba cerrada quedaba perfecta con su mandíbula cuadrada y labios gruesos. Calculo que debiera tener unos 45 años.
No era el hombre más guapo, pero me encantó, le corrían gotas de sudor por la sien, — que bien lo haces mami — me decía con voz sensual, cosa que me emocionaba bastante. Ponía todo mi empeño en querer tragar todo su miembro, pero me fue imposible llegar a más de la mitad. — no te esfuerces demasiado mi amor, — me decía cada que trataba de engullirlo más, provocándome yo mismo arcadas — lo estás haciendo delicioso. —
Me concentre, entonces, en darle placer, su verga ya estaba babosa por la mezcla de su líquido seminal y mi saliva, la saque un rato para descansar mi mandíbula. No sé cuánto tiempo había pasado, pero no quería que acabara nunca, lo masturbaba lentamente, desde la cabeza hasta llegar a sus pelos gruesos y largos. No le quitaba la vista a esa hermosa verga, no podía dejar de verla.
—dime, mi amor, ¿te gusta mi verga? — me levantó la barbilla. Mi corazón latía fuerte
—me gusta mucho— le respondí feliz, el sonrió ante mi respuesta
—¡que rico estas, nene! Estas divino. ¿Quieres mostrarme todo lo que sabes hacer con tu culito? — Creo que mi cara de confusión fue bastante evidente — ¿no quieres? No me lo niegues, amor, anda. — comenzó a decirme. Agarro su verga desde la base, la apretó, comenzó a brincar en su puño, como si estuviera a punto de venirse — No me puedes dejar así, bebe — su voz y su cara, parecía dolido, como un niño pidiendo un dulce
No sabía que decir — es que no sé de qué me habla, señor — dije con voz nerviosa, solo quería seguir mamando su verga deliciosa
—no me digas que no te la han metido por el culito — comenzó a reír, cuando lo negué — no me mientas, amor — se acercó a mí, de cuclillas y me abrazo — si haces maravillas con esa boquita — acariciaba mis labios — no puedo creer que no te hayan reventado el culito aun, mi amor. ¿Quién te enseñó a hacer esto? —
de inmediato pensé en Freddy ‹‹ No aguanto las ganas de reventarte el culo ›› fue lo que me dijo esa misma tarde. Entendí que ese hombre se refería exactamente a lo mismo. Mi inocencia no conocía más allá del sexo oral, por eso me encontraba un poco confundido
—ven para acá, mami — se había acomodado la verga dentro de su pantalón, nos adentramos más a la casa abandonada en la que estábamos, eran un simple cuarto de 4 paredes con una losa a la que las varillas oxidadas se asomaban por la parte de abajo, no tenía puertas ni ventanas. Por dentro, los muros tenían grafitis viejos y en el suelo había botellas de cerveza rotos, envolturas de comida chatarra y polvo. Camine delante de aquel hombre, quedando ocultos completamente de la calle. — ahora sí, dime quien te enseño a usar esa linda boquita — se sentó en una pila de tambos vacíos, frente a mí. Negué con la cabeza recordando las incontables veces en que Freddy me advirtió no hablar de eso con absolutamente nadie.
Me lanzo una sonrisa de boca torcida — no importa nene. Me gusta, que sabes cuando abrir la boca y cuando debes mantenerla cerrada. — me tomo de la mano, me acerco a él, me presiono entre sus piernas — ahora la abrirás, pero para mamarme la verga, y yo voy a abrirte ese culito. — acariciaba mi espalda de arriba abajo — y más te vale que esté cerrado — su mirada amable de pronto era seria, mi corazón comenzó a latir más fuerte cuando sentí sus dedos debajo de mi playera, estirando el resorte de mi short, con delicadeza. Su semblante había vuelto, tenía la misma cara amable que antes. Me dejé llevar. Sus manos acariciaban mi cintura, al tiempo que bajaba el cierre de su pantalón, para liberar su verga nuevamente. Seguía igual de dura, y húmeda.
me agaché, engullí su verga en mi boca, lo más profundo que pude. Gruñó de gusto. Sus manos bajaron mi short y trusa juntos, lentamente hasta la mitad de mis piernas; mi diminuta verga, note que, estaba dura como un lápiz. Tomó mis nalgas entre sus enormes manos; las estrujaba con suavidad, las presionaba y las separaba entre sí, — ¡huy! que rico culito — sus manos gruesas eran ásperas, pero su tacto era delicado. — ¿quieres verga amor? ¿Quieres que papi te haga su hembrita?
Trate y trate de tragar lo más que pude, tasta que mi garganta dolía de tanto empuje que solo yo provocaba. levanté la vista, demasiado agitad, excitado, acalorado por la situación — quiero tu verga papi — respondí casi suplicante, presa del placer que estaba sintiendo, sin saber exactamente el significado de esas palabras.
Sus dedos comenzaron a acariciar la entrada de mi agujerito cerrado. Jamás había tocado de esa forma, su tacto me hizo contraer el culo insistentemente; sus dedos se movían alrededor, y presionaba despacito. — amorcito, tengo que darle a tu culito lo que me pide — de alguna forma comenzaba a entender lo que planeaba, quizá lo entendí desde el principio, solo me estaba haciendo tonto — esto es lo que querías ¿no? Un buen macho que te de verga. — Susurraba en mi oído. Me encantaba. Toda la situación me encantaba. Sentía in poco de temor, pero en el fondo me gustaba esta sensación.
Me recostó en sus piernas, muy a mi pesar, me separó de su verga. Mi pecho y mi barriga estaban sobre sus piernas peludas, tenía una vista perfecta de mi culo; comenzó a tallar su mano en la raja de mis nalgas, las apretaba con más fuerza, las separaba, haciendo que mi culo palpitara al sentir sus dedos acariciándome.
Me deje llevar, me concentre en disfrutar las sensaciones que me provocaba su tacto, sentí humedad en el culo. Al voltear vi su saliva derramarse entre mis nalgas; usaba sus dedos para untarla alrededor de mi botoncito aun cerrado. Empujaba su dedo gordo contra mi agujerito, al ritmo de mis palpitaciones — tu culito pide verga a gritos mami — comenzó a presionar contra mi anillo rugoso con más y más fuerza hasta que logro vencer la presión.
Di un respingo al sentir su dedo hundirse en mi anillo de carne, una vez dentro no se detuvo hasta que tuvo su dedo ensartado por completo en mi culo. Esta vez quien gemía era yo, un poco de dolor y un poco de gusto. Movía su dedo dentro de mí, como su estuviera rascándome las tripas. Mi cara se torcía en risas nerviosas y gemidos leves
—¿te gusta mami? —preguntó, comenzando a deslizar su dedo fuera
—¡ah! Me gusta, señor ¡hmm! N-no lo saque, por favor señor ¡hmm! — era una nueva sensación para mí, y definitivamente me estaba gustando bastante, no sé por qué me costaba tanto esfuerzo hablar. Supe que se rio con satisfacción ante mi respuesta, pero no me importo. Su dedo entro nuevamente, hasta el fondo, y salió nuevamente y entro una vez más.
—parece que no mentías, amor — me beso el cabello — tu culito está bien cerradito, estas bien apretadito — Deslizaba su dedo por mi agujero apretado una y otra vez, — ya verás lo rico que vas a sentir cuando te abra el culito con mi vergon. — su dedo comenzó a entrar aumentando su velocidad, sin llegar a ser brusco, molestaba un poco, pero era más el placer que estaba sintiendo. Sentí el pecho apretado ante la idea de imaginar su verga entrando en mi culito; no pude tragarla completa por la boca, ¿cómo podría hacerlo por ahí atrás?
Tuve miedo, un dedo me causaba molestia, su verga era mucho más grueso y largo que un dedo: eso causaría más que una simple molestia. Aun así, no tenía intención de huir.
Me tomo por sorpresa cuando saco su dedo de mi cuerpo y me despojo de mi short, de la cintura hacia abajo estaba completamente desnudo, mi ropa tirada en el suelo.
Me acomodó boca abajo sobre los tambos, hice lo que pude para estabilizarme. Sentir su verga tallándose sobre toda la raja de mi culo era delicioso, resbalaba rico su piel babosa entre mis nalgas, abrió mis cachetes del culo, y comenzó a puntearme el agujero con su vergota. El chapoteo que se escuchaba de su verga entre mi piel hacía que me cosquilleara el cuerpo. Respiraba agitado, gemía. Mi culo se contraía de la emoción.
Supe, en cuanto detuvo su movimiento, que esta vez lo haría. Se posiciono tras de mí, acomodo su cabeza rebosante de líquido seminal en mi agujero, y comenzó a empujar.
Su empuje no ceso, era una lucha a ver quién era más resistente, mi culo se hundía, esa verga amenazaba con romper mi esfínter si no cedía el paso, pero ¿Cómo hacerlo? No sabía cómo cederle el paso dentro de mí, aunque deseaba que lo hiciera.
Sentí mi culo estirándose por el empuje. Una leve punzada de dolor crecía en mí. Esto sería imposible, pensé. Arrugué la cara de dolor — Se-señor, me está doliendo — quise levantarme. Pero su mano me detuvo.
Aflojo su empuje un segundo, y continuo — aguanta mami, ya verás que te va a encantar — quise levantarme, quise empujarlo, pero me era imposible. Sabía que aquel hombre no iba a detenerse; una parte de mi quería que continuara, pero aún no entraba y el dolor era terrible
Finalmente, mi anito comenzó a abrirse—¡aaahgg! — grite. Mi cuerpo se tensó de golpe. Comencé a llorar.
En ese momento se alejó de mí, el ardor que sentí cuando comenzó a abrir mi culo permaneció un momento. Supe que no entró, pero había comenzado a estirarse mi culito, había comenzado a romper la barrera que le impedía penetrarme, y fue un dolor terrible. Me incorporé cuando supe que se había despegado completamente de mí. Lo vi de pie unos pasos atrás, con los pantalones hasta los tobillos. Su verga para nada había perdido firmeza, pero se notaba preocupado; corrio a una ventana cercana, mirando a la calle, a todos lados.
Se acerco a mí, bastante serio — ¿estas bien, niño? — asentí, se incorporó, apretando la sien — ¿que no era lo que querías? — noté que estaba molesto, comenzó a vestirse, no traía ropa interior.
—me dolió mucho lo que hizo— trataba de no llorar. Nuevamente pensé en Freddy, y las veces que me había golpeado cuando hacía cosas que no le gustaban. — pero puedo seguir mamándosela si quiere— dije con timidez.
Miraba constantemente por la ventana, me sostuvo por un momento la mirada, con los dientes apretados. Me acerque a él, acaricie el bulto que formaba su verga alzando la gruesa tela de su pantalón, se alzaba poderosa sobre la tela. Su mano volvió a acariciar mi cabello, con su ayuda libere nuevamente su verga de su pantalón. Una vez mas la tome entre mis manos, tan hinchada como al principio. Me acerque a él, saboreando su delicioso caramelo.
De un tirón me hizo mirar hacia arriba — ¿crees que vas a estar jugando conmigo? — note el enojo en su mirada. — chamaco pendejo, pero no me vas a dejar con dolor de huevos — aprovecho que trate de hablar para meterme su verga en la boca; trate de decirle que me dolía, pero inicio el vaivén de su verga embistiendo mi boca, apenas tenia chance de mover mi lengua para acariciar su verga que chocaba al fondo de mí.
Me escurría la saliva por la boca, sus manos apretaban mi cabeza y se movía con fiereza contra mí, que luchaba por no vomitar en repetidas ocasiones.
Me separo de su verga, me tenía bien sujeto de mi cabello, su verga bien babosa, repleta de mi saliva, escurría hilos entre ese pitote y mi boca, casi toda mi cara estaba chorreada de la misma mezcla. Con su verga a escasos centímetros de mi cara comenzó a masturbarse frenético. Abrió sus piernas —chúpame los huevos putos — en un segundo mi cara tenia sus huevos reposando en mi cara, me apretó contra él; sus huevos eran grandes y peludos, encogidos bastante cerca de su verga pero aun así no dejaban de ser grandes.
Saque mi lengua y la pase por todos sus huevotes mientras movía mi carita entre ellos, — así putito, chúpalos — no dejaba de masturbarse fuerte y gemir, todo el estaba sudando. Ahí estuve un buen rato: con sus huevos rozándome la cara, lamiéndolos; su mano no me soltó el cabello en ningún momento.
Con el mismo agarre me separó de él, listo para botarme su leche en toda la cara, sus piernas se doblaron cuando su verga se encimo en mi boca abierta, la descarga de semen salpico por toda mi carita: frente, ojos (que afortunadamente cerré), cachetes y boca. Su esperma fue muy abundante, espeso y tibio escurriendo por mi cara. Se movía con espasmos mientras salpicaba mi rostro, usó su verga para recoger todo su semen y me la dio a mamar. Lamí su pitote embarrado de todos sus mecos, saboreando desde la cabeza hasta lo que pude introducir en mí, lo lamia desde la punta hasta la base; me lo arrebato para recoger mas semen de mi cara y una vez mas me di a la tarea de limpiarlo, tragando hasta la última gota.
Su mirada estaba llena de lujuria — te tragas la leche como toda una zorrita — seguí chupando su verga todo el tiempo que seguía dura, se fue ablandando en mi boca hasta recuperar su estado de flacidez — lástima que seas una putita chillona — finalmente su mano me soltó el cabello, aliviado, me lleve la mano a la cabeza. De alguna manera, sus últimas palabras las había tomado como un regaño, me sentí mal, como si lo hubiera decepcionado.
—perdone señor, no pensé que me dolería tanto — agache la cabeza — debí aguantar más.
se agacho a mi altura tomándome de la barbilla — pues sí, niño; eso es lo que hacen los putitos como tu. aguantar — dijo finalmente con voz tierna, lo que contrastaba tanto con el contenido de sus palabras — siempre andan buscando verga, y cuando la tienen no la aguantar — me quedé pensando que, quizá, pude aguantar un poco más. No lo se.
—quisiera volver a verlo — ni siquiera pensé las palabras cuando lo dije, pero lo dije, y realmente lo deseaba. Quizá esto podría evolucionar a algo más, pensé en la posibilidad de tener algo parecido a lo que tenia con Freddy. Había probado una verga nueva y me había encantado.
Esto pareció cambiarle su ánimo, porque su sonrisa volvió, esa sonrisa amable estaba de vuelta, me hizo sonreír a mí también — a mí también me gustaría volver a verte, mi niño, pero me parece que será difícil estar en contacto — suspiro sin encontrar solución cuando le negué el hecho de tener teléfono — podemos vernos aquí de nuevo y… te llevo a un lugar mas bonito — dijo mirando a nuestro alrededor.
Feliz acepte la propuesta. Me vestí, note que había usado mi short para limpiar su mano cuando me dedeo el culo. El solo se rio y me dedico una mirada como diciendo ¿Qué vas a hacer?
No pregunte su nombre, tampoco el pregunto el mío, realmente no pregunto nada sobre mi y yo tampoco lo hice. Una vez establecido nuestro acuerdo salí de aquel lugar después de esperar un rato. me pidió quedarme escondido por unos minutos después de salir él; y así lo hice
Salí a la calle, mirando a todos lados y ahí seguía el: parado a lado de un tráiler, platicando con un joven de no mas de 25 años. Ninguno de los 2 me volteo a ver, pero no me importo. De todos modos, nos encontraríamos en el mismo lugar exactamente una semana después
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