El ángel del placer ( final)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Salimos del espeso bosque y llegamos al calor radiante que había en el patio de la casa. Justo vimos llegar a Vicente con sus padres y nos guiñó con complicidad. Yo me sonrojé y él supo al instante en lo que estábamos, y diciéndoles algo a sus padres corrió hacia nosotros.
-“Cuéntenmelo todo”.- dijo cuando llegó a nuestro lado, un poco agitado.
-“Digamos que Argel exploró todos mis agujeros disponibles”.- dije sonriendo tímidamente.
-“Wow. Y ¿Cómo fue?”.- Estaba emocionado.- ”Cuenten, cuenten. ¡Díganme!”
Ambos nos reímos y camino a la casa le contamos todo lo que pasó, o por lo menos le hicimos un resumen más que aceptable. Cuando entramos a la casa, cambiamos drásticamente el tema de conversación y nos pusimos a hablar del clima (si, no eran muy ingeniosos con esto de disimular).
Comimos mirándonos con complicidad. Yo me sentía muy bien, salvo por el pequeño malestar en mi ano. Cada vez que veía a Argel mi corazón daba un vuelco y notaba que a él también le pasaban cosas por la sonrisa que se le dibujaba. Esa sonrisa tan erótica y tierna. Es raro escuchar esas dos palabras juntas para describir algo, pero él lo lograba.
Con Vicente después de comer nos fuimos a su habitación, invitamos a Argel pero él quiso salir a andar a caballo. Nos subimos a la cama y Vicente comenzó a interrogarme.
-“¡Chicos, en cinco minutos bajen porque iremos todos donde los Montalván”.- gritó la mamá de Vicente.
-“¡Bueno!”- respondió Vicho.
Su cara mostro decepción. Creo que ambos esperábamos algo de acción entre nosotros (aunque sinceramente no se comparaba con lo que había pasado con Argel, pero igual era rico). Pero aun así quise darle algo de entretención, aunque fuera rápido.
Me paré y me lancé a besarlo y acariciarlo por todo su cuerpito. Sus besos seguían igual de dulces. Le saqué los pantalones y sin perder tiempo comencé a mamar su pene que estaba llegando a los 14cm, pero aún tenía su sabor inocente. Comenzaban a aparecer unas pocas pelusas alrededor de su pene que lo hacían ver muy masculino. Sus testículos tenían sabor a estrellas, su glande sabor a inocencia y su boca a chocolate.
Separé sus piernas, dándome espacio para ver su lampiño y suave culito con su rosado ano, que invitaba a lamerlo. Puse mis dedos en su boca y él supo lo que tenía que hacer. Los chupó grácilmente y los lleno de su dulce saliva, luego sacándolos haciendo un ruido de succión, comencé a jugar con su entrada.
Sus músculos tenían la presión perfecta. Lo suficientemente apretado para causar infinito placer y lo suficientemente dócil para introducir los dedos sin causarle mayor dolor. Aunque la lucha para entrar los dos dedos aún persistía. Abrí y cerré los dedos, jugando en el interior de su cuerpo y dejando un espació vacié un poco de mi saliva para que resbalaran mejor.
Comencé con el vaivén, estimulando todos los puntos posibles, mientras mamaba su pene. Vicente se sujetaba la cabeza como impidiendo que se le fuera a alguna parte. Mamé y frote lo más rápido y deliciosamente posible en honor al tiempo. Sus manos viajaron a su boca rápidamente ahogando un gemido de placer que acompañó a su orgasmo. Los músculos anales, apretaban mis dedos salvajemente, queriendo desear que fuera mi pene en vez de mis falanges.
¡Santos disparos! Quedé sorprendido cuando su orgasmo fue acompañado por un líquido dentro de mi boca. Grititos de placer salió de Vicente, mientras abría sus ojos igual de sorprendido que yo. No fueron muchos disparos, y su semen lo sentí diluido pero de todas formas sentía mucho orgullo. La primera corrida de Vicente había sido en mi boca.
Limpié y exprimí todo el líquido que emanaba de su pene.
-“Eso…. Eso, fue… genial”.- Vicho reía emocionado.
-“Si, lo fue”.- dije mientras lo abrazaba con orgullo.
Nos arreglamos y bajamos felices por dentro.
Al bajar me encontré con Andrea y nos pusimos a conversar. Mi relación con ella siempre fue buena y de vez en cuando nos sentábamos en el living a conversar de la vida. Me decía que su amiga estaba enferma y se preocupaba por ella. Le pregunté sobre el chico del que me había hablado la última vez.
-“¿Y hay onda o no?”.- le pregunté.
-“Pff obvio. Mírame”.- y se dio una vuelta. La baja autoestima no estaba en ninguno de ellos.- “Además él está en su punto perfecto”
-“Entonces ¿Cuál es el problema?”.- no lo entendía, si todo iba bien.
-“Él problema es que yo no quiero ser el clavo que saca al otro clavo”.- el chico había estado saliendo antes con una chica pero ella lo había terminado.
-“Y tú crees que él te mira solo para…. Ya sabes”.- no quería decir la palabra.
-“Sexo”.- concluyó, como si dijera “hola”.-”Y sí. Eso es precisamente lo que busca”
-“Bueno, pero si no sabe valorar la mujer que tiene en frente y se deja llevar por lo de afuera, no vale la pena que pierdas tu tiempo con él”.
-“Pero es que me gusta”.- dijo haciendo puchero.
-“Entonces, deja que te use. Quizás te guste sentirte así, herida y dolida.”
-“Si lo dices de esa manera”
-“Es que de esa manera es. Ya sabes que yo soy súper honesto y digo lo que pienso.”
-“Lo sé. Por eso te cuento a ti porque no me vas a decir lo que yo quiero escuchar”.
-“Mira, yo no quiero ser hipócrita y decirte como vivir. Pero no quiero que te hagan sufrir y él lo hará”
-“Hmm”
-“Además, mírate. Eres linda, inteligente, sincera, aunque un poco rebelde. Pero no eres mala, y si te quedas sentada esperando a que él te aprecie, vas a perder a muchos que si lo hacen realmente pero tú te cierras a ellos”.
-“Tienes razón”
-“Siempre la tengo”.- ambos nos reímos porque imité su forma tan segura de hablar.
Estábamos en eso cuando llegó Argel. En el instante que lo vi, recordé lo de Vicente y me fui corriendo a contárselo.
-“Adivina buen adivinador”.- le dije llegando a su lado.
-“Estas embarazado. Lo sabía”.- lo quedé mirando como diciendo [¿Really?].
-“Si, tengo 5 meses…. Lo peor de todo es que son… son 4 cachorros”.- le dije siguiendo el juego con dramatismo.
-“Jajaja es oficial. Te superaste con eso”.- reímos.- “Ya, en serio. ¿Qué pasa?
-“Ven”.- le dije tomándolo del brazo y lo arrinconé.- “Vicente tuvo su primer orgasmo con semen”.
-“¡Genial!”.- dijo feliz. “Mi peque está creciendo”.
Salimos hacia el auto y me acordé de mi cámara (Me la regalaron para navidad). Habían dicho que donde los Montalván había una laguna muy linda y quería tomarle fotos. Recordé que se la había pasado a Vicente.
-“Vicente ¿La cámara?”
-“¿Para que la quieres?”.- lo mire con gracia.
-“Para usarla de zapatos… daa”.- me reí.- “Para tomar fotos. ¿Para qué más sirve?
-“Está en mi habitación”.- la fui a buscar y luego partimos.
Estuvimos un par de días más en el campo, pero los siguientes fueron netamente familiares. Todos juntos (incluidos mamá y yo), estuvimos paseando, jugando un juego de mímica. En general fue muy agradable. Al día siguiente todos teníamos que volver a la rutina, así que todos íbamos tristes por dejar el campo.
Cuando llegamos, fui a mi habitación y ordené mis cosas para volver a clases. Cenamos todos juntos y luego cada quien se fue a su cama. A las 10:30 pm, apareció Argel con vicente a mi habitación.
-“Ahora es el momento”.- dijo Argel en susurro.
-“¿Momento para qué?”.- pregunté bostezando.
-“Quiero ver como eyacula mi hermanito”.- contesto Argel divertido con la situación.
Vicente solo reía con orgullo. Entraron cerrando la puerta con llave. El sueño se me pasó y la calentura se apoderó de mi cuerpo, ya que se veían sumamente comestibles con pijama. Argel llevaba un pantalón de pijama color gris, andaba sin calzoncillos porque todo el contorno de su verga se marcaba, incluso el relieve de su glande y eso que aún no estaba erecto. Vicente por otra parte llevaba un short celeste con blanco y para arriba una sudadera celeste más oscuro. Sus piernas se veían tan suaves y su culito resaltaba. Bueno en eso, tanto a Argel como a Vicente le sucedía, pues la línea media del pantalón, se les encajaba perfectamente en sus culitos mostrando la hendidura divisoria.
Se sentaron a cada lado mío en la cama. Comencé a besar a Vicente con mucha ternura, mientras Argel me besaba el cuello. Mis gemidos se ahogaban en los labios de Vicente y mi verga comenzaba a levantar la carpa de circo. Pero no era nada comparado con la carpa de Argel, porque ahí todo el Cirque du soleil podía entrar. Me giré para besar también a Argel, porque sus labios me estaba tentando hace rato.
Toqué su verga dura bajo el pantalón, sintiendo todos sus relieves y su calor. Luego le puse atención a la verga de Vicente, mientras Argel me acariciaba la mía. Sin perder más tiempo, saqué su pene y comencé a frotármelo en la cara, sintiendo su olor, calor y textura. Ahogue su glande en mi paladar y succioné fuerte y profundamente. Me situé a horcajadas en sus piernas para que mi espalda quedara un poco más derecha, además de ese modo podía levantar la vista y ver a Vicente y también ver a Argel.
Vicente apretaba los ojos y movía la boca en gemidos sordos. Argel por otro lado me observaba atentamente, casi hipnotizado por los movimientos de mis labios, los cuales se esmeraban aún más sabiendo que el los miraba. Supongo que verme mamar la verga de su hermano lo excitó bastante pues no aguanto la tentación y sacó la suya, comenzando un pequeño masaje, pero todavía no una paja en toda regla.
Mientras jugaba con los testículos de Vicente y succionaba su glande, comencé a sentir que ya estaba llegando al orgasmo. Argel se acercó a ver mientras yo le daba las últimas lamidas. Vicente comenzó a disparar, esta vez un poco más que la primera corrida. Gemidos salieron de Vicente y palabras de apoyo salieron de su hermano.
-“¡Ese es mi hermano!”- decía Argel con orgullo, mientras yo con un pañuelo limpiaba los restos en el estómago de Vicente.
-“Que rico”.- dijo Vicho.- “Pero ya es hora de dormir”
Se levantó y despidiéndose (y también dándome las gracias) salió de la habitación. Argel todavía estaba en mi cama y todavía tenía el soldadito firme.
“Parece que estas caliente”.- le dije caminando a su lado.
-“No, para nada. Es solo que tengo un pene educado”
-“¿Educado?”.- no entendí.
-“Sip. Se para, solo para que tú te sientes”.- que ocurrencia.
-“Pues que considerado de su parte”
-“Pero no todo el mérito es de él”.- dijo
-“Mmm, yo creo que sí, porque es el único parado, además de mi”.
Ambos sonreímos. Cuando me senté a su lado, tomó mi barbilla delicadamente y haciendo ese escaneo típico de él, me plantó un beso. Parecía un león rugiendo, pues su boca se abría casi tragándome, su lengua estaba en mi úvula y me robaba todo el aire. Pero me encantaba, me sentía flotando en una nube voladora (Me acordé de Goku). Su mano me sostenía firmemente no queriéndome dejar ir. Me soltó solo para tomar aire, pero luego volvió al ataque, esta vez sacándome toda la ropa que llevaba encima. Y yo sin quedarme de brazos cruzados, comencé a desatar el cordón de su pantalón. Mientras el bajaba el mío yo bajaba el suyo, contorsionando nuestro cuerpo para no dejar nuestro beso.
Se veía tan sexy en mi cama, con la espalda en el respaldo, marcando cada músculo de su cuerpo perfecto y dorado, y con su verga a full acariciando su ombligo. Abrí el cajón que estaba al lado de la cama y tomé mi cámara. Tenía que guardar esa imagen. Así que le tomé una foto, a la cual el posó como un profesional y luego acostándome en sus brazos nos tomé una selfie (Antes de que estuvieran de moda yo ya me hacía selfies. Aunque entre nos… Las fotos no son lo mío. Soy fotoalergico, o sea, no me gustan simplemente)
Apenas sonó el Flash, dejé la cámara sobre el cajón y volvimos a la acción. Succioné esas tetillas preciosas y baje por entre el espacio que se formaba entre cada músculo de su abdomen, en línea recta, deteniéndome en el ombligo y luego llegando a su capullo. Una gota comenzaba a salir del agujero, gota que se derramó en mi lengua, gota que hizo bailar mis papilas gustativas. ¡Santos fetiches! Su pre-semen me encantaba, era mi fetiche , mi afrodisiaco.
Sujeté firmemente la base de su pene y subí a su pecho para succionar su pectoral y dejarle una marca. (Me encanta succionar, todo lo llevo a mi boca) Él hizo lo mismo, pero fue más cabrón, porque me dejó uno en el cuello, el cual tendría que ocultar, para evitar preguntas.
Bajé otra vez para beber directo de la fuente. Mi boca estaba llena e su sabor. Los gruñidos de Argel me llevaban hasta Júpiter, me sentía justo en el medio de su huracán. Su mano se posó en mi nuca y comenzó a acariciarme. Comencé a bajar y succionar su escroto, estiraba su piel y la lamía levantando sus testículos y disfrutando viéndolos caer. Bajé un poco más y empecé a ver su ano. Era la primera vez que lo veía. Estaba oculto entre dos globos inmensos de carne, dura y firme. Tenía un color rosado pálido, que contrastaba con el color tostado de su piel.
-“Me gustaría entrar ahí”.- le dije.
-“Cuando tú quieras”.- un [Awww :3] creció en mi corazón.
-“Genial. Pero ahora quiero… necesito, que tú me penetres”
-“Será un enorme placer”
Como si tomara un pluma, me levantó. Comenzó a mamármela. Todavía no me acostumbraba a ver su hermoso rostro, mientras me la chupaba. Los hoyuelos de su mejillas de pómulos perfectos, me excitaba mucho. Un débil bigote oscurecía sus labios, pero eso lo hacía ver más macho todavía, aunque debo admitir que prefiero su cara afeitada. Me encanta disfrutar la suavidad de su piel.
Ahora estaba hecho un experto tragando pija. Sentía las contracciones en el fondo de su garganta. Sus manos expertas acariciaban justo los lugares precisos. Siguió jugando con mis testículos y metiéndolos todos a su boca. Chupaba el lugar entre mi ano y mis testículos, y me retorcía de gusto. Mi ano gritaba por atención y al parecer Argel lo escuchó, pues pronto sentí su lengua jugando con mi agujerito. Sentí que juntó saliva y humedeció toda mi entrada. Su lengua luchaba por entrar pero no podía abrir las puertas.
-“Con que poniendo resistencia”.- dijo Argel mientras preparaba su dedo explorador.
-“Créeme que pongo todo de mi parte para dejarte entrar”
El dolor todavía estaba, pero me encantaba la sensación de que el explorara mi ano. Quería abrirme lo más posible para él, pues cada vez que me tocaba, una hermosa sensación calaba mis huesos. Movía el dedo de arriba abajo, justo en el lugar del punto de placer. Mis piernas se retorcían y mi ano se contraía, sintiendo toda la longitud de su dedo en mí.
-“Mmm, que rico culito”
-“Es todo tuyo”
-“Grrr”- gruñó.
Fue a por el segundo dedo. Mi culito se estremeció pero aguantó. Escarbaba muy profundo haciéndome sentir lleno, pero aún no tenía suficiente de él.
-“Hazlo… por favor”.- supliqué.
-“Lo haré. Recuerda que me debes algo”.- se refería a lo de acabar dentro de mí.- “Pero espera a el tercer dedo”.
Un dedo de su otra mano entró en acción. Con un poco de saliva, ya estaba listo para hacerles compañía a sus hermanos de otra mano. Cuando comenzó a introducirlo sentí un poco de dolor y apreté involuntariamente.
-“No me aprietes así, porque me tientas”.- dijo con lujuria.
Se quedó ahí un momento y siguió introduciendo lentamente su dedo. Mi culo se resistía a ser abierto y luchaba con muchas ganas. Una vez dentro los tres dedos, Argel comenzó a moverlos, disfrutando de mi estrechez y de mi húmedo y caliente interior.
-“Creo que ya estás listo”.-
-“Al fin”.- dije. Y lo empuje en la cama, subiéndome sobre él.- “Quiero cabalgarte”.
-“Por mi está bien”.- Me dio una nalgada mordiéndose el labio.
Tome su verga y le di unas ultimas lamidas, para luego situarme sobre su estómago. Una vez su pene húmedo, lo guie a mi cueva. Me encantaba sentir el calor de su glande en mi ano, me gustaba notar como acariciaba mi hendidura y como mi anito se estremecía cuando hacían contacto. Lentamente comencé a sentarme, pero su pene no resbalaba. Me estiré al cajón y saqué una crema.
-“Supongo que con esto será suficiente”
-“Déjame hacer los honores”.- dijo Argel, quitándome la crema.
Puso un chorro en su mano, luego lo esparció sobre su verga y sin avisarme metió dos dedos en mi culito, poniendo un poco dentro de mí. Su glande volvió a tocar mi entrada, esta vez se sentía más gelatinoso, pero igual de caliente. Mi interior lo sentía pringoso, pero curiosamente esa sensación me gustaba. Muy despacio comenzó a entrar la cabeza de su polla, me dolía un poco, pero se iba deslizando sin problemas debido a la crema. Era curiosa la sensación de ir abriéndose y a la vez llenándose. El dolor era agudo y profundo, pero pasó a segundo plano cuando vi la cara de Argel.
Sin duda lo estaba disfrutando, porque le faltaba poco para ponerse a babear. Su manzana subía y bajaba a medida que me penetraba. Sus manos abrazaron mis caderas, quemaban al tacto, al igual que todo su cuerpo que brillaba por el sudor y desprendía ese aroma tan particular de él. Cuando mis nalgas tocaron sus testículos y los míos descansaron en su pubis, me dejé caer sobre su pecho. A pesar de ser duro como el cemento, sus pectorales eran el colchón perfecto para mí. El latir de su corazón me tranquilizaba y el calor de sus manos que ahora estaban en mi espalda, me relajaban ayudándome a aguantar el dolor.
Argel sacaba y metía su pene, pero solo unos milímetros, ya que esperaba a que me acostumbrara para comenzar la follada.
-“Debe ser aburrido tener que esperar a que me acostumbre para poder follarme”.- dije con mi mejilla en su pecho.- “Seguro que con los otros u otras no era así, y podían empezar en el instante que los penetrabas”
-“Tú no eres como los otros”.- repitió lo que alguna vez dije.- “Tú eres mejor. Y créeme que no cambiaría por nada en este mundo, lo que ahora estamos haciendo”
Besé su pectoral justo en el lugar donde le había dejado la marca de succión que ahora estaba tornándose verde oscuro (tengo buenas mejillas succionadoras). Mi pene estaba duro como una roca y se clavaba en su bajo vientre. Tenía mi glande húmedo y sus vellos púbicos me hacían cosquillas justo en la base de mi pene.
Sintiéndome más cómodo, comencé a sacar lo que tenía en mi interior. Volvía la sensación de vacío, mezclada con un escalofrío y con una corriente de placer en el momento que acarició mi próstata. Lo saqué hasta que solo estuvo su glande dentro, podía sentir el relieve que marcaba el inicio del capullo de ese penesote. Apreté con mucha fuerza viendo como la cara de Argel se transformaba en un poema erótico.
-“Ohh… eso fue perfecto”.- dijo Argel abriendo los ojos.-”Pero esto será mejor”.
Y empujó su verga hasta el fondo. La sentí casi en mis amígdalas. Literalmente quería llegar a mi corazón con eso. Un grito de dolor-placer ahogaron sus labios pues por arte de magia apareció a centímetros de mi cara, listo para apagar mi grito. Mi esfínter estrangulaba con fura al intruso al momento de salir, como sujetándolo para que no se fuera, y al hacer eso sentía que parte de mi quedaba adherida en el contorno de su pija. A medida que el vaivén aumentaba, el golpeteo de sus testículos en mis nalgas, se hacía más sonoro.
Con cada salto que hacía, mi pene se azotaba en su ombligo dejando una marca brillante, tal cual como la dejan las babosas al pasar por un lugar.
-“Nunca me cansaré de ti”.- me susurró Argel en el oído.
-“Eso espero”.
Argel se levantó y juntó su vientre con el mío. Mi pene quedó justo en medio y con cada movimiento que yo hacía él se frotaba entre nuestros abdómenes. Argel me besó salvajemente, probó cada centímetro de mi rostro y boca. Me tomó de las nalgas y me levantó, instintivamente abracé con mis piernas su cintura. Luego afirmó mi espalda en la cama, quedando él sobre mí. Puso mi pie en su boca, saboreando mi dedo gordo. Me miraba con deseo y lujuria. Sus embestidas cada vez subían más, arrancándome gemidos de placer que eran inaudibles pues el sonido de su pelvis contra mis nalgas era más y más alto.
Acomodó mis pies en sus hombros, bajó a mi rostro besándome húmedamente. Mi culito no aguantaba más de placer y mi polla quería reventar. El aire escapaba de mis pulmones y me costaba aguantar lo que se aproximaba.
-“Me… me…. Me corro”.- no podía más.
Argel tomó mi verga y comenzó a menearla a la velocidad del sonido. Me besaba gruñendo en mis labios, mientras yo solo abría la boca y mis ojos se ponían en blanco. El orgasmo me dejó sin aire para gritar, pero lo sentí en cada centímetro de mi cuerpo, mientras el semen volaba por el aire. De golpe apreté mi culo sin poderlo relajar durante unos cuantos segundos, los cuales fueron perfecto para Argel pues el espacio se achicó para su verga y la fricción extra lo trajo a un orgasmo que dejó mi culo rebosante. Comenzó a gruñir como un poseso, sin querer me partió el labio, pero no sentí dolor pues aun sentía espasmos de placer mientras Argel terminaba de penetrarme. Solo sentía el sabor metálico de la sangre que pasaba de mi boca a la suya en cada beso.
Me sentía lleno, agotado, feliz, amado. Con todavía su pene dentro de mí, abracé a Argel con piernas y brazos, demostrándole cuan bien lo había pasado. Ambos respirábamos mal, y ambos sonreíamos como idiotas. Mi semen estaba en su pecho y en el mío, y su semen estaba en mi interior. Cuando su verga comenzó a salir, hizo un sonido de succión muy gracioso, una corriente helada se hundió en mi ano, debido a lo vacío que me había dejado Argel. Me sentía abierto y húmedo. Su semen comenzó a salir de mi cuerpo y yo apretaba con fuerzas para mantenerlo ahí el máximo de tiempo posible.
Nos quedamos un tiempo más ahí abrazados, hablando sobre la próxima vez. Habíamos quedado que yo lo penetraría. Y más que eso, pues lo desvirgaría analmente. Me sentí muy importante en ese momento, porque quería decir que realmente confiaba en mí. Sentimos un ruido en la escalera que nos llevó a la realidad. Comenzamos a vestirnos (yo aun con su semen dentro) y mientras lo hacía Argel se ocultaba. Pero por suerte nadie tocó la puerta. Aunque para no tentar a la suerte, Argel prefirió salir rápidamente.
Yo luego fui al baño, me limpié y me vi en el espejo. Me sentía más vivo que nunca. Mis ojos brillaban y la sonrisa no se me borraba ni a palos. Con esa alegría me acosté, y pensé en todo lo ocurrido hasta que me dormí.
El sábado ellos estaban invitados a un matrimonio. Por lo que estuvieron toda la tarde preparando sus vestimentas para irse. Tenían que estar en la iglesia a las 6, si mal no recuerdo y ya eran las 5 cuando estaban todos listos. La imagen era hermosa, los cinco reunidos, vestidos tan elegantemente, posando para la foto que yo insistentemente les pedí.
Vicente se veía muy guapo con el traje negro que llevaba, la corbata roja y el negro, resaltaba su piel blanca y tersa. Su pelo rubio arena, se encontraba peinado hacia atrás, de manera muy luminosa, mostrando su amplia frente. Argel por otro lado iba vestido con solo una camisa azul marino y una corbata negra, y para abajo un azul más tenue. Su piel dorada lucia perfecta, su cara se veía hermosa y el hopo que usaba lo estilizaba aún más, porque hacía ver sus ojos más sensuales. Andrea se veía como una diosa. Llevaba un vestido rojo maraco intenso hasta poco más arriba de las rodillas, acorde a su personalidad. Ajustaba en las partes correctas, marcando todas sus bellas curvas. Envolvía su espalda con una manta transparente de color negro, del mismo color eran sus sandalias y su pequeña cartera, solo que esta última tenia retoques de azul brillante. Llevaba una cadena de plata con un crucifijo que descansaba justo al inicio de sus pechos. Su peinado era alto, gran parte de su cabellos rubio oscuro estaba envuelto arriba de su nuca, mientras que una pequeña parte caía sobre su frente, ocultando parte de su ojo izquierdo.
La señora llevaba un vestido morado de tiras, muy elegante. Su espalda era abrigada por una manta de color pateado, al igual que sus zapatos de taco alto y el pequeño bolsito que llevaba en sus manos. Todo su largo cabello descansaba sobre su hombro derecho, en una delicada trenza que dejaba unos pequeños mechones sueltos (sumamente bien calculados). Y en su cuello un fino collar de perlas, que brillaban al igual que sus dientes. El señor llevaba un traje negro, una camisa gris y una corbata negra que hacía juego con el vestido de su esposa. Su pelo perfectamente bien peinado, llevaba la línea divisoria en el costado derecho.
Parecían sacados de una revista. Todos hermosos a su manera. Lo único que tenían en común eran esos gruesos labios rojos, que delineaban una cálida sonrisa. La hora pasaba así que tomé la foto rápido. Todos se despedían. Argel al salir me guiñó un ojo deletreando “I love you”. Con mi mamá estuvimos todo el resto de tarde viendo la teleserie, conversando del liceo y comiendo. Fue un momento muy especial y agradable. Ya entrada la noche nos fuimos a dormir.
Pasadas las 2 de la madrugada escuché un fuerte ruido. Salí curioso de mi habitación y me di cuenta que el ruido provenía del primer piso. Bajé las escaleras y lo primero que vi fue a mi mamá en pijama, con un hombre en la puerta de entrada a la casa. No era cualquier hombre, era un policía.
-“¿Qué… Que pa… pasa?”.- estaba nervioso.
Mi mamá corrió a mis brazos llorando desconsoladamente. No entendía lo que ocurría y me desesperaba eso.
-“Hubo un accidente automovilístico en la ruta 5 norte”. Por ahí quedaba el centro de eventos donde…. Donde se iba a celebrar la fiesta después del matrimonio.-
-“Y… y ¿Qué tiene que ver eso?”- no quería imaginarme el porque.
-“La familia *** (omitiré el apellido), iba en su auto devuelta a casa”. Tomó una pausa.- “Y una camioneta los envistió de frente, al entrar contra el transito”
Mis ojos se abrieron no queriendo creer lo que me estaba diciendo ese caballero.
-“¡Qué!”.- grité.
-“Fallecieron todos en el lugar”.- mi estómago se contrajo. Mi corazón se rompió en mil pedazos.- “Y el de la camioneta está estable en el hospital”
-“No… no, no”.- quería salir corriendo. Quería comprobar que no era cierto.
Cuando iba a comenzar a correr, me di cuenta que mi madre me tenía abrazado con una fuerza tremenda. No paraba de llorar. Y yo tampoco podía parar de hacerlo. Un llanto amargo salió de mi boca, fue alto y fuerte. Abracé a mi mamá perdiendo la fuerza de mis piernas. Ambos caímos al suelo, aun abrazados y sin parar de llorar a gritos. No podía creer que esto pasara. ¿Por qué gente como ellos tenía que morir? Personas buenas y amables. El solo pensar las cosas que viví con ellos, con Argel, con Vicente… Mi alma estaba destrozada, Vicente solo era un niño. Y lo que más me emputecía era que el conductor de la camioneta estaba bien. Deseé con toda mi fuerza que se muriera por haber causado ese accidente.
Me negaba a aceptarlo. Aun estábamos en el suelo. Imágenes del viaje al campo, de nuestros juegos, de nuestros besos y en el caso de Argel nuestra última noche de sexo. Mi garganta dolía de tanto llorar, mi mamá estaba al borde del colapso. Me sentía impotente. Jamás volvería a ver a mi Vichito. Nunca más podré besar a Argel, ni hablar con Andrea. El dolor quemaba mi pecho y no cesaba.
No pudimos dormir esa noche. Yo estaba traumatizado al enterarme que el auto en que viajaban había quedado completamente destruido al caer por una especie de quebrada, después de haber chocado con la camioneta. Estuve en modo zombi todo el día. Mis ojos estaban hinchados. Teníamos que preparar el velatorio, pero no éramos capaces por lo que unas amistades de la señora y el señor nos ayudaron. Todos iban de negro, menos yo. Algo me decía que ni Argel ni Vicente les hubiera gustado verme así, por lo que me vestí lo más colorido posible y me importó un reverendo testículo si a alguien le molestó. Para mí era inimaginable ver los 5 ataúdes ahí. Era una pesadilla.
No me atreví a mirarlos por última vez. Sabía que después del accidente, tendrían su cara muy distinta a como los vi antes de salir. Por lo que preferí quedarme con esa imagen de familia feliz. En el momento que comenzaron a ponerlos en su tumba, el llanto volvió a mí. Quería lanzarme con ellos, no quería vivir si no podía estar con ellos otra vez. Cada uno se llevó una mitad de mi corazón, dejándome sin nada.
Pasaron los días y tuvimos que dejar la casa. Fue muy difícil verla por última vez. Lloré por todos los pasillos mientras recorría sus habitaciones. Cuando entré a la habitación de Argel saqué el marco de madera que le había regalado para navidad con una foto de él y Vicente, y con un recordatorio atrás. A Vicho le había dado el mismo pero con otro mensaje. También me lo llevé. Todo el trayecto lo hice sujetando el collar que ellos me habían regalado para mi cumpleaños. No combinaba, pues la cadena que me había regalado Vicente era de plata y el medallón que me había regalado Argel era de oro, ya que no se pusieron de acuerdo al comprarlo. Sonreí amargamente con ese recuerdo, de cuando ambos con una infantil sonrisa en su rostro me entregaron la cajita con esa sorpresa. El medallón tenía la imagen de la virgen y al reverso tenía una “A” y una “V”.
No pude aguantar y comencé a llorar sentado en la escalera, con ambos marcos en mis manos y con el medallón entre mis labios.
Cuando nos fuimos de esa majestuosa casa, sentí que parte de mí quedaría ahí para siempre. Los mejores recuerdos los tendré ahí y las mejores personas las conocí ahí. Llegamos a arrendar una vieja casa provisoriamente pues dentro de poco le harían entrega a mi madre, la casa que llevaba tiempo postulando con la ayuda de la señora. La casa era pequeña y no se asemejaba en nada a nuestro antiguo hogar, pero poco a poco nos fuimos acostumbrando. Mamá hizo un pequeño almacén que poco a poco fue creciendo, pues como la villa era nueva no había otro lugar cercano donde comprar. Nos empezó a ir bien. Por suerte no baje mis calificaciones, pero eso no significaba que no estuviera destruido por dentro.
Cada noche antes de dormir lloraba recordando la veces que dormí con Argel y Vicente. Ahora me encontraba durmiendo tan solo que a veces no aguantaba y tenía que ir donde mi mamá.
Una vez al mes íbamos con mi mamá a comer a uno de los restaurantes del señor, que eran administrados por el segundo en la cadena de mando. Hubiésemos querido ir más seguido, pero era muy fino y caro. Pero aun así íbamos, y nos sentíamos todavía en contacto con la familia y recordábamos los viejos tiempos y las anécdotas que en dos años pudimos acumular. Dos años que para mí fueron muy cortos, pero que nos unieron de manera permanente.
Desde esa última vez con Argel hace dos años, que no he vuelto a estar con nadie. Simplemente no me interesa perder mi tiempo con relaciones fugaces, aunque a pesar de no buscar a alguien, no me he cerrado a nadie. Siempre veo las fotos de mi dos chicos especiales y realmente espero que me estén cuidando desde el paraíso.
En este momento estoy escribiendo con un nudo en la garganta, y con mis ojos completamente húmedos. Estoy solo en mi habitación pero creo que, después de recordar todo lo sucedido, necesito de la compañía de mi mamá. Es raro pensar que lo que ahora escribí, ustedes lo leerán en unas semanas más, es como una carta desde el pasado.
Y bueno, éste año comienzo la universidad y como le dije a Argel, estudiaré enfermería y gracias a Dios tengo una beca de excelencia académica que me ayudará mucho a solventar los gastos.
¿Quién sabe lo que vendrá ahora para mí?
Gracias.
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