Dulce y Amarga amistad 09
sentí la verga de mi hombre en la puerta de mi culo preparado para entrar, a pesar de lo lubricado que tenía el ano y de estar acostumbrado a recibir su pene le costaba meterlo.
Dedicado a ustedes queridos lectores.
Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro
A partir de aquel momento Demian se convirtió en mi alimento, el ser que me daba la vida y del que no me podía alejar mucha horas porque, como una planta sin agua me secaría, y por ese motivo soportaba las, para mi parecer, aburridas reuniones con sus amigos de los que solo me agradaban dos, entre los que se encontraban, Roman su mejor amigo y Miguel, que a veces competían con Demian en atenderme, y tratarme entre bromas como si fuera el novio de los tres, o ver a las chicas amigas suyas intentando seducirlo. Aprovechaba cada segundo que se me ofrecía para estar a su lado.
Gozaba al verle desenvolverse, hablar y moverse en su mundo de mayores, sus ademanes a veces tan sensuales, que al parecer solo yo veía cuando miraba a alguna muchacha o chico amigos suyos.
Dos o tres veces a la semana me visitaba en mi casa los días de clase, a veces solamente para hablar y besarnos largo tiempo hasta que tenía que marchar, y otras desesperados del deseo que nos invadía, para hacerme el amor. Alguna de las veces era él quien tomaba la iniciativa, el momento más dichoso cuando no tenía que pedirle, rogarle que me hiciera el amor, que me tomara, y aún sintiéndome avergonzado se lo pedía si era necesario.
-Demian, no puedo esperar más tiempo, el sábado está muy lejos, házmelo por favor. –Acariciaba su verga por encima del pantalón, no entendía que me lo negara si él también lo estaba deseando.
-Va a llegar Paula a buscarme cuando salga del trabajo, no tenemos tiempo, ya sabes lo puntual que es. –Yo insistía, con mi brazo sujetándole la cintura y con la mano derecha agarrándole la cabecita del pene ya húmeda. No le dejé continuar hablando y me coloqué a horcajadas cobre su vientre tirando mi culito hacia atrás hasta tropezar con su hinchado paquete.
-Tenemos tiempo mi vida, se quedará a hablar con el servicio o con mamá. –Le había descubierto el pecho y lamía goloso sus tetillas cambiando de una a la otra.
-¡Ohhh! Jesús, me vuelves loco no ves que yo también lo deseo. –Elevé la vista para mirarle su respirar angustioso.
-¿Qué es lo que deseas? ¡Dime! -Me deslicé para mirarle fijamente sin dejar de acariciarle la polla.
-A ti Jesús, sabes que es así, eres lo que más deseo de este mundo y no dejaría de besar tu maravilloso rostro, tus labios que me desquician. –Comenzó a darme caricias pasando la lengua por mis labios y se alejó dejando vacía mi mano que sostenía y acariciaba su pene.
-Fóllame antes de que llegue Paula, no necesitaremos mucho tiempo, estoy a mil Demian. –Resultaba auténtico, el anito me latía deseoso de tenerle y duraría muy poco antes de eyacular, sin hacer nada sentía deseos de vaciarme enervado por el calenturiento deseo.
Observaba como Demian se movía sobre mí y se colocaba entre mis piernas retirándome la ropa y esperé hasta que él quedó desnudo como me había dejado a mí.
Entonces la noté, sentí la verga de mi hombre en la puerta de mi culo preparado para entrar, a pesar de lo lubricado que tenía el ano y de estar acostumbrado a recibir su pene le costaba meterlo. Eso le agradaba siempre a mi amante, comprobar que a pesar de lo que usaba mi culo siempre lo sentía estrecho.
Empujaba con potencia y metió la polla hasta lo más profundo de mi vientre haciendo que soltara un gran gemido que me salía de lo más hondo. Con toda la verga enterrada se inclinó y buscó mis labios. Me sentía transportado por la excitación de la dura metida y el sentir como me llenaba, mordí sus labios cuando los depositó sobre los míos y mientras me penetraba la boca con la lengua comencé a sentir los movimientos que hacía follándome el culo logrando que me envolviera una agradable sensación de calor y placer.
Teníamos los cuerpos pegados y Demian me penetraba sin parar, moviéndose sobre mí disfrutando cada entrada de su verga mientras yo no cesaba de gemir sin parar. Me sentía alcanzar la gloria sintiendo el falo de mi amante llenándome completamente y sintiendo como movía mi cuerpo al ritmo de las embestidas de sus caderas.
El calor iba en aumento y el placer del roce de la polla en el culo resultaba delicioso. Sentía el sofoco que me llegaba a punto de alcanzar el orgasmo sin tocarme el pene, pero no quería correrme aún, tenía que aguantar un poco para sentir más placer.
Le abracé la espalda con los brazos y la cintura con las piernas para inmovilizarle y evitar que se moviera tanto, hincando mis dedos en su carne y el continuaba penetrándome sin cesar y entonces llevé las manos a su duro culo que se endurecía en cada penetración y ya no pude aguantar más.
-No te detengas, por favor, sigue follándome fuerte. –No podía decir otra cosa sintiendo como el semen salía de mi dura polla. Siguió cogiéndome el culo y a pesar del placer que me hacía cerrar los ojos, le veía sonreír orgulloso por hacerme disfrutar de esa manera, gozando él también de los gritos que me arrancaba y al notarme vibrar entre sus brazos.
Estaba haciendo descubrimientos que no cesaban de presentarse cada vez que me follaba el culo, nunca había sentido tanto placer con Alfonso cuando yo era el activo y lo follaba, ahora sabía lo que me gustaba de verdad, y esa sentirme dominado por un auténtico semental, aquello era lo mio y a lo que penaba renunciar.
A pesar de terminar de correrme, mi pene no perdía la dureza y soñaba con volver a sentir esa sensación mágica, necesitaba volver a gozar otra vez y en el menor tiempo posible.
Aumentó el ritmo de las entradas y salidas haciendo la follada más dura y rápida, disfrutaba de la dureza granítica de su verga y del calor que me transmitía con su ejercicio sobre mí, unidos por el sudor de nuestros cuerpos, sintiendo como su boca babeaba dejando caer la saliva en mi cara y Demian llegó a su final.
-Jesús, no puedo aguantar más, me corro. –Gritaba cada vez que la metía.
-Sí mi vida, te espero, dame la leche en mi culito.
Resultaba increíble mi placer por la sensación de aquel durísimo pene de Demian, sentir en mi cuerpo el suyo musculoso apoyado sobre mí, resultaban demasiadas sensaciones placenteras y se clavó en mi cuerpo hasta lo más profundo. Sentía su orgasmo y como su verga palpitaba y se ponía más dura y gorda, salieron hasta cinco chorros de semen que sentía calientes en mi vientre y me llenó por completo. Descansó unos minutos hasta recobrar el aliento, su verga seguía sin perder la dureza la mía continuaba igualmente erecta.
Salí de debajo de él y lo monté a horcajadas como un ágil jinete, agarré su verga con una mano y la guié a la entrada de mi ano dejándome deslizar sobre ella, metiéndola en mi culo del que resbalaba su leche, notaba como cada centímetro de su polla volvía a abrirse camino en mi mojado recto, tuve que cerrar los ojos para asegurarme del placer de volver a sentirla dentro.
Coloqué mis manos sobre sus duros pectorales y comencé a cabalgarlo. Demian miraba lo que yo hacía, absorto sujetaba mi cintura ayudándome a subir y bajar sobre su falo y luego cogió con una mano mi polla para acariciarla e irla masturbando.
Lo cabalgaba como un loco moviendo a veces mis caderas en círculo, y otras a derecha e izquierda para que sintiera más gusto con el roce de su verga en mi recto. No cesábamos de emitir gritos de placer y gemidos que intentábamos acallar para que no se nos escuchara.
Volví a disparar los chorros de mi leche en su mano y vientre y Demian con mi último orgasmo de ese día y justo en ese momento, repetía su eyaculación volviendo a llenarme de leche. El doble coito había sido duradero y sumamente placentero dejándonos muy satisfecho, y cansados.
De repente me dio la vuelta y quedó encima mío con su pene aun clavado en mi culo, abracé con mis brazos su sudada espalda y rodeé su cintura con mis piernas para que no se escapara, gozaba más de aquel momento que de las corridas que conseguía arrancarme.
-¿Has visto? Hemos tenido tiempo. –Mordía mimoso sus pezones y enredé mis dedos en el vello de su pecho, quería mantener su polla dentro de mi vientre el mayor tiempo posible y permanecer pegados.
-Vamos a lavarnos. –Aflojé mi abrazo cuando noté que se ponía nervioso mirando la hora, me cogió en sus brazos y me llevó con la verga dentro de mi culo hasta el baño.
-Este sábado mis amigos quieren salir de fiesta para celebrar el cumpleaños de Miguel, o quizá lo celebremos en alguna de sus casas, ¿quieres venir?. –Miguel es uno de sus mejores amigos, no es un chico irresistible, está bastante relleno de carne y es un pequeño gigante, él y Román son sus mejores amigos, los dos juegan fútbol americano, como si fueran hermanos. Los dos de familias poderosas económicamente. Miguel de cara no es feo, más guapo que Román pero le falla el cuerpo que Román puede lucir con orgullo, a cambio es el ser más bueno y noble que yo haya conocido.
-Tendrás que pedírselo tu a mis padres, Pablo y Nerea no te lo negarán y si se lo pido yo será un fracaso. –Terminamos una ducha ligera y pude sacar el semen abundante que me había dejado en el culo antes de bajar a la planta baja.
Mamá estaba impartiendo instrucciones a los que atendían el jardín y la piscina y esperamos sentados en el salón hasta que terminó, Paula aún no había venido a recogerle, como siempre mi tío abusaba de su buena disposición para el trabajo exigiéndole que estuviera en la oficina hasta que él marchaba a su casa, como si ella fuera la dueña en lugar de una empleada.
Demian se puso de pie cuando vio que mamá se acercaba y como era cariñoso la abrazó besándole la cara. Siempre he creído que mamá no quiere demasiado a mi chico pero sabe disimularlo muy bien cuando hay gente extraña delante. No podía entender como no se podía querer lo que yo tanto amaba.
-Mañana celebramos el cumpleaños de un amigo y quería pedirte permiso para que Jesús fuera con nosotros. –Mamá arrugó la boca, aquello no le gustaba. Demian se apresuró a añadir.
-Solo serán unas horas. –Se quedaron mirándose el uno al otro estudiándose. Algún extraño pensamiento pasaba por su cabeza y comenzó a sonreír como solo ella sabe hacer.
-Demian no te das cuenta de que Jesús es aún un niño?
-Mamá, ¡por favor! -Intervine para que no siguiera siempre con lo mismo.
-Bien, lo dejaremos en jovencito aventajado, pero que va a hacer Jesús en un grupo de chicos mayores. –Se dirigía en exclusiva a Demian.
-Escuchar música, jugar alguna partida y comer lo que tengamos preparado. –En ese momento se escuchó la campanilla de la puerta y un minuto después entraba Paula por la puerta del salón.
Se saludó con mamá como siempre, si hubieran sido amigas de la infancia no se portarían más amables, mi familia y su entorno eran muy raros. Demian pasaba un brazo por el hombro de Paula sin abandonar la posición ventajosa que esta le brindaba ahora para insistir en lo que deseaba.
-Estaba pidiendo a Nerea que permita a Jesús que me acompañe a una fiesta de amigos. Paula miraba interrogativamente a mamá, como preguntado el motivo de que se negara.
-No me parece bien que Jesús vaya a esas fiestas de chicos mayores.
-¿Qué puede haber de malo? Demian cuidará de que no le rapten unos criminales, son chicos que quieren divertirse nada más.
-Sí Nerea, estará bajo mi vigilancia no le perderé de vista. –A disgusto parecía que aceptaría.
-Puede ir y tú serás responsable de él.
Mientras ellas hablaban unos minutos, que se convertirían en más de media hora, salimos de la casa por la parte trasera donde tenía una pequeña pista para practicar baloncesto y tiramos unas canastas pasando el tiempo hasta que le llamaron para irse.
-Voy a seguir estudiando hasta muy tarde, hoy no te llamo, mañana vendré a buscarte. –Nos escondimos detrás de unos arbustos para darnos un beso en los labios de despedida.
Mis padres no se enteraban de lo que pasaba entre Demian y yo, como tampoco lo llegaron a notar cuando estaba con Alfonso o disimulaban muy bien para aparentar no darse cuenta.
La única persona que me constaba que sabía lo que nos pasaba era Paula, resultaba la más observadora y la que a veces sin decirlo nos cedía el apartamento para que nos explayáramos, fue a partir de aquel momento en que casi nos sorprende haciendo el amor, llegando justo cuando Demian retiraba su verga de mi culo después de correrse dentro de mí. Tuvimos el tiempo justo para vestirnos las camisas y pantalones y salir a su encuentro rojos y acalorados, evitando así que ella entrara a la habitación y oliera el aroma a sexo que impregnaba el aire.
– – – – – – – – – – – – – –
-¿Demian, estás en la cama ya? -Le escuchaba suspirar abrumado. -Pregunta tonta si lo tenía al teléfono.
-Voy a quedarme un rato más repasando, hay algún tema que no me entra, ¿y tú pequeño?
-No puedo dormir pensando en ti, te amo Demian.
-Duerme ya, mañana nos veremos y lo pasaremos bien. –podía oír sus dedos como tamborileaban sobre su escritorio.
-Creo que estás nervioso, soy una persona absorbente, lo sé, pero no puedo vivir sin ti.
-Te quiero Jesús, te amo como tú a mi pero tengo que terminar de ensayar lo que he estudiado.
-Bueno, ya te dejo. Podíamos vivir juntos y no tener que hablarnos por teléfono.
-Lo hemos hablado muchas veces y pensé que había quedado claro. –No podía continuar entreteniéndole, ya estaba bien de molestarle.
-Un beso de un millón de toneladas Demian, me voy al baño a lavarme los dientes antes de dormir. –Solamente escuché el chasquido del beso que me enviaba viajando por el éter y corté la comunicación.
Claro que habíamos hablado de explicar a mis padres, a todos, lo que sentíamos, decirles que estábamos enamorados, pero Demian no quería que fuera así, que aún era pronto y no era el momento adecuado, y como mi madre en estas ocasiones, argumentaba que era aún muy joven y no nos entenderían, que quizá les molestara y podrían prohibirme que nos viéramos.
Y yo quería tenerle a mi lado siempre para poderlo mirar y hacer nuestra vida juntos.
—————————————–
Le esperaba impaciente y presentí su llegada antes de que detuviera el coche al otro lado de la calle. Dejé de observarme en el espejo y corría hacia la ventana, lograba ver el color cereza de su automóvil a través del espeso follaje de los árboles que poblaban la avenida. Me miré por última vez y me gustó lo que el espejo reflejaba, esperaba que me viera guapo, seguramente estarán sus amigas en la fiesta y no dejaban de ser una competencia directa, él se reía cuando se lo comentaba y yo me lo tomaba muy en serio.
Nos encontramos en la escalera, yo bajando y él subiendo, me sujetó de la mano y volvimos a mi cuarto, el beso que me quería entregar resultaría muy largo y podían sorprendernos en una zona de paso y uso común.
-Te has vestido muy guapo muñeco. –Había cogido la costumbre de llamarme muñeco y otras lindezas. Comenzó a llamarme así su amigo Román desde el principio para convertirse en una costumbre que usaban los tres muchachos al referirse a mí. Aunque no resultaba de mi completo agrado era como una expresión de cariño que me dirigían, y dejé de quejarme exigiendo que me llamaran por mi nombre. Solo lo decían cuando hablaban de cosas serias o había otras personas al lado.
Me dio una vuelta en redondo para mirarme antes de abrazarme emocionado, luego unimos los labios en una caricia mágica resbalando los suyos sobre los mío.
-Te habrás dado cuenta de que no te he llamado durante la mañana, te he dejado tranquilo sin molestarte.
-Tú nunca me molestas, solo me robas el sueño, el descanso y también me das las ganas de vivir para poderte ver cada día. –Resultaba extraordinario cuando se ponía romántico y eso no era muy frecuente. Hubiera preferido pasar las horas que nos quedaban los dos solos, seguro de que su amigo Miguel lo entendería.
Nos despedimos de mis padres teniendo que escuchar otra vez que Demian era mi cuidador y no debía hacer tonterías.
-Vamos a recoger a Román y le llevamos con nosotros, intentaré beber lo menos posible para dejaros a todos seguros en vuestras casas a la noche. –Parecía que nos estaba esperando y cuando hizo sonar el claxon aparecía como un relámpago por la puerta del jardín, entró en la parte de atrás y Demian estiró la mano para palmearse con él como era su costumbre, a mi me sujetó la cabeza desde atrás para besarme en la coronilla apretándome por la orejas.
-Déjame Román, me vas a pegar las orejas a la cabeza. –Me sujetó más fuerte aún y volvió a besar mi pelo de nuevo.
-Seguro que a Demian le has dejado hacerte lo que quiera. -Hablaba con voz de mimoso mientras su amigo se reía arrancando el coche.
-No olvides que yo soy su novio, algún privilegio y derecho tendré. –Por fin me soltó para mi alivio, Roman era tan fuerte que no se daba cuenta de que sus manos me hacían daño, era como si aún continuara creciendo y no controlara su cuerpo en erupción.
-He pedido que le envíen el regalo directamente desde la tienda. Le va a gustar. –Bajé el parasol para mirarle a través del espejo que tenía, sonreía dulcificando su rostro de rasgos tan duros.
-No me habéis dejado colaborar en el regalo.
-Guarda tu dinero para helados, el regalo se nos ha escapado de las manos y ha resultado carísimo. -Acompañaba sus palabras sujetando mis hombros y apretándolos contra el asiento.
-Puedo tener el dinero que sea necesario. –Demian afirmaba con la cabeza.
-Es verdad teníamos que haber contado con él, su tío le da lo que se le antoja. –No pasó desapercibido para mí el cariño con que se refería a mi tío, o sea, su padre, y como siempre los celos, poderosa ponzoña, maligno veneno, arañaron mi corazón.
-También se lo puedo pedir a mis padres. –Sabía que era mentira, no me hubieran entregado ese dinero para un regalo, y no era porque les faltara. Colocó un instante la mano sobre mi muslo como una señal para que me calmara.
Miguel ya tenía gente que había llegado antes que nosotros, comenzaba a oscurecer y habían encendido las luces del jardín. Empezamos a saludar a los que encontrábamos en el camino, o por las dependencias que atravesábamos antes de llegar al salón con la terraza sobre el mar, donde nos solíamos reunir cuando íbamos a su casa.
Cuando nos vio abandonó a las tres muchachas con las que hablaba para venir a nuestro encuentro, para fundirse en un abrazo con palmadas en las espaldas, con sus dos mejores amigos, y a mí, el gorila gordo de cara de niño lindo, me elevó para abrazarme sin apretar para que no protestara.
-Ya han llegado los mejores, serviros lo que queráis voy a seguir saludando. –Y nos dejó solos, bueno no tan solos, enseguida se acercaron varias chicas y muchachos, también amigos suyos.
Al principio resultó difícil que me aceptaran entre ellos aunque no los veía tanto, los habituales amigos eran los que eran: Román y Miguel. Demian junto con ellos evitaron que se produjera cualquier rechazo.
Entre las chicas, por su forma de mirarme, imaginaba que alguna había tenido algo con Demian o por lo menos ilusiones. Sospechaba que Román también pudo tener alguna aventura con mi novio, me encantaba sentirme así, tan próximo a él y saberme su novio, seguramente fueron juegos entre amigos adolescentes buscando probar y experimentar entre ellos.
Creo que todos eran conscientes de lo que Demian y yo éramos y lo que sentíamos el uno por el otro, con ellos mi chico no lo ocultaba como sucedía con nuestras familias y tampoco lo iba pregonando. Claro que resultaba inevitable que vieran extraña nuestra relación, por la diferencia de años, abrumadora a esa edad.
La fiesta transcurría y todos comían y bebían, más de lo segundo que lo primero hasta que llegó el momento de abrir los regalos. Miré la cara de Miguel cuando cogió el gran paquete que llevaba nuestros tres nombres impresos en letras blancas sobre el dorado papel.
Se le notaba nervioso rompiendo el envoltorio y una chica tuvo que ayudarlo a desenvolverlo, después del papel había una caja y al abrirla, aunque el objeto estaba metido en su funda, supo de lo que se trababa. Una guitarra eléctrica que no dejaba de mirar dándola vueltas en las manos. Se emocionó.
Después, más tarde, nos daría las gracias con la lengua trabada por el efecto de la bebida. A sus amigos los abrazaba y a mí, dejándose llevar por la euforia del alcohol, me daba besos en la cara, acto que nunca se permitía.
-Déjalo ya, vas a asustar al muñequito. –Román se lo llevó para entregárselo a una chica en el lugar de baile improvisado, dejándonos a Demian y a mí solos sentados en un cómodo sofá. Habían apagado varias luces creando un clima más cálido y algunos salían a la terraza a beber, a hablar, o sentarse en los asientos que había distribuidos entre las grandes jardineras.
Mimoso abracé el cuello de Demian y me fui colocando para quedar sentado sobre sus piernas, se dejó caer envuelto en los suaves almohadones acunándome como si fuera un niño al que mantiene pegado a él y acercó la cara hasta que los alientos se juntaron.
-Me gusta como hueles. –Levanté la mano para pasarla por sus cejas.
-Será la bebida. –Unió su nariz a la mía y aspiré su aliento.
-Tú no bebes.
-Hoy no, y tú solo has bebido agua.
-Te acompaño en tu abstinencia, así estrecho mi lazo de amistad contigo. –Dejé salir una suave risita y pase los labios por los suyos en una etérea caricia elevando la cabeza.
-Tanto ruido me aturde. –Susurré bajo su boca.
-Busquemos un lugar donde no llegue la música. –Comenzó a besarme la nariz, y queriendo meterme la lengua me hacia cosquillas obligándome a reír.
-¿Demian?
-Sí amor, que suave eres. –Sus labios abrasaban la piel de mi cara donde se posaban
-La habitación de Miguel estará libre, está ahora en la terraza con una chica en los primeros avances de su conquista. –Sentía debajo de mi culo como su deseo despertaba a velocidad de vértigo.
-¿Quieres hacerlo? –Me preguntaba a mí y él estaba más caliente que yo metiendo la mano para acariciar mis tetitas que respondían a su estímulo poniendo tiesos los pezones.
-¿Tú qué crees? Yo siempre quiero hacerlo. –Nos levantamos con rapidez y avanzamos sujetos por la cintura pateando el pasillo que llevaba a las habitaciones de Miguel y sus hermanos, las de sus padres estaban en el nivel inferior al que se accedía por otra calle más baja.
Las parejas aún no habían comenzado a formarse y repartirse por la casa. Miguel tenía su habitación dormitorio inmaculadamente ordenada, Demian tiró de la colcha arrastrando con ella los cojines de adorno hasta el puff tapizado a los pies de la enorme cama. No le di tiempo de más y salté juguetón sobre su espalda.
-Bájate que pareces un gato. –Demian se sacudía para hacerme caer y se carcajeaba mientras abrazaba su cintura con mis piernas y le tapaba los ojos. Caímos sobre la cama revueltos sin quitarnos los zapatos.
-Soy una gatita que busca su gato a la luz de la luna. –Me mantenía atrapado en sus fuertes brazos y solo me permitía moverme unos milímetros.
-¡Miauuu! -Susurré provocativo mirándolo con deseo.
-Calla que pueden aparecer otros gatos y hacerme la competencia. –Abracé sus glúteos con mis piernas.
-Tú eres mi gatito, el más hermoso de todos. –Nos mirábamos comiéndonos con los ojos.
-Jesús, eres insuperable, provocador, irresistible…, eres el erotismo en esencia, como el perfume más caro. –Abrí su camisa para besarle el pecho y le miré mostrándole mis más bajos instintos.
-¿Cómo un putito vicioso de tu carne y de tu leche? -Le mordí una tetilla haciendo que se quejara.
-Eres eso y mucho más. –comenzó a quitarme la ropa y le ayudé en la tarea, aprovechando la oportunidad para gozar admirando su cuerpo varonil y duro.
-¿Demian? Estas buenísimo, me gustas y eres mío, te quiero. –Se colocó sobre mí uniendo nuestros sexos calientes y duros.
-Quiero follarte ya malvado muñeco, sabes que te pertenezco y que solo pienso en ti. –Tiró de mis piernas hacia los laterales abriéndome y colocó la verga en mi perineo frotándola y haciendo movimientos de copulación, masajeando con el húmedo glande hasta llegar a mí ano.
-¿Me dejas que te la meta ya?
-Haz lo que desees, soy tuyo.
-¡Pues esta vez va a ser por detrás! -Lo decía en tono picarón y jugando, pero a la vez se levantó y tiró de mis caderas para colocarme como deseaba. Resultaba aterradoramente fuerte, sería terrible si pretendiera causarme daño, pero sus manos me parecían de seda apretándome fuertemente la cintura para que fuera yo quien me moviera con su verga metida entre mis nalgas.
Así me tuvo unos momentos sofocándome de placer y me retiró para abrirme las piernas, sujetar con las manos las nalgas y comenzar a lamerme el culo.
-¡Ohh, Demian! Sigue amor. –Apretaba mi culito y el lamía y chupaba los pliegues intentando morderlos con los dientes. Dejó momentáneamente de chuparme el culo y tiró para atrás de mi polla y metió el glande en la boca apretando con los labios.
Apretaba el pecho contra el colchón elevando mi culito, y abriéndome para que se diera el festín de comerme todo lo que tenía ante él. Iba de la verga al ano pasando por los testículos chupando y lamiendo con glotonería hasta que me dio una palmada en una nalga un poco fuerte, que por instinto me hizo cerrar el anito ya abierto y dispuesto para recibirle, y me sacó un leve quejido.
-Es tu turno, chúpamela con tu boquita de muñeco. –Me di la vuelta y tenía colgando, delante de mí cara, el rabo entre las piernas de mi chico donde había más pellejo que carne. Me la metí en la boca entera hasta tocar con la barbilla los huevos y la daba vueltas en la boca y rápidamente se hinchaba teniendo que dejar que saliera algo de ella.
Sentía su viril sabor en las papilas gustativas, su sabor que me encantaba, el olor de su entrepierna a limpio con efluvios de macho potente, saliéndole feromonas por la piel logrando que me hiciera adicto a él.
Si antes me excitaba y llenaba de calentura la comida de mis órganos genitales y culo, el chuparle el pene y los testículos a mi macho no resultaba menos erótico y placentero, se la chupaba con gula metiéndola hasta el fondo de mi garganta, estaba cogiendo práctica y sabía todo lo que le gustaba que le hiciera.
Me la sacó para darme la vuelta, y me entregó un profundo beso como anticipo antes de colocarse detrás de mí y posicionarme el anito a la altura de su verga. Esperé expectante el primer contacto de su pene con mi culo, y cuando llegó me estremecí temblando y abatido sobre la cama mientras mi ano se abría, para amparar en su refugio al triunfante invasor que forzaba la puerta para entrar decidido.
Me penetraba sin detenerse, sujetándome de la cintura para que su fuerza no me venciera y entró para tomar lo que era suyo, hasta que no pudo más sacando un profundo gemido de su garganta al golpear sus testículos en mis nalgas. Estaba dentro de mí y lo sentía vivir y respirar, como si fuera un animal reptante en su madriguera. Entonces se dejó caer sobre mi espalda pasando los brazos abarcando mi cuerpo.
Respiraba fuerte mi hombre, dejando su cuerpo muerto sobre mí, y yo disfrutaba el momento de mi dominación y entrega ronroneando contento y moviendo mi cola en giros lentos para sentirle mejor y pinchara en el fondo de mi vientre con la punta esponjosa de su polla.
-Demian, ¡qué placer! La siento viva. –Comenzó a pasar las manos por mi pecho acariciándome las tetitas, y luego bajando hasta mis abdominales donde las dejaba jugando con sus dedos, notando las colinas agudizadas por soportar su peso.
-Yo siento lo caliente que estas por dentro, lo suave de tus tripitas que me aprietan el pene. –Fueron unos instantes deliciosos de notarnos mutuamente hasta que comenzó a entrar y salir pasando todas las sensaciones fuertes a la entrada de mi culo.
Folló mi cuerpo unos minutos en esa posición y luego sin dejar que se saliera la verga me dio la vuelta y pasé las piernas entre sus brazos abrazando con ellas su cuello, elevando el culo y dejándoselo a su disposición para que ahora sí se clavara en mí y me llegara hasta el final con el pene.
Hundió la cabeza en mi clavícula mientras sus caderas subían y bajaban sin parar, rugiendo como un búfalo hasta sentir como eyaculaba con un fuerte orgasmo que movía todos sus músculos. Le acariciaba la espalda moviendo la cintura para exprimirle y que se vaciara llenándome. Momentos placenteros al sentir a mí ser amado disfrutando de su niño entregado a él y besándole la cara y la oreja más cercana.
Continuó moviéndose en espasmos hasta que se vació dejándome lleno, notando como el semen escurría de mi culo al menor movimiento que hacíamos, y cuando se calmó un poco, su verga aún dura volvió a su labor de pistón entrando y saliendo, bañada por los jugos que me había dejado y los que mi ano producía, con una suavidad prodigiosa que me hacía sentir latigazos de placer en mi ano y recto, y comencé a electrizarme arqueando el cuerpo y dejando que fluyeran de mis huevos la leche que contenían sin necesidad de tocarme la verga.
Yacía encima de mi cuando la puerta se abrió, no pude verlo pero la voz era de Miguel.
-¡Ahh, qué torpe! Perdonar, buscaremos otra habitación. –Y la puerta se volvió a cerrar mientras Demian y yo no podíamos contener la risa.
Pero todo eso ahora era el pasado, en este momento todo era diferente.
————————————————
Sigue…
[email protected]
Espero lo hayan disfrutado.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!