EL CAMBURAL:
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por shotaboy.
El cambural se veía verdecito desde el camino a San Joaquín, allí trabajaban mis tíos, y mis primos para un señor que vendía cambures en cantidades monumentales, yo había trabajado allí desde mi noveno cumpleaños, y ahora con trece años ya me desenvolvía fluidamente por aquella extensión de árboles Musa Paradisiaca que se extendía por todo el valle, me conocía de cabo a rabo las dimensiones del cambural, tempranito en la madrugada, tipo 4 o 4:30 am nos enfilábamos mis primos, mis dos tíos y yo a agarrar cola desde el pueblo a la hacienda, mi mamá ya me tenía el desayuno y almuerzo listos, me echaba la bendición, me daba un beso y a media hora en carro llegábamos al cambural.
Yo no tengo estudios, quien me enseñó a leer, escribir y algo de matemáticas fue una de las hijas del dueño (una mujer muy buena que no sé por qué razón no se había casado ni tenido hijos) que nos daba lecciones a los más pequeños -Con eso tienen para medio defenderse- decía ella, y es que antes los tiempos eran más simples, más inocentes, con un título de primaria eras alguien respetable, con uno de bachiller eras alguien ilustre, total que iniciábamos la faena según cada árbol, ya que los cambures no tienen fecha para florear o cargar frutos, ellos lo hacen tal y como les da la gana, así que, dependiendo de si el árbol estaba floreando, dando frutos o a punto de morir había que cortarlos, o enderezarlos, o desmalezar el terreno, y la mejor parte tomar sus frutos (claro está, podíamos atracarnos de cambur diariamente pero luego de un año, ya dan arcadas).
Desayunábamos por turnos, mientras unos trabajaban a eso de las 9:00 am.
otros comían y, porque no, tomábamos algunos cambures y comíamos, esa mañana yo era de los que se encontraban trabajando, cuando escucho unas risas muy enérgicas, así que me acerco cautelosamente y escucho a mis tíos y a otros trabajadores carcajear mientras se divertían hablando de como la mujer de fulano chilla como una mula cuando le monta los cachos al marido, de que zutano y perencejo le van a deformar la chucha a las burras del no se quién de tanto cogérselas y entre cada comentario una oleada de risas y pitas, yo me quedé ahí oyéndolos sin comprender muy bien, en eso un señor empieza a bromear con un chico de como 15 o 16 (un hombre ya, en esa época) exclamando que si no se había hecho la paja con una concha de cambur.
los allí presentes dieron un bufido, los menores reían porque les hacía gracia -Errrrhj! Esa vaina si es sabrosa!- decía otro -Uno siente una babosidad que hace voltear los ojos!- exclamaban entre risas; – Pero no vayas a hacer como el hijo de fulanito que le gustaba tanto el cambur que empezó a comérselos con la cagalera, oíste? JA JA JA JA JA JA! se dejaron escuchar carcajadas y sus caras reflejaban dolores abdominales, – si porque después dejó de comer cambur y empezó comer chorizo- más risas recorrieron el cambural hasta mis oídos.
Aquello me dejó pensativo y con una rara y palpitante sensación dentro mío, así que aprovechando que la mitad del personal estaba descansando me adentré el cambural hasta sus límites con el río de junto y tomando un cambur, lo pelé, me lo comí y me quedé ahí mirando la concha como pendejo sin saber qué hacer con ella, tardé unos minutos en asociar las pulsaciones en mi pene al escuchar a aquellos hombre y jóvenes hablar de coger y de vergas y de cambures y chorizos en el culo así que mi instinto me hizo avanzar y bajando mis pantalonetas puse aquella cascara en mi pene en crecimiento y procedí a darme una paja, mi primera paja y sería con una concha de cambur, JA! restregaba aquella vaina en mi verguita aún de pié, dándome en el pene a placer, en eso me tropiezo con mi pantaloneta en mis pies y caigo sentado sobre un racimo de cambures aún pintones (sin madurar), al sentir en medio de mis nalgas aquel falo vegetal rígido por su verdor, una corriente eléctrica me desfibriló desde el culo deslizándose a la velocidad de la luz por mi espalda hasta mi cerebro, el cual, luego de decodificar el impulso eléctrico decidió segregar en mi cuerpo una ligera reacción de placer, lo sentí rico, mi pene se puso rígido, así que me movía de atrás hacia adelante al tiempo que las capas internas de la concha del cambur en mi mano se habían separado convirtiéndose en una pasta resbaladiza y de exquisita textura con la cual, lubriqué mi “entrenalga” y al sentir incrementarse la sensación en mi cuerpo no pude negarme a mis instintos.
Pelé un cambur verde de tamaño promedio, tipo 17 o 18 cts.
, aún no estaba maduro pero una buena lubricada con mi concha de cambur y con mi mano zurda comencé a puntearme el culo, debido a la textura suave del cambur se deslizó relativamente fácil, tanto que se me pasó un poco la mano y me dolió al estirarse mi ano.
No me detuve, seguí masturbando mi verguita y entre más me la halaba, más de aquel cambur podía meter, así que sincronizando mis dos manos logré masturbarme ambas zonas erógenas hasta que una sensación sofocante y contenida a presión dentro de mis bolas comenzó a burbujear hasta que tuve mi primer orgasmo, gemí con los ojos cerrados y la única reacción que sentí físicamente fue mi culo masticando aquel cambur verde con desenfreno, tanto que sin darme cuenta se había salido de su concha y por poco me lo tragaba, me asusté; pero recuperando la compostura y al ver que mi verguita seguía tiesa (obra de la pubertad) decidí hacerme otra paja tocando con mis dedos el tuquito que se asomaba por mi culo y sintiéndolo moverse dentro de mí hasta que.
¡AY! ¡MARIQUITO! – así que te gusta meterte vainas en el culo?! – al voltear (infraganti), estaba un joven de veintipico de años viéndome con una sonrisa contenida sin éxito y con ambas manos en la cintura.
Como era de esperarse me chantajeó sin pelos en la lengua exigiéndome que me dejara coger o le diría a todo el mundo lo que había visto, se acercó a mí (quien estaba inmóvil por lo rápido que se había complicado la situación) y quitándose el overol dejó al aire una verga morena y tiesa curvada ligeramente hacía arriba del tamaño de mi cambur anal, pero más gruesa, con una cabeza entre rosa y morada y una mata de pelo negros que se ensortijaban sobre sí mismos.
Él me dio la vuelta, se quitó la cachucha y me hizo sostenerme de un bananero, con sus dedos me despojó del cambur pintón que tenía dentro mío arrojándolo al suelo, vio mi boquete a medio cerrar y escupiendo su verga inició su apuntalamiento, lo mas difícil fue la cabeza cuyo grosor era ligeramente mayor al de su falo y claro está, mucho mayor al del cambur, yo estaba que quería gritar así que apretaba los labios mientras aquel hombre enterró otra porción de su pene, luego descansó, después otra porción, yo lloraba y recuerdo que el muy hijo de puta recogió del suelo mi cambur y me lo puso en la boca aún lleno de mis propias heces a modo de mordaza, cuando de un empujón me la terminó de embocar recuerdo haber quedado de puntitas, siendo casi sostenido por su verga ya que él era alto y yo aún no tenía ni pelos en la chola, me sujetó con sus viriles manos de las caderas e inició un bombeo enérgico, no salvaje ni brutal, es decir, no había sutilezas en su envite pero tampoco quería desgarrarme supongo, no! ese culito tenía que durarle bastante.
hmmmff! hmmmff! hmmmff! era lo único que podía expresar mientras él se daba goce con mi intestino, la sacaba entera hasta la base de su glande y me la volvía a mandar sin lastima arrancándome un quejido, yo estaba sufriendo pero luego de tantas repeticiones y de tanto frotamiento interno terminó por ceder el dolor y darle paso a un muy leve gusto, que se acrecentaría a medida que él y yo repitiéramos nuestros encuentros futuros; pero ahora es el ahora, y esto no resultaba placentero para mí, no lo suficiente como para que dejara de dolerme por completo.
Él me levantó con sus brazos , mis pies se despegaron del suelo y al perder mi punto de apoyo en el bananero solo puede aferrarme a su cuello mientras mi penecito brincoteaba al aire libre y ya no ahogaba mis gemidos, solo sonaban más como una respiración forzada, algo así como un suspiro muy entusiasta, De pié, ese hombre me taladró sin reservas por largo tiempo.
En el cambural uno podía meterse y pasar todo el día sin aparecer y siempre y cuando llegases al final de la jornada sucio y sudado nadie podía decir que no habías hecho tu trabajo, además de que por la gran extensión de bananeros no era tan fácil encontrarse unos con otros, yo mismo solía penetrar la espesura como tantas veces y solamente contemplar el paisaje durante horas, por lo que mi amante y yo sospechábamos que no tendríamos interrupción alguna en nuestro encuentro.
Te duele? – me preguntó con voz fuerte y al a vez con un dejo de preocupación -No tanto!- le dije agitado.
Esa fue toda la conversación oral que tuvimos, él se tumbó sobre las hojas secas que alfombraban el suelo mientras yo me quedaba pegado a su pubis, con sus manos empezó a moverme en círculos, su verga bien enganchada a mis tripas y al sentir mis caderas moverse por sí mismas puso sus manos en la base de su cuello acostado y ocasionalmente se movía, en esa nueva posición me sentía muy cómodo por lo que recordando la sensación que me dejaba mi cambur desvirgador comencé de nuevo a masturbarme, esta vez solo con mi mano mientras yo solito me meneaba ensartado, mi amante resoplaba y apretaba los ojos, yo estaba llegando a mis limites, mis bolas comenzaron a burbujear de nuevo y el cortocircuito sináptico me invadió totalmente arrancándome un suspiro-quejido-grito, mi verguita palpitó violentamente dejando caer una gotita blanca de su uretra mientras que mi ano masticaba ese chorizo tal como lo había hecho con el cambur anteriormente, el hombre al sentir esto dio un grito ahogado con los dientes, sus enormes manos apretadas a mis caderas me atrajeron hacia si, a la par que un fluido caliente como el aceite de tajadas subía pegándose y reptando por mis paredes anales hasta que, tras pasar un minuto recobrando el aliento se salió de mí mostrándome su leche saliendo de mi culo mezclado con sangre y heces, algo impactado pero charlando un rato acerca de lo acontecido nos bañamos en el río de junto, ya sería hora de almorzar, nos vestimos y se despidió, no hubo un chantaje posterior, supongo que el fondo él sabía que no habría necesidad, por lo que se fue diciéndome ¡Te veo mañana tempranito!
Esa fue mi primera experiencia, hace mucho tiempo ya, supe luego que se llamaba Saúl y mientras trabajé allí en el cambural me hizo comer por el culo cada día entre una y varias veces diarias, ocasionalmente me insinuaba que quería "presentarme" a otros amigos del cambural pero me negué por miedo a que se regara la voz.
Trabajé allí hasta los 16 años, mantuve a mi mamá con ello hasta que murió y conseguí otros trabajos, forme una familia y me digné a contar este relato de manos de Shotaboy.
Muchas gracias.
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