Donaciano y sus dos golosinas.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El otro vigilante los observaba en silencio, también estaba tomando. Platicaban cosas triviales, sin importancia. Donaciano empezó a sentir un ligero calorcillo en la nuca, al ver a los dos vigilantes su cerebro empezó a imaginar lo que podía pasar. No tardó mucho en efectuarlo.
Ya algo tomado comenzó a dirigir miradas furtivas a las entrepiernas de los vigilantes, que al momento entendieron los mensajes. Si más, el negro se bajó el ziper y sacó su tremendo tolete: grandote, venudo y cabezón. Donaciano se hincó rápidamente y lo tomó con las dos manos empezando a mamarl suavemente, el negro empezó a bufar. El blanco se acercó a la pareja y bajó sus pantalones y bóxer al mismo tiempo acercando la verga a Donaciano que al momento de verla, soltó la deliciosa vergota negra que tenía en la boca. No podía creer lo que miraba.
Era una verga extremadamente larga, muy blanca con unas venas azuladas que la zurcaban desde el troncón hasta la cabeza, la cabeza mmmmm, enorme y en la parte posterior dividida en dos con los lóbulos redondos. En la parte de arriba se veía como si fuera una pelota de tenis abriéndose con una corona muy amplia reforzada por un borde grueso muy pronunciado… “es una verga perfecta” pensó Donaciano.
La uretra de la verga perfecta parecía mirarlo, escurriendo una enorme gota cristalina que sin tocarla con las manos acercó su boca y la tomó con la punta de la lengua. No dejaba de mirarla, admiró su perfección parecía esculpida en mármol.
Donaciano ya quería tener dentro tal monumento al sexo y al placer. Lo jaló, mordió, chupó, hasta que lo dejó listo para cogerlo. Se sentó encima del hombre blanco que estaba sentado en un gran sillón, éste dejaba hacer a Donaciano, se veía que era un experto. Donaciano le puso las manos en los anchos hombros y pego su pecho al del hombre blanco que lo tenía cubierto de abundante pelo, esto calentaba más a Donaciano que se restregaba en el mientras con una mano se acomodaba la preciosa verga en la puerta de su ano que se abrió goloso ante aquella carne tan bella, tan caliente y tan dura. Mientras se iba sentando en la mejor verga que había tenido, el negro le acercó la no menos apetitosa vergota oscura con la cabezota de un color rosado.
Cuando la verga perfecta le entró hasta el fondo, Donaciano ya se había venido muchas veces, se sentía trabado por aquél enorme pedazo de carne blanca. Lo empezó a coger suavemente, “Quiero tu verga también papi, damela aunque me revienten…”
El negro no se hizo esperar, se colocó detrás de Dona empujándolo hacia el velludo pecho del vigilante blanco. Arrimó su verga negra que contrastó al instante con la verga blanca. La acomodó por encima y comenzó a empujar despacio, hasta que el culo de Donaciano cedió, le entro la cabeza. Donaciano sintió que lo partían en dos, pero ya muy excitado le dijo “Toda papai… toda… dame toda tu vergota, si dos vergas ricas para mi ano….ohhhhhhhh” empezó a gemir y casi a convulsionar, le temblaban las manos, sus ojos estaban en blanco, mientras las vergas entraban y salían una y otra vez…
“Quiero tomar su leche… aggggg” empezó a aventar chorros de semen en el vientre del blanco.
Los dos hombres casi al mismo instante se separaron y recostaron a Donaciano en el sillón. Se pusieron uno a cada lado acercando sus deliciosas vergas a la boca de Donaciano que las lamía gustoso… los dos hombres empezaron a resoplar y en un grito casi al mismo tiempo empezaron a lanzar su deliciosa descarga en la boca de aquel caliente y goloso chef México-americano.
Donaciano se atragantaba pero casi se bebió la totalidad de la leche que le aventaron, al final mamó primero la negra hasta que la dejó limpia, siguió con la hermosura de verga que lo hizo tan feliz, la siguió mamando hasta que se volvió a poner otra vez dura… y le dijo… “Dámela otra vez papito…”
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