El Barón Rojo… D/s sin ceremonia (gay)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Iba muy nervioso, no sabía que iba hacer. Claro tampoco imaginaba que todo eso iba a pasar…
Me ha gustado. Pero… ¿lo hago de nuevo?
Había recibido un texto, me dijo dónde iba a llegar. Cuando he estado frente al edificio, alzo la vista y pienso si debo hacerlo. Pero claro que tenía que hacerlo, solo que me lamentaba serle infiel a mi pareja. Y llevo tanto tiempo sin verla, que mi erección atrapada en mi pantalón, me empuja hacia adentro y cuando me doy cuenta, ya es porque estaba hablando con el recepcionista.
Cojo el ascensor, me miro en el espejo y remuevo el cabello que cae en mi frente. Respiro hondo y solo pienso en gustarle, y también espero que él, sea exactamente como la foto que me ha enviado al WhatsApp.
Cuando abre la puerta, estaba fumando un habano. Vestía como un muñequito: camisa marrón y de líneas rectas, con un pantalón de vestir color verde militar oscuro. Es un poco más pequeño de lo que imaginaba. Pero tenía lo único que a mí me importaba… la barba.
Era espesa, no es roja como en la foto, es rubio oscuro y ya unos pelos grises se le ve en los bigotes. Los ojos son tan azules, que parecen vidrios y es tan macho, con una mezcla del alemán de antaño pero con las características de un venezolano propio. Mi Manfred von Richthofen es hermoso…
La voz era fácil de oír. Gutural que hacia mi piel vibrar. Sirvió una birra en un vaso de plástico y luego me la da.
¿Te vas a beber la pastillita azul? –me pregunta.
Sin poder decirle nada, la ha colocado en mi mano. Dudo en tomarla. No sé, de que trata, apena lo conozco. Es una viagra suave, me dice al ver mi mirada asustada. De igual manera tengo miedo de tomarla; soy joven y temo que me dé un ataque al corazón. Al menos eso creo.
Todo el miedo que estoy viviendo, nada de eso le permitía a mi entrepierna estar quieta. Estaba dura, brincando, mojando mi bóxer, lubricando como chorro. Sin darle más vuelta al asunto me trago la pastilla azul, y como si no fuera poco el cinismo de mi parte, me encomiendo a dios…
II
Las ñemas de mis dedos, acariciaba los pelos de su barba. Me preguntaba si me gustaba, no tenía tiempo de responderle. Solo pensaba en cómo era esa barba en mis manos. Lo beso y siento el olor del tabaco, fue un beso de solo el contacto de nuestros labios, presiono pero no hay roce de lengua. Veo sus ojos azules y me pierdo en ellos. El toca mi entrepierna, habla como todo un hombre maduro, alagando lo dura que la tengo.
Hablo sucio a mi oído, y cuando me lo ha pedido, yo tiemblo de solo pensarlo. Me puse de pie y él estaba sentado. Iba rápido a quitarme yo mismo el pantalón, pero el, tranquilamente detiene mis manos, y solo las de él, comienza a desbrochar el pantalón. Antes, tantea mi erección marcada en la tela, simula que muerde mi trozo de carne gruesa, y en un santiamén ha bajado el cierre y la saca de inmediato.
Mi verga blanca, llena de vena y con el prepucio tapando mi glande, saca la lengua, me mira a los ojos y lame la gotita de precum que iba cayendo al suelo.
No fue necesario de utilizar sus manos. Rodeo mi glande con sus labios, presiono suave y me lo mamo hasta al fondo. Yo veía como mi güebo era tragado por la boca de ese señor. Me excito bastante como la barba de él, se fregaba con los pelos negros de mi ingle. Y cuando el inhalaba el olor de mis pelos, cerré los ojos duro y termino de llevarme por el deseo.
Se desnudó completo, es flaquito mi viejo. Yo desnudo me acerco y juntos nos acostamos en la cama. El agarra mi güebo por la base, lo presiona y mi glande se hincha todo, le pasa la lengua y me estremezco.
Mi barón rojo me propone algo que me deja perplejo, sin decir nada, espero que él se acomode. Estábamos como si fuésemos hacer un 69, pero yo no le iba a mamar el güebo, ni tampoco el culo. Cuando alza la pierna le veo el hoyo requeteabierto, arrugado como si tuviera viejo de tanto uso. Lejos de sentir asco, con lo que ya me había propuesto, entendí porque lo debía tener de esa manera.
Dejo de chuparme el güebo, agarra mi mano, y me enseña hacer la posición de la mano en forma de “pico de pato”
Así, así la vas ir metiendo poco a poco –me dijo muy serio.
Como me ha dicho, introduje solo los dedos. Yo estaba pasmado, se suponía que esta práctica era solo una ficción de las productoras del mundo del porno. Pero ahora yo estaba haciéndolo, y era como tocar fondo para lo poco del sexo que he hecho…
Sentí como su ano se abrió al paso del grosor de mi mano. Su interior quemaba de lo caliente y cuando el culo se le ha abierto todo, mi mano paso toda y hasta la muñeca le he enterrado.
Veía su rostro, como enarcaba las ceja, el rostro de placer y sumisión que tenía.
Mi viejo, mi macho, mi barón rojo, estaba en completa sumisión. Me dio el poder y yo me sentí un dominante afortunado…
Había olvidado todo, toda mi concentración estaba fija en eso. Apenas volteaba para verlo a los ojos, y cuando lo hacia él se me quedaba viendo, como mirando a su muchachito, enseñándole a que yo le abriera el hueco.
Cógeme duro con este güebo, me ha dicho pero toda mi mano seguía dentro. Hice círculos y luego voy cerrando el puño adentro, cuando he cerrado, siento como las paredes del ano se dilatan, se contraen y luego intenta expulsarme la mano. Mi viejo se queja como los machos, apretó los ojos y gimoteo sintiendo el orgasmo que le he provocado.
Pensé por un momento que le he hecho daño. El solo me dijo: coito anal. También creía que era el único que iba a sentir, pero cuando he vuelto a dar un circulo con el puño cerrado, se estremece y temblando vuelve a gemir guturalmente, y acaba de nuevo por el ano.
Las paredes del culo, de paso de lo caliente, masajeaban mi piel y cuando apretaba mi muñeca era algo que bastante me ha gustado. En ese momento pensé, que todo esto era ficción de la industria del porno y, mi mirada perdida en ese acto, mi barón, pregunta en que pensaba. Le he dicho lo rico que se sentía esto, y sin dejarlo hablaba de nuevo, remuevo mi mano cerrada dentro de su culo y en segundos, ya el de nuevo estaba temblando y experimentando otro coito anal, como ha dicho antes.
Ahora lo siguiente, es lo que me dejo traumado, por decirlo así.
Nos pusimos de pie, cuando he sacado mi mano, note que en el colchón había una sanguaza de sangre, no era tan espesa, más bien una agua, le he preguntado si le hice daño, me dijo que tenía tiempo sin hacerlo, y solo un poco se le ha reventado algún vasito en el ano, pero que no le dolía para nada. Más bien que le ha gustado, por lo rápido que he aprendido hacerlo. Aunque la verdad no se necesita mucho para hacerlo.
Encima de un mueble, había un morral de cuero, cuando lo ha abierto, dentro de él, había un montón de indumentarias para el sexo fuerte. Nada de esto me causó pánico, solo curiosidad. Saco un cosito, algo así como un anillo de cuero, que sujetaba mis bolas aparte, y luego la base de mi pene. Me lo dejo bien apretado y duro, casi mi verga a punto de reventar, roja y venuda.
Así me mamo el güebo, solo lamiendo el glande, como un caramelo o un helado. Pasaba la lengüita nada más, luego abría la boca, chupaba el glande y yo lo veía, como mi pene se perdía entre esa barba espesa, que parecía ser de un color rojo, pero que no lo era.
Le empujo toda la cabeza, y lo ahogo con mis 17 cm de largo. Se la dejo adentro un rato, y no dejo de pensar lo tanto que estoy disfrutando con este viejo alemán.
Al no mucho rato, saco del bolso otros juguetes más. Un pene negro, bastante grueso y largo, se inflaba e imagino que más debía crecer.
Se ha colocado una pieza de cuero en su cuerpo. Como explicarlo, si esto nunca lo he visto en persona antes. Era unas tiras que apenas le cubrían las tetillas, bajaba hasta la entrepierna, que le cubría el güebo, en una bolsa de cuero. Por detrás, era como un hilo, pero de cuero también. En el rostro se puso una especie de mantilla, la sujeto en la cabeza, a la altura de la frente, y la manta de cuero, con un corte en pirámide, le cubría los ojos y parte de la boca.
Mi Manfred von Richthofen parecía un personaje sacado de un videojuego, porque ni siquiera de una película de porno. Daba miedo, pero un miedo de eso, que te pone a temblar del deseo. Como sacando del closet, la puta mente jodida tuya que tanto miedo tienes que algún día salga a la luz.
Me sentía como un criminal, pero a la vez como una víctima, que iba ser succionado por un monstruo de cuero y carne humana.
Mi barón se quedó paralizado, figurando el personaje, dejando que yo le quedara viendo fijo, y con mi mente lo completara todo. Da la vuelta muy dramático, sin decirme nada, camina un metro más adelante, y frente a él, hay una puerta, común y normal. De un color caoba claro, a juego con la decoración victoriana que hay en la habitación.
Al coger el pestillo de la puerta, el medio abre, voltea hacia mí, pero no le veo los ojos, están cubiertos por la mantilla de cuero. Mi viejo, era como el conejo de Alicia, con su silencio dejaba a mi merced, si deseaba entrar o quedarme afuera.
Apenas lo que he visto desde lejos, la habitación de adentro era lúgubre. Si Anastasia no fuese un ser tan rosa, yo era ella en ese momento. Entendí que el libro, apenas es un cuento de Disney comparado con la realidad.
El entro a la cueva, y dejo la puerta abierta, esperando que yo solito entrara a la habitación. Todo se veía oscuro, con unas tenues luces amarillas. Yo tan lejos de eso, creía estar en un umbral, metido en todos los libros de ficción que he leído.
Todo dependía de mí, el miedo atizonaba mi placer. Pensaba que entrar ahí, me iba a drogar y luego no me dejaría salir más nunca. En todo mi cuerpo corría un vaho, que hacía sentirme aprisionado. No sé qué tanto le temía, pero al bajar la mirada a mi entrepierna; erguida, dura apuntando hacia la puerta, comprendí que el miedo que siento, era porque todo esto me está gustando más que el sexo convencional…
III
Las paredes estaban en concreto puro, algo así a medio oscuro. No había muchas cosas en su alrededor, al final del cuarto unos grilletes en cada extremos. Más que una habitación hecha para eso, parecía más bien algo improvisado. Había una pequeña lámpara colgada del techo, era tenue y se balanceaba, dando un aspecto de terror a lo Silent Hill.
No había cama adentro, solo una mesa de hierro, pero sin tanta pretensión. Todo era improvisado pero a la vez determinado para el asunto de la decoración. Encima de la mesa estaba mi viejo, en cuatro, dejando al aire libre el culo expuesto.
Me acerco lentamente, le hago a un lado la tira de cuero que la tiene metida entre las nalgas. En el suelo hay un pote de lubricante, y a su lado un par de guantes negros. No me dijo nada, se supone que yo debo entender lo que debo hacer con esas dos cosas en el suelo.
Una vez con los guantes puestos, embarro ambas manos mías. Con los dedos, juego en la entrada de su upite; meto dos, luego tres y luego cuatro. Como experto hago el pico de pato, y de un solo golpe, meto toda la mano. El gime, y cuando lo oigo, sin dudarlo doy vuelta a mi mano, eso lo estremece y jadeando fuerte se espasmo, y acaba por el culo. De nuevo esa sensación, cuando su culo me empuja la mano hacia afuera, también hace que yo tiemble, aprieto los ojos y mi verga brinca descontroladamente. Estoy sudando y la habitación ayudaba a eso.
Ya ni siquiera era yo, ese inocente muchacho que iba a probar con un hombre por primera vez. Ahora era un ser, sacado de alguna película porno. Me creía todo un experto, saco la mano y cerrada como un puño se la meto de nuevo en todo el culo, lo hago de nuevo y el aprieta la paredes del ano, y hace un movimiento que parece quebrarme la muñeca. Aprieto y relajo mi puño rápidamente y el de nuevo tiene otro orgasmo anal. Cada gemido de macho que le sacaba a mi viejo, era algo que me gustaba.
Nunca he creído en el amor a primera vista, pero esto más que sexo fuerte. Es una conexión entre dos personas al máximo poder y placer de sumisión…
Meto y saco, ambas manos se turnaba en el culo. Cada una le provocaba un espasmo anal. Y ya lo tenía totalmente cansado. En cambio yo, quería más. El deja caer el culo, y las piernas flojas, apenas las apoya al suelo. Me pide que lo penetre con mi pene. Pero yo he entendido mi papel, y hago mi rol naturalmente, no le hago caso, le golpeo las nalgas y lo apoyo fuertemente a la mesa de hierro le agarro por las tiras de cueros, y con una mano adentro, le cojo e intento llevar mi mano más adentro, y lo logro, mi muñeca traspaso, y se perdió en ese hueco abierto.
Él se arqueo, prácticamente grito, y luego vino la ex pulsación de su ano contraído. Pero esta vez, venía acompañado, a pesar de tener el guante puesto sentí lo caliente que venía, y al sacar mi mano del culo, venia un chorro de mierda aguada. Me ha cagado la mano, pero en ese momento por el movimiento de la bombilla no entendía muy bien que era lo que estaba expulsando. Creía haberlo reventado por dentro, y desde que entre a la habitación, en ese momento salí de ese personaje y volví ser yo; tímido y asustado.
Me decía que nada malo había pasado, se disculpó porque no se esperaba eso. Todo en el ambiente olía a monte masticado. No voy a negar que sentía un poco de asco, pero me sorprendía que todavía tenía una erección dura, y no sé si era por la viagra o porque esto me gustaba.
Volteamos de lugar, y esta vez le hice caso. Lo penetro, estaba agudísimo. Solo la entrada del culo, era lo que me apretaba. No había mierda pero mi mente así lo creía. Y todo ese morbo de hacerlo cochino, me puso cachondo y comienzo a darle duro con mi verga, cogiendo como un conejito, sudando todo y haciéndolo como si fuera la última vez que lo iba hacer.
El oír de su gemir, y la expulsada que froto mi pene enfundado en el preservativo, anuncio que había acabado de nuevo. Me afinque en la cogida y cuando estaba a punto de acabar, él se levanta y lo saca del culo. Me dejo pasmado y hasta rabia había sentido.
No me dijo nada, solo me cogió de la mano y me llevo al círculo de la lámpara. Alzo la mano y detuvo el movimiento, la luz tenue se quedó fija. Él se puso de rodilla, y la matilla que le cubría la cara, se la subió un poco, dejando ver solo la boca y toda la barba.
Me saco el preservativo, y comienzo hacerme la paja. Le tocaba con mis dedos la barba, le cojo por detrás de la cabeza y sin anuncio, ni nada, le acabo en los pelos y cerca de los labios.
Todo mi semen le chorreo entre los pelos, y lo último que salía, abrió la boca, saco la lengua y me limpiaba la cabecita del güebo. Cuando ya no podía acabar más, el con su mano, se restregó todo mi semen en su barba, hizo un gesto de triunfo y sonrió sin poder verme por la matilla en los ojos…
Después de haberme dejado cerca de mí casa. Antes de bajar del auto, me pido que nos volviéramos a ver. Pero todo el éxtasis en mi cuerpo había pasado. Iba con un miedo, me sentía un puerco. Temía por el contagio de una enfermedad, y mi estómago hecho un nudo, y la repulsión contra mí mismo era tremendo. Esa noche no pude dormir…
Tengo dos semanas engañando a mi viejo. Que si voy a ir, pero tengo miedo. Tengo miedo, que ahora solo sea capaz de hacerlo únicamente de esa manera. Porque me ha gustado.
Nota
Soy el mismo que ha escrito: Las confesiones de Nelson y Las filias de Mr. Monster. Ambos relatos los tengo inconcluso. Prometo, pronto agarrar de nuevo el hilo y terminar estos relatos, que tengo a varios lectores esperando.
Gracias por sus críticas. No dejen de comentar y calificar
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