El Ascensor: Anécdotas De Adolescentes Claustrofóbicos – Alexander
Alexander es un adolescente de 10 años, que tiene la peor de las suertes al quedarse encerrado en un ascensor con su chofer y sus dos guardaespaldas..
ALEXANDER
Mi nombre es Alexander y tengo 25 años, esto sucedió cuando yo tenía 10 años.
Mis padres son personas muy importantes, mi padre es un conocido político y mi madre es una socialité, siempre está en cada reunión importante tratando de buscar apoyo político y económico para mi padre, eso hizo que yo fuese criado prácticamente por mis empleados.
Magdalena es mi nana, Beatriz es mi chef y nutricionista, Carola y Doménica se encargan del asesoramiento psicológico y pedagógico, Alfredo es mi chofer y los hermanos Vicente y Hernán son mis guardaespaldas.
Hay otras personas que trabajaban en el pent-house donde vivo, pero ellos no tenían mucha comunicación conmigo.
Nos centraremos en las 3 personas que cambiaron mi vida para siempre y me enseñaron lo que es la felicidad.
Alfredo Díaz es un joven de 22 años, mulato, originario de Ecuador.
Vicente y Hernán Castro, gemelos vitelinos, 34 años, negros, originarios de República Dominicana.
Todo empezó un lunes al volver de las clases especiales de piano, yo siempre estaba acompañado de Vicente y Hernán, mientras que Alfredo me recogía en mi departamento y me dejaba en la puerta del mismo, todos los días en los diversos horarios de mi agenda.
Como nunca, al subir a uno de los diversos ascensores del edificio solo estábamos los tres, se me hizo un poco extraño, pero agradecí que no compartiéramos ascensor con nadie más, soy claustrofóbico y compartir con muchas personas un espacio tan cerrado como un ascensor, es algo que no disfruto, lo único que me mantiene calmado es que me abrazo a las piernas de uno de los tres hombres que casi siempre están conmigo y restregó mi carita en sus bultos, sé que no debo hacerlo, pero como estoy nervioso y asustado, no es algo que ellos me impidan hacer. Sé que me gustan los hombres como ellos, altos, morenos o negros, con cuerpos bien construidos y rostros varoniles, podría decirse toscos. Pero ese es mi mayor secreto, no se lo he contado a nadie, ni a mi psicóloga, además sé que nunca podría hacer algo con ellos y ellos nunca se atreverían a hacerme algo, o bueno, eso es lo que yo pensaba, hasta ese día en el que todo cambió.
El ascensor empezó a subir y al llegar al piso 12, el ascensor se detuvo y junto a él mi corazón, no podía creer que el ascensor se había detenido y yo estaba encerrado en un doceavo piso en un espacio tan pequeño con otras tres personas.
- Hernán, me falta el aire, sácame de aquí. Por favor, voy a morir.
- Tranquilo mi niño no te va a pasar nada.
- ¡Alfredo cállate, vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir!
- ¡Tranquilízate o te abofeteo pedazo de mierda!
Víctor me dio un grito que me hizo temblar todo el cuerpo, pero por la sorpresa de su grito, me quedé en completo silencio.
- Así está mejor, solo te hace falta un poco de mano firme mocoso.
- No puedes gritarme así.
- Puedo y lo haré, soy el responsable de tu seguridad y si tengo que gritarte para que te calmes, lo haré.
- ¡Pero me hiciste asustar!
- ¡Ya!, tranquilo los dos. ¿Por qué no haces eso que siempre haces para relajarte? -preguntó Alfredo.
- ¿Qué cosa? -respondí, sin lograr entender a lo que se refería mi chofer.
- Ven conmigo y así te muestro bebecito, ya verás que logras calmarte.
Fui hasta donde estaba Alfredo, aunque no dejaba de temblar, apenas estuve a la altura de su hermoso bulto, él agarró mi cabeza y muy suavemente comenzó un vaivén de caderas mientras restregada todo su bulto por mi pequeño rostro. Eso me calmó de inmediato, sentir su olor y ese abultamiento que se sentía que iba creciendo calmó todos mis nervios y me transportó a grandes espacios abiertos.
- Eso es bebé. Así, así, siéntelo, disfruta del olor de mis huevos y de mi pija, sé que la deseas, sé que deseas nuestras pijas, eso es bebé, tranquilo.
- ¿Sabes cómo se sentiría mejor bebé? -dijo Hernán. Yo solo sacudí la cabeza.
- Se sentiría mejor si yo me saco el pantalón y el boxer -respondió Alfredo.
- Pero es algo que no puedes decirle a nadie, Alexander, nosotros solo lo haríamos para que te tranquilices.
- Vicente tiene razón bebé, solo si prometes no decir nada, yo me desnudo de la cintura para abajo.
- Lo prometo Alfredo, solo quiero estar tranquilo y estar entre tus piernas me ayuda a relajarme.
- No te preocupes cariño, si tú no dices nada, no solo Alfredo, Hernán y yo también te ayudaremos a que te calmes.
- No diré nada. Lo prometo.
Alfredo me apartó de su bulto, pero yo gemí sintiendo temor de nuevo y me pegué de nuevo a él. Alfredo me explicó que no podía quitarse los pantalones y el boxer si no me alejaba de su bulto, pero yo no quería separarme de él, o bueno, de su bulto, solo estando ahí me sentía a salvo.
- Yo me encargo -dijo Hernán.
Cuando me agarró de la mano yo no quise ir con él, así que se acercó hasta que estuve a la altura de su bulto, solo que él ya estaba desnudo, se había sacado los zapatos, el pantalón de pinzas, el arma, el cinturón y su boxer.
Pasó suavemente su hermosa polla negra por toda mi cara y después pasó la cabeza de su polla por mis labios, haciéndome probar así por primera vez el delicioso néctar que de él brotaba.
Como embrujado me fui tras esa polla, siguiendo el hilillo de líquido preseminal que conectaba mis labios con la raja de su pija, cuando ya estuve de nuevo pegado a la cabeza de su polla, no me contuve y la llevé a mi boca, fue tan relajante que no pude pensar en nada más que en esa polla y su exquisito sabor, la psicóloga estaba equivocada, pensar en grandes espacios abiertos no me ayudaba de la manera en la que me estaba ayudando el exquisito sabor de esa polla negra.
- Al chiquillo le gusta.
- Hermano, no se quiere desprender.
- En mi país diríamos que es como una ternerita, tratando de sacar la leche.
- Creo que ahora le diremos ternerito a nuestro jefecito.
- Ese es un buen apodo hermano, creo que al jefecito le gustará.
Yo no prestaba asunto a todo lo que ellos decían, tampoco me importó que estuviesen haciendo bromas a mis expensas, yo estaba muy feliz chupando esa rica polla como para que me importe algo más. Además, estaba transportado a otro espacio, a otro sitio, podría decir hasta a otro mundo, no estaba encerrado en un ascensor en el doceavo piso, estaba en el lugar más feliz del mundo. En medio de las piernas de mi guardaespaldas Hernán, disfrutando de su rica verga.
- Alfredo y yo ya estamos listos también, no te lo quedes solo para ti.
- Te recuerdo que estaba conmigo primero.
- No es mi culpa, el nene no se desprende, le encanta chupármela.
- Te apuesto a que el nene le encanta cualquier polla que chupe, ya sabíamos que el patroncito es joto, así que para él cualquier verga estará bien.
Diciendo eso, Vicente se acercó me tomó de los brazos y me apartó de la polla de Hernán, cuando sentí que me movían, abrí los ojos y me encontré de nuevo ahí, en ese ascensor, encerrado, empecé a moverme de manera desesperada, pero Vicente me afianzó en sus brazos y me besó, o mejor dicho, me comió la boca de una manera tan absorbente que una vez más mi mente quedó en blanco y logré tranquilizarme, él empezó a hablarme y a tomar el control de la situación.
- Eso es patroncito, solo confíe en nosotros, nosotros lo mantendremos a salvo.
Crucé las piernas alrededor de la cintura de Vicente y éste empezó a besarme de nuevo mientras se iba deslizando al piso y arrastrando mi cuerpo junto con él, cuando estuvimos en el piso dejó de besarme e hizo que lo vea los ojos.
- Mírame Alexander
No tuve más opción que mirarlo y sus ojos estaban en llamas, su mirada era tan intensa que, aunque hubiese querido, no hubiese podido ver a otra parte, simplemente sus ojos eran como mi ancla a la cordura, lo que me evitaba caer en la desesperación del encierro y al mismo tiempo sentía que estaba atrapado bajo su mirada sin poder hacer nada más que obedecerle.
- Te vamos a dar toda la polla que quieres, hoy terminarás lleno de polla por todos lados y prometemos que no te faltará polla.
- Alfredo ya habló con la operadora del botón de emergencia y dice que más o menos los rescatistas tardarán unas dos horas o un poco más en hacer que el ascensor vuelva a funcionar.
- Así es cariño, ya hablé con ellos y les dije que aquí no teníamos ninguna emergencia que podíamos esperar. Porque podemos esperar, ¿verdad?
- Chiquillo, si podemos esperar, podrás jugar todo ese tiempo con nuestras pollas, puedes darte gusto.
Lo que Vicente dijo me tranquilizó de una manera que no creía posible, sé que no debía sentirme entre hombres semidesnudos con sus pollas afuera, duras y babeantes, pero así fue como em sentí, seguro, cuidado y salvo.
- Podemos esperar si ustedes me mantienen tranquilo.
- No te preocupes chiquillo, cuidaremos de ti. Ahora sé un buena puta y baja a chuparme la polla.
De alguna manera la forma en que Vicente me decía las cosas, como por ejemplo ahora me susurró al oído y me llamó puta mientras me pasaba la lengua por la oreja, probando todo de ella hasta morder el lóbulo, no me causaba temor, me daba paz mental, porque sé que es un hombre fuerte y que estaba a salvo en sus brazos, entre sus piernas, en su polla.
Bajé de manera automática y agarré esa gruesa polla negra, más gruesa pero menos larga que la de su hermano, con una cabeza con forma de corazón, una forma muy curiosa. La cabeza de su polla babeaba incluso más que la de su hermano Hernán, si la de Hernán era como un grifo que dejaron mal cerrado, la de Vicente emanaba tanto líquido preseminal que era como si el grifo hubiese quedado totalmente abierto y al probar sus jugos por primera vez, mi paladar explotó con su sabor, tan agrio, tan fuerte, como todo él y al mismo tiempo tenía un dulzor escondido, me volví completamente adicto y aunque mi vida hubiese dependido de ello, no creo que hubiese podido despegarme hasta sacarle todo el jugo que guardaba en su interior.
Mientras me dedicaba en cuerpo y alma a chupar la polla de Vicente, Alfredo fue atrás mío y me quitó los zapatos, las medias, el pantalón y mi calzoncillo blanco. Una vez que estuve completamente desnudo de la cintura para abajo, se dedicó a besar y lamer mi virginal cuerpo, deleitándose con la suavidad de mi piel y el sabor a cereza -uso jabón líquido de diversos aromas junto a diversas sales de baño-, cuando hubo estado satisfecho, se dirigió a mi lugar más escondido, donde estaba mi rosado y terso ano, tan chiquito como el de cualquier otro adolescente virginal. Alfredo se dedicó a comerme el culo de una manera exquisita, de una manera tan dedicada, que por momentos perdía el ritmo de mi torpe mamada Vicente, aunque él llevaba sus manos a mi cabeza y me decía que siga chupando.
Mientras le hacía la mediocre mamada a Vicente y Alfredo me comía el culo como un dios, Hernán estaba en la otra esquina masturbándose lentamente mientras veía el entusiasmo con el que, mamada la polla de su hermano, porque podrá ser la mamada más mediocre de su vida, pero seguramente sí en la que se mostró mayor entusiasmo por complacerlo.
Sentí un líquido frío entrar en mi hoyito, mientras la yema del dedo índice de Alfredo hacía círculos alrededor de mi anito. Sentí un poco de incomodidad.
- Se siente extraño.
- No te preocupes bebé, esto es solo para que no te duela mucho cuando meta mi polla en ti.
- No va a entrar.
Vicente tomó mi rostro y lo dirigió a su mirada y otra vez me perdí en esos ojos oscuros que solo reflejan peligro.
- Te dije que estarías a salvo. Todo lo que hacemos, lo hacemos porque lo necesitas, porque lo quieres, tú quieres nuestras pollas en tu culito, tu cuerpo lo pide, tu alma lo anhela. Escúchame bien, tú eres una putita, necesitas que te alimenten con polla por ese hermoso agujero.
- Sí señor, lo que usted diga.
- Así me gusta putilla. Síguele Alfredo, ábrelo bien y no te detengas.
De alguna manera todos sabemos que Vicente es el que nos manda, no sé si es porque es el mayor de los gemelos, pero tiene una manera de decir las cosas, que sientes que no tienes más opción que rendirte y obedecer.
Alfredo siguió su labor, siguió vertiendo lubricante en mi agujero y siguió masajeando hasta que, de un momento a otro, el dedo con el que masajeaba mi entrada se perdió dentro, no sentí dolor ni molestia, solo escuché cuando Alfredo le dijo que ya estaba bien relajado y que ya me había comido su dedo solito, sin que él tenga que hacer presión.
No escuché todo lo que dijeron entre ellos, solo alcancé a escuchar:
- Clávaselo cuando se coma tres, me avisas para que no grite.
La verdad no estaba prestando asunto, yo estaba perdido en el aroma de los huevos de Vicente y en el delicioso sabor de su pija, cual no había dejado de chorrear su delicioso y abundante néctar.
Sentí unas manos que me separaron del delicioso falo y cuando estaba por reclamar, solo fue abrir la boca para que la polla de Hernán esté llenando de nuevo mi interior, sabía que era la de Hernán, porque conocía su sabor, delicioso de una manera diferente a la de su hermano, donde el sabor de Vicente era agrio con un poco de dulzor, el sabor de Hernán era un poco más neutral, el perfecto equilibrio entre lo dulce y lo salado, simplemente deliciosa. El saber que las pollas tenían diferentes sabores, hacía agua mis papilas gustativas y me hacía pensar en cuántos otros sabores existirán y sentí que regresaba a mi primera vez en la heladería donde había tantos sabores y quería probar todos ellos.
Momento después algo les dijo Alfredo a los hermanos, lo cual no entendí bien, estaba perdido en los sabores que se mezclaban en mi lengua y al mismo tiempo estaba pensando en todos los sabores que podrían existir.
Sentí que Vicente me llevó de nuevo a su verga y me dijo ahueca la garganta putito que te va hasta el fondo, no le entendí, pero no demoré en entender cuando con sus manos forzó mi cabeza y me metió su dura y gruesa verga hasta traspasar la campanilla. No fue nada bonito lo que experimenté, porque sentí desesperación y después un dolor punzante que vino desde mi culo, Alfredo me había metido la verga, no sé cuánto de ella, pero sentí un dolor y un ardor horrible, lo peor es que no pude gritar porque Vicente me tenía amordazado con su gruesa polla y no sentí que tuviese alguna intención de soltarme.
Después de varios minutos que realmente sentí como horas y después de todos los besos de Hernán en mis espalda, hombros y cuello, las caricias en mi culito de Alfredo y la fuerza bruta con la que las manos de Vicente sostenían mi cabeza, mientras me decía que resista, que yo era un buen putito y esto era lo que más me gustaría, me decía varias cosas muy insanas, pero logré relajarme.
- Y se aflojó.
- Muy bien. Sigue metiéndole la verga.
Cuando sentí que entraba otra parte de la polla de Alfredo en mi culito, el dolor, la desesperación y las lágrimas volvieron a mí multiplicado por cien, el dolor fue insoportable, pero ellos hicieron el mismo tratamiento hasta que me tranquilicé. Cuando Alfredo penetró el último tramo de su polla, ya no sentí dolor y acepté al intruso que se colaba en mi interior y me rellenaba los intestinos.
La polla de Alfredo es casi del mismo largo que la de Hernán, solo que la cabeza de su polla es como punta de lápiz, de ahí viene un tramo delgado, de ahí un buen tramo grueso, casi del mismo grueso que la polla de Vicente y termina en un tramo más delgado.
Cuando ya tuve toda la polla de Alfredo dentro de mí, se quedó inmóvil, mientras Vicente me soltaba y lograba respirar, sentí que moría de asfixia y tomé todo el aire que pude como desesperado.
- ¡Toma aire lentamente carajo! ¡Aprende a respirar!
El grito que me dio Vicente me trajo de nuevo a tierra y empecé a respirar pausadamente, ese hombre supo desde el principio supo dominarme.
Alfredo cariñosamente empezó a meter y sacar su polla, al inicio fue incómodo, pero nada como turnarme entre las deliciosas pollas de Vicente y Hernán para olvidar cualquier incomodidad. Varios minutos después Alfredo ya entraba y salía rítmicamente, follándome de una manera gloriosa, haciéndome sentir tan bien por atrás que no pude evitar empezar a gemir y gemir, yo mismo no reconocía mi voz, o en este caso mis gemidos, era como si alguien más estuviese en mi cuerpo, disfrutando de la polla de Alfredo en mi interior.
- Te lo dije putilla, te dije que tener pollas en el culo es lo que tu cuerpo quiere.
- Debes de probar este agujero, Dios, es tan cerrado, tan estrecho, estrangula la polla tan bien, no puedo creer que me dieran la oportunidad de desvirgar al jefecito.
- Tu polla era la ideal, tienes el tipo de polla ideal para primerizos.
- Jesucristo, esto es lo mejor, qué agujero, hermanos, qué agujero, no creo que pueda aguantar, lo voy a bautizar.
- No, yo soy quien lo bautiza, en eso quedamos, tú la primera follada, yo le bautizo el culo y Vicente le da a comer sus mecos.
- ¡Ahhhh! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Me corro hijo de la gran puta!
Sentí algo caliente en mi espalda y en mis nalgas, era la leche de Antonio que estaba bañando mi cuerpo.
- Dame paso perro, que yo no creo que pueda aguantar mucho.
Alfredo se apartó, sacó una toallita húmeda se limpió y se empezó a vestir mientras Vicente se colocaba atrás mío y me follaba, su polla se sintió igual de bien que la de Alfredo, por momentos sentía que llegaba un poco más adentro que Alfredo, después me enteré que sí, definitivamente llegaba más adentro, porque, aunque solo le gana por 3 cm. a Alfredo, esos centímetros son los que por momentos sentía que su polla me llegaba más adentro.
Fueron apenas unos 10 minutos cuando Hernán empezó a insultar y maldecir a diestra y siniestra, em agarró fuerte de la cadera y me embistió de tal manera que mi cuerpo se elevó, mientras él llenaba todo mi interior con su semilla.
- Maldita puta, qué buen culo que tienes, no puedes olvidarte que yo fui el primero en dejarte la leche adentro. Eres una zorra de primera.
Y diciendo esto me dio tremendo azote con sus dos manos, una mano en cada una de mis nalgas, me dolió, me ardió y al mismo tiempo me fascinó.
- Tu turno hermano, ya tiene leche adentro para que puedas darte gusto follando ese rico culito.
Vicente sacó su polla de mi boca y se fue atrás mío, directamente a mi culito y me dio una buena embestida con su gorda polla y sentí que los ojos se me salían de los cuencos, ya había aguantado dos pollas y aunque mi asterisco ya estaba flojito, aun así sentí dolor, no el suficiente como para no poder reprimir mis ganas de gritar pero sí fue muy doloroso, apreté los labios y mientras él sin ningún miramiento, sin ninguna consideración me follaba brutalmente, yo solo aguantaba esperando que el dolor pase y el placer que había sentido con mis otros hombres, regrese. No tuve que esperar mucho tiempo, como a los tres minutos mi culo se amoldó al grosor de su polla y logré sentir de alguna manera más placer que en las folladas anteriores, mis gemidos que ya habían sido controlados y menos ruidosos, se volvieron completamente descontrolados y gemía sin ninguna clase de sentido, prácticamente gritando por el placer que sentía mientras Vicente me embestía cada vez más y más fuerte, era como un caballo desbocado que había encontrado una buena yegua que le aguante.
- Esto si es un culo, Maldición cariño, creo que me acabo de enamorar. Serás mi perrita de ahora en más, nadie me ha aguantado una follada como tú.
De alguna manera eso me hizo sentir importante, realizado, completo, sentí que esos tres hombres podrían ser realmente míos y el sentimiento solo se afianzó cuando Alfredo y Hernán hablaron.
- Cariño, eres el mejor, de verdad, yo también siento que ya te amo mi vida.
- Eres un aguantador patroncito, usted nació para aguantar vergas, si usted me deja, yo puedo hacerlo muy feliz, puedo hacerlo feliz todos los días.
Cuando voltee a ver a Hernán ya estaba limpio y vestido, me veía con la sonrisa más sexy que he visto en mi vida, de verdad desee en ese momento que esos tres hombres siempre estén conmigo y mientras recibía las fuertes embestidas de Vicente, me propuse que haría cualquier cosa que me pidieran para hacerlos felices y que nunca me dejen.
- Puta de mierda, zorra malparida, ya me viene perra, ya me corro, abre tu puta boca que te la voy a preñar.
Solo atiné a abrir un poco la boca cuando sentí la polla de Vicente invadiendo todo el interior, seguido de un fuerte sabor, tan amargo y sabroso como ninguna otra cosa que hubiese probado hasta entonces, solo pude tragar y tragar hasta que dejó de correrse y después de eso chupé fuerte, succioné lo más que pude tratando de sacar las últimas gotas que se encontraban en su interior, persiguiendo hasta el último atisbo y cuando ya no salió nada, recorrí toda la polla buscando las pequeñas gotas que se habían escapado hasta dejarla completamente limpia, sin rastros de absolutamente nada.
- Una buena puta siempre deja así la polla de su macho.
- Lástima que nosotros no pudimos darle lechita, se nota que le gustó.
- Tú fuiste su primero, así que no puedes quejarte.
- Y yo fui la primera polla que tuvo en la boca.
- Y yo su primer beso y el primer semen que probó.
- Alfredo ya llama a este man y dile que ponga a funcionar el ascensor.
- No seas estúpido hermano, primero hay que limpiar al jefecito.
En ese momento no entendí nada de lo que hablaban, yo estaba con el cuerpo completamente flácido, estaba sin fuerzas. Alfredo limpió el desorden que había dejado en mi espalda, me vistió y me peinó, me dejó como nuevo, de ahí llamó a su amigo y le dijo que ya podía poner a andar el ascensor y encender las cámaras.
Así fue mi primera vez, mis tres trabajadores y hombres de confianza de mis padres, excitados por los toques frecuentes en sus bultos, los llevó a hacer un plan y follarme en el ascensor. El que planificó todo fue Vicente.
Cuando me contaron toda la historia, no me importó, pero como condición para perdonarlos les dije que ellos siempre debían ser míos y estar conmigo todo el tiempo, ellos aceptaron gustosos, pero antes también tenía que pagar la parte del acuerdo, sí, ellos hicieron el trato, pero yo fui la moneda de cambio.
Así fue como tuve sexo con Elías, el encargado de las cámaras y el sistema de los ascensores, no cuento lo que sucedió, porque, aunque debo aceptar que es un hombre joven, atractivo y con un cuerpo de gym, ese día aprendí la diferencia entre una polla y una buena polla, razón de más para no dejar escapara a mis tres hombres.
Meses después, de alguna manera Vicente convenció a mi padre para aumentar mi seguridad, de ese modo, ahora tengo a Hernán y a Vicente todo el tiempo conmigo, a excepción de los domingos que es su día libre.
Mi nana, Magdalena, fue removida de mi habitación a una habitación de empleados en la otra esquina del pent-house. Para mayor seguridad, Vicente convenció a mi padre que era mejor estar con alguno de ellos, en caso que se suscite alguna emergencia.
Decir que Hernán o Vicente ocupaban la cama que estaba en la otra esquina de mi inmensa habitación, sería la mentira más grande de la vida, porque del que fuese el turno de custodiar mi habitación dormía en mi cama y yo en su pecho, después de deslecharse dos o tres veces, cuando el que estaba en las rondas nocturnas podía pasarse por mi habitación, yo tenía una ronda más de sexo.
El que tenía el turno de noche, descansaba en el día y yo me iba con el que durmió conmigo a pasar toda mi mañana y mi tarde en mis diversas actividades agendadas, todo el tiempo que pasaba en el auto le pertenecía a Alfredo, quien me follaba en todas las idas y venidas, mientras ya sea Vicente o Hernán conducían, los tres tenía un sistema increíble en el que yo podía hacer feliz a los tres y ellos podían compartirme sin problemas.
Alfredo es un amante cariñoso, tierno y siempre está pendiente de mis necesidades y trata de darme el mayor placer posible. En sus brazos puedo llorar y ser consolado, es el amante comprensible.
Hernán es un amante equilibrado, en ocasiones dulce, en otras enérgico y en otras completamente desesperado por tomarme de cualquier manera posible, sin importarle si yo estoy dispuesto o no, es una marea de emociones cambiantes y siempre que es su turno de ser mi amante me pregunto de qué humor está y qué nuevas experiencias le dará a mi cuerpo.
Vicente es un amante dominante y es a quien obedezco en todo, es automático, cualquier cosa que me pida, lo haré por él, como él me recalca siempre, no es mi amante, es mi macho y aunque los amo a los tres, Vicente es a quien más amo.
Cuando cumplí 18 me fui a vivir solo y me llevé a mis tres empleados conmigo, a nadie se le hizo extraño, ya que he pasado casi toda mi vida con ellos, lo que ellos no saben es que para mí no son mis empleados, son los hombres que más amo en este mundo y cada noche en nuestra habitación me hacen sentir lo mucho que me aman y yo les hago saber que soy capaz de hacer todo lo que me pidan si así los tengo siempre conmigo y los mantengo felices.
Espero que les gustase mi historia y como dato adicional, desde ese día, ya no soy claustrofóbico, porque cuando el miedo quiere invadirme, mi mente viaja automáticamente al momento en el que me sentí más seguro, en medio de las piernas de los tres hombres de mi vida.
como sigue
Tiene continuación?
Me ha encantado el relato y la forma en como lo describes todo, pero una pregunta, ¿tiene continuación?
No, son diversas historias que tienen la claustrofobia y el ascensor como situaciones en común, pero son historias diferentes.
Princiipio y fin, hsitoria corta.
¡Qué delicia de relato! Muchas gracias por compartirlo.