Don José, el hombre de la basura, sintiendo el peso de mis nalgas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy heterosexual pero esto ocurrió cuando yo tenía 14 años, casi de manera inesperada.
Cada mañana, don José, levantaba la basura de las casas, en su carrito desgastado por el tiempo.
Aquella mañana estaba solo en casa porque era un día no laborable y mi familia había salido, quedando yo de casero.
Escuché un ruido por lo que salí a ver por la ventana.
Don José, mientras ponía las bolsas en su carro, preguntaba cosas.
Al decirle que estaba solo, se animó y me dijo si podía hacerlo pasar al baño.
Acepté.
El hombre entró y mientras caminaba al baño, se me cruzó observarlo por la cerradura.
Luego desistí.
Cuando salió y venía hacia el comedor, miré inconscientemente hacia su entrepierna y vi que su pantalón se abultaba.
Se agarró el bulto delante mío como disimulando que se acomodaba.
De pronto un calor subió a mi cara, seguro que el viejo lo notó.
Ahora me pedía un vaso con agua; tenía el completo control de la situación.
Cuando vine, estaba sentado en el sofá.
-Venga mijo, siéntese acá, me dijo.
Con miedo pero con morbo, accedí.
Agarró el vaso, pero sin beber, lo puso en el mueble.
Entonces bajó el cierre de su pantalón, desplegando su pene grueso, potente y peludo.
Lo miré absorto.
El viejo mientras meneaba la cabeza de semejante cosa, me pedía por favor que se lo tocara.
Yo, sin dejar de mirarlo, estaba paralizado.
Era muy chico y este hombre calculo que debía tener unos 60 años.
Algo desaliñado aunque eso sí limpio y de hermosos ojos azules; jamás pude entender porqué la vida lo había tratado así.
Ante mi inercia, él tomó una de mis manos y la puso en su miembro.
-Pero don José, dije casi sin convicción, tampoco él me estaba escuchando, preocupado en que yo lo masturbe sin más.
Soltó mi mano, dejando que yo masturbe esa cosa hervida en esos momentos.
– Vamos mijo, haga feliz a este viejo.
Yo comencé a excitarme también, viendo como gozaba el hombre y sintiendo su respiración entrecortada.
Sacó mi mano de su miembro, interrupción que me molestó un poco.
-Arrodillése mijo.
Me pidió abrir la boca, introduciendo su gruesa pija en ell.
Torpemente succionaba su miembro.
Al viejo le encantaba.
De a ratos, yo miraba hacia la puerta temiendo la llegada de alguien.
Mi saliva regó su pene, con mi lengua recorría cada milímetro de esa carne marrón y venosa.
Hasta me hizo lamer sus huevos peludos.
Don José, entonces quiso ir más allá.
— -Mijo, venga siéntese encima mío.
Sea mi mujer.
Esto me puso a mil.
Bajé mi pantalón, mostrándole de frente el culo al viejo.
Este, excitado comenzó a amasarlo.
El morbo de la situación me hacía permitir todo.
Un pordiosero, viejo además estaba a punto de gozarme.
La verdad, ya no me importaba nada.
Quería sentirlo a don José dentro de mi, bien dentro de mi.
-Mijo, ya hace un tiempo que lo deseaba pero no creía que usted me acepte.
Caliente recuerdo que le conteste: -Soy suyo.
Don José tomó un frasco que había por ahí, untándome un ungüento en mi agujero.
Introducía sus dedos, dándome un placer infinito.
-Agachese.
si así.
Me gusta mijo.
No recuerdo el momento ni como hizo pero yo estaba sentado, bien abierto sobre el grosor enorme de su miembro.
Frente a un espejo, observé mi rostro desorbitado, cabalgando esa cosa descomunal.
Me rompió y en su afán de humillarme me decía cosas como que yo era su puta, ¿le gusta sentarse en mi pija?, o ¡le gusta mijo como le rompo el culo! Yo recuerdo que decía así.
Así rompáme viejo hermoso.
Estaba poseído.
Hizo que me levantara cuando se vino, aunque igual salpicó mucha leche caliente en mis nalgas.
Su gemido al acabar fue inconmesurable.
Dolorido, sentía ganas de seguir montado allá arriba.
Limpié su pija sucia de líquidos y olores con mis manos y boca.
Se despidió con un beso en la boca que yo correspondí.
Al tiempo me puse de novio con una chica, a quien la cogí de mil maneras.
Don José falleció tiempo después producto del frío pero la estela de su recuerdo quedó dando vueltas por ahí un tiempo largo.
Deseé encontrarlo por ahí para gozarlo mejor, lo había imaginado muchas veces, tomando yo la iniciativa, dejando que me digas cosas sucias e introduciéndome en el mundo del placer.
A su memoria, este relato.
me hubiera encantado cabalgar a Don José y que me llene de lechita