El Canguro 3
Ulises descubre quién está en la cama con Mateo y todo se complica..
El Canguro 3
Si Izan no estaba en el salón… ¿Dónde estaba? Mi mente era una vorágine de pensamientos absurdos. ¿Mateo está follando con su hermano? ¿A qué había venido entonces lo de antes? ¿Qué coño pasa en esta casa?
Me dirigí lentamente hacia la cocina y ya no pude aguantar las ganas de llorar de nuevo. Joder, soy un puto llorica. Me había vuelto a hacer ilusiones y descubro que Mateo se tira a todo lo que se movía. Al llegar a la entrada de la cocina pude ver una sombra en el suelo que sobresalía de la puerta que daba a donde estaba el termo. Me asusté tanto que me quedé quieto en el sitio, pero la sombra tampoco se movía apenas. Me sequé lo mejor que pude las lágrimas de la cara y me quedé expectante. Me tranquilicé y decidí ver qué era aquello, así que, lo más sigilosamente que pude, me acerqué y me asomé por la puerta.
Izan estaba sentado en una amplia ventana que daba al patio trasero, con su espalda sin camiseta apoyada en una de las paredes y los pies en el poyete. Miraba al cielo mientras que su mano derecha posaba un cigarro encendido sobre sus labios. Cuando este inspiró, pude ver aquel pequeño fuego brillar con fuerza en la oscuridad.
- No sabía que fumabas. – dije.
Aunque había hablado en voz baja, a Izan casi le da un infarto. Se quitó el cigarro de la boca y comenzó a toser sin parar. Me acerqué a él mientras que reía y le di unas palmaditas en la espalda.
- Joder, que susto, casi me muero. – me dijo cuando se recompuso.
- Jajaja. – me senté a su lado. – No sabía que fumabas. – le repetí.
- Solo fumo cuando no me puedo dormir. Me relaja. – le dio una calada y soltó el humo apuntando al cielo. – ¿Quieres?
Me acercó el cigarrillo, ofreciéndomelo. Nunca había fumado, pero, aunque tenía curiosidad por probar, decliné la oferta.
- No, gracias, para ti entero.
Izan se encogió de hombros y volvió a darle una calada al cigarro.
- No se lo digas a mi hermano, porfa, es capaz de matarme. – me dijo, algo agobiado.
- No te preocupes, te guardo el secreto. – le contesté.
- ¿Qué haces despierto? – me preguntó.
- ¿Y tú? – no tenía ganas de hablar del tema.
- A mí me ha despertado Mateo cuando ha cerrado la puerta de casa. – calada. – Imagino que estará con Sonia en su cuarto, ya sabes… – me levantó las cejas y me sonrió pícaramente.
- A mí también me han despertado. Son unos ruidosos. – mis orejas comenzaron a ponerse rojas.
- ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué? – le dije.
- Tienes los ojos hinchados y rojos. – se hizo el silencio e Izan me miraba con cara de pena. – ¿Es por lo del amigo de tu padre?
El amigo de mi padre… Es la mentira que le dijo Mateo a su hermano cuando yo lloraba porque no lo entendía… “Te quiero mucho, eres un niño muy especial” ¿En qué situación me dejaba eso, si ahora estaba follando con otra? Seguía sin entender a Mateo, creo que por eso estaba tan triste.
- Sí, me he acordado de él hace un rato. – le contesté.
Izan me miró y apagó el cigarro en el bordillo de la ventana. Dejó la colilla cerca a su lado, se giró y me dio un abrazo. Sentí su torso desnudo y suave contra el mío, dándome calor, mientras sus brazos me apretaban. Dejó caer su cabeza sobre mi hombro y no dijo nada. Yo le devolví el abrazo algo extrañado, pero lo cierto es que era reconfortante y se lo agradecía. Un suspiro salió desde mi interior, quedándome muy a gusto. Nos quedamos así durante unos segundos y después nos separamos.
- Gracias. – le dije, de todo corazón.
- No hay de qué. Sé que es una mierda perder a alguien querido y se me da fatal consolar a la gente, así que no se me ha ocurrido otra cosa. – me sonreía.
- Era lo que necesitaba, la verdad. – le devolví la sonrisa.
- No, lo que necesitas es salir de fiesta y olvidarte un poco del tema. – me dijo. – Mañana voy a ir a una fiesta en un pub con unos amigos. No nos servirán alcohol, pero vamos a hacer previa antes. ¿Te animas?
- No sé, tío, me voy mañana con mi padre y no quiero que me vea borracho. Además, yo no he bebido nunca. – le contesté.
- Le decimos que te quedas un día más con nosotros y ya está. No hace falta que le pague a Mateo. – añadió. – Venga, que te tengo ganas de presentarte a mis amigos.
Se veía en su cara que realmente quería que fuese con él y, a decir verdad, yo también tenía ganas de ir.
- Bueno, vale, si mi padre me deja. – le contesté, sonriendo.
Me puso una mano frente a mí y yo se la estreché, pactando así el plan del día siguiente.
- Bueno, tío, me voy a dormir. – me dijo mientras bostezaba. – Aunque el sofá me está jodiendo el cuello.
- Vete a tu cama a dormir, a mí no me importa dormir en el sofá. – le dije.
- No, no, no te voy a hacer sufrir a ti eso. – me dijo, poniéndose de pie.
- Bueno, a mí no me importa que durmamos juntos si quieres, tu cama es enorme. – le dije, sonrojándome un poco por la propuesta.
Izan levantó las cejas y me miró perplejo. Luego, levantó los hombros y me dijo:
- Si a ti no te importa, a mí menos, gracias.
Me levanté y nos fuimos hacia arriba, bebiendo agua fresquita antes. Una vez en el cuarto, cerré la puerta y vi que Izan se quitaba las calzonas, quedándose en calzoncillos, como yo.
- ¿Me puedo quedar yo pegado a la pared? – me preguntó.
- Claro, donde quieras. – le contesté.
- Te aviso de que me muevo por las noches. – me dijo con una sonrisa.
- No pasa nada, yo también. – le devolví la sonrisa.
Izan gateó por la cama y se tapó hasta la cintura, dejándome el otro lado libre. Me tumbé a su lado y me tapé. Aunque la cama era bastante grande, sus pies fríos rozaban los míos.
- ¿Apago la luz ya? – me preguntó.
- Vale, buenas noches. – le dije.
- Buenas noches. – me respondió, dejando todo negro.
Me quedé pensando en la oscuridad mientras que Izan se fue quedando dormido a mi lado. Me giré, dándole la espalda y el sueño me fue ganando cada vez más. De repente, Izan se giró y puso su brazo encima de mi torso a la vez que pegaba su cuerpo al mío. Su pecho se pegó a mi espalda y sus piernas a las mías mientras que pude notar su bulto contra mi culo.
Me puse algo nervioso al principio, pero era una sensación reconfortante ser abrazado así, por lo que no tardé en quedarme dormido yo también.
Algo desagradable y duro me abofeteaba la cara y abrí los ojos. La claridad de la luz me deslumbró y me costó enfocar a Mateo. Parecía molesto y me hablaba en susurros.
- ¿Qué haces durmiendo con Izan?
- ¿Qué? – no entendía la pregunta.
Fui consciente entonces del peso de la cabeza de Izan, que estaba apoyada en mi pecho mientras que uno de sus brazos y una de sus piernas estaban encima de mí.
- Que qué hacéis durmiendo juntos. – me susurró Mateo.
- ¿Por qué te molesta? – le pregunté, extrañado, en voz baja.
- ¿Habéis hecho algo? – me preguntó, con tono de reproche.
Aquello no tenía ningún tipo de sentido.
- ¿De qué estás hablando? – no entendía nada.
- Ya sabes a lo que me refiero. – podía notar como escudriñaba mi rostro.
- No, no lo sé. – me estaba enfadando que me acusase de haber hecho nada. – Además, no entiendo qué te molesta cuando anoche te estabas follando a Sonia.
Vi en su rostro la sorpresa que le dieron a Mateo mis palabras, que se sonrojó y agachó la mirada.
- ¿Qué pasa? – Izan se había despertado y se incorporó un poco.
- Nada, que ya es hora de levantarse. – la voz de Mateo sonó seria.
Se dio media vuelta y se fue del cuarto con paso ligero. Izan me miró con cara de no entender nada mientras se pasaba una mano por su boca.
- Buah, estoy lleno de babas. – me miró y se empezó a reír.
- ¿Qué pasa? – le pregunté.
- Que te he babeado el pecho entero. – señaló mi cuerpo.
Bajé la mirada y, efectivamente, había un charquito transparente en uno de mis pectorales.
- ¡Límpiame esto! – le dije riéndome y cogiéndole la mano para que me limpiase.
- ¿Qué dices? Vaya asco, jajaja.
Empezamos una mini pelea y al final acabé restregando sus propias babas por su cuerpo. Entre risas al final acabamos hecho un asco, así que nos aseamos en el cuarto de baño y nos secamos.
- Tienes que llamar a tu padre para decirle lo de esta tarde. – me recordó Izan.
- Hostia, es verdad. ¿Pero a tu hermano no le importará? – le dije.
- No creo que diga que no, pero vamos a preguntarle por si acaso. – se encogió de hombros.
Volvimos a la habitación y, como hacía mucho calor y habíamos cogido mucha confianza, tan solo nos pusimos unas calzonas y bajamos a buscar a Mateo. Este estaba en el sofá viendo un programa de risa y mirando su móvil.
- Mateo, que he pensado que Ulises se venga conmigo a la fiesta de esta tarde y se quede a dormir en casa, ¿puede? – preguntó Izan.
Mateo levantó la mirada de su teléfono y nos miró a ambos. Luego, volvió a su teléfono antes de decir:
- No.
- ¿Por qué? – preguntó Izan, entre sorprendido e indignado.
- Porque a mí me pagan para cuidarlo en casa hasta esta tarde. – respondió.
Aquella respuesta me dejó frío, pero sobre todo fue su tono de voz lo que más me desconcertó.
- Bueno, pero nos hemos hecho amigos y quiero invitarlo a dormir a casa, como si invitase a Julio, por ejemplo. – argumentó Izan.
- He dicho que no. – sentenció. – Además, seguro que vais a beber y si le pasa algo el responsable soy yo.
- ¿Y si no bebo? – comenté.
- Sigue siendo un no. – Mateo no salía de sus trece.
Miré a Izan, que apretaba fuertemente sus puños mientras sus cejas estaban fruncidas en un gesto de enfado.
- Eres un capullo. – Izan se dio la vuelta y salió del salón con paso firme y dando un fuerte portazo.
Mateo y yo nos quedamos solos en el cuarto y solo se oía la tele de fondo.
- ¿Desde cuándo eres así de idiota? – le recriminé.
- Ulises, ya te he dicho que no. – no levantaba la cabeza del móvil.
- Bueno, vale. – me senté a su lado. – Pero, ¿por qué estás así?
- ¿Así cómo?
- Enfadado o algo. Esta mañana no entendía muy bien qué me estabas diciendo y ahora te comportas así con tu hermano.
Mateo bloqueó su móvil y lo dejó encima de la mesa. Me miró y me dijo:
- No sé, Ulises, cuando os he visto en la cama… Creo que me he puesto… celoso. – me dijo, avergonzado.
- ¿Celoso por qué? – le pregunté, confuso.
- Porque creo que habéis hecho algo. – me dijo, sin mirarme a la cara.
Ahora entendía lo que quería decir. Aquello no había pasado por mi cabeza en ningún momento, y es que me resultaba confuso que su enfado viniese de ahí, teniendo en cuenta que había estado follando con Sonia horas antes. Además, ¿celoso por qué? No éramos novios, ¿no? ¿Somos algo?
- Entonces yo también tendría que estar celoso, ¿no? – le dije.
- No es lo mismo. – me contestó.
- Que no, ¿por qué? – le pregunté, sorprendido.
- Porque Izan es mi hermano. – respondió.
- ¿Y qué más te da si he hecho algo o no con tu hermano? – quería oír de sus labios lo que tenía que decir al respecto.
- Porque no quiero que folles con mi hermano. – me miró a los ojos fijamente. – Quiero que folles conmigo.
Mateo iba a acabar con mi cordura con sus idas y venidas, aunque aquello me excitó y me conmovió a partes iguales. Aun así…
- Yo tampoco quiero que folles con Sonia, quiero que folles conmigo. – le respondí, devolviéndole la mirada a los ojos.
- Entonces, sí habéis hecho cosas. – aquella pregunta volvió al aire.
- No, no hemos hecho nada. – le dije al fin. – Bajé anoche a la cocina a por agua, me encontré con Izan y me dijo que le dolía el cuello de dormir en el sofá así que le dije de dormir juntos, pero solo fue eso.
Mateo suspiró y su rostro se vio más aliviado. No me decía nada de Sonia y eso me estaba cabreando un poco. Al menos, intentaría sacar algo de provecho.
- Entonces, ¿puedo ir a la fiesta con tu hermano? – le pregunté.
- No sé, Ulises…, no sé si es buena idea. – su tono ya era más agradable y aquello me dio posibilidades.
- Ya te he dicho que no voy a beber y no me pienso separar de Izan, te lo prometo. – le dije.
Mateo guardó silencio y pensó su respuesta.
- Bueno, vale. – al escuchar sus palabras, elevé mis puños al cielo en señal de victoria. – Pero, con una condición.
- ¿Cuál? – me había cortado todo el rollo.
- Esta noche duermes conmigo en vez de con Izan. – me miró lujuria.
- Jajaja, vale, hay trato. – respondí.
- Y tienes que darme un beso. – añadió.
- ¿Ahora? – pregunté, divertido.
- Sí.
Me acerqué hacia él y apoyé mis labios sobre su mejilla imberbe. Mateo giró su cara y me miró con cara de “Ahí no era el beso” mientras yo me reía. Mojó sus labios con la lengua para hacer más claro aún su mensaje y, esta vez sí, me acerqué de nuevo hacia él y puse mis labios sobre los suyos.
Era una sensación increíble estar besándome con Mateo y me sentía muy feliz. Nuestras lenguas fueron intimando poco a poco y cada vez más y más. Me acabé separando de él porque creía que iba a estallar de la excitación.
- Pff, mira cómo me tienes. – le dije, mirando hacia mi erección.
- Madre mía, yo estoy igual. – me respondió.
Miré hacia su entrepierna y pude apreciar un gran bulto. Quise echarle mano para poder sentirlo de nuevo después de tanto tiempo, pero la puerta del salón se abrió súbitamente, haciéndonos dar un pequeño respingo a los dos.
- ¡Si no dejas que Ulises se quede, me chivo a papá y mamá de que te dedicas a traer a tu novia a casa sin que ellos lo sepan! – vociferó Izan.
Mateo y yo nos miramos con cara de sorprendidos antes de sonreírle a Izan.
- Me ha dicho que sí. – le dije.
- ¿En serio? – Izan relajó los músculos de su cara y se quedó mirando a su hermano.
- Sí. – respondió Mateo mientras Izan sonreía de oreja a oreja. – Pero, nada de que beba y que no se separe de ti.
- ¿Pero por qué yo puedo beber y él no? – preguntó Izan.
- Porque papá y mamá te dejan y confían en que tienes dos dedos de frente, pero Ulises no. Si le da un malito, sus padres me matan. – argumentó Mateo. – Así que, si llega borracho a casa, lo mando con su padre, me hago el longui y que se las arregle él.
- Bueno, vale. – cedió Izan.
- ¿Llamo a mi padre? – pregunté.
Ambos asintieron a la vez y me dispuse a ello. Tras decírselo, mi padre aceptó con gusto. Obviamos la parte de que íbamos a salir por ahí, por si acaso, y todo fue bien, de hecho, le pidió a Mateo que me diese algo de dinero si podía y él se lo daría mañana. El resto del día pasó apaciblemente hasta que salimos: comimos macarrones con tomate y queso y vimos una película mientras tanto. Mateo se quedó dormido y nosotros nos fuimos a arreglar. Cuando llegamos a arriba, me di cuenta de que no tenía ropa apropiada para salir de fiesta.
- Tío, no tengo ropa de vestir. – dije, preocupado.
- No pasa nada, yo diría que la mía te queda bien. – me respondió, escaneándome de arriba abajo.
- Vale, gracias. – respondí.
Izan sacó de su armario la camisa y los pantalones que se iba a poner él y me dio a elegir entre las que tenía. Mientras que él se iba a poner una camisa blanca con detalles en celeste, yo elegí una de color verde agua clarito con el cuello mao y unos pantalones cortos y blancos. Decidimos que debíamos darnos una ducha rápida porque hacía calor y estábamos algo pegajosos. Después de hacerlo y de vestirnos, estábamos listos para irnos.
Lo cierto es que íbamos bastante guapos. El blanco de la camisa de Izan resaltaba su tono de piel y sus ojos azules mientras que yo me sentía muy bien con mi outfit. Además, el perfume que se echó Izan era embriagador y dulce mientras que yo preferí echarme el de Mateo, que era algo más fuerte.
- Mateo, Mateo, nos vamos ya, ¿vale? – Izan zarandeó a su hermano suavemente.
- Pasadlo bien y no lleguéis tarde. Déjale dinero a Uli y te lo doy mañana. – dijo. – Y llamadme si pasa cualquier cosa.
- Vale. – respondimos al unísono.
Salimos de la casa y sentimos enseguida el sol veraniego en el cielo despejado. Yo estudiaba en la capital y mis amigos del pueblo eran básicamente los de mi urbanización, así que, como además es un pueblo bastante grande, no sabía muy bien dónde estaba.
- ¿A dónde vamos? – pregunté a Izan.
- A hacer la previa. – me contestó.
- ¿Y eso es…?
- Un amigo tiene la casa sola y hemos quedado allí unos cuantos, así podemos beber sin morirnos de calor. – me informó.
- ¿Tienes la bebida allí? – seguí preguntando mientras caminábamos.
- Sí, está todo allí.
Mientras llegábamos me comentó que llevaban tiempo planeando aquel día, quiénes iban a ir, que unas chavalas que les gustaban iban a ir también…, y, de repente, nos paramos en frente de una gran casa adosada.
Izan llamó a la puerta y esta se abrió a los pocos segundos. Un chico alto y delgado apareció y dijo:
- ¡Ya era hora, colega! – sonrió a Izan y le chocó la mano.
- ¿Somos los últimos? – preguntó Izan.
- Bueno, faltan María y Ana, pero están al llegar, creo. – el chico dirigió su mirada hasta mí y me sonrió agradablemente. – ¿Qué tal tío? Yo soy Gustavo, pero todos me dicen Gusi.
- Yo soy Ulises, encantado. – le devolví la sonrisa, aunque estaba algo cortado.
Entramos a la casa y avanzamos por el pasillo hasta la puerta del salón.
- Gusi de gusiluz, que no te engañe. – me susurró Izan, riéndose bajito.
El salón era enorme y estaba llena de gente y música de fondo. Al menos doce personas (entre chicos y chicas) estaban sentadas alrededor de una mesa. Entre el sofá, sillas que habían puesto, gente que estaba apoyada en la pared con un cojín en el suelo… Todos charlaban animadamente y sujetaban un vaso de plástico con bebida y hielo o lo tenían delante de ellos. Algunos levantaron la cabeza cuando entramos al salón y sonrieron al ver a Izan, otros me miraban curiosos y algunas chicas empezaron a cuchichear.
- ¡Hola! ¡Este es Ulises, un amigo mío, tratádmelo bien! – gritó Izan.
Pude ver muchas sonrisas y los que estaban más cerca se presentaron. Izan me llevó hasta la zona donde había más chicas y empezó a saludarlas una a una. Como yo iba a su lado, las chicas también se presentaron y me dijeron sus nombres antes de darme dos besos. Había una de ojos grandes y marrones que me llamó la atención, y es que era guapísima. Descubrí unos segundos más tarde que se llamaba Irene y que su perfume de rosas te dejaba atontado.
Después, fuimos hasta el sofá e Izan me presentó a unos chavales que eran sus amigos más cercanos, entre los que se encontraba Gusi. Me hicieron un hueco en el sofá y me senté entre ellos. Izan, sin embargo, desapareció de la habitación y me dejó solo. Aunque éramos muchísimos, no hacía calor y me di cuenta de que había un aire acondicionado a toda pastilla ventilando la habitación.
- Tío, eres un cabrón. – me dijo Gusi, sonriendo, después de haberle dado un buche a su vaso.
- ¿Yo? ¿Por qué? – le pregunté, extrañado.
- Las tías no paran de cuchichear desde que has llegado. – me contestó.
- Ah, que va, hombre, no creo. – le respondí.
- Bueno, la del top rojo está prohibida, ¿vale? – me dijo, mientras hacía una cruz con sus dedos.
- ¿Irene?
- Exacto, esa es mía jaja. – me dijo.
- ¿Es tu novia? – joder, que puntería tenía.
- No, no, pero me gusta mucho. – le dio otro buche a su copa.
- Ah, no te preocupes, jajaja. – le tranquilicé.
Aunque me había atraído a primera vista, no creo que se fijase en mí y, además, yo ya tenía a Mateo esperando en su casa y me bastaba con eso. Gusi y sus amigos empezaron a preguntarme que de donde era y que dónde estudiaba, cuando Izan llegó hasta donde estábamos, apoyó dos vasos de plástico grandes sobre la mesa y se sentó a mi lado. Me miró y sonrió pícaramente.
- ¿Y eso? – pregunté, señalando el vaso que sobraba.
- Para ti. – me dijo.
- Pero tu hermano… – le quise decir.
- Mi hermano dijo que no podías llegar borracho, no que no pudieses beber un poco. – me puso el vaso encima de mí.
- No sé si me va a gustar, tío. – me daba cosa romper mi promesa con Mateo.
- Dale un buchito y si no te gusta me lo bebo yo, es mi lote de todas formas. – me dijo, llevándome el vaso hacia la cara.
Cogí el vaso y lo observé con atención. Dos cubitos de hielo flotaban sobre un líquido marrón que olía a coca cola y a algo dulzón. Mojé mis labios y, para mi sorpresa, me di cuenta de que estaba bueno. Le di un sorbo y el líquido inundó mi boca de sabores.
- Está rico. – le dije.
- Dale, bébetela. Por un par que te bebas hasta que lleguemos a casa no pasa nada. – me dijo Izan, sonriendo antes de darle un gran sorbo a su copa.
La tarde fue pasando y el alcohol poco a poco fue haciendo efecto en mí, aunque solo fueron dos copas. Me encontraba muy contento y desinhibido, charlando con Izan y sus amigos, riéndome de los chistes malos y haciendo alguno que otro.
- ¿Qué te queda de la botella? – le pregunté a Izan, que se había bebido un par más que yo.
- Está por la mitad, ¿por qué? – me contestó.
- Échame otra, ¿no? – le pedí.
- No, no, no. – Izan negaba exageradamente con la cabeza. – Ya no más, que sino Mateo me mata.
- Joder, tío, que aguafiestas. Un buchito de la tuya al menos. – intenté rascar al menos un trago más.
- Bueno, pero cortito. – me dio su vaso y le di un buen trago. – ¡Eh! ¡Me has dicho un buchito!
Saqué la lengua debido a lo fuerte que estaba la copa e Izan me dio una colleja. Una chavala llamó a Izan y le pidió que fuese hasta donde estaba. Izan se fue y yo aproveché para ir al baño. Le pregunté dónde estaba a Gusi y seguí sus instrucciones. Me había llevado el vaso para tirarlo a la vuelta y me fijé en la puerta de la cocina y pude ver que había gente dentro. Había un montón de botellas y de refrescos en la encimera, así que me acerqué a verlas. Todas tenían una etiqueta con el nombre del/los propietarios y me fijé en que una de las marrones y negras tenían el nombre de Izan. La cogí y me planteé echarme otra copa.
- No sabía que te llamabas Izan – me dijo una voz femenina.
Irene estaba a mi lado y me miraba con cara de expectación, a la espera de mi respuesta. Pude fijarme bien en ella: era algo más bajita que yo, tenía la piel tostada, una cara redondita, unos ojos avellana y grandes muy expresivos, los labios rojizos por el pintalabios y el pelo lacio y castaño le caía por el pecho. Llevaba unos vaqueros ceñidos y un top rojo que dejaban a la vista su espalda y remarcaba con un escote un pecho bien desarrollado. Seguía mirándome, así que le dije:
- Solo en mis ratos libres. – le sonreí.
- ¿Cómo te llamabas? – me preguntó.
- ¿No te acuerdas? – me hice el indignado.
- No, la verdad. – se rio.
- Que feo eso, yo sí me acuerdo de tu nombre. – le dije.
- Ah, ¿sí? ¿Cómo me llamo?
- Me parece muy fuerte que no te sepas mi nombre, pero que no te sepas el tuyo me parece ya surrealista. – le dije, haciéndome el que estaba flipando.
Irene comenzó a reírse a mi lado.
- Eres idiota tío. – me dio un manotazo de broma en el hombro. – Venga ya, ¿te acuerdas de cómo me llamo?
- Sí. – miré hacia arriba e hice como que pensaba. – Gustalfa. No, Godofreda era.
Irene comenzó a reírse de nuevo y me dijo con voz suplicante:
- Va, dímelo ya, porfa.
- Te lo digo si me echas una copa en condiciones, que yo no sé de medidas. – le dije.
- Trato.
Así, Irene me echó en el vaso un par de hielos nuevos, un buen chorro de ron y terminó echándole coca cola. Le di un sorbo y me bebí la copa mientras que hablaba con ella de tonterías. Me sentía como en una nube, mis sentidos estaban adormecidos y me encantaba hablar con Irene. Me quedaría un poco menos de la mitad de la copa por terminar cuando Izan apareció en la cocina.
- ¿Dónde estabas, tío? – parecía molesto.
Se acercó hasta nosotros e Irene se fue al ver que Izan estaba enfadado.
- ¿Qué haces? – se plantó delante de mí con los brazos cruzados sobre su pecho.
- Hablar con Irene. – le contesté y noté cómo arrugaba las cejas.
- ¿Y eso? – señaló con la cabeza la copa. Levanté los hombros en señal de que no sabía. – Habíamos quedado en que dos copas, tío.
- No seas aguafiestas Izan, me lo estoy pasando bien. – le dije. – Además, tú has bebido mucho más que yo… Hip. – me entró hipo.
Izan agarró la copa y la tiró al fregadero. Cogió su botella y se fue de la cocina. Me quedé solo y me fui a buscar a Irene al salón. La mayoría de la gente estaba de pie o estaba saliendo de la casa con sus cosas. Me encontré a Gusi y le pregunté:
- ¿Qué pasa?
- Nos vamos ya para el pub. – me respondió, algo seco, y siguió caminando.
Joder, todo el mundo estaba de morros. En el salón no encontré a Irene, pero encontré a Izan en el sofá apurando su vaso. Me acerqué a él y le dije:
- Lo siento. – puse cara de pena. – ¿Me perdonas?
Izan me miró y al ver mi cara se le escapó una sonrisa.
- Vale, pero no te separes de mí, nos vamos.
- Gracias. – no sé por qué, pero me salió darle un abrazo.
Izan me dio un pequeño apretón y nos separamos. Salimos de la casa y Gusi, después de revisar que no quedase nadie, este cerró la puerta. Era ya de noche, andamos unos minutos y llegamos en tromba hasta el pub. Como aún no era muy tarde no había mucha gente y nos dejaron entrar. Por lo visto, no era la primera vez que iban allí, porque algún que otro camarero empezó a saludarnos.
Nos sentamos en varios sofás y pedimos un refresco para cada uno. Después de un rato, pude ver cómo Gusi y otros echaban algo de una petaca en sus refrescos a escondidas. Cuando ya hubo más gente, la música se hizo más fuerte y algunos empezaron a salir a la pista de baile.
- Ulises, ¡Ulises! – Irene me llamaba desde uno de los sofás más alejados.
Le hice gestos de “¿Qué?” y ella me dijo con gestos que fuese. Izan observaba la conversación a distancia que teníamos y me giré para mirarlo. Su cara se arrugó un poco durante un instante, pero después me dijo:
- Ve, anda, pásalo bien. – me dijo. – Pero si te vas a mover, avísame.
- Vale, papá. – bromeé.
Me levanté y casi me mato. El equilibrio me falló un poco y tuve que apoyarme en la mesa para no caerme de bruces. Caminé avergonzado hasta el sofá donde estaba Irene, que no tardó en reírse de mí. Después de un par de bromas, de repente una canción hizo que Irene diese un grito de emoción.
- ¡Oh! ¡Me encanta esta canción! – se levantó rápidamente y tiró de mi mano para que la siguiese.
Intenté no matarme mientras que Irene me arrastraba hasta la pista de baile. Mierda, yo no sé bailar. Me puse algo nervioso así que me quedé mirando cómo bailaba Irene. Esta, al ver que no me movía, me agarró de la camisa y me acercó a ella, frotando su cuerpo con el mío. Dejé que mi cuerpo se guiase por la música e imité un poco los movimientos de los chavales que veía bailando a mi alrededor y, con la ayuda del alcohol, me quité la vergüenza de encima. Pude ver que Izan estaba también en la pista de baile junto a Gusi y algunos de los otros chavales y cuchicheaban entre ellos.
Irene y yo cada vez estábamos más cerca y mi rostro y el suyo estaban a escasos centímetros, hasta que al final Irene inclinó su cabeza y sus labios se toparon con los míos. Sin pensarlo mucho, cerré los ojos y correspondí su beso abriendo la boca y haciendo que mi lengua se encontrase con la suya. La leve erección que tenía mientras bailábamos pegados ahora estaba durísima e Irene pudo notarla al juntar su cuerpo con el mío.
Iba a comenzar a pasear mis manos por el cuerpo de Irene cuando de repente sentí cómo unas manos me oprimían el pecho y me empujaba violentamente, haciéndome caer de espaldas al suelo.
Mi espalda fue a topar contra el duro suelo y mis manos amortiguaron algo de la caída, aunque mi cabeza acabó golpeándose con el suelo también.
- Hijo de puta. – escuché que me decía alguien.
Intenté enfocar mi atención en la persona que tenía delante de mí, que no era otro que Gusi hecho una fiera. Tenía la cara desencajada y me miraba enfadadísimo, zafándose de la gente que intentaba frenarlo. Iba a levantarme y su pie se estrelló contra mi pecho, devolviéndome al suelo. Sentí cómo el aire se escapa de mis pulmones y el suelo en mi espalda de nuevo. Gusi gritaba algo que no entendía mientras Irene le gritaba cosas también.
Pasó como un rayo. Una figura blanca se acercó rápidamente a Gusi y le propinó un derechazo en la mejilla, haciéndole girar toda la cabeza.
- ¡Qué coño haces! – le gritó
Izan agarraba a Gusi por la camisa con un brazo y tenía el otro preparado para darle otro golpe cuando un hombre con una camiseta negra pegó un tirón de él y los separaron.
- ¿Qué pasa aquí? – gritó el hombre, que resultó ser el portero.
Me incorporé y me limpié lo que pude de la camisa y los pantalones antes de decir:
- Ese chaval me ha empujado sin venir a cuenta y después me ha metido una patada. – le dije, señalando la marca del zapato de mi camisa.
- Eres un cabrón, te dije que no te acercaras a ella. – escupió Gusi, queriéndose abalanzar de nuevo sobre mí.
El portero agarró a Gusi por el brazo y negó con la cabeza, dándole a entender que lo mejor era no moverse.
- ¿Quieres que llame a la policía? – me preguntó el portero.
La cara de Gusi se transformó en miedo y dejó de moverse. Pensé en decir que sí, pero, además de que Izan también le había pegado a Gusi, solo de pensar en que tendría que venir mi padre, Mateo…
- No, está bien. – respondí.
- Bueno, tú puedes quedarte. – me señaló con la cabeza. – Tú y tú, os quiero fuera, ya. – su dedo señaló a Gusi e Izan.
- ¿Yo por qué? – dijo Izan.
- Porque tú también le has pegado a este. Me da igual lo que quieras decir, fuera. – sentenció al ver que Izan iba a replicarle.
El segurata soltó del brazo a Gusi y este se fue directamente hacia la salida. Izan me miró y me dijo seriamente:
- Vámonos.
- Vale. – respondí.
- ¿Estás bien? – me preguntó Irene.
- Sí, pero tengo que irme. – le contesté.
- Dile a Izan que te de mi número y hablamos ahora, ¿vale? – sonaba preocupada.
- Vale. – intenté sonreírle.
Izan anduvo con paso firme hacia la salida y me esforcé en seguirle. Una vez que estuvimos en la puerta, siguió caminando sin esperarme. La luna llena iluminaba la entrada noche y lo seguí durante unas calles, pensando en por qué se comportaba así. Nos metimos en un parque en el cual no había nadie.
- Izan, ¡Izan! Dame un segundo, tío. – le pedí, ya que comenzaba a sentir flato.
Izan se giró y me vio con cara de cansado y con una mano en el costado. Se acercó a un merendero y se sentó en la mesa, apoyando los pies en el banco. Se llevó las manos a la cara y las apoyó sobre su regazo. No entendía qué le pasaba, así que me acerqué a él y le pregunté:
- ¿Qué pasa? – me llevé una mano hasta su hombro.
Al sentir el contacto de mi mano, este la quitó de un manotazo y se puso en pie, pecheándome, y me soltó:
- ¿Tenías que liarte con ella?
Lo miré extrañado, ya que no entendía el punto.
- ¿Qué?
- Tío, Gusi te dijo que no te acercaras a Irene. – me contestó seriamente.
- ¿Y a mí qué me cuentas? Si se me abalanzó ella. – me defendí.
- ¿Y qué, joder? Podrías haberle dicho que no. – estaba realmente molesto.
- ¡Pero si me dijiste que me lo pasase bien con ella tú mismo! – no entendía dónde estaba el problema.
- Ya, pero eso era antes de que Gusi me contase que te advirtió. – Izan mantenía el ceño fruncido.
- Y, ¿por qué te molestaste cuando me dijiste que me fuese con ella? – le dije, seguía sin comprender. – Además, ¿por qué me gritas, cuando al que han empujado y pisoteado es a mí?
- ¡Porque no deberías haberte liado con Irene! – volvió a gritar.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa, a ti también te gusta, o qué? – empecé a alzar yo también la voz.
- No. – dijo.
- ¿Entonces? ¿Por qué has estado serio conmigo desde que me viste en la cocina con ella? – mis ojos se clavaron en los suyos.
- Porque el que me gusta eres tú, Ulises.
Hasta aquí esta parte del relato. Espero que os haya gustado, ya me contaréis qué os ha parecido en comentarios o por email ( [email protected] ). Estos relatos tardan mucho tiempo en ser escritos y últimamente no lo tengo. Aún así, intentaré sacar uno a la semana al menos, perdonad la tardanza. ¡Un abrazo!
PD: estoy pensando en abrir un Patreon por si alguien quiere apoyarme un poco. Imagino que puedo incluir algunas ventajas y exclusividades para esa gente, aunque no sé muy bien cuáles aún. Si estáis interesados, hacédmelo saber y decidme qué os gustaría encontrar ahí dentro. Gracias 😊.
Esta bien liado el relato chaval,te rehalo 5 estrellas!….continualo
gran relato con ganas de leer la siguiente parte por faovr
Que increíble giro de acontecimientos. Espero la próxima parte con ganas.
Me gustó mucho espero la siguiente parte