El ángel del placer (parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Esa noche dormí muy cómodo y tranquilo. El saber que tenía a ese macho resguardando mí espalda me hizo sentir seguro y el calor que me transmitía me relajó.
Al otro día todo era diferente entre nosotros. Cada vez que Argel me veía me daba una amistosa nalgada-agarrón, y Vicente me robaba un beso en cada esquina de la casa. Salíamos para todas partes juntos. Con ellos fue la primera vez que entré a un cine, aunque no vimos mucho la película pues me dediqué a comer verga (tanto la de Vicente como la de Argel). Y solo alcancé a ver el final cuando Argel me devolvió el favor. Fue una mamada muy rica y su pequeña barba del mentón (le salía muy poco vello facial) me hacía cosquillas entre mis piernas.
Todo iba muy bien. Pasé de curso con un muy buen promedio, Vicente igual y Argel termino su carrera de Odontología. Nuestras sesiones privadas cada vez eran más ricas, aunque todavía no me penetraban y básicamente ellos se preocupaban de mí ya que al parecer no estaban interesados en tener una relación filial. Lo que para mí era provechoso pues tenía más placer para mí.
Yo por mi parte tenía muy marcado mi territorio, es decir el culito de Vicente. Y bueno eso se repitió todo ese año (2012). Nuestros encuentros no eran tan frecuentes, pues Argel comenzó a trabajar y yo comencé a entrenar en el equipo de voleibol. Pero intentábamos poder hacerlo durante los fines de semana cuando teníamos más privacidad.
Y a mediados de ese año paso algo muy rico. Tuve una mamada doble. Se sentía genial, pero más genial era verlo.
Justo terminaba de hacerle una mamada a Argel y me limpiaba la boca de los restos de semen. Y en eso él bajó a la altura de mis muslos y comenzó a bajarme los pantalones. Engulló rápidamente mí pene y emprendió el trabajo oral que él sabía muy bien. Estaba muy entusiasmado, se veía excitado y en un arranque de excitación llamó a Vicente para que se le uniera. Vicho dudó un momento pero igual entró al juego. No cabía en mí, pues era algo nuevo.
Ambos estaban con sus ojos cerrados. Argel me succionaba el glande y Vicente me lamía los testículos. De pronto ambos estuvieron lamiendo el tronco mientras yo disfrutaba y contemplaba el espectáculo. Y en ese momento sus labios se unieron alrededor de mi pene. Comenzaron un salvaje beso con mi pene justo en medio. Fue tan sexy que me corrí entre sus bocas y ellos compartieron el contenido que expulsé.
Jamás se repitió, pero siempre lo recordaré.
Argel siempre estaba pendiente de mí y de vez en cuando me preguntaba si estaba listo para el [siguiente paso]. Después de que le conté lo que me pasó, se volvió más sobreprotector y se preocupaba de que siempre disfrutara de lo que él me hacía. Pero aún así mi respuesta era siempre la misma.
-“Aún no me siento listo”
Para las fiestas patrias de ese año, fuimos todos a una casa que tenían en el campo. Estaba como a una hora y media de la ciudad, pero para llegar era una odisea. No sé porque las casa de la gente con mucho dinero están tan ocultas. Pero de todas formas valía la pena ir. Era enorme, y al igual que su casa en la ciudad, tenía un aspecto muy hogareño. Estaba justo en una planicie, en la cual los arboles estaban ubicados muy separados unos de otros como si estratégicamente los hubiesen puesto ahí. El verde del pasto era de un verde muy claro y era decorado por unas pequeñas pintas de colores debido a las flores.
De tras de la casa, tenían una linda piscina y justo al lado había una terraza con unos sillones de mimbre y una mesa redonda. Todo de color blanco. A solo unos metros de la piscina comenzaba un bosque. Era muy espeso y tétrico, solo se podía ver el inicio porque después de unos metros todo se volvía oscuro.
Pasamos el día en la piscina, jugando en el césped y comiendo un rico pastel que hizo mi mamá. Como a las 6 de la tarde llegó un señor con un chico alto y pelirrojo de unos 18 años. Era guapo, pero tenía en su cara una poco agradable expresión. Pero solo la tenía conmigo, pues me miraba con desagrado, así como diciendo “Por qué el hijo de la sirvienta está aquí”. Y yo pues le miraba firmemente, ya que cuando a mí me desagrada alguien no lo puedo disimular.
Estaban todos en el living de la casa conversando, mi mamá preparaba la cena y yo hablaba con Vicente. En ese momento el chico X me habló (no me sé su nombre y no me interesa saberlo).
-“Ey, tú”.- busquen la voz que más odien en el mundo e imagínenselo diciendo eso.- “Tengo sed, tráeme agua”
-“¿Yo?”- pregunté, pues estaba distraído.
-“Si, ¿ves a otro sirviente acaso?”- La forma en que lo dijo fue lo que más me dolió y estoy seguro que todos los que estaban ahí se dieron cuenta de la mirada de profundo odio que le di.
-“Aquí no tratamos a la gente así”.- dijo el patriarca de la casa molesto, pero guardando la compostura.
-“No se preocupe. Hay gente que ni con todo el dinero del mundo se puede comprar la educación”- me paré y salí del lugar. Solo alcancé a ver una risa en la comisura de los labios de la señora. Fui a buscar el agua, pues quería jugar un poco con el cabeza de cobre.
Volví al lugar con la sonrisa más cínica que pude sacar. Le entregué el vaso y cuando se lo llevaba a la boca lo miré de manera maliciosa. El miró mi cara, luego el vaso y sin beber lo dejó sobre la mesa. ¡Victoria! Me reí internamente y Argel con Vicente igual, pero lo disimularon diciendo que se acordaron de algo gracioso. (La excusa más estúpida, pero creo que ni siquiera se esforzaron en hacerla).
Preferí comer en la cocina, pues estaba seguro que si el cabeza de zanahoria hacia algún otro comentario, le lanzaría el café caliente en sus testículos. Y disfrutaría viendo cómo se retuerce de dolor y me reiría macabramente, haciendo el baile de la victoria. Cuando terminé de comer salí a la terraza, la noche estaba clara y las estrellas se veían de esa manera tan especial que solo se puede ver en el campo.
Me perdí en el cosmos, y no sentí la llegada del pelirrojo sexy (porque no podía negar que era sexy). Me di cuenta que no venía con buenas intenciones porque traía una expresión de mafioso en la cara. Guardé la compostura y lo ignoré por completo, pero él venía decidido a darme mi merecido por la humillación que le hice pasar.
-“¿Tu quién te crees para hablarme así?”- dijo escupiendo fuego por la boca.
-“Podría hacerte la misma pregunta”- le dije desafiante.
-“Tu eres el hijo de la sirvienta”
-“Eso no tiene nada que ver. Y de todas formas lo molesto fue el cómo te expresaste”
-“Yo me expreso como quiera”
-“Pues yo también, así que te aguantas”.- me miró con odio.
-“Insolente”.- Já. Se atrevió a decirme insolente.
-“Mal educado”- le respondí.
-“¿Qué sabes tú de educación?”
-“Más que tú, evidentemente”.- Esto lo iba a disfrutar.-”Porque yo no llego de visita a una casa, a exigir cosas con prepotencia, creyéndome el rey del mundo”
-“(inserte improperios)”.- me causó gracia.
-“Creo que no vale la pena hablar contigo. Acabas de demostrar la poca educación que tiene. Eres un pobre ignorante que solo tiene el dinero como argumento”
Se paró tan rápido que solo vi una mancha roja saltando sobre mí. Le sujeté la mano y lo empujé al piso, cayendo yo también. En ese momento aparece Argel y detiene, oportunamente, un golpe dirigido a mi ojo. El golpe lo paró con su mandíbula, lo que me hizo sentir culpable. Pero en un ataque ninja, levanto al pelirrojo del cuello y lo estampo sobre la mesa. El ruido del golpe atrajo la atención de los que estaban adentro. Argel estaba de pie, yo estaba aún en el suelo y la zanahoria con patas estaba sobre la mesa.
-“¿Qué está pasando?”- grito el padre del pelirrojo.
-“Su hijo. Eso es lo que pasa. Insultó e intento pegar a Killian. Vi y escuché todo”- dijo Argel.
El señor miró severamente al pelirrojo. Rápidamente llegó donde estaba y del brazo lo levantó, llevándoselo a la salida.
-“Disculpe, por favor”.- le dijo al padre de Argel.
-“A mí no me tienes que pedir disculpas. Sino a Killian”. Recelosamente se giró y me dio una fría disculpa.
-“Esta bien”.- dije fríamente
Ellos se fueron y yo me quedé con mi mamá. Estaba preocupada porque pensó que me había golpeado, pero la tranquilice y le dije que Argel me había defendido. Le dio las gracias y entramos a la casa.
A la mañana siguiente, me di cuenta que Argel tenía una marca en la mandíbula debido al golpe. Me dio mucha lastima ver eso ahí pues era para mí, y manchaba la belleza de su rostro. Pero también me causaba una excitación debido al hecho de que lo recibió por defenderme, además de que se veía rudo y sexy.
En el momento que lo vi solo, me lancé a sus brazos y lo llene de besos de agradecimiento. Los besos de Argel y Vicente eran diferentes, pero ambos tenían eso especial que me encantaba.
Andrea estaba en su habitación hablando por Skype con una amiga. Mientras que Vicente con sus padres, habían salido ver los animales muy temprano y mi madre estaba aseando el comedor. Por lo que prácticamente estábamos solos en el segundo piso de la casa.
-“Estoy listo”.- le dije a Argel mientras me besaba el cuello.
-“¿Lo dices en serio?”.- su cara se iluminó.
-“Si, quiero hacerlo contigo”.- estaba convencido.
-“Es mejor que lo pienses bien. No quiero obligarte a nada”-. Me acarició la mejilla.
-“Ya lo pensé. ¿Quieres entrar en mí?”.- lo dije eróticamente como una vil puta, mientras le mordía el labio inferior.
-“Umm, si me lo pides así, pues claro”.- firmemente tomó mis nalgas con ambas manos y de ahí me levanto en un agarrón que me hizo estremecer.-”Pero no aquí”.
-“¿Entonces dónde?”.- estaba confundido.
-“Conozco una parte ideal, para esta ocasión especial. Te aseguro que no la olvidaras pues será difícil que lo hagas en un lugar así”.
-“Ok. Donde tú quieras”- le dije.
-“Pero donde tu estés cómodo”
-“Estaré cómodo en cualquier parte, mientras tu estés conmigo”- Que cursilería. Pero era la primera vez que haría esto decididamente, así que era la ocasión perfecta para ser cursi.
-“Eres una cosita muy tierna”.- me reí por lo de cosita.
Salimos silenciosamente. Yo iba detrás de Argel, pues no sabía para donde me llevaba. Llegamos a la terraza y siguió caminando, hasta que llegamos al bosque. Me dio un poco de miedo porque a pesar de haber un sol brillante, apenas se divisaba el interior del bosque. Argel me acarició el hombro dándome confianza y supe que él sabía lo que hacía. El camino era muy complicado, el espacio era muy reducido, pero por suerte llegamos a una parte en que ya no habían tantos arbustos y podíamos caminar mejor, aunque no podía ver a donde nos dirigíamos.
Todo por donde alcanzaba a ver estaba oscuro. Hacía mucho frio y se escuchaba el viento acariciar las hojas de los inmensos árboles y el cantar de los pájaros. Unos minutos más de camino y llegamos a un claro. Había un árbol enorme y muy grueso. Todo su contorno estaba iluminado por el cálido sol. Era hermoso.
-“Llegué aquí una vez, cuando me peleé con mi papá”.- sonrío por el recuerdo.- “Quería irme a vivir con una chica, pero él no estaba de acuerdo. Tenía 19 años en ese momento”.
-“Oh. Lo siento”
-“No. No lo sientas. Recuerdo esto con cariño porque después de esa pelea y de sentir mucho odio, me llamaron diciendo que esa chica me engañaba con mi mejor amigo”
-“Omg”.- dije
-“Ahí me di cuenta que mi papá tenía razón al oponerse. Y desde entonces vengo aquí a pensar.”
-“¿Entonces ahora venimos a pensar?”- dije riendo.
-“Já, ni lo sueñes”
Rápidamente nos unimos en un beso. Este beso era diferente a los que comúnmente nos dábamos, pues era más de juego. Me mordía y yo le mordía, me succionaba el labio y yo le hacía lo mismo y así sucesivamente. Luego nos miramos fijamente, estudié cada milímetro de su cara y vi algo muy especial en su mirada. Nos juntamos nuevamente en un beso, pero ahora más tierno y suave. Con ese beso me reclamaba, él quería beber de mí hasta la última gota de mi esencia.
En un golpe de pasión puso sus manos en mi trasero, ambas manos en cada una de mis nalgas, amasando con lujuria. Con esa misma lujuria introdujo sus manos dentro de mi ropa, haciendo contacto con mi cálida piel. Un gemido de mi boca, se ahogó en sus labios y una corriente atravesó mi espalda.
Sus palmas estaban en mis nalgas pero sus dedos estaban entre ellas, separando mi hendidura y a punto de rosar mí centro. Ahora solo nos mirábamos, habíamos dejado de besarnos. Argel me miraba fijamente, como analizando mi reacción y viendo si iba por el buen camino. Yo por mi parte ponía caras raras debido a las corrientes de placer que recorrían mi cuerpo. Uno de sus dedos toco un pliegue de mi ano, causando una contracción involuntaria de ese lugar. Una sonrisa traviesa cruzó el rostro de Argel.
-“Esta caliente”- dijo
-“¿Qué cosa?”- pregunté no entendiendo a lo que se refería.
-“Esto”- y su dedo presionó mi entrada.
-“Ahh”- estúpido gemido poco masculino.
Sus manos bajaron entre mi hendidura más al sur de lo que esperé. Ahora estaban entre mis muslos, casi llegando al inicio de mi escroto. Una sensación diferente pero muy agradable me hizo flaquear las piernas. Se sentía tan cálido, incluso gracioso, porque me recorrían unas pequeñas cosquillas. Su mirada me cohibía, pues mi cara expresaba todo lo que sentía y estaba seguro que no me veía muy decente y eso me avergonzaba.
Ahora sus dedos acariciaban mis testículos. Mi boca se abrió en un gemido sordo. Él estaba encorvado y yo tenía las piernas ridículamente abiertas, dejando espacio a que el hiciera lo que quisiera con mi cuerpo. Cuando llegó al espacio entre mi pene y mis testículos, comenzó a retroceder lentamente, recorriendo todo el camino que había explorado. Sensaciones agradable, por todas partes, me sentía en el cielo.
En el momento que llegó a mis caderas, y en un movimiento rápido, bajó mis pantalones y bóxer, dejándome totalmente expuesto (De la cintura para abajo), con mi pene apuntando al cielo (En ese momento ya estaba más grande). Me subió la camisa que llevaba, hasta el ombligo e hincándose depositó un tierno beso en ese lugar. Así mismo, bajó centímetro a centímetro, hasta llegar a mi pubis que ya estaba criando una mata aceptable de pelo, se hundió ahí unos momentos y siguió luego hasta mi baboso pene. Sentía su cálida respiración en toda la longitud de mi tronco. Y la sentí más cerca cuando engulló de un golpe todo mi pene, haciendo contacto su nariz con mi pelvis. Un gemido salió desde mi estómago, ni siquiera pude reprimirlo. Sentí que él se revolvió, pero se quedó unos segundos y después se la sacó. Su cara estaba roja y sus ojos brillosos, ya que seguramente se atragantó, pero aun así, aguantó.
Cuando se levantó, yo iba a descender para darle atención al gran instrumento que tenía bajo sus pantalones. El gran bulto, se dibujaba en toda su longitud desde su centro hasta la cadera izquierda, a punto de salir del pantalón. Me esperaba algo tremendo ahí, parecía un arma cortopunzante y realmente esperaba a que no me hiciera daño con eso. Pero en el momento en que iba a comenzar a bajar, él me detuvo.
-“Aún no es mi turno”.- dijo con esa voz seductora.- “todavía tienes que disfrutar un poco más”
Ahí me di cuenta que aunque tuviera un arma en ese lugar, me daba lo mismo si me destrozaba. Quería a toda costa tenerlo dentro de mí, y estaba más que decidido a aguantar todo para lograrlo.
Caballerosamente me giró e hizo que apoyara mi pecho en el imponente árbol. Mis empinadas nalgas quedaron expuestas para él. Vi en sus ojos una expresión victoriosa, pero luego la cambió a una de responsabilidad. Como mentalizándose en hacer todo de la manera correcta y lo más delicado posible. Su mano recorrió mí espalda, llegando hasta la levantada curva de mi trasero. Se detuvo en el punto más alto y comenzó a juguetear con mis nalguitas. Las apretaba como si fueran un juguete, pero las trataba muy delicadamente. Sus manos hervían y contrastaban con las repentinas corrientes de aire frio que acariciaban mi piel.
Sin perder más tiempo, se sentó sobre sus talones y se hundió entre el espacio de mis glúteos. Respiré agitadamente, mientras sentía su cálida lengua tocar mi preciado anito. Él también gemía y lamía desesperadamente. Abría y cerraba mis manos, pues no sabía qué hacer con ellas, lo que sentía era genial.
Hizo un trabajo oral perfecto, mi pene estaba chorreando pre-semen en niveles industriales.
-“Aquí vamos”.- dijo firmemente.
Un dedo comenzó a puntear la entrada a mi cuerpo. Lentamente comenzó a hundirse, mientras apretaba mi interior involuntariamente. Acarició ese punto que hace que me estremezca desde dentro hacia afuera. El dedo avanzaba apretadamente en mi interior, pero de manera más placentera que la primera vez con Abraham. Cuando llegó al fondo una corriente de placer viajo desde mi ano, hasta mi estómago, subiendo por mi garganta y saliendo en forma de gemido por mi boca.
-“No puedo creer lo rico que estas”- su voz. ¡Santos reyes orgasmos! Su voz era exquisita y me inducia al orgasmo con cada palabra.
-“Seguro haz probado mejores”
-“De hecho no. Tú eres puro y nuevo. Los otros no. Ellos solo buscaban sexo y yo en mi rebeldía aceptaba, sin siquiera verles la cara”.
-“Que mal”- su voz sonaba arrepentida ahora.
-“Desperdicié momento así, por estar con gente vacía. Gente que tenía el culo más recorrido que el metro más concurrido del país”.- me reí con ese comentario.- “Pero tú no eres así. Tienes algo dentro que te hace especial, eres una persona muy querible (lo que tenía dentro en este momento era su dedo ¿Eso me hacía especial?). Además de que no te dejas llevar solo por la calentura y eso lo he podido comprobar desde que nos conocimos”
-“Pues tienes razón, el sexo no es todo para mí”.- y es enserio.- “Aunque eso no significa que soy puro”
-“Eres puro de corazón y eso importa más. Y esa vez en el internado no cuenta, porque eras un niño y no sabías lo que hacías. Y aun así, teniendo oportunidad para que te penetren, nunca quisiste y ahora lo haces porque tu corazón lo dice, no tus hormonas”
No lo había visto de esa manera. Después de todo, yo sabía pensar con la cabeza correcta.
-“Te quiero Argel”.-
-“Te quiero mucho, nene”
Terminó esa frase comenzando a penetrarme con dos dedos. Un pequeño dolor me hizo dar un ligero salto.
-“Perdón, perdón”.- dijo asustado.
-“Tranquilo. No fue nada”.- lo tranquilicé.- “Quizás necesita más lubricación”
-“Eso debe ser. Lo siento. Nunca había estado con alguien tan estrecho. Ya que la mayoría, con solo un poco de saliva ya pueden ser penetrados”
-“Bueno, supongo que algún día yo estaré como ellos”
-“Tu jamás serás como ellos”.- Mi corazón escalaba por mi garganta y quería escapar por mi boca para llegar a donde estaba Argel.
Levanté más mi culito. Casi podía poner un vaso en esa curva en perfecto equilibrio (me acordé de Kim Kardashian). Sacó los dedos y se los introdujo a su boca, llenándolos de su dulce saliva. Una vez listos, los volvió a introducir. Sus dedos comenzaron a entrar sin causarme tanto dolor. Lo sentía como un segundo desvirgue, solo que más placentero y mi corazón latía más fuerte. Supongo que el hecho de que el ano sea un músculo, sumado a que hago deportes y a que hacía más de 4 años que nada volvía a entrar en mí, hizo que estuviera estrecho otra vez. (También hice unos ejercicios de contracción, que una vez leí en internet. Y que servían para mantener fuerte ese músculo y no perder la estrechez).
Comenzó a mover sus dedos como tijera. Sentía mi interior abrirse y cerrarse. Luego los sacó lentamente, causando esa sensación de que arrastraban mi interior para afuera. Aprovechó la ligera abertura y con su lengua humedeció mi interior. Se sentía tan exquisitamente placentero.
Levantó su mano izquierda y buscó mi boca. Mi mejilla descansaba en la corteza del árbol. Mi boca ligeramente abierta fue fácil de encontrar. Succioné su dedo, disfrutando su sabor. Gimió. Dos de sus dedos en mi culito y uno en mi boca. Una vez húmedo lo sacó y los unió a los otros dos en mi retaguardia.
Necesitó más paciencia y lucha para poder enterrarlo. Arrugué el ceño por el dolor. Pero aguanté como un hombre. Jugó con ellos ahí, hasta que sentí que mi espalda se entumía, debido a la posición en que estaba. Pasados unos minutos los sacó, haciéndome sentir vacío. Apreté fuertemente mi culito en el momento que sus dedos terminaban de salir, alcanzando a apretar su uña.
-“Valla que tienes fuerza”.- dijo con aprobación.
-“¿Eso es bueno o malo?”
-“Si no me rompes el pene, es muy bueno”.- ambos nos reímos.
Supe que ahora era mi turno. Me incliné sobre mis pantalones en el suelo y me senté sobre mis tobillos. Sentí un ligero estremecimiento en el momento en que me senté, pues mi ano quedó expuesto y un viento helado cruzó ese lugar, resaltando el frio la saliva de Argel.
Era mi momento de lucirme. Arranque su cinturón, abrí su pantalón y bajé su bóxer. Tenía una erección de caballo monumental. Estaba rebosante de líquido, el cual sin perder oportunidad bebí desesperadamente, causándole un estremecimiento de placer. Era la ocasión perfecta para por fin tragarme todo su pedazo de pene, así que junté aire y me engullí esos 19cm con mucha dificultad. Sentí un dolor muy fuerte y un reflejo de vómito, el cual con la fuerza del universo reprimí. Mi garganta la sentía muy abierta pero por fin había llegado al final. Argel de la sorpresa echó si pelvis hacía atrás, como si le hubiesen pegado en los testículos, formando un ángulo muy extraño. Solo que lo hizo debido a las sensaciones producidas por tal desvirgue bucal. Él respiraba agitado y yo intentaba aguantar mi respiración. Una lagrima bajo hasta mi mejilla y Argel me empujó hacia atrás.
-“No quiero que te me mueras”- me dijo preocupado.
-“Ya estoy en el paraíso”- le dije de la manera más vomitosamente cursi posible.
My little pony vomitaría al escuchar eso, de lo cursi que era.
Volví a tragarme ese pene, saboreando su saber y deleitándome con los gemidos de placer de Argel. Con mis manos jugaba con sus pelotas, las acariciaba como si fueran de porcelana antigua. Sus manos estaban en mi nuca, enredando los dedos en mi cabello y jugando con mis orejas.
Cuando sacaba su verga de mi boca, dejaba su apetitoso glande dentro, y lo succionaba con mucho esmero, jugaba con mis dientes delicadamente en su frenillo o mordisqueaba traviesamente su tronco. En resumen saboreé toda su zona pélvica. Mi boca estaba llena de su sabor y estaba seguro de que por ahora y en mucho tiempo más, no me cansaría de eso.
Entre tanto estimulo que le daba a Argel, en un arranque de placer, me tomó de los muslos y me levantó afirmando mi espalda en el tronco del árbol. (No era muy liviano, pero él sacó fuerzas de quizás donde) Sus bíceps se hincharon casi reventando, las venas se le marcaban. ¡Santos súper héroes! Este sí que era un macho.
Mis piernas se enrollaron en sus caderas y mis brazos sobre su cuello. Podía sentir el calor de su glande cerca de mi ano. No me sorprendería que la tierra subiera un par de grados Celsius, porque ese glande hervía dejando en vergüenza al calentamiento global (Calentamiento genital). Mi culito estaba más que listo en esa posición, y Argel se dio cuenta que yo también lo estaba. Me besó apasionadamente, más que nada para darme fuerzas y mientras lo hacía, con su mano derecha comenzó a guiar a su mástil hacia el camino correcto.
En el momento que tocó mi centro, el calor abrazador se apoderó de mi ano. Era una sensación extraña, pero muy agradable. La humedad de su glande, y la lubricación (su saliva) en mi interior, fue suficiente para comenzar el trabajo de penetración. Suavemente empecé a sentarme sobre su verga palpitante. Mi ano comenzó a abrirse lentamente a medida que descendía. La punta de su glande entraba sin problemas, pero a medida que se engrosaba el dolor comenzó a parecer. Argel lo notó.
-“Calma Killian, vas bien, no te apures”.
Seguí bajando sin escucharlo. Quería que estuviera dentro de mí a toda costa. Su glande entro por completo, causando un grito de placer de parte de Argel y un grito de dolor por parte mía. Los ojos de él se abrieron entendiendo lo que había pasado.
-“No continuaré, sabiendo que te estoy causando daño”
-“Est… Estoy bien”- dije
-“Sí lo haces por mí, créeme que no es necesario”.- Bajé la vista.
-“Nene, yo te quiero primordialmente con el corazón, no con lo que tengo entre mis piernas. Y si me quieres demostrar lo que sientes, pues hazlo, pero cuidándote primero antes que nada.”
-“Esta bien. Lo siento”- dije arrepentido.
-“Ahora sigamos lentamente”.
Llevó su mano a sus labios y depositó un poco de saliva. Luego la bajo e intuyo que la desparramó en el tronco de su pene. Le hice caso y comencé lentamente a bajar. Sentía un dolor horroroso, pero todavía era aguantable a comparación de la vez que lo hice con Abraham. Estaba con tres cuartas partes dentro y me sentía victoriosamente lleno. A pesar del dolor, mi pene no se bajaba, era entretenido pues con todo y dolor, el placer se ingeniaba para aparecer. Argel me besó, absorbiendo mi alma y yo perdiendo la fuerza me dejé caer. Sentí su pene muy dentro de mí y el dolor no tardó en llegar. Pero sorprendentemente no fue para nada fuerte y más sorprendente fue que se me salió un gemido de placer.
Argel me miró igual de sorprendido.
-“Tus besos son milagrosos”- le dije.
Me intente mover pero el dolor me hizo detenerme bruscamente.
-“Al parecer no tanto”.- dijo Argel arrugando el entrecejo.
Ahí estaba yo, con un hombre magnifico, con su verga en el fondo de mi cuerpo y completamente feliz. La dureza del árbol no era nada comparada con la de su pene. Y por mi parte, el mío estaba lanzando pre-semen como si la escasez del agua no le interesara.
Esperamos unos cinco minutos, que fueron aprovechados entre besos y palabras lindas. Luego Argel comenzó a retirar su instrumento, llevándose mi pulmón seguramente, pues sentía que me vaciaba por dentro. Notaba la fricción dentro de mí y era como que si mi cuerpo impidiera que el intruso saliera, pues lo succionaba con fuerza hacia el interior. Me acordé de lo que Abraham me dijo y mientras Argel sacaba su polla, yo comencé a apretar con todas mis fuerzas.
-“Ahh… ohh”- aire salió de sus pulmones, en lo que pareció un gemido.- “Que delicia”
Cuando me tocó la próstata, de mi garganta escapo un jadeo que lo excitó aún más. Lo supe por el brillo de lujuria que desprendieron sus ojos. Atacó mi boca mientras el glande casi salía de mi cuerpo, pero haciéndome burla, comenzó a entrar lenta y decididamente hasta el final. Nuestros gemidos se ahogaban en la boca del otro y así fue sucediendo mientras el bombeo aumentaba. No sé cuantos minutos pasaron, pero apenas sentía mis piernas, aunque el placer me inundaba. Mi corazón bajó a mi glande y pulsaba por salir.
-“No…. No aguanto… ma…más”.- mi respiración estaba descontrolada.
Comenzó a penetrarme más intensamente y eso me superó a un nivel galáctico. Comencé a disparar chorros de semen para todas partes. Sentí que todo mi interior quería escapar por mi uretra junto con mi semen. Lo único que podía hacer era retorcerme, mis rodillas se tocaron e intentaba juntar mis muslos del puro placer que sentía. Las contracciones anales fueron lo suficientemente fuertes para inducir a Argel al éxtasis. Me bajó rápidamente, sacando su pene de mi interior. (No sabía si podría aguantar sin tenerlo dentro otra vez). Y antes de preguntar porque lo sacaba, comenzó a gritar. Si GRITAR, de placer. Su pene estaba a la altura de mis ojos y vi en primera fila como chorros industriales de semen se elevaban en el aire, cayendo en mi cara, labios y cabello. No sé cuántos chorros fueron porque sinceramente, contarlos no estaba entre mis planes en ese momento. Sé que fueron varios chorros y muy gruesos. Cuando acabó me dejé caer agotado al suelo. No me podía mi cuerpo y me costaba respirar, pero tenía una estúpida sonrisa en mi rostro.
Argel estaba de espaldas en el suelo, con los brazos extendidos y respirando agitadamente con la misma estúpida sonrisa, solo que en él se veía tan adorable. Era como un niño rata al que acababan de regalarle el nuevo Play Station con muchos juegos. Sin guardar su verga que colgaba apeteciblemente roja y mojada, comenzó a gatear hasta donde me encontraba. Sonrió de manera tierna, dándome las gracias con sus ojos brillosos, visiblemente emocionado. Con mi lengua arrastré el semen que había caído alrededor de mis labios y saboreándolos coquetamente me lo tragué. Argel se mordió los labios y con su dedo limpió los otros restos de semen de mi cara y de la misma manera hot, se los llevo a su boca, entrecerrando los ojos y colocando una cara de placer que me derritió.
Me acerqué y bajé a limpiarle su pene. Tenía un sabor salado, que mesclaba sus fluidos y los míos. Y luego el hizo lo mismo, haciendo que mi pene y el de él se pusieran morcillones otra vez. Aunque con el orgasmo que tuvo cada uno, era seguro que por unos minutos más no íbamos a tener energía suficiente. Nos pusimos en pie y comenzamos a vestirnos para irnos. Llevábamos más de una hora ahí.
-“Eso fue lo más genial que he hecho jamás”.- dijo Argel, irradiando alegría mientras caminábamos.
-“Tu eres genial”- le dije.- “oye, ¿por qué no quisiste acabar dentro?”
-“No lo sé. Pensé que te molestaría. A los otros no les gustaba, además de que usaba siempre condón y ….”
-“Yo no soy los otros”.- le interrumpí.- “Yo confío en ti y todo lo que tú me quieras dar y donde sea que me lo quieras dar, yo lo recibiré felizmente”
-“Es cierto. Pues entonces, si es que hay una próxima vez, lo haré”
-“Ten por seguro que habrá una próxima vez”- y nos fundimos en un beso que cerraba la promesa.
¿Cómo vamos hasta aquí? Lastimosamente, estamos llegando al final. Cualquier opinión, siéntase libres de comentar.
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