El capataz y el señorito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dante1802.
Los rayos del sol quemaban y la temperatura superaba los 39 grados.
Era primavera cuando Ricardo regresó a la hacienda propiedad de su familia.
El joven contaba 19 años de edad y se había ido a estudiar a la ciudad desde hace 10 años.
Quizás había regresado tres ocasiones en todo ese tiempo y no por más de una semana.
Esta vez había vuelto porque su madre estaba enferma y le había llamado para hablar con él.
Pocos lo reconocieron cuando Ricardo entró a la Hacienda, ya no era aquel niño que se fue.
Ahora era un hombre muy bien parecido.
Alto de 1.
70, delgado, pues practicaba natación, blanco, cabello rubio y ojos azules como los de su difunto padre.
El chico tenía el porte de un joven de ciudad.
Apenas si saludó a los sirvientes que lo recibieron inmediatamente llegó a la habitación de su madre para saludarla.
Mamá: Hijo me da tanto gusto verte.
Sabes que no he podido ir a la ciudad por mis problemas de salud, por eso te pedí que vinieras.
Ricardo: lo sé mamá, aunque debo confesar que tu llamado me asustó, pensé que se trataba de una emergencia.
Mamá: Lo es hijo, ya no tengo las fuerzas para seguir haciéndome cargo de la Hacienda, temo que en cualquier momento puedo irme y necesito que tú como único heredero te hagas cargo de todo y para ello debes conocer perfectamente lo que te pertenece, solo así ocuparas mi lugar.
Mamá: pero madre, tú no vas a morir y yo no puedo quedarme aquí.
Yo no estoy acostumbrado al campo, yo amo la ciudad.
Mamá: lo siento hijo, pero no hay otra opción si quieres gozar de toda la fortuna, deberás quedarte a cuidar de ella, de lo contrario lo perderás todo.
Las últimas palabras de su madre resonaban en la cabeza de Ricardo que odiaba la idea de quedarse en ese lugar.
El calor era insoportable a pesar de que el sol se había ocultado y ya era de noche.
Ricardo se quitó la ropa y se metió a la ducha, el agua fría refrescaba su cuerpo que se calentaba por el ambiente del lugar.
Al terminar de bañarse tomó una toalla y se la ató a la cintura y salió del baño descalzo y chorreando agua.
Buenas noches señorito Ricardo, era una voz gruesa y muy varonil la que saludó al joven, que asustado volteó a ver al hombre que había entrado a su habitación sin permiso.
Los ojos del muchacho observaron con detenimiento al hombre que debía medir alrededor de 1.
90, de piel morena, cuerpo musculoso, cabello corte militar y barbado, de alrededor 40 años y vestido con pantalones vaqueros, botas, camisa de cuadros abierta y con una playera que apenas cubría su pecho lleno de vellos.
De facciones toscas y ojos negros; sostenía un sombrero vaquero en sus manos.
Ricardo: Qué hace usted en mi cuarto? Quién le dio permiso de entrar?
Disculpe joven pero quería presentarme soy Bruno el capataz y hombre de confianza de su madre, quien se encarga de todo, quería presentarme con usted.
Ricardo pudo sentir como el hombre lo barrió con la mirada recordando en ese momento que solo una toalla cubría su cuerpo.
Ricardo: pues ya lo hizo, ahora retírese por favor y no vuelva a entrar a mi cuarto sin que yo sé lo pida.
Bruno: como usté mande señorito.
Ricardo sintió escalofríos cuando sintió nuevamente la mirada del hombre, quien salió del cuarto dejando al joven confundido.
Bruno llegó a la cocina y ordenó de mala gana un vaso de agua, la sirvienta le preguntó por qué estaba de mal humor.
Bruno: eso no te importa, no te metas en donde no te llaman.
Sirvienta: a mí se me hace que ya conociste al señorito y te molestó saber que él será el nuevo encargado de la Hacienda.
Bruno: no digas estupideces.
El señorito no es más que un muchachito de finos modales que no sabe nada de este lugar.
Estoy seguro que estará una semana y se irá a la ciudad.
Sirvienta: pos yo creo que vino a quedarse y ocupar el lugar que le corresponde como patrón.
Bruno golpeando la mesa dijo: ya cállate y apúrate con lo que te pedí criada metiche.
Al día siguiente, Ricardo veía su Hacienda y recordaba su niñez ahí, pero ahora era un hombre y sus gustos eran otros, él no encajaba en ese mundo de campo.
Escuchó el ruido de unos caballos y se dirigió a las caballerizas donde vio a un joven dando de comer a los equinos.
Era como de su edad, solo que con aspecto campirano.
Ricardo: hola
Señorito Ricardo, respondió el muchacho.
Ricardo: Me conoces.
Claro que sí.
Aunque veo que usté no me recuerda, soy Juancho, el hijo de Pedro el encargado de todos los caballos, usté y yo jugábamos cuando éramos chamacos antes que se fuera pa la ciudad.
Ricardo: perdóname Juancho no te reconocí, es que eras un niño y ahora ya un hombre.
Ricardo observó a su excompañero de infancia.
Su piel estaba curtida por el sol, sus brazos eran fuertes como las de cualquier trabajador de campo, robusto y cabellos oscuro, ojos negros, pero de sonrisa franca.
Se sintió cómodo a su lado.
Juancho: usté también está bien grande joven aunque sigue igual de güero (rubio) y con sus ojos tan azules como el mar.
Ricardo no pudo evitar reír por la sinceridad del muchacho, pero la conversación fue interrumpida por Bruno que sobre un caballo habló con su voz fuerte: Juancho deja de molestar al señorito.
Ricardo molesto contestó: Juancho no me está molestando, estamos platicando.
Bruno: pero de qué puede platicar un ignorante como Juancho con usté.
Vete a trabajar.
Juancho obedeció y Ricardo viendo fijamente a Bruno le dijo: tú eres el que da las órdenes aquí verdad? Bueno, pues ahora yo te voy a dar una orden.
Muéstrame todo el lugar, quiero conocer mi Hacienda y sus alrededores.
Bruno: como usté mande patrón pero tendrá que ser a caballo y como supongo que no sabe montar pues tendrá que subirse conmigo al caballo.
Ricardo: no seas ridículo, de niño aprendí a cabalgar, ensíllame un caballo para que yo lo monte.
Con desagrado, Bruno obedeció y tras preparar el caballo le preguntó al señorito si quería que lo ayudará a subir.
Ricardo: yo puedo solo, gracias.
Con seguridad, Ricardo montó el caballo y empezó a cabalgar.
Bruno molesto comenzó a seguir a Ricardo y tras mostrarle todo el lugar, llevó al joven a una laguna.
Bruno: el sol está muy fuerte.
Bájese a probar tantita agua fresca.
Ricardo bajó del caballo, pero no bebió agua.
Vio como Bruno se mojaba la cara y se quitó la camisa.
Ricardo vio el torso desnudo de ese hombretón que tenía espalda ancha y brazos llenos de músculos y vellos.
Ricardo: Qué haces?
Bruno: pos hace mucho calor.
No se le antoja refrescarse dándose un baño.
Ricardo: por supuesto que no y tú tampoco lo harás.
Regresemos ahora mismo.
Bruno: bueno si no quiere que me bañe, no lo haré, pero descansemos por lo menos.
Ricardo no respondió y se sentó en una piedra.
Bruno se acostó en la hierba y dijo: no cabe duda que la hierba enfría el calor de cualquier cosa no cree??
Ricardo: supongo.
Bruno: sabe para qué sirve también la hierba? Para montarse a una buena hembrita.
Si usté supiera a cuántas viejas me he chingado aquí, nada como para bajarse la calentura que con una buena follada.
Ricardo: pero qué cosas dices Bruno.
A mí no me interesan tus andanzas, no seas vulgar.
Bruno: uy señorito, no pensé que fuera tan delicado, lo hago pa entrar en confianza o qué.
A usté no le gustan las hembras?
Ricardo: te ordeno que nos vayamos ahora mismo, no quiero seguir aquí.
Ricardo se levantó rápidamente y subió a su caballo.
Bruno sonrío cínicamente y obedeció la orden de regresar.
Los días pasaron y Ricardo a regañadientes se familiarizaba con la Hacienda y sus alrededores, conocía más a los trabajadores, pero desconfiaba de Bruno, había algo en ese hombre que le asustaba.
Bruno observa cada uno de los movimientos del señorito y había algo que no le gustaba nada, la amistad con Juancho.
Juancho: y se va quedar aquí señorito? Digo para siempre.
Ricardo: todavía no sé.
Yo ya no pertenezco a este lugar.
Juancho: será que en la ciudad lo espera alguna novia??
Juancho: no es eso Juancho.
Pero y dime tú si tienes novia verdad?? Porque te he visto muy cerca de Florecita.
Juancho: cómo será señorito.
Ella y yo somos solo amigos.
A mí quien me gusta pos nunca me haría caso.
Ricardo: no digas eso Juancho.
Tú eres muy trabajador y no eres nada feo.
Juancho: pos sí pero es que he puesto mi ojos muy alto señorito, muy alto
Y Juancho vio a los ojos azules de Ricardo, en ese momento dijo: me tengo que ir a trabajar, si Bruno ve que no estoy haciendo nada, se va poner bien furioso.
Ricardo: pero estás conmigo.
Juancho: uy señorito usté no conoce a Bruno.
Ricardo: cómo es él?
Juancho: pos aquí nadie lo quiere pero pos mal que bien ha mantenido a la Hacienda bien o no?
Ricardo: sí claro, pero a mí no me agrada, que él no está casado?
Juancho: no señorito, si el Bruno no hay quien lo dome, solo se la pasa yendo con las putas pero no sienta con la cabeza ni tiene una mujer fija, más de una sirvienta se ha ido porque él le ha prometido casorio y luego de tenerlas nomas nada.
Juancho se fue y dejó muy pensativo a Ricardo que sintiendo calor decidió ir a la laguna que estaba cerca y cuando llegó, amarró a su caballo y se acercó a la laguna cuando de pronto escuchó unos ruidos y se acercó.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando vio a Bruno completamente desnudo sobre la hierba teniendo relaciones con una de las sirvientas de la hacienda.
La chica se encontraba boca abajo mientras que Bruno la penetraba violentamente entrando y saliendo de la muchacha que gemía como si la estuvieran desgarrando.
Ricardo fijó sus ojos en el cuerpo de Bruno que lucía sudado, pero lo que más le llamó la atención fue la verga del hombre que era de un tamaño muy grande y grueso, era oscura y venosa.
Ricardo compadeció a la pobre mujer que recibía la verga del capataz, que no dejaba de decir obscenidades sin dar tregua a la intimidad de su amante.
Ricardo comenzó a sudar por la situación y a su mente llegaron imágenes de sementales follando a yeguas, esa era escena que veía un macho salvaje atravesando con su verga a una hembra que sufría las embestidas de su macho.
Ricardo piso un rama y se ocultó.
Los gemidos de la mujer siguieron escuchándose y cuando salió nuevamente vio que la escena apasionada continuaba, pero en ese momento Bruno alzó la mira y lo vio, Ricardo quedó inmóvil sin saber qué hacer, pero el capataz le guiñó el ojo y siguió enterrando su verga en su amante.
Ricardo reaccionó y se fue corriendo.
Esa noche mientras Ricardo se bañaba, las imágenes de Bruno venían a su mente, sentía que el agua se evaporaba en su piel que se calentaba al pensar en la escena.
Ya era de madrugada cuando Ricardo despertó por los gritos de alguien.
Salió y se dirigió a las caballerizas de donde provenían los gritos.
Era Juancho que gritaba por los golpes que Bruno le daba con un fuete, mientras le decía: eres un indio ladino, no sirves para nada.
Juancho: ya patroncito por favor.
Ricardo entró y gritó: qué pasa aquí? Bruno deja de pegarle a Juancho.
Bruno sorprendido por la aparición de Ricardo dijo: pero señorito usté no sabe lo que hizo este indio y.
Ricardo: te dije que le dejes de pegar, no te permito que lo trates así.
Bruno furioso por tener que obedecer dejó de golpear al muchacho.
Ricardo: vete de aquí, mañana hablaremos tú y yo.
Vete.
Bruno salió de las caballerizas y Ricardo se acercó a Juancho para ayudarlo a levantarse.
Juancho: es usté un ángel patroncito, hasta se parece a uno de ellos, así con sus cabellos rubios.
Ricardo: no digas esas cosas Juancho, te prometo que es tipo no volverá a pegarte ni a ti ni a nadie, las cosas van a cambiar en esta Hacienda te lo prometo.
Al día siguiente, en el despacho de la hacienda y sentado en el escritorio, Ricardo hablaba con Bruno.
Ricardo: he tomado una decisión, voy a quedarme para dirigir este lugar y mi primer movimiento para hacerlo crecer es removerte de tus funciones, Bruno sé que has trabajado por años aquí, pero a partir de hoy prescindimos de tus servicios.
Bruno no podía creer lo que escuchaba y con voz firme dijo: usté no puede hacerme eso, yo he mantenido este lugar ante la ausencia de un hombre, no puede echarme así como así.
Ricardo: por supuesto que puedo y ya lo he hecho.
tienes una semana para buscarte un lugar a donde ir, pero desde hoy ya no eres más el capataz de esta hacienda, ahora vete.
Bruno se levantó y dijo: todo esto es por lo de anoche verdá? porque estaba golpeando al indio de Juancho.
Ricardo: sí, entre otras cosas.
Bruno: jajajaja.
ahora entiendo, pues ese Juancho si que es suertudo, mira que con su facha de indio no pensé que llegara tan lejos.
Ricardo: no entiendo lo que quieres decir.
Bruno: que el Juancho ha de hacer muy buena su chamba y por lo tiene tan satisfecho que usté se molesta si se lo tocan.
pero créame yo soy más macho que Juancho y lo puedo hacer gozar más, ya vio cómo hago gritar a mis putas.
Los ojos azules de Ricardo sacaron chispas ante la descarad proposición y levantándose de su asiento se acercó a Bruno y le dio una bofetada.
Ricardo: cómo te atreves.
eres un criado insolente.
cómo puedes ofenderme así.
Bruno furioso por la cachetada, se acercó más a Ricardo y tomándolo por la cintura lo acercó a su cuerpo y le dijo: yo sé que usté le gusta señorito.
ya me di cuenta que es puto y por mi no hay problema, mientras haya un agujero yo le respondo.
Ricardo: suéltame desgraciado.
me das asco, jamás aceptaría acostarme contigo y tú nunca tendrás el placer de estar con alguien como yo.
vete con tus putas a revolcarte cerdo.
Bruno: yo sé que me desea y lo haría gemir mucho.
Bruno lamió la mejilla de Ricardo que empujó al excapataz y tomando un abrecartas le amenazó: te vas ahora mismo, no quiero volver a verte y ahora no tienes una semana, agarras tus cosas y te largas de aquí ahora mismo, vete, vete.
Bruno sonriendo cínicamente salió del despacho y Ricardo respiró agitado.
La noche cayó y una sirvienta le informó al joven que Bruno había dejado su habitación sin despedirse de nadie.
Ricardo cenó con su madre que no mejoraba de salud pero se sentía feliz ante la decisión de su hijo de quedarse en el lugar.
Ricardo salió de bañarse y vio que en el buró de su cuarto había una carta.
la abrió y la leyó: "gracias por lo de anoche, ven a las caballerizas, te mostraré algo.
Juancho"
Ricardo: ese Juancho qué querrá mostrarme.
Ricardo salió con su ropa de noche y llegó hasta las caballerizas, el lugar estaba oscuro, pues ya todos dormían.
entró y solo vio a los caballos.
Ricardo: Juancho estás aquí? Juancho.
Una enorme sombra se apareció detrás de él y cuando Ricardo volteó sus ojos se abrieron enormemente al encontrarse con Bruno.
el hombretón tenía la misma sonrisa cínica.
Ricardo: qué haces tu aquí?
Bruno: esperaba alguien más, señorito.
Las palabras de Bruno sonaron irónicas y Ricardo sin mostrar temor dijo: eres un imbécil.
vete al diablo.
Bruno tomó por el brazo a Ricardo y le dijo: este imbécil te va enseñar a respetar a los verdaderos machos.
Bruno jaló a Ricardo y sin darle tiempo de responder besó en la boca al muchacho que sintió el aliento alcohólico revuelto con tabaco del hombre, que mientras lo aprisionaba con sus labios, con sus manos grandes comenzaba a recorrer su cuerpo empezando por las nalgas del joven.
Ricardo luchaba por soltarse pero la fuerza del capataz era mucho mayor.
cuando sentía que le faltaba el aire, Bruno lo soltó y Ricardo aprovechó para abofetearlo.
Ricardo: maldito cerdo.
déjame ir.
Bruno: no patrón, hoy sales de aquí con el culo más abierto, te voy a enseñar cómo se doman a las yeguas como tú.
Bruno arrojó a Ricardo sobre la paja de la caballeriza y se echó sobre él que no dejaba de forcejear.
en su desesperación, Ricardo comenzó a grita por auxilio, pero sus gritos fueron callados por la enorme mano de Bruno que le dijo: silencio putito, no querrás despertar a todos.
hagas lo que hagas hoy te chingo.
Bruno sacó un paliacate de su pantalón y amarró la boca del joven para que no pudiera seguir gritando.
como no dejaba de moverse le dio dos cachetadas a Ricardo que quedó aturdido por los golpes.
Bruno: así te gusta putito, que sea salvaje verdá.
Aterrorizado, Ricardo sintió como las manos grandes del capataz comenzaron a romper su ropa desvisténdolo y dejándolo solo con boxer, sus gritos fueron sordos cuando Bruno comenzó a morder sus tetillas provocándole dolor.
el hombretón lamió su abdomen y al llegar a su ropa interior la bajó riendo al finalmente desnudar a su presa totalmente.
Ricardo intentó cubrir sus partes nobles con sus manos, pero el hombre se las quitó observando a su víctima y relamiéndose los labios.
Bruno: eres lo mejor que me voy a comer.
hoy dijiste que alguien como yo nunca tendría alguien como tú, y tenías razón las putas y los putos que he follado no se comparan contigo, pero ya ves aquí te tengo convirtiéndote en mi puta.
Bruno chupó su dedo de en medio de la mano derecha y luego de abrir las piernas del joven, metió el dedo ensalivado en la cavidad anal del chico, que comenzó a revolverse bajo el hombre que lo violentaba.
Bruno: estás muy cerrado.
no creo que seas virgen porque ya tienes casi 20 años.
dime cuánto tiene que no follas?
El dedo de Bruno entraba y salía del culo de Ricardo que se retorcía en la paja gimiendo: um um um um um
Bruno susurrándole al oído: con cuántos has follado? cuántos te la han metido?
Los ojos de Ricardo se abrían más por el dolor en su ano.
cuando sintió que el dedo se retiraba de su culo.
Bruno: no me importa cuántos te han follado, ninguno con una verga como la mía, porque tu culo estaría más abierto, pero después de hoy vas a quedar bien roto y no vas a poder ni caminar, jajajajaja
Bruno se puso de pie mientras Ricardo seguía sobre la paja y comenzó a desvestirse, se quitó la camisa mostrando su torso desnudo y velludo.
Ricardo vio como se quitaba el cinturón para desabrocharse el pantalón vaquero, las botas quedando solo en truza.
el joven vio unos pies grandes y unas piernas gruesas llenas de vellos.
la ropa interior mostraba una carpa.
finalmente, Bruno se quitó la truza dejando salir una enorme verga venuda y cabezona que ya estaba erecta, debajo colgaban unos huevos bien grandes.
Los ojos azules de Ricardo se desorbitaron al ver de cerca a ese animal que lo amenazaba.
no pudo evitar pensar en los caballos.
era como si Bruno se hubiera camuflajeado con los equinos al convivir tanto con ellos, tenía el órgano sexual semejante a un semental.
Bruno: ya habías visto una verga como la mía? verla quizás sí, pero la has tenido adentro, hoy vas a saber lo que se siente tener una como estas dentro del culo, jajajaja.
El capataz se agachó hasta el rostro de Ricardo y con su verga comenzó a pegarle en el rostro del joven.
Bruno: siéntela, huélela, así huele la verga de un macho, no como la de esos niños de ciudad con los que seguramente te has acostado.
Ricardo no pudo más y comenzó a llorar, provocando las carcajadas de Bruno que dijo: pobre niño rico que se asusta con una verga grande, si los putos como tú están hechos para aguantarlas.
El capataz abrió con fuerza las piernas del muchacho y se puso en medio de ellas, dirigió su espada de carne hacia la entrada del chico y dijo: tienes un culo de campeonato, tus nalgas están ríquisimas.
desde que las vi por primera vez supe que serían mías como todo lo que me gusta.
Y sin esperar más, el perverso hombre dio la primera estocada, pero su verga no pudo entrar en el ano cerrado de Ricardo.
Bruno: ah chingar, pues estás bien cerrado, hasta pareces virgencito, pero de que la meto, la meto.
Y con más fuerza que antes, Bruno volvió a intentar penetrar el culo de Ricardo, logrando que su cabeza traspasara el anillo de carne.
Ricardo: mmmmmmmmm.
nooooo.
ommmmmmmm
El joven sintió como si un palo ingresara a su cuerpo, porque por el grosor de la verga no parecía un órgano sexual sino un objeto.
las lágrimas siguieron saliendo de Ricardo ante el dolor que sentía.
Bruno: nomás entró la cabeza de mi verga, falta todo lo demás, así que aguanta como las meras hembras.
ábrete más para recibir a tu macho.
Con sus manos, Bruno separó más las piernas de Ricardo al tiempo de irse adentrando más con su ariete de carne, pero el culo del joven no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente y oponía la máxima resistencia para el intruso.
Bruno: no mames, que cerrado estás cabroncito, hasta parece que soy el primero que te la mete.
o qué si eres virguito? dime chiquito, te estoy desflorando?
Ricardo no contestó a la pregunta del hombre, solo daba gritos callados por el paliacate y se retorcía de dolor sintiendo como su culo se abría más y más sin que él pudiera evitar ser violado por ese hombre.
Bruno siguió metiendo su miembro hasta que finalmente el anillo cedió totalmente y su verga se fue a lo más profundo de la intimidad de Ricardo, chocando los huevos del capataz con las nalgas firmes y redondas del patrón.
Bruno: ya estoy completamente dentro de ti, ya eres mi hembra, desde hoy todo va cambiar para ti, tu culo va estar más abierto y roto que nunca, jajajajaja
La risa de Bruno eran como puñales en el corazón de Ricardo que lloraba amargamente por la violación que sufría, no solo por el dolor en todo su cuerpo y en su culo que lo sentía partido, sino por la rabia de que ese maldito capataz lo violara siendo el primer hombre en su vida, porque a pesar de tener 19 años, él era virgen, sí sabía que era gay, sí se aceptaba y le gustaban los hombres, pero se había estado guardando para alguien especial, para muchos era una ridiculez, pero él quería entregar su virginidad por amor y ahora estaba empalado por un hombre vil que le arrebataba su preciado tesoro y lo trataba como una puta.
Bruno lamía el rostro de Ricardo y sin más sacó su verga del culo del joven que se sintió vacío y con el culo roto solo para volverla a enterrar de golpe dando inicio al mete y saca.
Ricardo sentía que el alma se le iba en cada penetración que era más fuerte cada vez.
Bruno: me aprietas bien chingón, que placer me das en la verga, eres una puta profesional.
Con toda su experiencia, Bruno no se daba cuenta que estaba follando un culo virgen, apretado e inaugurado por él para su placer.
Bruno: jamás pensé gozar tanto.
ningún puto me había hecho sentir lo que tú.
La caballeriza se inundó de gemidos de placer de Bruno, gritos sordos de Ricardo y sonido de dos cuerpos chocando, los huevos del capataz y las nalgas del señorito.
Bruno detuvo las embestidas y sacó la verga del culo y bufando vio a su miembro ensangrentado.
ya no tenía dudas, Ricardo era virgen.
Bruno: después de todo si soy el primero verdá.
jajajaja.
lo supuse ningún culo está tan apretado si ya fue abierto.
no mames, esto es lo mejor que me ha pasado.
me reventé el mejor culito de este pueblo, ah huevo que sí.
Ricardo odió la sonrisa triunfal del hombre que descubrió su secreto.
Bruno tomó el cuerpo del joven y le dio la vuelta para ponerlo en posición de perrito.
Bruno: ahora si te voy a montar como se montan a las yeguas.
tú eres mi yegua y yo el semental.
Ricardo sintió entrar nuevamente la verga del violador llegando hasta sus entrañas, en esa posición la penetración era más profunda y la verga dio con su próstata despertando el placer en el chico que se odió a si mismo por sentir placer y tener una erección.
Bruno: ya estás gozando putita, no puedes negarlo te gusta ser violada, es tu naturaleza como yegua.
En ese momento, Bruno quitó el paliacate de la boca de Ricardo y le dijo: ya de nada te sirve gritar, ya eres mía, mejor gime para tu macho.
Ricardo tuvo que aceptar que el hombre tenía razón, para qué gritar si ya estaba empalado, si alguien llegaba solo vería como el joven de ciudad, estudiado y rico era penetrado por un capataz ignorante y violento, eso no debía saberlo nadie, guardaría su vergüenza para él nada más.
Bruno continuaba con sus embestidas cada vez más fuerte: gime, quiero que gimas para mí, que digas mi nombre y reconozcas mi superioridad para ti.
No era necesario que lo dijera, Bruno demostraba su superioridad violando a un chico de menor tamaño, era una imagen muy erótica y violenta a la vez, un hombre de casi dos metros y musculoso mancillando a un delgado cuerpo.
Ricardo se mordía los labios para no darle más placer a Bruno, pero cuando este se agachó sin dejar de penetrarlo y le mordió el oído, Ricardo finalmente emitió un sonido: ah ah ah ah ah ah.
por favor, no más.
Esas palabras fueron suficientes para Bruno, él había ganado, había desflorado y domado al señorito insolente que lo abofeteó en la mañana.
Como si fuera un taladro aceleró sus embestidas sacando más gritos del joven que estaba por desfallecerse.
Bruno: todo va cambiar entre tú y yo chiquito.
Con los ojos cerrados y gimiendo, Ricardo no aguantó más y eyaculó sin tocarse, por lo que Bruno sonrió y taladró aún más.
Ricardo se desfalleció para dejarse usar como muñeca inflable.
el cuerpo de Ricardo se sentía arder, la paja iba agarrar fuego por la fricción de dos cuerpos unidos por la verga y el culo, cada parte del ser del rubio era reclamada por el macho que lo violaba sin piedad.
Bruno también estaba por acabar y susurró al oído del joven.
Bruno: en el campo se le llama "preña" cuando el semental fertiliza a su yegua, yo no puedo fertilizarte, pero voy a correrme dentro de ti, para que cuando pienses que dejé mi leche dentro de ti sabrás que me perteneces y tienes que hacer todo lo que yo quiera.
Ricardo abrió los ojos y suplicó: por favor, no dentro de mí, no lo hagas.
Bruno: ah huevo que sí, siempre tendrás restos de mí en tu cuerpo, siempre.
Ricardo llorando: nooooooooooooo!!!!!!
En el silencio de la noche, en esa caballeriza solo se escuchó el bufar de un semental que preñaba a la yegua.
Ricardo sintió como la verga de Bruno se hizo más gruesa dentro de él y empezó a tirar lechazos que por la excitación era demasiado abundante, el joven sentía como si su macho orinara dentro de él.
su intestino era bañado por el semen de otro hombre
Bruno temblaba y gruñía mientras se deslechaba con el mayor de los placeres.
Ricardo cayó tendido sobre la paja que se incrustaba en su piel y Bruno sobre él.
aún lo tenía dentro aunque el líquido ya no salía, el chico sentía el peso del macho sobre él así como su cuerpo velludo y sudoroso.
la caballeriza se llenó de olor a sexo, sudor y semen.
en su oído, Ricardo escuchaba el resoplar de Bruno, en su culo sentía la verga del macho aminorando de tamaño y en su mente se veía a él como una yegua blanca montanda por un semental negro.
Finalmente, Bruno sacó su verga de Ricardo que sintió su culo más abierto que nunca y con un vacío enorme.
Bruno vio su verga semiflácida manchada de sangre y el ano de Ricardo expulsando leche y sangre, aún palpitaba por el acto.
La paja estaba desordenada y también con restos de fluídos.
Bruno: cuando Juancho venga a darle de comer a los caballos se va dar cuenta que alguien aquí fue desflorado.
Bruno vio el rostro de Ricardo y sus ojos parecían vacíos y sin brillo, su cara era otra a la del chico altanero que llegó.
Triunfante, Bruno le dijo: ya eres mío Ricardito y las cosas aquí van a cambiar, a partir de mañana regreso a mi trabajo de capataz y seguiré siendo yo quien da las órdenes, tú te quedarás aquí porque mientras en el día dirigiré la hacienda, en las noches me entregarás el culo, porque esto se va seguir repitiendo, hoy solo fue nuestra noche de bodas, te desfloré y ya soy tu marido.
recuérdalo bien no quiero a Juancho ni a ningún otro cabrón rondándote, eres propiedad privada, eres mi culo, mi yegua y yo soy tu macho, tu domador, tu semental.
Bruno dio un beso en la boca a Ricardo, lamió su rostro y dándole una nalgada y apretón de nalgas, el capataz se levantó de la paja, recogió su ropa, sus botas y en la puerta de la caballeriza volteó y dijo: nos vemos en la noche "mi amor".
Desnudo y con la luna de testigo, Bruno salió de la caballeriza.
Ricardo sorbiendo las lágrimas intentó levantarse para irse a la casa, pero sus piernas no aguantaron y el dolor de su culo no le permitieron pararse y cayó nuevamente en la paja recordando lo que Bruno le había dicho "no vas a poder ni caminar".
el maldito lo había cumplido.
lo había dejado hecho trizas.
En su cama, Bruno desnudo fumaba un cigarro y tomaba una cerveza.
estaba feliz y satisfecho como nunca antes y en su mente comenzaba a recordar las imágenes de hace unos momentos y con solo recordarlo su verga empezaba a erectarse.
pensó: el mejor culo que he tenido, el culo de un señorito rico, limpio y virgencito, yo lo volveré una puta.
En la paja, hecho un ovillo lloraba Ricardo con la dignidad muerta y con el culo adolorido y sangrante.
su vida había cambiado en una noche, ahora el capataz ya era marido del señorito.
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