¿Edgar, su hermano o su papá?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo soy delgado, con buen cuerpito. Blanco. Ojos negros. Cabello liso. No hay más nada que saber de mi.
———————————————————————————————————————————–
—Duérmete —dije, intentando callarlo.
—No, mi hermano aun no se acuesta así que hay que esperar.
No sabía por qué había que esperar al hermano, pero me dio igual, solo dejaba que hablara, sin yo decir
nada, casi me dormía, hasta que instantáneamente mis ojos se abrieron al ver semejante hombre que
estaba entrando al cuarto, estaba sin camisa, solo en toalla, Edgar ya se estaba durmiendo, no lo oía ya,
intenté moverlo a ver si estaba despierto pero nada, sí sé había dormido.
Abrí aun más lo ojos al ver que el hermano de Edgar, dejó caer la toalla y le pude ver el culo… el gran
culo que se gastaba… la tenue luz que había en el cuarto entraba porque la puerta estaba un poco
abierta, en mi cabeza rondaban tantas cosas que solo hice lo que me dio por hacer… ver a profundidad
al hermano de Edgar.
Prendió la luz del cuarto, cerró la puerta y se estaba secando el cuerpo, cuando fingí hacerme el que le
molesta la luz.
—perdón… .
—Rafael, me llamo Rafael…. y tu eres….
—Reinaldo —dijo, haciendo un ademan con su mano, como los militares.
—Lindo nombre —dije, y no sé por qué lo dije.
—tu también eres lindo… tienes cara de…— pensé que diría puta, pero no—… niño bueno.
—No lo soy, créeme.
—Sexy.
Y ahí estaba yo, viendo al hermano de mi Edgar desnudo, tocándose el culo con la toalla y dejando ver
su hermosisisisisima verga de quizá unos 20 cm.
Solo me veía y se reía… era esa mirada… la misma que utilizaba Edgar, o la que usaban todos, luego lo
comprendí: el hermano de Edgar también me cogería alguna vez en mi hasta ahora aburrida vida.
Edgar despertó por la luz y el hermano solo se puso serio y fingió seguir vistiéndose… sexy el
muchacho.
Pasaron las horas y ya yo dormía cuando el hermano de Edgar me susurra algo al oído que no pude oír
bien, pero solo quería despertarme.
Salió del cuarto no sin antes hacerme una seña para que lo siguiera… y así lo hice.
Me llevó hasta un cuartito de repuestos que había a escasos 40 metros de la casa. Vi que entro y 10
segundo mas tarde entré yo. Enseguida me tapó la boca con la mano. Estaba detrás de mi así que pude
sentir su verga ya despierta que suplicaba salir, pensé que todo era un juego sexoso hasta que no
reconocí su manera de hablar.
—Calladito, mariquita, todo por las buenas entiendes?
Asentí.
— Mas te vale hacer todo lo que te diga, porque sino la pasarás mal, al grano, se nota que eres una
putita sedienta de sexo con ganas de leche o no?
No dije nada, solo tenia pánico, de verdad, no pensé que esto fuera real… me cogeria el hermando de
Edgar.
Lo supe el mismo momento en que me lanzó al suelo, y me tomo por la cabeza llevándome hasta su
guevo, diciendo cualquier cosa que yo no imaginaba:
—Viste que te gusta mariquita, es que se te ve en la cara. Dale rápido y mámame el guevo, pero eso es
ya, mariconsito que hoy sí vas a saber lo que es que te den guevo, o es que tu crees que no vi como me
veías cuando me estaba cambiando la ropa.
Algo me impedía hacerlo, quizá era por Edgar, aunque alguien…puta, muy dentro de mi en una
situacion como esa y con mi vecino o primo hubiera mamado esa verga toda la noche.
Me quite todo remordimiento de encima y le desabotoné la bragueta del pantalón.
—así mismo es mariconsito, sé obediente y nada malo te pasará. O a lo mejor sí.
Cuando le saqué el guevo del pantalón, estaba semi-erecto y me lo metí enseguida en la boca. Y uff.
Que rico se sentía. Su textura, su flacidez en ese momento. Era sensacional tener ese guevo tan rico en
la boca y se lo hice saber chupando lo mejor que podía… de algo tenia que servirme las porno que veía
casi a diario.
Me lo tragaba todo porque aun estaba un poco flácido, cosa que me encantaba.
—Pero cómo te gusta, mariconsito. Mamamelo, eso…..sii…..así….ufff…. tu si sabes.
Me encantaba que me dijera cosas así de obscenas. Me sentía puta. Y eso me gustaba.
—hmm…está rico tu guevo.
Se rió.
— es que se te ve en la cara lo perra chupa-guevo que eres. Tragatelo todo pedazo de perra marica.
Ya su verga estaba totalmente erecta y no puede tragármela por completo, pero lo intentaba. Aunque
solo me cabía la mitad. Me encantaba estar ahí, mamándole el guevo al hermano de Edgar, aunque
realmente sí quería hacerlo, ya que el marico de Edgar ni me toco cuando dormíamos, por lo menos su
hermano me cogería esta noche. Y algo me decía que no sería precisamente tierno.
Realmente no me cabía ya su verga, pero el seguía agarrándome del cuello para que me lo tragara todo.
Me ahogaba y yo tosía, ya hasta me dolía la garganta.
— Te gusta perrita? Ah? Dime pues, te gusta mamarme el guevo? ….ahh…..si….que rico lo mamas
vale…. yo no sabía que mi hermanito tenía un amiguito así de puta. Di que te gusta. Dilo perra, dilo.
Me daba con la mano derecha en mi sien. No me dolía, pero sí pegaba con rudeza.
— Sí me gusta. Mucho. Me gusta mucho. Esta bien rico y dulcito.
Rió un poco.
— Pero qué mariquita tan rica vale. Ahora veamos a ver qué tienes para ofrecer. Quitate la ropa y
ponte en cuatro patas. Rápido perra maricona.
Le obedecí y me desvestí lo más rápido que pude. Me puse en cuatro paticas y mostrándole el culo sin
articular palabra alguna.
— Eso es mariquita, así me gusta, que seas obediente. Ahora vamos a jugar un rato. No te muevas.
Eso hice, a los dos minutos ya me estaba atando a una especie de barra que perecía un pilar. Inmóvil.
Me ató las muñecas, me dolía un poco, pero sabía que este no era precisamente lo que más dolería esa
noche. También me ató los tobillos. Tenía miedo de que me cogiera y se fuera y me dejara ahí y llegara
Edgar. Tenía que dejar de alucinar.
— Ahora pelame bien ese culo que tienes es lo que tienes que hacer.
Intentaba abrir mi culo lo más que podía, pero me resultaba imposible. Pues tenía mi manos y tobillos
atados, por puta. Solo mis manos estaban atadas al pilar, en cualquier caso mis tobillos también estaban
amarrados, no en el pilar, pero aun así amarrados. Él se reía por mis intentos fallidos.
Luego sentí esa corriente que se siente cuando otra piel toca tu piel, pero en este caso no sentía su piel,
sino su verga tapada por su pantalón, él ni siquiera se había quitado la ropa que traía puesta, y ni sé por
qué traía pantalón puesto si se supone que iba a dormir unas cuantas horas antes, pero no le di mucha
importancia.
Se arrodilló y simulaba que me estaba cogiendo de perrito, pero él aún tenía su estúpido pantalón, aún
así me gusta esa sensación de tenerme así y simular que me cogía. Se reía al mismo tiempo que fingía
estar penetrándome, cosa que por ahora no era sí. Luego dejó de reírse e intentó meter uno de sus dedos
gruesos por mi culito virgen que se contraía cada que me tocaba. Se reía de eso también.
Di un leve salto cuando intentó meterme el dedo.
— Quieta perrita divina que hoy vas a gozar como lo que eres, una perra en celo.
Sí, eso era, una perra en celo
Cuando intentó meterme su dedo, ya no puse resistencia e hice como si fuese a cagar, cosa que oí por
ahí, eso ayudó porque entró por completo y Reinaldo dio un suspiro de victoria. Me dolía como el
demonio pero después de un rato me empezó a gustar, y se lo hice saber.
— méteme otro, méteme otro, anda.
No sé por qué dije eso, es como si alguien hablara por mi y no yo.
— Ay, vale, pero qué perra tan marica, mira como te gusta, así? Te gusta? A ver si te gustan tres.
— AAAAAAAYYYYYYYY
Eso sí dolió, me metió dos dedos más y sentí que me rompió, eso me recordaba que esto no iba a
terminar bien.
— Me duele, me duele mucho.
— y que? Tu quería que te diera mas, perra. Ahora aguanta, aguanta como las buenas perras.
Intentando respirar, en eso estaba, pero como que no funcionaba mucho. Me dolía, coño.
Me los sacó de repente y sentí un frío en culo. Se rió, pues decía que le encantaba ver como se contraía
mi culo cada que él sacaba los dedos.
Sentí que se me fueron los tiempos hasta que de nuevo volví a la realidad. Me estaba penetrando, o eso
intentaba. Me dejó ir por lo menos casi la mitad de su verga, o quizá era solo la punta lo que tenía
dentro el dolor no ayudaba mucho.
— AAAAAAAAYYYYYYY sacamelo sacamelo sacamelo, duele duele mucho, mucho ay ay ay, por
favor.
Mis palabras, o mejor dicho, suplicas, parecían no importarles, pues eran ahogadas con sus gemidos de
placer, gozo, gloria, fortuna, triunfo de haberme desvirgado. Me dolía pero él seguía metiendo
Y ahora sí se me iban los tiempos, era como si un ardor se apoderara de mi culo, eran como si me
punzaran, de repente, sentí una especie de placer, por así decirlo, aunque no sé cuánto tiempo llevaba
cogiéndome, quizá 20 minutos, quizá 5, no lo sé. Había perdido por completo la noción del tiempo, lo
que sabía de horas era que del cuarto de Edgar había salido detrás de su hermano a eso de las 2 de la
madrugada. Así que nadie a cuarenta metros podría oírnos…oírme.
—No perra, no te voy a dejar de coger hasta que me hagas acabar, esto querías, perra hambrienta, ah,
dilo pues, dime que te gusta, ah…..si…..que rico tienes ese culito……ohhh
— Sí si si.
— Sí que?
— sí me gusta, métemelo todo, ah…si…
— ohhh….si… que culito tan apretado tienes, perrita….seguro que mi hermano quería tu virgo, pero ya
es mío….uuffff…. esto si es rico Diooooooossss….
ME COGIA DURO Y ME GUSTABA,
qué rico se sentía… sabía que me terminaría gustando…de alguna manera. Me daba tan rápido y duro
que hacía que yo intentara levantarme, cosa que no dejaba que sucediera cuando me daba golpes leves
en la espalda para que bajara y me arqueara como…perra…y eso pareció gustarle… era como si su gran
guevo entrara aún más mí. Rico. Rico se sentía, de verdad, era como si de tanto cogerme me hubiera
anestesiado y quisiera más….y si…quería más.
— Ahh….sii…métemelo todo….asi…más…mas mas . Ohhh..
De repente se detuvo. Y me lo sacó de golpe. Y me lo metió todo de nuevo.
— OHHHh…. hazlo otra…vez -dije.
Y lo hizo.
— ahhh…sii.
Y otra vez…
— Oohhh sii..
y otra vez..
y otra…y otra….ya perdía la cuenta. Pero me gustaba y quería más.
Hasta que sentí que tocó algo dentro, muy dentro de mi que después supe que era la próstata y me hizo
acabar sin tocarme, ya no lo reconocía…me cogía demasiado fuerte, sentía que todo se me revolvía por
dentro, y luego… me tapó la boca con sus manos, así seguía dándome duro. Yo me sentía en el cielo, y
él también al parecer, porque apenas pude oír que decía que le gustaba como se apretaba mi culo
cuando yo soltaba chorros de leche que él tomó con sus manos del suelo y me los pasaba por la cara. Y
la espalda.
Hasta que dio una ultima embestida y sentí un chorro caliente dentro de mi, supe que había acabado, lo
supe, porque sentía mucho liquido, era una sensacional acabada, aunque hubiera preferido que acabara
en mi boca…. pero me gustó.
— AHHHHahhh que rico amiguito tiene mi hermanito, o debería decir….cuñadito. Sí qué rico cuñadito.
— Suéltame por favor.- dije, más que adolorido.
— Ah? Qué? Qué dijiste? -quiso saber Reinaldo, aunque se rió cuando le dije eso, fue como si
pretendiera dejarme aquí por siempre o algo así, ya está, ya me había cogido, y aun estaba atado, lo
ideal era que me soltara y ya, fin. Pero no. Sentía un frío vacío en mi culo…sé que suena demoníaco,
pero era así, me sentía vacío…
— que me sueltes, por favor- decía yo desde abajo, mientras él desde arriba con aire de superioridad se
negaba con la cabeza y de repente… me escupió en le espalda….eso no lo quería yo. Pero hace rato que
no era lo que yo quería.
— Pero si apenas esto empieza….o no…. papá?
¿qué dijo? ¿papá? No, no, no, no era real todo, todo era sueño y confiaba en que si cerraba bien mis
ojos cuando los volviera a abrir todo iba a ser igual, y estaría en el cuarto de Edgar, con Edgar y nada
más con Edgar, pero no…no fue precisamente así….
— Así es hijito, esto apenas comienza, gracias por dilatarme este culito cogiéndotelo. Ahora es mi
turno de cogerme a esta perra en celo, que aun no sabe lo que es llevar guevo toda la noche.
El papá de Edgar había entrado en la pequeña habitación, se veía realmente bien, macho, hombre,
fuerte, estaba sin camisa, de contextura gruesa sin ser ni gordo ni obeso, parecía más bien luchador.
Solo tenía un pantalón de jean. Se empezaba a quitar el cinturón, pensé que era para desvestirse, pero
entré en cuenta de que no era así cuando se acercó y con el cinturón enrollado en su mano derecha me
da un fuerte golpe, sabía muy dentro de mi que el cinturón había quedado marcado en mi nalga
derecha, sentía ardor, pero no más del que estaba a punto de recibir.
El padre de Edgar esbozó una sonrisa de triunfo.
Yo solo logré cerrar los ojos.
Y el dolor continuaría, eso lo sabía.
Quería el dolor del papá de Edgar también.
————————————————————————————-
Por favor, dejen comentarios para poder seguir, si quieren que siga…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!