El amigo de mi hermano I, Parte 1ª
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AlfonsoGarcia.
Yo tengo 18 años y mi hermano tiene 24.
La habitación de mi hermano y la mía están situadas en la parte de atrás de la casa y comparten un balcón. Detrás de la casa hay un jardín. En la barandilla hay una gran buganvilla roja y junto al balcón hay unos cuantos árboles, de manera que yo puedo pasearme por él sin ser visto desde ningún lugar.
Desde que tengo 15 años tengo la costumbre de observar a mi hermano en su habitación, mientras se desnuda y se acuesta y también cuando se masturba. Como él no sabe nada de esto, se dedica a su entrepierna con total pasión, tumbado sobre la cama, totalmente desnudo.
Fue por casualidad, una noche de verano en que yo estaba en el balcón tomando el fresco, que me di cuenta de que de la ventana de la habitación de mi hermano salía un haz de luz. La persiana se había roto hacía unas semanas y nadie se había tomado la molestia de arreglarla, con lo cual desde fuera se podía observar todo lo que pasaba dentro con absoluta tranquilidad. Así que desde ese día me dedico a la contemplación de mi hermano a mis anchas. Nunca se ha dado cuenta de nada, entre otras cosas porque él al balcón no sale nunca y desde luego no ha visto tampoco lo que se puede observar desde fuera sin ser visto.
Mi hermano juega a fútbol y por eso tiene que entrenarse todos los días. De manera que tiene un cuerpo escultural. Es alto y delgado, además de fibroso, debido al deporte. Es muy moreno y con un aspecto bastante varonil. Tiene unos ojos oscuros muy expresivos y una sonrisa cautivadora que hace las delicias de muchas de las novias que continuamente tiene.
Los fines de semana mis padres no están en casa porque tenemos otra casa a la que mis padres van con mucha frecuencia. Casi todos los fines de semana se van y no regresan hasta el lunes. Yo a veces les acompaño, pero como están continuamente con fiestecillas de mayores y cosas así, no me gusta demasiado acompañarles. Es un aburrimiento estar yo solo en mi habitación, mientras abajo se celebra nunca sé qué cosa del trabajo de mi padre.
Mi padre tiene una empresa de informática que funciona muy bien, la cual nos permite llevar una vida de lo más cómoda. Nuestra casa está en Madrid y es un chalé con una parcela grande, además de la de la sierra, que se empeñó mi madre en comprar porque sus amigas tenían una y era muy chic o algo por el estilo. Y no es que sea una pija, lo que pasa es que nunca hemos tenido problemas económicos y sus únicas preocupaciones es que eso se note lo más posible. Por lo demás es una madre de lo más comprensible, porque nos deja estar a nuestras anchas todo el fin de semana sin preocuparse de nada, lo que nos permite pasarlo muy bien.
La única prohibición que tenemos es la de hacer fiestas en casa. Cuando queremos celebrar algo, se limita a pagarnos algo en algún local y a no ponernos hora de llegada, aunque a veces tenemos en la puerta al chófer de la empresa de mi padre para llevarnos a casa y que no nos pase nada. Aún así, suelo ser yo el único que hace uso de semejante servicio. Para mí es muy cómodo estar en las fiestas de mi hermano hasta las tantas y no tener que preocuparme por los transportes para volver a casa, sobre todo si me he pasado algo con la bebida, cosa que por otra parte no suelo hacer.
Bueno, la cosa es que poseo un secreto que me hace tener unos momentos de excitación con relativa frecuencia, porque mi hermano, aunque tiene todas las chicas que quiere, también se dedica a sí mismo a menudo.
Yo me paso mucho tiempo en mi habitación estudiando y nada más cenar, me subo arriba, para estudiar o para leer un rato antes de acostarme. Al poco rato sube mi hermano y se pone a su vez a estudiar. Como a las dos horas se oye la cerradura de su puerta. Entonces yo salgo al balcón y lo observo. Él se desnuda, quedándose en calzoncillos. A mí me gusta verlo así, porque tiene unas piernas peludas que me excitan mucho. Se tumba en la cama y se pone a leer algo. Yo sigo todos sus movimientos atentamente, porque sé lo que seguirá a continuación. Siempre es de la misma forma. Baja su mano hasta su paquete y se comienza a sobar por encima de la tela, mientras continúa con la lectura. Así está un rato, mientras se va notando cómo crece su paquete poco a poco.
Mete su mano por el elástico y se acaricia el pubis, dejando ver parte de él. Poco supone él que yo lo observo todo desde fuera, tocándome a mi vez, mientras deseo que sea mi mano la que se mete ahí dentro, tan cerca de su herramienta. En esos momentos me siento algo sucio, pero debo reconocer que me importa un pimiento ser sucio, si consigo los niveles de excitación que me proporciona mi hermano sin enterarse.
Es una delicia ver a mi hermano, tan moreno, tan oscurito, en contraste con la tela blanca de su calzoncillo abultado.
Yo para esas alturas estoy ardiendo de expectación, esperando que por encima del elástico de su calzoncillo aparezca la cabeza de su polla. Pero falta todavía un poco. Antes deja el libro sobre la mesilla y mientras con una mano sigue masajeándose el paquete, con la otra se acaricia el pecho, suave, despacio. Se coge una tetilla y se la retuerce, mientras cierra los ojos en una expresión de placer. Lo mismo hace con la otra.
Se abre de piernas y mete la otra mano por una pernera del calzoncillo, para tocarse los testículos. Entonces yo observo que por encima ya se ve la cabeza de su polla, dura, turgente, morada. Él se soba los testículos por largo rato, mientras con la otra mano sigue acariciándose el pecho.
Yo lo observo con delectación, extasiado en el puro placer de la contemplación de tan prometedor espectáculo. Me encanta verlo, mientras en mi fuero interno deseo ardientemente estar delante de él, acariciándolo, adorándolo. Es tan grande mi deseo que hasta me perece sentir el calor de su cuerpo. Me duele la polla dentro del pantalón vaquero, que aún no me he quitado.
Sigo mirando cómo mi hermano juguetea por debajo de sus testículos, todavía con el calzoncillo blanco puesto. Veo que baja su mano izquierda, recorriendo el espacio que hay entre sus testículos y su esfínter, y le veo juguetear ahí.
Yo me desabrocho el pantalón y bajando el elástico de mis propios calzoncillos, saco mi polla dura. Está mojada, de pura excitación. Juego con el líquido preseminal que impregna mi glande y lo esparzo por todo él. Pero no quiero agarrarme la polla, porque sé que en estas condiciones duraría un minuto escaso. También sé que mi hermano hará durar lo suyo el máximo posible y eso me permitirá explayarme en mi propio cuerpo sin prisas.
Sigo mirando. Se quita el calzoncillo y con uno de sus pies lo lanza lejos. Ahora puedo verlo enteramente desnudo, con su polla totalmente dura apuntando directamente a su cara. Se diría que parece mirarlo. El glande está descubierto. Es más ancho que su polla, ligeramente más estrecho en la punta que en su base. La polla es recta y gorda y no me atrevo a calcular su longitud porque me da miedo a pensar que una polla así tenga que meterse en otro cuerpo humano.
Yo siempre lo he deseado, pero me ha dado terror pensar en tener que soportar semejante aparato en mi recto, así que por el momento me conformaba con mirar, aunque la verdad es que deseaba mucho sentir el calor de ese gran pedazo de carne, aunque fuera nada más que tocándolo con mis manos.
Mi hermano miró su polla y sonrió. Con una mano se la agarró, mientras con la otra se tocaba de nuevo los testículos, estirando de ellos hacia abajo. Comenzó un lento subir y bajar de su mano. Yo acerqué uno de mis dedos a mi boca y lo ensalivé para seguidamente acercarlo a mi esfínter y presionar poco a poco hasta que se fue abriendo paso dentro de mí. Él se acariciaba la parte interior de los muslos, mientras cerraba los ojos y suspiraba. Siguió pajeándose por espacio de quince minutos, despacio. Se acariciaba todo el cuerpo y gemía de placer.
Con la mano extendida, se acarició el esfínter, mientras aceleró el ritmo de su mano en su polla y explotó en grandes chorros de semen sobre su pecho. Desde fuera podía oír sus gemidos, que me ponían a mil por hora. Se levantó y se fue al baño.
Yo entonces entré en mi habitación y me pajeé como loco. Acabé y me lavé en el baño. Todas las habitaciones de la casa contaban con su propio baño y desde el mío podía oír el chorro de agua en el de mi hermano. Probablemente estaba dándose una ducha antes de acostarse.
Ese espectáculo lo contemplé innumerables veces en el último año. Y otros mejores. Mi hermano es muy guapo y muy ligón y como mis padres no pasan los fines de semana en casa, él traía a chicas que se quedaban a dormir en su habitación. Entonces yo salía al balcón y podía contemplar todo a mis anchas.
Una noche de esas oí ruido en la habitación de mi hermano. Salí al balcón y me puse a mirar. El espectáculo que pude contemplar me sobrecogió. Había una chica a cuatro patas sobre la cama y detrás de ella mi hermano. La sujetaba fuertemente por las caderas y la estaba dando unas embestidas que pensé que la partiría en dos. Era tal la fuerza con que arremetía su polla contra ella, que se oían los ruidos de los testículos de mi hermano al chocar contra sus nalgas. Sacaba casi toda la polla y la volvía a meter con fuerza una y otra vez y a cada embestida la chica se iba para adelante.
Yo podía ver a mi hermano en acción y me parecía el espectáculo más extraordinario que podría contemplar. Lo veía sudar y empujar con fuerza mientras ella hablaba:
– Sigue cariño. Me estás rompiendo toda. Síiiii. ¡Qué grande es! Me encanta.
Y cosas por el estilo.
A mí esa vez no me dió tiempo ni de entrar en mi habitación. En el mismo balcón me masturbé soñando que esa polla me ensartaba. Y hubiera dado cualquier cosa porque eso ocurriera.
Otra noche discutió con una chica y después de despedirla bajó al salón y comenzó a beber. Estuvo allí varias horas. Yo me acosté, pero como no lo oía subir decidí bajar a ver qué ocurría. Estaba en el sofá dormido. Lo desperté, pero estaba borracho. Le ayudé a levantarse y comenzamos a subir a su habitación. Hablaba, pero no se entendía bien lo que decía. Puse uno de sus brazos sobre mis hombros y le cogí de la cintura, para ayudarlo mejor. La verdad es que en lugar de su cintura yo estaba cogiéndole por la cadera y de forma que su paquete me quedaba justo al lado de mi mano. Aproveché que no se enteraba de nada para acercar mis dedos a su paquete, de forma disimulada.
Llegamos a su habitación y se tumbó en la cama. Sabía que si lo dejaba así dormiría toda la noche así, de forma que comencé a desnudarlo. Primero le quité la camiseta que llevaba, despacio para poder contemplarlo bien. Debido al deporte estaba musculado. Tenía un poco de vello en el pecho. Después le quité los deportivos, para pasar a desabrocharle el pantalón vaquero que llevaba.
Yo estaba nervioso, porque aunque no era la primera vez que hacía aquello, sí la que lo hacía deseándolo como lo deseaba desde que descubrí la abertura en la persiana de su habitación y me dediqué a espiarlo. Me fijé en que tenía el paquete abultado, pero pensé que eran imaginaciones mías debido a los nervios. Solté uno por uno los botones y le bajé el pantalón. Se lo quité, y también los calcetines. En ese momento pensé qué debía hacer, porque si lo dejaba así no podría ver de cerca lo que tanto ansiaba ver, pero si lo dejaba desnudo, por la mañana podría pensar que era raro que lo hubiera desnudado por completo. Así que decidí ponerle un pijama, para que no pareciera raro y a la vez poder verlo completamente desnudo, aunque fuera solo un momento.
Él seguía murmurando. En ese momento se tocó el paquete y dijo:
-Mira cómo me ha dejado esa mojigata.
Y se lo apretó. Yo hice como que no me enteraba. Me acerqué al armario y saqué un pijama. Lo puse en la cama y me acerqué a mi hermano con la intención de quitarle el calzoncillo lo más provechosamente para mí.
Se lo quité y para mi sorpresa, cuando lo estaba echando al baño, para la ropa sucia, mi hermano, supongo que sin enterarse de la situación agarró su polla y se puso a masturbarse, lentamente. A mí me sorprendía que estando borracho pudiera hacer nada, pero la verdad es que en pocos minutos la tenía completamente dura. Yo me quedé de pié allí, sin saber qué hacer. Por una parte sería lo mejor que lo dejase solo, pero por otra estaba deseoso de saber cómo se sentía la polla de mi hermano entra las manos.
Me acerqué a él como para ponerle el pijama. Alargué una mano y le toqué una pierna. Pareció no inmutarse. Acerqué mi mano hasta su muslo, cerca de sus testículos, pero no me atreví a continuar. Él seguía sobándose la polla. Yo lo miraba extasiado, nervioso y con el ritmo de mi corazón acelerado. Tenía los ojos cerrados.
Cogió mi mano y la llevó hasta su polla. Y me dijo que lo ayudara. No sé en quién estaba pensando, pero no iba a desaprovechar la oportunidad que se me brindaba. Así que la agarré suavemente, casi temblando. Realmente estaba muy dura y caliente. No sabía qué debía hacer, si seguir o dejarlo allí o intentar ponerle el pijama y acostarlo.
Yo tenía su polla agarrada, pero no movía la mano. Él me la tomó y la movió a lo largo de su herramienta, como indicándome lo que debía hacer. Así que tímidamente comencé un lento subir y bajar por su poste, mientras con la otra le agarraba los testículos y los masajeaba. Se sentían suaves y calientes.
Él se abrió de piernas, permitiéndome al acceso a esa parte. Yo entonces me coloqué entre sus piernas y comencé a masturbarlo con más dedicación, mientras le tocaba el pubis y le acariciaba los muslos y los testículos. La verdad es que me estaba encantando todo, aunque sentía mi pecho a punto de estallar de la emoción que sentía en ese momento.
Seguí así un buen rato y en un momento determinado, me agaché y acercándome a su polla, la olí. Despedía un olor a macho que me encantó. Tenía el glande mojado por su líquido preseminal. Se ve que estaba excitado, porque lo tenía totalmente empapado. Saqué mi lengua y la pasé por él, ensalivándolo bien, mientras con mi mano seguía masturbándolo. Lo lamí entero, deleitándome con el mejor manjar que había probado en mi vida. El sabor era muy agradable y cuanto más lamía, menos miedo sentía y más lanzado me encontraba para disfrutar del momento. Él gemía. Con una de sus manos apretó mi cabeza hacia abajo, supongo que indicándome que lo que le estaba haciendo le gustaba y que continuase, así que tímidamente abrí mi boca y me metí su glande en ella.
Poco a poco me la fui metiendo entera en la boca, aunque me costaba, porque tenía que esforzarme mucho para que me entrase en la boca. Era bastante gruesa, pero pasados unos minutos ya lo hacía más cómodo. Entonces intenté metérmela entera, pero no lo conseguía. Me llegaba a la garganta cuando apenas había entrado la mitad. Realmente era tan grande como me había parecido desde el balcón.
Pero no me importó. Lo haría lo mejor que pudiera y si no podía engullirla entera, lo haría con lo que pudiera. Estaba disfrutando de lo lindo y hacía algunos minutos que no me preocupaba por si mi hermano se estaba enterando de lo que sucedía o no. Pensaba solo en aprovechar la oportunidad que se me había presentado, sin importarme las consecuencias. Por supuesto que yo solo podía tener en la cabeza la polla de mi hermano y me limitaba a aprovecharme de ella lo máximo posible, sin importarme nada más.
Seguí subiendo y bajando mi cabeza, cada vez más rápido. Le agarré las nalgas y las apreté. Eran redonditas y duras. Le acariciaba también el pecho, mientras sentía su polla palpitante en mi boca.
Yo tenía mi propia polla dura como una roca, pero no me atrevía a hacer nada. Deseaba ardientemente sacármela y masturbarme, pero me daba demasiado miedo que mi hermano en algún momento fuese consciente de lo que estaba sucediendo y se enfadase, así que seguí dedicado a él.
Mi hermano se retorcía en la cama y se veía que lo estaba pasando bien. Yo me saqué su polla de la boca y me dediqué a sus testículos. Los lamí uno a uno y me los metí en la boca. Después fui bajando mi lengua a su trasero. Él se dejaba hacer, abriendo más las piernas. Aunque me costó un poco, llegué a su esfínter. Mientras con una mano seguía masturbándolo, acerqué mi lengua a su rosado agujerito y se lo humedecí. Me pareció que de la boca de mi hermano se escapaba un gemido más fuerte que los anteriores. Apreté mi lengua contra su esfínter y haciendo fuerza intenté que entrase un poco. Entonces mi hermano sí que se retorció y sus gemidos fueron en aumento. A mí me extrañaba un poco, porque lo había visto follándose a alguna de sus novias y tenía una forma de hacerlo bastante salvaje.
Había contemplado a mi hermano ensartando su polla de una forma brutal y aguantar un tiempo enorme metiendo y sacándola y aunque cuando se masturbaba lo había visto también bajar su mano a su culo, no me parecía que lo necesitase para excitarse.
Pero la prueba de sus gemidos era bastante evidente. Le gustaba. Así que me dediqué a esa tarea con agrado. Estuve así un buen rato y después, debido a lo incómodo de mi postura volví a la carga metiéndome su polla en la boca, mientras con un dedo jugueteaba en su esfínter, sin meterlo del todo.
Mi hermano cada vez gemía más aceleradamente y me parecía que le quedaba poco para acabar. Me preparé para recibir sus lechazos en mi boca. No lo había hecho nunca y no sabía si me iba a gustar, pero estaba tan excitado que no pensaba sacar su polla de mi boca hasta que estuviera totalmente limpia. Su polla se endureció más y él se puso tenso y lanzando un gemido que más parecía un alarido, comenzó a correrse. Con sus dos manos me sujetó la cabeza y apretó fuerte. Los primeros chorros fueron a parar directamente a mi garganta, pero luego aflojó la fuerza y pode saborear su semen. Sentí sus chorros golpearme el paladar. Sabían salados. Era la primera vez que tenía un semen en mi boca que no fuera el mío propio y la sensación era muy agradable. Estaba caliente y pastoso. Me gustó mucho saborearlo.
No me saqué su polla de mi boca hasta que la limpié de todo rastro de semen. Me parecía que era lo mejor que podía hacer porque no estaba seguro de lo que ocurriría si a la mañana siguiente se enteraba de lo que había pasado. Cuando hube acabado, mi hermano se dio la vuelta y se puso a roncar.
Yo lo miré de espaldas y me pareció muy hermoso. Se veían sus nalgas respingonas y en esas estaba cuando me di cuenta de que tenía mi propia urgencia llamándeme. Allí mismo me desabroché el pantalón y me lo quité. Me bajé los calzoncillos y lo dejé todo al pie de la cama. Entonces, recordando el sabor de mi hermano, comencé a masturbarme. Él flexionó una de sus piernas, permitiéndome ver su esfínter rosado y sus testículos, que colgaban hasta la sábana. Eso me puso más excitado y me masturbé frenéticamente. En pocos minutos acabé en mi propia mano, para no dejar rastro alguno.
Salí de la habitación de mi hermano y me fui a la mía a lavarme. Estaba sudado de la tensión y una buena ducha me relajaría. Mientras me duchaba, me volví a masturbar, pensando en lo que me había ocurrido esa noche y en las posibilidades que se me abrían al comprobar lo fácil que me resultaría tener a mi hermano a mi merced de vez en cuando. Todo ello si al levantarse por la mañana no me partía la cara.
Me acosté y dormí placidamente. Por la mañana me levanté un poco pesaroso, pero decidí salir a desayunar y aguantar el chaparrón lo más pronto posible. No estaba dispuesto a estarme todo el día sin saber qué hacer. Además, ya había pensado decirle a mi hermano que yo también estaba borracho, así que no me había enterado de nada.
Bajé y me lo encontré desayunando. Me dio los buenos días muy simpático y siguió a lo suyo, con lo cual yo supuse que no se enteró de nada. Y así parecía ser.
Yo a mi vez me puse a desayunar y en esas estaba cuando mi hermano me dijo que quería hablar conmigo. Yo me puse a temblar.
– Dime –le dije, colorado como un tomate.
– Verás, esta noche voy a dar una fiestecilla para unos amigos del equipo. ¿No le dirás nada a nuestros padres, verdad?
– No, no te preocupes –y sonreí.
Total, que por la noche vinieron unos chicos. No era nada del otro mundo. Beberían un poco y tras ver algo de pornografía en el vídeo, a la cama todos.
Se habían organizado las habitaciones de forma que todas estaban ocupadas y uno de los amigos de mi hermano dormiría en la suya, que contaba con dos camas. En la mía solo había una, así que me libré de tener que compartir habitación con nadie. La verdad es que viendo los especimenes que habían venido no me importaba nada, pero prefería estar solo. De nervios ya había tenido la pasada noche con mi hermano, así que esta prefería pasarla tranquilo.
Yo bajé al salón para ver la pornografía con ellos, sin demasiadas esperanzas de que me fueran a dejar, pero estaban tan absortos en sus cosas y en sus bromas que nadie pareció percatarse de mi presencia.
Bromeaban mucho a mi hermano, lo cual me dio a entender que tenía cierta fama entra sus amigos. Yo estaba bastante nervioso, porque con las películas estaba con una empalmada de caballo, pero me fijé en que no era el único. Todos ellos lucían entre sus piernas sendos bultos que denotaban bien a las claras que estaban sufriendo lo mismo que yo.
Se acabó la fiesta y tocaba dormir. Yo me subía a mi habitación cuando oí el móvil de mi hermano sonar. Me metí en ella y al minuto entra mi hermano para pedirme si puede dormir uno de sus amigos conmigo.
– Es que tengo un compromiso –me dijo, con cara suplicante.
– Bueno, venga –dije yo.
– Gracias chaval, te lo recompensaré.
Yo pensaba que me había cobrado la recompensa por adelantado, pero que se me ocurrían unas cuantas formas de cobrarme el favor.
Entró en mi habitación Miguel, un chico alto y rubio, con una sonrisa de oreja a oreja:
– ¿Se puede?
– Pasa, pasa.
No nos presentamos porque esa formalidad ya había sido hecha al principio de la noche.
– Parece que tu hermanito va a tener una visita inesperada –dijo, tocándose la entrepierna.
Yo me reí.
Miguel es alto y delgado, como mi hermano. Rubio, con el pelo rizado un poco largo. Llevaba una barbita de dos días que le daban un aspecto desenfadado. Tiene los ojos azules.
Sigue
alfonsogarciasanche@gmail.com
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